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Situada en Venecia en el siglo XVI, Desdémona, profundamente enamorada de Otelo, decide escaparse con él a pesar de la desaprobación de Brabancio, su padre. El moro Otelo es un brillante general de la guardia veneciana que, tras elegir a Casio como su lugarteniente, enfurece y provoca a Yago, su alférez. Dejándose llevar por incontrolables celos y furia, Yago comienza a elaborar un plan para deshacerse de Casio y vengarse de Otelo, lo que lo consagra como el maestro más consumado del engaño en la historia de la literatura. Así es que se desarrollan una serie de eventos que pone al amor de Otelo y Desdémona al riesgo de los celos y la traición de los cuáles la tragedia es la última salida. -
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Seitenzahl: 118
Veröffentlichungsjahr: 2020
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William Shakespeare
Marcelino Menénez Pelayo
Saga
Otelo Translated byMarcelino Menénez Pelayo Original titleOthelloCopyright © 1603, 2019 William Shakespeare and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726457759
1. e-book edition, 2019
Format: EPUB 2.0
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SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
PERSONAJES
DUX DE VENECIA.
El senador BRABANCIO.
GRACIANO, su hermano.
LUIS, su pariente.
Varios Senadores.
OTELO, moro al servicio de la Republica.
CASIO, teniente suyo.
YAGO, su alférez.
RODRIGO, caballero veneciano.
MONTANO, gobernador de Chipre antes que Otelo.
Un criado de Otelo.
DESDÉMONA, hija de Brabancio y mujer de Otelo. EMILIA, mujer de Yago.
BLANCA, querida de Casio.
UN MARINERO, UN NUNCIO, UN PREGONERO, ALGUACILES, MÚSICOS, CRIADOS, etc.
RODRIGO Y YAGO
RODRIGO
No vuelvas a tocar esa cuestión, Yago; mucho me pesa que estés tan enterado de eso tú a quien confié mi bolsa, como si fuera tuya.
YAGO
¿Por qué no me oís? Si alguna vez me ha pasado tal pensamiento por la cabeza, castigadme como os plazca.
RODRIGO
¿No me dijiste que le aborrecías?
YAGO
Y podéis creerlo. Más de tres personajes de esta ciudad le pidieron con la gorra en la mano que me hiciese teniente suyo. Yo sé si valgo como soldado y si sabría cumplir con mi obligación. Pero él, orgulloso y testarudo se envuelve en mil retóricas hinchadas y bélicas metáforas, y acaba por decirles que no, fundado en que ya tiene su hombre. ¿Y quién es él? Un tal Miguel Casio, florentino, gran matemático, lindo y condenado, como una mujer hermosa. Nunca ha visto un campo de batalla, y entiende tanto de guerra como una vieja. No sabe más que la teoría, lo mismo que cualquier togado. Habilidad y práctica ninguna. A ese ha preferido, y yo que delante de Otelo derramé tantas veces mi sangre en Chipre, en Rodas y en otras mil tierras de cristianos y de gentiles, le he parecido inferior a ese necio saca cuentas. Él será el teniente del moro, y yo su alférez.
RODRIGO
¡Ira de Dios! Yo mejor sería su verdugo.
YAGO
Cosa inevitable. En la milicia se asciende por favor y no por antigüedad. Decidme ahora si hago bien o mal en aborrecer al moro.
Pues entonces, ¿por qué no dejas su servicio?
YAGO
Sosiégate: le sigo por mi interés. No todos podemos mandar, ni se encuentran siempre fieles criados. A muchos verás satisfechos con su condición servil, bestias de carga de sus amos, a quienes agradecen la pitanza, aunque en su vejez los arrojen a la calle. ¡Qué lástima de palos! Otros hay que con máscara de sumisión y obediencia atienden sólo a sutilidad, y viven y engordan a costa de sus amos, y llegan a ser personas de cuenta. Éstos aciertan, y de éstos soy yo. Porque habéis de saber, Rodrigo, que si yo fuera el moro, no sería Yago, pero siéndolo, tengo que servirle, para mejor servicio mío. Bien lo sabe Dios: si le sirvo no es por agradecimiento ni por cariño ni obligación, sino por ir derecho a mi propósito. Si alguna vez mis acciones dieran indicio de los ocultos pensamientos de mi alma, colgaría de la manga mi corazón para pasto de grajos. No soy lo que parezco.
RODRIGO
¡Qué fortuna tendría el de los labios gruesos, si consiguiera lo que desea!
YAGO
Vete detrás del padre; cuenta el caso por las plazas; amotina a todos los parientes, y aunque habite en delicioso clima, hiere tú sin cesar sus oídos con moscas que le puncen y atormenten; de tal modo que su misma felicidad llegue a él tan mezclada con el dolor, que pierda mucho de su eficacia.
RODRIGO
Hemos llegado a su casa. Le llamaré.
YAGO
Llámale a gritos y con expresiones de angustia y furor, como si de noche hubiese comenzado a arder la ciudad.
RODRIGO
¡Levantaos, señor Brabancio!
YAGO
¡Levantaos, Brabancio! ¡Que los ladrones se llevan vuestra riqueza y vuestra hija! ¡Al ladrón, al ladrón!
(Aparece Brabancio en la ventana)
BRABANCIO
¿Qué ruido es ese? ¿Qué pasa? ¿Teníais en casa toda la familia? YAGO
¿Estaban cerradas todas las puertas?
BRABANCIO
¿Por qué esas preguntas?
YAGO
Porque os han robado. Vestíos presto, por Dios vivo. Ahora mismo está solazándose con vuestra blanca cordera un macho negro y feo. Pedid ayuda a los ciudadanos, o si no, os vais a encontrar con nietos por arte del diablo. Salid.
BRABANCIO
¿Te has vuelto loco?
RODRIGO
¿No me conocéis, señor?
BRABANCIO
No te conozco. ¿Quién sois?
RODRIGO
Soy Rodrigo, señor.
BRABANCIO
Pues lo siento mucho. Ya te he dicho que no pasees la calle a mi hija, porque no ha de ser esposa tuya, y ahora sales de la taberna medio borracho, a interrumpir mi sueño con gritos e impertinencias.
RODRIGO
¡Señor, señor!
BRABANCIO
Pero has de saber que mi condición y mi nobleza me dan fáciles medios de vengarme de ti.
RODRIGO
Calma, señor.
BRABANCIO
¿Qué decías de robos? ¿Estamos en despoblado o en Venecia? RODRIGO
Vos, señor Brabancio, sois de aquellos que no obedecerían al diablo aunque él les mandase amar a Dios. ¿Así nos agradecéis el favor que os hacemos? ¿O será mejor que del cruce de vuestra hija con ese cruel berberisco salgan potros que os arrullen con sus relinchos?
BRABANCIO
¿Quién eres tú que tales insolencias ensartas? Eres un truhán. YAGO
Y vos... un consejero.
BRABANCIO
Caro te ha de costar, Rodrigo.
RODRIGO
Como queráis. Sólo os preguntaré si consentisteis que vuestra hija, a hora desusada de la noche, y sin más compañía que la de un miserable gondolero, fuera a entregarse a ese moro soez. Si fue con noticia y consentimiento vuestro, confieso que os hemos ofendido, pero si fue sin saberlo vos, ahora nos reñís injustamente. ¿Cómo había de faltaros al respeto yo, que al fin soy noble y caballero? Insisto en que vuestra hija os ha hecho muy torpe engaño, a no ser la hayáis dado licencia para juntar su hermosura, su linaje y sus tesoros con los de ese infame aventurero, cuyo origen se ignora. Vedlo: averiguadlo, y si por casualidad la encontráis en su cuarto o en otra parte de la casa, podéis castigarme como calumniador, conforme lo mandan las leyes.
BRABANCIO
¡Dadme una luz! Despierten mis criados. Sueño parece lo que me pasa. El recelo basta para matarme. ¡Luz, luz!
(Brabancio se quita de la ventana)
YAGO
Me voy. No me conviene ser testigo contra el moro. A pesar de este escándalo, no puede la República destituirle sin grave peligro de que la isla de Chipre se pierda. Nadie más que él puede salvarla, ni a peso de oro se encontraría otro hombre igual. Por eso, aunque le odio más que al mismo Lucifer, debo fingirme sumiso y cariñoso con él y aparentar lo que no siento. Los que vayan en persecución suya, le alcanzarán de seguro en el Sagitario. Yo estaré con él. Adiós.
(Se va)
(Salen Brabancio y sus servidores con antorchas)
BRABANCIO
Cierta es mi desgracia. Ha huido mi hija. Lo que me resta de vida será una cadena de desdichas. Respóndeme, Rodrigo. ¿Dónde viste a mi niña? ¿La viste con el moro? Respóndeme. ¡Ay de mí! ¿La conociste bien? ¿Quién es el burlador? ¿Te habló algo? ¡Luces, luces! ¡Levántense todos mis parientes y familiares! ¿Estarán ya casados? ¿Qué piensas tú?
RODRIGO
¿Y cómo habrá podido escaparse? ¡Qué traición más negra! ¿Qué padre podrá desde hoy en adelante tener confianza en sus hijas, aunque parezcan honestas? Sóbranle al demonio encantos y brujerías con que triunfar de su recato. Rodrigo, ¿no has visto en libros algo de esto?
RODRIGO
Algo he leído.
BRABANCIO
Despertad a mi hermano. ¡Ojalá que la hubiera yo casado con vos!
Corred en persecución suya, unos por un lado, otros por otro. ¿Dónde podríamos encontrarla a ella y al moro?
RODRIGO
Yo los encontraré fácilmente, si me dais gente de bríos que me acompañe.
BRABANCIO
Id delante. Llamaremos a todas las puertas, y si alguien se resiste, autoridad tengo para hacer abrir. Armas, y llamad a la ronda. Sígueme, Rodrigo: yo premiaré tu buen celo.
(Se van)
OTELO, YAGO Y CRIADOS CON TEAS ENCENDIDAS
YAGO
En la guerra he matado sin escrúpulo a muchos, pero tengo por pecado grave el matar a nadie de caso pensado. Soy demasiado bueno, más de lo que convendría a mis intereses. Ocho o diez veces anduve a punto de traspasarle de una estocada.
OTELO
Prefiero que no lo hayas hecho.
YAGO
Pues yo lo siento, porque anduvo tan provocativo y tales insolencias dijo contra ti, que yo que soy tan poco sufrido, apenas pude irme a la mano. Pero dime, ¿os habéis casado ya? El senador Brabancio es hombre de mucha autoridad y tiene más partido que el mismo Dux. Pedirá el divorcio, invocará las leyes, y si no consigue su propósito, os inquietará de mil modos.
OTELO
Por mucho que él imagine, más han de poder los servicios que tengo hechos al Senado. Todavía no he dicho a nadie, pero lo diré ahora que la alabanza puede honrarme, que desciendo de reyes, y que merezco la dicha que he alcanzado.
A fe mía, Yago, que si no fuera por mi amor a Desdémona, no me hubiera yo sometido, siendo de tan soberbia condición, al servicio de la República, aunque me dieran todo el oro de la otra parte de los mares. Pero ¿qué antorchas veo allí?
YAGO
Son el padre y los parientes de Desdémona, que vienen furiosos contra ti. Retírate.
OTELO
No, aquí me encontrarán, para que mi valor, mi nobleza y mi alma den testimonio de quién soy. ¿Llegan?
YAGO
Me parece que no, por vida mía.
(Salen Casio y soldados con antorchas) Otelo
Es mi teniente con algunos criados del Dux. Buenas noches, amigos míos. ¿Qué novedades traéis?
CASIO
General, el Dux me envía a que os salude, y desea veros en seguida.
OTELO
Pues ¿qué sucede?
CASIO
Deben de ser noticias de Chipre. Es urgente el peligro. Esta noche han llegado uno tras otro, doce mensajeros de las galeras, y el Dux y muchos consejeros están secretamente reunidos, a pesar de ser tan avanzada la hora. Os llaman con mucha prisa; no os han encontrado en vuestra posada, y a mí me han enviado más de una vez en busca vuestra.
OTELO
Y gracias a Dios que me encontrasteis. Voy a dar un recado en mi casa, y vuelvo inmediatamente.
(Se va)
CASIO
¿Cómo aquí, alférez Yago?
YAGO
Calculo que esta noche he alcanzado buena presa. CASIO
No lo entiendo.
YAGO
El moro se ha casado.
CASIO
¿Y con quién?
(Sale Otelo)
YAGO
Con... ¿En marcha, capitán?
OTELO
Andando.
CASIO
Mucha gente viene buscándoos.
YAGO
Son los de Brabancio. Cuidado, general, que no traen buenas intenciones.
(Salen Brabancio, Rodrigo y alguaciles con armas y teas encendidas)
OTELO
Deteneos.
RODRIGO
Aquí está Otelo, señor.
BRABANCIO
¡Ladrón de mi honra! ¡Matadle! (Trábase la pelea)
YAGO
Ea, caballero Rodrigo: aquí, a pie firme, os espero.
OTELO
Envainad esos aceros vírgenes, porque el rocío de la noche podría violarlos. Venerable anciano, vuestros años me vencen más que vuestra espada.
BRABANCIO
¡Infame ladrón! ¿Dónde tienes a mi hija? ¿Con qué hechizos le has perturbado el juicio? Porque si no la hubieras hechizado con artes diabólicas, ¿cómo sería posible que una niña tan hermosa y tan querida y tan sosegada, que ha despreciado los más ventajosos casamientos de la ciudad, hubiera abandonado la casa de su padre, atropellando mis canas y su honra, y siendo ludibrio universal, para ir a entregarse a un asqueroso monstruo como tú, afrenta del linaje humano, y cuya vista no produce deleite sino horror? ¡Que digan cuantos tengan recto juicio si aquí no han intervenido malas artes y engaño del demonio, por virtud de brebajes o de drogas que trastornan el seso, y encadenan el libre
OTELO
Deteneos, amigos y adversarios. Yo sé cuál es mi obligación cuando se trata de pelear. Ahora debo responder en juicio. Dime en dónde.
BRABANCIO
Por de pronto irás a un calabozo, hasta que la ley te llame a comparecer ante el tribunal. Otelo ¿Y crees que el Dux te lo agradecerá? Mira: todos estos han venido de su parte, llamándome a comparecer ante él para un gran negocio de Estado.
BRABANCIO
¿Llamarte el Dux a consejo? ¿Y a media noche? ¿Para qué? Prendedle: que el Dux y el Consejo han de sentir esta afrenta mía como propia suya. Porque si tales crímenes hubieran de quedar impunes, valdría más que rigieran la República viles siervos o paganos.
EL DUX Y LOS SENADORES SENTADOS A UNA MESA Dux Estas noticias entre sí no tienen relación.
SENADOR 1.º
En verdad que no concuerdan, porque según las cartas que yo he recibido, las galeras son 107.
DUX
Pues aquí dice que 137.
SENADOR 2.º
Y esta que yo tengo asegura que llegan a 200. Pero aunque en el número no convengan (y en tales ocasiones bien fácil es equivocarse), lo cierto y averiguado es que una armada turca navega hacia Chipre.
DUX
Esto es lo principal y lo indudable, y esta es bastante causa para nuestros temores.
UN MARINERO
(Dentro). ¡Ah del Senado!
OFICIAL 1.º
(Sale el marinero)
DUX
¿Qué sucede?
MARINERO
El capitán me envía a deciros que los turcos navegan hacia Rodas. DUX
¿Qué pensáis de esta novedad?
SENADOR 1.º
No la creo: es algún ardid para engañarnos. No sólo Chipre es para el turco conquista más importante que la de Rodas, sino más fácil, por estar enteramente desguarnecida, y ser menos fuerte por naturaleza. Y no hemos de creer tan necio al turco, que deje lo cierto por lo dudoso, empeñándose en una empresa estéril y de dudoso resultado.
Dux
Para mí es seguro que no piensa en atacar a Rodas.
OFICIAL
Ahora llegan otras noticias. (Entra el marinero 2º) MARINERO