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Wray Herbert descubre el funcionamiento de los mecanismos mentales que nos llevan a emitir un juicio automático o a concretar una acción determinada. El concepto que revisa, el de la heurística, es fundamental para entender por qué los atajos intelectuales no siempre producen las mejores decisiones. Desde cómo elegimos una marca de jabón hasta cómo influye el miedo en la percepción de las distancias, el autor ofrece un interesante abanico de conocimientos sobre neurología básica.
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Seitenzahl: 37
Veröffentlichungsjahr: 2015
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Wray Herbert se propone con este libro divulgar un concepto de suma importancia en lo que a mecanismos de toma de decisiones respecta: la heurística. Según el autor, la heurística engloba aquellas normas cognitivas que, a modo de atajos mentales, nos hacen elegir determinado accionar o emitir un juicio de manera prácticamente automática. Estos atajos de la heurística (presumiblemente arraigados en nuestra neurología básica) pueden ser útiles y eficientes en algunos casos, aunque en otros, como se verá, representan verdaderas trampas.
Tras sobrevolar algunos tipos de heurísticas que desarrollará a lo largo de los capítulos, Herbert deja en claro cuál es el objetivo del libro: oficiar de faro en un terreno que a veces puede resultar un tanto caótico.
Asimismo, el autor afirma que si bien hace millones de años las respuestas automáticas y los juicios rápidos fueron programados en el cerebro con un sentido adaptativo, hoy en día, en que los riesgos y peligros de antaño han disminuido, pueden provocar tipos de pensamiento inexactos. Uno de ellos, por ejemplo, es el sesgo de negatividad: actualmente, vivir enfocados en lo negativo no solo ha dejado de ser funcional para nuestra vida cotidiana sino que además puede menoscabar nuestra capacidad de ser felices.
El autor señala que las heurísticas no son ni buenas ni malas en sí mismas. “Lo que puede ser correcto o incorrecto es su aplicación. A veces la vida exige un pensamiento heurístico, y otras veces puede resultar peligroso. El secreto de la vida moderna reside en saber qué tipo de pensamiento se amolda mejor al reto que enfrentamos”1. No es lo mismo el (aconsejable) pensamiento heurístico “en piloto automático” al conducir por calles que conocemos de memoria, que la reacción que deberíamos tener si un niño pequeño aparece de golpe en medio de la calzada (allí, si seguimos en piloto automático, probablemente causemos una tragedia).
Otro concepto al que Herbert hace mención es el de “cerebro de doble procesador”. Desde este punto de vista, la mente podría ser comandada, según la situación, por un pensamiento de tipo racional (lógico, deliberado, cauteloso) o bien por uno precipitado, más primitivo e incluso irracional. Esa, dice el autor, es la mente heurística, y se suele activar cuando estamos cansados, con poca energía para pensar, estresados por la simultaneidad de tareas o presionados por el tiempo.
“La mayoría de los juicios, elecciones y decisiones que tomamos todos los días tienen consecuencias profundas y duraderas. Este libro explica cómo desactivar nuestros impulsos heurísticos mal dirigidos y, en este sentido, es un libro práctico. La mejor forma de controlar el pensamiento equivocado es reconocerlo, pues una vez que reconocemos los errores del pensamiento, somos capaces de mejorar nuestra forma de pensar. Tenemos el poder para utilizar la parte más analítica y deliberativa de nuestro cerebro, pero este proceso empieza por entender el cerebro heurístico en acción. Comencemos”2.
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Herbert menciona en este capítulo algo que los psicólogos denominan “andamiaje cognitivo”, es decir, los cimientos de nuestra psique: aquella zona compuesta por nuestras percepciones y necesidades más básicas y primitivas. Dicho andamiaje está formado por las así llamadas heurísticas viscerales que no son otra cosa que sesgos cognitivos, primitivamente arraigados en nuestra mente que, por ejemplo, nos hacen preferir (en pos de nuestro grabado instinto de reproducción) a parejas maduras sexualmente en detrimento de alguien en decadencia.
Ahora bien, “escoger parejas potenciales por su ‘madurez’ sexual puede haber sido una cuestión adaptativa hace mucho tiempo, cuando el futuro de la especie estaba en riesgo; sin embargo, ¿es la mejor estrategia para una cita en esta época? ¿No existen otros rasgos que deban tomarse en consideración para una cita, o una pareja, que no estén arraigados en nuestra psique?”3.
Otras heurísticas viscerales están relacionadas con nuestra primitiva necesidad de buscar seguridad y refugio. Esa sería la causa por la cual para expresar ideas de soledad o desconexión social acudamos a metáforas como “la fría indiferencia” o “la glacial recepción”. Este tipo de metáforas, señala el autor, están grabadas en el tejido cerebral, y por ende, se entienden, en todas las culturas.