Mira la vida con otra mirada - Andréa Gonçalves - E-Book

Mira la vida con otra mirada E-Book

Andréa Gonçalves

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Beschreibung

"Siempre es buen momento para aprender que no tenemos la necesidad de hacerlo todo con absoluta perfección, pues somos humanos y, consecuentemente, susceptibles de equivocarnos. Siempre es buen momento para entender que el mundo no siempre va a funcionar como queremos o como imaginamos. Debemos aprender a controlar nuestros pensamientos sin dramatizar o volver catastróficas situaciones que no lo son. Nuestras emociones son exageradas porque nuestro pensamiento también lo es. Querer mandar en todo y querer controlarlo todo a nuestro alrededor es imposible.  Lea, comprenda, reflexione con atención, disfrute de la lectura, guarde lo que le interese y entienda que realmente ¡no podemos controlarlo todo!" Andréa Gonçalves "Mira la vida con otra mirada está destinado no solo a los profesionales de la salud mental, sino que, debido al tratamiento que en él se hace de los temas fundamentales de la psicología cognitiva, el libro es muy indicado para cualquier persona que quiera plantearse cambiar la visión que tiene de su vida. Hay que señalar que no se trata solo de un texto divulgativo, sino que, gracias a las reflexiones de que consta cada capítulo y de las técnicas y ejercicios propuestos, servirá de ayuda al lector para alcanzar su objetivo." Tomás Motos Teruel

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Andréa Gonçalves

Mira la vida con otra mirada

Las claves de la fortaleza emocional para una efectiva transformación personal

Mira la vida con otra mirada. Las claves de la fortaleza emocional para una efectiva transformación personal

Primera edición en papel: septiembre de 2016 Primera edición: septiembre de 2016

© Andréa Gonçalves © del Prólogo: Tomás Motos Teruel

© De esta edición:

Ediciones OCTAEDRO, S.L. Bailén, 5, pral. – 08010 Barcelona Tel.: 93 246 40 02 – Fax: 93 231 18 68www.octaedro.com – [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-9921-861-8

Maquetación, producción y digitalización: Ediciones Octaedro Foto de cubierta: Jorge Pérez (www.jorge-perez.com) Cubierta: a partir del diseño original de Claudio de Souza

A ti, que me has salvado de todas las formas que alguien puede salvar a una persona.

En los dos momentos de mi vida en que estuve viviendo en España perdí a dos personas amadas que contribuyeron en mi historia de vida y en mi crecimiento personal. Parte de lo que soy hoy se lo agradezco a ellos. En mi memoria estarán siempre presentes.

Dedicado a mi amada abuela Gertrudes, ejemplo de fortaleza emocional y de filosofía de vida.

Homenaje a mi querido padre, hombre trabajador que con su sencillez académica ha dejado enseñanzas que no están en los libros.

Presentación: No podemos controlarlo todo

Mi abuela era una persona simplemente fantástica, una filósofa, con sus frases cotidianas. Nació en 1905, en una época en la que no existía ninguna de las comodidades de la vida moderna. El agua no estaba canalizada, los baños se tomaban en grandes bañeras, la comida se plantaba, los animales se criaban para comer. En la ciudad en la que ella vivía no había coches, solamente coches de caballos. No existía el teléfono, el móvil, o internet. Se casó pronto y tuvo 10 hijos. Siempre tenía tiempo para las nueras, los yernos y, claro, los nietos. Hasta aquí la historia puede ser parecida a la de otras abuelas. Pero lo que la diferenciaba de muchas personas que conozco es la visión que ella tenía sobre los acontecimientos diarios.

Su filosofía de vida y su diálogo interno eran lo que la mantenía tan optimista y resistente frente a las adversidades. A los 93 años se rompió la cadera y volvió a andar en 15 días. Pasó por algunas pérdidas importantes como sus padres, su marido y algunos de sus hijos. Un hecho curioso es que a ella nunca le dolía nada. Siempre que yo le preguntaba: «Abuela, ¿está usted cansada? ¿Le duele algo?», ella respondía: «No, estoy bien, ¡el cansancio es para la gente mayor!» Nunca se quejaba de nada y vivió hasta los 97 años.

Hace 25 años, yo no conseguía comprenderla y cuando algo salía mal, ella me decía: «Calma, que no podemos controlarlo todo ni mandar en todo». Esa frase me hacía, en muchos momentos, enfadarme y pensar: «¿Cómo puede decir eso? ¿Cómo que no puedo controlar y mandar sobre mí misma? ¡Yo sí que me mando! ¡Quiero que las cosas funcionen como yo planee!».

Realmente ella estaba muy por delante, en otra sintonía, que yo no podía alcanzar en aquella época. Ella entendía que las adversidades ocurrían independientemente de que ella quisiera o no y que eso es parte de la vida. No guardaba rencor a nada ni a nadie, vivía su vida sin exigencias y no tenía prisa por nada. De esa forma conseguía apreciar las pequeñas cosas de la vida: el detalle de una flor, la delicia de un baño caliente, los paseos en coche, la belleza del cielo, los días de lluvia, o de sol, el sabor de una comida. Pocas personas hoy tienen esa capacidad.

Podemos planear las cosas y organizarnos; sin embargo, debemos estar preparados para cambiar lo que planeamos, sin estar siempre exigiendo que las cosas funcionen como queremos. Tenemos prisa para todo y prestamos atención más a las adversidades que a las cosas buenas que también nos pasan durante el día.

Hoy, al estudiar la psicología cognitiva y sus principios, recuerdo sus frases con frecuencia, pues el trípode de una buena salud mental es no ser tan exigente con uno mismo, ni con los otros ni con el mundo.

Siempre es buen momento para aprender que no tenemos la necesidad de hacerlo todo con absoluta perfección, pues somos humanos y, consecuentemente, susceptibles de equivocarnos. No debemos exigir que las otras personas nos traten bien siempre, pues eso sería algo falso y tampoco es tan importante para estar bien y felices. Siempre es buen momento para entender que el mundo no va a funcionar como queremos, o como imaginamos, pues los políticos son lo que son, el tráfico es como es, las cosas suceden, las personas llegan tarde a las citas y otras ni avisan que no van a llegar.

Debemos aprender a controlar nuestros pensamientos sin dramatizar o volver catastróficas situaciones que no lo son. Nuestras emociones son exageradas porque nuestro pensamiento también lo es. Querer mandar en todo y querer controlarlo todo a nuestro alrededor es imposible.

Lea, si estuviera a su alcance, comprenda, reflexione con atención, disfrute de la lectura, guarde lo que le interesó y entienda que realmente «¡Nosotros no podemos controlarlo todo!»

1. Exigencias absolutas: nos matan1

Yo soy aquella mujer a quien el tiempo mucho enseñó. Enseñó a amar la vida y no desistir de la lucha, recomenzar en la derrota, renunciar a palabras y pensamientos negativos. Creer en los valores humanos y ser optimista. Incluso cuando todo parece desmoronarse, cabe a mí decidir entre reír o llorar, ir o quedar, desistir o luchar; porque descubrí, en el camino incierto de la vida, que lo más importante es el decidir.

Cora Coralina

Las exigencias absolutas que establecemos en nuestra vida, estén relacionadas con los otros, con el mundo o con nosotros mismos, nos traen consecuencias, como por ejemplo, la ansiedad y la depresión.

Hace cientos de años, filósofos estoicos como Séneca y Epíteto reconocieron que nuestras cogniciones controlan nuestras emociones y nuestro comportamiento. Epíteto dejó escrito que «los hombres no se perturban por las cosas que suceden, pero sí por las opiniones sobre las cosas» o dicho de otra forma: «no nos afecta lo que nos sucede, pero sí nuestra interpretación sobre lo que nos sucede».

¿Es posible cambiar lo que pensamos y la forma como pensamos?

Hace algunos años atendí a una paciente, que ejemplifica bien cómo el cambio de pensamiento puede transformar rápidamente la vida de las personas, independientemente del nivel social o de los estudios. Esa paciente, que voy a llamar María, llegó a la consulta acompañada de su actual compañero y de su nuera. María, que tenía 68 años y pocos estudios, estaba abatida, no hablaba mucho, sentía muchos dolores en el cuerpo y tomaba muchos medicamentos, entre ellos antidepresivos y ansiolíticos. Después de que los familiares se marcharan, María comenzó a contar cómo su vida fue sufrida y triste. Estuvo casada durante 28 años con un marido alcohólico que le pegaba. Cuando consiguió separarse de él, acabó cuidando a otro que le exigía muchas cosas. Además, los hijos siempre dependían de ella para algo. Tenía crisis que le imposibilitaban caminar, decía que su cuerpo quedaba inmóvil, estático. María se veía como una persona triste, infeliz, desgastada y ni recordaba las cosas que le gustaba hacer. Historia triste, similar a muchos casos que conocemos, incluso en nuestra familia. Sin embargo, María hizo algo que muchos no se esfuerzan en intentar hacer.

Por un lado, estaban las adversidades del pasado, que ella no podía cambiar; y, por otro, los problemas cotidianos que estaban en el presente, y que podían ser gestionados.