Resiliencia - David Camacho-Valadez - E-Book

Resiliencia E-Book

David Camacho-Valadez

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En algunos casos de situaciones adversas o de peligro, es interesante observar que dos personas pueden reaccionar de diferentes formas y sobrellevarlo de diferentes maneras. Ejemplos de ello los encontramos en historias de guerras, accidentes o enfermedades donde, pese a la vicisitud, las personas continúan con una actitud favorable ante la vida. El término "Resiliencia" hace referencia justamente a estas modalidades de "resistencia" o de "adaptación" ante la adversidad. Esta obra proporciona información relevante y competente de la actualidad en estudios sobre Resiliencia, sus antecedentes, diferencias y aplicaciones para diversas áreas del conocimiento.

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Resiliencia

Se terminó de editar en julio de 2022 en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara,José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara,44657. Guadalajara, Jalisco

En la formación de este libro se utilizó la familia tipográfica Pelago, diseñada por Robert Slimbach.

Índice

Introducción

David Camacho-Valadez

Antecedentes del término resiliencia

David Camacho-Valadez

Bases evolutivas/antropológicas de la resiliencia

David Camacho-Valadez

Resiliencia y neurociencia

Gerardo Aguilera-Rodríguez

América Lizbeth Zazueta-López

David Camacho-Valadez

José Francisco Muñoz-Valle

Resiliencia y educación

Erick Vietnam Ibáñez-Martínez

Resiliencia social, ecológica y comunitaria

David Camacho-Valadez

Resiliencia desde las ciencias de la salud

Irene Concepción Carrillo-Saucedo

Judit Alejandra Esparza-Estrada

Resiliencia en el ámbito hospitalario

Raúl Vargas-López

Judit Alejandra Esparza-Estrada

Avelina Vargas-Aldana

Resiliencia y psicopatología

Irene Concepción Carrillo-Saucedo

América Lizbeth Zazueta-López

Resiliencia frente a factores de riesgo y protección

David Camacho-Valadez

América Lizbeth-Zazueta López

Medición de la resiliencia

David Camacho-Valadez

Resiliencia ante el desastre

David Camacho-Valadez

Gerardo Aguilera-Rodríguez

Conclusión

David Camacho-Valadez

Gerardo Aguilera-Rodríguez

Bibliografía

Autores

Introducción

David Camacho-Valadez

En algunos casos donde las personas son expuestas ante peligros inminentes o situaciones difíciles de la vida misma, es interesante observar que, frente a un mismo fenómeno, dos personas pueden reaccionar de diferentes formas y manifestarlo de diferentes maneras. En otras circunstancias, podemos notar que algunas personas que vivieron en situaciones de riesgo o de impacto, tal es el caso de una guerra, pudieron sobrellevar todo lo que implica sobrevivir a un evento similar. También hay personas que viven con enfermedades complejas o terminales y, pese a esto, pueden seguir con una actitud favorable ante la vida. Este tipo de cuestiones son un común denominador al momento de hablar de un tema que se ha consolidado como un tópico de importancia en nuestra realidad actual, justamente con la intención de tratar de explicar qué ocurre en eventos similares a los mencionados.

Surge entonces el término resiliencia, el cual se ha transformado y transitado en infinidad de disciplinas, pero siempre con un fin en común: el tratar de dar explicación a las modalidades de “resistencia” o de “adaptación” ante eventos adversos. El término ha sido aplicado desde procesos de resistencia en ciencias físicas hasta en las ciencias cognitivas y del comportamien­to. Esta última postura se explica en gran medida en esta obra, sin dejar de lado el origen del término. La relevancia del tema hace que los autores de este libro reunamos gran parte de la información del término y reflexionemos el porqué de su vigencia, así como su actualidad y aplicaciones. Es igual de relevante señalar que, al menos en el momento de escribir estas líneas, no es de nuestro conocimiento la existencia de un texto que genere un conglomerado de la información actual y específica sobre el tema de la resiliencia en habla hispana y, sobre todo, en México.

Son estos los motivos por los que realizamos este libro temático, con la exclusiva intensión de brindar información relevante y competente de la actualidad en estudios sobre resiliencia, sus antecedentes, sus diferencias y sus aplicaciones para diversas áreas del conocimiento. Para crear esta obra, se reunió un grupo de expertos en el tema y, desde diferentes posturas, se realizó un trabajo multidisciplinario que profundiza en el tema de la resiliencia y proyecta la naturaleza de este factor tan importante de la adaptación humana.

Este trabajo también refleja el esfuerzo interinstitucional de docentes y expertos tanto al norte de México como en el occidente del país, quienes tuvimos la oportunidad de colaborar y compartir experiencias, información y posturas gracias a las diferentes profesiones de los autores, los cuales somos psicólogos y médicos con bastante competencia en su labor diaria. Creemos firmemente que trabajos de este tipo hacen la diferencia para comunicar e informar a alumnos y personas interesadas en el tema, proporcionando los datos de mayor relevancia y actualidad, entregando un producto de calidad y proyectando, en un sentido de congruencia, un acto de resiliencia pura, al reunirnos y colaborar ante toda adversidad.

Antecedentes del término resiliencia

David Camacho-Valadez

Definir la resiliencia

Hablar de la definición de resiliencia es hablar de un término multidimensional y en constante evolución. Este se fundamenta en capacidades humanas, como la persistencia general, la adaptabilidad y la transformabilidad ante cambios constantes que, en esencia, hablan de la adaptación humana (aunque puede que sea de cualquier ser vivo) ante los cambios de la naturaleza (Keck y Sakdapolrak, 2013). A su vez, se desarrolla gracias a habilidades cognitivas (Piña, 2015), que más que un rasgo de personalidad hablaríamos de un proceso dinámico (Zukerfeld y Zukerfeld, 2017) sujeto a factores de riesgo y de protección, los cuales pueden ser desarrollados y promovidos, o bien disminuidos (García et al., 2016).

La resiliencia genera un mantenimiento adaptativo frente a los eventos adversos que impactan en el individuo (Fiorentino, 2008; Lee y Cranford, 2008; Bermejo, 2010; García-Vesga y Domínguez-De la Ossa, 2013; Piña, 2015), siendo una capacidad necesaria para resistir o recuperarse plenamente de situaciones traumáticas, privación extrema, amenazas graves o estrés elevado (Camacho, 2016), y que aún en nuestros días sigue estudiándose para identificar todos los componentes o factores que ayuden a las personas a responder a circunstancias extremas (Alameddinne et al., 2019). De hecho, según Leipold y Greve (2009), la resiliencia es un proceso ligado a la estabilidad, recuperación y/o crecimiento que tiene una persona tras exponerse a condiciones de adversidad, permitiendo que pueda adaptarse ante contextos desfavorables (Arciniega, 2005). 

La resiliencia en diferentes disciplinas

El estudio de la resiliencia tiene su origen en campos tan diversos como la ingeniería (Woods, 2017), las matemáticas, los análisis de sistemas complejos, la psicología del desarrollo, la ecología (Brown, 2014), las ciencias económicas, la política (Turenne et al., 2019), los estudios territoriales (Sánchez-Zamora, Gallardo-Cobos y Ceña-Delgado, 2016), el turismo (Tranmaleo et al., 2019), el diseño (García et al., 2019) y la arquitectura (Leyva-Ricardo et al., 2018), por mencionar algunos ejemplos de su aplicación.

No obstante, la apertura del término por aparecer en varias disciplinas hace que sea, por una parte, un constructo útil para trabajar, pero por otro, hablando desde una postura científica rígida, se presta para ambigüedades teóricas. Lo que es cierto es que cuando ocurre un evento como un desastre natural, la forma en que las personas viven el siniestro define en gran medida la vida y la experiencia social, cultural e incluso moral de las mismas. De distinta forma, pero en el mismo sentido, los hábitats, ciudades o entornos donde ocurren los eventos de impacto también se ven sometidos a lo que podríamos llamar un estrés ambiental, que modifica el entorno en conjunto con las personas, por lo que debe considerarse una resiliencia no necesariamente exclusiva de los seres vivos, sino también de los entornos.

Pero aunque los debates sobre los múltiples significados e interpretaciones de la resiliencia continúan en la literatura científica, y las discusiones entre política y ciencia convergen, la resiliencia se ha aprovechado y es utilizada de maneras muy diferentes por los grupos de la sociedad civil, los movimientos sociales y las comunidades; el punto importante sigue siendo el uso, y, como Brown (2014) lo menciona, la resiliencia está siendo empleada como un principio organizador por las comunidades para desafiar el statu quo y diseñar futuros alternativos.

Particularidades y variables asociadas a la resiliencia

Otro punto de partida del origen de la resiliencia se encuentra en la investigación con animales, las ciencias naturales y experimentales, ya que no sólo es en los seres humanos donde parecen existir procesos resilientes, sino en todo ser vivo; esto hace que difiera de conceptos que la enfoquen de forma exclusiva a un área del conocimiento, como lo pueden ser las ciencias cognitivas o una conceptualización ligada a la psicología positiva y de competencia (Rutter, 2012), no sin dejar en claro su relación con estas áreas del conocimiento, aunque de forma parcial.

Por ejemplo, para autores como Grotberg (1999) la noción de resiliencia tiene que ver con un proceso dinámico resultante de la interacción de factores resilientes provenientes de tres niveles: yo tengo, yo soy y yo puedo, los cuales se refieren a aspectos generales que describirían a un individuo que cuenta con apoyo externo, fuerza interna y estrategias de afrontamiento (habría entonces que fragmentar cada uno). Pero el que se trate de un proceso dinámico hace que no se garantice la existencia de respuestas resilientes en todos los casos, ni que disminuya la sintomatología patológica cuando ocurre (Zukerfeld y Zukerfeld, 2017).

Otras perspectivas mencionan que la resiliencia es más que un atributo personal, siendo más acorde tratarla como un proceso o patrón dado que esta se puede desarrollar o no a lo largo de la vida de una persona (Luthar, Cicchetti y Becker, 2000; Saavedra, Castro e Inostroza, 2011; Ruiz y López, 2012), por lo que se puede especular sobre las formas en las que se puede estimular un proceso resiliente y poder identificar los factores o recursos que adquirió para poder serlo (Saavedra, Castro e Inostroza, 2011), destacando la capacidad para proteger la integridad bajo presión y la capacidad de forjar un comportamiento vital favorable pese a las circunstancias difíciles (Vanistendael y Lecomte, 2002), siempre bajo distintos ángulos de estudio y sin una definición única que explique su relevancia (González, Valdez y Zavala, 2008). En este contexto, se podría argumentar que la resiliencia es una combinación de aquellos elementos que se han abordado en conceptos anteriores con los términos “estrategias de afrontamiento” y “capacidad de adaptación” (Keck y Sakdapolrak, 2013). Estas variables anexas al desarrollo de la resiliencia serán explicadas a detalle en los capítulos siguientes. Por ahora, y a manera de conclusión, se invita al lector a indagar en el estudio formal de uno de los procesos humanos más sorprendentes y, seguramente, uno de los que nos han llevado a sobrevivir a lo largo de nuestra historia, aun cuando no tuviera un nombramiento formal.

Bases evolutivas/antropológicas de la resiliencia

David Camacho-Valadez

Resiliencia y adaptación

Si analizamos de forma histórica los procesos evolutivos, podremos encontrar que la característica definitoria de la mayoría de los seres vivos que han logrado adaptarse a entornos, y que han evolucionado para prevalecer en nuestros días, es la tendencia al cambio. De este proceso destaca, sin duda, el Homo sapiens por tener el fenotipo con mayor plasticidad sobre la faz de la tierra adaptándose a casi cualquier hábitat y de esta forma regulando su condición para satisfacer un número casi infinito de demandas ambientales (Restrepo, 2008).

La literatura en antropología y biología habla desde su fundamento del término adaptación. En este sentido, tomo como similares tanto el proceso adaptativo como el proceso resiliente en las diferentes especies, diferenciándose la resiliencia en una experiencia cognitiva exclusiva (al parecer) del ser humano. Se podría hablar en todo caso de una consecución de fenómenos relacionados. Es por ello que este apartado considera a la adaptación como la base probablemente biológica y antropológica del constructo (en ciencias sociales) de resiliencia. Es importante aclarar que, al menos en una cuestión conceptual, este texto utiliza ambos como similares, aunque no necesariamente como sinónimos.

Pero como el fuego con la gasolina, el proceso de adaptación no puede iniciar sin tener un detonante. El mejor candidato siempre ha sido el estrés; esto se debe a que la evolución por selección natural está impulsada por los costos y beneficios que regulan los comportamientos riesgosos que puedan lograr o interferir con el éxito reproductivo de las especies (Ellis, 2011). Para lograr esto, el individuo o especie tiene que sobrevivir ante la adversidad, por lo que individuos con baja capacidad resiliente muy probablemente no podrán con las complicaciones ambientales y terminan cediendo o muriendo, en un contexto evolutivo.

Se retoma el hecho de que según disciplinas como la psicología evolucionista, las neurociencias o la paleoantropología, la cognición ha sido el más grande logro evolutivo frente a las fuertes presiones ambientales que en el curso de la historia el linaje Homo ha tenido que afrontar (Pinker, 2000). Este desarrollo no es abstracto. De hecho, el progreso de estas habilidades está relacionada con la maduración de circuitos neuronales, y en humanos se ha documentado una importante reorganización del cerebro que va desde la niñez hasta la adolescencia, modificando el comportamiento y la cognición (Courchesne y Pierce, 2005). Con información de este tipo, pudiéramos incluso especular sobre las primeras pistas sobre las bases biológicas del proceso resiliente, pero sería necesaria una investigación empírica para comprobarlo. Probablemente en los siguientes años podremos ver estudios al respecto.

Resiliencia evolutiva y adaptabilidad

En cuanto a la postura de la biología sobre un proceso resiliente, la fundamentación de que la evolución de las especies en esencia se explica como el conjunto de todos los ­cambios que los organismos tienen a través del tiempo (Mestres, 2011), y que la razón de la supervivencia de una especie sea proporcional al grado de ajuste adaptativo al entorno que habita, hace que surja otro término similar al de resiliencia, la denominada “adaptabilidad” (Restrepo, 2008). Justamente, la adaptabilidad habla de ese “grado o nivel” en que una especie se adapta al entorno, pero desde una postura cuantificable la mayoría de las veces.

Respecto a los grados y niveles, se debe mencionar que otras de las variables a considerar, desde la perspectiva biológica, es que los seres vivos del planeta cuentan con un lapso de vida y una edad (tiempo), que divide su proceso de existencia por etapas con características y necesidades específicas para cada caso. Aunque la longevidad varía de especie a especie, sin duda, la forma en la que cada ser fomente un proceso resiliente y enfrente las adversidades pueden variar dependiendo de la edad que tenga. ¿Esto es relevante para el desarrollo de un proceso resiliente en las especies?

Al respecto, autores como Smith y Szathmary (2001) mencionan que en los seres humanos las áreas prefrontales terminan de madurar en la adolescencia tardía, hacia los 18 o 20 años, siendo entonces organismos que nacemos prematuramente, inmaduros, por lo que para madurar física y psicológicamente necesitamos de una infancia prolongada, y aunque esto pudiera lucir como una desventaja, si se logra llegar a la adultez, el aprendizaje acumulado se torna en nuestra mejor ventaja para prevalecer como especie y sobrevivir (Yance y Zapata, 2009). Mi postura es que, en efecto, un proceso resiliente siempre va a ser distinto, tanto para el ave que acaba de nacer como para la que está aprendiendo a volar y echarse en picada; en el caso de los humanos es de forma similar.

Aquí debo de mencionar una de las posturas más interesantes en los últimos años sobre el desarrollo de la resiliencia, desde una postura dentro de las neurociencias (también comentado a profundidad en los próximos capítulos), que nos habla de que aunque es importante investigar individuos que experimentan extrema adversidad, una posibilidad es el enfocarse en el proceso de adaptación y afrontamiento a los llamados “estresores cotidianos”, ya que, sin importar la edad, todas las personas y especies experimentan estrés en diferentes intensidades, de una forma intermitente y creciente, simplemente por vivir en un mundo de complejos cambios (DiCorcia y Tronick, 2011). Los autores del mencionado estudio hablan sobre la dependencia que todos los seres humanos tenemos de la madre al nacer, siendo esta de forma automática la ­primera fuente de regulación extrínseca del proceso resiliente del recién nacido y la que lo regulará durante los primeros años.

Resiliencia y los estresores ambientales