Puertas del ayer y del mañana - Álvaro Escudero - E-Book

Puertas del ayer y del mañana E-Book

Álvaro Escudero

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Beschreibung

Amy Brisa Marina, capitana del Fénix del Alba, busca el mayor tesoro de todos los tiempos. Gracias a las sabias palabras de una adivina, Amy pondrá rumbo más allá del Arco Iris para encontrar, con ayuda del mago Tristán, la manera de abrir las Puertas del Mañana. Una excelente epopeya fantástica que hará las delicias tanto de los mayores como de los más pequeños.

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Seitenzahl: 93

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Álvaro Escudero

Puertas del ayer y del mañana

 

Saga

Puertas del ayer y del mañana

 

Copyright © 2020, 2022 Álvaro Escudero and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726983593

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

UNO

Allende los mares, en un tiempo en que la ley de la espada y el trabuco estaban a la orden del día, la valía de las personas se medía por el valor que guardaban en sus corazones. Eran días de fiereza y crueldad, días en los que los piratas eran los amos y señores del océano y su voluntad era la única ley. La sola visión de la bandera negra ondeando al viento en alta mar bastaba para congelar la valentía de los más bravos y aflojar las tripas de los grumetes más intrépidos. Y no era para menos: la leyenda de los piratas se hizo tan famosa que sus historias de cofres enterrados, mapas del tesoro y batallas en el mar han llegado incluso a nuestros días.

Pero no todos fueron malhechores aficionados al ron o criminales sanguinarios. En aquellos días se forjó la leyenda de una temible pirata que no encontrarás en ningún otro libro. Su fama creció tanto que raro era el marinero que nunca llegó a escuchar sus historias. Su nombre era Amy Brisamarina, pero por aquel entonces era más conocida como la Pirata Escarlata. Dicen las malas lenguas que aquel infame apodo se lo pusieron porque siempre que abordaba un barco hacía correr la sangre. Una historia aterradora, sí, pero por completo inexacta. El motivo por el que la llamaban la Pirata Escarlata era por la radiante capa roja que siempre ondeaba su espalda. La llevaba día y noche, comía con ella, dormía con ella y peleaba con ella. Tanto tiempo la utilizó que ya nadie era capaz de imaginar a Amy sin ella.

A pesar de ser tan solo una adolescente, nadie ponía en duda que fuese una de las más famosas e intrépidas piratas que jamás han surcado los mares, pero no eran su espada y su trabuco lo que sus víctimas más temían, sino su gran inteligencia.

Dejemos las cosas claras desde el principio: la gente que vivió en aquella época no tenía demasiadas luces. Para ellos había pocas cosas más aterradoras que una persona inteligente. Amy podía abordar ella solita la cubierta de un bergantín y conseguir que todos sus tripulantes saltasen por la borda sin tener que disparar una sola bala. Su táctica favorita era proferir insultos inventados por ella misma. Sus insultos era tan ingeniosos y desconcertantes que los pobres marineros abordados se terminaban sintiendo tan confundidos que no les quedaba más remedio que saltar por la borda. Así, Amy gritaba cosas como «¡parecéis una bandada de gaviotas mareadas llenas de vómito!», o también «¡sois más feos que un tiburón comiéndose una anguila eléctrica!». Siempre funcionaban.

Amy nunca estaba sola en sus aventuras por el mar. Tenía un fiel aliado que le acompañaba en todos sus saqueos. Su nombre era Katán: un hurón peludo, de color gris y ojos negros, que se pasaba el día agitando los bigotes sobre su hombro derecho. La mayoría de los capitanes pirata suelen utilizar loros de colores brillantes como animales de compañía, o incluso como contramaestres. Pero Amy no había entendido jamás esta moda tan tonta. Los loros son ruidosos, sueltan plumas, te roban las galletas, te clavan las garras y se pasan el día repitiendo las mismas frases una y otra vez: «a toda vela», «al abordaje», «pasad a ese marinero de agua dulce por la quilla». No, los hurones para un pirata funcionan mucho mejor, aunque sean un poco apestosos.

Otra de las cosas que se saben de la Pirata Escarlata es que siempre llevaba el ojo derecho oculto tras un parche. El ojo estaba sano y podía ver con total claridad, pero prefería mantenerlo oculto porque se avergonzaba de él. El izquierdo, el que llevaba siempre a la vista de todo el mundo, era de color azul verdoso, el mismo color de las olas del mar en una despejada mañana de primavera. Amy siempre se había sentido orgullosa de su ojito izquierdo. Sin embargo, el derecho era de color castaño, del mismo tono que los granos de café. No soportaba la idea de que nadie le mirase a la cara y viese esa anomalía. Temía que la gente se espantase con aquella horrible dualidad y pensasen que era algún tipo de fenómeno que se hubiese escapado de una feria ambulante. No, así no había quien se hiciese respetar. Era mucho mejor mantenerlo oculto tras el parche. Además, aquel detalle también le daba un aspecto aterrador, y eso es algo fundamental para la imagen de cualquier pirata.

La vida en alta mar no era sencilla en absoluto, ni siquiera para un temido capitán pirata. Siempre había riesgo de tormentas, a veces el suelo del camarote se llenaba de agua y la cubierta siempre olía a pescado. Pero una vida así tenía grandes ventajas, en especial dos que para Amy eran muy atractivas: aventuras y tesoros. Ambas casi siempre venían juntas y rara era la vez en que la Pirata Escarlata no andaba en busca de alguna fortuna de leyenda.

A lo largo de los años he oído contar cientos de historias sobre las aventuras de Amy Brisamarina, tantas que es imposible distinguir cuáles son ciertas y cuáles son falsas. Los trovadores narran los mismos relatos una y otra vez: la búsqueda del oro escondido en las cataratas del fin del mundo; la guerra que libró contra los caudillos vikingos de las islas del norte; la vez en que su barco se perdió entre los fiordos de las islas de cristal, o la estrella que encontró caída del cielo.

Pero hay una historia que muy pocos han escuchado. La única que, casi con toda seguridad, ocurrió de verdad.

Nuestro relato comienza con el Fénix del Alba cortando las olas de un mar embravecido. Así se llamaba el navío de la Pirata Escarlata. Hoy en día, debo de ser una de las pocas personas que quedan con vida que pudieron contemplarlo con sus propios ojos, y puedo asegurar que era la embarcación más hermosa y deslumbrante que ha surcado jamás los océanos. Cualquier persona que la veía llegar desde lo lejos creía estar viendo a un flamante pájaro de fuego acercándose desde el horizonte, volando sobre el mar y rozando las olas con las plumas de la panza. En la proa llevaba labrada una espléndida representación de un fénix con las alas desplegadas, y era de esta escultura de donde el barco recibía su nombre. Las cuadernas estaban pulidas y barnizadas con tanto esmero que cuando los rayos del sol caían sobre ellas las hacían brillar con destellos de oro. El velamen del barco consistía en un conjunto de velas escarlata izadas a lo largo del trinquete, el palo mayor y el palo de mesana, con la inconfundible bandera pirata ondeando en lo más alto.

Así, comenzamos, con la tripulación del Fénix del Alba justo después de enfrentarse contra toda la flotilla del pirata Piesnegros, el mayor enemigo de Amy desde que ella le robó sus mejores botas en una trifulca tabernera. Así fue como Piesnegros se ganó su apodo, pues juró que no volvería a ponerse calzado hasta haber recuperado sus botas favoritas.

Amy se había enfrentado con valor y arrojo contra los barcos de su enemigo. Había conseguido hundir ella solita a tres bergantines, pero Piesnegros, que también era una persona inteligente, logró sorprenderla por la retaguardia y le tendió una emboscada. Amy agarró con fuerza el timón y puso todo su empeño en sacar a los suyos de aquella trampa mortal. Se lanzó en picado contra uno de los barcos que le taponaban el paso y lo embistió sin piedad con el espolón de proa. La nave enemiga se hizo astillas mientras se hundía en el mar.

Con el camino libre, Amy ordenó desplegar la vela mayor y navegó veloz hacia mar abierto. En el este divisó unas nubes negras como calcetines sucios que no tardarían mucho en convertirse en tormenta. Aquello podía suponer un grave problema, pero si actuaba con inteligencia, podría convertirlo en una ventaja.

Decidió jugársela. En contra de todo pronóstico, Amy hizo girar la rueda del timón con fuerza y dirigió la embarcación derechita al interior del vendaval. Piesnegros tenía que estar muy loco si se atrevía a perseguirla hasta allí.

La lluvia helada azotaba su cara, el viento le revolvía el pelo mojado y el rugido de los cañones enemigos junto con los truenos la ensordecían, pero Amy no podía parar de reír. Tenía el timón agarrado con fuerza y los pies bien puestos sobre el suelo. Por eso le gustaban tanto las botas que le había robado a Piesnegros: nunca se resbalaban por muy mojada que estuviese la cubierta. Katán temblaba de miedo y de frío, tanto que se había refugiado entre los pliegues de su camisa. Amy no se preocupó por él; el animalito estaba acostumbrado a las locuras de su dueña. Vio un rayo surcar las nubes y escuchó el rugido del mar encolerizado. Eran aquellos momentos los que le hacían sentirse viva de verdad.

La tormenta llenó el cielo de relámpagos y agitó las aguas como una diosa colérica jugando en la bañera con barquitos de juguete. Amy dejó de preocuparse por sus perseguidores y puso todo su empeño y el de su tripulación en mantener la nave a flote. Los cañones enemigos habían causado daños y temía que el barco no estuviese en condiciones para soportar un temporal tan salvaje, pero aún así continuó adelante con el plan.

Después de varias horas de cruenta lucha contra los elementos, la lluvia comenzó a amainar. Los cielos se calmaron y una densa niebla se levantó en torno a ellos. Amy suspiró aliviada; hacía mucho rato que no habían avistado ninguno de los barcos de Piesnegros. Con un poco de suerte se habrían hundido todos, y aunque hubiese sobrevivido alguno, no serían capaces de encontrarlos entre las brumas.

Amy se paseó por la cubierta para evaluar los daños que había recibido la embarcación. Katán correteó brazo abajo hasta la borda y se sacudió el agua con energía. Amy arrugó la cara al ver el estado del barco: las velas estaban casi todas rotas, muchas de las sogas se habían soltado y el palo de mesana estaba partido. La tripulación estaba bien, pero habían llegado al límite de sus fuerzas. Igual que ella. Bajo aquellas condiciones resultaba imposible gobernar la nave.

Amy resopló y se dejó caer de culo junto al timón. No había nada que ella pudiese hacer. Solo les quedaba vagar a la deriva por aguas desconocidas, perdidos en la niebla.

DOS