Por qué otros van a fracasar en el amor... pero tú no. - Miguel Ángel Martín Cárdaba - E-Book

Por qué otros van a fracasar en el amor... pero tú no. E-Book

Miguel Ángel Martín Cárdaba

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Beschreibung

Todos queremos amar y ser amados. Sin embargo, el camino del amor es un sendero lleno de trampas, desafíos y preguntas escurridizas. ¿Qué es realmente el amor? ¿Puede el amor durar para siempre? ¿Cómo puedo saber si he elegido a la persona adecuada? Y sobre todo... ¿Cuál es el principal secreto para no fracasar en el amor? Este libro desafía muchas de las actuales creencias contemporáneas sobre el amor y quizá incomode al lector. Pero ¿para qué leer un libro que te dice lo que ya piensas?

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MIGUEL A. MARTÍN CÁRDABA

POR QUÉ OTROS VAN A FRACASAR EN EL AMOR… PERO TÚ NO

EDICIONES RIALP

MADRID

© 2024 byMiguel A. Martín Cárdaba

© 2024 by EDICIONES RIALP, S. A.,

Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Preimpresión: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-6723-2

ISBN (edición digital): 978-84-321-6724-9

ISBN (edición bajo demanda): 978-84-321-6725-6

ISNI: 0000 0001 0725 313X

Advertencia para románticos sin solución:

Si tienes este libro entre tus manos probablemente eres alguien que cree en el amor. O al menos algo dentro de ti quiere creer en él. Bienvenid@. Estamos juntos en esto. Yo también creo firmemente en el amor. Es posible (muy posible) que según te sumerjas en estas páginas no siempre te lo parezca (especialmente durante los tres primeros capítulos). La razón es que no creo en esa versión del amor que muchas veces nos intentan trasladar hoy en día.

Precisamente porque creo en el amor, creo que es importante no confundirlo con lo que no es. Sucedáneos bellos y atractivos, pero tan llenos de trampas y de promesas vacías como un político en campaña electoral. Espejismos de cartón piedra. Efímeros fuegos artificiales tras los que solo queda el humo y el olor a quemado. Creo en un amor seguramente más difícil, pero, al mismo tiempo, incomparablemente más real, pleno y satisfactorio. Un amor que no es fruto de trucos e ilusiones sino de magia verdadera (echa un vistazo a los capítulos 4 y 7 si quieres saber a qué me refiero). Y, sobre todo, creo que es crucial elegir bien a la persona con la que vas a intentar crearlo y compartirlo (si te interesa esta parte no te saltes los capítulos 5 y 6).

En ocasiones, para construir es necesario primero derribar. Para llenar es preciso primero vaciar. Por eso, quizá este libro desafíe algunas, muchas o la gran mayoría de tus creencias sobre el amor. Quizá te haga sentir incómod@. Quizá te ponga furios@. Ojalá. Eso forma parte del proceso. Al fin y al cabo, ¿para qué leer un libro que te dice lo que ya piensas?

ÍNDICE

Introducción

1. Principitos, medias naranjas y mandarinas (o ¿y si hay alguien mejor?)

2. Amor al microscopio (o lo que los científicos piensan del amor)

3. El secreto del Diplozoon (o ¿puede el amor durar para siempre?)

4. Lo que Johnny Depp no sabía (o… la olvidada esencia del amor)

5. La importancia de elegir (o por qué seguramente te fijarás en la persona equivocada)

6. La importancia de saber elegir (o cómo elegir pareja y no morir en el intento)

7. El verdadero descubrimiento de Darwin (o ¿merece la pena perseguir el amor?)

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Índice

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Notas

INTRODUCCIÓN

Cuentan que el 5 de julio de 1687 un tipo imaginativo y despierto llamado Isaac afirmó que había una fuerza que mantenía tus pies pegados al suelo y por la cual no suele ser buena idea asomarse demasiado a un precipicio. La llamó fuerza gravitatoria y explicaba multitud de fenómenos inicialmente incomprensibles. ¿Te has preguntado por qué en la playa sube y baja la marea? Isaac sí. Era la mayor fuerza conocida en el universo hasta el momento, pero con el tiempo, otros sabios muy sesudos fueron descubriendo fuerzas aún más poderosas que también regían el mundo: la electromagnética, la nuclear… Pero lo cierto es que desde mucho antes, antes incluso de que fueran capaces de ponerle nombre, los seres humanos han experimentado otra fuerza mucho más intensa, mucho más palpable y mucho más potente: el amor.

Walter Raleigh era un hombre ocupado y, como diríamos hoy en día, de cierto éxito. Si fumas, probablemente debas agradecérselo a Walter, uno de los responsables de introducir el tabaco en Europa. John Lennon, que quería dejarlo y no podía, no se lo perdonó nunca. Incluso le dedicó una canción1. Además de traficar con patatas, participar en conspiraciones políticas, escribir versos mediocres, explorar territorios perdidos y batallar contra la Armada Invencible, también le quedó tiempo para el romance. Bastante, de hecho. Y no me refiero solamente al amor por la patria. Cuentan las malas lenguas que, de todas las mujeres que podía haber perseguido, se enamoró de la reina Isabel (Elisabeth, como a él le gustaba llamarla en la intimidad). Quizá no era la opción más segura, sobre todo si tienes en cuenta el reguero de cadáveres que unos cuantos incautos habían ido dejando al intentar conquistarla. Pero parece que Walter, que era un tipo resultón, acabó seduciendo a Su Majestad. Lo malo es que luego se enamoró de una de sus damas de honor y, una vez más en contra de todo buen juicio, decidió casarse con ella en secreto. No parecía buena idea engañar a una reina, pero él se encogía de hombros. Cosas del amor, decía. Como era de esperar, la reina no se tomó aquello del todo bien y Walter acabo prisionero en la torre de Londres y sentenciado a morir decapitado. Por suerte (¿tal vez por amor?), la reina Isabel acabó perdonándole. Moraleja: El amor te puede hacer perder la cabeza… Literalmente.

Hombre, podrías pensar, tampoco hay que exagerar. Tal vez se trata de un caso excepcional. Al fin y al cabo, ¿qué se puede esperar de un pirata como Walter? Es el tipo de gente que lo arriesga todo por un botín. Pero lo cierto es que podríamos pasarnos horas contando historias de amores cuyos efectos han sido aún mucho más demoledores. La gente lucha por amor. La gente mata por amor. La gente muere por amor. No pocas peleas, batallas o incluso guerras han comenzado por amor. No pocas relaciones, amistades e incluso familias han sido destruidas por amor.

Ciertamente, el amor puede ser maravilloso. Por supuesto, el amor puede ser devastador. Pero de lo que no hay duda es que es una fuerza excepcionalmente poderosa. La gente hace locuras por amor. Y, en algunas ocasiones, auténticas locuras. En serio. Si no, dime a ver qué te parece esto. Carl Von Cosel era un médico alemán felizmente casado y padre de dos niñas. Por cosas de la vida acabó trabajando en un hospital en Florida, donde conoció a una paciente llamada Helen. En el mismo instante en el que Carl posó sus ojos en Helen, una fuerza desconocida y avasalladora se apoderó de él. A partir de ese momento, trabajó incansablemente por salvar a aquella mujer de la que tan profundamente se había enamorado. Puede resultar casi romántico… si no pensamos demasiado en la mujer de Carl, claro. Desgraciadamente, Helen murió a los tres meses. Aunque su vida se había extinguido, el amor que Carl sentía por ella siguió ardiendo con más fuerza. Tras el entierro, Carl ofreció a la familia construir con su dinero un costoso mausoleo donde Helen pudiese descansar eternamente. Mmmm… ¿Sospechoso, no crees? Una vez construido el mausoleo, Carl abandonó la medicina para pasar allí la mayor parte de su tiempo. Mmmm… Inquietante, ¿verdad? Pero la historia se transformó en algo realmente diferente cuando Carl decidió desenterrar el cuerpo de Helen y llevarlo a su casa donde vivió y durmió con su cadáver durante 7 años. No sé, pero diría que esto puede resultar excesivo incluso si eres un romántico empedernido como yo.

Quizá la historia de Carl es única, pero una infinidad de poemas, óperas, canciones, novelas, películas, etc., indican que el amor es una experiencia universal en la que todos podemos vernos reflejados. El amor es una fuerza desconcertante porque, además, puede presentarse de muchas formas distintas. Algunas veces se manifiesta como una fuerza arrolladora y huracanada, otras como el calor tenue y reconfortante del sol en una mañana de invierno, otras como una resistente, suave y envolvente tela de araña… Sabemos que el amor entre dos amantes no parece el mismo que entre dos amigos. Y este último nada tiene que ver con el de una madre con su hijo, ni este con el de un hijo por su madre. Y, aunque podemos palpar claramente las diferencias entre ellos, también podemos acariciar con la punta de los dedos de nuestra intuición sus semejanzas.

En cualquier caso, todos hemos experimentado en algún momento y en alguna de sus formas la fuerza de eso que hemos llamado amor. Una fuerza que nos mantiene unidos y nos hace girar unos alrededor de otros de un modo tan eficaz como la gravedad de Newton lo hace con los planetas. Una fuerza que sentimos y, sorprendentemente, desconocemos prácticamente a partes iguales. Por eso las preguntas son muchas. ¿En qué consiste realmente esa fuerza? ¿De qué está hecha? ¿Cuál es su verdadera esencia? ¿Cómo nos afecta? Y sobre todo ¿podemos controlarla?

1. PRINCIPITOS, MEDIAS NARANJAS Y MANDARINAS (o ¿y si hay alguien mejor?)

Advertencia: lo que estás a punto de leer puede generar hipertensión, insomnio, congestión intestinal y dolor de cabeza. Algunas medicinas saben mal, pero son necesarias. Aquí va una cucharada.

El principito1, uno de mis libros favoritos, cuenta la historia de un niño que vivía solo en su minúsculo planeta. Su vida era atareada pero sencilla. Simple, aunque ligeramente vacía. Limpiar sus tres volcanes y ver puestas de sol. Y ya. Pero todo cambió cuando alguien nuevo llegó a su mundo. Una flor. Pero no una flor cualquiera como esas que habían crecido otras veces en su planeta. Esta era diferente. Sus pétalos eran más abundantes, su color era más vivo, su fragancia era más arrebatadora, y su belleza deslumbrante. Coqueta y no demasiado modesta, pensaba el principito, ¡pero tan hermosa y conmovedora…! No, no solo era diferente. ¡Era única! Y en ese instante, el principito supo que se había enamorado de su flor.

Pero nadie dijo que el amor fuera fácil. Quizá el principito era demasiado joven, quien sabe. El caso es que la cosa no fluía y el principito, aprovechando una migración de pájaros silvestres, se marchó para viajar y ampliar horizontes. Y ahí empieza lo interesante, porque cuando el principito llegó a la tierra, su visión del universo cambió. Como un miope que descubre las gafas por primera vez. Y es que no hay nada como ver mundo. O estrellarte contra él. Fue en uno de sus paseos cuando el principito se topó con un jardín. Un jardín repleto de rosas. Efectivamente, rosas como aquella flor tan especial que apareció en su planeta. Solo que aquella dijo que era única, y aquí había cientos. Shock. Y después, inseguridad y duda.

Borges decía que uno está enamorado cuando se da cuenta de que la otra persona es única. El problema viene cuando tarde o temprano descubres que quizá no es tan única como creías. Todos los psicólogos coinciden. Enamorarse es engañarse un poco. A veces muchísimo. Un cerebro recién enamorado es un cerebro en pleno colocón. Gracias a un peculiar baile de hormonas y neurotransmisores, el sol brilla más hermoso que nunca, los pájaros afinan aún mejor sus melodías, el aire es más puro y más limpio… y hasta el taquillero del metro parece simpático. El mundo se vuelve de color de rosa y tu ser amado… rosa fucsia. Hombre, nadie es perfecto. Claro que el otro tiene sus cosillas. El amor es ciego, pero no tanto. Pero esos pequeños e insignificantes defectos le hacen aún más encantador. Esa verruga es la más bonita que has visto. De hecho, si te fijas bien es un lunar. De los sexis.

Luego vienen las malas noticias. La química del cerebro vuelve poco a poco a la normalidad. El lunar se convierte de nuevo en verruga y la rosa que era única se convierte en una más. Bernard Shaw, que era un poco menos romántico que Borges, decía que en el fondo enamorarse no es sino exagerar la diferencia entre una persona y todas las demás. Y esa exageración tiende a caducar. Aquí los psicólogos vuelven a asentir todos al unísono con expresión apesadumbrada. La cosa es seria. ¿Sabes por qué? Porque también te va a pasar a ti.

Roberto era ese joven misterioso que había llegado nuevo al último curso del instituto. Chupa de cuero, moto y mirada silenciosa. Eso fue suficiente para cautivar a Julia. No había nadie como él. A los cinco minutos de empezar la relación Julia ya tenía claro los nombres de sus tres futuros hijos. Pasó el verano y Julia empezó la universidad. Allí se sentó al lado de Esteban. Esteban no tenía moto, tenía coche. Era más listo que Roberto y mucho más sofisticado. Y realmente sabía escuchar. Julia acababa de encontrar una rosa mejor que la suya. Crisis.

Lucas y Maite hacían una buena pareja. El proyecto parecía sólido y los planes sobre un futuro común estaban ya encima de la mesa. El ascenso laboral de Lucas, y el mejor sueldo que vendría con él, facilitaban finalmente las cosas. En su primer día en la nueva oficina le presentaron a Samantha, su futura compañera de trabajo. Lucas tragó saliva. Nunca había visto una sonrisa igual. Era dulce, resolutiva e independiente. Si escuchabas con atención se podía oír el sonido melodioso de unos violines lejanos cada vez que ella entraba en la oficina. Según pasaban los días la melodía iba in crescendo. Era tan fácil hablar con ella. Era tan sencillo reír con ella. Lucas acababa de encontrar una rosa mejor que la suya. Crisis.

El tema se complica. Hay muchas rosas ahí fuera y muchas son más bellas que la tuya. Sé que parece difícil, pero es verdad. Si estás bajo el hechizo del amor pensarás que como tu pichurrín no hay nadie. En eso precisamente consiste el hechizo. Pero seamos desagradablemente honestos. En el mundo hay 8000 millones de personas. ¿Cuál es la probabilidad real de que tu ser amado sea esa persona mejor que la cual no podrías encontrar ninguna otra? Lo sé. Mejor no hagas el cálculo.

Ok. Claramente es poco realista decir que la persona de la que te has enamorado es la más noble, la más lista, la más bella, la más romántica, la más virtuosa, la más detallista, la mejor. El asunto es difícil de procesar y el estómago se te encoge un poco. Es entonces cuando tu cerebro intenta su siguiente truco, y con voz muy suave te susurra «Vale, quizá no es la mejor persona comparada con las demás, pero no hace falta, porque sí que es la mejor… para ti. No es perfecta, claro que no. Nadie lo es. Pero nadie más encajaría tan bien contigo ¿no crees? Sois como dos piezas de puzle hechas la una para la otra y unidas por el destino, ¿verdad?». Eso suena mejor. Vuelves a respirar tranquilo. No es que quiera fastidiarte el momento, pero… ¿en serio? Vamos a pensarlo más despacio ¿seguro que de entre esos 8000 millones que pueblan la tierra no es probable que haya alguien que pudiera entenderte mejor, cuidarte mejor, y encajar todavía mejor contigo? Quizá tienes razón. No quiero yo sonar escéptico, pero parece mucha casualidad que esa persona tan especial y absolutamente perfecta para ti sea justo el amigo de tu primo Felipe y viva en la calle de enfrente, ¿no?

Asúmelo. Siempre hay una rosa más bella ahí fuera esperando. De eso no hay duda. La duda surge cuando tienes que decidir qué hacer al respecto. Si siempre puedo encontrar alguien mejor ¿qué sentido tiene comprometerme con nadie? Cuando dices que sí, dices que no a un montón de personas mejores que la que has elegido. Lo voy a volver a escribir porque esto es importante. Cuando dices que sí, dices que no a un montón de personas mejores que la que has elegido. Sí. Se ponen los pelos de punta solo de pensarlo.

Una vez escuché a alguien decir que está muy bien buscar a tu media naranja, pero que mientras llega, lo mejor es hincharse a mandarinas. Otro romántico. ¿Pero cómo sabes quién es una mandarina y quién una naranja? Si me comprometo con lo que parece mi naranja y luego aparece LA SÚPER NARANJA, ¿qué demonios hago? ¿y si resulta que no hay más que mandarinas? ¿se puede amar a dos naranjas? O mejor todavía ¿tiene siquiera sentido amar a una naranja? ¿y si lo único que se puede hacer es exprimirlas y cuando se acaba el jugo tirar la cáscara? Demasiadas preguntas, lo sé. Quizá creas que te explota la cabeza. Justo así se sentía el principito.

2. AMOR AL MICROSCOPIO (o lo que los científicos piensan del amor)

El amor es una realidad central en nuestras vidas. Y, sin embargo, tiende a escaparse más allá de nuestro control. Sopla cuando él lo decide y en la dirección que él mismo decide. Se deja sentir e incluso acariciar. El problema viene, como con los unicornios, cuando intentas atraparlo. Y todos queremos atraparlo, porque cuando lo pruebas, quieres seguir bebiendo de esa fuente para siempre.

No es fácil definir el amor. Si le preguntas a tu vecino de enfrente quizá recurra a eso de las mariposas en el estómago. Un clásico. Si tu vecino es Shakespeare te dirá que el amor es «un humo hecho con el vapor de los suspiros». Que probablemente significa lo mismo, pero queda mucho más sofisticado. ¿Mariposas? ¿Suspiros? No es solamente que la gente sea cursi (que también), es que cuando te enfrentas a algo tan difícil de definir no queda más remedio que escapar al mundo de las metáforas y recurrir a la poesía. Los seres mágicos solo pueden ser cazados con hechizos.

El problema es que intentar comprender la realidad mediante la poesía es como intentar atrapar el agua con la mano. En cuanto la cierras se te escurre de nuevo. La poesía puede generar esa engañosa y bella ilusión de que entiendes algo cuando en realidad no lo entiendes del todo. Es como el resplandor tenue y oscilante de una cerilla en una habitación sin luz. Te permite entrever por unos instantes lo que te rodea, pero en cuanto se apaga te vuelves a quedar a oscuras. Y con los dedos quemados. Por eso, los científicos, personas con bata y obsesionados con medirlo todo, llevan décadas luchando por atrapar y diseccionar el amor. ¿Qué es? ¿Cómo surge? ¿Cuánto pesa? Intentan fotografiarlo, medirlo y disecarlo con sus aparatos de última generación. Por fin gente seria.