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Zweig Stefan

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Beschreibung

Montaigne es un libro biográfico del escritor austríaco Stefan Zweig.Es la historia de Michel Eyquem de Montaigne [miʃɛl ekɛm də mõ'tɛɲ] (Castillo de Montaigne, Saint-Michel-de-Montaigne, cerca de Burdeos, 28 de febrero de 1533 - ibíd., 13 de septiembre de 1592) fue un filósofo, escritor, humanista y moralista del Renacimiento, autor de los Ensayos y creador del género literario conocido en la Edad Moderna como ensayo. Ha sido calificado como el más clásico de los modernos y el más moderno de los clásicos. Su obra fue escrita en la torre de su propio castillo entre 1580 y 1588 bajo la pregunta "¿Qué sé yo?". Montaigne es el hermano de Juana de Montaigne, casada con Richard de Lestonnac y por lo tanto el tío de Santa Juana Lestonnac.

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Stefan Zweig

Montaigne

Stefan Zweig

MONTAIGNE

Greenbooks editore

ISBN 978-88-99637-51-4

Edición Digital

Mayo 2016

ISBN: 978-88-99637-51-4
Este libro se ha creado con StreetLib Write (http://write.streetlib.com)de Simplicissimus Book Farm

Indice

PREFACIO

​I

II

III

IV

​V

​VI

​VII

VIII

IX

PREFACIO

Sin duda, la actualidad de los grandes autores, como Montaigne, es permanente y múltiple. Pero Stefan Zweig, en la hora más trágica que ha vivido Europa, fijó su atención en un elemento que resulta fundamental en el autor de Los ensayos: el esfuerzo por salvar su independencia en una sociedad cada vez más brutal y gregaria. Seguramente, hay otros muchos Montaigne dignos de interés: el impenitente pintor de su propio carácter, el filósofo naturalista, el pensador conversacional, el autor irónico… Sin embargo, a Zweig, en Brasil, en los últimos meses de su vida, se le revela imprescindible éste: el hombre que pugna por seguir siendo él mismo, simplemente él mismo, en medio de una catarata de fanatismo y destrucción.

El texto de Zweig sobre Montaigne no es, claro está, un frío estudio destinado a especialistas; es una obra emocionada y vibrante dirigida al público habitual del autor vienés, al lector mundano, al curioso, al inquieto. Zweig no llegó a concluirlo, porque antes se quitó la vida (el 23 de febrero de 1942), además, lo compuso con un equipaje erudito más bien precario: el que le imponía su exilio en Brasil. Montaigne es citado a veces en francés, no siempre literalmente, parece que sobre todo a partir de un trabajo de Fortunat Strowski (Montaigne. Sa vie publique et privée, París, 1938); otras veces es parafraseado en alemán; Zweig lo cita, en ocasiones, incluso en inglés, a partir de un libro de Marvin Lowenthal (The Autobiography of Michel de Montaigne, Boston-Nueva York, 1935). Pero la inexactitud filológica es compensada con creces por otro tipo de rigor: el de quien se enfrenta al gran dilema de la vida o la muerte, y no sólo de su propia persona, también de la civilización de la que se siente heredero y actor.

Al inicio de uno de los capítulos de Los ensayos («La libertad de conciencia», II, 19), Montaigne hace referencia a la destrucción que el fanatismo causa cuando alcanza el poder; más grave aún, según él, que la producida por las invasiones bárbaras. En el trasfondo de esta reflexión se encuentra una turbadora página de Maquiavelo, en la que el florentino explica que las nuevas sectas triunfantes se esfuerzan ante todo por extinguir la memoria de lo antiguo. Montaigne abre algunas brechas en la muralla del olvido impuesto, por ejemplo, rehabilitando la figura de Juliano, llamado el Apóstata, en ese mismo capítulo.

Pero Zweig, cansado y deprimido, parece haber renunciado a luchar. En su carta de despedida escribe simplemente: «Saludo a todos mis amigos. ¡Ojalá alcancen aún a ver la aurora tras la larga noche! Yo, demasiado impaciente, parto antes que ellos». El autor vienés recordó a menudo, en el último tramo de su vida, unas palabras de inspiración senequiana que Montaigne dedica al suicidio: «La muerte más voluntaria es la más hermosa. La vida depende de la voluntad ajena; la muerte, de la nuestra» (II, 3). Sin embargo, lo cierto es que Michel de Montaigne, aunque a veces se afirme lo contrario, es, en lo fundamental, un autor esperanzado. En más de una ocasión advierte contra el desprecio de uno mismo: «Y, entre nuestras enfermedades —escribe en III, 13—la más salvaje es despreciar nuestro ser». En medio de las tinieblas que ensombrecieron Francia durante tantos años, entrevé la posible llegada de una edad augusta gracias a Enrique de Navarra: «Hunc saltem euerso iuuenem succurrere saeclo I ne prohibete [Por lo menos no impidáis que este joven socorra a nuestro trastornado siglo]» (III, 12). A pesar de sufrir una dolorosa enfermedad, inscribe en las últimas páginas de Los ensayos una declaración de radical optimismo cósmico: «Todo bueno, [Dios o la naturaleza] lo ha hecho todo bueno» (III, 13). En vista de la fuerza de este hermoso libro, ¿podemos interpretar que la esperanza del perigordino prevalece también en Zweig, pese a su cansancio personal, y que el gran escritor vienés muere confiado en que Europa, en efecto, vivirá una nueva aurora?

J. B. B.

​I

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