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Relatos, no tan ficticios, que nos abren el corazón. La realidad se conoce cuando nos atrevemos a mirar de frente. Un cuentro ilustrado, basado en hechos reales, en defensa de los derechos de los animales.
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Seitenzahl: 37
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Mirando de frente
AnaMay Taborga
ISBN: 978-84-19198-10-5
1ª edición, agosto de 2021.
Editorial Autografía
Calle de las Camèlies 109, 08024 Barcelona
www.autografia.es
Reservados todos los derechos.
Está prohibida la reproducción de este libro con fines comerciales sin el permiso de los autores y de la Editorial Autografía.
DROOK
Dedicado a mis sobrinos, a mi niña, y a todos los que viven el presente disfrutando de cada bocado y persiguiendo el siguiente
La naturaleza de la vida es cambiar.
William Ward
Me llamo Drook. Imagino que ya te has preguntado por qué tengo un nombre tan corto, o tan extraño, o simplemente ya has adivinado que soy un perro, o un gato.
Te sacaré de dudas en dos segundos: soy un perro, el cuarto en una camada de cinco. Soy lo que llamáis un American PittBull; ya tengo más de ocho años y aún soy uno de los mejores en mi trabajo.
Tengo señales en la cara y en el cuerpo por las que no siento nada, ni orgullo ni vergüenza, pero mi dueño sí.
Sé a qué sabe la sangre, sé cómo duele un mordisco, pero no sé lo que significa perder. Me hicieron perro de pelea.
Si aún me estás escuchando eres como yo. Quizás no hayas matado a nadie y yo sí; tú eliges luchar y yo también, pero yo no me puedo rendir.
Después de tanto tiempo, hoy más que nunca, recuerdo el calor de mi madre, el olor de su piel, y las pisadas con mis hermanos y hermanas por llegar a mamá. El mayor era Pepper, totalmente negro; luego dos hermanas con una pata blanca, Kia y Asha, y la última en nacer mi hermana Ebany, tan negra como la noche, pequeña, con un aire diferente.
Desde cachorros mi dueño nos enseñó a reclamar lo que queríamos. Nos enseñó a dar un paso atrás para que el siguiente fuera un salto adelante y definitivo. No importaban los resultados. Un paso atrás no sería nunca un defecto.
Aprendiendo esto, a los seis meses Asha se rompió una pata. De los cinco era la mejor tumbándonos a todos, incluso a Pepper que era unos kilos más grande que ella, pero después nunca más quiso saltar. Mi dueño empezó a enseñarle otras cosas: rodar, coger apretar, creo que era una pelota con lo que practicaba; al principio parecía que no le daba importancia, pero pasó cuatro días enteros sin comer ni beber por tener la pelota en la boca.
Asha y yo pasábamos horas jugando y revolcándonos. Un tarde que la tenía panza arriba casi la cojo por el cuello; eso la enfadó mucho. Era muy rápida así que en nada me tenía a mi por el cuello y panza arriba. Cuando me di cuenta, vi una marca en su cuello. Y me explicó que eran los mordiscos que sentía cada vez que perdía una pelota. Que pasó hambre y sed, pero que al final eso acabo.
-El dolor es un reto que hay que saber superar- Decía Asha, mientras se retiraba a lamerse la pata.
A un par de meses de nuestro primer cumpleaños estábamos en el salón de casa, y vi llegar a Pepper y a Asha con una mirada diferente. Me escondí detrás de mamá; Kia hizo lo mismo. Ebany estaba distraída jugando con la cola de mamá. Cuando ésta se levantó nos quedamos los tres delante de mis hermanos sin saber dónde escondernos, algo había cambiado. Ebany preguntó ¿quiénes sois? y Pepper gruñó de manera tan fuerte que los tres dimos un paso atrás y la verdadera pelea empezó entonces.
Desde ese día no nos podíamos ver. Recuerdo a mi dueño riendo y animándonos; mi madre intentó ponerse en medio y mi dueño la tiró contra un rincón.
Cuando todo acabó, Asha dejó caer a Kia que la tenía inmóvil por el cuello. Pepper se acercó al cuerpo de Kia, le dio un par de toques con el morro pero Kia no reaccionaba, entonces mi dueño dejó que mi madre cogiera a Kia y se la llevará a su cama. Al recogerla nos echó una mirada que nunca olvidaré, fue la última vez que pude ver los ojos de mi madre. Y ha pasado mucho tiempo hasta que he entendido lo que nos quería decir.