Percepción (es) - Victoria Beneditto Lluberas - E-Book

Percepción (es) E-Book

Victoria Beneditto Lluberas

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Beschreibung

El espejo nos devuelve la imagen que damos, pero también la que ocultamos. El espejo que todos llevamos dentro nos devuelve todo lo que hacemos por los demás y por nosotros. Nos devuelve todo el universo del que estamos hechos. No solo nos devuelve una imagen externa, sino también todo lo que vamos transformando en nuestro interior: experiencias e infancias; esas que quedaron en el olvido, y también las que quisiéramos revivir millones de veces más. Además, ese espejo nos devuelve lo que aprendimos a sanar y todo lo que aún queda pendiente en nosotros. Se trata de aquellas historias de amor inconclusas y cuentos de fantasías eternos, esos que siempre habitarán en nuestras memorias. En otras palabras, el espejo refracta todo lo que transformamos, y también muestra cuando nos transformamos a nosotros mismos. De hecho, eso es un trabajo constante de idas y vueltas. ¿Cuántas veces sentiste quebrarte por dentro? ¿Cuántos obstáculos tenemos que atravesar para ser lo que somos? ¿Y si lo que somos es un cambio constante? Espero que este pequeño espejo del inmenso universo les deje más preguntas que respuestas, como a mí.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Belén Mondati.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Beneditto Lluberas, Victoria

Percepción(es) / Victoria Beneditto Lluberas. - 1a ed . - Córdoba : Tinta Libre, 2020.

110 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-639-3

1. Narrativa Argentina. 2. Literatura Juvenil. 3. Reflexiones. I. Título.

CDD A863.9283

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución

por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2020. Beneditto Lluberas, Victoria

© 2020. Tinta Libre Ediciones

Le agradezco inmensamente a mí familia,a aquellos que me acompañaron durante el proceso y sobre todoa mamá, por siempre confiar en mí.

Y a Tina, que, en cada hoja, siempre estuvo a mi lado.

Percepción(es)

Lo que soy (y) forma parte de mí

“Cada hombre lleva en sí una habitación. Es un hecho que nos confirma nuestro propio oído. Cuando se camina rápido y se escucha, en especial de noche cuando todo a nuestro alrededor es silencio, se oyen, por ejemplo, los temblores de un espejo de pared mal colgado”.

Franz Kafka.

Prólogo

“Escribir —dice Deleuze— es un asunto de devenir, siempre inacabado, siempre en curso, y que desborda cualquier materia vivible o vivida. Es un proceso, es decir, un paso de vida que atraviesa lo vivible y lo vivido (...)”.

Gilles Deleuze.

Somos habitación; somos ese espejo de pared mal colgado y también cada una de sus partes cuando caen al suelo. Somos espejos llenos de personas, experiencias y vivencias. Lo que vimos por primera vez y lo que nos enseñaron también. Somos el ruido del vidrio golpeando, haciéndose añicos y también su reflejo que destella cada vez que refracta luz en él, sin importar que tan roto esté.

Somos parte de las personas que nos ayudaron a construirnos pedacito a pedacito, leyendo y repasando nuestra historia de vida. La cual refleja nuestras infancias, caídas, carencias, aciertos, miedos y experiencias, lo que aprendimos de estas y lo que en verdad nos quisieron enseñar.

Todos somos habitación que pasa por un sinfín de estaciones; ardemos como el sol de un verano infernal en plena ciudad. Somos cuando florece la primavera y parte del otoño, somos olor del café de invierno y también parte de su viento. Recuerdos de inolvidables veranos y gélidas noches de invierno, de esas que llueve sin parar. Somos cuando despegamos o cuando aterrizamos, cuando llegamos y cuando nos vamos. Somos eso que dejamos en los demás y lo que hicimos con eso que nos dejaron.

Recuerdos de hermosos viajes; somos viajes. Aquel que hicimos con amigos y también del que nos animamos a ir solos, queriendo descubrir lo que nosotros mismos queríamos, queriendo descubrir personas, queriendo descubrir lugares, queriendo descubrir cuánto más podíamos dar, cuánto más nos podíamos romper y volver a construir.

Todos somos habitación, somos lo lindo que hay en ella y también todas sus partes feas, las que aparecen por la noche cuando todo está en silencio y ya no podemos evitar esconderlas. Aquello con lo que peleamos constantemente, una y otra vez. Porque, en fin, somos eso, constantes errores y obstáculos. Somos universo, con todas las contradicciones que eso significa: pasado, presente y las proyecciones de nuestro futuro. Un conjunto de todas a la vez y ninguna al mismo tiempo. Nuestros espejos reflejan a gritos todo eso.

Por esta razón, con la ilusión de que quede en un lugarcito de vos, quisiera dejar reflejado en las siguientes hojas de donde vengo, mis recuerdos, experiencias y hacia donde quisiera ir. Porque todos somos universo, con todas las contradicciones que eso significa. Y yo, soy universo desconocido, que quisiera humildemente dar a conocer un poquito de lo que Soy y forma parte de mí.

Cuando nos miramos en algún espejo, ¿lo hacemos para ver cómo nos reflejamos ante los demás? ¿O para confirmar la imagen que tenemos de nosotros mismos?

Percepciones I

“Yo soy mi novela. Yo soy mis historias”.

Franz Kafka.

Desde pequeña tuve la particularidad de ser muy observadora, tener la curiosidad de querer saber qué pasaba a mi alrededor y la capacidad de quedarme horas y horas en silencio. En ese tiempo, descubrí que mirar no es lo mismo que ver u observar.

Podemos mirar televisión, sin saber el significado de lo que estamos mirando. Podemos mirar jugar a otros niños, sin tener la menor idea a lo que están jugando. Podemos mirar las actitudes de los demás sin entender sus porqués. Podemos pasar toda la vida mirándonos, sin poder vernos realmente.

Una de las razones por la que escribo es porque no encontraría palabras suficientes para decir todas las cosas que observo y, aun así, a veces me faltan palabras. Pero quizás, de esta manera, tengo tiempo de pensar con más exactitud cada palabra, ubicar con más rigurosidad cada párrafo y ordenar con precisión las ideas. Además, es la manera que encontré para decir, en este mundo donde no hay más lugar para los discursos, que somos lo que los demás ven en nosotros, pero también lo que dejamos que vean.

Las veces que acompañé a mamá a algún lugar, me encantaba observar el comportamiento de las demás personas, así como observaba también el de ella. Por ejemplo, en las reuniones que me llevaba, lograba tener de todas las personas presentes una opinión, guiándome por sus actitudes (al menos, las que estaban a la vista): «Ella es la más modesta, él es simpático, ella es creída, ella me habló por compromiso, etc.». Obviamente solo lo pensaba, porque, por un lado, iba a parecer raro que dijera esas cosas en voz alta y por otro, aún más raro que las dijera una niña, y por allá un:

—¡Qué quietita y callada que es tu nena!

En nuestras actitudes, solemos poner en juego todo lo que somos y con ello, nuestros reflejos. Reflejo de lo que vivimos, de lo que vemos, de lo que escuchamos, de lo que nos dicen que hagamos y todo lo que no. Reflejos de las personas que nos rodean, de lo que leemos, de nuestros recuerdos, lo que miramos y de lo que logramos observar. Reflejo de lo que nos inculcan, de las contradicciones con las que nos encontramos afuera, de lo que hacemos y también de lo que decidimos no hacer. Todo eso, lo reflejamos a través de nuestro comportamiento con los demás.

En la escuela siempre fui del grupo de los “callados” o “tímidos”. Pocas veces participaba en clase, prefería observar el comportamiento y las actitudes de mis compañeros. A tal punto que, recuerdo un día, estábamos haciendo un juego de matemáticas, de esos que inventan para hacer parecer que la matemática no es tan fea. Pedí la palabra y dije mi respuesta.

Creo que lo que menos me gusta de las matemáticas es que está bien o está mal, no hay punto intermedio. Obviamente mi respuesta estaba mal:

—Casi Victoria, tu grupo suma medio punto por el intento y participación.

No me molestaba que me colocaran en ese lugar, de hecho, me daba cuenta de que yo misma, con mi forma de ser, ayudaba a que eso sucediera. Era una de las razones por las que en todos los intentos que hacían para que yo fuera más partícipe, parecía ser cada vez más “caprichosa” por seguir en la misma postura. Pero no me molestaba, quizás sí me incomodaba un poco que quisieran cambiar mi forma de ser.

De adolescente fui a un colegio conservador, no lo supe hasta que salí de ahí. A mí me gustaba, era mi “realidad”, no conocía otra cosa. Las personas solemos considerar como realidad lo que vemos y vivimos cotidianamente y si no conocemos otra cosa, es entendible que consideremos a la realidad como una sola y nada más.

Segundo año y yo, aunque usara el mismo uniforme que todos, pertenecía al grupo de los “otros”. Veía y escuchaba constantemente críticas, que ya se habían hecho cotidianas, y eso me aterraba. Todos los días salía de casa pensando que ese día me animaría a decir lo que verdaderamente pensaba. Pero llegaba y siempre se presentaba una nueva situación que provocaba que no hablara.

Solemos criticar al que piensa diferente, por miedo a lo desconocido, por miedo a que nos agrade su manera de pensar, por miedo a buscarnos y encontrarnos. Por miedo a cambiar y pasar de ser quien etiqueta, al “etiquetado”. Y es que la vida, así como en el colegio, está hecha de etiquetas, etiquetas que nosotros mismos colocamos todo el tiempo para marcar lo “diferente a mí”. Pero, ¿tener miedo nos hace “diferentes”?

En un momento, hice cosas para formar parte, pero no me sentía yo. Frente a eso sí, me morí de miedo, miedo en convertirme en alguien que no era, miedo a fingir, miedo a creer que por etiquetar a alguien estaba haciendo la diferencia cuando, en verdad, no solo me convertía en una más, sino que me convertía en alguien que definitivamente no era.

Las actitudes de las personas también son consecuencia de lo que se nos impone desde afuera. Suelo tener la cruel imagen en la cabeza de un títere que pende de cuatro hilos, cuatro hilos que lo conducen, que lo manipulan por completo. Cuando el titiritero tira del hilo atado a algunas de sus partes, este se mueve, con una impresionante docilidad. Pero, ¿cuál de los dos seríamos?, ¿el títere o el titiritero? ¿Este último no fue antes el primero? Quizás, ahí podría encontrar algunas respuestas a las actitudes que observaba y, sacar mis propias conclusiones. Una imagen cruel, pero que desborda de realidad.

Y yo, que casi nunca se me pegó eso de imitar, no estaba para nada disconforme de pertenecer al “otro” grupo. Porque la diferencia la marca quien no critica, quien no etiqueta, quien no teme decir lo que piensa. Quien trata de ponerse en el lugar de las personas para comprender y no para ver a los “otros” como enemigos. Quien no finge ser alguien que no es y, sobre todo, quien se muestra como verdaderamente es. Porque los uniformes no nos hacen iguales entre nosotros y tampoco diferentes a nadie.

Al mismo tiempo, creo poder comprender las actitudes de algunas personas con las que me he chocado. Porque, ¿para quién quedar afuera del mundo no significa un conflicto? Cuando la sociedad nos dice todo el tiempo como debemos ser y cómo comportarnos para poder formar parte de ella y nos nula la capacidad de poder ver a los demás, aunque los tengamos al lado. Pero otra vez me aparece esa cruel imagen en la cabeza y la insistente pregunta, ¿somos conscientes y portadores de nuestras propias actitudes? Porque si no tenemos la capacidad de cuestionarlas, estamos siendo nada más, ni nada menos, que el títere de alguien más. Y eso nos saca la capacidad de captar la existencia de múltiples realidades y diferentes percepciones.

Las formas

Me siento frustrada, la doctora me dice que no puedo resolver el ejercicio de las figuras geométricas que perfectamente una nena de siete años podría. Yo tengo once, y no lo puedo hacer. Desde mi primera operación de ojos, voy al médico; muchas consultas, juegos en la antesala, dibujo, pinto, armo castillos con ladrillos de colores, trato de explicarle a otra niña porque uso el color azul en mis dibujos, contesto algunas preguntas, resuelvo acertijos y problemas que me presentan.

Pero parece que el encastre de esas figuras, supera las perspectivas de mis ojos. Cada vez que me propongo hacerlo, pienso: «voy a prestar mucha atención», pero ese dibujo parece que me engaña. En la consulta, me dicen que está hecho para niño/as de siete años, pero de todas formas, no logro copiarlo por completo. Y de tarea me mandan más.

En clase me ven distraída y sí, puede ser que esté pensando en salir e intentar hacer esos ejercicios. Pero parece que, en el recorrido desde que observo el dibujo, hasta la hoja en blanco, la imagen se distorsiona. En la escuela le comentan a mamá que estos días, hago las copias en clase, pero no presto atención, porque cuando me preguntan algo, desvarío o me quedo callada. Le dicen también que estuvieron corrigiendo mi cuaderno de clases y les pareció extraño, porque la letra no correspondía al año que estoy cursando.