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Una asombrosa novela ilustrada sobre una historia de amistad extraordinaria. Con la llegada a un pueblo remoto del Circo Delosueños, que anuncia como atracción principal a una bestia aterradora «superviviente de un pueblo primitivo», la vida de los aldeanos cambiará para siempre; en especial la de Otto, un niño solitario que encontrará en esa criatura misteriosa un cómplice para afrontar sus miedos más profundos y comprender que el horror verdadero está en las acciones, no en las apariencias. Los protagonistas emprenderán una emocionante aventura en la que descubrirán que tienen más en común de lo que parece.
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Seitenzahl: 20
Veröffentlichungsjahr: 2025
Edición en formato digital: mayo de 2025
Título original: Monstres
De Stéphane Servant y Nicolas Zouliamis
© Éditions Thierry Magnier, 2023
Publicado por acuerdo con Isabelle Torrubia Agencia Literaria
© De la traducción, Ana Romeral Moreno
© Ediciones Siruela, S. A., 2025
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Ediciones Siruela, S. A.
c/ Almagro 25, ppal. dcha.
www.siruela.com
ISBN: 979-13-87688-07-3
Conversión a formato digital: María Belloso
Nuestro pueblo estaba en el fin del mundo. Verdaderamente, en el fin del mundo.
Más allá solo se veían la sombra de las montañas, un océano de árboles oscuros y musgosos y lagos tan profundos como la noche.
Una única carretera polvorienta conducía trabajosamente hasta nuestro pueblo. Lo cual hacía que casi nunca viniera nadie.
A veces pasaba un vendedor ambulante ciego que ofrecía ungüentos, pociones y libros roídos por las ratas.
A veces se desviaba algún caminante imprudente y despistado al que nos divertíamos asustando y que se marchaba de inmediato.
Pero era muy raro que alguien pusiera un pie en las piedras del camino.
Pa, Ma y yo vivíamos en la última casa del pueblo, justo al lado de esa carretera silenciosa por la que solo danzaba el polvo.
Quizá sea por esto por lo que aquel día, cuando me despertó el ruido, supe que algo extraordinario estaba pasando.
Sonaba como una cascada de piedras.
No provenía de mis sueños ni de la casa, no. Aun así, estaba igualmente cerca.
Me puse de pie en la cama y pegué la nariz al cristal helado.
Fuera aún no se había hecho de noche. Y fue entonces cuando vi las caravanas.
Habría unas diez, pintadas de todos los colores. De ellas tiraban enormes animales con un pelaje formidable, y sus ruedas enmarcadas en metal hacían que las piedras del camino salieran disparadas hechas añicos.
En cada caravana estaba escrito:
«¡El Circo Delosueños!», pensé.
Salí corriendo de casa.
Pa y Ma ya estaban en la terraza. Miraban las caravanas frotándose los ojos, como si también a ellos les costara creer lo que veían.
—¿Qué es eso? —pregunté a mis padres.
—El circo, Otto —respondió Pa.