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¿Serían capaces de dedicarse exclusivamente al trabajo? Daba igual lo preciosos que fueran sus labios o lo seductoras que fueran sus piernas, el magnate Jordan Smith no quería saber nada de su antigua amante, Alexandra Bennett. Pero Alex era su nueva empleada. La química que había entre ellos era innegable y trabajar hasta tan tarde los volvió locos de deseo. Cada día era más difícil resistirse a la tentación, pero la historia que había tras ellos era muy dolorosa. ¿Podrían olvidar lo que había ocurrido hacía diez años y hacer las paces para siempre?
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Seitenzahl: 159
Veröffentlichungsjahr: 2013
Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2012 Pamela Brooks. Todos los derechos reservados.
PERSONAL Y PROFESIONAL, N.º 1902 - febrero 2013
Título original: The Ex Who Hired Her
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Publicada en español en 2013
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.
Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
I.S.B.N.: 978-84-687-2644-1
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
www.mtcolor.es
Xandra Bennett.
Jordan estaba casi seguro de que aquella candidata había modificado su nombre para que pareciese más sofisticado que Sandra o Alexandra. Solo esperaba que detrás de ese nombre hubiera sustancia además de apariencia. Y tal vez la habría. La agencia de contratación debía tener buenas referencias de ella para enviarla a hacer una entrevista de trabajo.
Aunque después de un día entero escuchando buenas y no tan buenas ideas de gente desesperada por conseguir el puesto de director de marketing del centro comercial Field’s, Jordan no estaba de humor para alguien que solo fuese apariencia.
La última, se dijo a sí mismo. La última y podría seguir con su trabajo.
Su ayudante abrió la puerta en ese momento.
–La señora Bennett.
Y cuando Xandra Bennett entró en la sala de juntas, Jordan se olvidó de respirar.
Era ella.
De todos los centros comerciales del mundo, tenía que entrar precisamente en el suyo.
El nombre era diferente, el pelo era diferente y había cambiado sus gafas por lentes de contacto, pero era ella.
Alexandra Porter.
La última vez que la vio tenía dieciocho años y un pelo castaño que le llegaba casi hasta la cintura cuando se quitaba la trenza. Entonces vestía como una típica chica tímida: zapatillas de deporte, vaqueros y camisetas anchas que escondían sus curvas.
En aquel momento, con un elegante traje de chaqueta que se ajustaba a su cintura, una melenita con reflejos dorados que parecían naturales y unos zapatos de tacón que hacían que sus piernas pareciesen interminables, parecía una profesional del marketing. Y una mujer guapísima.
Y seguía teniendo esa boca que lo hacía sentir escalofríos.
Jordan intentó apartar de sí tal pensamiento. No quería pensar en Alexandra Porter y su fabulosa boca; la boca que lo había enseñado a besar.
Ella disimuló de inmediato, pero Jordan sabía que lo había reconocido y que tampoco había esperado encontrarse con él allí. ¿O sí?
No confiaba en Alex para nada. Entonces había resultado ser una manipuladora y ese no era un rasgo de la personalidad que cambiase con el paso de los años. ¿Sería Bennett el hombre por el que lo había dejado? ¿O también lo habría dejado a él en cuanto encontró a alguien que pudiese ofrecerle más?
Tal vez debería decirle que el puesto ya estaba ocupado y que no iban a hacer más entrevistas.
Pero entonces tendría que explicarles las razones a sus coentrevistadores... unas explicaciones que prefería no dar.
Jordan Smith.
Alexandra se puso enferma. Jordan era la última persona en el mundo a la que habría esperado ver allí. Diez años antes había jurado que no quería volver a saber nada de él...
Nunca lo había perdonado por no estar a su lado cuando más lo necesitaba, por mentirle, por decepcionarla. Había tardado años en rehacer su vida y cuando estaba a punto de hacer realidad sus sueños, de nuevo se ponía en su camino.
El alto y delgado estudiante al que conoció entonces se había convertido en un hombre más fornido, de anchos hombros. Su boca seguía teniendo esa curva que prometía placer... aunque ella no quería recordar el placer que era capaz de darle la boca de Jordan Smith.
Los vaqueros gastados y las camisetas que solía llevar habían sido reemplazados por un traje de chaqueta que parecía hecho a medida y una corbata de seda. Tenía algunas canas en las sienes... bueno, en un pelo tan oscuro como el suyo se notaría antes el paso del tiempo. Y, definitivamente, tenía un aire de autoridad. Se había convertido en la clase de hombre que haría suspirar a las mujeres.
Como presidente de Field’s, Jordan Smith sería quien decidiera si conseguía el puesto.
Y eso dejaba su currículum en el cubo de la basura porque ella sería un recuerdo permanente de su sentimiento de culpa por haberla abandonado a los dieciocho años, embarazada de su hijo. ¿O le daría el puesto aunque no fuese la mejor candidata porque sentía que estaba en deuda con ella? Y si le ofrecía el puesto, ¿lo aceptaría sabiendo que tendrían que trabajar juntos?
En fin, no tenía nada que perder. Haría la entrevista y después volvería a casa. Y en lugar de lamer sus heridas, analizaría la entrevista y vería qué podía mejorar para la próxima.
–Soy Harry Blake, el jefe de Recursos Humanos –se presentó un hombre de cierta edad–. Ella es Gina Davidson, la gerente del centro comercial. Y él es Jordan Smith, el presidente.
Jordan tenía treinta años, veinte menos que sus colegas. ¿Cómo había llegado a presidente de la empresa en tan poco tiempo?
Aunque era una pregunta tonta. Aparte del dinero y los contactos de su familia, Jordan siempre había sido muy inteligente. Había viajado por todo el mundo, hablaba cuatro idiomas y podía recitar a Shakespeare mejor que ella cuando estudiaba drama renacentista porque quería ser profesora de Literatura. Unos sueños que habían muerto muchos años antes junto con...
Alexandra apartó de sí tal pensamiento.
Tendría que darle la mano y lo hizo, apartándola en cuanto le fue posible e ignorando el escalofrío que le provocó el roce de su piel.
Pero luego cometió el error de mirarlo a los ojos.
Azul medianoche, tan hermosos. Esos ojos habían llamado su atención el día que lo conoció, a los diecisiete años, cuando aún nadie la había besado. Hasta esa noche, cuando Jordan había visto en ella algo más que la chica tímida que no sabía con quién hablar en la fiesta. Había bailado con ella, la había besado...
Alexandra tragó saliva, deseando olvidar aquella noche.
No podía mirarlo a los ojos y Jordan se dio cuenta. ¿Se sentía culpable?, se preguntó. Aunque daba igual porque no iba a darle el puesto. Terminaría la entrevista y no tendría que volver a verla.
Harry era quien llevaría oficialmente la entrevista, de modo que Jordan se echó hacia atrás en la silla y, mientras le hacía las mismas preguntas que a los demás candidatos, volvió a mirar el currículum... La fecha de ingreso en la universidad era tres años posterior a la que debería ser.
¿Por que había tardado tres años en empezar la carrera si en el instituto sacaba unas notas fabulosas? Además, no tenía el título en Literatura que había esperado. Alexandra siempre había querido ser profesora.... ¿por qué habría decidido estudiar marketing?
En fin, no era asunto suyo.
–¿Alguna pregunta? –preguntó Harry.
Gina sonrió.
–No, por el momento no.
–Hemos pedido a los demás candidatos que preparasen una presentación sobre cómo aumentar las ventas de Field’s –le dijo.
–Pero la agencia añadió a la señora Bennett a la lista en el último minuto –intervino Harry–. No sería justo esperar que hiciera una presentación con tan poco tiempo para prepararla.
–No una presentación formal, por supuesto –asintió Jordan–. Pero yo espero que mis empleados sean capaces de pensar a toda velocidad. ¿Que haría usted para aumentar las ventas de Field’s, señora Bennett?
Alexandra se aclaró la garganta.
–Lo primero que haría sería preguntar cuál es el presupuesto para promoción.
Era la primera persona que mencionaba un presupuesto para promoción. Los otros candidatos lo habían dado por sentado y alguno de ellos incluso había hablado de anuncios en televisión en franjas horarias de máxima audiencia.
–Y luego preguntaría qué significa para ustedes mejorar las ventas. ¿Están buscando otra base de clientes o quieren ofrecer a los que ya tienen productos que no existen en Field’s, tal vez buscando nuevos proveedores?
Harry y Gina se irguieron en la silla, claramente interesados. Había ido directamente a la raíz del problema.
–¿Usted qué cree? –preguntó Jordan.
–Yo empezaría por hacer una encuesta entre los clientes. Quiénes son, qué buscan y qué es lo que Field’s no les ofrece ahora mismo. Y luego hablaría con los empleados. ¿Existe un buzón de sugerencias para los empleados?
–Solíamos tenerlo –respondió Gina.
–Los empleados son los que conocen a los clientes y saben lo que se vende mejor, así que deben ser ellos los que hagan sugerencias. Yo diría que el trabajo del director de marketing es evaluar esas sugerencias y decidir cuáles van a tener mayor impacto en las ventas.
–¿Usted es cliente de Field’s, señora Bennett? –preguntó Jordan.
–No, no lo soy.
Eso lo sorprendió. Había esperado que dijera que sí para ganarse el favor de los entrevistadores.
–¿Por qué no?
–Porque la ropa que venden no es para personas de mi edad, los productos de droguería y perfumería puedo encontrarlos más baratos en otras tiendas y no compro objetos de cristal o cuberterías carísimas.
Era la primera candidata que criticaba los precios del centro comercial y Jordan entendía que Harry y Gina estuvieran agradablemente sorprendidos.
–¿Entonces Field’s es demasiado tradicional para usted?
–Field’s tiene cien años de tradición a sus espaldas –respondió ella– y eso debería contar a su favor, pero también es una debilidad porque los clientes más jóvenes lo ven como un sitio anticuado, el centro comercial en el que compran sus padres y sus abuelos.
–¿Y cómo despertaríamos el interés de los jóvenes?
En realidad, estaba despertando el interés de Jordan. Sus comentarios eran los mejores que había escuchado en todo el día, sus criticas eran constructivas y estaba dando razones para defender su punto de vista. Razones en las que él mismo había pensado.
–A mí podría interesarme este centro comercial si, por ejemplo, hubiese anuncios visibles sobre una nueva marca, más moderna. Entonces sentiría la tentación de entrar. Si venden lo que quiero a un precio sensato y la oferta es lo suficientemente atractiva como para que no compre en mi tienda habitual.
Era una explicación sin fallos, debía reconocer Jordan.
–Y también haría cambios en la página web. Tienen que modernizarla.
–Sí, eso es cierto –asintió Gina.
–¿Tienen una base de clientes online?
–No, por el momento no. ¿Qué cree que deberíamos cambiar?
Ese fue el momento en el que los ojos de Alexandra se iluminaron. De repente, parecía llena de entusiasmo.
–Creando foros de opinión, por ejemplo. Podrían invitar a los clientes a dar su opinión. Y deberían contratar publicidad de otras empresas si quieren clientes más jóvenes.
Alexandra empezó a dar ejemplos prácticos de otras empresas con una base de clientes por Internet y Jordan miró su currículum de nuevo. En su último trabajo había sido responsable de marketing online, de modo que sabía muy bien de qué estaba hablando.
–Gracias, señora Bennett. Yo no quiero hacer más preguntas –dijo Harry–. ¿Hay alguna pregunta que usted quiera hacernos?
–No, por el momento no –respondió Alexandra, con una sonrisa amable. No era una sonrisa de triunfo. Estaba claro que no daba por sentado que fuera a conseguir el puesto.
–Gracias, señora Bennett –dijo Gina–. Si no le importa esperar fuera unos minutos...
–No, claro que no.
Jordan la miró mientras salía de la sala de juntas. Diez años antes había sido una chica dulce y tímida de belleza escondida, pero en aquel momento era una mujer elegante y segura de sí misma que llamaría la atención de muchos hombres. La suya, por ejemplo. Pero le molestaba que pudiera provocar esa reacción después de tanto tiempo y trabajar con ella lo volvería loco.
–Es la mejor de todos los que hemos entrevistado –empezó a decir Harry.
–Opino lo mismo –dijo Gina–. Entiende el negocio mejor que los demás y tiene buenas ideas.
Jordan no tenía espacio para maniobrar. Si no la hubiera conocido antes opinaría lo mismo que ellos, pero la conocía. Y ese era el problema.
–Debo deciros que hay un conflicto de intereses, uno que yo desconocía antes de la entrevista.
Gina frunció el ceño.
–¿Qué quieres decir?
–Que conocí a la señora Bennett cuando estaba en el instituto... con otro nombre.
Harry frunció las cejas.
–Ninguno de los dos ha dicho nada.
Era cierto, ninguno de los dos había reconocido conocer al otro... por las misma razones, pero eso no pensaba contarlo.
–Una entrevista de trabajo no es el mejor momento para saludarse.
–Pero aquí no dice que estudiasteis en el mismo instituto –comentó Harry, mirando el currículum.
–En realidad, nos conocimos en una fiesta. Yo estaba en la universidad entonces.
–Pero no teníais una gran amistad, ¿no?
Tenían algo más que eso, pensó Jordan. Habían estado enamorados y la había dejado embarazada, pero cuando su madre se negó a pagar el dinero que le pedía Sandra, ella había interrumpido el embarazo sin decirle nada. Ni siquiera le había dicho que estuviese embarazada.
Estuvo buscándola durante semanas y cuando por fin la encontró se quedó desolado al saber que estaba casada con otro hombre. Estaba claro lo poco que le había importado, pero tampoco eso iba a contárselo a Harry y Gina. Era algo de lo que no hablaba nunca, con nadie. Había enterrado el dolor que sintió entonces y se quedaría enterrado para siempre.
–Ella es lo que necesitamos –dijo Gina–. Conoce bien el negocio y ha sido la única que ha preguntado por el presupuesto para la promoción.
Jordan no podía negarlo, ¿pero cómo iba a lidiar con Alexandra todos los días?
–¿Tuviste algún enfrentamiento con ella o algo así? –le preguntó Harry.
Alexandra había sido su primer amor y había creído que pasaría el resto de su vida con ella.
Qué estúpido había sido. Claro que casarse con una amiga de toda la vida, alguien de su círculo, también resultó ser un fracaso. Las relaciones sentimentales no eran lo suyo, estaba claro.
–¿Jordan? –escuchó la voz de Harry.
Él emitió un murmullo, sin saber cómo explicar la situación.
–Pasara lo que pasara, los dos erais muy jóvenes y la gente cambia –dijo Gina.
Jordan no estaba tan seguro de eso. Alex, que entonces era increíblemente ambiciosa, había esperado que un hijo le diera entrada en su mundo y estaba seguro de que eso no habría cambiado.
–Vamos a repasar a todos los candidatos, a ver a quién llamamos para la segunda entrevista.
Cuando estaban terminando de elegir, su ayudante llamó a la puerta.
–Siento interrumpir, señor Blake, pero me temo que esto no puede esperar.
–Ve, Harry –dijo Jordan–. Tú también, Gina. Yo me encargo de esto.
–¿Estás seguro? –le preguntó Harry.
–Claro que sí.
De ese modo podría hablar con Alexandra a solas y descubrir cuáles eran sus intenciones.
En cuanto sus colegas salieron de la sala de juntas, Jordan habló con los candidatos por el orden en el que habían sido recibidos. Pidió a tres de ellos que volvieran a una segunda entrevista y se disculpó con los demás. Y luego llegó el momento de hablar con Alex.
***
Alexandra había estado a punto de marcharse sin hacer ruido para no tener que soportar que Jordan la rechazase, pero eso hubiera sido una cobardía y ella no era una cobarde. Además, hablar con él sería interesante para su próxima entrevista de trabajo. Aun así, tenía los nervios agarrados al estómago cuando entró en la sala de juntas.
–Señora Bennett... –Jordan la miró de arriba abajo.
Estaba claro que iba a decirle que no.
–Podría haberme enviado la respuesta a través de la agencia. No tenía que hacerlo personalmente.
–No, en realidad ha pasado a la segunda entrevista –Jordan le entregó un sobre–. Este es un resumen de la situación que queremos que estudie para discutirla mañana.
Eso fue tan inesperado que Alexandra se quedó callada. ¿Iba a darle una oportunidad?
–No esperaba verte aquí –dijo Jordan entonces, tuteándola por primera vez.
–Yo no sabía que tú trabajases aquí.
–Tú sabes muy bien quién es mi familia.
Ella frunció el ceño.
–No, solo sabía que era una familia adinerada.
Una familia completamente diferente a la suya. La primera planta del edificio del apartamento de sus padres cabría en el salón de los Smith.
–Deja que te refresque la memoria: mi bisabuelo abrió la primera tienda, mi abuelo y mi padre la convirtieron en un centro comercial.
De modo que aquel era el negocio de la familia Smith.
–Y ahora tú eres el presidente, claro. Pero si es el negocio familiar, ¿por qué se llama Field’s?
–Field era el segundo nombre de mi abuelo.
Con una herencia así, casi podía entender por qué Vanessa Smith la había acusado de ser una buscavidas cuando fue a pedirle ayuda; una acusación que todavía hacía que le hirviera la sangre por injusta.
–Hablando de nombres –empezó a decir Jordan– he notado que tú has cambiado el tuyo.
¿Era una manera de preguntarle si estaba casada? No podía hacerlo porque la legislación laboral impedía ese tipo de preguntas en una entrevista de trabajo. Por otro lado, no le iría mal que pensara que estaba casada. Por si acaso tenía la errónea impresión de que quería algo más que un puesto de trabajo.
–Es mi apellido de casada, sí.
Y lo había mantenido después del divorcio, pero eso no iba a decírselo.
–Incluso tu nombre es diferente. Yo te conocía como Alex.
Entonces era otra persona, una ingenua que creía haber encontrado a su alma gemela a los diecisiete años. Pero la realidad era que el apuesto príncipe se convirtió en rana.
Ella se encogió de hombros, mostrando una frialdad que no sentía.
–Xandra es un diminutivo de Alexandra.
–Y pega más con una directora de marketing.
–¿Eso es un problema?
–No, no. Pero les he contado a Harry y Gina que nos conocemos.
Sí, la había conocido, en el sentido bíblico.
–¿Y bien?
–Les has gustado.
Pero estaba dejando bien claro que a él no le gustaba.
Y, sin embargo...
Aquel hombre había demostrado años atrás no tener integridad. La había abandonado cuando más lo necesitaba. ¿Cómo podía encontrarlo atractivo?
–Si te ofreciéramos el puesto, ¿lo aceptarías?
Si esa era su manera de pedir perdón, pensó Alexandra, era muy poco y demasiado tarde.
Pero ser la directora de marketing de un centro comercial como Field’s sería la oportunidad de su vida. Si dijera que no por despecho estaría cometiendo un gravísimo error.
–Lo tomaría en consideración, por supuesto. Para eso he venido a la entrevista.
–Pero tendrías que trabajar conmigo.
–¿Eso es un problema para ti?
Jordan la miró a los ojos.
–No si no es un problema para ti.
En otras palabras, podría funcionar si no hablaban de lo que había ocurrido diez años antes. ¿Podría hacerlo, por su propio bien?
Alexandra respiró profundamente.
–Eso depende de lo que me ofrezcas.
Más o menos lo que le había dicho a su madre, pensó Jordan.
Alexandra podía tener un aspecto y un nombre diferentes, pero seguía siendo la misma persona.
–Eso depende de lo que tú puedas ofrecer a la empresa. Nos veremos mañana a las tres.
–Aquí estaré.
Jordan tendría que esperar que entonces mostrase quién era en realidad y que Harry y Gina la rechazasen.