Obras completas de don Francisco de Quevedo - Francisco de Quevedo - E-Book

Obras completas de don Francisco de Quevedo E-Book

Francisco de Quevedo

0,0

Beschreibung

Este volumen recoge toda la producción tanto en prosa como en verso de don Francisco de Quevedo, uno de los autores más señeros de la literatura española en todo el mundo. Articulado en torno a su temática y cronología, el volumen abarca la producción de uno de los mayores genios de las letras españolas.-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 472

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Francisco de Quevedo

Obras completas de don Francisco de Quevedo

SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS ANDALUCES VILLEGAS EDICIÓN CRÍTICA, ORDENADA É ILUSTRADA POR D. AURELIANO FERNÁNDEZ-GUERRA Y ORBE de la Real Academia Española CON NOTAS Y ADICIONES DE D. MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO de la misma Academia.

Saga

Obras completas de don Francisco de Quevedo

 

Copyright © 1903, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726485448

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

ADVERTENCIA PRELIMINAR

Sale á luz este segundo tomo de las Obras de D. Francisco de Quevedo, y primero de sus Poesías, sin el aparato de notas y comentarios que debía acompañarle, pero que, por su extensión y por dificultades tipográficas de última hora, ha sido forzoso reservar para otro volumen, en que irán juntas todas las ilustraciones relativas á los versos de Quevedo, los cuales han de llenar, por lo menos, tres tomos de la presente colección.

Para proceder con algún orden en tan vasta y enmarañada selva de poesía, hemos establecido tres divisiones. En la primera incluimos todas las composiciones de Quevedo cuya fecha exacta, ó siquiera aproximada, hemos podido fijar. Esta cronología se funda las más veces en el contexto de las poesías mismas, cuando son de circunstancias ó contienen alusiones claras á sucesos recientes. Cuando esta luz nos falta, colocamos la poesía en el año en que por primera vez fué impresa ó en que fué compilada la más antigua colección manuscrita en que se halla, ó en que apareció el primer libro donde está citada. Bien comprendemos que este método es imperfecto, pero cuando no cabe otro, tiene, por lo menos, la ventaja de marcar un límite. De este modo sabemos á ciencia cierta que las 21 composiciones incluidas en las Flores de Poetas Ilustres de Pedro de Espinosa (entre las cuales está la popular letrilla Poderoso caballero...) son anteriores á 1603, en que Espinosa había obtenido ya aprobaciones y privilegio para su libro, aunque éste no saliese de la imprenta hasta 1605; que el conocido romance Diéronme ayer la minuta... es, por lo menos, de 1605, por estar incluído en la Segunda Parte del Romancero de Miguel de Madrigal; que las Silvas morales más célebres, entre ellas la del Sueño, estaban escritas en 1611, cuando D. Juan Antonio Calderón recopiló la Segunda Parte de las Flores; que la Sátira del Matrimonio tiene que ser anterior á 1617, puesto que Lope de Vega la cita como cosa familiar á todos en una carta escrita en dicho año; que el Poema á Cristo Resucitado está mencionado ya por Bartolomé Ximénez Patón en 1621. Basten estos ejemplos; y en las notas que cada composición ha de llevar quedará justificada, según entendemos, esta cronología que con grande estudio comenzó á formar D. Aureliano Fernández-Guerra, y que hemos procurado completar en todo lo posible, sin arredrarnos tan árido trabajo, en que es muy fácil el error, y el lucimiento escaso.

Sólo una mitad próximamente de las poesías de Quevedo incluidas por D. Jusepe Antonio González de Salas en el Parnaso Español (1648) y por el sobrino de Quevedo, D. Pedro Aldrete, en Las Tres Musas Últimas Castellanas (1670) hemos logrado fechar sin grave recelo de equivocarnos. Presentamos las demás en el orden en que las ofrecen los antiguos editores, respetando la tradicional división en Musas, y formando con ellas la segunda serie de las obras poéticas de nuestro D. Francisco. La tercera queda reservada para las composiciones inéditas, así líricas como dramáticas, y para todas las que, presentando visos de autenticidad, hayan sido impresas fuera de las dos colecciones citadas. Las únicas novedades que respecto de éstas nos hemos permitido son suprimir en Las Tres Musas Últimas Castellanas todas las poesías evidentemente apócrifas, dando la razón de ello, y transportar á la sección de Teatro los entremeses que allí se encuentran, para que puedan leerse juntos todos los que compuso nuestro autor, ó con alguna razón se le atribuyen.

Para fijar el texto de las poesías de Quevedo hemos seguido, de acuerdo con el plan que dejó trazado D. Aureliano Fernández-Guerra, las siguientes reglas:

Consideramos como texto clásico y preferente el de González de Salas para todas las poesías que publicó por primera vez en El Parnaso Español(1648), enmendando las muchas erratas de que adolece, y adoptando alguna que otra variante feliz de las ediciones posteriores, según se expresa en las notas. En todas las poesías de que existe texto impreso ó manuscrito anterior al de D. Jusepe, ó que no se derive del suyo, adoptamos como preferente el que nos parece más cabal y satisfactorio, poniendo en nota las variantes del otro ó de los otros, y designándolos con letras cuando son diversos. No siempre la lección más antigua es la mejor. Generalmente el texto de El Parnaso aventaja al de las ediciones sueltas, y aunque algunas enmiendas puedan atribuirse á González de Salas, que confiesa haber puesto mano en ciertas poesías de su amigo, creemos firmemente que la mayor parte de los versos alterados ó añadidos son del mismo Quevedo, que gustaba mucho de retocar y pulir sus composiciones, especialmente las de su juventud, escritas en una manera distinta de la que siguió después. Si en esta elección ó preferencia hemos cometido algún error, no será grande el daño, puesto que en manos del lector está enmendarle, tomando por texto principal el que va por nota. De muy difícil corrección es el texto de Las Tres Musas Últimas, publicado en 1670 con la mayor incuria por el sobrino de Quevedo. En ellas aparecen poesías de otros autores, que hemos eliminado como queda dicho, poesías de Quevedo ya insertas en El Parnaso, fragmentos que deben unirse, y otros que deben separarse de composiciones donde están malamente incrustados. Á tal negligencia corresponde el desaliño del texto, y la puntuación, absolutamente disparatada. D. Aureliano Fernández-Guerra trabajó cuanto pudo por remediar estos defectos, ya con ayuda de buenos códices, ya con el auxilio de su propia y nativa sagacidad, y nosotros hemos seguido, aunque tímidamente, sus huellas.

Por nota van las principales variantes de los textos. Las aclaraciones de otra índole, así como la bibliografía completa y razonada de las ediciones y manuscritos de que nos hemos valido, se pondrán al fin de este nuevo Parnaso.

M. M. y P.

POESÍAS

1599 SONETO EN ALABANZA DE LUCAS RODRÍGUEZ

AUTOR DEL LIBRO CONCEPTOS DE DIVINA POESÍA (Alcalá de Henares, 1599.) (a) D. FRANCISCO DE QUEVEDO AL LECTOR

1. Bien debe coronar tu ilustre frente,

Lucas, el rubio Febo, y murmurando 1

El generoso Henares ir cantando

Tu nombre al ronco són de su corriente.

Y de las perlas que en sus senos siente

Y va con frío humor alimentando

Hacer lenguas que vayan dilatando

Tu nombre por el ancho mar de Oriente.

Bien te debe la fama el ocuparse

En sólo celebrar tu nombre y gloria,

Si su clarín tan gran aliento alcanza.

Bien te debe (mas no puede pagarse

Tal deuda) sus anales la memoria,

Y, al fin, todos te deben alabanza.

1603 EN EL PEREGRINO EN SU PATRIA

DE LOPE DE VEGA (Sevilla, Clemente Hidalgo, 1604.)

2. Las fuerzas, Peregrino celebrado,

Afrentará del tiempo y del olvido

El libro que, por tuyo, ha merecido

Ser del uno y del otro respetado.

Con lazos de oro y yedra acompañado,

El laurel en tu frente está corrido

De ver que tus escritos han podido

Hacer cortos los premios que te ha dado.

La envidia su verdugo y su tormento

Hace del nombre que cantando cobras,

Y con tu gloria su martirio crece.

Mas yo disculpo tal atrevimiento,

Si con lo que ella muerde de tus obras

La boca, lengua y dientes enriquece.

SONETO 2

(En la Primera parte de las Flores de Poetas Ilustres de España, ordenada por Pedro Espinosa. Valladolid, Luís Sánchez, 1605.)

3. Estábase la efesia cazadora

Dando en aljófar el sudor al baño,

En la estación ardiente, cuando el año

Con los rayos del sol el Perro dora.

De sí, como Narciso, se enamora,

Vuelta pincel de su retrato extraño,

Cuando sus ninfas, viendo cerca el daño,

Hurtaron á Acteón 3 á su señora.

Tierra le echaron todas por cegalle,

Sin advertir primero que era en vano,

Pues no pudo cegar con ver su talle.

Trocó en áspera frente el rostro humano,

Sus perros intentaron de matalle,

Mas sus deseos ganaron por la mano.

LETRILLA

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

Con su pan se lo coma.

Que el viejo que con destreza

Se ilumina, tiñe y pinta

Eche borrones de tinta

Al papel de su cabeza;

Que emiende á naturaleza,

En sus locuras protervo;

Que amanezca negro cuervo,

Durmiendo blanca paloma,

Con su pan se lo coma.

Que la vieja detraída

Quiera agora distraerse,

Y que quiera moza verse,

Sin servir en esta vida;

Que se case persuadida

Que concebirá cada año 4,

No concibiendo el engaño

Del que por mujer la toma,

Con su pan se lo coma.

Que mucha conversación,

Que es causa de menosprecio,

En la mujer del que es necio

Sea de más precio ocasión;

Que case con bendición

La blanca con el cornado,

Sin que venga dispensado

El parentesco de Roma,

Con su pan se lo coma.

Que en la mujer deslenguada,

(Que á tantos hartó la gula)

Hurte la cara á la Bula 5

El renombre de Cruzada;

Que ande siempre persinada

De puro buena mujer;

Que en los vicios quiera ser,

Y en los castigos, Sodoma 6,

Con su pan se lo coma.

Que el sastre que nos desuella

Haga con gran sentimiento

En la uña el testamento

De lo que agarró con ella;

Que deba tanto á su estrella,

Que las faltas en sus obras

Sean para su casa sobras,

Cuando ya la Muerte asoma 7,

Con su pan se lo coma.

DE DAFNE Y APOLO

FÁBULA (De las Flores de Poetas Ilustres.)

5. Delante del Sol venía

Corriendo Dafne, doncella

De extremada gallardía,

Y en ir delante tan bella

Nueva Aurora parecía.

Cansado más de cansalla

Que de cansarse á sí Febo,

A la amorosa batalla

Quiso dar principio nuevo,

Para mejor alcanzalla.

Mas, viéndola tan crüel,

Dió mil gritos doloridos,

Contento el amante fiel

De que alcancen sus oídos

Las voces, ya que no él.

Mas, envidioso de ver

Que han de gozar gloria nueva

Las palabras en su sér,

Con el viento que las lleva

Quiso parejas correr.

Pero su padre, celoso,

En su curso cristalino

Tras ella corrió furioso,

Y en medio de su camino

Los atajó sonoroso.

El sol corre por seguilla;

Por huir corre la estrella;

Corre el llanto por no vella;

Corre el aire por oílla,

Y el río por socorrella.

Atrás los deja arrogante,

Y á su enamorado más;

Que ya, por llevar triunfante

Su honestidad adelante,

Á todos los deja atrás.

Mas, viendo su movimiento,

Dió las razones que canto,

Con dolor y sin aliento,

Primero al correr del llanto

Y luego al volar del viento:

«Dí, ¿por qué mi dolor creces

Huyendo tanto de mí

En la muerte que me ofreces?

Si el Sol y luz aborreces,

Huye tú misma de ti.

»No corras más, Dafne fiera,

Que en verte huir furiosa

De mí, que alumbro la esfera,

Si no fueras tan hermosa,

Por la Noche te tuviera.

»Ojos que en esa beldad

Alumbráis con luces bellas

Su rostro y su crüeldad,

Pues que sois los dos estrellas,

Al Sol que os mira mirad.

»En mi triste padecer

Y en mi encendido querer,

Dafne bella, no sé cómo

Con tantas flechas de plomo

Puedes tan veloz correr.

»Ya todo mi bien perdí;

Ya se acabaron mis bienes;

Pues hoy, corriendo tras ti,

Aun mi corazón, que tienes,

Alas te da contra mí.»

Á su oreja esta razón,

Y á sus vestidos su mano,

Y de Dafne la oración,

Á Júpiter soberano

Llegaron á una sazón.

Sus plantas en sola una

De lauro se convirtieron;

Los dos brazos le crecieron,

Quejándose á la fortuna,

Con el ruido que hicieron.

Escondióse en la corteza

La nieve del pecho helado,

Y la flor de su belleza

Dejó en la flor un traslado

Que al lauro presta riqueza.

De la rubia cabellera

Que floreció tantos mayos,

Antes que se convirtiera,

Hebras tomó el Sol por rayos,

Con que hoy alumbra la esfera.

Con mil abrazos ardientes

Ciñó el tronco el Sol, y luego,

Con las memorias presentes,

Los rayos de luz y fuego

Dasató en amargas fuentes.

Con un honesto temblor,

Por rehusar sus abrazos,

Se quejó de su rigor,

Y aun quiso inclinar los brazos,

Por estorbarlos mejor.

El aire desenvolvía

Sus hojas, y no hallando

Las hebras que ver solía,

Tristemente murmurando

Entre las ramas corría.

El río, que esto miró,

Movido á piedad y llanto,

Con sus lágrimas creció

Y á besar el pie llegó

Del árbol divino y santo.

Y, viendo caso tan tierno,

Digno de renombre eterno,

La reservó en aquel llano,

De sus rayos el verano,

Y de su yelo el invierno.

LETRILLA

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

Poderoso caballero

Es don Dinero.

6. Madre, yo al oro me humillo;

Él es mi amante y mi amado,

Pues de puro enamorado

Anda contino amarillo 8;

Que pues, doblón ó sencillo,

Hace todo cuanto quiero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,

Donde el mundo le acompaña;

Viene á morir en España,

Y es en Génova enterrado;

Y pues quien le trae al lado

Es hermoso, aunque sea fiero,

Poderoso caballero

Es don Dinero9.

Son sus padres principales,

Y es de nobles decendiente,

Porque en las venas de Oriente

Todas las sangres son reales;

Y pues es quien hace iguales

Al rico y al pordiosero 10,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

¿Á quién no le maravilla 11

Ver en su gloria sin tasa

Que es lo más ruin de su casa 12

Doña Blanca de Castilla?

Mas pues que su fuerza humilla

Al cobarde y al guerrero 13,

Poderoso caballero

Es don Dinero 14.

Es tanta su majestad,

Aunque son sus duelos hartos,

Que aun con estar hecho cuartos,

No pierde su calidad;

Pero pues da autoridad

Al gañán y al jornalero 15,

Poderoso caballero

Es don Dinero16.

Más valen en cualquier tierra

(Mirad si es harto sagaz)

Sus escudos en la paz

Que rodelas en la guerra;

Pues al natural destierra 17,

Y hace propio al forastero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

INSCRIPCIÓN AL TÚMULO DE LA EXCMA. DUQUESA DE LERMA

SONETO (En las Flores de Poetas Ilustres.)

Si, con los mismos ojos que leyeres

Las letras deste mármol, no llorares

Amargas fuentes y copiosos mares 18,

Tan mármol, huésped, como el mármol eres.

Mira, si extrañas cosas ver quisieres 19,

Estos sagrados túmulos y altares;

Que es bien que en tanta majestad repares 20,

Si llevar que contar donde vas quieres.

No he de decirte el nombre de su dueño 21;

Que si le sabes, parecerte ha poca

Toda aquesta grandeza á sus despojos.

Sólo advierte que esconde en mortal sueño

Al Sol de Lerma aquesta dura roca 22;

Y vete, que harto debes á tus ojos.

Á UNA DAMA HERMOSA,

ROTA Y REMENDADA (En las Flores de Poetas Ilustres.)

8. Oye la voz de un hombre que te canta,

Y, en vez de dulces pasos de garganta,

Escucha amargos trancos de gaznate;

Oye, dama, el remate

De mis razones, la sentencia extrema 23,

Que, por ser dada en Rota, es la suprema.

El que por ti se muere en dulces lazos,

Muere con propiedad por tus pedazos,

Pues estando tan próspera de bienes 24,

Tantos remiendos tienes,

Hermosísimo bien del alma mía,

Que siendo tan cruel, pareces pía 25.

Eres rota, señora, de tal modo 26,

Que tienes rota la conciencia y todo;

Y tus hermosos ojos celebrados

También son muy rasgados;

Mas en tu desnudez hay compañeros 27;

Que el vino y el amor andan en cueros.

En la batalla, la bandera rota

Del arcabuz soberbio con pelota,

Cuanto más rota, muestra más vitoria,

Y en su dueño más gloria:

Así tus vestiduras celebradas 28

Muestran más gloria cuanto más rasgadas.

Rompe la tierra el labrador astuto,

Porque rota la tierra da más fruto:

Así el amor, bellísima señora,

Te rompe alegre agora,

Como á la tierra simples labradores 29,

Por dar más fruto, y por mostrar más flores.

Y desnuda, rotísima doncella 30,

Tan linda estás, estás tan rica y bella,

Que matas más de celos y de amores

Que vestida á colores 31;

Y eres así á la espada parecida,

Que matas más desnuda que vestida 32.

Mas como el guante rompen los amantes

Para que puedan verse los diamantes,

Así quiso romperte la pobreza,

Para que la belleza

Que está en todo tu cuerpo repartida,

No quedase en las ropas escondida 33.

Cansada está mi musa de cansarte,

Mas yo no estoy cansado de alabarte,

Pues no podrá hacerse de tus trapos,

Tus chías y harapos,

Tanto papel, aunque hagan mucha suma,

Como en loarte ocupará mi pluma 34.

Á UNA MUJER FLACA 35

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

9. No os espantéis, señora Notomía,

Que me atreva este día,

Con exprimida voz convaleciente,

Á cantar vuestras partes á la gente;

Que de hombres es, en casos importantes,

El caer en flaquezas semejantes.

Cantó la pulga Ovidio, honor romano,

Y la mosca Luciano;

De las ranas Homero; yo confieso

Que ellos cantaron cosas de más peso;

Yo escribiré con pluma más delgada

Materia más sutil y delicada.

Quien tan sin carne os viere, si no es ciego,

Yo sé que dirá luego,

Mirando en vos más puntas que en rastrillo,

Que os engendró algún Miércoles Corvillo;

Y quien pece os llamó no desatina,

Viendo que, tras ser negra, sois espina.

Dios os defienda, dama, lo primero,

De sastre ó zapatero,

Pues por punzón ó alesna es caso llano

Que cada cual os cerrará en la mano;

Aunque yo pienso que, por mil razones,

Tenéis por alma un viernes con ceciones.

Mirad que miente vuestro amigo, dama,

Cuando «mi carne» os llama;

Que no podéis jamás en carnes veros,

Aunque para ello os desnudéis en cueros;

Mas yo sé bien que quedan en la calle

Picados más de dos de vuestro talle.

Bien sé que apasionáis los corazones,

Porque dais más pasiones

Que tienen diez cuaresmas, con la cara:

Que amor hiere con vos como con jara;

Que si va por lo flaco, tenéis voto

De que sois más sutil que lo fué Scoto.

Y aunque estáis tan angosta, flaca mía,

Tan estrecha y tan fría,

Tan mondada y enjuta y tan delgada,

Tan roída, exprimida y destilada,

Estrechamente os amaré con brío;

Que es amor de raíz el amor mío.

Aun la sarna no os come con su gula,

Y sola tenéis bula

Para no sustentar cosas vivientes;

Por sólo ser de hueso tenéis dientes,

Y de acostarse ya en partes tan duras,

Vuestra alma diz que tiene mataduras.

Hijos somos de Adán en este suelo,

La Nada es nuestro abuelo,

Y salístesle vos tan parecida,

Que apenas fuistes algo en esta vida;

De ser sombra os defiende, no el donaire,

Sino la voz, y aqueso es cosa de aire.

De los tres enemigos que hay del alma

Llevárades la palma,

Y con valor y pruebas excelentes

Los venciérades vos entre las gentes,

Si por dejar la carne de que hablo,

El mundo no os tuviera por el diablo.

Díjome una mujer por cosa cierta

Que nunca vuestra puerta

Os pudo un punto dilatar la entrada,

Por causa de hallarla muy cerrada,

Pues por no deteneros aun llamando,

Por los resquicios os entráis volando.

Con mujer tan aguda y amolada,

Consumida, estrujada,

Sutil, dura, buída, magra y fiera,

Que ha menester, por no picar, contera,

No me entremeto; que si llego al toque,

Conocerá de mí el señor san Roque.

Con vos, cuando muráis tras tanta guerra,

Segura está la tierra

Que no sacará el vientre de mal año;

Y pues habéis de ir flaca en modo extraño,

Sisándole las ancas y la panza,

Os podrán enterrar en una lanza.

Sólo os pido, por vuestro beneficio,

Que el día del juicio

Troquéis con otro muerto en las cavernas

Esas devanaderas y esas piernas;

Que si salís con huesos tan mondados,

Temo que haréis reir los condenados.

Salvaros vos tras esto es cosa cierta,

Dama, después de muerta,

Y tiénenlo por cosa muy sabida

Los que ven cuán estrecha es vuestra vida;

Y así, que os vendrá al justo se sospecha

Camino tan angosto y cuenta estrecha.

Canción, ved que es forzosa

Que os venga á vos muy ancha cualquier cosa;

Parad, pues es negocio averiguado

Que siempre quiebra por lo más delgado.

EPITAFIO Á CELESTINA

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

10. Yace en esta tierra fría,

Digna de toda crianza,

La vieja cuya alabanza

Tantas plumas merecía.

No quiso en el cielo entrar

Á gozar de las estrellas,

Por no estar entre doncellas

Que no pudiese manchar.

LETRILLA

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

Punto en boca.

11. Las cuerdas de mi instrumento

Ya son en mis soledades

Locas en decir verdades,

Con voces de mi tormento:

Su lazo á mi cuello siento

Que me aflige y me importuna

Con los trastes de fortuna;

Mas pues su puente, si canto,

La hago puente de llanto

Que vierte mi pasión loca,

Punto en boca.

Hemos venido á llegar

Á tiempo, que en damas claras

Son de solimán las caras 36,

Las almas de rejalgar:

Piénsanse ya remozar

Y volver al color nuevo,

Haciendo Jordán un huevo

Que les renueve los años;

Quiero callar desengaños,

Y pues á todas les toca 37,

Punto en boca.

Dase al diablo, por no dar,

El avaro al pobre bajo 38,

Y hasta los días de trabajo

Los hace días de guardar,

Cautivo por ahorrar,

Pobre para sí en dinero,

Rico para su heredero,

Pues de miedo del ladrón

Á sí se hurta el bolsón,

Y cuando muere le invoca 39.

Punto en boca.

Coche de grandeza brava

Trae con suma bizarría

El hombre que aun no lo oía

Sino cuando regoldaba.

Y el que solo estornudaba,

Ya á mil negros estornuda;

El tiempo todo lo muda;

Mujer casta es por mil modos

La que la hace con todos;

Mas pues á muchos les toca,

Punto en boca.

EPITAFIO Á UN AVARO

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

12. En aqueste enterramiento

Humilde, pobre y mezquino,

Yace envuelto en oro fino

Un hombre rico avariento.

Murió con cien mil dolores,

Sin poderlo remediar,

Tan sólo por no gastar

Ni aun gasta malos humores 40.

Á LA MAR 41

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

13. La voluntad de Dios por grillos tienes,

Y escrita en el arena ley te humilla,

Y, por besarla, llegas á la orilla,

Mar obediente, á fuerza de vaivenes.

En tu soberbia misma te detienes;

Que humilde eres bastante á resistilla;

A ti misma tu cárcel maravilla,

Rica, por nuestro mal, de nuestros bienes.

¿Quién dió al pino y abeto 42 atrevimiento

De ocupar á los peces su morada,

Y al lino de estorbar el paso al viento?

Sin duda, el verte presa encarcelada,

La codicia del oro macilento,

Ira de Dios al hombre encaminada.

Á UN CRISTIANO NUEVO, JUNTO AL ALTAR DE SAN ANTONIO

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

14. Aquí yace mosén Diego,

Á santo Antón tan vecino,

Que, huyendo de su cochino,

Vino á parar en su fuego.

A UNA VIEJA QUE TRAÍA UNA MUERTE DE ORO

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

15. No sé á cuál crea de los dos,

Viéndoos, Ana, cual os veis:

Si vos la muerte traéis,

Ó si os trae la muerte á vos.

Queredme la muerte dar,

Porque mis males remate,

Que en mí tiene hambre que mate

Y en vos no hay ya qué matar.

Á LA PRIMERA NAVE DEL MUNDO

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

16. Mi madre tuve entre ásperas montañas 43;

Si inútil con la edad soy seco leño,

Mi sombra fué regalo á más de un sueño,

Supliendo al jornalero sus cabañas 44.

Del viento desprecié sonoras sañas,

Y al encogido invierno el cano ceño 45,

Hasta que á la segur villano dueño

Dió licencia de herirme las entrañas.

Al mar di remos y á la patria fría

De los granizos velas; fuí el primero

Que acompañó del hombre la osadía 46.

¡Oh amigo caminante! ¡oh pasajero!

Díle blandas palabras este día

Al polvo de Jasón mi marinero!

SONETO 47

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

17. Escondida debajo de tu armada

Gime la mar, la vela llama al viento

Y á las lunas del Turco el firmamento

Eclipse les promete en tu jornada.

Quiere en las venas del Inglés tu espada

Matar la sed al Español sediento,

Y en tus armas el sol desde su asiento

Mira su lumbre en rayos aumentada.

Por ventura la tierra, de envidiosa,

Contra ti arma ejércitos triunfantes,

En sus monstruos soberbios, poderosa:

Que viendo armar de rayos fulminantes

¡Oh Júpiter! tu diestra valerosa,

Pienso que han vuelto al mundo los Gigantes.

SONETO

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

18 Sólo en ti, Lesbia, vemos que ha perdido 48

El adulterio la vergüenza al cielo,

Pues que tan claramente y tan sin velo

Has los hidalgos huesos ofendido 49.

Por Dios, por ti, por mí, por tu marido,

Que no sepa tu infamia todo el suelo 50;

Cierra la puerta, vive con recelo;

Que el pecado nació para escondido 51.

No digo yo que dejes tus amigos;

Mas digo que no es bien que sean notados 52

De los pocos que son tus enemigos.

Mira que tus vecinos, afrentados,

Dicen que te deleitan los testigos

De tus pecados más que tus pecados.

EPITAFIO Á UN MÉDICO

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

19. Yacen de un home en esta piedra dura

El cuerpo yermo y las cenizas frías;

Médico fué, cuchillo de natura,

Causa de todas las riquezas mías,

Y agora cierro en honda sepultura

Los miembros que rigió por largos días,

Y, aun con ser Muerte yo, no se la diera,

Si dél para matarle no aprendiera.

SONETO

(En las Flores de Poetas Ilustres.)

20. Llegó á los pies de Cristo Madalena,

De todo su vivir arrepentida,

Y viéndole á la mesa, enternecida,

Lágrimas derramó en copiosa vena.

Soltó del oro crespo la melena

Con orden natural entretejida,

Y, deseosa de alcanzar la Vida,

Con lágrimas bañó su faz serena.

Con un vaso de ungüento los sagrados

Pies de Jesús ungió, y Él, diligente,

La perdonó, por paga, sus pecados.

Y, pues aqueste ejemplo veis presente,

¡Albricias, boticarios desdichados;

Que hoy da la Gloria Cristo por ungüente!

EPITAFIO Á UNA SEÑORA

EN SU SEPULCRO (En Las tres Musas últimas castellanas.)

21. Aqueste es el poniente y el nublado

Donde el tiempo, Nerón, tiene escondido

El claro sol que en su carrera ha sido

Por el divino Josué parado.

Estos leones, cuyo aspecto airado

Se muestra 53 por su dueño enternecido,

Á una águila real guardan el nido

De un cordero en el templo venerado.

Éstas las urnas son en piedra dura

De las cenizas donde nace al vuelo

La fénix Catalina, hermosa y pura.

Aquéstos son los siete pies del suelo

Que al mundo miden la mayor altura,

Marca que á vuestras glorias pone el Cielo.

OTRO EPITAFIO Á LA MISMA SEÑORA

(En Las tres Musas últimas castellanas.)

22. Yace debajo desta piedra fría

La que la vuelve, de piedad, en cera,

Cuya belleza fué de tal manera,

Que respetada de la edad vivía.

Aquí yace el valor y gallardía,

En quien hermosa fué la muerte fiera,

Y los despojos, y la gloria entera,

En quien más se mostró su tiranía.

Yace quien tuvo imperio en ser prudente

Sobre la rueda de Fortuna avara,

La nobleza mayor que mármol cierra.

Que el cielo, que soberbia no consiente,

Castigó en derribar cosa tan rara,

La que de hacerla tal tomó la tierra.

EL PÉSAME Á SU MARIDO

(En Las tres Musas últimas castellanas.)

23. La que de vuestros ojos lumbre ha sido

Convierta en agua el sentimiento agora,

Ilustre Duque, cuyo llanto llora

Todo mortal que goza de sentido.

Vuestra paloma huyó de vuestro nido,

Y ya le hace en brazos del Aurora;

Estrellas pisa, estrellas enamora

Del nuevo Sol con el galán vestido.

Llorad, que está en llorar vuestro consuelo;

No cesen los suspiros que, por ella,

Con sacrificios acompaña el suelo.

Llorad, señor, hasta tornar á vella,

Y ansí, pues la llevó de envidia el cielo,

Le obligaréis de lástima á volvella.

¿1604? CELEBRA LA PUREZA DE UNA DAMA VINOSA CANCIÓN

(En la Musa VI de El Parnaso Español.)

24. Óyeme riguroso,

Ya que no me escuchaste enternecido;

No cierres el oído,

Como al conjuro el áspid ponzoñoso:

Ablanda esa, pues, ya condición dura

Á mi verdad, siquiera por ser pura.

Lo que por ti he llorado

Sordas piedras moviera y duros bronces;

Sacara de sus gonces

El palacio de estrellas coronado:

Y á ti no mueve de mi llanto el río,

No sé si por ser agua, ó por ser mío.

Mas ya que á mis pasiones

Ceden, en fin, mi enojo y mi cuidado,

Oye de un desdichado

Las revueltas en lágrimas razones;

Aunque dicen que yerro en escribirlas,

Pues de tenerlas gustas más que oirlas.

Con mi tormento lucho,

Mas de ignorancia tengo el alma llena,

Pues á ti, mi sirena,

Siempre confieso yo que sabes mucho,

Si el que toma la zorra y la desuella,

Canta el refrán, que ha de saber más que ella.

Mejora, pues, mi suerte,

Siquiera por poder asegurarte

Que has, cierto, de gozarte,

Pues no en agraz te llevará la muerte;

Que tan devota siendo de las cubas,

Ya no podrá llevarte sino en uvas.

Dichosos tus galanes,

Aunque de amor por ti penando mueran;

Que, si piedad no esperan,

Un no pequeño alivio á sus afanes

No han de negar que gozan placenteros,

Pues te ven la mitad del año en cueros.

Si á San Martín 54 pidieras

Caridad, cual su pobre fué afligido,

De todo su vestido

Bien sé yo para mí que tú escogieras,

Aunque tus proprias carnes vieras rotas,

No la capa partida, mas las botas.

Y aun el cuero intentaras

Quitar al santo, y no un pelo á su ropa,

Porque en galas no topa

Tu codicia, aunque en cueros te quedaras;

Pues que en Bartolomé tienes ya talle

De convertille, á puro desollalle.

Pero yo, en mis placeres,

Tu amante, pretendí tu compañía,

Porque sé que este día

Eres tú sola, en todas las mujeres

Que entretienen lascivos pensamientos,

La que aun aguar no sabe los contentos.

Permite, pues, yo sea

El olmo de esa vid, y que con lazos,

Dándote mil abrazos,

Tejida en laberintos mil te vea;

Que en lo que toca á besos, comedido,

Menos de los que das al jarro, pido.

Tan linda te hizo el cielo,

Que, porque no murieses cual Narciso,

Con providencia quiso

Darte en el agua tanto desconsuelo;

Aunque el morir no fuera el verte bella,

Sino el dolor de haberte visto en ella.

Porque la agua los quita,

Huyes de los pecados veniales;

Y también de los males,

Por no andar entre Cruz y agua bendita;

Y los diablos tendrás junto á ti quedos,

Por no hacer el asperges con los dedos.

Pero si tú adoleces,

Ya saben que el humor, de donde empieza,

Aunque esté en la cabeza,

Es de entre cuero y carne las más veces,

Y del que tu favor haya alcanzado,

De cuero y no de carne es el pecado.

Si el cielo ves ceñudo

Y de nubes echado el papahigo,

No el rigor enemigo

Del rayo amedrentarte jamás pudo,

Ni contra ti recelas que se fragua,

Y tiemblas, sólo, que te toque el agua.

Canción, detente un poco,

Mientras, juntando á un ramo de taberna

El que tengo de loco,

Para aquella te doy tan dura y tierna

Que, ya alegre y ya triste, se apasiona,

Con pámpanos tejida una corona.

DESCRIBE LOS TREBEJOS DE UNA FAMILIA

DE QUIEN SE HALLABA MALEFICIADO (En la Musa VI de El Parnaso Español.)

25. Marica, yo confieso

Que, por tenerte amor, no tuve seso.

Pensé que eras honrada,

Mas no hay verdad que tanto sea probada.

De entradas diste en ser entremetida,

Y salístete, al fin, con ser salida.

¡Válgate, y quién pensara

Que hicieras tal barato de tal cara!

La boquita pequeña,

Que á todos huele mal por pedigüeña,

Y los dientes pulidos,

Que comerán cuando aun estén comidos,

Sin dulces más y más, echarán menos

Mis versos dulces de mentiras llenos;

Pues en muchas canciones

Perlas netas llamé sus neguijones.

Si alguna liendre hallaba

En tus cabellos, alma la llamaba

De las que andan en penas,

Haciendo purgatorio tus melenas.

Á tu cara fingí del sol compuesta,

Por lo que el solimán del sol la presta,

Y á tus labios, de grana,

Siendo, como se ven, de carne humana.

Mas lo que admiro en esto

Es ver que tengas ojos en el gesto,

Pues sé de tus antojos

Que se te van tras cada real los ojos,

Sin saber despreciar moneda alguna;

Que antes crecen por cuartos, como luna.

¡Triste de tu velado,

Que, entre tanto doblón, se ve cornado!

Mas lo que más me aqueja

Memorias son de aquella santa vieja

Cuya casa pudiera

Ser, por sus muchas trampas, ratonera;

Cuyos consejos son, sin faltar uno,

Todos de Hacienda, de Órdenes ninguno.

Pelóme; mas, en suma,

Para su fama me dejó una pluma.

Y ¿quién tendrá lenguaje

Para decir de aquel bendito paje

Los dichos, y los hechos

De aquel criado tuyo, y á tus pechos,

De aquel tu corredor, que, si otra fueras,

De que ése te corriera te corrieras?

Mas está disculpado:

Que él solo es proprio mozo de recado.

Algo creí en la treta

Del hacerte creer que eres discreta;

Pero después de darte entendimiento,

Atisbabas mi argento;

Mas si el cultiparlar se te conceda

Quieres, no has de mentar á la moneda;

Que mi bolsa estremeces

Cuando, de tu vendimia, está en las heces.

1604 Á SAN ESTEBAN CUANDO LE APEDREARON

(Citado en la Eloquencia Española, de Jiménez Patón, 1604, y publicado en Las tres Musas últimas castellanas.)

26. De los tiranos hace jornaleros

El Dios que de su Cruz hizo bandera,

En los gloriosos mártires que espera

Para vestir sus llagas de luceros.

¿Ves los que sobre Esteban llueven fieros

Piedras, porque cubierto de ellas muera?

Pues trilladores son de aquella era

Que colma á Dios de fruto los graneros.

Cuando con piedras acabar quisieron

Á Cristo, las negó ser instrumento

De su muerte, y en ella lo sintieron.

Premia en Esteban hoy su sentimiento,

Pues las da por la muerte que le dieron,

Para reliquias del blasón cruento.

AL PASARSE LA CORTE Á VALLADOLID 55

ROMANCE BURLESCO (En la Segunda parte del Romancero General y Flor de diversa poesía, recopilados por Miguel de Madrigal. Valladolid, 1605.)

27. De Valladolid la rica,

De arrepentidos de verla 56,

La más sonada del mundo

Por romadizos que engendra;

De aquellas riberas calvas

Adonde corre Pisuerga

Entre frisones nogales 57,

Por éticas alamedas;

De aquellas buenas salidas,

Que, por salir de él, son buenas,

Do, á ser búcaros 58 los barros,

Fuera sin fin la riqueza;

De aquel que es agora Prado

De la santa Madalena,

Pudiendo ser su desierto 59,

Cuando hizo penitencia,

Alegre, madre dichosa,

Llego á besar tus arenas,

Arrojado de la mar

Y de sus olas soberbias.

Traigo arrastrando los grillos,

Á colgarlos en tus puertas,

Donde sirvan de escarmiento

Á los demás que navegan.

Tres años há que no miro

Estos valles ni estas cuestas,

Enterneciendo con llanto

Otros montes y otras peñas.

Tocas se ha puesto mi alma,

Viuda de aquestas riberas 60,

Y mi ventura mulata

Se ha puesto del todo negra 61.

Mas, después que vi tus prados

Con verde felpa de yerbas,

Y vi tus campos con flores,

Y tus mujeres sin ellas;

Y después que á Manzanares

Vi correr por tus arenas 62,

Y que aun murmurar no osa

Por ver que castigan lenguas;

Considerada tu puente,

Cuyos ojos claro muestran 63

Que aun no les basta su río

Para llorar esta ausencia;

Después que miré tus aves,

Puestas en ramas diversas,

Alegrar, como truhanes,

Con música tu tristeza;

Vista la Casa del Campo,

Donde es tan buena la tierra,

Que, aun sin tener esperanzas 64,

Produce verdes las yerbas;

Consideradas las fuentes

Que el hermoso Prado riegan 65,

Y, por no salirse de él,

Se entretienen con mil vueltas;

Vistos los álamos altos,

Que, celosos de sus yerbas,

Estorban al sol la vista,

Juntándose las cabezas;

Bien paseadas tus calles,

Donde no han quedado piedras:

Que la lástima de verse

Las ha convertido en cera;

Mirados los edificios

En cuya suma belleza

Tuvo fianzas el mundo

De hacer su máquina eterna;

Consideradas las torres

Que adornaban tu presencia,

Que han parecido de viento,

Siendo de mármoles hechas;

Y, después de haber mirado

Cómo en todas tus iglesias

Siempre de la Soledad

Halla imagen el que reza;

Visto el insigne Palacio,

Cuya majestad inmensa

Al tiempo le prometía

Por excepción de sus reglas;

Miradas de tu Armería

Las armas de tu defensa,

Hechas á prueba de golpes,

Mas no de fortuna á prueba;

Después de consideradas

Del Pardo insigne las fieras,

Que hacen ventaja á los hombres

En no dejar sus cavernas,

Tantas lágrimas derramo,

Que temo, si más se aumentan,

Que ha de acabar con diluvio

Lo que la fortuna empieza.

Enmedio me vi de ti,

Y no te hallaba á ti mesma 66,

Jerusalén asolada,

Troya por el suelo puesta,

Babilonia destruida

Por confusión de las lenguas,

Levantada por humilde,

Derribada por soberbia.

Eres lástima del mundo,

Desengaño de grandezas,

Cadáver sin alma frío,

Sombra fugitiva y negra,

Aviso de presunciones,

Amenaza de soberbias,

Desconfianza de humanos,

Eco de tus mismas quejas.

Si algo pudieren mis versos,

Puedes estar, Madrid, cierta

Que has de vivir en mis plumas,

Ya que en las del tiempo mueras.

LETRILLA BURLESCA

(En Las tres Musas últimas castellanas.)

Después que me vi en Madrid,

Yo os diré lo que vi.

28. Vi una alameda excelente;

Que á Madrid el tiempo airado

De sus bienes le ha dejado

Las raíces solamente;

Vi los ojos de una puente,

Ciegos á puro llorar;

Los pájaros vi cantar;

Las gentes llorar oí.

Yo os diré lo que vi.

Médicos vi en el lugar,

Que sus desdichas rematan,

Y la hambre no la matan

Por no haber ya que matar;

Vi á los barberos jurar

Que en sus casas, en seis días,

Por sobrar tantas vacías,

No entraba maravedí.

Yo os diré lo que vi.

Vi de pobres tal enjambre,

Y una hambre tan cruel,

Que la propia sarna en él

Se está muriendo de hambre;

Vi, por conservar la estambre,

Pedir hidalgos honrados

Al reloj cuartos prestados,

Y aun quizá yo los pedí.

Yo os diré lo que vi.

Vi mil fuentes celebradas,

Que son, aunque agua les sobre,

Fuentes en cuerpo de pobre:

Que dan lástima miradas;

Vi muchas puertas cerradas

Y un pueblo echado por puertas;

De sed vi lámparas muertas

En los templos que corrí.

Yo os diré lo que vi.

Vi un lugar á quien su norte

Arrojó de las estrellas,

Que, aunque agora está con mellas,

Yo le conocí con corte.

No hay quien sus males soporte,

Pues por no le ver su río,

Huyendo corre con brío

Y es arroyo baladí.

Yo os diré lo que vi

Después que me vi en Madrid.

1605 ROMANCE 67

(En la Segunda parte del Romancero general y Flor de diversa poesía, de Miguel de Madrigal. 1605.)

29. Diéronme ayer la minuta,

Señora doña Teresa,

De las cosas que me manda

Traer para cuando venga 68.

¡No está mala la memoria!

Y así yo la deje buena

Cuando desta vida vaya 69,

Que no la he de tener de ella.

Si su voluntad á todos

Esta memoria les cuesta,

Es falta de entendimiento

En no tenerla por fea 70.

Son sus ternezas con uñas,

Como el sol de aquesta tierra,

Pues se me muestra amorosa

Con fondos en pedigüeña.

¡Yo tengo muy buen despacho!

¡Mi suerte ha sido muy buena,

Topando agora demanda 71

Donde buscaba respuesta!

Pues son tantas las partidas 72

Que en su billete se encierran,

Que, teniendo siete el mundo,

Tiene su papel setenta.

Pídeme unas zapatillas,

Y en esto anduvo muy cuerda 73;

Que, por ser hombre que esgrimo,

Las tengo en espadas negras;

Mas la cantidad de paño

Que para arroparse espera,

Podréla dar de mi cara,

Mas no de Segovia ó Cuenca.

No hay tela para enviarla;

No hay sino vestirse apriesa

De la que mantiene á todos,

Pues también se llama tela 74.

Fué yerro pedirme raso

En Valladolid la bella,

Donde aun el cielo no alcanza

Un vestido desta seda.

Traeré, sin duda ninguna,

Las sayas de primavera 75,

Cortadas el mes de abril,

De los troncos de estas sierras 76.

Pediré, para enviarla

Las tres vueltas de cadena,

Los eslabones á un preso,

Y á algún gitano las vueltas.

En lo que toca á los brincos,

No serán de plata ó perlas;

Mas procuraré enviarlos,

Aunque de una danza sean.

El regalillo de martas

Que pide con tantas veras,

Como Lázaro su hermano,

Le enviaré de Madalenas.

La partida de descansos 77

Será una cosa muy cierta,

Si hubiere algún portador,

Que los traiga de escalera 78.

En cuanto á lo de los barros,

No sé de cuáles le ofrezca:

Si los que tengo en la cara 79,

Ó los que hará cuando llueva.

La cantidad de bocados

No sé quien llevarlos pueda,

Si no es enviando un alano

Que se los saque por fuerza 80.

No pongo, por no cansarme,

Las arracadas y medias,

Los tocados y los dijes

Que pide con desvergüenza.

Dejo que para los gastos 81

De tan endiablada cuenta

Recebí dos miraduras

De noche por una reja 82;

Dos sortijas que en la mano

Me mostró, yéndose fuera,

Y un guante que perdió adrede,

De puro viejo, en la iglesia;

Siete dientes, que me quiso

Hacer creer que eran perlas,

Y unos cabellos, de oro

Por la gracia de un poeta 83.

Tengo gastado hasta ahora,

En descuento de esta cuenta,

El sufrimiento en desdenes 84

Y en agravios la paciencia;

Mucho tiempo en esperar

Y muchas noches en vela;

Todo mi juicio en concetos 85,

En coplas toda mi vena.

Si con aqueste descargo

Debiere yo alguna resta,

De lo que fuere, prometo

Que compraré aquestas prendas 86;

Pero si saliere en paz,

Déjese de impertinencias,

Y no pida que la traiga

El que quisiere que vuelva 87.

Bien sé que es alta señora

Si se sube en una cuesta,

Y tan grave como todas,

Cargada de plomo y piedras;

Que tiene buen parecer,

Por lo letrado y lo vieja,

Y que es de sangre tan clara 88,

Que jamás ha sido yema;

Y aun, apesar de bellacos,

Yo confieso que es tan cuerda 89,

Que á cualquier buen instrumento

Puede servir de tercera.

También conozco que soy

Indigno de tal alteza,

Y un hombre hecho de polvo 90,

Que se ha de volver en tierra.

Aunque, si acaso es amiga

De títulos, por grandeza,

Los de grados y corona

Tengo sellados con cera 91.

Pues para ser señoría,

No me falta sino renta:

Por tener dos en un mapa 92,

Que son Génova y Venecia.

Si el ser señor de lugares

Es cosa que da grandeza 93,

Mi estado es pueblos en Francia,

Cosa de muy grande renta.

Y á ser tan grandes mis deudos

Como son grandes mis deudas,

Delante del Rey, sin duda,

Cubrirse muy bien pudieran.

Mas si es lisiada por cruces 94,

Para tenerla más cierta,

Me meteré á cimenterio,

Por andar cargado de ellas.

Hábito tuvo mi padre,

Y con él murió mi abuela,

Y hábito tengo yo hecho

Á no decir cosa buena.

No soy encomendador;

Pero, si hablamos de veras,

Más tengo, en sola su carta,

De decinueve encomiendas 95.

Pues lo de ser caballero

No sé cómo me lo niega,

Viendo que hablo despacio 96

Y que hago mala letra;

Ellos, al fin, son achaques,

Y tretas contra moneda;

Que no puede querer bien

Mujer que quiere á cualquiera 97.

Y aunque la parezco pobre,

Tengo razonable hacienda:

Un castillo en un ochavo

Y una fuente en una pierna;

Tengo un monte en un Calvario

Y en una estampa una sierra,

Y de mil torres de viento

Es señora mi cabeza;

Y, además de aquesto, gozo

Un campo y una ribera,

En el romance que dice:

Ribera agostada y seca.

Soy señor de mucha caza

En el jubón y las medias,

Y, en ser dueño de mí mismo,

Lo soy de muy buena pesca;

Y, tras todo aquesto, tengo

Voluntad tan avarienta,

Que sólo la daré al diablo,

Y harto será que la quiera.

SÁTIRA Á LA SARNA

(En la Segunda parte del Romancero general y Flor de diversa poesía, de Miguel de Madrigal. 1605.)

30. Ya que descansan las uñas

De aquel veloz movimiento

Con que á ti, dulce enemiga,

Regalaron y sirvieron,

Escriba un poco la pluma

Que tanto escarbó aquel tiempo

En que, de gorda y lozana,

Reventaste en el pellejo.

No quiera Dios que yo olvide

Á quien me dió ratos buenos;

Que de desagradecidos

Dicen se puebla el Infierno.

Quiero, deleitosa sarna,

Cantar tu valor inmenso,

Si pudieren alcanzar

Tanto el arte y el ingenio.

Que si algún necio dijere

Te reverencio por miedo 98,

Como aquel que á la cuartana

Hizo altar y labró templo,

Tú responderás por mí 99

Y dirás que no te temo:

Que soy fuerte, como España,

Por la falta del sustento.

Y que hay tan poco en mi casa,

Que saliste della huyendo,

Por no hallar en qué ocupar

Tus insaciables alientos.

Oigan tus apasionados,

Porque den gracias al Cielo,

Que tantas quiso juntar

En ti su apacible dueño 100.

Y tú, que todo lo rindes

Y á nadie guardas respeto,

Contra quien no hay casa fuerte,

Ni cerrado monasterio;

Á quien rinden vasallaje

Pobres, ricos, mozos, viejos,

Papas, reyes, cardenales,

Oficiales y hombres buenos,

Del calor que les infundes

Envía un rayo, y sea de lejos,

Porque, de lejos que venga,

Bastará á dejarme ardiendo.

Diré de tus muchas partes

Las pocas que comprehendo,

Y, pues todo es empezar,

En tu servicio comienzo.

Cuando me nieguen algunas,

No podrán negarme, al menos,

Que eres de sangre de reyes,

Y aun ellos te pagan pecho.

No naciste de pastores

Entre lanudos pellejos,

Ni de pecheros villanos 101

En pobres y humildes techos,

Sino en camas regaladas,

Entre delicados lienzos 102,

Do el regalo y la abundancia,

Tu padre y madre, vivieron.

De que con reyes casaste

Testimonio hay verdadero,

Contra quien no hay que alegar 103

El antiguo privilegio.

De que adonde estás te den,

Como á su reina, aposento,

Y no sólo media casa 104,

Sino la mitad del cuerpo.

Y aunque eres mal recibida,

Si te ves una vez dentro,

No aciertan á despedirte 105:

Tal es tu buen tratamiento.

¿Quién no teme un año caro,

Sino tú, que á un mesmo precio

Comes en cualquier lugar,

En año abundante y seco 106?

Si el de benigno en un rey

Es el más noble epiteto,

¿Quién da al mundo, como tú,

Beninos de ciento en ciento?

Si el bien, dicen que ha de ser

Deleitable, útil y honesto,

¿En quién como en ti se junta

Todo, ni con tanto extremo? 107

Que deleitas, es muy llano;

Que eres útil, es muy cierto;

Pues á quien te tiene excusas

Mil achaques y mil duelos.

¿Quién da, cual tú, honestidad

Aun á los más deshonestos,

Haciendo que no descubran

Aun las puntas de los dedos?

Si ha de ser comunicable,

¿Qué cosa hay en este suelo

Que se comunique más

Y se ensoberbezca menos?

El hombre, que entre animales

Es el más noble y perfecto,

¿Tuviera superfluidad,

Á no estar tú de por medio?

Pues cuando naturaleza,

Que nada crió imperfecto,

Les dió para defenderse

Uñas, conchas, picos, cuernos 108,

Al hombre, á quien dió por armas

La razón y entendimiento,

Aunque después la malicia

Le dió acero, plomo y hierro,

En vano le hubiera dado

Las uñas, si demás de esto

No le diera que rascar 109

Y tuviera algo superfluo.

Tú veniste á remediarlo,

Y viendo que contra el yelo

Nace sin defensa alguna

De plumas, conchas y pelos,

Tú te cobijas de escamas 110,

Con que en mitad del invierno

Se contraponga y resista

Al más caluroso cierzo 111.

Tú das á los holgazanes

Sabroso entretenimiento,

Y apacibles alboradas

Á los que coges despiertos.

¿Quién jamás corrió parejas

Con el hijuelo de Venus

Sino tú, que eres su igual,

Y aun que le excedes sospecho?

Que si él va en cueros ó en carnes

Por uno y otro hemisferio,

Tú corres éste y aquél,

Y andas entre carne y cuero.

Eres, cual él, dulce llaga 112,

Eres gustoso veneno,

Eres un fuego escondido,

Eres aguado contento.

Eres congoja apacible,

Sabroso desabrimiento,

Eres alegre dolor,

Eres gozoso tormento 113.

Enfermedad regalada,

Pena sufrible, mal bueno,

Que le aumenta y hace más

Lo que parece remedio.

Eres enferma salud,

Eres descanso inquïeto,

Eres daño provechoso,

Eres dañoso provecho.

Eres, en fin, un retrato

De amor y de sus efectos,

Do tan presto como el gusto

Llega el arrepentimiento.

Biennacida, noble, ilustre,

Reina, huésped de aposento,

Privilegiada señora,

Igualadora de precios.

Bien útil y deleitable,

Comunicable y honesto,

Suplefaltas de natura,

Retrato del dios flechero.

Dulce, gustosa, escondida,

Regalo, alegría, contento,

Apacible, regalada,

Salud, descanso, provecho.

Otro más sabio te alabe;

Que ya he dicho lo que siento,

Aunque de ti es lo mejor

Decir más y sentir menos.

ENDECHAS 114

(En la Segunda parte del Romancero general y Flor de diversa poesía, de Miguel de Madrigal. 1605.)

31. Estaba Amarilis,

Pastora discreta,

Guardando ganado

De su hermana Aleja 115,

Sentada á la sombra

De una parda peña,

Haciendo guirnaldas

Para su cabeza.

Cortaba las flores

Que topaba cerca;

Veníanse á sus manos

Las que estaban lejas 116;

Las que se ceñía

Siempre estaban frescas;

Mas las que dejaba,

De envidiosas, secas 117.

El aire jugaba

Con sus rubias trenzas,

Por mostrar al cielo

Soles en la tierra.

Cantábale el río

Con voz tan serena

Como enamorado

Que su dama alegra 118.

El sol, que la mira

Tan hermosa, piensa

Que, ó tiene dos caras 119,

O que el sol es ella.

Su ganado, ufano,

Anda por las cuestas,

Con tanta hermosura 120,

Sin temor de fieras,

Gordo; mas ¿qué mucho 121

Que lo estén ovejas

Que de la sal gozan 122

Sólo con el verla?

Á mirar se puso

Unas ramas tiernas

Que arrojaba el aire

Dentro de Pisuerga:

Mira cómo el tronco

El agravio venga,

Azotando el viento

Con la verde cresta.

Dióla un sueño blando 123;

Ambos soles cierra 124,

Dando noche á todos 125

En que tristes duerman.

Quedó reclinada

Sobre verdes yerbas,

Á la dulce sombra

De un haya grosera 126,

Cuando por un lado

Vi venir ligeras 127

Á su bello rostro

Nueve ó diez abejas,

Que, buscando flores,

Engañadas piensan

Que son sus mejillas

Rosas y azucenas,

Sus labios claveles,

Jazmín y violetas

El aliento dulce,

Y ella primavera.

Alegres llegaron,

Y en su cara mesma

Hicieron asiento

Cuatro ó cinco de ellas:

Las alas pulieron 128

Para hurtar belleza 129,

Y hacer de sus flores

Dulce miel y cera.

Yo las daba voces;

Yo les dije:—«¡Necias,

Que queréis de un mármol

Sacar blanda cera 130;

»Venís engañadas;

Que son flores éstas 131

Que aun no le dan fruto

A quien os las muestra 132.

»Si queréis fiaros

De mis experiencias,

No hagáis miel de flores,

Que veneno engendran:

»Dulces son, sin duda;

Mas Amor, que vuela,

Cual zángano goza

Todas sus colmenas.»

Ella, en este punto,

Del sueño despierta:

Abrió entrambos ojos

Con belleza inmensa,

Y las avecillas,

Con dos soles ciegas 133,

Por no tener vista

De águilas soberbias,

Murmurando huyen,

Y, cobardes, piensan

Que luz que ha cegado 134

Sus ojuelos, quema.

La miel que buscaban 135

En sus bellas prendas,

De sólo miralla,

La llevaron hecha.

1606 ALABANZAS IRÓNICAS Á VALLADOLID

MUDÁNDOSE LA CORTE DELLA (En El Parnaso Español, Musa VI.)

32. No fuera tanto tu mal,

Valladolid opulenta,

Si ya que te deja el rey,

Te dejaran los poetas.

Yo apostaré que has sentido,

Según eres de discreta,

Más lo que ellos te componen,

Que el verte tú descompuesta.

Pues, vive Dios, ciudad noble,

Que tengo por gran bajeza

Que, siendo tantos á uno,

Te falte quien te defienda.

No quiero alabar tus calles,

Pues son, hablando de veras,

Unas tuertas y otras bizcas,

Y todas de lodo ciegas.

Á fuerza de pasadizos

Pareces sarta de muelas,

Y que cojas son tus casas,

Y sus puntales muletas.

Tu sitio yo no le abono,

Pues el de Troya y de Tebas

No costaron en diez años

Las vidas que en cinco cuestas.

Claro está que el Espolón

Es una salida necia,

Calva de yerbas y flores

Y lampiña de arboledas.

Que digan mal de tus fuentes,

Ni me espanta, ni me altera;

Pues, por malas y por sucias,

Hechas parecen en piernas.

Mas que se hayan atrevido

Á poner algunos mengua

En tus nobles edificios,

Es muy grande desvergüenza.

Pues, si son hechos de lodo,

De él fueron Adán y Eva;

Y, si le mezclan estiércol,

Es para que con él crezcan.

¿En qué ha pecado el Ochavo,

Siendo una cosa tan bella,

Que, como en real de enemigos,

Ha dado sobre él cualquiera?

De su castillo y león

Son uñas, y son troneras,

Los mercaderes que hurtan,

Y lo oscuro de las tiendas.

De esto pueden decir mal,

Pues los sastres que en él reinan

De ochavo le hacen doblón,

Con dos caras que le prestan.

Tu plaza no tiene igual,

Pues en ella cualquier fiesta

Con su proporción se adorna,

Mas nada la adorna á ella.

Pero el mísero Esguevilla

Se corre y tiene vergüenza

De que conviertan las coplas

Sus corrientes en correncias.

Más necesaria es su agua

Que la del mismo Pisuerga,

Pues, de puro necesaria,

Públicamente es secreta.

¿Qué río de los del mundo

Tan gran jurisdición muestra,

Que se iguale á los mojones

Y á los términos de Esgueva?

Solas las suyas son aguas,

Pues, si bien se considera,

De las que todos hacemos

Se juntan y se congelan.

Yo sé que el pobre llorara

Esta ida y esta vuelta,

Mas vánsele tras la corte

Los ojos con que se aumenta.

Yo le confieso que es sucio;

Mas ¿qué importa que lo sea,

Si no ha de entrar en colegio,

Ni pretender encomienda?

Todo pudiera sufrirse,

Como no se le subieran

Al buen Conde Peranzules

Á la barba larga y crespa.

Si en un tiempo la peinó,

Ya enojado la remesa;

Que, aun muerto y en el sepulcro,

No le ha valido la iglesia.

¿Qué culpa tiene el buen Conde

De los catarros y reuma?

Que él fué fundador del pueblo,

Mas no del dolor de muelas.

Pues al buen Pedro Miago,

Yo no sé por qué le inquietan,

Que él en lo suyo se yace

Sin narices ni contiendas.

El ser chato no es pecado:

Déjenle con su miseria;

Que es mucho que, sin narices,

Tan sonado español sea.

Culpa es del lugar, no es suya,

Aunque suya sea la pena:

Pues sus fríos romadizos

Gastan narices de piedra.

Dejen descansar tus muertos,

Ciudad famosa y soberbia,