No soy penoso - Jim Smith - E-Book

No soy penoso E-Book

Jim Smith

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Beschreibung

En sus nueve años de vida, a Manu Penoso nunca le ha importado apellidarse Penoso. Sin embargo, cuando el pesado de Lolo Lolofski llega a su clase, empieza a hacerle la vida imposible por esa y otras cosas. Y Manu, que antes era uno de los guayotes de la clase, ahora empieza a hundirse en su penosidad. Pero no importa: con la ayuda de su amigo Milongo, su abue Cacharrazo y su propia imaginación de niño genio, Manu Penoso ideará una y mil estrategias para recuperar su guayosidad. Bueno, aunque no todas le salen bien... es más, casi todas le salen mal...

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Seitenzahl: 56

Veröffentlichungsjahr: 2012

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Nunca me ha importado llamarme Manu Penoso porque soy guay y eso lo cura todo, pero desde que llegó al colegio el horrendo Lolo Lolofski con sus napias de cocodrilo, me las veo negras con el asunto.

Siempre está poniéndose morado de Chisposa para luego eructarme al oído.

Cuando me quejo de que sus eructos hacen mucho ruido y apestan a Chisposa, hace un bailecito insoportable mientras canta «Manu Penoso es un penoso» con la melodía de «Cumpleaños feliz», lo cual suena fatal, ya que las sílabas no encajan con la música.

El otro día estaba yo en el recreo cuando la anilla de una lata me golpeó en la nuca, se me metió por el cuello de la sudadera y me llegó hasta los pantalones. Al darme la vuelta, vi que el responsable era otra vez Lolo Lolofski.

—Vaya cordones tan larguiruchos, Manu Penoso —dijo, y después soltó un eructo que duró como una hora.

—Fíjate, así de largos son —indicó al acabar.

—Yo, por lo menos, no parezco un cocodrilo cagón —repliqué. Como respuesta fue bastante penosilla, pero al menos despistó a Lolo y pude salir pitando antes de que me vaciase encima la lata de Chisposa.

Me quedé preocupado con lo que había dicho Lolo de los cordones de mis zapatos, y me pasé toda la hora de Mates midiéndolos. Al final decidí que sí, que tenía razón, de modo que me los corté nada más llegar a casa.

Por cierto, como soy un niño prodigio, no tiré los trozos cortados de los cordones, sino que ideé usarlos para algo genial.

Los planté en el jardín trasero como si fuesen gusanos y me fui a la ventana de mi habitación, a mirar por los prismáticos de mi padre para ver cómo intentaban comérselos los pájaros.—¿Quieres que le agarre la nariz a Lolo y se la meta por un buzón? —me preguntó mi amigo Milongo al día siguiente, mientras caminábamos de vuelta a casa. A propósito, «Milongo» no es su verdadero nombre; es solo que su madre le llama así.

Por suerte, Milongo nunca ha oído a mi madre llamarme Tiroriro. Claro que, pensándolo bien, llamarse Manu Penoso es bastante peor.

En fin, el caso es que tengo que hacer algo con mi penoso nombre antes de que Lolo me amargue la vida aún más.

Antes de la llegada de Lolo, yo estaba entre los guays del cole. Eso sí, yo jamás digo guay; yo digo guayote. Se nos ocurrió a Milongo y a mí porque Ratombre del Futuro,el héroe de nuestra serie favorita, lo dice siempre de ese modo.

En la Pandilla Guayota, más que nada, estamos Milongo y yo, y nos dedicamos a ver Ratombre del Futuro y a ir de guayotes.

Yo soy Ratombre del Futuro y Milongo es mi irritante compañero, el Pájaro Paranada, aunque no sea un pájaro y no diga «para nada» cada dos por tres.

Otra de las ocupaciones de la Pandilla Guayota es fastidiar a la gente del barrio llamando a su puerta y desapareciendo antes de que abran. Después les pegamos un telefonazo y preguntamos por Cacola.

La víctima favorita de Milongo es la señora Cara Trompeta, que vive con sus dos hijos al final de la calle, en un bloque de apartamentos.

En verano jugamos al frontón en su pared. Ella sale a la ventana y nos grita que paremos, y en ese momento los dos nos largamos por patas gritando «¡Cara Trompetaaa!» entre carcajadas y resoplidos de nerviosismo.

Una vez que nevó, nos pintamos de azul y fingimos habernos congelado frentea su piso. Cuando nos vio, soltó un alarido y empezó a hacerle el boca a boca a Milongo, y entonces nos largamos a todo correr gritando «¡Cara Trompetaaa!».

—¡Ja, ja, te ha dado un beso! ¡Ahora eres el señor Cara Trompeta! —le dije a Milongo después para chincharle.

Pero pienso que en el fondo le gustó, porque durante un año más o menos, cada vez que le llamaba Milongo, él me respondía: «¿Pero no dices que ahora me llamo señor Cara Trompeta?», de modo que el que se chinchaba al final era yo.

Al mediodía, la Pandilla Guayota ofrece espectáculos en el recreo para los demás niños. Nuestro preferido es «Mamá Máquina Expendedora», en el que yo hago de mi madre (que se ha convertido en una máquina expendedora) y Milongo hace de mí.

El espectáculo se basa en eso que dice mi madre de que se siente como una máquina expendedora, porque siempre tiene que hacerme de comer, plancharme la ropa y prepararme la merienda, y yo no le doy nunca ni las gracias.

Hice el disfraz de máquina expendedora con la caja de la lavadora nueva que vino después de que la vieja muriera en una explosión de espuma.

El disfraz es tan guayote que la primera vez que me lo puse, Josefina Ramasmás pensó que era de verdad y me estuvo siguiendo durante todo el recreo para sacar una lata de Chisposa light.

El otro día, estábamos en el recreo con nuestro espectáculo de «Mamá Máquina Expendedora», y justo en el momento en que mi madre me hace la cama mientras yo estoy a mi bola, Lolo Lolofski se abrió paso hasta la primera fila con su cara de cocodrilo y lanzó sobre la escena un gaseoso eructo de Chisposa.

—Puaj, ¿a qué huele? —pregunté saliéndome del guion.

—A lo mejor es tu hijo el penoso, que se ha hecho pis en la cama —dijo Lolo, y me tiró una anilla. Tuvo la asquerosamente buena suerte de colármela por la ranura de las monedas, y todo el mundo se partió.

—¡Buen tiro, Lolo! —exclamó Mar Pez, que se encontraba entre el público con su estúpida pandilla formada por María Donatela, María Yésica y ella misma. Se hacen llamar Laz Níñaz, que, en mi opinión, es un nombre bastante poco guayote.

—Sí —dijo María Donatela—. Un tiro buenósimo —siempre acaban en «ósimo» todas las palabras, lo cual también es bastante poco guayote.

—Oye, Lolo, ¿no ves que estamos en medio del espectáculo? —protesté, temblando de ira.

—¿Cómo se llama? ¿Ciudad Penosoide? —respondió él, y todo el mundo volvió a reírse, Milongo incluido. Yo no le veía la gracia.

—No, se llama «Lolo tiene cara de cocodrilo y está como un ceporro de beber tanta Chisposa» —grité para contraatacar.

—No hace falta que seas tan desagradable, Manu Penoso —dijo Mª Yésica, y todo el público se puso a abuchearme a pesar de que el que había empezado era Lolo.

—¡Ya basta! —chillé. Me quité el disfraz y me largué de allí mientras todos, Milongo incluido, me observaban y decían que yo era penosísimo.