Papá Goriot - Honoré de Balzac - E-Book

Papá Goriot E-Book

Honore de Balzac

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Beschreibung

Papá Goriot es una novela del escritor francés Honoré de Balzac escrita en 1834 para la Revue de Paris y publicada en 1835 en forma de libro.Considerada una de las obras más importantes del autor, forma parte de las Escenas de la vida privada de la Comedia humana. En ella se analiza la naturaleza de la familia, el matrimonio, la estratificación y la corrupción en la sociedad parisina durante la Restauración francesa a partir del drama vivido por personajes como papá Goriot, el hombre que vive en la miseria y rechazado por sus hijas luego de haber sacrificado todo por ellas.

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Veröffentlichungsjahr: 2016

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Papá Goriot es quizá la mejor novela, la más importante de Balzac; hay quien prefiere Eugenia Grandet. Taine cree que son las dos mejores, pero, sea una sea la otra, no cabe duda que son las destacadas en la producción del gran escritor.

En Papá Goriot, Balzac ha escrito el drama de la paternidad, como lo hizo Shakespeare en El rey Lear, y a menudo se han establecido comparaciones entre las dos obras; no hay, a la verdad, diferencias entre el drama de un comerciante, de un especulador de la revolución y un rey: el especulador, y el rey, debajo del manto y la corona, debajo del ropaje de un burgués, del mercader arruinado, son padres. Ésta es la lección de Balzac. Lo que se necesitaba era el artista. Así Balzac, censurado por los románticos por la vulgaridad de sus temas, la condición de sus personajes, pudo decir, en cierto momento, y como hemos visto: «Hay tanta tragedia en mis dramas de burgueses como en vuestras tragedias luctuosas».

El escenario donde se desarrolla este drama moderno es París, y en París, en la pensión Vauquer, en uno de los barrios más pobres de la ciudad, en el barrio, como dice él, más siniestro.

Es el marco adecuado para la tragedia que va a desarrollarse, el digno de ella; es preciso también establecer el contraste —tan del gusto de los grandes autores y sobre todo, los románticos— entre este París y el París elegante que se movía, brillaba, engañaba, y se engañaba, entre la columna de Vendôme y la Cúpula de los Inválidos, aquel París, al que, visto desde la altura, en el cementerio del Père Lachaise, dirige Rastignac su desafío, en el atardecer triste del entierro de Papá Goriot, en aquella escena que se ha hecho famosa.

La pensión Vauquer es un poco refugio de náufragos; son despojos, los más, de una tempestad, que el oleaje arroja a la playa; se trata, sí, de náufragos salidos de la tempestad de la vida, y entre ellos, la propia señora Vauquer, la dueña de la pensión, y el más desventurado, el padre Goriot.

Honoré de Balzac

Papá Goriot

Al grande e ilustre Geoffrey Saint Hilaire,

como testimonio de admiración

por su labor y su talento.

DE BALZAC

I

Una pensión burguesa

La señora Vauquer, de soltera De Conflans, es una anciana que desde hace cuarenta años regenta una pensión en la calle Neuve-Sainte-Geneviève, entre el barrio latino y el de Saint-Marceau. Esta pensión, conocida bajo el nombre de Casa Vauquer, admite tanto a hombres como mujeres, jóvenes y ancianos, sin que las malas lenguas hayan atacado nunca las costumbres de tan respetable establecimiento. Pero también es cierto que desde hacía treinta años nunca se había visto en ella a ninguna persona joven, y para que un hombre joven viviese allí era preciso que su familia le pasara mensualmente muy poco dinero. No obstante, en el año 1819, época en la que da comienzo este drama, hallábase en Casa Vauquer una joven pobre. Aunque la palabra drama haya caído en descrédito por el modo abusivo con que ha sido prodigada en estos tiempos de dolorosa literatura, es preciso emplearla aquí: no que esta historia sea dramática en la verdadera acepción de la palabra; pero, una vez terminada la obra, quizás el lector habrá derramado algunas lágrimas intra muros y extra. ¿Será comprendida más allá de París? Nos permitimos ponerlo en duda. Las particularidades de esta historia llena de observaciones y de colores locales no pueden apreciarse más que entre el pie de Montmartre y las alturas de Montrouge, en ese ilustre valle de cascote continuamente a punto de caer y de arroyos negros de barro; valle repleto de sufrimientos reales, de alegrías a menudo ficticias, y tan terriblemente agitado que se precisa algo exorbitante para producir una sensación de cierta duración.

Sin embargo, encuéntranse en él de vez en cuando dolores que la acumulación de los vicios y de las virtudes hace grandes y solemnes: a su vista, los egoísmos y los intereses se detienen; pero la impresión que reciben es como una fruta sabrosa prestamente devorada. El carro de la civilización, semejante al del ídolo de Jaggernat, apenas retardado por un corazón menos fácil de triturar que los otros y que fija los rayos de su rueda, pronto lo ha roto y continúa su gloriosa marcha. Así mismo haréis vosotros, los que sostenéis este libro con una mano blanca, que os hundís en un mullido sofá, diciéndoos: «Quizás esto va a divertirme». Después de haber leído los secretos infortunios de papá Goriot comeréis con buen apetito, poniendo vuestra sensibilidad a cuenta del autor, tachándole de exagerado, acusándole de poesía. ¡Ah!, sabedlo: este drama no es, una ficción ni una novela. All is true, todo es tan verdadero, que cada cual puede reconocer los elementos del mismo en su casa, quizás en su propio corazón.

La casa en la que se explota la pensión pertenece a la señora Vauquer. Está situada en la parte baja de la calle Neuve-Sainte-Geneviève, en el lugar donde el terreno desciende hacia la calle de la Arbalète, con una pendiente tan brusca que raras veces suben o bajan por ella los caballos. Esta circunstancia es favorable al silencio que reina en esas calles apretadas, entre la cúpula del Val-de-Grâce y la cúpula del Panteón, dos monumentos que cambian las condiciones de la atmósfera, proyectando en ella tonos amarillos y volviéndolo todo sombrío con sus tonos severos. Allí el suelo está seco, los arroyos no tienen agua ni barro, la hierba crece a lo largo de los muros. El hombre más despreocupado se entristece allí lo mismo que todos los transeúntes, el ruido de un carruaje se convierte en un acontecimiento, las casas son tétricas, las murallas huelen a prisión. Un parisiense extraviado sólo vería allí pensiones o instituciones, miseria y tedio, vejez que muere, fogosa juventud obligada a trabajar. Ningún barrio de París es más horrible, y digámoslo también, más desconocido.

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