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En el siglo XXIV la humanidad ha poblado un radio de quince años luz alrededor del sistema solar, sin toparse con ninguna especie alienígena. Uno de estos planetas es Nisma. Los humanos desconocen que hace siglos conviven con seres inmateriales, electromagnéticos e inmortales, llamados hurmos. Pero una nueva máquina humana causa el caos y destapa un secreto. La vida de muchos está en juego. Intrigas, intereses mezquinos y conspiraciones se suceden vertiginosamente en un juego mayor de unos pocos, en el que ambos pueblos son solo piezas sacrificables.
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Seitenzahl: 193
Veröffentlichungsjahr: 2022
ALEXANDER OIGRES
Alexander Oigres Planeta Nisma / Alexander Oigres. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3133-9
1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título. CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo
Capítulo 1: Los hurmos
Capítulo 2: Confederación de Planetas
Capítulo 3: La transmisión
Capítulo 4: Los científicos
Capítulo 5: La reunión hurma
Capítulo 6: La propuesta
Capítulo 7: La revolución
Capítulo 8: El domingo
Capítulo 9: La boda y los ancianos
Capítulo 10: Primer hurmo-humano
Capítulo 11: El planetoide Edén
Capítulo 12: El hermano de Frida
Capítulo 13: El ingeniero de Leónidas B
Capítulo 14: El nuevo gobierno
Capítulo 15: El cumpleaños de Bill Ross
Capítulo 16: Las reuniones
Capítulo 17: El detective y el matón
Capítulo 18: El atentado
Capítulo 19: Negociaciones
Capítulo 20: La reunión
Capítulo 21: Los matrimonios
Capítulo 22: El regreso
Capítulo 23: La batalla
Capítulo 24: Hombre otra vez
Le dedico esta novela a todos los que estuvieron conmigo cuando la escribí hace tanto tiempo atrás, y a los dos grandes amores de mi vida, mi esposa Patricia y mi hija Victoria, que me apoyaron para que la reescribiera.
Siempre me gustó la ciencia ficción, desde que vi Viaje a las Estrellas de niño y Spock se convirtió en mi ídolo. Posterior-mente me apasioné por las novelas del género y leí mucho.
Tanto me gustó la ciencia, que cuando terminé el secundario encaré dos carreras a la vez, Física y Química, pero finalmente me recibí de profesor en Física: no tengo buena memoria para la Química.
Trabajé toda mi vida de profesor de Física, y también de Matemáticas, en el nivel secundario. Un día, con mi mejor amigo Daniel Almaraz (fallecido hace un año por COVID), decidimos escribir una novela de ciencia ficción cada uno: él abandonó rápido su proyecto y a mí, la verdad, me costó mucho el mío, tardé casi cuatro años en escribirla. A mi favor debo decir que yo trabajaba mucho en esas épocas y no podía escribir más que unas pocas oraciones por semana, y algo más en las vacaciones.
La terminé finalmente, es algo corta reconozco, algunos conocidos la leyeron, y su destino fue un disquete, una copia en la computadora y otra copia en mi viejo correo. Tiempo después competí en un concurso literario del cual me enteré pocos días antes, y, aunque no la pude corregir, sin embargo, mi desempeño no estuvo mal.
Los años pasaron y mi novela quedó allí. En una mudanza perdí el preciado disquete, pero no me preocupe mucho: tenía dos copias más. Años después se rompió el disco rígido de la computadora y no pude recuperar ninguno de los archivos. Cuando fui a ver mi viejo correo de latinmail. com, ya no existía más la empresa. Listo. Perdí la novela. En realidad, también perdí otra mucho más larga en la que estaba trabajando.
Hace unos años me jubilé y decidí reescribirla. Es increíble, a pesar de mi poca memoria, cuánto recordaba de la original, lo que me permitió terminarla en poco tiempo. La tecnología avanzó mucho en los últimos treinta años, por lo que tuve que modificar algunos detalles, aunque la historia original es la misma. La novela es clásica, ágil, imprevisible, sólida y con varios mensajes de vida, espero que les guste.
“Grandes resultados pueden ser conseguidos con pequeños esfuerzos.”
Sun Tzu
En la constelación Ofiuco existe una pequeña estrella llamada Barnard (Bar) de ocho mil millones de años de antigüedad y a distancia de seis años luz de la Tierra, rodeada de varios planetas y planetoides en un sistema planetario (sistema bareano), que es algo más pequeño que el sistema solar. Uno de estos planetas se llamaba Nisma, mundo rocoso poco mayor que Marte y muy volcánico, lo que creó a lo largo de miles de millones de años una atmósfera espesa y ácida. El planeta tenía siglo atrás un satélite muy denso, de masa similar a Mercurio, que orbitaba a cien millones de kilómetros de distancia (cuatro veces más cerca que la Luna de la Tierra). Su interacción gravitatoria contribuía con la actividad volcánica extrema del planeta, por efecto marea.
Lo curioso de este planeta era que poseía una capa vítrea, conocida por los humanos como “capa nismal”, a un kilómetro de profundidad, con más de diez kilómetros de espesor y una dureza comparable al diamante que rodeaba casi todo el planeta.
Debido a la actividad volcánica, muchas radiaciones procedentes de los volcanes se trasladaban por la capa nismal, y en raras ocasiones algunas radiaciones de frecuencias específicas quedaban confinadas alrededor de ciertas configuraciones moleculares particulares. En el transcurso de miles de millones de años se formaron verdaderos remolinos de luz alrededor de estos puntos. No había dos iguales, algunas de estas masas energéticas dieron un paso más en su evolución, logrando moverse de una perturbación molecular a otra próxima, y gradualmente algunos de estos seres electromagnéticos tomaron conciencia de su existencia: a estos seres se los denominó “hurmos”.
Moverse o comunicarse con destellos rítmicos demandaba energía, pero los volcanes suministraban raciones ultravioletas (energía vital) generosamente a todos estos seres. De vez en cuando eran emitidas por los volcanes radiaciones más complejas las que eran utilizadas por estos pequeños seres para evolucionar. Hay que entender que estos primeros hurmos no eran más grandes que un mosquito y posiblemente eran menos inteligentes.
Alrededor de seis mil millones de años atrás comenzó la “Edad Oscura”, pues algunos descubrieron que fusionándose con seres más pequeños evolucionaban más rápido que esperando que surgieran radiaciones complejas (energía evolutiva). A esta práctica se la llamaba “enervalismo”, similar al canibalismo, por la que dos seres se fusionaban y formaban otro más complejo. El enervalismo nunca era consensuado: era como si un sapo se alimentara de una mosca, siempre el más grande absorbía al más pequeño, en un ejemplo de la supervivencia del más grande. Sin embargo, los recuerdos y experiencias de ambos no se perdían, sino que se juntaban en la nueva conciencia.
El más complejo e inteligente de los seres que surgió en la Edad Oscura (o Época Oscura) sin duda fue Humanor, el primer hurmo para muchos, que era extremadamente grande y fuerte, con tres apéndices largos y dúctiles como tentáculos, de un color anaranjado pálido.
Humanor recorrió todo el mundo buscando a camaradas hurmos similares a él y con iguales objetivos de servicio a la comunidad. Por entonces nació la “Sociedad de los Sabios” con treinta y cuatro miembros en total. Humanor fue designado como líder, y posteriormente se designó como segundo al mando a Kuchear, algo más pequeño, alargado y rojizo, con solo dos apéndices, pero extremadamente veloz.
Siglos después, y para encarar grandes proyectos, se reclutaron a más hurmos virtuosos, los famosos “Neosabios”, que eran unos doscientos individuos que se encargaban de tareas menores, y fueron la mano de obra fundamental para todos los proyectos sabios. Todo esto sucedió cuando aún la Tierra ni siquiera tenía vida microbiana, y era solo una bola de lava hirviente. Los Sabios emprendieron tareas titánicas con la colaboración estrecha de los Neosabios. Por ejemplo, mejoraron la capa nismal haciéndola más perfecta para capturar mayor cantidad de radiaciones y perder las menos posibles. Estas modificaciones fueron tan lentas que un observador espacial apenas hubiera podido notarlo, pero gradualmente se borraron cadenas montañosas completas, y quedaron solo los ocho volcanes más grandes.
Posteriormente, se edificaron barreras alrededor de los volcanes para redirigir las radiaciones a contenedores de energía vital. También se construyeron las carreteras hurmas que permitían moverse en la capa nismal más rápido que nunca. Las radiaciones se distribuyeron a la población meno bendecida, incluso las más raras, las que proveían mejoras. La mayoría era distribuida equitativamente y el resto se reservaba en unas bóvedas alrededor de los volcanes. Los autodenominados “gobernantes” crearon reglas de comportamiento para evitar la anarquía y el abuso de poder, se prohibió el enervalismo, entre otras cosas, y se crearon las “guarderías sabias”, lugares donde los hurmos más pequeños, de solo algunos milímetros cúbicos de volumen, eran protegidos del resto de hurmos, permitiendo así más variedad en la población. Es más, la población pasó de millones a miles de millones de habitantes, y la prosperidad, la paz, las ciencias y la ingeniería llegaron a valores impensables antes de los Sabios.
Pero todos estos logros quedaron en jaque por el evento catastrófico sucedido hace trescientos años que inhabilitó los ocho volcanes, la única fuente de energía de los hurmos. Este evento lo cambió todo; los volcanes de un día para otro se empezaron a enfriar. Los Sabios se dieron cuenta enseguida de que algo había pasado, pero no sabían el porqué, puesto que la astronomía era totalmente desconocida para ellos, que vivían a un kilómetro de profundidad: nunca se enteraron que el satélite masivo de Nisma fue embestido por un planetoide errante sacándolo de órbita y dejando tras de sí unos pequeños restos menores del impacto, el famoso “Anillo de Nisma”. Tampoco sintieron la caída de restos del choque espacial, que fueron insignificantes por el curioso ángulo de la colisión espacial.
Un siglo después del choque, llegan los humanos. El planeta parecía deshabitado y estaba en la zona de “Ricitos de oro”, lo que favoreció su colonización. Para los humanos era un planeta perfecto, puesto que su gravedad era poco más grande que la de la Tierra, y estaba conformado por una gran isla y varias pequeñas, rodeadas de mares y océanos de agua dulce, poco profundos, que tomaban agua de los pocos ríos que venían de las cumbres de algún volcán o de las lluvias. En las islas floreció la agricultura, y en menos de nueve años la atmósfera volcánica se transformó en una respirable para los humanos, con una presión atmosférica que era casi igual a la de la Tierra. Aprovechando la altura de los volcanes inactivos se instalaron antenas de comunicación que suministraban señal en todo el planeta.
Las señales de comunicación y entretenimientos humanos fueron capturadas por los Sabios poco después y por todos los hurmos más tarde. Los Sabios se sorprendieron mucho de la existencia de seres materiales, pero descubrieron y notaron que los humanos percibían el tiempo diferente, era como si la humanidad viviese en cámara rápida: seis días en la superficie eran aproximadamente un día en la capa Nismal. Para estudiar y ver actividades humanas tenían que grabarse y ralentizarse, a fin de ser interpretadas correctamente. Otra cosa sorprendente fue la mortalidad humana, nunca un hurmo había muerto. Es cierto que algunos hurmos se fusionaron y convirtieron en seres diferentes, pero ellos y sus memorias estaban aún ahí. Además, hacía más de tres mil millones de años que no se realizaba esa práctica.
Fue tarea de los Neosabios procesar todo lo referente a la cultura humana y filtrar la información al resto de la sociedad hurma. Para el resto de los hurmos, los humanos eran un excelente pasatiempo: las artes, la historia humana, su biología y la astronomía, eran furor. Algunas áreas no fueron divulgadas, como la vulcanología y la geología, porque no querían que todos se enteraran de que los volcanes se encontraban inactivos: la censura nació.
Inmediatamente los Sabios se apresuraron para culpar a los humanos de afectar los volcanes y empezó el racionamiento de energía como contramedida, mientras se buscaba una solución. La verdad era que no había ni una sola idea de cómo enfrentar ningún problema, ni los ficticios, ni los reales.
Fue después que los avances en neurología humana y transmisión de ondas electromagnéticas mostraron un atisbo de luz. Así se creó una nueva ciencia, la electro-mentalogía, y en poco más de diecisiete años (105 años humanos), se pudo enviar un hurmo que entrase en la mente de un ser humano, para reestructurar uniones neuronales y fusionar a los seres en una sola mente. Los hurmos suponían que su intelecto era superior y debía desalojar totalmente la mente inferior humana, dejando solo recuerdos y algunos sentimientos, pero esto no era del todo cierto. Una ventaja del nuevo ser hurmo-humano era una capacidad hipnótica, aunque efímera, que podía aplicarse en dos, tres o cuatro seres humanos, impartiendo ideas y conocimientos. Se sabía que actuaba diferente para cada hurmo-humano, pero se desconocía el porqué. Por supuesto, el primero en ir no fue un Sabio, ni los siguientes: siempre fueron Neosabios.
Era de suponer que ningún hurmo racional sería tan suicida como para dejar su inmortalidad y convertirse en un mortal humano, cuya vida, a los ojos de un hurmo era un parpadeo: Mueren como moscas, se decía. Además, los seres humanos morían fácilmente ante cualquier accidente o enfermedad, no obstante, y, aun así, los Sabios encontraron voluntarios.
Se citó a todos los Neosabios a una charla informativa sobre un nuevo proyecto sabio. En esa reunión los Sabios contaron lo que habían logrado, que contaban con una máquina de electro-mentalogía extraordinaria que podía transformar a un hurmo en humano y traerlo de nuevo sano y salvo, lo que era claramente una patraña. Por otro lado, contaron que los humanos usaban los volcanes para generar energía y calefaccionar sus casas, lo que era cierto, y así reducían la energía a la capa nismal, lo que era totalmente falso. En efecto, las frecuencias de energías que utilizaban los humanos eran del infrarrojo y la de los hurmos eran muy por encima del ultravioleta. Además, los humanos la tomaban en la desembocadura de los volcanes y los hurmos la recolectaban mucho antes.
También dijeron que necesitaban conducir a los humanos en la dirección correcta, y limitar al mínimo los daños a Nisma, ya que la minería humana ponía en riesgo la capa nismal. Eso era verdad a medias.
Por supuesto, cuando solicitaron voluntarios para proteger a los hurmos, la capa nismal y a los volcanes desde la superficie, varios valientes se ofrecieron, tentados también con la promesa de los Sabios, de que, una vez terminadas sus misiones específicas, volverían y se los ascendería a Sabios.
Se enviaron un total de ocho Neosabios. El primer envío fue hace más de catorce años hurmos (87 años humanos) y el último hace diez años hurmos (60 años humanos). Luego, por la escasez de energía, se suspendió el proyecto, dejando a los viajantes totalmente incomunicados.
“Si no existieran dificultades, no habría éxitos.”
Domingo F. Sarmiento
Durante milenios la humanidad vivió en guerras territoriales en su planeta natal la Tierra: por problemas raciales, religiosos, ideológicos o solo por la ambición y egoísmo humanos. Hoy las vemos inauditas, porque finalmente la racionalidad venció, y las guerras cesaron para siempre. Las inteligencias artificiales se hicieron cargo de la justicia en todos lados, lo que pacificó al planeta.
Religiones extremas, ideologías inviables, fronteras, reglas regionales, se desvanecieron para siempre a finales del siglo XXIII, cuando comenzó una era de paz y estabilidad sin precedentes en la historia humana, se colonizaron todos los planetas y planetoides del sistema solar, se terraformaron Titán, Marte y Venus mediante estrategias diferentes pero exitosas: tecnologías depuradas que en un futuro se iban a aplicar en otros cuerpos celestes, lo que dio lugar al nacimiento de la Confederación de Planetas.
A fines del siglo XXIV se perfeccionaron los motores de propulsión iónica que permitían que naves espaciales alcanzaran velocidades próximas a la de la luz en solo meses de funcionamiento, y además se creó una nueva tecnología de hibernación. En esos tiempos la humanidad comenzó a colonizar la galaxia. Las estrellas más cercanas fueron pobladas primero, como es de suponer. Las primeras naves interplanetarias eran privadas, pero al pasar el tiempo la mayoría de naves eran confederadas, eran un bien de la humanidad y administradas fundamentalmente por computadoras, más eficientes, longevas e incorruptibles que los seres humanos. Los viajes y comercios se organizaban en escalas de décadas. “Justo lo que se necesita y cuando se lo necesita”, era el eslogan publicitario y la política de las naves interplanetarias de la Confederación de Planetas.
Finalmente, la humanidad se expandió a un radio de más quince años luz en todas direcciones desde la Tierra, a velocidades cercanas a la luz, llevando productos de un lugar a otro. En esta expansión, los humanos solo viajan como pasajeros hibernados riesgosamente. La hibernación era una tecnología siempre cuestionada, ya que algunos viajeros se despertaban después de ella con convulsiones o daños neuronales graves, incluso hubo más de un fallecimiento. El porcentaje de estas anomalías era bajo, de menos de un caso cada diez mil, pero estos incidentes continuaron sucediendo. Por eso no muchos decidían viajar grandes distancias, pero, aun a pesar de estos riesgos, algunos colonos lo hacían, por nuevas oportunidades en exóticos planetas.
La Tierra siguió siendo el mayor proveedor de materia orgánica de la humanidad, aunque colonias como Nisma lentamente la iban opacando en sus sectores de influencia.
Nisma, un planeta rocoso con grandes mares de agua dulce poco profunda, tenía varias pequeñas islas planas, y una era la ideal para la agricultura. En ella se concentraba el noventa por ciento de la población y en ella se encontraba también la ciudad de Nisma, de casi diez millones de habitantes. El planeta estaba relativamente cerca de la Tierra, a solo seis años luz, y las naves interplanetarias terrestres tardaban poco menos de nueve años en recorrer esa distancia, trayendo productos variados, por medio de la logística galáctica reinante.
Los primeros colonos llegaron a Nisma en el año 2268, y encontraron un planeta deshabitado y con una atmósfera rica en gases volcánicos y nitrógeno. Los ingenieros instalaron máquinas atmosféricas que mejoraron progresivamente la atmósfera, consiguiendo una más acorde a los humanos, en menos de una desada.
Corrigieron también el giro de Nisma, pues los días eran muy cortos. Unos rieles de levitación magnética traídos de Venus se instalaron en los polos, y en estos giraba una especie de locomotora a velocidades próximas a la luz, por conductos sellados al vacío. Siglos atrás, con esta tecnología, los días venusinos pasaron de durar 2802 horas terrestres a durar veinticuatro horas, lo mismo que la Tierra. Esta proeza se logró en Venus en menos de medio siglo. En Nisma se tenía que frenar el giro —cosa aún más fácil—, y se logró rápido porque la tecnología se había refinado mucho con el paso de las décadas.
Luego de dejar Nisma en condiciones, se pobló todo el planeta. El fuerte de los ingresos nismeños en esos primeros tiempos, provenía de dos industrias, la agro-ganadera y la minera. Es cierto que había otras, pero en mucho menor escala. Ambas florecieron con el aumento de la población, hasta que empezó el choque entre estas dos industrias.
Los ganaderos y algunos productores agropecuarios acusaron a las mineras de contaminar las aguas, de lanzar gases tóxicos a la atmósfera y de deteriorar el suelo cultivable. De la noche a la mañana surgió la Agrupación Proteccionista y Ecologista de Nisma (APEN), formada por jóvenes nismeños, muchos de familias acaudaladas, como la joven Sara Jalif, actualmente gobernadora, y Carlos Fernández, que sigue dirigiendo APEN. Convocaron a marchas y consiguieron el apoyo de muchas de las compañías importantes del planeta, y de casi toda la población.
Finalmente, las mineras, luego de un plebiscito, se tuvieron que ir del planeta. Sin embargo, florecieron excelentemente en otros planetas y planetoides cercanos, sin agro-ganaderos cerca.
Hacia el año 2457 vivían más de diez millones de personas en Nisma. La mayoría de los trabajos eran realizados por robots, las tareas humanas eran pocas, pero indispensables y lujosas, y con trabajar ocho o diez horas por semana era suficiente para vivir bien, ya que los sueldos eran altísimos en comparación con otros planetas y colonias menos tecnológicos. La población era estable desde hacía más de un siglo, debido a la ley de natalidad reinante: nadie podía tener más de un hijo, excepto en nacimientos múltiples, salvo al ser favorecidos por el sorteo anual o por excepciones genéticas, como, por ejemplo, la de grupos sanguíneos raros.
Vivir hasta los noventa años era legal y común, siempre de manera natural. Sin embargo, estaba prohibido usar drogas que aumentaran las expectativas de vida de forma artificial, como la APT, una droga que hacía siglos se producía en la Tierra, y que aumentaba la expectativa de vida a más de ciento veinte años. La APT solo era otorgada a grandes personas de la humanidad (científicos, deportistas, artistas, etc.), uno cada cuatro años, y a las mesas directivas de las empresas multiplanetarias, como Olimpia y Barcorp. Esto último se justificaba porque las operaciones entre Nisma y la Tierra tardaban más de nueve años para efectuarse y debido a que nadie quiere trabajar más de una década si no tiene nada que ganar, ya que en Nisma retirarse del trabajo activo definitivamente en diez años era legal y habitual, no solo para los deportistas de élite.
“Acepta el hecho irrevocable de que tu vida depende de tu mente”
Ayn Rand
Un vehículo aéreo descendió lentamente en un parque lleno de plantas y árboles con flores: ya había empezado la primavera en Nisma. Bajó del vehículo Harbin Deolé, joven de pelo castaño claro y ondulado, delgado, de altura media a alta y con un rostro armonioso, pero inexpresivo. Con andar seguro y taciturno se dirigió a la gran residencia que era su hogar. El vehículo se guardó automáticamente en el pequeño hangar de la sofisticada casa.
Nadie lo esperaba, ni siquiera un perro, ni un cactus. Abrió la puerta sin usar llave —no era común tener puertas con cerrojo en Nisma y menos en la zona sur de la ciudad, donde vivían los más ricos del planeta—. Entró al blanquecino living y se encendió la luz automáticamente, se dirigió al baño mientras un pequeño robot silencioso servía en una mesa un café cortado, jugo de frutas y unas masas recién horneadas.
Minutos después regresó Deolé ya en camisa y pantuflas, se sentó a la mesa en un cómodo sillón, frente a su merienda, tomó la taza de café y su medicación para la hipertensión, que lo aquejaba desde siempre.
En toda la casa no había foto alguna, pero sí bellas obras de arte que Harbin nunca apreció. Tocó la mesa de alta tecnología y se prendió una gran pantalla en la pared de enfrente, en la que podía verse un programa televisivo para niños del arcaico Canal 1, programa ya no tan popular, con más de un siglo en el aire. Él observaba el programa con desdén: “Nuestro mundo mágico”, del Profesor Nicolaide.
Harbin Deolé era el reciente presidente de la compañía Olimpia, único auspiciante del programa que estaba mirando. La Olimpia Company era una empresa enteramente nismeña, cuya junta directiva tenía diez sillas, cada una ocupada por un descendiente de fundadores. Los apellidos siempre eran los mismos, todos con el ocho por ciento de las acciones. Las restantes acciones estaban en la bolsa.