Niñas malas - Marta Fernández-Muro - E-Book

Niñas malas E-Book

Marta Fernández-Muro

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Beschreibung

El despertar a la muerte de una niña en los albores de la adolescencia, las desastrosas consecuencias del abandono de una madre en la infancia, un matricidio en apariencia accidental que esconde mucho más de lo que se ve a simple vista... cuentos desoladores en torno a la figura de la madre, venganzas y cuentas pendientes de niñas y adolescentes que ya no quieren un espejo en el que mirarse. Una colección de cuentos dura como la misma infancia.

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Seitenzahl: 84

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Marta Fernández-Muro

Niñas malas

 

Saga

Niñas malas

 

Copyright © 2009, 2022 Marta Fernández-Muro and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728374481

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

PRÓLOGO

Conozco a Marta Fernández-Muro desde siempre y además la veo con frecuencia. El primer recuerdo que tengo de ella es del día que mi padre, en Benidorm, cuando era una playa salvaje, no un disparatado lugar lleno de rascacielos, cerró una tumbona sin darse cuenta de que estaba dentro una pequeña Marta de seis años. Sus hermanas y ella son de lo mejor que he conocido, lo que todavía resaltaba más en la sórdida España de los sesenta. Sin antecedentes artísticos en su familia, a finales de la década de los setenta decide ser actriz y debuta en un pequeño papel de monja en Los restos del naufragio (1978) de Ricardo Franco, y desde entonces, con su característica cabezonería, no ha dejado de hacer cine, teatro y televisión.

Trabajé con ella en la mítica Arrebato (1979), de Iván Zulueta, donde tenía un importante papel y yo era el productor ejecutivo, figura demasiado desprestigiada en el cine español, y poco después en mi corto Reproches (1980), donde era la protagonista con Cecilia Roth, un largo plano donde no paraban de hablar, que escribí, produje y dirigí. Sin embargo, han tenido que pasar demasiados años para que volvamos a coincidir en Las películas de mi padre (2006), que escribí y dirigí, y donde recuperamos parte de Reproches.

He seguido viendo y leyendo a Marta Fernández-Muro porque no sólo es una gran actriz, recuerdo lo mucho que la admiraba Rafael Azcona, aunque nunca ha trabajado en una película con guión suyo, sino que además escribe muy bien. A mediados de los años setenta empezamos a escribir un guión, pero como tantas otras cosas de aquella época, se quedó a medias. Lo conservo, lo releo y no sé por qué no lo acabamos. Cuando recuerdo lo que hicimos en aquellos años, los finales de la dictadura del general Franco, me parece muy poco, pero en realidad era muchísimo dadas las múltiples dificultades que teníamos que salvar para hacer la menor cosa.

Marta Fernández-Muro ha hecho mucho teatro, le gusta más que el cine y la televisión juntos, lo que la llevó a convertirse en empresaria teatral, algo que no sabe casi nadie y de lo que no le gusta hablar. Fruto de ello son dos montajes excelentes, que se encuentran entre lo mejor que he visto en teatro, Carcajada salvaje, de Cristopher Durang, que estrenó en el Teatro María Guerrero en 1993, y La secretaria, de Natalia Ginzburg, que estrenó en el Teatro del Círculo de Bellas Artes en 1997. Ambos no son fruto de la casualidad, sino de su minucioso trabajo. Nunca le vi la gracia al texto de Carcajada salvaje, cuya traducción pulimos ella, Mayuca Gil de Biedma y yo una y otra vez hasta que quedó a su gusto, pero comprendí que estaba hecho a su medida cuando contemplé sobre el escenario la perfección de su largo monólogo y la chispa que sacaba de él. Mientras el atractivo de La secretaria me pareció más evidente dada nuestra común admiración por su gran autora, incomprendida en España. Sin embargo, por diferentes motivos, ambas funciones tuvieron buenas críticas, pero fueron fracasos económicos, en realidad porque es demasiado buena persona para ser empresaria teatral, y la desanimaron a seguir por ese terreno.

Marta Fernández-Muro nunca ha dejado de escribir, en más de una ocasión me ha pasado textos suyos para que los leyese y le diera mi opinión. Me interesaban mucho y le animaba a publicarlos porque no comprendo escribir para meterlo en un cajón, pero no se atrevía. Hace unos años le presenté a mi buen amigo el peculiar editor Antonio Huerga, pero no llegaron a un acuerdo porque ella se echó atrás en el último momento.

Hace unos meses, o quizá un año, el tiempo pasa muy deprisa, me dejó leer una última tanda de relatos, que me gustaron y me supieron a poco. Volvió a ponerse en contacto con Antonio Huerga y ahora, por fin, aparecen catorce cuentos publicados por Huerga y Fierro Editores bajo el sugestivo título de Niñas malas, gracias a los servicios de la siempre efectiva agencia de Vicente Molina Foix. Los llamados micro relatos, moda y palabra que no me gustan, han quedado reducidos a uno, sólo para que los cuentos no sean trece, según la conocida superstición de los actores, y el conjunto parecen fragmentos de una apasionante novela porque tras ellos veo a Marta Fernández-Muro y sus hermanas, a las peculiares y fascinantes niñas malas que eran y siguen siendo.

Deseo que Marta Fernández-Muro se anime y no que siga escribiendo, escribe desde hace muchos años y cada vez mejor, sino que siga publicando sus personales textos para bien de sus lectores y suyo hasta llegar a convertirlos en la novela que desde hace tiempo ronda su cabeza. También me gustaría que volviese a producir teatro, o que encontrara a alguien que se lo produjese, porque creo que son las dos mejores facetas de una gran actriz, con quien espero volver a trabajar en breve.

Augusto M. Torres

Para Andrea, una mujer valiente

NIÑAS MALAS

JARDÍN

No entiendo por qué Mabel no viene. Hace mucho rato que acabamos de comer y aún sigo esperándola.

Mamá nos ha prohibido salir de casa. Ha dicho:

—No hay quien aguante este calor.

Ha tirado los zapatos al suelo y se ha encerrado en su cuarto a dormir la siesta.

Pero Teresa no le ha obedecido. Está en el jardín jugando con la tierra mojada de alrededor del pilón.

Si quiero, yo también puedo descolgarme por la barandilla y ponerme a jugar.

Hacer presas y llenarlas de agua con la manguera, en silencio, para que mamá no se entere de que estamos fuera y se arme una bronca. Pero, si bajo, me parece que Mabel no vendrá y prefiero esperarla.

Nuestra amiga nueva es extraordinaria. Vive en la casa de enfrente y es mucho más gorda que nosotras y, aunque es verano, lleva calcetines que le llegan hasta la rodilla, zapatos blancos y trajes con lazos. Desde que hemos llegado atraviesa todas las tardes el jardín, a la hora de la siesta, hasta la ventana de nuestro dormitorio para enseñarnos lo que tiene debajo de la falda.

Ayer se subió la enagua, se bajó unas bragas caladas y nos enseñó un culo enorme, blanco y redondo, como un flan.

Teresa, que es más valiente que yo, le dijo:

—Ahora lo de arriba.

Mabel se dio tres vueltas tapándose la cabeza con las faldas, y contestó:

—Lo de arriba mañana.

Y mañana es hoy. Pero no viene. Y, si se retrasa, mamá se levantará de la siesta y no podré ver qué tiene debajo de ese vestido con tantos botones.

Mientras espero, me entretengo dejando caer hilitos de saliva sobre la barandilla de hierro, que como está ardiendo, se seca enseguida.

Odio a Teresa. Y a mamá, que se enfadará si la despertamos. Y a Mabel, que se habrá quedado jugando en otro jardín como una boba.

Cierro los ojos con fuerza para que aparezcan dentro los puntos de luz roja que van y vienen como chispas, y pido un deseo. Se cumple, porque, cuando los abro, Mabel está plantada debajo de la ventana con Teresa detrás, que se ríe sin hacer ruido, abriendo toda la boca.

—Lo de arriba, como prometí, dice Mabel.

Y empieza a desabrocharse .Cuando va a llegar al último botón, se gira de repente. Aunque alargo el cuello todo lo que puedo, no veo más que su trenza negra sobre la espalda y la cara de Teresa que ha dejado de reírse y dice:

—Caray, carambita, caramba.

Luego Mabel se vuelve hacia mí con los brazos cruzados sobre el pecho y, las dos, se ríen y repiten a la vez esa idiotez de:

—Caray, carambita, caramba.

Pero ahora muy alto, sacando la lengua y mojándose de babas la barbilla, para que mamá se despierte y venga a reñirme porque soy la más pequeña.

Se oyen pasos descalzos sobre la madera y dos portazos. El de su dormitorio y el del cuarto de en medio.

Mamá está a punto de llegar y, por la velocidad, sé que viene furiosa.

Teresa se sube de un brinco a la ventana y se tira en su cama.

Mabel se cuelga de la barandilla intentando entrar. Pero me da muchísima rabia verla trepando por la ventana, tan gorda y con tanta mala idea. Así que la empujo con las dos manos abiertas para que se entere de que yo también formo parte del grupo y que no puede dejarme fuera.

De lo demás no me acuerdo.

Pero mamá no nos riñe. Nos besa y nos llena la cara de lágrimas. Llama a voces a la tata para que suba de la cocina y nos lleve a casa de la abuela.

Estoy descalza y tengo mucho frío en los pies a pesar de ser verano. Antes de salir, mamá me pone los zapatos. Agachada en el suelo, me mira como nunca me ha mirado, como si me viera por primera vez.

—Un accidente, ha sido un accidente, jugando, las niñas jugando, explica mamá.

La tata me coge en brazos, como si no supiera andar, y me calma mucho sentir mi cara pegada a la suya. Por encima de su hombro, veo el jardín. El rosal, que se asoma por la tapia hasta que la casa se va haciendo cada vez más pequeña. Luego, doblamos la esquina y dejamos de verla.

Cuando volvemos después de una semana, mamá nos sienta en el comedor y nos dice que Ma Isabel se ha ido a jugar al cielo con los angelitos.