Nuestro amado Padre Celestial - Dr. Brian J. Bailey - E-Book

Nuestro amado Padre Celestial E-Book

Dr. Brian J. Bailey

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Beschreibung

Nuestro amado Padre Celestial es un libro escrito por un padre espiritual quien tiene una carga por conocer los caminos del Padre de manera más profunda y por darlos a conocer a la Iglesia. ¿Quién es nuestro Padre Celestial? ¿Cómo es Él? En este libro, el Dr. Brian Bailey nos muestra a partir de las Escrituras, que Dios ama ser Padre y que Él desea revelarse a Sí mismo a Sus hijos e hijas. Conocer y comprender al Padre celestial nos transformará de forma individual y colectivamente, dando lugar a un mayor amor por Aquel que nos amó primero.

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NUESTRO AMADO

PADRE CELESTIAL

por el

Dr. Brian J. Bailey

Título Original: “Our Beloved Heavenly Father”

Registrado © 2009 Brian J. Bailey.

Versión 1.1 en inglés

Título en español: “Nuestro amado Padre Celestial”

Registrado © 2011 Brian J. Bailey.

Versión 1.2 en español (febrero 2022).

Libro de texto de Zion Christian University.

Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

Diseño de portada © 2011 Brian J. Bailey y sus licenciadores.

Publicado por Zion Christian Publishers.

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en

manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico o mecánico, sin permiso por escrito del editor, excepto en el caso de citas breves en artículos o reseñas.

A menos que se indique lo contrario, las citas son tomadas de la Santa Biblia,

versión Reina-Valera © 1960, propiedad de las Sociedades Bíblicas Unidas.

Traducción al español:  Carlota Samayoa, Guatemala.

Edición: Ana Portillo de Sandoval, Equipo de trabajo de IBJ, Guatemala.

Publicado en formato e-book en febrero 2022

En los Estados Unidos de América.

ISBN versión electrónica (E-book) 1-59665-944-0

Para obtener más información comuníquese a:

Zion Christian Publishers

Un ministerio de Zion Fellowship, Inc

P.O. Box 70

Waverly, NY 14892

Tel: (607) 565-2801

Llamada sin costo: 1-877-768-7466

Fax: (607) 565-3329

www.zcpublishers.com

www.zionfellowship.org

Reconocimientos

A Carlota Samayoa, por su excelente trabajo y dedicación a la traducción de este libro al español.

A Ana Portillo de Sandoval, por su arduo trabajo y valioso apoyo en la edición y revisión de la versión de este libro en español.

Al equipo de trabajo de IBJ, Guatemala quienes han sido gran apoyo y bendición para las publicaciones en español de Zion Christian Publishers. GRACIAS.

Al Equipo Editorial de ZCP: Carla Borges, David Kropf,  Suzanne Ying.

Deseamos expresar nuestro agradecimiento a estos amados, pues sin su ayuda invaluable durante muchas horas este libro no hubiera sido posible. Estamos verdaderamente agradecidos por su diligencia, creatividad y excelencia en la recopilación de este libro para la gloria de Dios.

Prólogo

Este libro fue originado a través de la gracia de nuestro Padre Celestial en respuesta a una petición que hice a Su bendito Hijo. Estando ya bien entrado en mis ochentas, me doy cuenta que pronto debo pensar en mi partida hacia mi eterno hogar celestial. En el pasado, tuve una visión del bendito Espíritu Santo y varias del Señor Jesús, nuestro Salvador, pero no de nuestro Padre Celestial.

Mi deseo era que el Padre Celestial me mostrara aquellas áreas en mi vida que necesitaban corrección, para que en esa alborada de resurrección cuando sea presentado delante de Él, no se desilusione de mí. Por lo tanto, humildemente y en oración hice esa petición al Señor Jesús.

Había estado leyendo mi libro acerca de la preparación para el avivamiento, y el primer capítulo tuvo mucho significado para mí. Es respecto a Habacuc, sentado delante del Señor para ver aquello por lo que el Señor le reprobaría: “Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja. Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:1-4).

Así que me dispuse a esperar en el Señor, que Él fuera miseri cordioso conmigo corrigiendo mis muchas deficiencias, algunas de las cuales yo conocía, e inclusive aquellas de la cuales no estaba apercibido. Mi petición fue respondida de una manera sorprendente, por medio de una visión. Mientras me encontraba sentado en mi sillón, vi un cilindro de luz a través del cual podía percibir el trono de Dios. El que estaba sentado en el trono se levantó y me miró. No me reprendió como yo esperaba, sino que me dio a conocer una lista de Sus atributos que Él deseaba desarrollar en mi vida.

La visitación no fue una experiencia de una sola vez, sino se mantuvo por cierto período de tiempo. Cada visitación consistió en una revelación fresca del Padre. Para comenzar, el Padre Celestial me mostró claramente que Él era esencialmente un Padre, y por lo tanto, todo lo que entendemos acerca de la paternidad se origina en Él. También expresó Su deseo de que le conozcamos como nuestro Padre.

Esto fue seguido con la revelación que Él ama a todos Sus hijos. Prosiguió diciendo que Él debía tener armonía en Su reino, y la armonía se obtiene en Su reino cuando cada uno de  Sus amados está satisfecho.

Estos atributos que me fueron revelados, los he presentado en la forma de este libro. Oro para que esto sea realmente una bendición para usted amable lector, y sobre todo, que glorifique a nuestro amado Padre Celestial.

Introducción

Este libro, juntamente con El Consolador (El Espíritu Santo) y La Vida de Cristo, forman una trilogía dedicada a la Santa Trinidad, los benditos Tres en Uno: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. Ellos son individuos distintos: el Padre teniendo la preeminencia, seguido por el Hijo, y luego el bendito Espíritu Santo. Sus funciones, si podemos decirlo así, según 1 Corintios 12, son que el Padre decide la operación, el Hijo administra el proyecto, y el Espíritu Santo equipa para el servicio a aquellos que ejecutarán el plan. De ese modo se cumple la voluntad del Padre.

Algunas veces el apóstol Pablo utiliza esta corta frase, “agradó al Padre”. Esto resume la creación de los cielos y la tierra, las cuales fueron creadas por Él, para Él y para Su placer (Ap. 4:10-11). También define todas las cosas grandes y pequeñas, tal como el hecho que en Cristo reside toda la sabiduría, entendimiento y conocimiento (Col. 2:3). De igual manera, el apostolado de Pablo fue conforme a la voluntad del Padre. Podemos decir que todos los detalles de la vida en el cielo y en la tierra son conocidos y dirigidos por el Padre, incluyendo el número de los cabellos de nuestra cabeza o hasta un pajarillo que cae en tierra (Lc. 12:6-7).

Conocer al Señor Jesucristo es conocer al Padre. Como Él dijo a Felipe en Juan 14:9: “… ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo pues, dices tú: Muéstranos al Padre?” El apóstol Pablo escribe acerca de Jesús en Hebreos 1:3 como si fuera la imagen misma del Padre.

Sin embargo, la diferencia reposa en las palabras de Jesús quien dijo, “Mi Padre mayor es que yo” (Jn. 14:28). También, en Juan 5:19, Jesús dice: “…No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”.

Por lo tanto,  Jesús es la encarnación misma del Padre, y esto es porque al Padre le agradó que en Él habitara corporalmente toda la Deidad. Todos (inclusive el Hijo y el Espíritu Santo) sirven para deleite del Padre. Es a Él a quien pertenece toda la alabanza, la gloria y la adoración porque Él es el Origen de todas las cosas. Pero de nuevo, puesto que el Hijo revela al Padre, ante el Hijo también se doblará toda rodilla.

El Padre Celestial es desde la eternidad hasta la eternidad, sin principio ni fin de vida y es el origen de toda vida. La hermosura del universo es sólo una pequeña expresión de Su belleza. Todas las cosas en el cielo y en la tierra reflejan Su infinita sabiduría. No obstante, por medio de Su creación, Él ha escogido revelarse a Sí mismo y Sus caminos a aquellos que buscan conocerle. Verdaderamente tenemos un Dios excelso y poderoso y Su entendimiento es insondable.

El deseo de todo padre para sus hijos es tener una íntima relación con ellos, y este, también, es el deseo de nuestro Padre Celestial para nosotros. “Que todos me conozcan” fue Su constante clamor a través de los labios de Sus profetas (Is. 45:6, Jer. 24:7, Ez. 20:12). Que podamos conocer a nuestro Padre debe ser el clamor del corazón de cada uno de Sus hijos comprados por precio de sangre.

Es también el anhelo de nuestro Padre Celestial llevar muchos hijos a la gloria, a Su propia imagen, y que ellos a su vez, sean padres espirituales, engendrando asimismo, hijos e hijas espirituales. Para que esto suceda, necesitamos convertirnos en aquellos que tienen una profunda intimidad con el Padre Celestial y que nuestra vida siga Su patrón.

Espero que este libro revele algo del grandioso corazón de nuestro Padre Celestial y de esa manera ayudarnos a tener una relación más íntima con Él, conociéndole y amándole más y más.

CAPÍTULO UNO: A semejanza del Padre

Aunque ningún hombre ha visto a Dios el Padre nunca (salvo aquellos a quien el Señor Jesús lo revelará),  mucho se ha escrito concerniente a Su forma y características en la Escritura. En primer lugar se nos dice que en la Creación, Él mismo dijo a Su amado Hijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gn. 1:26). Por lo tanto, las características del hombre son las mismas de Dios, porque el hombre está hecho a Su imagen. Examinaremos esto en la Escritura.

En el libro de Daniel, Dios el Padre es llamado Anciano de días. Daniel 7:9 nos da una descripción: “Cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia…” Por lo tanto, Dios tiene una cabeza.

En Apocalipsis 5:1, el apóstol Juan establece plenamente del Señor, “Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos”. Vemos aquí que el Señor sostenía un libro en Su mano derecha, significando esto que también tiene una mano izquierda.

Otra escritura que ejemplifica este atributo de Dios se encuentra en 2 Reyes 17:36, que dice: “Mas a Jehová, que os sacó de tierra de Egipto con grande poder y brazo extendido, a este temeréis, y a éste adoraréis, y a éste haréis sacrificio”.

En Salmos 99:5, el salmista habla del estrado a Sus pies, significando que el Padre tiene pies: “Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies; Él es santo”.

Que Dios posee una mente es comprobado por las palabras del rey David cuando dice: “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!” (Salmos 139:17). Dios mismo habla de Sus pensamientos cuando dice a través de los labios del profeta: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová” (Is. 55:8).

Dios tiene ojos, como se nos dice que los ojos del Señor recorren toda la tierra para mostrar Su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con Él (2 Cr. 16:9). Como dice el Señor por medio del salmista en Salmos 32:8: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”.

La Escritura también nos da absoluta certeza que Dios tiene oídos porque Él oye. Por ejemplo, dice el salmista en Salmos 3:4, “Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo. Selah”. Y también en Salmos 31:22, “Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba”.

Que Dios anhela escuchar nuestra voz lo vemos en Cantares 2:14, “Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto”.

Dios tiene una boca y habla. El primer registro del hombre escuchando la voz de Dios se encuentra en el huerto del Edén, en Génesis 3:8, “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto”.

CAPÍTULO DOS: Él es un Padre

Una de las principales características de un verdadero padre es un corazón cálido. Puede sentirlo al irse aproximando a él. La sensación es que él se alegra de verle, y que usted está satisfaciendo una necesidad en su corazón al estar allí. Existen muchas características de un padre que proceden de forma natural del Padre Celestial, así como la naturaleza de la paternidad es desarrollada por Él en aquellos que se convierten en padres.

El gozo de un padre terrenal sobre el pequeño que recién ha nacido, es un reflejo del gozo de nuestro Padre Celestial sobre cada uno de Sus hijos. Aquellos que han tenido visiones celestiales nos dicen que las campanas de los cielos difunden las gozosas nuevas cuando alguien es nacido de nuevo en el Reino, por medio de recibir a Cristo como su Salvador personal. Vemos esto en la declaración de nuestro bendito Señor, quien dijo: “…habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lc. 15:7).

Él nutre

El apóstol Pablo personifica al Padre Celestial como una nodriza cuando escribe en 1 Tesalonicenses 2:7, 11, diciendo: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos…así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros”.

Así mismo Moisés habló de su función hacia el pueblo de Israel, siendo como una nodriza cuidando a un bebé, tipificando este aspecto de ternura de nuestro amado Padre Celestial. Dice en Números 11:12: “¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?”

El Señor mismo dijo a Israel a través de Moisés en el monte Sinaí: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Ex.19:4).Así que, un águila cuidando a sus pequeñuelos, y llevándolos sobre sus alas, personifica el cuidado del Padre por nosotros.

Nuestro Padre Celestial vela por nosotros inclusive desde el vientre. El Señor Jesucristo, hablando proféticamente de Sí mismo, dijo esto acerca de Su Padre Celestial: “Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre” (Sal. 22:9-10). Más adelante esto es ilustrado por Jeremías 1:5: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”.

Qué consuelo saber que nunca, pero nunca estamos solos. Incluso en nuestra infancia, ángeles ministradores son enviados por el Padre a cuidar de nosotros, como dijo Jesús: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18:10). Es por eso que podemos comprender el significado de la declaración de Pablo, que los ángeles son espíritus ministradores enviados para servicio y cuidado a favor de los que son herederos de la salvación (He. 1:14).

Recuerdo bien una historia relatada por un coronel, capellán de la Real Fuerza Aérea durante la II Guerra Mundial. Previamente había sido misionero en China. Un día, él tomó a su esposa e hijos y los llevó en un bote en el Río Yangtzé. El bote chocó contra un objeto sumergido, ocasionando que éste zozobrara. El misionero luchó por voltear el bote volcado y devolver a su esposa e hijos a él. Entonces su esposa gritó: “¡Ay mi bebé!” Buscando por todos lados al bebé, lo vieron río abajo siendo sostenido por un brazo angélico. Cuando el misionero llegó hasta el bebé , y lo tenía a salvo en sus brazos, entonces la mano angélica liberó su sostén sobre el niño y desapareció.

Es porque somos muy preciados a la vista de nuestro Padre Celestial que Él ha ordenado que ángeles sean enviados a cuidar de nosotros. A través de esto podemos ver Su cuidado, amoroso y tierno en nuestra vida.

Él provee

El Padre Celestial verá la necesidad de Sus hijos y escuchará el más débil gemido que emite en su angustia. Él sabe de qué tenemos necesidad. Esto es mostrado intensamente cuando Isaac, en el Monte Moriah, pregunta a su padre Abraham dónde está el cordero para el sacrificio, a lo cual Abraham responde: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto” (Gn. 22:8). Más tarde cuando ve un carnero trabado en un zarzal, llama al lugar, “Jehová Proveerá”- interpretándose, “El Señor mira y provee”. Aquí entendemos lo que nuestro Señor está diciendo en Mateo 6:32: “…pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”.

De hecho, el Señor Jesús enseña mucho acerca de este tema. Nos recuerda que no debemos afanarnos de nuestras necesidades, citando el hecho de que nuestro Padre Celestial alimenta las aves del cielo que no siembran ni siegan. Luego añade, “… ¿no valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mt. 6:26). Luego el Señor Jesús nos dice que el Padre viste a la hierba del campo, que hoy es y mañana perece (Mt. 6:28 30). Los lirios del campo son parte de Su maravillosa creación. Es claro que Él tiene cuidado de todas las cosas; por lo tanto no debemos preocuparnos acerca de lo que debemos beber, comer o vestirnos; porque, por sobre todo, Él tiene cuidado de nosotros. ¿No es esta la imagen de un padre terrenal quien provee para todas nuestras necesidades cuando somos jóvenes; y no descansamos al saber que él suplirá todas nuestras necesidades? Así también, nuestro amado Padre Celestial desea que seamos consolados con este conocimiento de Su cuidado por nosotros. Él es nuestro Padre.

Abundan los relatos de la provisión de Dios para Su pueblo, pero viene a mi mente una en particular. Es análoga a la historia de la viuda de Sarepta, donde Elías le dice a la viuda que la harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová envíe lluvia sobre la tierra (1 Reyes 17:14). Este relato tuvo lugar en la tierra de Gales en los años treinta. El país estaba en una recesión económica, y no había seguro social o ayuda gubernamental posible. En medio de esto, varias familias pentecostales pobres experimentaron milagros de provisión. Sus botellas de leche siempre estuvieron llenas, a pesar que ellas las utilizaban constantemente, y sus alacenas siempre estuvieron abastecidas con pan fresco, mantequilla, carne y vegetales. ¡Gloria al Señor!

Él guía e instruye

Conforme el niño crece, se desarrolla en el padre un cuidado y preocupación por el bienestar de su hijo. Esto se convierte en instruir al niño y luego colocarlo en el rumbo de su vida. Volvamos a las Escrituras y veamos como estas cualidades son manifestadas por nuestro Padre Celestial. Dice el rey David que Sus pensamientos hacia nosotros son preciosos y grandes: ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo” (Sal. 139:17 18). El salmista dice, acerca del Padre, que Él nos guiará con Sus ojos (Sal. 32:8). Su dirección siempre está ahí, para cada paso de nuestro camino de la tierra al cielo.

En Inglaterra, el colegio de varones más prestigioso es el Eton College, cerca del Castillo de Windsor, la residencia campestre de la familia real. Frecuentemente es necesario inscribir al niño desde su nacimiento, para asegurarse que sea aceptado cuando llegue a la edad adecuada. La instrucción es excelente y el personal tiene aptitudes académicas con los estándares más altos. El propósito es que los estudiantes puedan ser equipados totalmente para afrontar los deberes que tendrán que asumir, los cuales involucran, con frecuencia, altas posiciones gubernamentales. Las Sagradas Escrituras también nos refieren la instrucción del profeta Daniel y sus tres amigos en la corte de Babilonia. Se les instruyó en el aprendizaje de la lengua de los caldeos, así podían aspirar a servir al rey (Dn. 1:4).

De igual manera, el Padre Celestial ha planeado y propuesto para Sus hijos los mejores educadores. El Espíritu Santo, quien es llamado el Espíritu de Verdad, tiene la preeminencia, por supuesto, mientras un ejército de ángeles observa nuestros estudios día a día. Ha provisto el mejor libro de texto de todos los tiempos, la Biblia, por medio de la cual son revelados Sus caminos a aquellos que le buscan diligentemente. Aquellos que tienen hambre y sed de sabiduría, conocimiento y entendimiento son alimentados del maná escondido, consistente de verdades eternas encubiertas dentro de las páginas del libro más bendecido de todos (Ap. 2:17).

Dios el Padre nos ha creado, no sin un propósito, sino con la intención de que cumplamos Su santa voluntad sobre la tierra durante el tiempo de nuestra vida. Él tiene un reino que dirigir, y esto requiere que cada persona esté en su posición asignada, cumpliendo la tarea que le ha sido estipulada, antes de la fundación de este mundo.

Podemos discernir nuestra tarea personal y la de los demás por medio de dos pruebas sencillas:

1. ¿Disfrutamos haciendo el trabajo? y

2. ¿Tenemos la habilidad para efectuar la tarea?

Una cosa que el Señor Dios me ha enfatizado es que en Su reino, cada individuo debe tener un sentido de satisfacción en hacer aquello que Él tiene para él.

Esta vida es una preparación para la eternidad. Es llamada nuestro “tiempo probatorio” por aquellos que ya están en el cielo. Estamos calificando para nuestra posición celestial y llamado que nuestro Padre ha ordenado para nosotros desde antes de la fundación del mundo. Por ejemplo, los que son maestros aquí en la tierra, estarán enseñando en el cielo. El Señor Jesús, comentando acerca de los maestros, puso claro en Mateo 5:19 que cualquiera que quebrantase uno de los mandamientos pequeños y así enseñara a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos, mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.