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Otelo, un noble moro al servicio de la República de Venecia, experimentado para la guerra y recientemente nombrado regidor en Chipre, se ve envuelto en medio de una intriga apasionante por el amor que éste profesa por su esposa Desdémona. Yago, alférez de Otelo, un hombre envidioso, malévolo y astuto, es el hilo conductor de esta tragedia y es el principal culpable de hacer que Otelo esté inmerso en dicha desbordante pasión y el gran causante de la tragedia que se avecina.
"Otelo", tragedia del maestro William Shakespeare, fue escrita hacia 1604 y probablemente representada el mismo año. "La historia original del moro de Venecia", de Gianbattista Giraldi Cinthio (1565), sirvió a William Shakespeare para crear "Otelo", la única de sus "grandes tragedias" basada en una obra de ficción que posee una fuerza y dramatismo que la hace inolvidable.
La obra se divide en cinco actos, el primero se desarrolla en Venecia y los otros cuatro, en Chipre.
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Veröffentlichungsjahr: 2024
OTELO
Dramatis personae
ACTO PRIMERO - Escena I
Escena II
Escena III
ACTO SEGUNDO - Escena I
Escena II
Escena III
ACTO TERCERO - Escena I
Escena II
Escena III
Escena IV
ACTO CUARTO - Escena I
Escena II
Escena III
ACTO QUINTO - Escena I
Escena II
Notas a pie de página
O TELO, el moro [general al servicio de Venecia]
B RABANCIO, padre de Desdémona [senador de Venecia]
C ASIO, honrado teniente [de Otelo]
Y AGO, un malvado [alférez de Otelo]
R ODRIGO, un caballero engañado
El D UX de Venecia
S ENADORES [de Venecia]
M ONTANO, gobernador de Chipre
C ABALLEROS de Chipre
L UDOVICO, noble veneciano [pariente de Brabancio]
G RACIANO, noble veneciano [hermano de Brabancio]
M ARINEROS
El G RACIOSO, [criado de Otelo]
D ESDÉMONA, esposa de Otelo [e hija de Brabancio]
E MILIA, esposa de Yago
B IANCA, cortesana [amante de Casio]
[Mensajeros, guardias, heraldo, caballeros, músicos y acompañamiento]
Entran R ODRIGOy Y AGO.
R ODRIGO
¡Calla, no sigas! Me disgusta muchísimo
que tú, Yago, que manejas mi bolsa
como si fuera tuya, no me lo hayas dicho.
Y AGO
Voto a Dios, ¡si no me escuchas!
Aborréceme si yo he soñado
nada semejante.
R ODRIGO
Me decías que le odiabas.
Y AGO
Despréciame si es falso. Tres magnates
de Venecia se descubren ante él
y le piden que me nombre su teniente;
y te juro que menos no merezco,
que yo sé lo que valgo. Mas él, enamorado
de su propia majestad y de su verbo,
los evade con rodeos ampulosos
hinchados de términos marciales
y acaba denegándoles la súplica.
Les dice: «Ya he nombrado a mi oficial».
Y, ¿quién es él?
Pardiez, todo un matemático [1],
un tal Miguel Casio, un florentino,
ya casi condenado a mujercita,
que jamás puso una escuadra sobre el campo
ni sabe disponer un batallón
mejor que una hilandera…si no es con teoría
libresca, de la cual también saben hablar
los cónsules togados. Mera plática sin práctica
es toda su milicia. Mas le ha dado el puesto,
y a mí, a quien ha visto dar pruebas en Rodas,
en Chipre y en tierras cristianas y paganas,
me deja a la zaga y a la sombra
del debe y el haber. Y este sacacuentas
es, en buena hora, su teniente, y yo,
vaya por Dios, el alférez de Su Morería [2].
R ODRIGO
¡El colmo! Yo antes sería su verdugo.
Y AGO
Pues ya lo ves. Son los gajes del soldado:
los ascensos se rigen por el libro y el afecto,
no según antigüedad, por la cual el segundo
siempre sucede al primero. Conque juzga
si tengo algún motivo para estar
a bien con el moro.
R ODRIGO
Yo no le serviría.
Y AGO
Pierde cuidado.
Le sirvo para servirme de él.
Ni todos podemos ser amos, ni a todos
los amos podemos fielmente servir.
Ahí tienes al criado humilde y reverente,
prendado de su propio servilismo,
que, como el burro de la casa, solo vive
para el pienso; y de viejo, lo licencian.
¡Qué lo cuelguen por honrado! Otros,
revestidos de aparente sumisión,
por dentro solo cuidan de sí mismos
y, dando muestras de servicio a sus señores,
medran a su costa; hecha su jugada,
se sirven a sí mismos. En estos sí que hay alma,
y yo me cuento entre ellos.
Pues, tan verdad como que tú eres Rodrigo,
si yo fuera el moro, no habría ningún Yago.
Sirviéndole a él, me sirvo a mí mismo.
Dios sabe que no actúo por afecto ni obediencia,
sino que aparento por mi propio interés.
Pues el día en que mis actos manifiesten
la índole y verdad de mi ánimo
en exterior correspondencia, ya verás
qué pronto llevo el corazón en la mano
para que piquen los bobos. Yo no soy el que soy [3].
R ODRIGO
Si todo le sale bien,
¡vaya suerte la del Morros!
Y AGO
Llama al padre. Al moro despiértalo,
acósalo, envenena su placer, denúncialo
en las calles, irrita a los parientes de ella,
y, si vive en un mundo delicioso,
inféstalo de moscas; si grande es su dicha,
inventa ocasiones de amargársela
y dejarla deslucida.
R ODRIGO
Aquí vive el padre. Voy a dar voces.
Y AGO
Tú grita en un tono de miedo y horror,
como cuando, en el descuido de la noche,
estalla un incendio en ciudad populosa.
R ODRIGO
¡Eh, Brabancio! ¡ Signor Brabancio, eh!
Y AGO
¡Despertad! ¡Eh, Brabancio! ¡Ladrones, ladrones!
¡Cuidad de vuestra casa, vuestra hija
y vuestras bolsas! ¡Ladrones, ladrones!
B RABANCIO [ se asoma] a una ventana.
B RABANCIO
¿A qué se deben esos gritos de espanto?
¿Qué os trae aquí?
R ODRIGO
Señor, ¿vuestra familia está en casa?
Y AGO
¿Y las puertas bien cerradas?
B RABANCIO
¿Por qué lo preguntáis?
Y AGO
¡Demonios, señor, que os roban! ¡Vamos, vestíos!
¡El corazón se os ha roto, se os ha partido el alma!
Ahora, ahora, ahora mismo un viejo carnero negro
está montando a vuestra blanca ovejita. ¡Arriba!
Despertad con la campana a los que roncan,
si no queréis que el diablo os haga abuelo.
¡Vamos, arriba!
B RABANCIO
¡Cómo! ¿Habéis perdido el juicio?
R ODRIGO
Honorable señor, ¿me conocéis por la voz?
B RABANCIO
No. ¿Quién sois?
R ODRIGO
Me llamo Rodrigo.
B RABANCIO
¡Mal hallado seas! Te he prohibido
que rondes mi casa; te he dicho
con toda claridad que para ti no es mi hija,
y ahora, frenético, lleno de comida
y bebidas embriagantes, vienes
de malévolo alboroto turbando mi reposo.
R ODRIGO
Señor, señor…
B RABANCIO
No te quepa duda
de que mi ánimo y mi puesto tienen fuerza
para hacerte pagar esto.
R ODRIGO
Calmaos, señor.
B RABANCIO
¿Qué me cuentas de robos? Estamos en Venecia;
yo no vivo en el campo.
R ODRIGO
Muy respetable Brabancio, acudo a vos
con lealtad y buena fe.
Y AGO
¡Voto al cielo! Sois de los que no sirven a Dios porque lo manda el diablo. Venimos a ayudaros y nos tratáis como salvajes. ¿Queréis que a vuestra hija la cubra un caballo bereber y vuestros nietos os relinchen? ¿Queréis tener jacos y rocines en lugar de allegados y parientes?
B RABANCIO
¿Y quién eres tú, desvergonzado?
Y AGO
Uno que viene a deciros que vuestra hija y el moro están jugando a la bestia de dos espaldas [4].
B RABANCIO
¡Miserable!
Y AGO
Y vos, senador.
B RABANCIO
Rodrigo, de esto me responderás.
R ODRIGO
Y de cualquier cosa, señor. Mas atendedme:
si por vuestro deseo y sabia decisión,
como en parte lo parece, vuestra bella hija,
a esta hora soñolienta de la noche,
no es llevada, sin otra custodia
que la de un gondolero de alquiler,
a los brazos groseros de un moro lascivo…
Si todo esto lo sabéis y autorizáis,
llamadnos con razón atrevidos e insolentes.
Si no, faltáis a las buenas costumbres
con vuestra injusta condena. No penséis
que, adverso a las normas de cortesanía,
he venido a burlarme de Vuestra Excelencia.
Lo repito: vuestra hija, si no le disteis
permiso, se rebela contra vos entregando
belleza, obediencia, razón y ventura
a un extranjero errátil y sin patria.
Comprobadlo vos mismo:
si está en su aposento o en la casa,
caiga sobre mí toda la justicia
por haberos engañado.
B RABANCIO
¡Encended luces! ¡Traedme una vela!
¡Despertad a toda mi gente!
He soñado una desgracia como esta
y me angustia pensar que es real.
¡Luces! ¡Luces!
Sale.
Y AGO
Adiós, te dejo. En mi puesto
no es prudente ni oportuno ser llamado
a declarar contra el moro y, si me quedo,
habré de hacerlo. Sé que el Estado,
aunque por esto le lea la cartilla,
no puede despedirle: le han confiado
con muy clara razón la guerra de Chipre,
que ya es inminente, pues, si quieren salvarse,
de su calibre no tienen a nadie
capaz de llevarla. Por todo lo cual,
aunque le odio como a las penas del infierno,
las necesidades del momento me obligan
a mostrar la enseña y bandera del afecto,
que no es sino apariencia. Si quieres encontrarle,
lleva la cuadrilla al Sagitario[5],
que allí estaré con él. Adiós.
Sale.
Entran B RABANCIOy criados con antorchas.
B RABANCIO
La desgracia era cierta. No está,
y el resto de mi vida miserable
será una amargura.— Dime, Rodrigo,
¿dónde la has visto? — ¡Ah, desdichada! —
¿Dices que con el moro? — ¡Ser padre para esto! —
¿Cómo sabes que era ella? — ¡Quién lo iba a pensar! —
¿Qué te dijo? — ¡Más luces! ¡Despertad a toda
mi familia! — Y, ¿crees que se han casado?
R ODRIGO
Yo creo que sí.
B RABANCIO
¡Santo Dios! ¿Cómo salió? ¡Ah, sangre traidora!
Padres, desde ahora no os fiéis del corazón
de vuestras hijas por meras apariencias.
¿No hay encantamientos que puedan corromper
a muchachas inocentes? Rodrigo,
¿tú has leído algo de esto?
R ODRIGO
Sí, señor, lo he leído.
B RABANCIO
¡Despertad a mi hermano! — ¡Ojalá fuera tuya! —
Unos por un lado, otros por otro.— ¿Sabes
dónde podemos capturarla con el moro?
R ODRIGO
A él creo que puedo hallarle, si os hacéis
con una buena escolta y me seguís.
B RABANCIO
Pues abre la marcha. Llamaré en todas las casas;
me darán ayuda en muchas.— ¡Armas!
¡Y traed a la guardia nocturna! —
Vamos, buen Rodrigo; serás recompensado.
Salen.
Entran O TELO, Y AGOy criados con antorchas.
Y AGO
Aunque he matado hombres en la guerra,
por principio de conciencia no puedo
matar con premeditación. Los escrúpulos
suelen estorbarme. No sé cuántas veces
he estado por hincárselo aquí, bajo las costillas.
O TELO
Más vale que no.
Y AGO
Sí, pero él parloteaba y decía
palabras tan groseras e insultantes
contra vos que mi escasa caridad
apenas me servía para sufrirlo.
Mas decidme, señor, ¿estáis ya casado?
Tened por cierto que el senador
es muy estimado, y la fuerza de su voto
puede doblar a la del Dux. Si no os descasa,
os impondrá cortapisas y castigos
con todo el campo libre que la ley
deje a un hombre de su mando.
O TELO
Que haga lo imposible.
Mis servicios a la Serenísima
acallarán sus protestas. Se ignora
(y pienso proclamarlo cuando sepa
que la jactancia es virtud)
que soy de regia cuna y que mis méritos
están a la par de la espléndida fortuna
que he alcanzado. Te aseguro, Yago,
que, si yo no quisiera a la noble Desdémona,
no expondría mi libre y exenta condición
a reclusiones ni límites por todos
los tesoros de la mar. ¿Qué luces son esas?
Y AGO
Es el padre con sus hombres.
Más vale que entréis.
O TELO
No. Que me encuentren. Mis prendas,
mi rango y la paz de mi conciencia
darán fe de mi persona. ¿Son ellos?
Y AGO
Por Jano [6], creo que no.
Entran C ASIOy guardias con antorchas.
O TELO
¡Servidores del Dux y mi teniente!
La noche os sea propicia, amigos.
¿Alguna novedad?
C ASIO
El Dux os saluda, general,
y requiere vuestra pronta presencia;
inmediata si es posible.
O TELO
¿Conocéis el motivo?
C ASIO
Parece ser que noticias de Chipre.
Algo apremiante: esta noche las galeras
enviaron a doce mensajeros, uno tras otro,
todos muy seguidos, y los cónsules
ya están levantados y reunidos con el Dux.
Os han convocado urgentemente.
Al no haberos hallado en vuestra casa,
el Senado envió en vuestra busca
a tres cuadrillas.
O TELO
Mejor si me habéis hallado vos.
Hablaré con alguien en la casa
y voy con vos.
[ Sale.]
C ASIO
Alférez, ¿qué hace él aquí?
Y AGO
Es que tomó al abordaje una nave de tierra;
si la presa es legal, ¡menuda fortuna!
C ASIO
No entiendo.
Y AGO
Se ha casado.
C ASIO
¿Con quién?
[ Entra O TELO.]
Y AGO
Pues con…— ¿Vamos, general?
O TELO
Vamos.
C ASIO
Aquí viene otro grupo en vuestra busca.
Entran B RABANCIO, R ODRIGOy guardias con antorchas y armas.
Y AGO
Es Brabancio. En guardia, general,
que viene con malas intenciones.
O TELO
¡Alto!
R ODRIGO
Señor, es el moro.
B RABANCIO
¡Ladrón! ¡Abajo con él!
Y AGO
¿Tú, Rodrigo? Vamos, aquí me tienes.
O TELO
Envainad las espadas brillantes, que el rocío
va a oxidarlas.— Señor, dominaréis mucho más
con la edad que con las armas.
B RABANCIO
Infame ladrón, ¿dónde tienes a mi hija?
Estabas condenado y tenías que embrujarla.
Lo someto al dictamen de los cuerdos:
si no la encadena la magia, no se entiende
que muchacha tan dulce, gentil y dichosa,
tan adversa al matrimonio que rehusó
a nuestros favoritos más ricos y galanos,
se exponga a la pública irrisión, abandonando
su tutela para caer en el pecho tiznado
de un ser como tú que asusta y repugna.
Que el mundo me juzgue si no es manifiesto
que lanzaste contra ella tus viles hechizos,
corrompiendo su tierna juventud
con pócimas y filtros que embotan los sentidos.
Haré que lo examinen: se puede probar,
es verosímil. Así que te detengo
por ser un corruptor, un oficiante
de artes clandestinas y proscritas.—
¡Prendedle! Si se resiste,
reducidle por la fuerza.
O TELO
¡Quietos todos, los de mi bando y el resto!
Si mi papel me exigiese pelear,
no habría necesitado apuntador.—
¿Dónde queréis que responda a vuestros cargos?
B RABANCIO
En la cárcel, hasta que seas llamado
cuando lo disponga la ley y la justicia.
O TELO
Y, si obedezco, ¿cómo voy
a complacer al Dux, que me manda
llamar por medio de estos mensajeros
para un asunto perentorio del Estado?
G UARDIA
Es cierto, Excelencia. El Dux
convocó al consejo, y me consta
que os mandó llamar.
B RABANCIO