Rebelión en la granja - George Orwell - E-Book

Rebelión en la granja E-Book

George Orwell

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Rebelión en la granja es la historia de cómo unos animales de establo consiguieron hacer de la Manor Farm, dirigida por el granjero Joe, un paraíso en la tierra y constituir la Animal Farm. En su último discurso el precursor e ideólogo de la rebelión, el cerdo Major, señaló que una granja distinta era posible, una granja donde las relaciones de subordinación fueran historia, donde no existiera la explotación por parte de los hombres y los animales fueran dueños de su propio trabajo. Tras su muerte, y en un ambiente urgente de hambruna por dejadez de Joe, los animales se rebelan y consiguen deshacerse de la autoridad humana, pasando a gestionar la granja de manera asamblearia bajo el mandamiento de que «Todos los animales son iguales». Pronto, las tensiones en el debate entre los cerdos Napoleon y Snowball sobre la construcción de un molino desencadenarán una crisis que dejará patente que, en caso de que todos los animales sean iguales, «algunos son más iguales que otros».Orwell, desilusionado con la deriva autoritaria que estaba tomando el comunismo, adopta en apariencia la forma de una narración infantil y denuncia que los elevados ideales no garantizan su conquista. Con esta obra, redactada entre 1943 y 1944, el autor señala que, a pesar de la pureza de los principios más loables, sus fervientes defensores acaban corrompiéndose.

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Akal / Clásicos de la Literatura / 41

George Orwell

Rebelión en la granja

Animal Farm

Traducción: María José Martín Pinto

Introducción: Lola Artacho Martín

Rebelión en la granja es la historia de cómo unos animales de establo consiguieron hacer de la Manor Farm, dirigida por el granjero Joe, un paraíso en la tierra y constituir la Animal Farm. En su último discurso el precursor e ideólogo de la rebelión, el cerdo Major, señaló que una granja distinta era posible, una granja donde las relaciones de subordinación fueran historia, donde no existiera la explotación por parte de los hombres y los animales fueran dueños de su propio trabajo. Tras su muerte, y en un ambiente urgente de hambruna por dejadez de Joe, los animales se rebelan y consiguen deshacerse de la autoridad humana, pasando a gestionar la granja de manera asamblearia bajo el mandamiento de que «Todos los animales son iguales». Pronto, las tensiones en el debate entre los cerdos Napoleon y Snowball sobre la construcción de un molino desencadenarán una crisis que dejará patente que, en caso de que todos los animales sean iguales, «algunos son más iguales que otros».

Orwell, desilusionado con la deriva autoritaria que estaba tomando el comunismo, adopta en apariencia la forma de una narración infantil y denuncia que los elevados ideales no garantizan su conquista. Con esta obra, redactada entre 1943 y 1944, el autor señala que, a pesar de la pureza de los principios más loables, sus fervientes defensores acaban corrompiéndose.

George Orwell (Motihari, India, 1903-Londres, 1950), cuyo verdadero nombre es Eric Arthur Blair, además de cronista y corresponsal de guerra, crítico literario y novelista, es uno de los ensayistas en lengua inglesa más destacados de los años treinta y cuarenta del siglo XX. Estudió en el Colegio Eton y luego formó parte de la Policía Imperial Inglesa en Asia, experiencia que lo llevó a escribir Días en Birmania (1934). Vivió varios años en París y en Londres, donde conoció la pobreza; de este difícil periodo de su vida nació su novela Sin blanca en París y en Londres (1933).

Sus experiencias como colaborador de los republicanos en la Guerra Civil Española las recogió en su interesante libro Homenaje a Cataluña (1938). Durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la Home Guard y trabajó en la radio inglesa. En 1943 entró en la redacción del diario Tribune, y después colaboró de modo regular en el Observer. En este periodo escribió muchos de sus ensayos, publicados póstumamente en 1968, sobre problemas de política social, que poseen una franqueza y clarividencia sin precedentes en la literatura inglesa.

En general, toda su obra, incluida su primera etapa y las posteriores sátiras distópicas, reflejaron sus posiciones políticas y morales, pues subrayaron la lucha del hombre contra las reglas sociales establecidas por el poder político. En ediciones Akal contamos con El camino a Wigan Pier y su célebre 1984.

Diseño de portada

RAG

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Nota editorial:

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Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Ilustración de cubierta: Tavo Montañez

© Ediciones Akal, S. A., 2023

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-5416-0

George Orwell hacia 1940.

INTRODUCCIÓN

Todos los animales son iguales

Esta es quizá una de las citas más conocidas de Rebelión en la granja, escrita por el autor británico, George Orwell, en 1945. Apela a la igualdad entre los miembros de una granja en la que los cerdos se autoproclaman líderes. ¿Podía presumir la Animal Farm de vivir en completa igualdad? ¿Había igualdad en la sociedad europea del siglo XX? El maestro Orwell, una vez más, aúna arte y política, y hace de su literatura una crítica a la sociedad y a la política de su tiempo.

Para comprender el ferviente rechazo que Orwell sentía por el devenir de la política del siglo XX es necesario conocer su biografía[1]. Nació en 1903 en Bengala, una región de lo que era entonces parte de la India británica, ya que su padre trabajaba como miembro de la administración pública del Imperio británico en India. Siendo aún un niño, sus padres decidieron volver a su Inglaterra natal, donde se formó y tuvo la oportunidad de asistir a prestigiosos centros como Eton debido a su destacado nivel de aprendizaje. No consintió en recibir una educación universitaria, por lo que volvió a las regiones del este del Imperio, como había sido la tradición familiar. Fue en Birmania donde se asentó y llegó a ocupar un alto cargo de la Policía Imperial.

Fruto de esta experiencia creó años después su obra Los días de Birmania (1934), en la que se empieza a vislumbrar su incipiente inclinación política. Fue consciente de las injusticias del gobierno imperial sobre una población que, a costa de pertenecer al Imperio más vasto que pudiera haber existido en toda la historia, vivían una terrible situación de opresión y explotación. Y, lo que es más, se dio cuenta de que todo ello había ocurrido en contra de la voluntad de la población oriental. Aquí se empieza a fraguar la faceta más crítica de Orwell en contra de la desmesurada ambición de poder en detrimento de los más débiles e indefensos.

Dentro de esta colección, Orwell incluyó uno de sus más célebres ensayos titulado «Matar a un elefante». En este se puede apreciar el germen de conceptos como la deliberada homogeneización de las masas por parte de una estructura superior y la consiguiente pérdida de libertad individual. Para Orwell, la tiranía del hombre implicaba, en primer lugar, la destrucción de su propia libertad.

Finalmente, Orwell decide volver a Gran Bretaña y despojarse de todo su pasado y su vínculo a la dirigencia imperial. Es por ello por lo que se estableció en la zona oriental de Londres –conocida como el East End of London–, mayoritariamente ocupada por miembros de la clase obrera que sufrían las consecuencias de la superpoblación, de la insalubridad y de la pobreza intrínseca a sus profesiones. Orwell también pasó un tiempo en París, donde se inspiró para su Sin blanca en París y en Londres (1933). Su principal objetivo radicaba en la mera exposición de los altos índices de pobreza que sacudían a dos de las más vitoreadas ciudades a lo largo de la historia y, en concreto, en la primera mitad del siglo XX. Aquí expone Orwell su decepción y desilusión con el mundo; o, más propiamente, con los poderosos que aclamaban la grandeza de un país como Gran Bretaña, que dominaba y había dominado una amplísima extensión de todo el planeta y, aun así, permitía que sus ciudadanos de pleno derecho tuvieran que vivir bajo semejantes condiciones de vida.

Ya que Orwell solía frecuentar la parte sur de Reino Unido, en 1937 decidió emprender un viaje al norte de Inglaterra; concretamente, a la región de Gran Mánchester. En este viaje, el autor conoció las ciudades de Wigan, Sheffield y Liverpool. Sus apreciaciones quedaron recogidas en su título El camino a Wigan Pier, donde relata las historias de la clase obrera que viajaba en las redes ferroviarias de la zona. Es notable destacar que, en esta obra, Orwell se acerca al mundo minero y las represalias de la depresión de los años treinta. Si sus consecuencias ya se podían notar en el sur y en ciudades con mejores perspectivas como Londres, la situación del norte sacudió la sensibilidad del autor.

Algunos de los temas más recurrentes que se pueden encontrar en esta obra tienen relación con la situación de un país resquebrajado. Principalmente, Orwell prestó especial atención a la estructura de las clases sociales británicas y a la estricta división entre norte y sur, tanto en términos económicos como socioculturales. La creciente pobreza norteña supuso una acentuación del sentimiento de rechazo por parte de las zonas del sur. A su vez, los norteños empezaron a crear una identidad propia que claramente los diferenciara de sus vecinos.

Como solución a la desalentadora situación vivida por los habitantes de estas ciudades mineras y obreras, Orwell propone una vía de escape socialista. Sin embargo, ya en esta misma obra empieza a criticar el mal hacer de algunos líderes y movimientos socialistas del momento.

La relación del autor con su orientación política condicionará el contenido de Rebelión en la granja y de su última novela, 1984. Él siempre reconoció su tendencia política ligada al movimiento socialista. No obstante, su pensamiento cambió y evolucionó a lo largo de su vida. El primer punto de inflexión tanto en su vida personal como en su carrera profesional fue la mencionada estancia en Birmania. No obstante, otras formas de opresión irían surgiendo a lo largo de la primera mitad del siglo XX en la política europea. De ese modo, Orwell no solo hablaría públicamente de su oposición al imperialismo, sino a cualquier tipo de régimen que consintiera la anulación de los ciudadanos como individuos libres. Es por ello por lo que encontraría gran desaliento alrededor de los años treinta con el surgimiento de los fascismos europeos.

En 1937 Orwell decidió viajar a España tras el gople de Estado dado por el ejército sublevado, encabezado por Francisco Franco, y el estallido de la Guerra Civil española, movido por unos ideales socialistas y democráticos que entonces escaseaban en el rumbo que estaba tomando la política europea. Esta experiencia inevitablemente lo marcó, pero acabó antes de lo que él mismo hubiese podido imaginar, ya que una bala le alcanzó el cuello y estuvo al borde de la muerte.

De acuerdo con las palabras escritas por el propio autor años más tarde, y tal como asegura Bernard Crick (uno de los biógrafos que ha indagado en la historia personal y literaria de Orwell), la experiencia en España fue otro punto de inflexión en su vida:

Desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo.

Es importante entender que ese concepto de socialismo lo alejaba desde el primer momento de una vertiente marxista o comunista. De hecho, poco antes de ir a España, el autor se había enrolado en el Partido Laborista Independiente (ILP, por sus siglas en inglés –Independent Labour Party–), al que definió como «un grupo izquierdista, igualitario y una extraña mezcla inglesa de evangelismo secularizado y comunismo no marxista», tal y como ha apuntado Crick.

Es durante estos meses cuando Orwell toma conciencia sobre la manipulación de la historia, como también observa Bernard Crick. Aquí encuentra ya un motivo de inspiración para su gran novela de ficción. No obstante, también publicaría una memoria de sus experiencias en España conocida como Homenaje a Cataluña (1938).

La intervención de Alemania e Italia en el conflicto español ya presagiaba el inicio de uno mucho mayor. El estallido de la Segunda Guerra Mundial no le pilló por sorpresa. Es entonces cuando podemos resaltar el papel de Orwell en la historia del periodismo británico. En 1940 empieza su asociación a la revista socialista conocida como La Tribuna –Tribune en inglés–, pero no fue hasta 1941 cuando finalmente pudo ocupar un puesto relacionado con asuntos de la guerra como miembro del equipo de la BBC. La razón que lo mantuvo apartado de la participación activa y militar en el conflicto se debió a su delicado estado de salud a causa de una tuberculosis recientemente diagnosticada.

Alrededor de 1943 empezó a escribir la novela que lo llevaría a la fama y la que alberga nuestro interés en este caso: Rebelión en la granja. Ni siquiera Victor Gollancz, quien había editado todas las obras de Orwell hasta el momento, consintió en publicar esta nueva obra, ya que era un claro ataque al régimen soviético en un momento en el que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) era un aliado clave en la guerra. Este veredicto lo recibió de la mano de otros editores hasta que fue finalmente aceptado por Jonathan Cape. Aparentemente, algunos de estos editores primero consultaron la posibilidad de publicar un libro de estas características con el Ministerio de Información inglés, cuya respuesta fue muy contundente en el hecho de no intervenir u opinar en la política rusa en un momento tan crítico de la historia. De esta forma, podemos deducir que la censura periodística y literaria a la que se vio sometido Orwell supondría otro varapalo para sus ideales.

Para Orwell no había mayor libertad que la de poder decir aquello que no se quería escuchar. Esa era su verdadera lucha: la libertad frente al fascismo imperante de la época. Esta fue la tesis principal que el autor defendió en la introducción inédita hasta 1972 de su novela Rebelión en la granja. Sentía que la gente de a pie aún seguía sometiéndose a la doctrina ortodoxa establecida y que esto era indicativo de que predominaba una tremenda injusticia.

Como él mismo aclaró en su ensayo «¿Por qué escribo?», Orwell incluía la política –«en su sentido más amplio»– entre sus principales motivaciones literarias. Por ello, si consideraba que había alguna mentira que debía ser destapada, lo hacía a través de sus obras. Su principal preocupación radicaba en el hecho de poder ser escuchado y haber podido expresar su inconformismo. No obstante, para él todo este proceso era también una experiencia estética. Aunque el mismo Orwell sabía que la época en la que le había tocado vivir no había sido precisamente fácil, trataba de dejar que la belleza permeara su lenguaje y su literatura a través de la combinación de sonidos y de grupos de palabras que le daban sentido estético a la labor literaria.

Rebelión en la granja es una de sus obras más ingeniosas, en la que disfraza al régimen soviético bajo la apariencia de una granja. Con ello quiso representar la traición de Iósif Stalin al socialismo marxista. La farsa de uno de los Estados más atroces de la Europa del siglo XX se puede resumir en la última aparición del lema que ya hemos mencionado: «Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros». Todo ello, junto con la desilusión provocada por la gran acogida y persistencia del nazismo y del estalinismo, consiguieron dar a Orwell el impulso final para escribir su última novela en 1949: 1984. Esta se sitúa en un futuro imaginario y distópico en el que Orwell trata de exponer lo que él pensaba que podían ser las terribles consecuencias de su presente.

En la edición de 1984 publicada en esta misma colección, ya se hizo referencia a la capacidad visionaria de Orwell y la conexión que las políticas autoritarias de principios del siglo XX han tenido con el devenir de la historia contemporánea y el transcurso de las políticas comunistas. Las referencias de Orwell al ascenso al poder del líder soviético tras la muerte de Vladímir Ilich Lenin nos recuerdan a la carrera política de líderes modernos que han sabido aprovecharse de la ignorancia y la desesperación de su pueblo para ejercer el poder de forma despótica.

Las figuras de Vladímir Ilich Lenin, León Trotski y Iósif Stalin se convierten en esenciales para entender el contexto en el que se enmarca Rebelión en la granja. Las esperanzadoras promesas que Lenin hizo al pueblo soviético nos recuerdan al discurso del viejo Major al comienzo de esta novela. Major abogaba por la creación de una granja en la que la igualdad reinara entre todos los animales dejando atrás todo tipo de jerarquías sociales. No obstante, la muerte del viejo Major –al igual que la de Lenin– echaría por tierra la construcción de ese mundo igualitario y daría pie a que otros aprovechasen su ausencia para desvirtuar la idea original de la revolución, como pudo haber sido el caso de Stalin, referente que inspiró a Orwell para la creación de Napoleon. Se ha estudiado también la posibilidad de que el personaje de Snowball estuviera reflejando a Trotski. Así, la confrontación entre Snowball y Napoleon se asemeja a la de Trotski y Stalin. La megalomanía de este último y el apoyo interno del partido dejaron a Trotski en un segundo plano y, finalmente, propiciaron su exilio en 1935. De forma similar, Snowball se dará cuenta de su desventaja y el peligro al que se expone permaneciendo en la granja, de modo que se ve obligado a huir.

Major los incitaba a la rebelión; a una rebelión contra la raza humana y contra todos los males que esta causaba. Major y sus seguidores esperaban crear «una sociedad de animales libres del hambre y el látigo, todos iguales, trabajando cada uno según sus capacidades, con los fuertes protegiendo a los débiles», como expresa la yegua, Clover, hacia la mitad de la novela. La sublevación de los animales de la Manor Farm tiene lugar, finalmente, después de que el señor Jones y sus hombres hubiesen dejado a los animales sin comer durante dos días. Todo resulta ser un caos en el que Napoleon se autoproclama líder y sucesor del viejo Major. Esta revolución iba ligada a la búsqueda de la igualdad, a que no hubiese distinciones ni privilegios, para lo cual se redactaron Los siete mandamientos:

1. Todo lo que se desplace sobre dos patas es un enemigo.

2. Todo lo que se desplace sobre cuatro patas o tenga alas es un amigo.

3. Ningún animal vestirá ropa.

4. Ningún animal dormirá en una cama.

5. Ningún animal beberá alcohol.

6. Ningún animal matará a ningún otro animal.

7. Todos los animales son iguales.

Sin embargo, estos serán finalmente un reflejo de la farsa comunista que Orwell criticaba. Los líderes de la Animal Farm se permitirán el lujo de beber alcohol, e incluso, de llevar ropa mientras sus camaradas se sumergen en la más absoluta pobreza y abstinencia. La igualdad solo existía en teoría; solo servía como herramienta para la política populista, es decir, para deleitar los oídos de los más desfavorecidos. Los líderes acabarán por hacer y deshacer a su antojo, vanagloriándose de la grandeza de su comunidad a expensas de la pobreza y la miseria de sus súbditos. En este tipo de regímenes, la igualdad también es selectiva. Como decíamos, «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros».

La ironía de la fábula

Orwell decide hacer uso del mundo animal para esta novela, para generar un clima distópico y para ejercer su crítica contra el devenir de la Revolución rusa. Los animales suelen ser un recurso utilizado en narraciones infantiles para criticar ciertos comportamientos humanos e incitar a la reflexión y a la distinción entre lo bueno y lo malo. La moraleja que el autor quiso difundir está claramente asociada con la crítica a la sociedad comunista soviética, a la corrupción humana y política, y a la hipocresía, pero su contenido no necesariamente se dirigía a un público lector en edad infantil.

Rebelión en la granja une el género de la fábula con un mensaje claramente político, lo que nos puede llevar a asociar esta novela con el género de la fábula de sátira política, estudiado en la literatura del siglo XIX en España[2]. En este subgénero, la fábula se convierte en una herramienta para la denuncia política, no solo para la instrucción moral de fábulas tradicionales, como las del autor griego Esopo. Además, la fábula orwelliana debe su interpretación a la contemporaneidad de los hechos, a sus referencias inmediatas al contexto político europeo –y, más concretamente, soviético– del momento.

La ironía o liminalidad de esta obra ha hecho que su contenido haya sido difícil de adaptar a la gran pantalla. En 1954, John Halas y Joy Batchelor lanzaron una adaptación de animación de Rebelión en la granja que da una apariencia infantil al contenido de la obra. De la misma forma, cuando en 1999 John Stephenson estrenó su adaptación dándoles el protagonismo a animales reales, el efecto puede haber sido controvertido, ya que la credibilidad se haría difícil para un público adulto, quedando, de nuevo, relegada a la insaciable imaginación infantil.

Más allá del contenido alegórico de la fábula, no parece casual que Orwell representara a la raza humana bajo la apariencia de animales. De hecho, parece ser una crítica al comportamiento primitivo de algunos humanos o al caos generado a raíz de revoluciones que han marcado el transcurso de la historia. La representación de la revolución bajo la apariencia del mundo animal deja entrever cierta decepción en Orwell, quien pudo ver esto como un absoluto «circo». Además, la asociación del poder con la figura del cerdo hace resonar la idea la suciedad y su falta de corrección y elegancia.

El ingenio del autor no termina aquí, sino que su alegoría sigue cobrando fuerza con la inclusión de otras referencias a través de los nombres de algunos personajes, de entre los cuales vamos a destacar el nombre de Napoleon. No hay lector a quien pueda pasarle desapercibida la elección de este nombre para el líder de la rebelión animal. ¿Se manifestó Orwell con respecto a la figura del emperador francés o a su política? Conociendo su trayectoria, no obstante, es fácil imaginar que Orwell también tuviese sus motivos para despreciar la actuación del líder francés conocido por su afán por el poder y por su megalomanía, al igual que otros líderes europeos más modernos y coetáneos a Orwell, como Adolf Hitler, Benito Mussolini, Francisco Franco o Iósif Stalin. En general, aunque asociemos la figura de Orwell, y sus obras Rebelión en la granja y 1984, con la crítica a la URSS, Orwell ha de entenderse como un hombre dispuesto a luchar contra cualquier tipo de autoritarismo, independientemente de su inclinación política o su procedencia. Desde su primera etapa, dejó clara su oposición al Imperio británico. Una vez se propagaron los ideales fascistas por Europa, se refugió en el socialismo como posible arma para combatir también los altos índices de pobreza y desigualdad que había en grandes ciudades como París y Londres. Después de su paso por la Guerra Civil española y del auge del socialismo comunista, cuando vio la desvirtuación de los principios de este, no pudo hacer más que expresar su descontento y su desilusión por la falta de libertad que todas estas formas de gobierno acarreaban. Para Orwell no había mayor amenaza que la imposibilidad de expresarse sin restricciones.

La raza humana contra el mundo animal y viceversa

La relación entre humanos y animales supuso un punto de partida para la creación de Rebelión en la granja. Según narra, Orwell encontró la inspiración para comenzar a escribir esta obra en la siguiente anécdota:

A mi regreso de España, me planteé dejar en evidencia el mito soviético en una historia que prácticamente cualquier persona pudiera entender con facilidad y que se pudiera traducir fácilmente a otros idiomas. Sin embargo, no se me ocurrieron los detalles concretos de la historia hasta que un día (vivía por entonces en un pueblecito) vi a un niño pequeño, de unos diez años, que llevaba un enorme caballo de tiro por una senda estrecha y al que fustigaba cada vez que intentaba darse la vuelta. Se me ocurrió que, si los animales tuvieran conciencia de su fuerza, no tendríamos poder sobre ellos, y que los hombres explotan a los animales de manera muy parecida a cómo los ricos explotan al proletariado[3].

Es curioso reconocer la preocupación de Orwell por el mundo animal y el mundo natural. Pueden haber pasado inadvertidas las referencias en 1984 a los parajes naturales o, en su lugar, la falta de los mismos. El exceso de arquitectura cúbica y aséptica hacían que el pobre Winston Smith, protagonista de la novela, sintiese la necesidad de salir y de respirar aire fresco. Aunque todo ello se haya leído y analizado como una crítica a la represión totalitaria, hay un mensaje claro y directo hacia la importancia del mundo natural.

En Rebelión en la granja las promesas del viejo Major se sienten como el augurio de un «idilio pastoral», según las palabras de Danny Heitman[4]. De acuerdo con lo esperado de este idilio, el mundo animal tomaría las riendas de la granja y, continuando con el sentido alegórico de la obra, de la sociedad. ¿Podía estar Orwell haciendo referencia a la incorruptibilidad de la naturaleza frente a lo artificialmente producido por la raza humana en otros ambientes manipulados por la misma?