Más que belleza - Michelle Douglas - E-Book
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Más que belleza E-Book

MICHELLE DOUGLAS

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Beschreibung

La rutina diaria de Blair era tratar de no distraerse con el guapísimo Nick Conway… Blair solo quería ser normal. Quería ser la Blair que era antes de caer enferma. Estaba decidida a demostrarles a sus amigos que se encontraba bien… aunque para ello tuviera que fingir un poco. Pero había una persona que no la trataba como con tantos miramientos. De hecho, Nick Conway la trató bastante mal, sobre todo cuando le dijo lo que pensaba acerca de ese concurso de belleza con el que quería ayudar a su hija. En poco tiempo, Nick se le coló en el corazón. Derribó todas sus defensas. Quizá era él quien tenía que demostrarle que seguía siendo tan hermosa como siempre…

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Seitenzahl: 192

Veröffentlichungsjahr: 2013

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Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2012 Michelle Douglas. Todos los derechos reservados.

MÁS QUE BELLEZA, N.º 2502 - marzo 2013

Título original: The Man Who Saw Her Beauty

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2013

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Jazmín son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-2697-7

Editor responsable: Luis Pugni

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo 1

BLAIR se miró en el espejo con esa concentración que normalmente reservaba para los diseños de Blair Mac de la semana de la moda de primavera. Se fijó en su ojo izquierdo. Se lo abrió cuanto pudo y se puso las pestañas postizas. Parpadeó. Repitió el proceso en el otro ojo. Había aprendido a hacerlo veinte años antes, cuando era modelo... Pero jamás hubiera esperado tener que volver a hacerlo tanto tiempo después, cuando ya no tenía que pasearse delante de las cámaras ni desfilar por una pasarela. A continuación se puso las cejas, también postizas. Esa habilidad sí la había adquirido poco tiempo antes. A diferencia de las pestañas, no se las tendría que quitar cada día. Si tenía cuidado podría tenerlas durante varias semanas. Siempre había tenido las cejas rubias, pero bien tupidas. Solía teñírselas. Pero esos eran otros tiempos. Ahuyentó esos pensamientos. No tenía sentido lamentarse por el pasado. Agarró la peluca, la quitó de la base con cuidado y deslizó la mano sobre la larga melena de pelo rubio sintético. Ni siquiera los ojos más expertos hubieran sido capaces de encontrar diferencias entre la peluca y su antigua melena rubia. Su amiga Dana, una magnífica peluquera, había insistido en que la peluca era demasiado larga, pero ella la había elegido de todas maneras. Era reconfortante saber que era casi igual que su antiguo pelo. Se la colocó y luego se volvió de nuevo hacia el espejo para ajustarla mejor, para parecer normal, para parecer saludable y femenina, para que la gente volviera a tratarla como a un adulto en plenas facultades.

Por fin retrocedió y se miró bien. Agarró el colorete. Un poquito más de color en las mejillas no le vendría nada mal. Se volvió a pintar los labios con ese tono rosa pardo permanente y una vez más dio gracias por todos los trucos que había aprendido durante sus años de modelo. Dio otro paso atrás, se miró la cara, el perfil derecho, luego el izquierdo... Asintió con la cabeza. El corazón empezó a latirle más despacio. Por fin se reconocía a sí misma. Cuando saliera a la calle, nadie lo sabría. Y no había nadie en ese momento; nadie que pudiera ver cómo le temblaba la mano mientras le ponía la tapa al pintalabios, o el trabajo que le costaba cerrar el recipiente de colorete... Apartó la vista del espejo mientras se quitaba el vendaje. Se puso el sujetador, la prótesis, y se puso una camiseta lo más rápido que pudo. A continuación se puso unos vaqueros. Debería haber dado gracias por muchas cosas, pero no era agradecimiento lo que sentía. Sentía miedo. Tenía miedo de que la vida ya no volviera a ser como antes. Tenía miedo de seguir preocupando a su tía Glory, a la que tanto quería. Recientemente le había dado por decir que iba a vender la casa y que se iba a mudar a Sídney con ella.

Blair se dejó caer sobre la cama y se puso las botas. Su tía llevaba toda la vida viviendo en Dungog. La ciudad no era para ella. Se miró en el espejo una vez más. Se tocó la barbilla y la levantó un poco. Se lo debía todo a su tía. Tenía que tranquilizarla un poco. Era su deber. Por eso había vuelto a casa. Ya estaba fuera de peligro. Volvía a ser una persona saludable. En cuanto su tía se diera cuenta de ello... Se levantó y metió todos los cosméticos en la bolsa; esa bolsa que llevaba a todas partes por si acaso, para retocarse, por si tenía alguna urgencia. En cuanto lograra convencer a su tía de que se encontraba mucho mejor, todo volvería a la normalidad. Y eso era lo que más quería, normalidad. Entrelazó las manos. Tenía que fingir. Esa era la respuesta. Así había ganado el concurso de Miss Showgirl veinte años antes, así había logrado hacer una carrera como modelo y así había conseguido ir a la universidad a estudiar diseño. Tenía que engañarlos a todos y hacerlos creer que se encontraba bien, que volvía a ser la de antes. Respiró hondo.

–No tiene misterio –se dijo. El espejo le demostró que todavía era capaz de sacarse el mayor partido.

–Oh, Blair. ¡Pero mírate! –dijo Glory en cuanto la vio entrar en la cocina–. Estás preciosa, como si...

–Como si nunca hubiera estado enferma.

–Bueno, sí, pero...

Blair hizo todo lo posible por seguir adelante con el espectáculo. Dio una vuelta.

–Estoy como nueva –le dio un beso a su tía en la mejilla.

Se sentó y se sirvió un poco de muesli en un bol. Gracias a la tía Glory había logrado superar la cirugía y la quimioterapia. Glory había sido su tabla de salvación.

–¿Quieres té? –le preguntó la señora, levantando la tetera.

–Sí, por favor. Y deja de mirarme así, tía Glory. Los últimos meses han sido... duros.

–Un infierno.

–Y es maravilloso tener la oportunidad de pasar un mes entero por aquí sin hacer nada. No sabes cuánto lo estaba deseando –Blair puso su mano sobre la de su tía.

A Glory le tembló el labio inferior y Blair sintió remordimientos. ¿Por qué se había empeñado en volver tan pronto al trabajo? Si hubiera esperado un poco más, no se hubiera desmayado en mitad de la oficina y la gente no hubiese vuelto a preocuparse de nuevo. Ella sabía lo mucho que la quería su tía, el miedo que le daba perderla. Sabía lo que había pasado en la vida. Y por eso había decidido tomarse un mes entero de vacaciones. Tragó por encima del nudo que tenía en la garganta.

–Tía Glory, me han quitado todo el cáncer. Me han bombardeado con quimioterapia para asegurarse. Cada día me siento más fuerte. Prácticamente estoy tan saludable como cualquier otra mujer de mi edad. Voy a tener una vida larga y plena. Ya no me trates como si fuera un bebé, ¿de acuerdo? Ya es hora de que todo vuelva a la normalidad.

–¿Nada de tratarte como a un bebé? –murmuró Glory, sacudiendo la cabeza mientras hablaba.

–Eso es. Bébete el té antes de que se te enfríe.

Blair esperó a que su tía se hubiera comido un trozo de tostada.

–Anoche me dijiste que hoy tienes una reunión del Agricultural Show Society.

–Oh, sí –dijo Glory con entusiasmo.

–Como el evento es dentro de tres meses, me imagino que esta es la primera reunión oficial, ¿no?

–Eso es, cielo. Todo el mundo va.

–¡Estupendo! Cuenta conmigo.

La cuchara de su tía cayó de golpe sobre el platito.

–Oh, pero... Blair...

–Me encantará ver a gente a la que no he visto desde hace mucho tiempo. Además, seguro que puedo ayudar con algo durante el próximo mes, ¿no?

–¡Deberías estar descansando!

–Oh, eso también lo voy a hacer, y mucho –estiró los brazos y sonrió–. Estoy de vacaciones y tengo pensado hacer el vago y pasármelo bien. Preparar esto contigo será divertido. Me encantaba esta época del año cuando era una niña.

–Lo recuerdo –dijo Glory con tristeza.

Blair sintió un nudo en el estómago.

La reunión fue tan agotadora como esperaba Blair. Todas las miradas recayeron sobre ella y la hicieron sentir insegura, incómoda... Tampoco faltaron los típicos comentarios...

«¡Vaya! Te veo estupenda...».

Ni tampoco estuvieron ausentes las caras de sorpresa... Pero ella no tenía ganas de seguir dando pena.

«Oh, pobre Blair. Tiene que ser terrible perder a los padres a una edad tan temprana...».

Había crecido con esa frase en la cabeza, y la odiaba tanto que no estaba dispuesta a añadir otra línea más a la letanía. Aunque ya no pudiera mirarse al espejo desnuda, no tenía por qué compartir sus miserias con nadie. No tenían por qué saberlo. Se dedicó a charlar y a sonreír. Bebió té, comió tarta y finalmente tomó asiento cuando Joan, la presidenta del Agricultural Show Society, se puso en pie para dar por comenzada la reunión. Blair escuchó con atención mientras los demás hablaban y debatían, e incluso se atrevió a hacer algún comentario que otro.

–Muy bien. Sigamos adelante... –Joan miró la orden del día–. El concurso de Miss Showgirl.

Blair se movió en su asiento. Lo de Miss Showgirl era un evento que estaba a medio camino entre un concurso de belleza y una gala benéfica para recaudar fondos; toda una tradición en Dungog. Veinte años antes, ella había sido la ganadora.

Tragó con dificultad y parpadeó varias veces. Apretó los puños, nerviosa. Miró a Glory con disimulo. ¿Podría escabullirse sin que nadie se diera cuenta?

Como si pudiera sentir su dolor, su tía se dio la vuelta. Blair intentó volver a ponerse la máscara.

–¡Oh, qué divertido! –se frotó las manos–. ¿Cuántas candidatas hay este año?

–¿Chicas? –exclamó Joan, dirigiéndose a un grupo de chicas adolescentes que estaban al final de la mesa–. ¿Cuántas os vais a presentar al concurso? –contó las manos levantadas–. ¿Diez? Estupendo.

El año en el que Blair había concursado eran doce.

–Bueno, creo que tenemos un problema.

Consciente de la mirada de su tía, que todavía la observaba desde el otro lado de la mesa, Blair mantuvo la vista fija en Joan. Su expresión era impasible.

–Lexxie Hamilton, que suele ser la mentora de las concursantes, no puede hacerse cargo este año, así que vamos a necesitar a otra persona. ¿Alguien quiere presentarse voluntario, o sugerirnos a alguien?

Nadie dijo nada. Joan se volvió hacia Blair.

–Blair, cariño, ¿cuánto tiempo vas a estar en el pueblo?

Por el rabillo del ojo vio que su tía le estaba clavando la mirada a Joan al tiempo que sacudía la cabeza.

–Voy a estar un mes y me encantaría ayudar –dijo, poniéndose erguida.

Glory se puso tensa y volvió a sacudir la cabeza. Joan la miró un instante y después volvió a mirar a Blair. Esta levantó la barbilla y sonrió.

–Me gustaría preparar lo de Miss Showgirl durante el próximo mes.

Joan se aclaró la garganta.

–No queremos ponerte mucha presión encima, Blair. Todos sabemos lo que has pasado.

–¿Presión? –Blair resopló y le lanzó una sonrisa radiante a su tía–. Si no recuerdo mal, tengo que reunirme con las candidatas dos horas a la semana, ¿no? No creo que eso me vaya a suponer mucha presión. Será divertido.

Glory se mordió el labio inferior.

–¿Divertido?

–Ya lo creo –Blair miró hacia las candidatas–. ¿Los jueves de seis y media a ocho y media le viene bien a todo el mundo? –todas las chicas levantaron la mano de golpe–. Muy bien. ¡Está hecho! Y así tienes todo un mes para encontrar a una sustituta.

Joan volvió a mirar a Glory.

–Bueno... yo...

Blair le sonrió a su tía con entusiasmo y alegría. Glory no tuvo más remedio que tirar la toalla.

–Eh... gracias, Blair. Nos serás de gran ayuda –dijo Joan.

–Blair, cariño –Glory se acercó a su sobrina, que estaba junto a la mesa de los aperitivos, nada más terminar la reunión–. Me voy a quedar por aquí un par de horas más. Debes de estar exhausta. ¿Por qué no te vas a casa?

–No estoy cansada –dijo Blair de inmediato–. Pero no me importaría pasarme por un quiosco de prensa para comprar un par de revistas de moda. Creo que me tengo que poner un poco al día.

–Estoy enfadada con Joan por haberte puesto en ese aprieto. ¿Estás segura de que quieres hacerlo? Puedo hablar con ella y...

–¡No! Estoy deseando hacerlo.

–¡Pero estás de vacaciones! No quiero que hagas más cosas de la cuenta.

Blair agarró un plato y se sirvió dos triángulos de sándwich y una porción de bizcocho.

–Tía Glory, he aprendido la lección. Lo prometo. Además, dos horas a la semana no suponen mucho estrés.

–Bueno... supongo que no.

–Y tú estás más que invitada a unirte a nosotras como asistente personal de la mentora.

–¿Yo? –Glory parpadeó–. ¿Y yo qué sé de la moda? Ya sabes que nunca ha sido lo mío precisamente. Siempre te mandaba al colegio con la falda demasiado corta o demasiado larga. Y si se llevaban los calcetines hasta el tobillo, yo te los compraba hasta las rodillas o viceversa.

Blair se rio de verdad.

–Me encantó criarme contigo, tía Glory. Ya lo sabes.

–Sí, lo sé. Pero experta en moda...

–No eres –dijo Blair.

–Esas chicas tienen mucha suerte de poder contar contigo. Prométeme que no te vas a pasar de la raya.

–Lo prometo. Y tampoco quiero que tú te pases. No has comido casi nada en todo el día. No me voy a ir hasta que te hayas tomado esa taza de té y te hayas comido ese pastel –le dio el plato. Glory la miró con ojos de sorpresa.

Le sirvió una taza de té y procedió a preparar un plan para las reuniones de Miss Showgirl.

–Vamos a hablar de maquillaje, ropa, modales y todas esas cosas. ¿Qué podría ser más divertido que eso?

Divertido... Casi tuvo ganas de reírse como una histérica. El pelo y el maquillaje ya no eran divertidos para ella. En realidad, se habían convertido en herramientas de primera necesidad que impedían que la gente se le quedara mirando como si fuera una extraterrestre.

–Siempre se te han dado muy bien esas cosas –dijo Glory. Miró a su sobrina y dejó su plato vacío sobre la mesa–. ¿Has dicho «divertido»?

Blair puso su mejor sonrisa.

–Claro –abrazó a su tía. La prótesis que llevaba en el pecho derecho le rozó las cicatrices, recordándole una vez más cuál era la realidad–. Parece que tu próxima reunión está a punto de empezar. Te dejo con ello. Ya nos veremos en casa luego.

Se dirigió hacia la salida de atrás del edificio de oficinas, recordándose a sí misma que Roma no se construyó en un día. Le llevaría un buen tiempo aplacar todos los temores de su tía. A medida que se aproximaba a la puerta, empezó a oír voces provenientes del exterior. Vaciló un momento, pero solo un momento. Se obligó a seguir hacia las dobles puertas. Una de ellas estaba cerrada.

–Vas a hacer el ridículo, Stevie Conway. ¡No digas que no te lo advertimos! Sabes que no eres lo bastante guapa para ser Miss Showgirl. Te aconsejamos que...

Se oyeron unas risitas. Blair se detuvo de golpe.

–Deberías dejarlo ahora que todavía puedes, antes de convertirte en un hazmerreír.

Blair se enfureció de repente. Y el color rojo de la rabia era maravilloso después del negro y el gris de la enfermedad y del miedo. Abrió la puerta bruscamente, con tanta fuerza que la hizo rebotar contra la pared que estaba detrás. Había cuatro chicas al final de las escaleras. Todas se volvieron hacia ella.

–Quiero que todas me escuchéis con atención.

Bajó los once peldaños con paso firme, como solía hacer en la pasarela, levantando las rodillas, meneando las caderas, con la barbilla al frente y una expresión altiva. Se detuvo en el penúltimo para mantenerse por encima de las chicas y apoyó las manos en las caderas. Se inclinó hacia delante para intimidarlas aún más.

–Miss Showgirl no es un concurso de belleza más. Se trata de aprender habilidades que te pueden hacer la vida más llevadera. Y también se trata de recaudar fondos para una buena causa. Se trata de aprender a sacarse el máximo partido, en todos los sentidos.

Nadie dijo nada. Por primera vez en mucho tiempo, Blair se sintió poderosa, y eso era fantástico.

–El año en que yo gané, no era la más guapa, ni mucho menos. Volved y mirad las fotos. Monica Dalwood era la más guapa.

Monica era una pelirroja despampanante, pero tímida, algo que al final le había pasado factura.

Miró a cada una de las chicas y no le llevó más que un segundo averiguar cuál era Stevie Conway. Y no porque no fuera guapa. Lo era. Era preciosa. Pero también era la típica chica descuidada con vaqueros, pelo corto y nada de maquillaje ni complementos. Comparada con sus tres rivales, estaba hecha un desastre. Blair echó atrás los hombros.

–Si lo único que os interesa es quién es la más guapa, ahora mismo os pongo una nota.

Les hubiera dado un diez a todas... Pero no era ese el objetivo. Quería confundirlas y lo había conseguido. A esas chicas no les gustaba que las juzgaran solamente por su apariencia y Blair se alegraba de haberlo averiguado.

–Pero si queréis saber la puntuación, entonces debéis saber algo más, no os voy a aceptar en las reuniones de los jueves. Bueno, vosotras elegís. ¿Qué va a ser?

Se oyeron algunos murmullos.

–Bien. Una cosa más... Si vuelvo a oír algún comentario de este tipo, tendremos que hablar muy en serio. ¿Entendido?

Todas asintieron.

–Estupendo –se frotó las manos–. Bueno, seguro que todas tenéis cosas mejores que hacer que estar por aquí todo el día.

Tres de las chicas echaron a andar en una dirección. Stevie se fue en sentido opuesto.

–Stevie, espera.

La chica se detuvo. Se dio la vuelta.

–Lo has oído todo, ¿no? Y sabes que soy Stevie porque no soy tan guapa como ellas –dijo, señalando en la dirección en la que se habían ido las otras.

–No lo he oído todo –le dijo Blair–. Pero sí que he oído lo suficiente. Y sé que eres Stevie porque vas sola, mientras que las otras se han ido juntas.

La chica se relajó un poco.

–De verdad espero que no les hicieras ningún caso. Tienes las mismas oportunidades de ser Miss Showgirl.

–Eso no es cierto. ¡Ni siquiera mi padre lo cree posible!

Blair hizo todo lo que pudo por no quedarse boquiabierta. Un padre tenía que apoyar a su hija, en vez de socavar su autoestima.

–Haga lo que haga, nunca podré ser como esas chicas –dijo Stevie, moviendo un brazo en el aire.

–Dios mío, ¿y por qué ibas a querer serlo?

–¿Qué?

Blair levantó una mano y la señaló con el dedo.

–Cuando estés hablando en público, o cuando te estén entrevistando, debes decir «¿Disculpa?», y no «¿Qué?». Y, sí. Esas chicas que se estaban metiendo contigo son guapas, pero son rubias clonadas. Es difícil diferenciarlas.

Stevie casi se ahogó de la risa.

–Se supone que no puedes decir eso.

–¿Y por qué no? –Blair echó a andar hacia la verja–. Yo soy rubia, y muchos dirían que soy guapa, pero... créeme. Si me vieras a primera hora de la mañana, antes de haberme arreglado el pelo y de ponerme el maquillaje, te llevarías un buen susto. Hay que trabajar con lo que tienes, Stevie, y tú tienes mucho. Tienes una piel bronceada preciosa, y un pelo maravilloso.

Llevaba el pelo corto, pero era un cabello fuerte, oscuro, brillante y denso.

–Tienes unos ojos grises increíbles. El concurso de Miss Showgirl lo ganará la candidata que sea capaz de destacar entre las demás. No será para rubias clonadas que parecen todas iguales a los ojos de los jueces.

–Pero si una de las rubias clonadas logra destacar... Si demuestra lo que vale...

–Si ha trabajado así de duro... –dijo Blair con sutileza, empujando a Stevie hacia la puerta–. Entonces a lo mejor se merece ganar.

Stevie se detuvo. Blair también.

–¿De verdad crees que tengo alguna oportunidad de ganar, y no lo dices solo porque vas a ser nuestra profesora, y porque se supone que eso es lo que tienes que decir?

–Lo digo de verdad –Blair se tocó el pecho y entonces frunció el ceño–. ¿Ganar es tan importante para ti?

La chica sacudió la cabeza.

–Solo quiero saber que tengo tantas posibilidades como las demás. Eso es todo.

–¿Y?

–A veces quiero ser... ¡Algo más que una chica con vaqueros y camisetas! Mi madre murió cuando yo era muy pequeña, así que no tengo a nadie que me enseñe cosas de chicas. ¡Cada vez que lo intento yo sola me veo ridícula!

A Blair se le encogió el corazón.

–Fular –dijo de repente.

–¿Qu...? ¿Disculpa?

–Creo que lo tuyo no es la bisutería y los adornos, Stevie. Seguramente te parecerán demasiado. Pero puedes añadir un toque muy femenino poniéndote un fular. Y si te levantas por la mañana y no tienes ganas de ponerte femenina, puedes cambiar el fular por algo más provocativo o clásico. Con esos pómulos tan maravillosos que tienes y ese cuello tan largo, te quedará muy bien un fular. Creo que voy a daros una clase sobre cómo llevar pañuelos y bufandas.

Stevie se la quedó mirando.

–¿En serio?

–Claro. ¿Por qué no?

Stevie siguió mirándola como si acabara de confiarle todos los secretos del universo. Blair se aclaró la garganta.

–Stevie, ¿quieres saber cuál es mi secreto?

La chica dio un paso adelante, expectante.

–¿Te refieres al secreto que te hizo ganar el concurso?

–Hay que fingir un poquito.

–¿Fingir? –Stevie frunció el ceño.

–Sí, eso es. Hay que hacer un poco de teatro, hacer que la gente crea lo que tú quieras que crean, que eres lista, guapa y que confías en ti misma. Si te comportas como si supieras que eres guapa y lista, como si tuvieras algo que aportar al mundo... Si caminas, hablas y miras a la gente con esa clase de confianza, si crees en ti misma, entonces todos empezarán a ver que tienes algo especial, y te tratarán con respeto. No es fácil –le advirtió–. Es muy duro conseguirlo. Pero funciona. Y al final te darás cuenta de que ya no estás fingiendo. Verás que realmente eres preciosa y confiarás en ti misma.

«Y entonces... A veces pasa algo que te lo arrebata todo de golpe... de nuevo...».

Blair trató de no pensar en ello.

–¿Fingir? –repitió Stevie.

Blair levantó la barbilla y se puso erguida.

–Eso es. Bueno, ¿te veo el jueves?

Nick pisó el freno en cuanto vio a Stevie. Paró el coche junto a la acera. ¿Qué estaba ocurriendo? Le había dicho que iba a pasar el día horneando tartas con su amiga Poppy y con su madre.

¿Qué estaba haciendo en la salida del recinto, hablando con una mujer a la que no había visto nunca? ¿Acaso tenía algo que ver con el concurso de Miss Showgirl? Reprimió un gruñido y apoyó la cabeza contra el volante un momento. Bajó del coche y respiró hondo.

–¿Stevie?

Stevie se giró de golpe. Al verle aproximarse levantó la barbilla.

–Hola, papá.

Lo dijo como si no pasara nada, como si no le hubiera mentido.

–¿Qué estás haciendo aquí? –trató de no alzar el tono de voz, pero fue inútil. Sabía que sus sospechas estaban a punto de ser confirmadas–. Me dijiste que ibas a pasar el día con Poppy.

La chica se encogió de hombros sin más. Nick se enfureció. ¿Dónde había estado toda la tarde? ¿Cuándo se había convertido en una adolescente rebelde? No se dirigió a la mujer que estaba con ella. Ni siquiera la miró.

–¿Y bien?... ¿Y bien?

Stevie se irguió. Durante una fracción de segundo algo brilló en sus pupilas, algo que Nick casi reconocía.

–Me he apuntado al concurso de Miss Showgirl.

Sospechas confirmadas. Nick respiró hondo.

–Te dije que no iba a tolerar que participaras en ese concurso.

Los ojos de Stevie relampaguearon.

–Pues yo decidí que no iba a seguir tu consejo.

–¡No era un consejo! ¡Era una orden!