Recuperar su amor - Un marido conveniente - Escándalo en la nieve - Cat Schield - E-Book

Recuperar su amor - Un marido conveniente - Escándalo en la nieve E-Book

Cat Schield

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Beschreibung

Recuperar su amor Cat Schield La cantante Melody Caldwell le había dado varios meses al empresario Kyle Tailor para formalizar su relación, pero el destino había intervenido antes de que tomasen una decisión: Melody estaba embarazada. Celos, miedo, ilusión. Kyle no sabía qué sentir al recibir la noticia. Hasta que un admirador misterioso empezó a interesarse por ella y él se dio cuenta de que quería que Melody siguiese siendo suya… Un marido conveniente Fiona Brand Eva Atraeus se tenía que casar, pero todos sus intentos por encontrar esposo se estrellaban contra el muro del administrador de su herencia, Kyle Messena, el hombre que le había partido el corazón en su juventud. Kyle no podía permitir que Eva acabara con alguien que solo buscaba su dinero. La convertiría en su esposa y, cuando ella recibiera su herencia, se divorciarían. Pero cometió un error que lo cambió todo: acostarse con ella.Escándalo en la nieve Jessica Lemmon El multimillonario Chase Ferguson solo se arrepentía de una cosa: haber abandonado a Miriam Andrix. Cuando una tormenta de nieve dejó a Miriam atrapada en su mansión en las montañas, la pasión entre los dos volvió a desatarse. Chase ya había renunciado a ser feliz en una ocasión. ¿Se atrevería ahora a luchar por lo que realmente quería?

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación

de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción

prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

N.º 499 - septiembre 2022

 

© 2017 Catherine Schield

Recuperar su amor

Título original: The Heir Affair

 

© 2016 Fiona Gillibrand

Un marido conveniente

Título original: Needed: One Convenient Husband

 

© 2018 Jessica Lemmon

Escándalo en la nieve

Título original: A Snowbound Scandal

Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2018, 2019 y 2019

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta

edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto

de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con

personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o

situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por

Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas

con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de

Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos

los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1105-959-6

Índice

 

Créditos

Recuperar su amor

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Epílogo

 

Un marido conveniente

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Epílogo

 

Escándalo en la nieve

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Capítulo Diecinueve

Capítulo Veinte

Capítulo Veintiuno

Capítulo Veintidós

 

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Kyle Tailor estaba sentado en el sofá al lado de su socio y mejor amigo del instituto, Trent Caldwell. Era el día de Acción de Gracias. En la televisión de sesenta pulgadas del salón se veía un partido de los Leones de Detroit contra los Vikingos de Minnesota. Kyle no lo estaba siguiendo. Tenía la mirada clavada en la hermana de Trent.

Nunca le había molestado estar solo hasta que apareció ella. En la mayoría de los aspectos era más sencillo vivir su vida sin que nadie se la alborotase ni física ni emocionalmente. Había sido toda una sorpresa sentir deseo por Melody.

Desde entonces ya no dormía bien si no la sentía a su lado. Desde que se había marchado, pasaba por reuniones y actividades rutinarias como en una especie de aturdimiento, incapaz de concentrarse en nada. Echaba de menos sus abrazos y sus bromas. Había bajado de peso, ya no iba al gimnasio y había perdido una cantidad de dinero inadmisible desde que, un mes antes, había ido Las Vegas a ocuparse de manera temporal de la gestión del Club T.

Trent le dio un codazo en las costillas.

Kyle apartó la mirada de Melody y miró a su socio con una ceja arqueada.

–¿Qué?

–Ve a hablar con ella.

–Ya lo he intentado antes.

Nada más llegar habían intercambiado un forzado «feliz día de Acción de Gracias» y un incómodo abrazo.

–Me evita.

–Inténtalo otra vez.

–Está hablando por teléfono.

Trent gruñó y volvió a mirar el televisor. Tenía a su hijo sentado en el regazo, ambos tenían los mismos ojos azules, que el pequeño clavaba en la pantalla cada vez que marcaban los Leones y su padre gritaba. Su madre los observaba a ambos con tal adoración desde el sofá de dos plazas que a Kyle se le encogió el estómago.

Se oyeron risas procedentes de la cocina. Nate Tucker, el tercer socio de su club de Las Vegas estaba recogiendo las sobras de la cena ayudado por Mia Navarro, la compositora con la que llevaba varios meses saliendo.

El día de Acción de Gracias se pasaba en familia y era una oportunidad para celebrar todo lo que uno tenía. Nate tenía a Mia. Trent tenía a Savannah y a Dylan.

Kyle se sintió frustrado. Él debía haber tenido a Melody, pero cinco meses antes los paparazzi la habían fotografiado saliendo de una discoteca de Nueva York de la mano del famoso pinchadiscos y productor musical Hunter Graves. En las fotografías, ambos se sonreían con complicidad, gesto que había torturado a Kyle día y noche hasta que por fin la había acusado de haberlo engañado. Melody lo había negado, pero Kyle había sido incapaz de creerla.

Melody había estado muy enamorada de Hunter en el pasado, tanto como para intentar recuperarlo y ponerlo celoso haciéndole creer que tenía un nuevo amor, Kyle. Y el plan le había salido bien.

Al percatarse de que tenía competencia, Hunter se había dado cuenta de su error y había intentado recuperarla, pero para entonces ya había ocurrido algo inesperado tanto para Melody como para Kyle. Se habían enamorado.

Kyle recordaba a la perfección el momento en el que se habían reunido los tres en casa de Melody, ella entre los dos hombres que la amaban. Se podía haber decidido por cualquiera de ellos. Kyle había sentido que se le paraba el corazón mientras esperaba a oír su decisión.

Y durante los meses siguientes, Kyle habría faltado a la verdad si hubiese dicho que no se había preguntado nunca si Melody era feliz con la decisión de haberlo elegido a él en vez de a Hunter.

La miró y le dio un vuelco el corazón. Le brillaban los ojos azules, estaba sonriendo y tenía las mejillas sonrojadas.

¿Estaría hablando con Hunter Graves?

Molesto consigo mismo por haber sacado aquella conclusión, se obligó a concentrarse en el partido, pero no pudo.

Enamorarse de Melody había sido la experiencia más increíble de su vida. Ninguna otra mujer había invadido así sus pensamientos. Y hacer el amor con ella era maravilloso. No obstante, Kyle no había podido vencer las dudas que merodeaban por su subconsciente ni el miedo a que algo que le hacía sentir tan bien no pudiese durar para siempre.

Basándose en su anterior vida amorosa, se había preparado para el inevitable fin de su relación con Melody, se había preparado para perderla, pero su relación había seguido funcionando bien durante meses y Kyle se había empezado a relajar, había comenzado a abrirse. Entonces Melody había tenido que irse de gira y la separación había creado una brecha emocional.

Y la maldita fotografía de Melany y Hunter en Nueva York había aparecido justo en un momento en el que su relación había estado más vulnerable debido al tiempo que llevaban separados. Ninguno de los dos había confiado lo suficiente en su relación como para aguantar una situación tan tensa. En esos momentos tenía un dolor de cabeza insoportable. Se clavó el dedo pulgar en el punto crítico.

Entonces recibió otro codazo.

–Ya ha colgado.

–Gracias.

Kyle se puso en pie y se dirigió lo antes que pudo a la terraza.

Melody ya estaba entrando y se cruzaron en la puerta. Kyle le bloqueó el paso, impidiéndole que entrase en la casa.

–Mira, he venido esta noche para hablar contigo –le explicó sin más preámbulos.

–Pensaba que habías venido por lo bien que cocina Nate.

Kyle no sonrió y Melody suspiró con desaliento. Él sabía que ella odiaba que se cerrase así, pero hacerlo lo ayudaba a sufrir menos, aunque, según su terapeuta, también le impedía ser feliz.

Había empezado a ver a la doctora Warner cuando su carrera de jugador de béisbol se había terminado bruscamente unos años antes, después de tener que operarse por sus lesiones de hombro y de codo. La necesidad de ir al psicólogo lo había avergonzado. De hecho, había tardado varios meses en pedir cita. No obstante, había sido consciente de que necesitaba ayuda. La pérdida de una carrera profesional que le encantaba le había hecho sentirse tan vulnerable que no había sabido cómo superar la situación.

Su padre habría dicho que un hombre de verdad hacía frente a sus problemas sin acudir a un psicólogo. Brent Tailor pensaba que los hombres no hablaban nunca de sentimientos. Los hombres de verdad tomaban decisiones y, si se equivocaban, lo arreglaban. Kyle se había preguntado muchas veces si su padre pensaba que los hombres de verdad no tenían sentimientos.

–Tenemos que hablar de lo nuestro –le dijo, haciéndola salir.

–No sé por dónde empezar.

–Todas tus cosas están en mi casa de Los Ángeles, pero no has ido por allí desde que terminó la gira. ¿Vas a volver?

–No lo sé.

–Tengo la sensación de que lo nuestro se ha terminado.

–¿Es eso lo que tú quieres? –le preguntó Melody con voz ronca.

–No, pero tampoco podemos seguir así. O continuamos o lo dejamos. Tú decides.

No había pensado que le daría un ultimátum a Melody aquella noche. No había querido discutir con ella.

–Necesito pensarlo.

–Hace dos meses que terminó la gira –le contestó él con impaciencia–. Has tenido mucho tiempo para pensar.

–La situación es más complicada de lo que parece.

Melody no se explicó, a pesar de que Kyle le dio la oportunidad de hacerlo. En el pasado, había hablado con él de cualquier tema, pero en esos momentos parecían dos extraños.

–Yo lo veo muy sencillo. ¿Quieres estar con Hunter o conmigo?

–¿Con Hunter? –repitió ella sorprendida–. ¿Por qué dices eso?

–Estabas hablando por teléfono con él hace un momento, ¿no?

–No, era mi madre –respondió ella–. ¿Por qué has pensado que hablaba con Hunter?

Kyle tardó unos segundos en contestar.

–Porque quiere volver contigo.

–Es ridículo. ¿Por qué piensas eso?

–Me lo ha dicho él.

–¿Has hablado con Hunter? –inquirió ella, confundida–. ¿Cuándo?

–Después de que estuvieseis juntos en Nueva York. Lo llamé y le advertí de que guardase las distancias, pero me dijo que lo dejase en paz –le contó, cerrando los puños con rabia al recordarlo–. Al parecer, tú le comentaste que la distancia siempre enfriaba las relaciones y él lo interpretó como que no estábamos bien juntos. Y me dijo que pretendía recuperarte.

–No es verdad. Además, Hunter jamás podría recuperarme… porque todavía te amo a ti –replicó Melody con cierto tono de duda.

–No te veo muy convencida.

Temblando, Melody miró hacia las puertas correderas y Kyle siguió su mirada. Desde el interior los observaban cuatro pares de ojos, que intentaron disimular al instante.

–Todos quieren lo mejor para nosotros –comentó Kyle.

–Lo sé –admitió Melody–. No quiero tener esta conversación aquí. ¿Por qué no me llevas a casa de Trent y seguimos hablando allí?

Él asintió, al fin y al cabo, lo único que quería era hablar con ella.

–Me parece bien.

 

 

Diez minutos después, tras despedirse, Kyle iba conduciendo por las calles de Las Vegas en dirección a la casa de invitados de dos dormitorios, propiedad del hermano de Melody, en la que esta se alojaba siempre que iba allí.

Kyle mantuvo la mirada fija en la carretera y sujetó con fuerza el volante. Iba en silencio, muy serio, y Melody pensó que aquel no era el Kyle con el que había crecido, siempre sonriente y dispuesto a gastar bromas. Había sido el mejor amigo de su hermano y siempre la había tratado como a una hermana, así que Melody nunca había imaginado que iba a desearla como mujer.

Teniendo en cuenta su historial con las mujeres, Melody había pensado desde el principio que lo suyo acabaría estropeándose.

Tal vez no debían haber dado el paso de meterse en una relación.

Melody lo miró e intentó descifrar su expresión, pero no fue capaz.

Solo habían estado juntos nueve meses cuando ella había tenido que marcharse de gira con el grupo de Nate, Free Fall, y cuando llevaban tres meses separados ella había empezado a preocuparse por el futuro de su relación y a preguntarse si la explosión de deseo que habían vivido durante los primeros meses de su relación sería suficiente para construir algo más estable. Con el paso de las semanas, había empezado a crearse entre ambos una distancia que ni los mensajes de texto ni las llamadas por Skype habían podido salvar.

Ella no sabía qué pensar, porque no tenía mucha experiencia con los hombres. Desde niña, se había interesado más por la música que por los chicos, y los pocos con los que había estado habían sido como Hunter y como su padre: egoístas e irresponsables.

Y la relación más larga de Kyle había durado cuatro meses. Con su pasado como jugador profesional de béisbol, siempre había estado rodeado de chicas guapas. Así que ella había decidido disfrutar del tiempo que tuviesen juntos sin esperar mucho más.

Cuando había querido darse cuenta, ya llevaban seis meses juntos, y hasta su hermano Trent se había mostrado sorprendido y le había aconsejado que fuesen despacio, pero Melody se había mudado a la casa de Kyle, en Hollywood Hills.

De repente, la voz de Kyle interrumpió sus pensamientos.

–¿Por qué has estado evitándome desde que terminó la gira?

–Tenía mucho en que pensar.

–¿Como por ejemplo?

Antes de empezar a salir con Kyle, Melody siempre lo había visto como a un chico divertido, sexy y comprensivo. Nunca había visto en él el menor atisbo de vulnerabilidad. El padre de este siempre le había dicho de niño que tenía que controlar sus emociones, así que no era de extrañar que, ante el primer problema en su relación, Kyle se hubiese cerrado en banda.

No obstante, había sido ella la que había dado un paso atrás ante su primera muestra de emoción: cuando Kyle le había preguntado, enfadado y dolido, si lo estaba engañando con Hunter.

Por su parte, Melody, que era hija de Siggy Cladwell, tampoco sabía lo que era tener una relación sana de pareja: su padre era un hombre duro, misógino, arrogante y egoísta, que siempre había tratado mal a sus esposas e hijos.

Y a pesar de que Kyle no se parecía en nada a su padre, sus reproches le habían recordado a él y habían hecho que Melody quisiese dar a un paso atrás en su relación.

Pero no había dejado de amarlo.

Como no respondió, Kyle volvió a preguntar.

–¿Como por ejemplo? ¿En Hunter?

–No –respondió ella, negando con la cabeza y dejando escapar un suspiro.

–¿Te has vuelto a enamorar de él?

–¡No! –exclamó Melody con frustración–. Olvídate de eso. Quiero estar contigo.

–Pues no lo parece –comentó Kyle con rostro serio.

–No estamos como antes de que me fuese de gira –espetó ella.

–Eso es cierto.

–Podríamos volver e intentar averiguar qué ha pasado –sugirió–. O empezar de cero.

–¿Y si no podemos?

Melody no respondió.

Y Kyle siguió conduciendo hasta llegar a la urbanización en la que estaba la casa de Trent. Melody deseó poder leerle el pensamiento. Tenía un nudo en el estómago y le sudaban las manos, así que respiró hondo para intentar tranquilizarse.

Todavía no lo había conseguido cuando Kyle aparcó. Siguieron en silencio mientras bajaban del coche y se dirigían a la puerta. Él se quedó a sus espaldas mientras marcaba el código de seguridad que abría la puerta que daba al jardín trasero.

Siguieron el camino de piedra que llevaba a la puerta principal y entonces Melody intentó encontrar la llave adecuada, sin conseguirlo, y tuvo que hacerlo Kyle. Su cuerpo la rozó y Melody sintió deseo, quiso estar entre sus brazos, pero entonces él retrocedió.

–Adelante.

–Gracias –le respondió ella, conteniendo un gemido.

Había dejado las luces del salón encendidas porque sabía que volvería a casa de noche. Nada más entrar, el olor a rosas la golpeó. La tarde anterior le habían mandado un enorme ramo de rosas rojas con una tarjeta que decía: «Me siento agradecido por tenerte». La tarjeta no estaba firmada y Melody no había reconocido la letra, que imaginó que sería de la florista. Ya entonces había dudado de que fuesen de Kyle.

Y en esos momentos, mientras la ayudaba a quitarse el abrigo, se dio cuenta de que ni se fijaba en ellas. Se preguntó si, entonces, serían de Hunter.

–¿Quieres tomar algo? –preguntó a Kyle.

Este negó con la cabeza. Tenía la mirada clavada en el suelo.

–¿De quién son las flores? –inquirió.

–Yo tenía la esperanza de que fuesen tuyas.

–Pues no –replicó él–. ¿No llevaban tarjeta?

–Sí, pero no estaba firmada.

–¿Son de Hunter?

–Mandarme rosas nunca fue su estilo.

–Las cosas cambian –comentó Kyle–. ¿Lo has llamado para preguntárselo?

–No.

Melody había dejado la tarjeta encima de la mesa, junto al jarrón. Kyle la tomó y leyó el mensaje.

–¿Me siento agradecido por tenerte? ¿Qué significa eso? –preguntó con el ceño fruncido.

–Es el día de Acción de gracias. Alguien ha debido de pensar que era un buen mensaje para la ocasión.

–¿Alguien?

–No sé quién me ha mandado las flores –replicó Melody, deseando zanjar el tema.

Necesitaba contarle a Kyle que estaba embarazada, pero había perdido el control de la conversación.

–¿Estás segura? –inquirió él, volviendo a leer la tarjeta–. No parece un mensaje escrito por un extraño. ¿Has preguntado a Trent o a Savannah si han sido ellos?

–Sí, no son suyas.

–Las rosas rojas son un detalle romántico –murmuró Kyle para sí–. Es el típico detalle de un hombre enamorado.

Motivo por el que Melody había deseado que fuesen de Kyle. Porque, a pesar de que habían estado juntos durante nueve meses y de que ella se había mudado a su casa, él nunca le había dicho que la quería. Siempre había sido bastante frío con las mujeres, decidiendo cuándo empezaba o terminaba una relación.

Aquello la había hecho dudar antes de elegirlo en vez de a Hunter. Le había preocupado salir de una relación en la que no se había sentido segura para meterse en otra parecida. No obstante, había decidido seguir su instinto e intentarlo. Y todavía no sabía si se había equivocado o no.

–¿Por qué no has llamado a Hunter para preguntarle? –insistió Kyle, observándola con el ceño fruncido.

Durante los últimos cinco meses, Melody se había arrepentido muchas veces de haber pasado aquella velada con Hunter en un club de Nueva York. No había pasado nada entre los dos, pero los habían fotografiado juntos y habían empezado las especulaciones.

–¿Te importaría olvidarte de Hunter por un momento? –le pidió–. Tengo algo que contarte.

Él la miró fijamente a los ojos y Melody soltó el aire que había estado conteniendo en el pecho y empezó:

–Ya te he dicho antes que las cosas eran complicadas.

Kyle siguió con gesto inmutable. No era un hombre emotivo, nunca mostraba sus cartas, pero había llegado el momento y Melody tenía que ser valiente.

–Estoy embarazada.

De repente, la expresión de Kyle cambió, parecía desconcertado.

–¿Embarazada?

–Sí. Sé que no te lo esperabas…

No lo habían planeado. Nunca habían hablado del tema. No habían hablado de casarse ni del futuro, habían decidido disfrutar del día a día.

–Vas a tener un bebé –balbució Kyle, mirando a su alrededor antes de ponerse rígido–. ¿Y quién es el padre?

Melody sacudió la cabeza y retrocedió un paso.

–¿Qué quieres decir?

Kyle señaló hacia el ramo de rosas rojas, como si aquello lo explicase todo.

–¿Sabes quién es el padre?

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Ante aquella pregunta, Melody parpadeó rápidamente varias veces y después lo miró a los ojos. Y fue entonces cuando Kyle se dio cuenta del enorme error que acababa de cometer. Se sintió fatal. Lo último que quería era hacerle daño a Melody.

–Quería decir… –empezó.

–El padre eres tú –lo interrumpió ella en tono airado, con decepción y angustia–. ¿Cómo has podido pensar otra cosa?

–Por las flores –respondió él, incapaz de mirarla a los ojos–. Hunter te envió un ramo igual el año pasado, cuando dudabas entre estar conmigo o volver con él.

–Hunter y yo somos amigos. Nada más.

–Tú y yo también éramos solo amigos hasta que empezamos a estar juntos –le recordó Kyle.

Ella lo miró en silencio y respiró hondo.

–No puedo creer que de verdad pienses que he podido engañarte con Hunter, o con cualquier otro –dijo por fin.

Kyle deseó abrazarla, pero había demasiado resentimiento entre los dos.

–No lo pienso.

–Entonces, ¿por qué me has preguntado quién es el padre?

–Ha sido una equivocación –respondió, aunque en el fondo no podía sacarse de la mente la fotografía de Melody y Hunter agarrados de la mano.

–No estoy de acuerdo. Llevas meses buscando una excusa para romper conmigo –lo acusó ella–. Y yo no voy a luchar más por ti. Se ha terminado.

–¿Qué? –preguntó él con incredulidad–. ¿Así, sin más?

–Me acabas de acusar de estar embarazada de otro…

–No de otro cualquiera –le recordó él, arrepintiéndose de aquello nada más decirlo–. De Hunter.

–No puedo seguir con esto –replicó Melody, señalando hacia la puerta–. Vete.

Kyle se sintió aturdido, pero le duró solo un instante.

–¿No se te está olvidando algo? –preguntó, clavando la vista en su vientre–. Estás esperando un hijo mío.

Ella apretó la mandíbula.

–¿Ahora lo tienes claro?

Kyle se dijo que si quería salvar su relación tenía que apartar todas las dudas que lo ofuscaban en aquel momento. Quería a Melody e iban a formar una familia. Ya se la había quitado a Hunter en una ocasión, volvería a hacerlo las veces que fuesen necesarias.

–Sí.

Melody se cruzó de brazos.

–¿Y quieres que me olvide de las cosas horribles que has pensado de mí y que me alegre de que hayas decidido recapacitar?

–He cometido un error.

–Yo diría que varios.

Melody se derrumbó de repente.

–Esto es precisamente lo que no quería que sucediese.

–¿Qué esperabas? –le preguntó él, acercándose con una mano levantada para tocarla.

Pero ella negó con la cabeza y Kyle bajó el brazo.

–No lo sé –admitió, parecía agotada–. Que todo se arreglase de repente, como por arte de magia.

–Hemos estamos separados demasiado tiempo.

–¿Y eso es culpa mía?

–Yo te animé a irte de gira. Y, si tuviese que volver a hacerlo, tomaría la misma decisión –admitió Kyle, que sabía que no quería perderla–. Ha sido lo correcto para tu carrera.

Además, él no se había sentido preparado para tener una relación tan seria, para vivir con una mujer.

–¿De cuánto tiempo estás?

–De doce semanas.

Kyle calculó la última vez que habían estado juntos. Había sido un fin de semana complicado.

–¿Y desde cuándo lo sabes?

–Desde que volví de Sídney.

–Seis semanas –calculó él en tono decepcionado.

¿Por qué había tardado tanto en darle una noticia tan importante? ¿Habría tenido miedo a su reacción? En realidad, no le faltaban motivos.

–No hagas eso –lo reprendió Melody.

–¿El qué?

–No me hagas sentir culpable por no haberte contado de inmediato que toda tu vida iba a cambiar.

Era evidente que a Melody le había preocupado su reacción. Y tenía razón, no la había abrazado, emocionado, nada más escuchar la noticia.

–Lo siento.

–No pasa nada. Ambos nos sentimos abrumados con la noticia. Al menos tenemos seis meses para ir haciéndonos a la idea de que vamos a ser padres.

–¿Has pensado ya lo que vas a hacer? –le preguntó él.

–¿A qué te refieres?

–¿Dónde vas a vivir? ¿Vas a quedarte aquí?

–¿En Las Vegas? –preguntó ella–. No lo sé. Nate está aquí. Y Mia. Y Trent, Savannah y Dylan volverán en cuanto esta termine de rodar la película.

–No parece que tengas planeado volver a Los Ángeles.

Ni con él. Su casa estaba en Los Ángeles, aunque en esos momentos había alquilado una casa a las afueras de Las Vegas en la que había pensado quedarse unos meses. Se había ofrecido a gestionar temporalmente el Club T por dos motivos: para estar más cerca de Melody cuando terminase su disco y para que Trent pudiese estar en Los Ángeles, cuidando de su hijo, mientras Savannah trabajaba allí.

–Aquí siento que tengo muchos apoyos.

Era evidente que no contaba mucho con él.

–Trent y Savannah están en Los Ángeles.

–Pero volverán pronto. Y tú también estás aquí.

Aquella última frase lo relajó.

–Entonces, quieres que esté cerca de ti.

–Por supuesto. Quiero que formemos una familia.

A Kyle le gustaba la idea, pero no podía dejar de mirar el ramo de rosas rojas con disimulo por el rabillo del ojo.

–¿Piensas que es posible? ¿Podremos volver a estar como estábamos antes de que me marchase de gira? –le preguntó Melody.

–No estoy seguro –admitió él–. Lo siento, todo esto ha sido una sorpresa. Nunca imaginé que sería padre.

–Es cierto que no hemos hablado nunca de ello. A mí también me preocupaba, sabiendo cómo te llevabas con tu padre.

–Cómo no me llevaba, querrás decir.

Melody se encogió de hombros.

–Tú no eres él. Vas a ser un padre estupendo.

Kyle necesitaba tiempo para asimilar todo aquello, pero Melody lo estaba mirando fijamente, como si necesitase que todo se arreglase en ese momento. Y él no sabía por dónde empezar.

El comentario de Melody acerca de su padre le hizo pensar en este. Siempre había sido muy duro con él, pero también era un hombre de negocios al que Kyle admiraba.

–Y tú vas a ser una madre estupenda.

–Eso espero. Aunque habría preferido esperar un poco.

–Ya no hay vuelta atrás. ¿Qué necesitas de mí? –preguntó, pero antes de que Melody respondiese, añadió–: No, no digas nada.

La había visto fruncir el ceño y había sabido lo que estaba pensando. Melody había crecido viendo discutir a su padre y a su hermano y, dependiendo de la situación, se había alejado o había intentado mediar entre ambos.

–Mañana tengo cita con el médico –comentó.

–¿A qué hora?

–A las tres.

Kyle se sintió entusiasmado de repente. Melody estaba embarazada de él. No era el mejor momento, ni era algo planeado, pero nunca había visto a su amigo Trent tan feliz como desde que tenía a Dylan.

–¿Dónde quieres que te recoja?

–No hace falta que vengas.

–No pienso perdérmelo.

Trent y Savannah habían superado obstáculos más grandes, así que ellos también podrían hacerlo. Salvo que Melody ya no lo amase. Tal vez no lo había engañado con Hunter, pero él la había tratado como si lo hubiese hecho.

Había quebrado la confianza que Melody tenía en él al acusarla sin motivos. Esa misma mañana había pensado que estaba dispuesto a perdonarla, cuando en realidad era ella la que lo tenía que perdonar.

–Gracias –respondió esta, pero no se lo dijo de corazón, sino como si tuviese la cabeza en otra parte–. Te agradezco que quieras formar parte de esto.

–Voy a ayudarte todo lo que pueda.

 

 

Melody se sentó en el pequeño vestíbulo del estudio de grabación Ugly Trout Records y miró por la ventana hacia el aparcamiento. Había mirado la hora en su teléfono cinco veces en los últimos diez minutos. Si pasaban tres minutos más, Kyle llegaría oficialmente tarde. Ella llevaba desde la noche anterior arrepintiéndose de haber aceptado su ofrecimiento de llevarla al médico. La puntualidad no era una de sus virtudes, todo lo contrario que Hunter. Nunca la había hecho esperar ni la había dejado plantada.

Entonces, ¿por qué estaba tan nerviosa? Se secó las manos sudorosas en los pantalones vaqueros y dio gracias de que fuesen elásticos. Había perdido peso a causa de las náuseas matutinas, pero su vientre había comenzado a redondearse la semana anterior.

Aquel cambio en su cuerpo, más que el test de embarazo, las náuseas y el cansancio, le había hecho darse cuenta de que tenía un bebé en su interior. Empezó a sudar. La mayoría de los días la idea de estar embarazada la hacía sentirse feliz. Aunque no fuese el mejor momento. Estaba a punto de sacar su primer disco y el estrés no era bueno ni para ella ni para el bebé, pero después de haberle dado la noticia a Kyle ya no podía pensar solo en sí misma y en el bebé.

–Eh, Melody, ¿qué haces aquí?

Se giró y vio a Craig Jameson, el ingeniero de sonido con el que más había trabajado y que solía entenderla muy bien.

Habían pasado muchas horas juntos en el estudio de grabación, charlando de música y de la industria.

–Estoy esperando a Kyle, que va a venir a recogerme –le respondió.

–Ya se ha pasado la hora de la comida.

–En realidad, vamos al médico.

No había querido contarle a nadie que estaba embarazada hasta que no lo supiese Kyle, pero ya no tenía ningún motivo para seguir guardando el secreto.

–¿Estás bien? –le preguntó Craig con preocupación.

–Sí. Estupendamente –respondió ella, obligándose a sonreír–. Estoy embarazada.

–Qué buena noticia. Entonces, ¿estás mejor con Kyle?

Unos días antes, Craig le había contado que había roto con la que había sido su novia un año, y Melody no había dudado en consolarlo. Era un buen tipo que, en esos momentos, había necesitado un hombro en el que llorar.

–Estamos en ello –le respondió.

–Sería un tonto si te dejase marchar.

–Gracias, Craig –respondió ella, notando que los ojos se le llenaban de lágrimas.

Estaba muy sensible, debían de ser las hormonas, que la estaban volviendo loca.

–Ahí está Kyle. Volveré más o menos dentro de una hora. ¿Tendrás tiempo para mí? Nate quiere que terminemos mi disco.

–Será un placer ayudarte.

–Ya me dirás a qué hora estás libre.

Melody fue hacia la puerta y allí miró por encima del hombro a Craig y añadió:

–Gracias.

–¿Por qué?

–Por todo.

Y salió a la luz del sol.

Kyle había aparcado y se dirigía a la puerta, andaba con paso decidido y parecía animado. Se había puesto unos pantalones de color caqui, camisa blanca y jersey de pico azul marino encima. Llevaba el pelo, moreno y grueso, despeinado, un estilo que encantaba a Melody. Parecía un modelo.

Lo vio sonreír y se sintió más tranquila. Por un instante, sintió que retrocedía en el tiempo, al día en que se había ido a vivir con él a Los Ángeles. Los tres primeros meses habían sido estupendos. Kyle la había apoyado mucho en su carrera y se había interesado por su manera de escribir música.

Y su fascinación había hecho que Melody saliese de un caparazón en el que se había metido desde el instituto, cuando su padre menospreciaba su talento.

–¿Estás preparada? –le preguntó Kyle.

Alargó los brazos hacia ella y le dio un beso en la mejilla. Melody habría preferido un beso de verdad, pero el gesto de cariño también le gustó.

–Estoy preparada. ¿Y tú?

–Sí –le respondió él mientras abría la puerta del copiloto para ayudarla a entrar.

–Me alegro –dijo Melody, y esperó a que Kyle estuviese sentado frente al volante para añadir–: La ecografía me pone un poco nerviosa.

–¿Por qué?

–Porque van a comprobar muchas cosas y no sé qué es lo que van a ver. Mirarán que lata el corazón, que el bebé tenga dos piernas y dos brazos, que se esté desarrollando bien…

–¿Y hay algún motivo para pensar que no está todo bien? –preguntó Kyle casi en tono de broma.

Melody pensó que Kyle tenía razón, no tenía motivos para estar nerviosa.

–Claro que no. Supongo que después de la ecografía el embarazo me va a parecer todavía más real.

E iba a tener a Kyle a su lado. Durante las últimas semanas, se había ido preparando mentalmente para ser madre soltera, ni siquiera le había dado a Kyle el beneficio de la duda. Basándose en cómo la había tratado su padre, se había preparado para que Kyle la decepcionase también.

Se dijo que aquello no era justo. Para nadie.

–Ya no hay vuelta atrás –añadió.

Él la miró con curiosidad.

–¿No estás convencida?

–Tú no querías esto.

–¿Y tú?

–¿Me estás preguntado si me he quedado embarazada a propósito? –le preguntó Melody, sin saber qué pensar.

–No, solo estaba reflexionando acerca de tu pregunta.

Aquella respuesta no tranquilizó a Melody. No sabía por qué, pero ver a Kyle tan contento la estaba molestando. Entonces él le apretó los dedos de la mano cariñosamente, y Melody ya no supo si quería discutir con él o ceder y estar bien.

–Si he aprendido algo durante este último año es que es difícil mantener una relación a distancia. Y he pensado mucho en lo que pasaría si decido tomarme mi carrera en serio. Tendría que viajar y es una vida muy dura para todo el mundo.

–¿Te preocupa no poder compaginar tu carrera con un hijo? –preguntó él. La pregunta en realidad era si habría elegido entre su carrera y él–. Yo pienso que puedes con todo –añadió Kyle–. Si tú quieres.

Aquello era lo que la asustaba. ¿Lo quería todo? Una familia y una carrera. Sus sentimientos por Kyle no habían cambiado, pero todo se había complicado.

–¿Tú quieres que volvamos a intentarlo? –le preguntó. Tenía el corazón acelerado.

–Yo pienso que debemos hacerlo, ¿y tú?

–Sí.

Su respuesta no pareció complacerlo, así que continuó:

–Dime solo una cosa. ¿Habrías querido que lo arreglásemos de no haber estado embarazada?

–Sí. Si no, siempre habría quedado algo sin resolver entre nosotros.

Kyle esperó unos segundos antes de contestar a aquello.

–De acuerdo, pero quiero que sepas que yo quería que volvieses conmigo antes de saber que estabas embarazada.

–¿Aunque no confiases en mí?

–Me equivoqué al pensar que habías estado con Hunter.

Melody supo que a Kyle le había costado un gran esfuerzo admitir aquello, pero no era suficiente.

–Y, no obstante, anoche todavía dudabas acerca de quién era el padre del bebé.

Capítulo Tres

 

 

 

 

 

Kyle supo que merecía aquel comentario sarcástico y no se enfadó.

–Fue por las rosas y esa tarjeta tan rara.

–Es extraño, sí, pero seguro que fue un error de la florista, a la que se le olvidó poner el nombre del remitente. Podrían ser de cualquiera.

–¿No te resulta extraño que alguien te mande una docena de rosas rojas?

–Bueno, un poco, pero me parece un gesto bonito.

Tal vez Melody no lo tuviese claro, pero Kyle estaba seguro de que las rosas eran de Hunter.

–¿Nos podemos olvidar ya de las flores? –le preguntó ella–. Quiero centrarme en la consulta con el médico. Me alegro mucho de que vengas conmigo.

–Yo también –respondió él, pero seguía habiendo tensión en su voz.

–Puedes girar aquí a la derecha –le indicó ella.

–¿Ya has estado antes?

–Un par de veces.

–Entonces, ¿tienes pensado dar a luz en Las Vegas?

Melody separó los labios, pero no habló. Se mordió el labio inferior.

–Tiene sentido.

–Pero tu vida está en Los Ángeles. Conmigo.

O así había sido antes de que se marchase de gira.

–En realidad no hemos vivido juntos en los últimos nueve meses.

–Cuando te animé a irte de gira, pensé que volverías. Todas tus cosas siguen en mi casa.

–Necesito algo más de tiempo.

–¿Cuánto?

–No lo sé.

–No me gusta la incertidumbre –admitió Kyle mientras aparcaba.

–En ese caso, tal vez deberíamos romper.

Él no había esperado aquella respuesta.

–¿Por qué dices eso?

–Porque ya no sé qué hay entre nosotros. No somos novios ni vivimos juntos. Ni siquiera sé si seguimos siendo amigos.

–Mis sentimientos por ti no han cambiado –respondió él, aturdido.

–Eso no puede ser –objetó Melody mientras bajaba del coche.

Casi estaba entrando en el edificio cuando Kyle llegó a su lado, corriendo.

–De acuerdo, tal vez no estemos igual que cuando te marchaste de gira, pero eso no significa que lo nuestro se haya terminado. Yo te quiero en mi vida. Y quiero estar con el bebé. ¿Cómo ves tú el futuro?

–Sinceramente, unas veces pienso que quiero que seamos una familia feliz y otras que es mejor que críe al bebé yo sola.

–Eso no va a ocurrir.

Kyle no había crecido con su padre y estaba decidido a ser un buen padre para su hijo.

–Me duele pensar en lo mucho que te amo y no saber si tú sientes lo mismo por mí.

Se detuvieron delante del ascensor y Melody lo miró fijamente a los ojos.

–Me da miedo que me rompas el corazón.

Kyle deseó poder asegurarle que jamás le haría daño, pero ya se lo había hecho al pensar que le había sido infiel con Hunter. Y también la noche anterior, al dudar de que el niño fuese suyo. No sabía por qué, pero no era capaz de tener fe en su relación.

Era algo que no sabía hacer.

Sus padres no le habían dado las herramientas necesarias para tener una pareja estable. Su padre había sido un hombre muy frío y su madre, una mujer débil y temerosa, que casi lo había querido demasiado. Y Kyle había aprendido muy pronto a ocultar sus sentimientos.

Sus compañeros de clase le llamaban el Hombre de Hielo, pero en realidad él no era así. Por tranquilo que pareciese siempre, también tenía dudas, anhelos y sufría decepciones.

Aunque gracias a las enseñanzas de su padre su primera reacción siempre era ponerse las gafas de sol y sonreír, se sintiese como se sintiese.

–Yo no quiero hacerte daño –respondió de todo corazón, aunque sabía que no siempre se comportaba como Melody necesitaba que lo hiciese.

Ni siquiera era capaz de decirle el miedo que tenía a perderla.

Mientras Melody hablaba con la recepcionista, Kyle miró a su alrededor y solo vio mujeres embarazadas. Aquello era real. Iba a ser padre. Tenía que cuidar de la madre de su hijo. No tenía elección.

–Pienso que deberíamos casarnos –le dijo a Melody en cuanto estuvieron sentados.

Esta abrió mucho los ojos.

–Es una broma, ¿no?

–En absoluto. Tiene sentido. Yo no quiero ser un padre a tiempo parcial, y estamos muy bien juntos.

–¿Que estamos bien juntos? –repitió Melody, mirándolo como si se hubiese vuelto loco–. Llevamos varios meses casi sin hablar. A ninguno de los dos se nos da bien expresar nuestros sentimientos.

Melody miró a las demás mujeres embarazadas y añadió:

–No pienso que estemos preparados para el matrimonio.

A pesar de que la respuesta le hizo sentir frustración, Kyle se dijo que encontraría la manera de arreglar la situación.

–Pues trabajaremos en la comunicación –respondió.

–¿Cómo?

–Iremos a terapia de pareja. A que nos enseñen a expresarnos de una manera positiva.

–No sé.

–Mira, es cierto que hemos pasado por una época complicada, pero yo pienso que ninguno de los dos quiere terminar con la relación –insistió Kyle, a pesar de que diez minutos antes Melody había dicho que quería romper con él.

–Estoy de acuerdo en que deberíamos esforzarnos en ser amigos otra vez, por el bien del bebé –admitió ella–, pero casarnos es dar un paso mucho más importante.

–Bueno, pues dejémoslo por el momento.

Aunque después de haberlo sugerido, Kyle estaba convencido de que era lo mejor.

–Cenaremos juntos hoy y hablaremos del tema.

–Hoy no puedo. Tengo trabajo. Nate me ha dado hasta el cinco de diciembre para terminar el disco.

–Estupendo, pero llevas un año trabajando en él. Sé que eres muy perfeccionista, pero en algún momento lo tendrás que acabar.

Kyle sabía que la música era muy importante para ella, pero quería que fijase toda su atención en su relación. Tenía que haber un modo de compaginar carrera y vida personal.

–Soy consciente, pero es mi primer disco y quiero que quede lo mejor posible.

Él la comprendía.

–Pero no sabrás si es realmente bueno hasta que no lo estrenes.

–O si es malísimo –respondió ella riendo.

–No hables como tu padre. Si realmente hubiese sabido reconocer el talento, su discográfica no se habría hundido.

–Tienes razón, pero me dijo tantas veces que continuase con el violín porque no tenía talento para escribir ni para cantar, que no me lo puedo sacar de la cabeza.

–Le has demostrado que estaba equivocado muchas veces –le recordó él–. Este disco va a ser estupendo. Ya lo verás.

–Tú siempre me has apoyado, y te lo agradezco.

Lo miró con cariño y Kyle sintió que no podía respirar. La echaba de menos.

–¿Melody? –llamó una mujer rubia que acababa de aparecer en la puerta.

Ella se levantó de un saltó y miró a Kyle con preocupación.

–¿Estás preparado?

Él esbozó la mejor de sus sonrisas y la agarró del brazo.

–Lo estoy.

 

 

Siguieron a la enfermera hasta la consulta. Kyle se sentó junto a Melody y observó cómo le tomaban la tensión y le hacían preguntas rutinarias.

Entonces se preguntó cómo había podido pedirle así que se casase con él, sin haberlo planeado antes, sin haber preparado nada especial.

Lo cierto era que lo había hecho sin pensarlo, solo porque le había parecido lo más práctico, y a Melody se le habían llenado los ojos de lágrimas por un instante, lágrimas de decepción.

–Tienes la tensión un poco alta –comentó la enfermera.

–Es que estoy nerviosa por la ecografía –mintió.

En realidad, estaba disgustada por la conversación que había mantenido con Kyle.

No le había dicho que la amaba, pero Melody sabía que se había comprometido con ella y con el bebé, aunque aquello no significase que pudiesen ser felices juntos.

–Es posible, pero la comprobaré otra vez antes de que te marches.

La enfermera le indicó que se pusiese la bata para que pudiesen hacerle la ecografía y se marchó.

–Cierra los ojos –le pidió Melody a Kyle antes de empezar a desabrocharse la camisa.

Él sonrió de medio lado.

–Ya te he visto desnuda antes –comentó.

–Cierra los ojos –repitió ella, sintiendo una punzada de deseo al verlo sonreír.

Kyle cerró los ojos, pero su sonrisa no menguó. Melody estudió su rostro y sintió ganas de llorar, pero se dijo que tenía que cambiarse.

–Ya está –anunció mientras se sentaba en la camilla.

–¿Qué te parece el nombre de Amelia si es niña? –preguntó Kyle–. ¿Y Austin si es niño?

Melody no pudo evitar sonreír.

–¿Ya has estado pensando nombres?

–Esta noche no he dormido bien –respondió él, sacando su teléfono–. También me gustan Aubrey y Addison.

–¿Y alguno que no empiece por A?

Él consultó una lista en su teléfono y añadió:

–¿Y Colton para un niño?

A Melody se hizo un nudo en la garganta. Lo maldijo por haberla enfadado tanto al pedirle que se casara con ella de manera tan poco romántica y después mostrarse tan dulce con aquella demostración de lo emocionado que estaba con la idea de ser padre. Antes de que le diese tiempo a responder, se abrió la puerta y apareció la doctora.

–¿Cómo se encuentra hoy? –preguntó la doctora Evans, mirando después a Kyle–. ¿Y usted es…?

–Kyle Tailor, el padre.

La doctora Sara Evans asintió antes de ponerse a trabajar.

Melody se sintió más tranquila nada más verla, le caía bien.

–Te voy a poner un poco de gel aquí –anunció la ginecóloga, extendiendo el gel por el vientre de Melody, que se estremeció–. Está un poco frío, pero en un momento se te habrá olvidado.

Melody bajó la vista a su tripa y después miró a Kyle, que tenía la vista clavada en un monitor cercano, donde poco a poco fue apareciendo la imagen de su bebé. Cabeza, brazos, piernas. Una personita que crecía en su interior.

Mientras tanto, la doctora fue hablando acerca del desarrollo del feto. Y en un momento dado preguntó:

–¿Quieren saber el sexo?

–¿Se puede? –preguntó Kyle antes de que a Melody le diese tiempo a abrir la boca. La miró a los ojos–. ¿Quieres saberlo?

–Supongo que sí –respondió ella, que ni siquiera había pensado en el tema–. Por supuesto.

Así sería más fácil ir haciendo planes, preparar la habitación y comprar ropa. Aunque entonces tendría que decidir dónde iba a vivir, si iba a volver a Los Ángeles con Kyle. Además, cuando su hermano Trent volviese a Las Vegas tendría que marcharse de su casa.

–Pues parece que van a tener una niña –anunció la doctora Evans sonriente–. Enhorabuena.

–¿Está segura? –le preguntó Melody aturdida.

La doctora asintió.

–No tengo la menor duda.

–Entonces, se parecerá a su padre –murmuró Melody.

Estaba mareada. Miró a Kyle para ver su reacción, pensó que tal vez se sentiría decepcionado, pero se dio cuenta de que parecía encantado con la idea.

Esperó a que la doctora hubiese salido de la consulta para preguntarle:

–¿Te parece bien que sea una niña?

–Por supuesto –respondió él, parpadeando varias veces como si no la viese bien–. ¿Por qué no iba a parecerme bien?

–Porque eres un hombre y te encanta el béisbol. Seguro que te has levantado esta mañana pensando en comprar un guante y una pelota.

–La verdad es que lo que he pensado esta mañana ha sido que mi cama estaba muy vacía sin ti.

Melody no había esperado aquella respuesta y no supo cómo reaccionar. Se sentó y apoyó los pies en el suelo.

–Cierra los ojos para que me vista.

Kyle apoyó las manos en la camilla y se inclinó hacia delante para mirarla a los ojos.

–Vamos a tener una hija.

Ella le tocó una mejilla.

–Sí.

Kyle sonrió y ella lo imitó. Lo tenía tan cerca que solo tenía que inclinarse hacia delante unos centímetros para que sus labios se tocasen. Él le agarró una mano y a Melody se le aceleró el corazón. Le habría sido muy fácil olvidarse de lo dolida que se había sentido durante los últimos meses. Con semejante pasión y deseo, podrían empezar de cero. En vez de volver al estudio de grabación a trabajar, podía irse con él a casa y pasarse la tarde haciendo el amor. Se le erizó el vello solo de pensarlo.

Tomó aire e hizo acopio de valor para proponérselo, pero entonces le sonó el teléfono a Kyle, quien se lo sacó del bolsillo y miró la pantalla.

–Llaman del club. Tengo que responder. ¿Te parece bien si te espero en la entrada?

–Sí –respondió ella, suspirando mientras lo veía salir de la habitación.

Se dijo que era lo mejor. En cierto modo estaban metidos en aquel lío por haberse precipitado antes de saber si eran compatibles o no. Se había ido a vivir con él demasiado pronto.

¿Y por qué? Por miedo a hacerle preguntas que pudiesen apartarlo de ella. En esos momentos se dio cuenta de que había sido un error. Tenía que asegurarse de que Kyle la amaba para poder seguir adelante con su relación.

Capítulo Cuatro

 

 

 

 

 

Kyle se dio cuenta de que iba sonriendo mientras conducía por Las Vegas de vuelta a Ugly Trout Records. Se había pasado la tarde flotando de felicidad con la noticia de que iban a tener una niña. Pasada la sorpresa inicial de que iba a ser padre, tenía la sensación de que todos los problemas de su relación con Melody se debían a una serie de malentendidos que podrían solucionar con un poco de esfuerzo. Iban a ser padres. Su hija merecía crecer en un ambiente seguro, lleno de amor, y él iba a dárselo, costase lo que costase.

Por eso había decidido empezar llevándole a Melody la cena al estudio de grabación, para que viese que quería cuidar de ella. Llevaba en una bolsa comida que sabía que le encantaba a Melody. Habría sido más sencillo en Los Ángeles, donde la habría llevado al restaurante italiano Mama Rosa, pero lo que había encontrado allí tampoco estaba mal.

Había descubierto un lugar en el que hacían unas tartas de queso deliciosas y había comprado varios trozos. Melody había perdido peso en los últimos meses y eso no podía ser bueno para el bebé.

Desde que había visto la imagen de su hija, rebosaba optimismo. Iba a ser padre. No tenía ni idea de cómo, pero podría aprender. Al fin y al cabo, había visto cómo lo hacía Trent con Dylan.

Trent, que siempre había jurado que no se casaría ni tendría hijos. Su mejor amigo había tenido un padre que no le servía de ejemplo. Siggy Caldwell había sido un tirano despiadado tanto en los negocios como en su vida personal. Siempre había demostrado que su hijo favorito era el mayor, y había menospreciado a Melody y a Trent.

Y, no obstante, ambos eran personas cariñosas y buenas. Trent había necesitado convertirse en padre y admitir que estaba enamorado de Savannah para sacar su verdadero yo.

Melody, por su parte, nunca había sido tan desconfiada como su hermano. Solía meterse en relaciones sin pensar en su autoestima. Así había sido con Hunter, al que siempre había disculpado cuando la trataba mal. No obstante, con él había reaccionado de otra manera.

En vez de reírse de sus falsas acusaciones, se había puesto furiosa. Kyle no recordaba haberla visto discutir nunca con Hunter. ¿Sería porque había amado al pinchadiscos más que a él? Si era así, ¿por qué lo había escogido a él?

Llegó al aparcamiento deseando observar la cara que ponía Melody al ver que le llevaba la cena. Le encantaban los detalles espontáneos.

Aparcó delante de la puerta y salió del coche. Eran casi las seis y el aparcamiento estaba medio vacío. Nate tenía el estudio abierto veinticuatro horas al día y lo alquilaba más barato durante las horas que tenían menos demanda. Melody aprovechaba la tranquilidad de las tardes para trabajar en su disco.

Kyle estaba delante de las puertas de cristal cuando vio a dos personas avanzando por el vestíbulo. Se le encogió el corazón al reconocer a Hunter y a Melody. Iban charlando animadamente y todavía no lo habían visto. Él empujó la puerta de cristal con más fuerza de la necesaria.

–Kyle –dijo Melody, mirándolo con sorpresa–. ¿Qué haces aquí?

Él levantó la bolsa que llevaba en la mano.

–Te he traído la cena. Pensé que estarías trabajando.

Miró a Hunter, parecía tranquilo y eso molestó a Kyle todavía más. ¿Adónde iba Melody con él?

–Ah… qué detalle –comentó Melody mirando a Hunter–. Precisamente íbamos a salir a tomar algo.

–Pues ahora ya no hace falta –dijo Kyle, obligándose a sonreír–. Te he traído todo lo que te gusta. He pensado que podrías enseñarme tu trabajo mientras cenábamos.

Vio dudar a Melody y se le hizo un nudo en el estómago. No quería discutir. Sobre todo, después de haber estado en el ginecólogo y haberse sentido más cerca de ella que en mucho tiempo. No quería estropear aquello.

–¿No te importa? –le preguntó Melody a Hunter.

–No, no me importa –respondió Hunter sonriendo con malicia–. Pasadlo bien. Hasta luego.

Kyle agarró a Melody del codo y fueron hacia donde estaban los estudios de grabación, pero la vio mirar hacia Hunter por encima del hombro e intentó no enfadarse.

–¿Estáis trabajando en algo juntos? –preguntó.

–No. Estaba trabajando con Craig cuando ha venido Hunter para ver si quería ir a cenar con él. Ni siquiera me había dado cuenta de que tenía hambre hasta que me ha propuesto tomar una hamburguesa.

Entraron en una de las salas, Melody sacó un par de botellas de agua de una nevera pequeña y observó a Kyle mientras sacaba la comida de la bolsa y la dejaba en la mesita de café.

–He traído pasta, ensalada y, de postre, tarta de queso.

Melody no parecía demasiado emocionada con su elección.

–No sabía que ahora comieses carne roja –añadió él, preguntándose qué más ignoraba de ella.

–Supongo que es el embarazo. Me apetecen cosas muy extrañas. Y hay otras que no puedo ni oler.

–Espero que los champiñones no sean una de ellas, porque la pasta lleva una salsa de champiñones.

–No, los champiñones están bien, lo que no soporto es el olor de la mantequilla de cacahuete.

Destapó el envase con la pasta y empezó a comer.

–Pero si te encantaba.

–Y espero que vuelva a gustarme cuando nazca el bebé –respondió ella–. Mientras tanto, no quiero ni verla.

Abrió mucho los ojos al ver el postre.

–¿Es tarta de queso?

Kyle asintió.

–Te he traído varios tipos, para que elijas. O puedes comértelos todos.

–No tenías que haberte molestado.

–Cuidar de ti no es ninguna molestia. Ahora mismo el bebé y tú sois mi prioridad.

–Eso suena muy bien –admitió Melody con lágrimas en los ojos, echándose a reír–. Últimamente todo me hace llorar.

–Espero que no todo.

–En especial, cuando alguien se porta bien conmigo.

–En ese caso, debes de estar llorando mucho, porque eres una persona que despierta buenos sentimientos.

–Qué bonito –dijo Melody, dejando de comer.

–Es la verdad.

–¿A qué hora vas a ir al club?

–Sobre las nueve –le respondió Kyle–. ¿Hasta qué hora te vas a quedar tú aquí? Pareces cansada.

Melody bostezó.

–Un par de horas más. Hunter se ha ofrecido a ayudarme con una de las canciones.

–¿Y te parece buena idea trabajar con él? –preguntó Kyle sin pensarlo.

–¿Por qué me preguntas eso?

–Porque todavía siente algo por ti. Si no, no estaría trabajando en el Club T ni se ofrecería a venir a ayudarte.

–Ha aceptado el trabajo porque Trent le ha ofrecido mucho dinero –replicó ella con lo ojos brillantes–. Y aquí también viene a trabajar.

–Podría estar en Los Ángeles –contestó Kyle–. Estoy seguro de que allí estaría mejor.

–A Hunter le gusta el ambiente de este estudio. Y ya sabes lo estupendo que es trabajar con Nate. Estoy seguro de que Hunter tiene la esperanza de poder colaborar con él.

Kyle clavó la vista en su comida y se dio cuenta de que había perdido el apetito.

–Tienes que superar esa hostilidad hacia Hunter –le dijo Melody.

–La superaré cuando me convenzas de que no quiere volver contigo.

–No quiere volver conmigo. De hecho, está saliendo con Ivy Bliss.

–Pensé que solo producía su nuevo disco.

–Pues al parecer también tienen una relación personal. Así que no tienes motivos para preocuparte.

Kyle asintió. No quería disgustar más a Melody. Lo más inteligente sería encontrar otra manera para hacer que el pinchadiscos se alejase de ella.

–Solo quería comentarte otra cosa más –añadió con cautela–. Cuando las cosas empezaron a ir mal, primero con Hunter y después conmigo, ¿por qué luchaste por él, pero te alejaste de mí?

 

 

Melody no supo qué responder. Kyle tenía razón, pero no podía explicar los motivos.

–Con Hunter era diferente –empezó, pero vio el gesto de Kyle y se dio cuenta de que no debía comparar ambas relaciones–. Él no me cuidaba. Era yo la que iba siempre detrás.

–Yo nunca te he tratado así. Sabes que quiero tenerte en mi vida.

Ella asintió muy a su pesar. No sabía cómo explicarse. Tal vez fuese que su relación con Kyle le parecía más importante que la que había tenido con Hunter.

–Me hiciste daño.

–¿Cuántas veces te hizo llorar él?

–Muchas.

Los medios de comunicación habían sacado a Hunter con varias mujeres mientras salía con Melody, se había olvidado de llamarla muchas veces, se había olvidado incluso de su cumpleaños.

–Y, no obstante, luchaste por él.

–Entiendo lo que me quieres decir, pero no tengo una explicación.

Kyle apretó los labios con disgusto y aquello la enfadó. No podía explicarle algo que ni ella misma entendía.

–Podríamos llegar al fondo del asunto si fuésemos a terapia.

La idea la dejó inmóvil. No sabía por qué.

–Está bien, pero ¿podríamos esperar a que termine el disco?

–Por supuesto, pero mientras tanto deberíamos hacer algo. Después de salir del ginecólogo he llamado por teléfono a un terapeuta que conozco en Los Ángeles.

–¿Has hablado con alguien de nuestros problemas?

–Relájate. Es una persona que lleva años tratándome.

–¿Vas a un terapeuta? ¿Cómo es que no lo sabía hasta ahora?

–Porque no es algo de lo que me enorgullezca –admitió Kyle.

Ella lo comprendió. No quería mostrarse débil. Quiso decirle que no esperaba que fuese fuerte siempre, pero lo cierto era que cuando se había mostrado inseguro en relación con Hunter ella había reaccionado mal.

Melody apreciaba poder apoyarse en Kyle, la hacía sentirse segura y querida. Y como raramente hablaba de sus problemas o preocupaciones, ella nunca se había parado a pensar que también pudiese necesitar su apoyo.

–¿Por qué no me lo habías contado? –le preguntó, preocupada por si le había fallado–. ¿Es por tu padre?

Su padre le había enseñado a mostrarse siempre fuerte.

–Es la típica cosa que lo habría enfadado muchísimo –admitió Kyle, sonriendo con tristeza–. No sé qué sería peor para él, si tener un problema o admitir que lo tienes. Estoy seguro de que habría preferido que le cortasen una pierna antes de ir a terapia.

–Qué exageración.

–Mi padre es incapaz de mostrar ningún signo de debilidad –admitió él–. Bueno, ahora ya conoces uno de mis oscuros secretos.

–¿Uno? ¿Y cuántos más tienes?

–Tendrás que averiguarlo por ti misma durante los próximos catorce días.

Kyle por fin se había abierto a ella.

–¿Qué quieres decir?

–La doctora Wagner me ha dado un plan para revitalizar nuestra relación en catorce días. Y yo he pensado que podíamos empezar ya.