Reality Transurfing  I - Vadim Zeland - E-Book

Reality Transurfing I E-Book

Зеланд Вадим

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Beschreibung

El Transurfing es una técnica innovadora y poderosa que te ofrece las herramientas necesarias para gestionar tu destino a tu gusto. No se trata de realizar milagros, sino de comprender que la realidad es mucho más sorprendente que cualquier fantasía. Gracias a su estilo trepidante en esta trilogía, Zeland guía al lector a lo largo de sus vivencias cotidianas para evidenciar una forma totalmente nueva de interpretarlas. El mundo en que vivimos es por naturaleza variado y multiforme y tiene una estructura metafísica que abarca en el mismo momento pasado, presente y futuro. Descubrir y conocer en profundidad el espacio de las variantes ayuda a entender que no existen límites en los posibles desenlaces de un acontecimiento. ¿Cómo comportarse entonces en este mundo de infinitas posibilidades? Según la propuesta del Transurfing, la mejor manera de vivir es surfeando la realidad exactamente como en el deporte del surf se hace con las olas. El transurfer es la persona que consigue deslizarse sin esfuerzo entre las olas de lo cotidiano y cabalga la vida con ligereza y maestría (sin ahogarse nunca). Libre de los vínculos de la dependencia y seguro de sí mismo, el transurfer no le da demasiada importancia a los eventos, que nunca influyen realmente sobre él. Atento a no desperdiciar su energía inútilmente, el transurfer prefiere ser un espectador en lugar de un actor, y asume conscientemente una perspectiva más distante, relajada y objetiva sobre la vida. Las olas de la vida te están esperando... ¿estás preparado para surfearlas?

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Vadim Zeland

REALITY TRANSURFINGCÓMO DESLIZARSE A TRAVÉS DE LA REALIDAD

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Colección Psicología

REALITY TRANSURFING. EL ESPACIO DE LAS VARIANTES

Vadim Zeland ()

1.ª edición en versión digital: marzo de 2021

Título original:

Traducción: Saglr Khartskhaeva

Corrección: Sara Moreno

Diseño de cubierta: Enrique Iborra

Maquetación ebook: leerendigital.com

© 2009, Ves Publishing Group () www.vesbook.ru

(Reservados todos los derechos)

© 2021, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-726-1

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

El espacio de las variantes

Créditos

Introducción

Capítulo I. Modelo de las variantes

El susurro de las estrellas de madrugada

Adivinanza del guarda

Resumen

Capítulo II. Los péndulos

Péndulos destructivos

La batalla de los péndulos

Hilos de las marionetas

Obtienes lo que no quieres

Hundimiento del péndulo

Extinción del péndulo

Soluciones fáciles para problemas difíciles

Estado de suspenso

Resumen

Capítulo III. La ola de la suerte

Antípoda del péndulo

Bumerán

Transmisión

Rituales mágicos

Resumen

Capítulo IV. El equilibrio

Potenciales excesivos

Descontento y reprobación

Relaciones de dependencia

Idealización y sobrevaloración

Desprecio y vanidad

Superioridad e inferioridad

Deseo de tener y no tener

El sentimiento de culpa

El dinero

La perfección

La importancia

De la lucha al equilibrio

Resumen

Capítulo V. La transición inducida

El recambio generacional

El embudo del péndulo

Las catástrofes

La guerra

El desempleo

Las epidemias

El pánico

La pobreza

Resumen

Capítulo VI. La corriente de las variantes

El campo de la información

Conocimientos de ninguna parte

El Suplicante, el Ofendido y el Guerrero

Moverse con la corriente

Señales que guían

Soltar la situación

Resumen

INTRODUCCIÓN

¡Querido lector! Sin duda alguna, tú, como las demás personas, desearás vivir en la abundancia y llevar una vida cómoda, sin enfermedades ni conmociones existenciales. Sin embargo, la vida obra a sus anchas y te maneja a su gusto como si fueras un barco de papel en la corriente. En el intento de alcanzar la felicidad, sin duda has probado muchos de los remedios de siempre. ¿Has podido conseguir grandes logros actuando dentro de los márgenes de la ideología tradicional? Este libro trata de cosas muy extrañas y extraordinarias, tan chocantes que cuesta creerlas. Pero tu fe no es necesaria. Aquí están expuestos los métodos que te ayudarán a comprobar todo personalmente. Es entonces cuando se derrumbará tu percepción de la realidad. El Transurfing es una técnica muy potente, que proporciona el poder de crear cosas imposibles desde un punto de vista habitual; es decir: dirigir tu destino a tu voluntad. No habrá ningún milagro. Te está esperando algo mucho mayor. Vas a descubrir que la realidad desconocida es mucho más sorprendente que cualquier mística.

Existen muchos libros que enseñan cómo conseguir el éxito, ser rico, ser feliz. Es una perspectiva muy seductora, ¿quién no desea todo eso? Pero cuando uno abre las páginas de estos libros, lo único que ve son ejercicios, técnicas de meditación, trabajo sobre uno mismo, que te quitan las ganas de hacer cualquier cosa. La vida ya es, de por sí, un examen continuo; y en esos libros se te pide esforzarte de nuevo y exprimir algo de ti mismo. Te aseguran que eres imperfecto, por lo que tendrás que cambiar si quieres obtener algún resultado.

Es posible que no estés del todo satisfecho contigo mismo, pero en el fondo de tu alma no tienes ningunas ganas de cambiar. Y haces bien. No has de creer a nadie que te diga que eres imperfecto. ¿Quién sabe cómo deberías ser? No hay que transformarse. La salida no está donde la buscas.

No haremos ejercicios, ni meditaciones ni autoanálisis. El Transurfing no es una nueva metodología de autoperfeccionamiento. Es un modo muy distinto de pensar y actuar a fin de poder recibir lo deseado. No se trata de conseguir o de lograr, sino precisamente de recibir. Y no se trata de cambiarse a uno mismo, sino de volver hacia sí mismo.

Todos cometemos muchos errores en la vida y luego soñamos que sería magnífico retornar al pasado y corregirlo todo. No te prometo «un billete a la infancia con asiento reservado»,[01] pero los errores se pueden corregir, lo que al mismo tiempo te parecerá una vuelta al pasado. O, más probablemente, «adelante hacia el pasado». Al final del libro comprenderás el significado de estas palabras. No has podido ni leer ni escuchar en ningún sitio lo que me propongo contarte. Por lo tanto, prepárate para muchas sorpresas que te resultarán tan asombrosas como agradables.

[01]. Canción rusa. Autor de la Ietra: R. Rozhdesrvensky, La ciudad de la infancia. (N. de la T.)

CAPÍTULO I

MODELO DE LAS VARIANTES

En este capítulo se te ofrece una introducción teórica al Transurfing. Su base conceptual es el modelo de las variantes: una forma completamente nueva de ver la estructura de nuestro mundo. El ser humano desconoce su capacidad conseguir lo que desea recibiéndolo simplemente sin buscar obtenerlo. ¿Por qué es posible?

Los sueños no se cumplen

El susurro de las estrellas de madrugada

Me despertaron los ladridos de la perrita de los vecinos. Esta criatura repugnante siempre me despierta. ¡Cómo la odio! ¿Por qué tengo que despertarme precisamente por los ruidos que emite esta canalla? Tengo que salir a dar un paseo, tranquilizarme y distraerme del vivo deseo de quemar la casa de los vecinos. Tal como es la perrita, así son sus dueños. Siempre tienen que meterse reptando en mi vida, esas víboras humanas, para fastidiarme. Me visto nervioso. Otra vez mis zapatillas se han metido quién sabe dónde. «¿Dónde estáis, malditas bastardas? ¡En cuanto os encuentre, os tiraré!».

Fuera hay niebla y mucha humedad. Voy atravesando el lúgubre bosque por el sendero resbaladizo. Casi todas las hojas han caído, dejando al descubierto los troncos grises de los árboles medio muertos. ¿Por qué vivo en medio de este funesto pantano? Saco un cigarrillo. Parece que no tengo muchas ganas de fumar, pero la vieja costumbre me dice que lo necesito. ¿Lo necesito? ¿Desde cuándo el cigarrillo se me ha convertido en una costumbre? Sí, es bastante desagradable fumar de madrugada con el estómago vacío. Eso era lo normal antes, cuando el cigarrillo alegremente acompañado causaba placer, era un símbolo de moda, libertad, estilo. Pero las fiestas se acaban y llegan los días lluviosos, prosaicos, con charcos de viscosos problemas. Y cada problema lo afrontas con el cigarrillo varias veces al día, como diciéndote: «Ahora fumo, tomo aliento y otra vez a zambullirme en esta indigesta rutina».

El humo de tabaco se me ha metido en los ojos y por un momento me los cubro con las manos, como un niño ofendido. Estoy harto de todo. De repente, como confirmando mis pensamientos, una rama de abedul, encorvándose astutamente, me golpea en plena cara. ¡Maldita rama! Enfurecido, la rompo y la arrojo. Se queda colgada en el árbol y empieza a balancearse y dar saltos como un payaso, como demostrándome toda mi impotencia ante el deseo de cambiar algo en este mundo. Abatido, sigo lentamente mi camino.

Cada vez que intentaba luchar contra este mundo, él cedía al principio, aportando esperanzas, pero luego me pagaba con un papirotazo de los buenos. Solamente en las películas los protagonistas van a por su objetivo arrasando todo por el camino. En la realidad todo sucede de otro modo. La vida se parece al juego de la ruleta. Primero ganas una vez, luego otra, la tercera… Ya te ves un ganador y te parece que tienes al mundo entero en tu bolsillo, pero al final, siempre pierdes. Sólo eres como el pavo de Nochebuena, al que están alimentando bien para luego sacrificarlo y comérselo al son de la música alegre y las risas. Te has equivocado, ésta no es tu fiesta. Te has equivocado…

Así, revolcándome en estos pensamientos tristes, salí hacia el mar. Pequeñas olas mordían con rabia la arena de la playa. El mar me soplaba hostilmente con fría humedad. Gordas gaviotas andaban con pereza por la playa picando cualquier podredumbre. En sus ojos hallaba un frío y negro vacío. Daba la sensación de que ahí se reflejaba el mundo que me rodeaba, igual de frío y hostil.

En la playa un vagabundo recogía botellas. «Vete, fuera de aquí, gilipollas, quiero estar solo». No, parece que se dirige hacia mí, y parece que para mendigar. Mejor me voy a casa. No puedes estar tranquilo en ninguna parte. ¡Qué cansado estoy! Este cansancio está siempre conmigo, hasta cuando estoy descansando. Vivo como si estuviese cumpliendo una condena. Da la sensación de que pronto todo cambiará, de que empezará una nueva etapa y entonces yo seré otro y podré disfrutar de la vida. Pero todo eso está en el futuro.

Mientras tanto, el triste presidio de siempre. Espero, pero el futuro nunca llega. Ahora, como siempre, me tragaré el desayuno insípido e iré al aburrido trabajo, donde de nuevo voy a exprimir de mí los resultados que necesita cualquiera menos yo. Otro día más de una abrumadora vida sin sentido…

Me despertó el susurro de las estrellas de madrugada. ¿Qué clase de sueño tan melancólico he tenido? Como si hubiera vuelto un vestigio de mi vida anterior. Qué bien que haya sido sólo un sueño. Me estiré con alivio, como lo hace mi gato. Aquí está el perezoso, arrellanado. Sólo sus orejas indican que nota mi presencia. «Levántate, careto bigotudo. ¿Vienes conmigo a dar un paseo?». Encargué para mí el día soleado y eché a caminar hacia la mar.

El sendero atravesaba el bosque y el susurro de las estrellas de madrugada se disolvió poco a poco en el coro polifónico de la comunidad de las aves. Había alguien que se esforzaba entre los arbustos: «¡Comida! ¡Comida!». Ah, aquí está el granuja. Pequeña bolita peluda, ¿cómo consigues chirriar tan fuerte? Es sorprendente cómo antes no se me había ocurrido: cada pájaro tiene una voz absolutamente distinta, sin embargo, ninguno entra en disonancia con el coro general y siempre crean una sinfonía tan armoniosa que ninguna orquesta, por muy hábil que sea, es capaz de reproducir.

El sol alargó sus rayos entre los árboles. Esta iluminación tan fascinante avivó la profundidad tridimensional y la jugosidad de los colores, convirtiendo el bosque en un holograma maravilloso. El sendero, con mucho cuidado, me condujo al mar. Las olas de color esmeralda cuchicheaban suavemente con el cálido viento. La playa parecía infinita y desierta, pero me sentía cómodo y tranquilo, como si este superpoblado mundo hubiera reservado este rinconcito retirado especialmente para mí. Algunos consideran que el espacio que nos rodea no es nada más que una ilusión que cada uno de nosotros crea para sí mismo. Pero yo no soy tan presuntuoso como para afirmar que toda esta belleza es solamente una muestra de mi percepción.

Estando todavía bajo el efecto de la impresión deprimente que me había dejado el sueño, comencé a recordar mi vida anterior, que era exactamente igual de melancólica y desesperada. A menudo yo, como la mayoría de la gente, intentaba reclamar a este mundo lo que supuestamente me correspondía. En respuesta, el mundo me daba la espalda con indiferencia. Los consejeros experimentados me decían que el mundo no cede porque sí: hay que conquistarlo. Entonces intentaba luchar contra él, pero no llegaba a conseguir nada, sólo agotarme. Y también para estos casos, los consejeros tenían preparada la respuesta: «Tú mismo eres malo. Primero cámbiate a ti mismo y luego exige del mundo lo que quieras». Entonces intentaba luchar contra mí mismo, la cual resultaba más difícil aún.

Pero un día tuve un sueño en el que me encontraba en un parque natural. Me rodeaba una indescriptible belleza. Yo caminaba admirando toda esta magnificencia. De repente apareció un viejo de mirada severa con barba canosa. Por lo que entendí, era el guarda del parque. Me observaba en silencio. Me dirigí hacia él y, apenas abrí la boca, el viejo me paró en seco. En tono muy frío, me dijo que no quería oír nada, que estaba cansado de caprichosos y codiciosos visitantes que siempre están descontentos, siempre exigen algo, hacen mucho ruido y dejan montones de basura detrás de sí. Yo asentí con la cabeza, comprendiéndole, y seguí mi camino.

La excepcional naturaleza del parque me dejó perplejo. ¿Por qué nunca antes estuve aquí? Fascinado, iba sin un rumbo determinado, mirando a un lado y a otro. La perfección de la naturaleza que me rodeaba era imposible de expresar adecuadamente con palabras. Por lo que en mi cabeza reinaba un vacío exaltado.

Pronto, delante de mí, volvió a aparecer el guarda. Su rostro severo se suavizó ligeramente. Con una señal me ofreció seguirle. Subimos a la cima de una verde colina, donde se nos reveló la vista de un valle de asombrosa hermosura. Allí se ubicaba un pueblo. Sus diminutas casitas estaban cubiertas de verdor y de flores, como si fueran la ilustración de un cuento de hadas. Habría podido contemplar enternecido todo este paisaje, a no ser porque parecía algo irreal. Empecé a sospechar que todo eso sólo podía ocurrir en un sueño. Eché una mirada interrogante al guarda, pero él sólo esbozó una ligera sonrisa entre su barba como diciendo: «¡Y lo que habrá!». Íbamos bajando al valle cuando me di cuenta de que no recordaba de cómo había llegado al parque. Me entraron ganas de pedirle al viejo alguna explicación. Parece que le hice alguna observación poco oportuna; que tal vez no se sienten del todo mal los afortunados que pueden permitirse vivir entre toda esta belleza. A lo que él contestó irritado: «¿Quién te impide estar entre ellos?».

Se me puso en marcha el disco rayado, aquello de que no todos nacemos en el lujo y de que nadie puede regir su propio destino. El guarda, sin prestar atención a mis palabras, dijo: «Ahí está el asunto: cada uno es libre de elegir para sí cualquier destino. La única libertad que poseemos es la libertad de elección. Cada uno puede elegir todo lo que le apetezca».

Semejante dictamen no cabía en mi concepto sobre la vida, por lo tanto, empecé a contradecirle. Pero el guarda no quiso siquiera escucharme: «¡Tonto! Tienes el derecho de elegir y no lo estás utilizando. No comprendes el significado de “elegir”». «Es un delirio. –No pude contenerme–. ¿Cómo que puedo elegir todo lo que me apetezca? ¡Como si en este mundo estuviera todo permitido!». De repente me di cuenta de que todo es sólo un sueño. Desorientado, no sabía cómo reaccionar ante una situación tan extraña.

Si la memoria no me traiciona, insinué al viejo que en el sueño, al igual que en la realidad, él es libre de decir cualquier barbaridad, y precisamente en esto consiste toda su libertad. Sin embargo, parece ser que esta observación no le molestó en absoluto; como respuesta se echó a reír. Al darme cuenta de lo absurda que era la situación (¿con qué fin me había metido a discutir con el personaje de mi propio sueño?), empecé a pensar: ¿no sería mejor despertarme? El viejo parecía adivinar mis pensamientos. «Ya vale, tenemos poco tiempo –dijo–. No esperaba que ellos me mandaran un cretino como tú. No obstante, tengo que cumplir con mi misión».

Apenas empecé a interrogarle sobre de qué «misión» se trataba y quiénes eran «ellos», él ignoró todas mis preguntas; en cambio me planteó una adivinanza que entonces me pareció estúpida: «Cualquier ser humano puede obtener la libertad de elegir todo lo que desea. Aquí está la adivinanza: ¿cómo hallar esta libertad? Si lo adivinas, tus manzanas caerán al cielo».

¿Qué manzanas? A punto de perder la paciencia, le dije que no tenía la mínima intención de adivinar nada, «los milagros son posibles sólo en los sueños y en los cuentos; en la realidad las manzanas, al fin y al cabo, siempre caen al suelo». A lo que él contestó: «¡Basta! Vamos, tengo que enseñarte algo».

Al despertar, caí en la cuenta de que, desgraciadamente, no recordaba cómo continuaba el sueño. Sin embargo, tenía la clara sensación de que el guarda había introducido en mí cierta información, una información que yo no era capaz de expresar con palabras. Únicamente quedó estampada en mi memoria una extraña palabra: Transurfing. El único pensamiento que daba vueltas en mi cabeza era el de que no tengo necesidad de ocuparme en acomodar mi mundo: todo está ya creado sin mi participación y para mi bien desde hace mucho tiempo. Tampoco debo luchar contra el mundo para encontrar mi lugar bajo sol: es el método menos eficaz. Resulta que nadie me prohíbe elegir simplemente aquel mundo donde me gustaría vivir.

Al principio esta idea me parecía muy absurda. Y, probablemente, me habría olvidado de este sueño, hasta que pronto, para mi asombro, descubrí algo: en mi memoria empezaron a revelarse recuerdos absolutamente claros de lo que el guarda entendía como elegir y cómo se elige. La solución de la adivinanza del guarda vino sola, como un conocimiento salido de la nada. Cada día descubría algo nuevo y cada vez experimentaba un asombro grandioso, rayano con el susto. No soy capaz de dar una explicación razonable sobre cómo han aparecido estos conocimientos ni de dónde. Sólo puedo confirmar una cosa con toda seguridad: en mi cabeza no pudo nacer nada parecido.

Desde que descubrí para mí el Transurfing (mejor dicho, me permitieron hacerlo), mi vida se llenó de un sentido nuevo y alegre. Todo el que se ha dedicado a la labor creativa, al menos por una vez, conoce la alegría y la satisfacción que trae consigo la obra creada por las propias manos. Y esto no es nada comparado con el proceso de creación de tu propio destino. Aunque el término «creación de destino», en su sentido habitual, aquí no encaja mucho. El Transurfing es un modo de elegir el propio destino, literalmente, como si fuera un producto en el supermercado. Y esto es lo que pretendo: contarte lo que todo esto significa. Sabrás por qué las manzanas pueden «caer al cielo», qué significa «el susurro de las estrellas de madrugada» y muchas otras cosas extraordinarias.

Adivinanza del guarda

Existen diferentes enfoques de las interpretaciones de la suerte. Uno de ellos consiste en que la suerte es un destino que está predeterminado. Hagas lo que hagas no lo puedes evitar. Por un lado esta interpretación oprime por su desolación. Resulta que si a uno le ha tocado un destino de poca calidad, no tiene ninguna esperanza de mejorarlo. Pero, por otro lado, siempre hay gente que está satisfecha con este estado de cosas, pues es algo muy cómodo y seguro que el futuro esté más o menos predicho y no asuste con su incertidumbre. Y a pesar de todo, la fatalidad del destino, según esta interpretación, causa un sentimiento de insatisfacción y protesta interior. El ser humano, privado de la buena suerte, se lamenta de su destino: ¿por qué la vida es tan injusta? Uno lo tiene todo de sobra; el otro siempre tiene necesidad de todo. A uno todo se le da muy fácil, mientras que el otro va de la ceca a la meca y, aun así, en vano. A uno la naturaleza le dota de belleza, inteligencia y fuerza, mientras que el otro, nadie sabe por qué pecados, lleva la etiqueta de segunda clase durante toda la vida. ¿Por qué esta desigualdad? ¿Por qué la vida, que no tiene límites en su variedad, impone restricciones a cierto grupo de gente? ¿De qué son culpables aquellos que son menos afortunados?

El hombre desafortunado se siente ofendido, o más aún, indignado, e intenta encontrar para sí mismo alguna explicación a este estado de cosas. Es entonces cuando aparecen teorías de toda clase en forma de karmas, por los pecados de las vidas pasadas. Cualquiera diría que Dios no hace nada más que educar a sus negligentes hijos, y aun con todos sus poderes, se encuentra con muchas dificultades en tal proceso de educación. En vez de castigar por los pecados durante la vida, Dios, por razones desconocidas, aplaza la represalia para después, aunque ¿qué sentido tiene castigar al hombre por algo que él no recuerda?

Existe otra versión esperanzadora de la desigualdad: que los necesitados y los que sufren ahora recibirán su generosa recompensa, pero de nuevo en algún lugar en el cielo, o en alguna de las vidas próximas. Comoquiera que sea, semejantes explicaciones no pueden satisfacer del todo. En realidad, no importa si existen las vidas futuras y pasadas o no, pues el ser humano recuerda y tiene conciencia sólo de una: esta vida, y en este sentido para él su vida es única.

En caso de creer en la predeterminación del destino, la resignación será el mejor remedio contra la angustia. Y otra vez hallamos nuevas explicaciones del tipo: «Quieres ser feliz. Sé feliz». Sigue siendo optimista y conténtate con lo que tienes. Al hombre se le da a entender que es infeliz porque siempre está insatisfecho y quiere demasiado. Pero hay que estar satisfecho por determinación. Hay que celebrar la vida. El hombre parece estar de acuerdo, pero al mismo tiempo le resulta embarazoso celebrar la gris realidad. ¿Será cierto que no tiene derecho de querer algo más? ¿Para qué obligarse a estar alegre? Es lo mismo que obligarse a quererse a uno mismo.

Alrededor siempre se ajetrean algunas personas «iluminadas», invitando a un amor total y al perdón. Uno puede echarse encima esta ilusión como si fuera una manta, para no enfrentarse con la dura realidad; entonces sí, parece que todo se vuelve más fácil. Pero en las profundidades de su alma, el hombre no llega a comprender por qué tiene que obligarse a perdonar a aquéllos a los que odia y a amar a los que le dejan indiferente. ¿Para qué le sirve? Resulta ésta, en vez de natural, una felicidad forzada. Como si la felicidad no viniese por sí sola y hubiera que apretar para extraerla de uno mismo, como si fuera pasta de dientes.

Por supuesto, hay quienes no creen que la vida sea así de aburrida y primitiva, ni que se reduzca a un único destino predeterminado. No quieren contentarse con lo que tienen; prefieren alegrarse más por los logros que por algo predeterminado. Para este tipo de personas hay otro concepto del destino: «El hombre es artífice de su propia fortuna». Y por la fortuna, como es sabido, hay que luchar.

¿Cómo no? La gente «experta» dirá que nada se nos da porque sí. Parece ser un hecho irrebatible: si no quieres aceptar la fortuna tal y como te la han dado, entonces tienes que abrirte paso a codazos para conseguir lo que es tuyo.

Las historias edificantes muestran cómo los héroes luchaban con valentía y trabajaban con abnegación días y noches, superando obstáculos increíbles. Los vencedores conseguían los laureles del éxito sólo después de haber pasado por todos los sufrimientos y privaciones de una lucha encarnizada. Pero aquí hay algo que no anda bien. Son millones los que luchan y trabajan, pero sólo algunos alcanzan el verdadero éxito. Uno puede malgastar toda la vida en una desesperada lucha para encontrar su lugar bajo el sol, sin conseguir absolutamente nada.

¿Qué es esta vida, tan cruel y despiadada?

Qué necesidad tan penosa: tener que luchar contra el mundo para conseguir lo tuyo. Y si el mundo no cede, entonces tienes que luchar contra ti mismo. Si eres así de pobre, enfermo, feo, infeliz, significa que la culpa es tuya. Tú mismo eres imperfecto y, por lo tanto, estás obligado a cambiar. El hombre se encuentra ante el hecho de que él, desde el principio, representa una aglomeración de defectos y vicios, sobre los cuales tiene que trabajar duro. Qué imagen tan triste, ¿verdad? Resulta que si un hombre no tuvo la suerte de nacer rico y feliz desde el principio, entonces su destino es bien llevar humildemente su cruz, o bien consagrar toda su vida a la lucha. No es muy grato para el alma celebrar este tipo de vida.

¿Será cierto que en toda esta desolación no hay ningún rayo de esperanza?

Aun así, existe una salida. Una salida tan simple como agradable, a diferencia de todas las que he mencionado, pues se encuentra totalmente en otro plano. La idea de destino, en el Transurfing, está basada en un concepto del universo completamente diferente. No te apresures a agitar las manos con desencanto y a exclamar que están intentando encajarte otra quimera más. Reconoce que cada una de las ideas conocidas sobre el destino se levanta sobre una ideología determinada, la cual, a su vez, se basa en ciertos puntos de partida imposibles de demostrar.

Por ejemplo: el materialismo se basa en la afirmación de que lo material es lo primario y la conciencia, lo secundario. El idealismo afirma algo diametralmente opuesto. Ni una afirmación ni la otra son comprobables; sin embargo, sobre sus fundamentos se construyen los modelos del mundo, cada uno de los cuales es muy persuasivo y encuentra fieles defensores. Ambas corrientes, en filosofía, ciencia y religión, explican este mundo a su manera, y a su manera ellos tienen razón y no la tienen. Nunca podremos describir de forma exacta la verdad absoluta, pues los conceptos que estamos utilizando son relativos de por sí. Una famosa parábola sobre tres ciegos cuenta que uno de ellos palpó la trompa del elefante, otro la pata y el tercero la oreja; después cada uno de ellos dio su dictamen sobre cómo se representaba a este animal. Por ende, afirmar que una descripción es verdadera y la otra no, carece de cualquier sentido. Lo importante es que dicha descripción funcione.

Probablemente conoces esa famosa idea de que la realidad es una ilusión que nosotros mismos creamos, aunque nadie haya explicado como es debido de dónde sale esta ilusión.

¿Resulta así que todos estamos viendo «una película»? Por supuesto, esto es muy dudoso, pero en cierto sentido tiene algún germen de racionalidad. Existe otra opinión, la de que todo es exactamente lo contrario; el mundo material es sólo un mecanismo que funciona según leyes rigurosas, y aquí nuestra conciencia no puede determinar nada. En esto también hay una indiscutible parte de verdad.

Pero la mente racional humana está organizada de tal manera que tiende a tener bajo los pies un fundamento firme, carente de ambigüedad. Hay muchas ganas de reducir a cenizas una teoría y poner en un pedestal la otra, a lo que en realidad se han dedicado los científicos a lo largo de milenios. Después de cada combate por la verdad, en el campo de batalla sólo queda un hecho sin derrotar: cualquier teoría representa únicamente un aspecto de la manifestación de la realidad polifacética.

Cada teoría se confirma con el transcurso del tiempo, por lo que tiene derecho a existir. Cualquier concepto de la vida también funciona así. Si tú, en tu interior, has decidido que el destino es algo predeterminado que eres incapaz de cambiar, así será. En este caso tú, por voluntad propia, te entregas a las manos ajenas, de quienesquiera que sean, y te conviertes en un barquito que está a merced de las olas. En cambio, si consideras que tú mismo creas tu destino, en este caso asumes conscientemente la responsabilidad de todo lo que te ocurre en la vida. Luchas contra las olas intentando manejar tu barquito. Presta atención a lo que está ocurriendo: tu elección siempre se realiza. Lo que eliges es lo que obtienes. Cualquiera sea la concepción del mundo que elijas, la verdad siempre estará de tu parte. Y los demás discutirán contigo, precisamente porque también ellos tienen razón.

Si cualquier fenómeno de manifestación de la realidad se toma como punto de partida, se le puede sacar una rama entera de conocimientos. Y estos conocimientos concordarán entre sí y empezarán a reflejar con éxito una de las manifestaciones de la realidad. Para fundar una ciencia entera bastará con uno o varios hechos que no hayan sido comprendidos del todo, pero que aun así se manifiesten.

Por ejemplo, la física cuántica está basada sobre varias verdades imposibles de demostrar: los postulados. Son imposibles de demostrar porque las mismas verdades sirven como puntos institucionales, puntos de partida. El objeto del microcosmos de la física cuántica se comporta en algunos casos como partícula; en otros, como onda. Los científicos no han podido interpretar unívocamente tal dualismo, por lo que lo han aceptado como hecho dado, es decir, en calidad de axioma. Los postulados de la física cuántica reconcilian la diversidad de las formas de manifestación de la realidad tal como si los ciegos llegaran a un acuerdo: que en algunos casos el elefante se comporta como un poste y en otros, como una serpiente.

Si a la hora de describir el objeto de microcosmos tomamos como base la propiedad de la partícula, obtenemos el modelo de átomo que construyó el célebre físico Niels Bohr. En este modelo los electrones giran alrededor del núcleo, a la manera de planetas en el sistema solar. En cambio, si escogemos la onda como propiedad básica, entonces el átomo se parecerá a una mancha borrosa. Un modelo funciona tanto como el otro, reflejando formas aisladas de la manifestación de la realidad. Nuevamente, resulta que obtenemos lo que elegimos.

En términos generales, cualquier manifestación puede servir de postulado, de punto de partida para crear un sistema de conocimientos que, indudablemente, funcionará y tendrá derecho a existir. En sus intentos de alcanzar la verdad, el hombre siempre ha aspirado a comprender la naturaleza del universo, examinando sus aspectos aislados. Se crearon multitud de conocimientos científicos como descripciones y explicaciones de unos u otros fenómenos de la naturaleza. De esta manera han surgido sectores aislados de conocimientos que a menudo entran en mutua contradicción.

La naturaleza del mundo es única, pero presenta constantemente diferentes apariencias. Apenas el hombre llega a examinar y explicar una cara como es debido, enseguida aparece otra que de manera alguna concuerda con la anterior. Los científicos intentan unificar las diferentes manifestaciones de la realidad para evitar contradicciones, pero lo consiguen con mucha dificultad. Sólo existe un único hecho que, sin duda alguna, unifica y reconcilia todas las ramas de conocimientos: la diversidad y el carácter poliédrico de las formas en las que se manifiesta la realidad. La multiplicidad de las variantes es la principal y fundamental propiedad de nuestro universo.

Entusiasmados por sus intentos de explicar manifestaciones aisladas, los miembros de diferentes sectores del conocimiento eluden precisamente este hecho por alguna razón desconocida. Parece que, en efecto, ¿qué más se podría extraer de ello? La pluralidad de las variantes sirve como punto de referencia, así como el cero en la escala de coordenadas. Cualquier punto de referencia de los diferentes sectores de conocimiento respecto a él es secundario. Sin embargo, al mismo punto de referencia inicial no se le presta atención, como si no tuviera contenido en sí ningún tipo de información. No obstante, allí hay información, por otra parte muy sorprendente.

Para resolver la adivinanza del guarda, tomaremos como punto de referencia precisamente la propiedad de la pluralidad de las variantes. En otras palabras, admitimos en calidad de postulado el hecho de que la realidad posee una infinita variedad de las formas de manifestación. A pesar del carácter general de nuestro postulado, nos aseguraremos de cuán interesante e inesperado es el conocimiento que implica.

Comencemos por aceptar que las formas de manifestación de la realidad deben tener un origen, del que esta diversidad toma sus principios. ¿Dónde están «inscritas» todas las leyes de nuestro universo? El origen se revela como el movimiento de la materia en el espacio-tiempo. Este movimiento se somete a determinadas leyes. Como bien sabes, los puntos se sitúan en el gráfico de las funciones según una fórmula matemática determinada. Se puede decir que la ley de movimiento del punto por el gráfico es la definición de la función. Pero las fórmulas, al igual que las leyes, son inventos abstractos de la mente humana, creados para facilitar la comprensión. Es muy poco probable que la naturaleza las guarde en alguna parte.

¿De qué otra manera se puede fijar la posición de los puntos en el gráfico? Por supuesto, como una grandiosa e infinita cantidad de las coordenadas de todos los puntos. La capacidad de la memoria humana es limitada e incapaz de dominar este enorme volumen. Pero para la naturaleza, en cambio, la infinidad no es problema. No tiene necesidad de generalizar como fórmula la posición y el movimiento de los puntos en el gráfico. Si dividimos una línea de funciones en los puntos mínimos infinitos, a cada punto se le puede considerar como causa y al que le sigue, como consecuencia. Como resultado, cualquier movimiento de un punto material en el espacio y tiempo se puede imaginar como una larga e incesante cadena de causas y consecuencias infinitamente mínimas.

En nuestro conocimiento, imaginamos el movimiento de la materia como una ley, pero en la naturaleza este movimiento se engendra de una forma natural como una infinita multitud de causas y consecuencias. En términos generales, los datos de todos los puntos de movimiento posibles de la materia se guardan en algún campo de información al que llamaremos espacio de las variantes. Este espacio contiene la información sobre todo lo que hubo, hay y habrá.

El espacio de las variantes es una estructura de información absolutamente material. Es un campo de información infinito que contiene todas las variantes posibles de cualquier acontecimiento que pueda producirse. Se puede decir que en el espacio de las variantes hay de todo. No vamos a adivinar de qué manera se guarda esta información; para nuestro objetivo esto no tiene ninguna importancia. Lo importante es sólo que el espacio de las variantes sirve de patrón, de sistema de coordenadas de cualquier movimiento de la materia en el espacio-tiempo.

En cada punto del espacio existe una variante para uno u otro acontecimiento. Para facilitar la compresión, diremos que una variante está compuesta del escenario y los decorados. Los decorados son la imagen exterior o la forma de manifestación; y el escenario, el camino por el que se mueve la materia. Para más comodidad, podemos dividir el espacio de las variantes en sectores, cada uno de los cuales tiene su escenario y sus decorados. Cuanto mayor es la distancia entre los sectores, mayores son las diferencias entre cada escenario y los decorados. El destino del hombre también está representado por multitud de variantes.

Teóricamente no existe ningún tipo de límite para los escenarios y los decorados de la existencia humana, pues el espacio de las variantes es infinito. Cualquier suceso poco significativo puede influir para un viraje del destino. La vida de un ser humano, al igual que cualquier otro movimiento de la materia, representa una cadena de causas y efectos. Unos siguen a otras, de modo que los sectores del destino se enfilan en las líneas de la vida. Los escenarios y los decorados de los sectores en esa línea son más o menos similares. La vida del hombre trascurre con mesura en una dirección, hasta que suceda algún hecho que cambie el escenario y los decorados. Entonces el destino cambia de rumbo y pasa a otra línea de la vida. Imagina que acabas de ver un espectáculo. Al día siguiente vuelves al teatro a ver el mismo espectáculo, pero éste ya se representa con otros decorados. Son líneas de la vida que están cerca. En la siguiente temporada teatral ves el espectáculo con los mismos actores, pero ya con cambios significativos en el escenario. Esta línea de la vida ya está más lejos. Y por fin, al ver la misma representación en otro teatro, ves una interpretación de la obra totalmente distinta. Esta línea de la vida ya está muy lejos de la primera.

La realidad se revela en toda su diversidad precisamente por eso: porque la cantidad de las variantes es infinita. Cualquier punto de partida desemboca en una cadena de relaciones entre causa y efecto. Al elegir el punto de referencia obtienes la forma correspondiente de manifestación de la realidad. Se puede decir que la realidad se desarrolla por la línea de la vida según el punto inicial elegido. Cada uno obtiene lo que elige. Tienes derecho a elegir precisamente porque ya existe una infinidad de variantes. Nadie te prohíbe elegir el destino de tu agrado. Todo el manejo de un destino se reduce a algo simple: hacer la elección. El Transurfing contesta a la pregunta de cómo se hace.

Por tanto, existe una estructura de información, la cual contiene una multitud infinita de posibilidades potenciales: las variantes, con sus escenarios y decorados. El movimiento de la realización material se efectúa en relación con lo que se engendra en esa estructura. El proceso de movimiento de la materia a través del espacio de las variantes se puede demostrar con ayuda del siguiente experimento imaginario.

Imagínate un tubo con agua. A lo largo del tubo se desplaza, muy lentamente, un anillo refrigerador, de manera que el agua se congela sólo dentro del anillo. Así, el cristal de hielo se desplaza por el tubo de agua. Las moléculas de agua quedan aproximadamente en el mismo lugar, en un estado relativamente libre. En el momento de pasar el anillo, las moléculas que están dentro de él quedan fijadas en el cristal congelado con una estructura determinada; luego, en ese lugar, el agua vuelve a descongelarse y las moléculas se liberan. El cristal en sí no se mueve. En otras palabras: en este caso, el hielo no se desplaza por el agua. Por el tubo de agua se desplaza la estructura, es decir, el estado de congelación, y no el mismo cristal de hielo.

Hablando metafóricamente: el agua del tubo es el espacio de las variantes y el cristal de hielo es la realización material de las variantes. Las moléculas son la gente, cuya posición dentro de la estructura de cristal representa la variante del destino. No existe respuesta unívoca a la pregunta: «¿A qué es análogo el anillo refrigerador?». En otras palabras: ¿de qué manera y por qué la estructura de información se convierte en materia? En el microcosmos, la materia puede manifestarse como una concentración de energía. Es sabido que en el vacío se produce un proceso incesante de nacimiento y destrucción de micropartículas. La materia parece existir, pero al mismo tiempo no tiene sustancia material propia. Lo único que está claro es que lo que se puede tocar siempre tiene una base intangible de energía.

Espero no cansarte demasiado con la física. Todavía estamos en el punto inicial del Transurfing. Y lo que vayas a descubrir en este libro te puede resultar chocante, en cierto modo. Por lo que inevitablemente debo aportar alguna argumentación teórica para que la mente no pierda el terreno bajo sus pies. Te pido, pues, que tengas un poco más de paciencia.