Paint - Lee Hee-Young - E-Book

Paint E-Book

Lee Hee-Young

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Beschreibung

Los padres tienen cientos de expectativas para sus hijos, pero ¿alguna vez les hemos preguntado a ellos cómo serían sus padres ideales? En un futuro cercano, el índice de natalidad es cada vez más bajo. Para incentivar los nuevos nacimientos, el estado crea un centro de crianza para niños cuyos padres no quieren asumir su paternidad. Allí los educan y crecen. Cuando cumplen trece años los chicos pueden elegir a sus nuevos padres después de entrevistar a los candidatos. El protagonista, Janu 301, es un chico maduro y reflexivo de dieciséis años criado en el Centro NC establecido por el estado. Como todos los chicos del centro, tiene derecho a entrevistar y elegir entre los futuros padres que visitan la institución con el fin de adoptar. Desde que cumplió doce años, Janu 301 ha estado entrevistándose con padres candidatos año tras año. Sin embargo, siente que todos están interesados únicamente en recibir los beneficios sociales del gobierno a través de la adopción, pero que carecen de un anhelo sincero por tener hijos. A Janu 301 no le queda mucho tiempo para decidir , si no lo hiciera tendrá que abandonar el centro como huérfano y ser un paria social. ¿Podrá encontrar a sus padres? «Transmite la sensación de una guerra psicológica cargada de tensión» «Me hizo pensar en cómo ser buen padre y las relaciones que establecemos según las diferentes edades» Novela ganadora del 12º Premio Changbi, el galardón más importante de la literatura juvenil en Corea, con la aprobación unánime del jurado y las entusiastas alabanzas de los 134 jueces adolescentes.

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1. SOY JANU 301

Los dos tenían un aspecto un poco distinto a cuando los vi en el holograma. La mujer tenía la piel oscura y el hombre unas patas de gallo muy marcadas. Ella exhibía una sonrisa radiante y él, una benevolente. Cuando Guardi me puso una mano en el hombro a modo de señal, hice una reverencia profunda inclinando mi cabeza hacia ellos.

—Hola.

—¡Oh! Eres justo como en el holograma. Quiero decir, mucho más guapo, este…

Di un pequeño paso hacia atrás cuando la mujer se acercó.

Guardi tocó suavemente mi hombro para indicarme que no pasaba nada. La mujer frunció el ceño como si estuviera tratando de recordar algo, seguramente mi nombre.

—Soy Janu 301.

¿Quizá debería haber omitido el 301? Aunque, de todas formas, “Janu 301” era más exacto que simplemente Janu.

Hay un montón de Janu por todo el país, pero 301 era un número asignado sólo a mí.

—Eso significa que en enero cumplirás… —empezó a decir la mujer, pero se calló cuando el hombre le dio un codazo en el costado.

Se me escapó una risa involuntaria. Guardi se aclaró la garganta, era una señal para recordarme que debía ser educado. El error lo habían cometido ellos, así que no sabía por qué siempre me llamaba la atención para que mantuviese las formas. Apreté los labios y le lancé a Guardi una mirada de reojo.

—Sentémonos y hablemos —dijo Guardi guiándonos a una mesa que estaba en el centro de la habitación. La pareja tomó asiento y nosotros lo hicimos frente a ellos.

—¿Les gustaría un té?

Ante la pregunta de Guardi, la mujer me miró a la cara.

—¿Qué se te antoja? ¿Qué te gustaría tomar, Janu?

—Café —respondí a Guardi, sin verla.

La sonrisa desapareció del rostro de la mujer; seguramente pensó que la estaba ignorando. El hombre exageró la suya en un intento por cambiar el ambiente enrarecido. Se mirase por donde se mirase, parecía estar poniendo todo su empeño en que las cosas fueran bien.

—Entonces, nosotros también café.

Guardi asintió y presionó un botón que había en la mesa.

—Café.

Su voz baja y tranquila llenó la sala de entrevistas y poco después apareció un robot ayudante con cuatro tazas de café en una bandeja.

—¡Oh! Es la primera vez que veo un ayudante así de grande.

—Aquí hay tantos niños que los robots estándar de tamaño familiar no son suficientes. Éste es un robot especialmente diseñado por el gobierno para que lo utilicemos en nuestro centro NC.

La pareja asintió ante la explicación de Guardi. Me acordé de los robots ayudantes para familias que había visto una vez en una pantalla publicitaria. Eran mini robots con mucha personalidad que incluían la opción de modificar su color y diseño. Hace tiempo se fabricaban robots ayudantes con apariencia humana, pero eran tan parecidos a las personas que producían rechazo en los consumidores. Quizá porque se sentían amenazados por esos seres que se parecían demasiado a ellos, pero que eran otra cosa. A partir de aquello, las empresas fueron simplificando el diseño poco a poco. Ahora los robots se construían para parecer hasta un sesenta por ciento humanos. Gracias a eso, salta a la vista que sólo son robots.

La mujer dejó su taza de café sobre la mesa. El sonido retumbó en la estrecha sala de entrevistas. La mujer miró directamente a Guardi, que estaba sentado justo en frente:

—Ha sido nuestro sueño durante mucho tiempo. Pensamos en llamar a esta puerta muchas veces, pero nos faltaba el coraje. Como bien sabrá, no es fácil convertirse en buenos padres. Todavía tengo mis dudas de si podría ser una buena madre, pero después de tanto tiempo dándole vueltas pensé que tenía que dar lo mejor de mí e intentarlo, quiero ser una madre cariñosa para un chico necesitado.

Si no hubiese echado un vistazo por encima de mi taza de café, no me habría percatado del codazo que le dio de nuevo el hombre en el costado. Él soltó una risotada y dijo:

—Cuando éramos jóvenes, no nos dábamos cuenta, pero a medida que pasan los años la casa se siente desolada sólo con nosotros dos. Y también empecé a pensar que sería genial tener un hijo con el que ir de viaje o a pescar como hacen otros padres.

El hombre me miró a la cara como quien examina un producto de forma meticulosa.

—Se me encogió el corazón en el momento en que te vi en el holograma. Pensé: ¡Oh, dios mío! ¡Él es el indicado! No podía creer que un chico tan alto y guapo no hubiera podido encontrar una familia. Sólo de pensarlo, me daba un dolor en el pecho…

La mujer empezó a enjugarse las lágrimas con las yemas de los dedos. Yo apreté los dientes tratando de contener un bostezo que amenazaba con salir en cualquier momento. Guardi me lanzó una mirada gélida como un soplo de aire en mitad de una noche invernal.

—¿Quieres que salgamos un momento a dar un paseo? Hace buen tiempo, así que podríamos cono…

—Lo siento —la interrumpió Guardi en tono cortante—, la visita de hoy está limitada a una breve presentación.

En momentos como ése, me siento agradecido de los principios anticuados de Guardi. La mujer se esforzó por sonreír, pero la decepción en su rostro resultaba obvia. Guardi se levantó y la pareja hizo lo propio como si no les quedara otro remedio. Saludé a la pareja de preadoptivos que había ido hasta el centro NC lo más educadamente que pude, con una inclinación de cabeza.

—Muchas gracias por su visita.

—¿Podría darle un abrazo?

—El contacto físico no está permitido en las visitas —replicó Guardi, demostrando una vez más su personalidad y principios.

—Creo que te echaré de menos en cuanto salgamos de aquí. Volveremos a visitarte pronto, ¿de acuerdo?

En lugar de responder, sonreí levemente. No tenía ninguna intención de volver a verlos. En cuanto se marcharon, el robot ayudante llegó y se llevó las tazas de café. Si fuera posible, me encantaría que también se llevara aquella maldita sala de entrevistas.

—Nos vemos más tarde, Park —dije, mientras caminaba hacia la puerta.

—Janu 301, ¿cuántos cumpliste este año?

Los que nos protegían eran los guardianes, pero para acortar los apodábamos “guardi”. A veces, ellos nos llamaban utilizando nuestro nombre completo con el número y nosotros los llamábamos por su apellido, algo de lo que nosotros carecíamos. Sin embargo, cuando tenía entrevistas con padres adoptivos solía llamarlos “guardi” en lugar de usar sus apellidos; lo hacía porque en ese contexto sentía una extraña distancia con ellos y también porque era una situación más formal. Con Park, el guardi que me acompañaba ese día, me sentía especialmente así. No me preguntaba porque no lo supiera, pero aun así debía responder porque era una de las reglas del centro.

—Diecisiete —dije, girándome lentamente hacia él.

—Entonces, en el centro sólo te quedan…

—Dos años —terminé su frase—, un año y cuatro meses para ser exactos.

Guardi se llevó las manos a la cara como si estuviera muy cansado.

—Sabes lo que eso significa, ¿cierto?

—Quiere decir que tendré el distintivo del centro NC en mi carnet de identidad el resto de mi vida.

—Lo dices como si no te importara.

No era que no me importara. Sabía que no sería fácil vivir el resto de mi vida cargando con el estigma del NC. Había escuchado un montón de historias de chicos que al ser adultos los habían discriminado después de abandonar el centro. Debido a ello, muchos NC estaban deses­perados por encontrar padres adoptivos durante las entrevistas y marcharse del centro. Por supuesto, algunos tenían suerte y vivían felices con unos buenos padres adoptivos, pero la mayoría vivía una mentira tomando lo que necesitaba del otro de forma egoísta.

Miré directamente al pálido rostro de Guardi:

—¿Tienen muchas deudas?

Guardi me miró inexpresivo y dejó escapar un suspiro.

—¿Te lo contó Choi?

Era sólo una corazonada, pero parecía que tenía razón. Después de tantas entrevistas me bastaba con sólo mirar a la gente a la cara para saber si estaba desempleada, endeudada o simplemente un día se había despertado una mañana con una crisis existencial por sentirse mayor y sin hijos.

—No —contesté—, ella no me dijo nada.

Guardi me miró con expresión de preocupación. Incluso si Choi no me hubiera dicho nada, lo habría sabido desde el momento en que los vi. Aunque no lo dijeran, en sus caras se leía claramente que estaban desesperados por cobrar los subsidios del gobierno.

Guardi se acercó y me apretó el hombro con la mano.

—Hey, Janu.

No respondí, no me pareció necesario añadir nada.

—Vivir el resto de tu vida como NC será mucho más difícil de lo que piensas.

—Pero vivir con unos padres falsos sería todavía peor.

Las pestañas largas y tupidas de Guardi temblaron ligeramente.

—Nos vemos luego —dije otra vez caminando hacia la puerta.

Mientras salía de la sala de entrevistas, escuché su voz a mis espaldas:

—Hiciste un buen trabajo hoy.

Al salir del edificio central, me encontré en las amplias instalaciones deportivas. Más allá podía ver el edificio de la escuela, el dormitorio y el auditorio con su tejado en forma de cúpula. En todas las direcciones a nuestro alrededor se alzaba un denso bosque verde, pero nadie creía que fuera de verdad. No era más que un holograma, un muro verde muy alto. Alcé la vista y miré al cielo azul preguntándome si sería real.

Los centros NC estaban repartidos por toda Corea. Se clasificaban en tres grandes grupos: los primeros se ocupaban de los recién nacidos y preescolares; los segundos, de los niños de primaria hasta los doce años, y luego estaban los “last”, cuyos residentes tenían entre trece y dieciocho años y sostenían entrevistas con los posibles candidatos a padres adoptivos. Por supuesto, antes de llegar adonde yo estaba, ya también había pasado por esos dos primeros grupos. Como su nombre indicaba, los “last” eran el último hogar por el que pasábamos los niños NC.

Crucé la pista de carreras con pasos pesados en dirección al dormitorio. Pasados unos metros, la pantalla del multirreloj que llevaba en la muñeca se iluminó. En cuanto la toqué, apareció un holograma delante de mí. Era un mensaje del guardi Park. Apagué el holograma de manera que pudiera escuchar sólo su voz.

—¿Por qué no estás utilizando tu cinta transportadora? —me preguntó Park.

—¿Crees que me va a atrapar un dron-insecto? —respondí.

A veces se colaban drones en los terrenos del centro NC disfrazados de insectos como mariposas, catarinas, abejas o libélulas. Era porque la gente allá fuera sentía curiosidad sobre nuestra vida en los centros. Algunos alzaban sus voces con preocupación y afirmaban que hacíamos cambios de identidad ilegales. Otros ignorantes parecían pensar que los centros NC eran prisiones en las que se mantenía encerrados a criminales. Por supuesto, si tenemos en cuenta que no podíamos marcharnos de los centros hasta crecer, podría decirse que de alguna manera sí eran un tipo de prisión.

La mayoría de los NC utilizábamos la cinta transportadora para trasladarnos entre los edificios. Era más rápido y cómodo que desplazarse a pie, pero a veces simplemente me apetecía caminar. Como ahora. Después de terminar una entrevista solía cruzar las pistas a solas, perdido en mis pensamientos.

—Janu 301 —me llamó Park.

—¿Sí?

—¿Cuántos puntos le diste a la pareja de hoy?

—Quince.

Aunque ahora que lo pensaba, sus lágrimas habían sido muy realistas.

—Una puntuación más generosa de lo que pensaba —dijo Park y pude escucharlo reír a través de los altavoces del multirreloj. Encendí de nuevo la función video del holograma y pude ver su silueta apoyada en una pared. Miré sus ojos marrones con una expresión severa en el rostro.

—¿Si lo sabías todo por qué me obligaste a hacer paint cuando te dije que no quería?

Se encogió de hombros ligeramente, a modo de disculpa.

—Yo tampoco tenía opción —replicó.

Al ver a Park señalar al cielo supe a qué se refería de inmediato. Por más que fuese el director de este centro, seguía siendo un funcionario que también recibía órdenes de sus superiores. Cerré el holograma y la llamada terminó con un pitido. Sabía que Park tenía buenas intenciones. Como director del centro se preocupaba y quería más que nadie a todos los chicos de este lugar. Era estricto y seco, pero nadie trabajaba tanto por nosotros como él. Por supuesto, el resto de los guardianes también estaba volcado a su trabajo. Se esforzaban por buscarnos los mejores padres y borrar la etiqueta NC de nuestras vidas. Y todos deseaban que no fuéramos discriminados en la sociedad y que no tuviéramos que soportar los prejuicios y las miradas frías del resto. Yo estaba muy agradecido con ellos, pero al mismo tiempo resultaba un poco frustrante. Dejé escapar un suspiro. Al llegar al dormitorio, el sensor de la puerta escaneó mi cara y mis pupilas. Acto seguido, se encendió el botón de reconocimiento de voz.

—Janu 301.

La puerta se abrió con un bip.

—Seguridad.

Al entrar, activé por costumbre la función de seguridad sin darme cuenta. La puerta se cerró y su parte central, que estaba hecha de una aleación especial de metales, se transformó en una sustancia transparente como el cristal. Desde fuera no se podía ver el interior, pero durante un breve momento se podía ver hacia fuera. Era una función que se había desarrollado con una tecnología asociada a nuevos materiales. Ese tipo de puertas no sólo se usaba en los centros NC, sino también en las residencias familiares. Eché un vistazo a través de la puerta, el escenario del otro lado era el mismo de siempre. La puerta transparente regresó lentamente a su estado original.

Caminé por el largo pasillo hasta mi habitación. En cuanto entré, Oki volvió el rostro hacia mí y se acercó corriendo.

—¿Ya regresaste del paint?

Me tumbé en la cama esquivando al emocionado Oki.

—Bajar persianas y encender luces de noche.

A mis palabras, las persianas se cerraron y se encendieron las luces tenues. Oki resopló con desaprobación.

—No es justo, ¿por qué sólo está registrada tu voz? Siempre tengo que utilizar el control remoto. Además, todavía no me voy a dormir.

—Ya sabes que los sistemas de las habitaciones sólo reconocen la voz del mayor. Si todavía no quieres dormir, sal a jugar.

—No seas así, cuéntame. ¿Cómo eran? ¿No te cayeron bien?

Miré a Oki con ojos vidriosos. Había llegado al centro en octubre. Por eso lo llamábamos así. Todos nuestros nombres venían de los doce meses en inglés. Los niños que llegaban en enero eran Janu y las niñas Jeny. Del mismo modo, los que llegaban en junio se llamaban Jun y Juni, y los de julio Juno y Julia. Los que venían en octubre eran Oki o Ally, y los de noviembre Noa o Lisa…

Lo importante era el número que acompañaba al nombre. Había un montón de Janu como yo por todo el país, pero yo era el único 301. Oki era el 505. Sólo llevaba seis meses en este centro.

—Veeeenga, cuéntamelo, ¿cómo estuvo?, ¿crees que yo también podré hacer paint pronto?

Volví a mirarlo con ojos ausentes.

—¿Quieres encontrar unos padres?

Oki asintió como si fuera lo más natural del mundo.

—¿No sería lo mejor? Haría mucho más fácil salir a la sociedad.

Oki tenía razón. Había muchas ventajas en elegir a unos padres adoptivos y formar una familia. Por supuesto, ellos también obtenían varios beneficios.

—Voy a jugar con Jun. Vamos a hacer windboard en el gimnasio.

—¿Jun 406?

—No, Jun 203. ¿por qué hay tantos Jun? Me han dicho que en el centro G para chicas también hay muchas Juni.

Estuve a punto de preguntarle por qué creía que era, pero me detuve.

—Ten cuidado —dije—. No vayas a perder el equilibrio y caerte como la otra vez. Usa las protecciones.

—¿Sabes cómo te llaman otros niños cuando te ven?

—¿Cómo? —pregunté mirándolo de reojo.

—Medio-guardián. Cada vez hablas más como ellos —dijo Oki frunciendo el ceño.

Salió de la habitación con pasitos rápidos y cortos. ¿Medio-guardián?, pensé mientras miraba al techo. Con los ojos cerrados, me acordé del tipo que se rio a carcajadas en mitad de una entrevista. Tenía algún problema, pero no pude adivinar de qué se trataba. Pensé que quizá no había una respuesta correcta, después de todo.

En los últimos tiempos, cada vez más gente evitaba tener hijos. El gobierno había intentado impulsar diferentes políticas de apoyo para fomentar la natalidad, pero no habían servido de nada. A medida que el tiempo fue pasando, la situación se complicó. Así que, finalmente, el gobierno encontró una nueva forma.

“A partir de ahora el gobierno se responsabilizará de la crianza de los niños”.

Y no se referían a dar pensiones para la manutención. Significaba, literalmente, que el gobierno se encargaría de cuidar y criar a los niños. Los que sus padres no querían, claro. Así fue como se establecieron los centros NC y a nosotros nos llamaban niños de la nación (national children) o simplemente NC, para abreviar.

El multirreloj de mi muñeca sonó.

—Janu 301. Diríjase a la sala de orientación.

Me incorporé. El sol se estaba poniendo y las risas de los NC retumbaban en el pasillo. Un robot ayudante pasó barriendo el suelo. Me sentí un poco mareado mientras bajaba por el pasillo.

Cuando abrí la puerta de la sala de orientación, me encontré a Choi sentada al otro lado del escritorio. Era la única guardiana del centro B en el que sólo vivíamos chicos.

—Hoy en la entrevista bebiste café, ¿cierto? Por eso te preparé un chocolate.

No era difícil para ella enterarse de qué había bebido en la entrevista porque podía echarle un vistazo a la grabación completa del encuentro accediendo a la memoria de su robot ayudante.

—¿Qué tal estuvo?

—¿No te contó Park?

Choi esbozó una débil sonrisa.

—Me dijo que te lo preguntara a ti directamente. Ya sabes que es muy discreto.

Y tenía razones para serlo. Era una característica esencial para los guardianes, porque revelar información personal sobre un NC estaba estrictamente prohibido. De hecho, era la primera regla fundamental que todos debían seguir en los centros.

—Quince puntos sobre cien.

Al oír la risita de Choi, supe que a ella tampoco le había gustado esa pareja.

—Es una puntuación generosa para ser tú.

Comprobar que ambos me conocían tan bien me hizo sentir que llevaba mucho tiempo en el centro.

—Era claro que ocultaban algo. ¿Estaban endeudados?

Choi borró la sonrisa de su rostro ante mis palabras apáticas. Me quedé callado y le di un trago al chocolate caliente. Su sabor me recordó a las sonrisas de los padres preadoptivos, tibio y excesivamente dulce.

—Janu, no todos los que visitan los centros lo hacen para conseguir prestaciones del gobierno.

—Justo igual que no todos los NC necesitan padres, ¿cierto?

—Eres un chico listo y con talento. Podrías ir a la universidad.

—¿Y estás diciendo que para eso necesito padres? Ya tengo diecisiete años, ¿esperas que a esta edad me vaya a vivir con unos extraños que acabo de conocer y los llame mamá y papá?

Choi alzó lentamente su taza de café y la dejó de nuevo en la mesa con un ruido sordo. Un silencio frío envolvió la estancia. Choi, que se había quedado mirando la taza, finalmente habló:

—¿Tan malo sería?

La miré a los ojos.

—¿Tan malo es conocer a los padres a los diecisiete?

—Choi…

—¿Acaso uno sólo puede conocer a sus padres al nacer? Todos los NC pueden elegir a sus padres a partir de los trece años. ¿Sabes qué significa eso?

—Que nos abandonaron.

Mientras me encogía de hombros Choi me lanzó una mirada fría.

—Significa que a diferencia de la gente de fuera, ustedes pueden elegir quiénes serán sus padres.

Nunca lo había pensado de esa forma.

—Pueden entrevistar a los que serán sus padres. Por supuesto, entiendo que no te gustaría elegir a unos de quince puntos.

Lo que decía era cierto. Podíamos entrevistar a candidatos a padres. Si causaban una buena impresión o me parecía que podrían ser adecuados, se hacían otras dos entrevistas. Por supuesto, también podíamos vernos más veces o intercambiar grabaciones en holograma si queríamos. Después de eso, vivíamos con ellos durante un mes en un alojamiento situado en el centro. Y si todo iba bien durante ese mes, finalmente nos marchábamos y nos mudábamos a la casa de los padres adoptivos. Hasta que cumplíamos los veinte, los guardias nos visitaban periódicamente para ver cómo nos estaba yendo en la vida. Observaban el grado de satisfacción y evaluaban el estado físico y psicológico de la persona adoptada. Debido a ello, nuestros padres adoptivos necesitaban observar y estudiar constantemente qué les gustaba y qué no a sus nuevos hijos y si estaban sufriendo alguna dificultad. Sólo de esa forma podían responder adecuadamente a los guardianes cuando llegaban en una de sus visitas.

—Sin embargo…

Choi se pasó la mano por el cabello. Al otro lado de la ventana había oscurecido y las luces de la sala de orientación se encendieron automáticamente. Se activó un sensor en la pared y el sistema de ventilación ajustó la temperatura y la humedad de la sala.

—También hay algunos a los que no les queda otro remedio que vivir con padres de quince puntos.

Choi nos conocía mejor que nadie. Con un solo toque podía leer en su dispositivo toda la información registrada sobre cada uno: fecha de ingreso en el centro, índice de masa corporal, personalidad, tendencias, etcétera.

Por otro lado, nosotros apenas sabíamos nada de los guardianes. Ni siquiera conocíamos sus nombres de pila. Sólo existían los apellidos, y tampoco estaba seguro de que fuesen reales. Eran sólo los “guardianes” que nos protegían, observaban y emparejaban con nuestros padres. No sabía cómo vivía Choi ni por qué había decidido convertirse en guardiana. Sentía que era injusto, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto.

El timbre de la cena sonó a lo largo del centro. La mirada fría de Choi desapareció y dio paso a una sonrisa amable de nuevo.

—A mí tampoco me gustó esa pareja. Se veía por dónde iban. ¿Sabes por qué Park te recomendó a la pareja y te hizo entrevistarte a pesar de que le dijiste que no querías?

Choi seguía sonriendo, pero yo no estaba de humor para sonrisas.

—¿Porque soy de los pocos de mi edad en el centro?

La mayoría lograba encontrar unos padres adoptivos y marcharse del centro NC antes de cumplir los diecisiete. Y el centro necesitaba que así fuera para mejorar sus estadísticas de rendimiento. Choi rio y agarró su taza.

—Para proteger a los más inocentes.

Al verme parpadear como pidiendo explicación, Choi añadió rápidamente:

—¿Qué pasaría si permitiéramos que un niño inocente se entrevistara con ellos? Lo habrían engañado y habrían pasado a la siguiente ronda. No hay muchos con la habilidad para leer a las parejas de un vistazo como lo hiciste tú. Ahora que los rechazaste, no podrán visitar el centro por un tiempo. Estoy un poco preocupada porque parecen de los que hablan demasiado, pero firmaron el formulario de confidencialidad. Siempre hay tanta presión con el rendimiento, pero no quiero arriesgar la seguridad de un niño para mejorar los números.

Choi dijo lo último mordiéndose el labio inferior, como si se arrepintiera de haber mencionado lo de los números. Sólo en ese momento entendí por qué Park me había dicho lo de “buen trabajo” antes. Era cierto, si un niño como Oki se hubiera entrevistado con la pareja seguramente habría aceptado pasar a lo siguiente con facilidad. Era de esperarse de alguien tan veterano como Park. Después de todo, no cualquiera podía llegar a ser director de un centro.

—Vamos a comer.

—No tengo hambre —respondí levantándome, al igual que Choi.

—No has estado comiendo bien últimamente.

—Pero en los análisis del mes pasado estuve en el diez por ciento superior.

Había un montón de niños viviendo en el centro. Si uno de ellos se resfriaba, el virus se extendía con rapidez. Ésa era la razón por la que teníamos revisiones médicas cada mes. Analizaban de forma meticulosa nuestra estatura, peso, vista, oído, sangre y grasa corporal. Se prescribía de inmediato un régimen estricto y deporte a los niños que tuvieran una masa corporal por debajo o por encima de la media saludable. Al contrario de lo que se pensaba afuera, en los centros comíamos y dormíamos muy bien. Por algo éramos los preciosos “niños de la nación”.

Salí de la sala de orientación y volví a mi habitación. Encendí el multirreloj y un holograma apareció flotando en el aire.

—Pantalla.

Al pronunciar la palabra, una imagen se proyectó en la pared blanca. Se reprodujo una película clásica en blanco y negro. Hace mucho tiempo, cada casa necesitaba un televisor. Pensé en lo incómodo que debía haber sido eso. Ahora bastaba con un multirreloj como el mío para proyectar.

—Cambia de canal cada cinco segundos.

En cuanto lo dije, el canal empezó a cambiar en intervalos de cinco segundos, pero la mayoría eran programas insulsos y aburridos, así que pronto apagué la pantalla. Cuando desapareció, volví a tener la pared blanca frente a mis ojos. Me dejé caer en la cama.