Resultados inesperados: cómo las economías emergentes sobrevivieron la crisis financiera global -  - E-Book

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Beschreibung

La excepcional capacidad de adaptación de las economías emergentes en Asia Oriental y América Latina frente a la crisis financiera global de 2008-09 tomó por sorpresa a la mayoría de los gestores de políticas. La célebre recuperación tras la crisis marcó una divergencia radical con respecto a recuperaciones anteriores, las cuales fueron mucho más lentas y menos robustas. Tales fueron los casos de los shocks que se dieron en 1982 a causa de la deuda externa, por ejemplo, que produjeron una recesión que duró una década en América Latina, y la crisis financiera asiática, que causó una dramática desaceleración en las economías emergentes a finales de la década de 1990. ¿A qué se debe la diferencia en esta ocasión? Los autores de este volumen sostienen que las viejas etiquetas que enfrentan las estrategias "neoliberales" contra las "desarrollistas" no capturan acertadamente las bases de esta recuperación. Ellos encuentran que la resistencia exitosa ante la crisis en estas economías emergentes se basó en reformas macroeconómicas, financieras y comerciales previas, y en un enfoque más flexible al manejo de crisis. Las diferencias sustanciales entre estas economías emergentes hace aún más sorprendente su éxito grupal, y vuelve el análisis de este fenómeno insólito en lectura obligatoria.

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Título original en inglés: Unexpected Outcomes: How Emerging Economies Survived the Global Financial Crisis. Publicado en 2014 por Brookings Institution Press.

© Carol Wise, Leslie Elliott Armijo y Saori N. Katada, editoras, 2019

De esta edición:

© Universidad del Pacífico

Jr. Gral. Luis Sánchez Cerro 2141

Lima 15072, Perú

RESULTADOS INESPERADOS: CÓMO LAS ECONOMÍAS EMERGENTES SOBREVIVIERON A LA CRISIS FINANCIERA GLOBAL

Carol Wise, Leslie Elliott Armijo y Saori N. Katada (editoras)

1.ª edición e-book: noviembre de 2019

Traducción: Aroma de la Cadena y Eloy Neira

Diseño de la carátula: Icono Comunicadores

ISBN e-book : 978-9972-57-428-3

La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.

Derechos reservados conforme a Ley

Leslie Elliott Armijo

Facultad de Estudios Internacionales

Universidad de Simon Fraser

Mark Beeson

Ciencia Política y Relaciones Internacionales

Universidad de Australia Occidental

Shaun Breslin

Departamento de Estudios Políticos e Internacionales

Universidad de Warwick

John Echeverri-Gent

Departamento de Política

Universidad de Virginia

Gerardo Esquivel

El Colegio de México

Eric Hershberg

Departamento de Gobierno

Universidad Americana

Saori N. Katada

Facultad de Relaciones Internacionales

Universidad del Sur de California

Maria Antonieta Del Tedesco Lins

Universidad de São Paulo, Brasil

Barbara Stallings

Instituto Watson para Estudios Internacionales

Universidad Brown

Carol Wise

Facultad de Relaciones Internacionales

Universidad del Sur de California

Índice

Prefacio

Joshua Aizenman

Agradecimientos

1. El enigma

Carol Wise, Leslie Elliott Armijo y Saori N. Katada

2. El arte de gobernar las finanzas chinas y la respuesta a la crisis financiera global

Shaun Breslin

3. La victoria de Corea sobre la crisis financiera global de 2008-2009

Barbara Stallings

4. La respuesta de la India a la crisis financiera global: ¿de un rápido repunte a un prolongado desaceleramiento?

John Echeverri-Gent

5. La recuperación poscrisis del Sudeste Asiático: todo bien hasta ahora

Mark Beeson

6. La crisis financiera global y las economías latinoamericanas

Eric Hershberg

7. Macroprudencia vs. macrodespilfarro: Brasil, Argentina y la crisis financiera global

Carol Wise y Maria Antonieta Del Tedesco Lins

8. La recuperación de México luego de la crisis financiera global

Gerardo Esquivel

9. Lecciones a partir de los estudios de caso de los países analizados

Leslie Elliott Armijo, Carol Wise y Saori N. Katada

Prefacio

Joshua Aizenman

Entre 1994 y 2001, las economías emergentes sufrieron una serie de severas crisis macroeconómicas, empezando por México (1994) y Asia del Este (1997), y continuando con Rusia (1998), Brasil (1998-1999), Argentina (2000-2001) y Turquía (2000-2001). Esas crisis coincidieron con un período de creciente integración financiera externa. A pesar de las reformas emprendidas posteriormente por las economías emergentes, pocos habrían previsto que iban a funcionar tan bien como lo hicieron durante la crisis financiera global de 2008-2009 y la Gran Recesión que la acompañó1. Los países en desarrollo y las economías emergentes no solo mostraron una resiliencia considerable durante la crisis de 2008-2009, sino que su despegue económico –incluyendo el de los países más poblados, China y la India– también tuvo como correlato una situación en la que más de la mitad del crecimiento del PIB mundial se había originado en estos países en 2010 (a tipos de cambio de paridad del poder adquisitivo). Este volumen ofrece una visión y una evaluación esclarecedoras de su notable desempeño durante y después de la crisis financiera global mediante el estudio metódico de las diversas experiencias de China, Corea del Sur, India, los países del Sudeste Asiático, Argentina, Brasil y México. Condensa esas experiencias en un análisis exhaustivo y presenta las lecciones aprendidas de la sorprendente capacidad de recuperación de las economías emergentes.

El análisis concluye que las reformas estructurales del mercado de las décadas previas proporcionaron el espacio fiscal y monetario que permitió a las economías emergentes invocar robustas políticas macroeconómicas expansionistas contracíclicas en respuesta a la crisis económica global. Sorprendentemente, la respuesta contracíclica de varias de esas economías mostró una agilidad y una flexibilidad que superaron a las respuestas de los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Las lecciones aprendidas por las economías emergentes a partir de las crisis financieras de mediados de la década de 1990 dieron sus frutos: apuntaron a una mayor flexibilidad de los tipos de cambio, amortiguados por una considerable acumulación de reservas internacionales, y mejoraron la exposición de sus balances generales. Esas medidas aumentaron su resiliencia, reduciendo su vulnerabilidad a las crisis financieras y a la necesidad de contar con rescates costosos –y posiblemente desestabilizadores– de las instituciones financieras internacionales.

La introducción y los capítulos finales proporcionan un análisis profundo y equilibrado de las diversas respuestas de los mercados emergentes a la crisis financiera mundial. Una lección clave es que las estrategias dirigidas a emular el justo medio –combinando neoliberalismo con ideas heterodoxas– dieron frutos. Las reformas macroeconómicas neoliberales anteriores fueron útiles en general para proporcionar espacio político, pero no fueron una panacea. Las estrategias defensivas, incluyendo la acumulación preventiva de reservas y la reducción de la exposición de los balances generales, ayudaron en tiempos de peligro (aunque los países deben tener cuidado con los efectos adversos y los costos de sobreasegurarse). La liberalización del comercio promueve el crecimiento, y la diversificación del comercio puede reducir la vulnerabilidad, pero por sí solas tampoco pueden lograr desacoplar a los mercados emergentes de la turbulencia mundial. Las condiciones internacionales compensatorias, como los altos precios de las materias primas, ayudaron a los exportadores latinoamericanos y a los exportadores de otras materias primas, aunque esas ganancias se debieron a los grandes importadores asiáticos (China, India, Corea del Sur y otros). Las bajas tasas de interés en los centros financieros ayudaron a las economías emergentes, pero llegaron con una mayor exposición a entradas desestabilizadoras de dinero especulativo, con los inversionistas apremiando por las ganancias y, posiblemente, aumentando la exposición del balance general. Aplicar enfoques pragmáticos, aprender de los errores del pasado e invertir en el espacio de las políticas y las instituciones han sido factores clave en la resiliencia de las economías emergentes. A pesar de diferencias ideológicas específicas, los países que invirtieron en flexibilidad y mejores instituciones y soluciones amortiguadoras ganaron en resiliencia.

Puesta en contexto histórico, la crisis financiera global ha sido especialmente impactante. El período 1985-2006 ha sido denominado por los observadores la «Gran Moderación» de los países de la OCDE. Algunos atribuyeron la Gran Moderación a las «buenas políticas macroeconómicas» y a las «instituciones maduras» del bloque de la OCDE. Pero la Gran Moderación resultó ser ilusoria, y la consiguiente caída en las tasas de interés, las tasas de inflación y el precio del riesgo pusieron en segundo plano los asuntos fiscales en los Estados Unidos, la eurozona y otros países de la OCDE a finales de la década de 1990 y los primeros años de la década de 2000. No obstante, no ha habido una gran moderación para las economías emergentes –su experiencia con los impactos financieros masivos de la década de 1990 trajo un doloroso aprendizaje y adaptación frente a las nuevas políticas–. La crisis financiera global demostró claramente que la volatilidad está de vuelta, poniendo fin a la esperanza de que la Gran Moderación de las décadas anteriores reflejaba ganancias duraderas a partir de mejores políticas macroeconómicas. La crisis también puso de manifiesto que la globalización financiera y la desregulación financiera de la década de 1990 y principios de la década de 2000 superaron los niveles deseables. En lugar de ayudar a los países a hacer frente a la volatilidad mundial, la profundización financiera se convirtió en una fuente creciente de inestabilidad, amenazando el proyecto de globalización. La crisis global también desafió visiones anteriores que sostenían que el «capitalismo clientelista» en los mercados emergentes era la fuente de su exposición a la inestabilidad financiera y a la crisis, en contraste con los países de la OCDE, con sus instituciones más maduras y sus políticas macroeconómicas superiores. Bueno, ya no todos los países enfrentan desafíos similares al tratar de «domesticar a la fiera» de la globalización financiera.

Este libro debe guiarnos bien en los próximos años, proporcionando un análisis equilibrado de los éxitos y desafíos que enfrentan las economías emergentes. Si bien la mayoría evitó repetir los viejos patrones («Cuando Estados Unidos estornuda, a las economías emergentes les da neumonía»), sería un error para ellas dormirse en sus laureles. El desempeño pasado no garantiza resultados futuros. Las economías emergentes se beneficiaron de su menor exposición financiera a activos con problemas en los Estados Unidos, especialmente en países administrados por bancos centrales prudentes que prohibían una exposición considerable a las obligaciones hipotecarias colateralizadas de los Estados Unidos y activos titularizados similares. Sin embargo, la experiencia de Corea del Sur ilustra los límites de los amortiguadores: Corea del Sur encontró que su considerable y alguna vez muy respetable stock de reservas internacionales no pudo aislar su economía del desapalancamiento masivo. El pánico financiero que siguió finalmente disminuyó únicamente con la ayuda de las líneas de canje especial de la Reserva Federal de los Estados Unidos.

La experiencia de Corea del Sur ilustra la necesidad de complementar la acumulación de reservas con regulaciones prudenciales relativas a la exposición del balance general de la actividad bancaria sistémica. De hecho, a diferencia de la crisis financiera coreana de 1997-1998, la crisis financiera global no condujo a un gran aumento poscrisis de la ratio entre las reservas y el PIB de Corea del Sur, sino a cambios regulatorios prudenciales (Bruno & Shin, 2014). Además, debido a que los Estados Unidos y otros países de la OCDE ya no actúan como «demandantes de último recurso», el mundo poscrisis también ha sido menos favorable para las estrategias de crecimiento impulsadas por las exportaciones. Eso, a su vez, ha inducido a China a reequilibrarse, dando prioridad a su necesidad de desarrollar un nivel más maduro y dinámico de demanda interna de bienes y servicios chinos. A pesar de su sólido desempeño durante la crisis, las economías emergentes experimentaron una caída general en su crecimiento. De mantenerse durante la próxima o las dos siguientes décadas la hipótesis de estancamiento secular –puesta al día por Larry Summers (2014)–, la convergencia de los mercados emergentes hacia los indicadores de la OCDE se ralentizaría, aumentando el riesgo de que estas economías se aproximen al estancamiento antes de alcanzar niveles de ingresos medios-altos, aumentando de esta manera su exposición a la inestabilidad interna. Mirando hacia el futuro, las economías emergentes deberían seguir experimentando con políticas prudenciales encaminadas a reducir la exposición de sus balances generales, reducir su endeudamiento externo en moneda fuerte y pasar a una mayor dependencia de los préstamos en moneda nacional y el financiamiento de capital.

Joshua Aizenman2

Referencias

Bruno, V., & Shin, H. S. (2014). Assessing macroprudential policies: Case of Korea. Scandinavian Journal of Economics, 116(1), 128-157.

Summers, L. (2014). U. S. economic prospects: Secular stagnation, hysteresis, and the zero lower bound. Business Economics, 49(2), 65-73.

1Development Committee, «How Resilient Have Developing Countries Been during the Global Crisis?», DC2010-0015, preparado por el equipo del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, 30 de septiembre de 2010.

2 Cátedra Robert R. y Katheryn A. Dockson de Economía y Relaciones Internacionales y profesor de Relaciones Internacionales y Economía de la Universidad del Sur de California, e investigador asociado de la Oficina Nacional de Investigación Económica [National Bureau of Economic Research]. (Diciembre de 2014).

Agradecimientos

Este proyecto fue puesto en marcha inicialmente con una Venture Workshop Grant de la Asociación de Estudios Internacionales (International Studies Association) y posteriormente apoyado por la Escuela de Relaciones Internacionales y el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad del Sur de California (USC). Estamos especialmente agradecidos a Robert English, director de la Escuela de Relaciones Internacionales, y a Patrick James, director del Centro de Estudios Internacionales de la USC, por apoyar con entusiasmo el proyecto. También queremos agradecer a Brookings Institution Press y a Eileen Hughes y Janet Walker en particular por sus incansables esfuerzos para transformar los ensayos originales en un manuscrito integrado y profesional. Todos los capítulos se han beneficiado de numerosas rondas de edición, diagramación y verificación de datos realizadas por un equipo grande de asistentes de investigación graduados y de posgrado en la USC. Agradecemos especialmente a Rachel Chan, Connie Chen, Scott Huhn, Gloria Koo, Hannah Kwon, Will Kwon, Michael Pérez, Chengxi Shi y Vijeta Tandon por su excelente asistencia de investigación. Mariano Bertucci, Fabián Borges-Herrero, Christina Faegri, Stephan Haggard, Gerry Munck, Injoo Sohn y dos revisores anónimos hicieron comentarios muy útiles. La cubierta del libro fue producida por Susan Woolen y Peggy Archaumbault, cuyo hermoso trabajo hizo difícil la elección entre diversas opciones. Finalmente, agradecemos a los autores del libro por su paciencia y tenacidad para lograr la impresión de este proyecto.

1. El enigma

Carol Wise, Leslie Elliott Armijo y Saori N. Katada1

Una de las características más sorprendentes de la crisis financiera global de los años 2008-2009 fue la facilidad con la que se recuperaron las economías emergentes de Asia y América Latina. Dicha mejoría fue radicalmente diferente comparada con los efectos de las crisis anteriores en estas regiones, ya sea la prolongada década recesiva que asoló a América Latina a causa de los embates de la deuda (Frieden, 1992; Haggard, Lee, & Maxfield, 1993; Wade, 1998; Noble & Revenhill, 2000) en 1982 o la crisis financiera que desaceleró drásticamente las economías asiáticas a finales de la década de 1990 (Haggard, 2000; MacIntyre, 2001). Más aún, la rápida recuperación de las economías emergentes durante los años 2010-2012 fue funcional para evitar una depresión global total. El prolongado fenómeno de la «Gran Recesión» ha estado en gran medida circunscrito a los miembros más ricos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La mayor parte de las economías emergentes, a excepción de Europa del Este, sobrellevaron la crisis razonablemente bien.

La resiliencia de las economías emergentes (EE) en Asia y América Latina para sobrevivir a la crisis financiera global (CFG) es aún más llamativa cuando se consideran las sustantivas diferencias existentes entre los países tanto dentro como a través de estas regiones. Las EE que consideramos en este volumen difieren en términos del tamaño, los factores de dotación y las instituciones nacionales que sirven de marco para el diseño de políticas económicas. Tomando en cuenta su diversidad, este capítulo introductorio resume los aspectos comunes y las diferencias existentes entre las reformas que dichas EE llevaron a cabo antes de la CFG y las políticas que adoptaron en su camino hacia la recuperación. En este libro, se centra la atención en los países de la costa del Pacífico, cuya definición ampliamos para incluir a importantes economías emergentes como las de Brasil, Argentina y la India.

En primer lugar, este capítulo introductorio sugiere que la capacidad de estos países, considerados como grupo, para resistir el contagio financiero inicial, se debió en gran medida a las sustanciales reformas macroeconómicas, comerciales y del sector financiero que los Gobiernos de las EE habían realizado en Asia y América Latina a lo largo de las dos décadas precedentes. Segundo, el oportuno repunte se vio respaldado por la implementación de políticas contracíclicas en las principales economías emergentes (Frankel, Vegh, & Vuletin, 2013). Tercero, las EE se beneficiaron también de algunas condiciones compensatorias presentes en la economía internacional, incluidos los altos precios de las materias primas a inicios de la década de 2000. Estas condiciones fueron fortuitas y no el resultado de decisiones políticas previas conscientes. Cuarto, y quizás lo más importante, las viejas etiquetas usadas para distinguir entre estrategias neoliberales (basadas en el mercado)2 y desarrollistas (orientadas por el Estado)3 no describen de manera acertada los fundamentos de la recuperación de las EE. Sostenemos que el aprendizaje en términos de políticas y las reformas adoptadas en respuesta a crisis pasadas indujeron a los responsables de las políticas de las EE a combinar tanto aproximaciones estatales como aquellas basadas en el mercado, para así afrontar la CFG (MacIntyre, Pempel, & Ravenhill, 2008). El pragmatismo en la elección de políticas superó la rigidez ideológica.

Tras la crisis: ¿qué nos dicen los datos?

Desde la década de 1980, en los Estados Unidos surgieron pedidos para la desregulación del mercado financiero desde las principales agrupaciones políticas (demócratas y republicanos). Uno de los resultados de dichos pedidos fue la aprobación en el Congreso de la Ley de Modernización de los Servicios Financieros (1999), con la cual se derogó la Ley Glass-Steagall de 1933, norma que había prohibido las fusiones entre bancos de inversión, bancos comerciales y compañías de seguros (Roubini & Mihm, 2010, pp. 72-76). El estallido de la burbuja de las «puntocom» (o burbuja de Internet, como también se le conoce), en el año 2000, ocurrió inmediatamente después de la aprobación de dicha legislación desreguladora, como lo hicieron también los ataques del 11 de septiembre en los Estados Unidos. Esa doble conmoción de carácter recesivo provocó que la Reserva Federal mantuviese bajas las tasas de interés desde 2000 hasta 2004, lo que generó una liquidez masiva tanto en la economía de los Estados Unidos como en los mercados globales (Bernanke, 2005). Al mismo tiempo, megainstituciones recientemente fusionadas –como Citicorp y Goldman Sachs Group– empezaron a ofrecer una gama innovadora de instrumentos financieros no siempre sólidos que generaron un número sin precedentes de deudas personales, de tarjetas de crédito y de hipotecas (Sorkin, 2010; Blinder, 2014). Tan solo en 2005, se emitieron alrededor de USD 1 billón solo en créditos hipotecarios de alto riesgo (subprime), los cuales fueron uno de los instrumentos financieros claves generados en el nuevo ambiente de bajas tasas de interés. Sin embargo, muchas de esas hipotecas de tasa flexible cayeron en incumplimiento luego de que la Reserva Federal empezara a elevar gradualmente las tasas de interés en 2004-2005. La crisis financiera global de 2008-2009 se originó en este segmento subpreferencial de alto riesgo del mercado inmobiliario de los Estados Unidos, y se vio exacerbada con el desarrollo de distintos instrumentos financieros respaldados por hipotecas y subproductos derivados no regulados que habían atraído a inversionistas en los Estados Unidos y Europa (Lewis, 2010).

Una vez que estalló la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, los incumplimientos de pago afectaron severamente los fondos de inversión libre en el verano de 2007. La crisis se propagó con rapidez, desde los Estados Unidos y Europa a otras partes del mundo, impulsada por las masivas corridas de activos privados excesivamente apalancados, la cancelación de inversiones, el súbito colapso de los mercados de exportación en las economías avanzadas y una notable (aunque temporal) caída en los precios de las materias primas4. Como consecuencia, según el Banco Mundial, el crecimiento global cayó en aproximadamente 5 puntos porcentuales desde su pico de precrisis hasta su caída en 2009, el comercio mundial nominal (en dólares estadounidenses) cayó en un 30 por ciento en términos interanuales durante el primer trimestre de 2009, y los volúmenes de comercio cayeron en más del 15 por ciento. La magnitud de las pérdidas convirtió a esta en la peor crisis económica global desde la década de 1930, cuando la Gran Depresión se extendió por todo el mundo (World Bank, 2010). No obstante, los resultados y el patrón de contagio global en esta crisis fueron distintos de los de la crisis financiera precedente. A pesar de los temores iniciales, las economías emergentes, consideradas en conjunto, padecieron una versión relativamente suave de la crisis y se recuperaron con rapidez.

Una pieza del enigma es el hecho de que los países más pobres ya estaban creciendo más rápido que aquellos con mayores ingresos per cápita. Desde hace mucho, la teoría económica ha predicho que las economías atrasadas, las cuales tienen una considerable capacidad de absorción y se pueden beneficiar ostensiblemente de las nuevas tecnologías importadas, las inversiones de capital y la oferta relativamente abundante de mano de obra barata, debencrecer más que las economías industriales maduras; sin embargo, durante muchas décadas no fue así (Easterly, 2002). No obstante, hacia finales de la década de 1990, las tasas de crecimiento de los países en desarrollo estuvieron en alza, al punto que algunos sostuvieron que finalmente estaba en curso una «gran convergencia» (Saad-Filho, 2014). Subramanian y Kessler informan que, en promedio, el crecimiento de los países en desarrollo superó al de los Estados Unidos en alrededor del 3,25 por ciento anual desde 2000 hasta 2007 (Subramanian & Kessler, 2013, p. 3)5. La tabla 1-1muestra que durante los años previos a la crisis (2005-2007), las economías industriales avanzadas tuvieron una tasa promedio anual de crecimiento del PIB sostenida del orden del 4,0 por ciento –pero las economías en desarrollo crecieron a una tasa promedio anual del 7,7 por ciento–. Sin embargo, el supuesto casi universal fue que el crecimiento en las economías en desarrollo era tanto frágil como volátil. El saber común sostenía que mientras estas economías se quedaran rezagadas con respecto a la implementación de profundas reformas estructurales y permaneciesen altamente dependientes de los flujos financieros provenientes de los mercados exteriores, seguirían siendo afectadas por crisis financieras. Se esperaba que cualquier perturbación subsiguiente fuera tan severa como aquellas vistas, por ejemplo, en México (1994); Indonesia, Malasia, Tailandia y Corea del Sur (1997-1998); Rusia (1998); Brasil (1998-1999); y Argentina (2001-2002).

Tabla 1-1.

Crisis y recuperación: crecimiento del PIB agregado, varias economíasa

Porcentaje

Economía

Precrisis

(2005-2007)

Crisis

(2008-2009)

Recuperación

(2010-2012)

Global

5,6

0,0

3,5

Economías avanzadas

4,0

-1,3

2,3

G-7

3,7

-1,5

2,3

Economías en desarrollo

7,7

1,6

4,9

Asia en desarrollo

9,3

3,8

6,2

Latinoamérica y el Caribe

5,9

-0,4

3,8

a. Tasas de crecimiento anual compuesto, utilizando el PIB a paridad del poder adquisitivo, con agregados ponderados de acuerdo con el tamaño económico de los países.

Fuentes: datos del Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook, abril de 2013.

En cambio, fueron las economías industriales avanzadas las que padecieron una severa contracción durante y mucho después de la CFG. El crecimiento promedio anual del PIB para los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos cayó al -1,3 por ciento en 2008-2009; la cifra equivalente para las principales economías avanzadas del G-7 fue del -1,5 por ciento. El peso de sostener el crecimiento global ha pasado decisivamente a los países en desarrollo, los cuales crecieron a un promedio anual del 1,6 por ciento sobre la misma base del PIB ponderado en 2008-2009. Incluso, América Latina y el Caribe –que incluye a México, Centroamérica y a los países de la cuenca del Caribe, todos los cuales estuvieron estrechamente ligados a la fuertemente afectada economía de los Estados Unidos– se contrajeron en menos de medio punto porcentual en 2008-2009. Estos patrones son válidos no solo para las cifras agregadas sino también para la mayoría de las principales economías, tanto de los países industriales avanzados como también de los países asiáticos y de América Latina en desarrollo. Entre las 14 economías emergentes más grandes mostradas en la tabla 1-2, solo Venezuela –que ha sido la menos inclinada a implementar reformas modernizadoras desde la crisis de la deuda de la década de 1980– no se recuperó a la par que los países mostrados en dicha tabla (Bello, Blyde, & Restuccia, 2011).

Tabla 1-2.

Crisis y recuperación: crecimiento del PIB nacional, varios paísesa

Porcentaje

País

Precrisis

(2005-2007)

Crisis

(2008-2009)

Recuperación

(2010-2012)

Canadá

3,6

-1,0

2,8

Francia

3,6

-1,2

1,9

Alemania

4,5

-2,1

2,6

Italia

3,3

-2,4

0,6

Japón

3,4

-2,4

1,8

Reino Unido

4,1

-1,6

1,7

G-7 promedioa

3,7

-1,7

2,0

China

11,0

5,0

7,0

India

8,6

2,9

5,2

Indonesia

6,0

2,7

5,6

Corea del Sur

5,5

0,6

3,2

Malasia

6,0

-0,3

4,5

Filipinas

6,0

1,0

4,8

Tailandia

5,5

-0,7

3,5

Asia 7 promediob

6,9

1,6

4,8

Argentina

7,8

0,9

4,9

Brasil

5,4

0,3

2,5

Chile

5,8

0,0

5,1

Colombia

6,6

1,3

4,9

México

4,9

-2,6

3,9

Perú

7,6

0,9

5,7

Venezuela

6,3

-3,6

0,7

Latinoamérica 7 promedioc

6,3

-0,4

4,0

a. Tasas de crecimiento anual compuesto, empleando el PIB a paridad del poder adquisitivo, con promedios no ponderados.

b. Los siete países de Asia incluyen a China, India, Indonesia, Corea del Sur, Malasia, Filipinas y Tailandia.

c. Los siete países de Latinoamérica incluyen a Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela.

Fuentes: datos del Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook, abril de 2013.

No obstante, esta resistencia colectiva de los mercados emergentes ante la conmoción de los años 2008-2009 todavía no ha llevado a la recuperación de las tasas precrisis, y en tiempos recientes el crecimiento se ha desacelerado en un conjunto de economías emergentes de nuestra muestra, incluidas las de Argentina, Brasil, China, la India y Corea del Sur (Mallaby, 2012). Si bien esta desaceleración selectiva confirma la necesidad de contar con reformas estructurales más profundas en varios países (Guillén & Ontiveros, 2012), ello no niega el logro sin precedentes, en términos grupales, de las economías en desarrollo y emergentes para recuperarse de la CFG. Más aún, si bien las tasas de crecimiento poscrisis de las EE todavía no se han recuperado, permanecen bastante por encima de aquellas de los países industriales avanzados cuando el crecimiento es medido tanto por las tasas agregadas ponderadas por tamaño económico (como en la tabla 1-1), como por medias de grupos simples (como en la tabla 1-2). Subramanian y Kessler calculan que en el período 2010-2012 la tasa de crecimiento media de las economías en desarrollo como grupo permaneció alrededor de un 3 por ciento por encima de la tasa de crecimiento de los Estados Unidos (Subramanian & Kessler, 2013)6. ¿Qué es lo que explica la resiliencia de la mayor parte de las economías emergentes frente a la crisis financiera más intimidante que ha golpeado a la economía global en más de siete décadas?

La crisis ausente: explicaciones en contienda

América Latina y Asia han tenido su cuota de tiempos difíciles cuando tuvieron que recuperarse de perturbaciones anteriores. Entre las más recientes, están la «década perdida» en América Latina, desencadenada por la crisis de la deuda de 1982, y la depresión masiva en las economías asiáticas tras la crisis financiera asiática de finales de la década de 19907. En cada caso, se produjeron grandes debates sobre políticas internas en los ministerios de economía de América Latina y Asia, y fuera de ellos, sobre qué falló y qué podría hacerse para restaurar la estabilidad y el crecimiento en estos países y regiones en crisis. Las explicaciones vigentes sobre estas crisis que se encuentran en la literatura, difieren con respecto al peso de las variables nacionales/institucionales e internacionales/sistémicas como causas de la crisis. La explicación nacional/institucional, por ejemplo, culpó a los prestatarios soberanos por no canalizar adecuadamente los fondos prestados por los bancos comerciales extranjeros hacia los tipos de proyectos dirigidos a la macroestabilización y a la reestructuración microeconómica para los que supuestamente fueron solicitados. La explicación internacional/sistémica culpó a los financistas internacionales privados por imponer casi exclusivamente a los prestatarios los costos de sus propias malas decisiones de préstamo (Darity & Horn, 1988; Radelet & Sachs, 1998).

Las subsecuentes recetas para la reforma de políticas ofrecidas por cada bando eran, como es lógico, diferentes. Estas reflejaban también la separación usual entre los neoliberales, quienes demandaban apertura económica y soluciones más basadas en el mercado para la crisis, y los desarrollistas, quienes pedían políticas públicas focalizadas e intervenciones estatales estratégicas. Finalmente, la necesidad de paquetes masivos de rescate financiero respaldados por el Fondo Monetario Internacional en ambas regiones –América Latina en la década de 1980 y Asia en la década de 1990– significó que prevalecieran los liberalizadores del mercado, quienes dominaban las instituciones financieras internacionales (IFI) y podían imponer condiciones obligatorias a los prestatarios. La mayoría de los países fueron inducidos a adoptar medidas de austeridad con el fin de realizar ajustes en la balanza de pagos. Fue esa receta trillada la que gradualmente se transformó en lo que ha sido denominado como el «Consenso de Washington» (Williamson, 1990, 2008; Rodrik, 2006), un paquete de medidas basado en la liberalización, la privatización y la desregulación, el cual, hacia finales de la década de 1990, había sido implementado en diverso grado a través del mundo en desarrollo y poscomunista.

En debates recientes acerca de la ausencia de crisis en los países de mercados emergentes, tanto durante como después de 2008-2009, ambos bandos parecen reclamar la victoria. Los analistas orientados al mercado se remiten al éxito de las reformas neoliberales previas que prepararon a las economías emergentes para defender sus sectores financieros ante los tipos de contagio que se esparcieron muy rápidamente a lo largo de los mercados emergentes cuando colapsó el peso mexicano en 1994 y cuando el baht tailandés cayó estrepitosamente en 1997 (Porzecanski, 2009; Cárdenas, 2001). El hecho de que el contagio reciente emanara de los Estados Unidos y, seguidamente, de Europa Occidental, hace que sean aún más impresionantes la continua estabilidad macroeconómica y el crecimiento de los países de mercados emergentes. Si bien la crisis financiera global resaltó las fallas masivas del mercado en el bloque OCDE, los defensores del mercado no tardaron en reclamar como propia la victoria en el repunte de las EE. Mientras tanto, aquellos con una inclinación más heterodoxa sostienen que la capacidad de resistencia a la crisis de las EE durante la década de 2000 se debe por igual tanto a las intervenciones estratégicas como a las políticas públicas innovadoras (Rodrik, 2007; Cimoli, Dosi, & Stiglitz, 2007; Muldisciplinary Institute for Development and Strategies, 2013).

Nuestra aproximación a estas afirmaciones es intencionalmente ecléctica, y se basa en evidencia tanto cuantitativa como cualitativa proveniente de la ahora vasta literatura secundaria y de nuestros estudios de caso. Lo que una metodología de este tipo pierde en parsimonia, lo gana al reunir explicaciones opuestas y que rara vez son consideradas en conjunto. Un segundo elemento novedoso de nuestra estrategia analítica es que nos hemos concentrado intencionalmente en las experiencias de economías emergentes más grandes. En vez de seguir la típica práctica econométrica de considerar la experiencia de cada país como una observación singular y asignar a cada caso el mismo peso para llegar a los resultados finales de la investigación, sostenemos que existen razones tanto económicas como políticas para prestar atención particular a los líderes regionales y a economías más grandes. Dado que regiones como Asia del Este y América del Sur tienen patrones de comercio que de algún modo están integrados de manera intrarregional y que las ideas y prácticas económicas se difunden también intrarregionalmente, tiene sentido centrarse en las economías más grandes. Además, nuestro interés al evaluar el rol causal de las decisiones de política previas a la crisis por parte de los Gobiernos nos lleva a concentrarnos en aquellos países cuyas capacidades materiales, culturales y políticas tienden a convertirlos en fuentes de innovación y difusión de políticas a escala regional.

Hemos propuesto tres hipótesis generales basadas en los prolongados debates acerca de las virtudes de las políticas que se inclinan más fuertemente hacia el mercado («neoliberales») y aquellas de las políticas más proactivas implementadas por el Estado («desarrollistas»). Consideramos también una explicación alternativa: la presencia de condiciones internacionales compensatorias –por ejemplo, el auge durante una década de los precios de las materias primas, que empezó en 2003, y el fenómeno de tasas de interés históricamente bajas en el bloque G-7 desde la recesión global de 2000-2003, los cuales proporcionaron liquidez y flujos de capital fácilmente accesibles a muchas EE–. Estos factores externos están menos relacionados con las opciones nacionales de políticas y, obviamente, no pueden ser dados por hecho en el futuro. Las explicaciones en conflicto se resumen en la tabla 1-3, donde se divide cada una de ellas en componentes relacionados con la supervivencia ante la conmoción inicial («resistencia a la crisis») y aquellos asociados con la reanudación de las tasas de crecimiento respetables («recuperación de la crisis») descritas en las tablas 1-1 y 1-2.

Tabla 1-3.

Hipótesis relativas al rápido repunte de las economías emergentes

Hipótesis

Efectos sobre la resistencia a la crisis

Efectos en la recuperación de la crisis

1. Reformas macroeconómicas (neoliberales) previas

Economías fuertes con sólidas finanzas públicas son capaces de resistir mejor las crisis.

El «espacio» fiscal y monetario permite políticas contracíclicas.

2. Reformas financieras (neoliberales y/o desarrollistas) previas

Un banco central y bancos privados sólidos e independientes ayudan a evitar crisis gemelas (neoliberal).

Las reservas de divisas pueden actuar como un amortiguador (desarrollista).

Los bancos estatales aceleran la recuperación (desarrollista).

Las reservas de divisas respaldan el espacio de políticas.

3. Reformas comerciales previas (neoliberales y/o desarrollistas)

Un régimen de comercio abierto impulsa el crecimiento económico (neoliberal).

La promoción del Estado incrementa las exportaciones (desarrollista).

El comercio diversificado reduce la vulnerabilidad.

Los efectos son los mismos que aquellos de la resistencia a la crisis.

4. Condiciones internacionales compensatorias

La resistencia se debe a la suerte más que a políticas explícitas de las economías emergentes.

La recuperación se debe más a la suerte que a las políticas de las economías emergentes, contracíclicas o de otro tipo.

Fuente: hipótesis de las autoras.

Nuestra primera hipótesis sugiere que el factor crítico que permitió la resistencia a la crisis en la mayoría de las EE asiáticas y latinoamericanas fue la presencia de reformas macroeconómicas promercado (neoliberales) previas. Esto es, si en el pasado las distorsiones económicas creadas por la intervención estatal habían sido la fuente principal de la prolongada incapacidad económica para solventar los gastos de los países en desarrollo (Krueger, 2000), entonces el paquete básico de reformas macroeconómicas implementadas en la década de 1990 por un conjunto de países de Asia del Este y América Latina, bajo los auspicios del Consenso de Washington (CW), había dado a los responsables de políticas en esos países las herramientas necesarias para sobrevivir a los shocks de 2008-2009. Una propuesta vinculada a esta hipótesis es que las reformas monetarias y fiscales previas –incluidas la reducción en los déficits presupuestales, la estabilización de la inflación y las reformas institucionales claves, tales como otorgar mayor independencia operativa a los bancos centrales– fueron necesarias para dar a los Gobiernos de turno el «espacio» macroeconómico que requerían para implementar los tipos de políticas contracíclicas que a fin de cuentas salvaron a estos países de la CFG en 2008-2009. Durante las crisis anteriores, los Gobiernos nacionales fuertemente endeudados de toda la costa del Pacífico no estuvieron en condiciones de financiar variantes locales de las políticas contracíclicas que los Estados Unidos implementaron tan enérgicamente en 2009 (Bernanke, 2013).

La hipótesis 2, la cual plantea la importancia de las reformas previas del sector financiero, tiene dos versiones, una neoliberal y la otra desarrollista. La neoliberal sostiene que en el momento en el que azotó la crisis financiera global de 2007-2009, las economías emergentes en ambos lados del Pacífico habían instituido reformas sustantivas para profundizar y liberalizar sus sectores financieros, y que tales reformas son las que dan cuenta de la resiliencia de las EE al desatarse la CFG. Estas reformas por lo general incluyeron la reducción de las barreras para ingresar al sector bancario (y con ello redujeron las rentas oligopolistas de las que disfrutaban desde hacía mucho los bancos comerciales nacionales), la liberación de las tasas de interés, el mejoramiento de la transparencia en el estado de cuentas de los bancos, y la recapitalización de los bancos una vez que el problema de las carteras morosas hubiese sido abordado adecuadamente (Stallings & Studart, 2006). Las reformas de nivel micro en los sectores bancario y financiero hicieron a estas EE menos susceptibles a las «crisis gemelas» (twin crises) de tiempos pasados, las que inevitablemente combinaban un shock cambiario (de moneda extranjera) con una crisis de la banca nacional.

La postura desarrollista acerca de las reformas financieras previas sostiene que, junto con la liberalización progresiva de la tasa de interés y la gradual desregulación bancaria, los Gobiernos de muchas EE mantuvieron o crearon un conjunto de herramientas de política financiera defensivas que limitaron los efectos de la crisis inicial y les permitieron reavivar el crecimiento con mayor rapidez. Una política financiera desarrollista fue el establecimiento de algunos controles sobre los flujos potencialmente volátiles del portafolio de capitales –por ejemplo, al disminuir los impuestos a los flujos más estables y de largo plazo, tales como la inversión extranjera directa (IED) (Armijo, 1999a, 1999b)–. Otras políticas incluyeron la acumulación de reservas en moneda extranjera como un seguro ante los embates especulativos sobre la moneda, así como el apoyarse en los bancos de propiedad del Estado para canalizar fondos fiscales de estímulo, especialmente para la implementación de políticas contracíclicas8.

La hipótesis 3 sugiere que el factor determinante crítico fueron las reformas de comercio previas, emprendidas también en respuesta a las crisis financieras de las EE durante las décadas de 1980 y 1990. Ni la predominante postura neoliberal ni la postura desarrollista sobre el comercio postulan una relación directa entre las reformas de comercio previas y la capacidad de repeler el contagio financiero internacional, pero se pueden inferir dos posiciones. Así como en la reforma financiera existen un concepto neoliberal y uno desarrollista de la reforma de comercio. La liberalización de gran alcance del comercio fue una línea de acción principal promercado del Consenso de Washington. En el modelo neoclásico de las ventajas comparativas determinadas por el mercado, los países no pueden influir en sus patrones de comercio ni deben intentarlo, dado que hacerlo simplemente introduce ineficiencias. Sin embargo, el CW asume que un Estado de libre comercio desarrollará una economía más fuerte y de más rápido crecimiento que un país menos integrado en la economía global. Una integración comercial profunda («hiperglobalización», en términos de Subramanian y Kessler [2013]) nutre ostensiblemente a economías fuertes y resilientes, que están en mejores condiciones de resistir las crisis (Wolf, 2004).

En contraste, la aproximación desarrollista al comercio asume una economía global plagada de fallas del mercado, lo que implica la necesidad de que los Gobiernos intervengan con el fin de reducir las vulnerabilidades económicas. Bajo tales condiciones, la integración comercial debe ser dirigida (Stiglitz & Charlton, 2005, pp. 107-155). En particular, es importante que el Estado regule el comercio con el objetivo explícito de promover las exportaciones que prometen incrementar el nivel de competitividad de un determinado país en la economía global. Aunque tanto neoliberales como desarrollistas respaldan en general la meta de la diversificación de exportaciones y de los patrones de comercio como una forma de reducir la volatilidad de la demanda por los productos de un país, ambos podrían discrepar respecto a cuán involucrado debe estar el Gobierno en el logro de dicha meta.

Cada una de estas tres hipótesis asume que la crisis sorprendentemente ligera experimentada en 2008-2009 por las EE de la costa del Pacífico (Brasil y la India) fue consecuencia de decisiones políticas intencionadas tomadas por sus Gobiernos a partir de las crisis financieras anteriores (y a veces por presión externa, como en el caso de las condiciones impuestas por las instituciones financieras internacionales [IFI]). Una cuarta hipótesis sugiere que el desempeño relativamente bueno de las economías emergentes en 2008-2009 y posteriormente, no fue un asunto de aprendizaje de políticas económicas; por el contrario, las EE simplemente se beneficiaron de condiciones externas compensatorias fortuitas. Es decir, el efecto leve de la crisis financiera global sobre las economías emergentes de Asia y América Latina plantea la posibilidad de que su rápida recuperación se haya debido a circunstancias del contexto global tales como los altos precios de las materias primas y las bajas tasas de interés internacionales. En otras palabras, una cuestión de suerte ayudó a impulsar la recuperación de las EE una vez que se resistió de manera efectiva el contagio financiero originado en los Estados Unidos y Europa.

En gran medida, la teoría de los elevados costos de las materias primas refleja el extraordinario crecimiento de China a lo largo de los últimos 30 años y el hecho de que este país ha alcanzado una fase en su ambicioso modelo de crecimiento basado en las exportaciones que ahora requiere del abastecimiento masivo de materias primas tales como cobre, petróleo, mineral de hierro, harina de pescado y soya –precisamente recursos que son abundantes en América Latina (véase la tabla 1-4) (Wise & Zhang, 2014)–. El argumento de las bajas tasas de interés es la otra cara de las dificultades persistentes que los países industriales desarrollados han experimentado para recuperarse plenamente de la Gran Recesión. En otras palabras, las débiles tasas de crecimiento que siguen afectando a los Estados Unidos y a Europa Occidental (excepto a Alemania) han conducido a decisiones gubernamentales sin precedentes para mantener una política monetaria flexible con la esperanza de reactivar la actividad empresarial, la inversión y la creación de puestos de trabajo (Bernanke, 2013). Combinada con tasas de interés cercanas a cero en los Estados Unidos desde 2008, esta política monetaria flexible ha dado un fuerte ímpetu a los flujos masivos de capital privado hacia las EE, las cuales han ofrecido retornos sustantivamente más elevados a los inversionistas en búsqueda de rentabilidad. Por supuesto, depender de flujos de capital estimulados por un crecimiento global estancado, un auge en los precios de las materias primas y políticas contracíclicas en las principales economías avanzadas, es una estrategia muy riesgosa y poco fiable. En los estudios de caso que siguen a continuación, solo Argentina experimentó con esta opción en el período posterior a la CFG, con resultados muy poco favorables.

Tabla 1-4.

Tendencia anual de los precios de las materias primas en dólares reales, 2000-2013

Año

Cobre

Petróleo crudo

Soya

Mineral de hierro

Harina de pescado

(USD / tonelada métrica)

(USD/barril)

(USD /tonelada métrica)

(USD / unidad de tonelada métrica seca)

(USD / tonelada métrica)

2000

2.279,38

35,48

266,26

36,19

519,11

2001

2.061,05

31,80

255,73

39,22

635,53

2002

2.060,54

32,94

281,00

38,73

800,60

2003

2.234,60

36,30

331,58

40,13

767,05

2004

3.370,60

44,38

360,48

44,57

762,81

2005

4.194,64

60,88

313,20

74,11

833,43

2006

7.475,17

71,49

298,74

77,10

1.296,99

2007

7.459,13

74,52

402,44

128,88

1.233,63

2008

6.764,19

94,32

508,43

151,69

1.101,86

2009

5.338,61

64,02

452,94

82,91

1.275,37

2010

7.534,78

79,04

449,80

145,86

1.687,50

2011

8.103,66

95,47

496,29

153,99

1.411,24

2012

7.400,30

97,60

549,67

119,43

1.448,33

2013

6.913,32

98,13

507,66

127,63

1.647,37

Fuente: World Bank Global Economic Monitor (GEM), Commodities. http://databank.worldbank.org/data/views/variableselection/selectvariables.aspx?source=global-economic-monitor-%28gem%29-commodities

Plan del libro

Nuevamente, nuestra aproximación en este caso es ecléctica. Aunque reconocemos las importantes diferencias presentes en las trayectorias históricas de desarrollo y las decisiones de políticas entre los países aquí seleccionados, lo que los une es una sutil pero importante similitud en sus políticas de respuesta frente la crisis financiera global. Si bien las propias respuestas dificultan una categorización clara, la tendencia general desde la CFG (y en adelante) ha sido hacia la adopción de políticas pragmáticas y flexibles, y no algunos de los dogmas acérrimos que predominaron en tiempos pasados. Empezamos con los casos de estudio asiáticos, que incluyen capítulos separados para China, Corea del Sur y la India, y un cuarto capítulo que analiza el desempeño económico y las respuestas de políticas ante la crisis de países del bloque del Sudeste Asiático. Luego pasamos a los casos de América Latina, donde se ofrece una visión de la región en conjunto frente a la CFG. Posteriormente, dos capítulos analizan las principales EE de la región: uno compara las respuestas de Argentina y Brasil ante la crisis; y el otro analiza la respuesta de México.

Se analiza en primer lugar a China porque que se ha convertido en el principal mercado emergente para la inversión extranjera directa y ha ascendido a las categorías superiores del comercio mundial con más rapidez que cualquier otro país en desarrollo en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Desde su incorporación en 2001 a la Organización Mundial del Comercio (OMC), China se ha vinculado en términos económicos –a través de comercio, préstamos, ayuda e inversión– con todas las regiones de la economía global, en países desarrollados y en desarrollo por igual, y actualmente representa alrededor del 25 por ciento de las reservas mundiales. En tan solo una década, el gigante asiático ha desplazado a Alemania como el mayor exportador de bienes al resto del mundo y, en el proceso, «ha pasado de ser uno de los más insignificantes exportadores de alta tecnología a ser el productor de alta tecnología número uno del mundo» (Gallagher & Porzecanski, 2010). En el peor momento de la crisis de 2008-2009, el esfuerzo de estímulo fiscal chino estuvo a la par –en términos absolutos y como proporción del PIB nacional– de los paquetes de estímulo implementados por los Estados Unidos, Alemania y Japón.

Por lo tanto, dicho país ha sido inmensamente importante para la recuperación de la economía global desde la debacle de 2008-2009. A diferencia de los embates de la crisis financiera global en los otros casos asiáticos analizados en este libro, el impacto en la economía china se propagó a través de una caída en la demanda de las exportaciones a Europa y Norteamérica, más que por el sistema financiero. Tal como muestra la tabla 1-5, el comercio de China (exportaciones e importaciones) con Europa significó el 19,7 por ciento del comercio total chino en 2007, pero cayó al 17,7 por ciento en 2012. El comercio de China con Norteamérica, que representó el 15,3 por ciento del comercio total chino en 2007, bajó al 13,9 por ciento en 2012. En el capítulo 2, Shaun Breslin señala que la dirigencia del Partido Comunista Chino ya había expresado la necesidad de modificar la política de larga data en torno al crecimiento basado en las exportaciones con el fin de fomentar una inversión nacional más eficiente y estimular el consumo interno. Otros subproductos negativos de la estrategia de desarrollo predominante –incluidas la corrupción rampante, la terrible contaminación y la creciente desigualdad en los ingresos– llevaron también a plantear in terrogantes sobre el enfoque gubernamental centrado exclusivamente en el crecimiento basado en las exportaciones. Si bien para China la CFG fue tanto un shock comercial como una confirmación de la necesidad de cambiar el objetivo de la estrategia de desarrollo del país, Breslin enfatiza que las respuestas de las autoridades chinas vinieron por el lado financiero, similares a las de los otros países analizados en este volumen.

Tabla 1-5.

Distribución del comercio de China con el mundo

Porcentaje

País/región

Destino de las exportaciones de China

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

2011

2012

Asia

53,1

53,0

52,6

50,8

49,8

48,1

47,0

46,6

46,4

47,3

46,4

47,4

49,1

África

2,0

2,3

2,1

2,3

2,3

2,5

2,8

3,1

3,6

4,0

3,8

3,8

4,2

Europa

18,3

18,5

17,9

20,1

20,6

21,7

22,2

23,6

24,0

22,0

22,5

21,8

19,3

Latinoamérica y el Caribe

2,9

3,1

2,9

2,7

3,1

3,1

3,7

4,2

5,0

4,8

5,8

6,4

6,6

Norteamérica

22,2

21,7

22,8

22,4

22,5

22,9

22,6

20,7

19,2

19,9

19,4

18,4

18,6

Oceanía

1,6

1,5

1,6

1,7

1,7

1,7

1,7

1,7

1,8

2,1

2,1

2,2

2,2

Origen de las importaciones de China

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

2011

2012

Asia

62,8

60,4

65,0

66,1

65,8

66,9

66,4

64,9

62,0

60,0

59,9

57,8

57,3

África

2,5

2,0

1,8

2,0

2,8

3,2

3,6

3,8

4,9

4,3

4,8

5,4

6,2

Europa

18,1

19,9

17,6

16,9

15,9

14,6

14,5

14,6

14,8

16,1

15,6

16,5

15,8

Latinoamérica y el Caribe

2,4

2,8

2,8

3,6

3,9

4,1

4,3

5,3

6,3

6,4

6,6

6,9

7,0

Norteamérica

11,6

12,4

10,5

9,3

9,3

8,5

8,5

8,4

8,3

8,9

8,4

8,3

8,6

Oceanía

2,6

2,6

2,3

2,1

2,4

2,7

2,7

3,0

3,6

4,2

4,7

5,1

5,1

Porcentaje del total del comercio de China

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

2011

2012

Asia

57,7

56,5

58,5

58,2

57,6

56,8

55,7

54,6

53,3

53,1

52,7

52,3

53,0

África

2,2

2,1

2,0

2,2

2,6

2,8

3,2

3,4

4,2

4,1

4,3

4,6

5,1

Europa

18,2

19,2

17,8

18,6

18,3

18,4

18,8

19,7

20,0

19,3

19,3

19,3

17,7

Latinoamérica y el Caribe

2,7

2,9

2,9

3,2

3,5

3,5

4,0

4,7

5,6

5,5

6,2

6,6

6,8

Norteamérica

17,2

17,2

16,9

16,0

16,0

16,2

16,2

15,3

14,4

14,9

14,2

13,6

13,9

Oceanía

2,1

2,0

2,0

1,9

2,0

2,2

2,1

2,3

2,6

3,1

3,3

3,6

3,5

Fuente: cálculo basado en Comprehensive Economic, Industry and Corporate Data (CEIC Data), http://www.ceicdata.com

Breslin evalúa cómo se sostiene para el caso chino la hipótesis presentada previamente en este capítulo. Las autoridades chinas, temiendo inestabilidad social si la desaceleración económica desencadenaba desempleo generalizado, implementaron rápidamente un vasto paquete de estímulos que el Fondo Monetario Internacional consideró como una respuesta «rápida, determinada y efectiva» a la crisis (FMI, 2010, p. 4). Breslin sostiene que eso no podría haber ocurrido en ausencia de reformas macroeconómicas creíbles previas a la crisis financiera global. Más aún, la implementación previa de reformas del sector financiero y bancario permitió el desembolso de los fondos de estímulo a través de bancos de propiedad del Estado y otras palancas financieras controladas por el Gobierno. Irónicamente, aun cuando las políticas contracíclicas de China ante la CFG no siguieron las recetas neoliberales, la estrategia funcionó e, incluso, fue alabada por las IFI. Tal como muestran otros capítulos en este volumen, la rápida recuperación china fue un incentivo para algunas de las otras EE tanto de Asia como de Sudamérica.

En Corea del Sur, país del que Barbara Stallings escribe en el capítulo 3, la drástica contracción fiscal y monetaria (en gran medida impuesta por las IFI) que el país experimentó durante la grave crisis financiera asiática (CFA) contrasta sorprendentemente con lo que experimentó de manera mucho más leve en 2008-2009. Las formidables reformas macroeconómicas y del sector financiero llevadas a cabo por el Gobierno en la década posterior a la CFA hace de este quizás el ejemplo más contundente de aprendizaje de políticas en este volumen. El caso coreano presenta también una combinación atractiva de estrategias desarrollistas desde la década de 1960 hasta mediados de la de 1990, seguidas de profundas reformas basadas en el mercado a partir de finales de la década de 1990 en adelante. Aunque una liberalización financiera casi total había dejado a Corea del Sur vulnerable a la salida de flujos cuando golpeó la crisis financiera global, y el PIB del país se desplomó por tres trimestres económicos desde finales de 2008, el Gobierno se hallaba en una posición conveniente cuando le tocó enfrentar la crisis. La reorganización de emergencia de la banca luego de la crisis financiera asiática fue un factor vital. El sector financiero tenía una fuerte solvencia de capital, un bajo nivel de préstamos improductivos y pocos activos tóxicos al iniciarse la crisis financiera global.

La estricta política monetaria aplicada previamente en Corea del Sur también dio al Gobierno la libertad de acción necesaria para bajar las tasas de interés en el momento más álgido del shock externo. Al igual que los otros países analizados en este volumen, Corea del Sur se encontraba al amparo de grandes reservas de divisas, y los responsables del diseño de políticas estaban listos para desplegarlas para combatir el contagio financiero. El Gobierno inyectó en la economía un estímulo fiscal que entre las EE asiáticas solo fue superado por el estímulo fiscal chino; además, al igual que China, Corea del Sur se apoyó en sus entidades oficiales de crédito para implementar medidas contracíclicas con el fin de eludir los impactos de la CFG. Stallings destaca que la recientemente redescubierta tradición del país en gestión macroprudencial, que se refleja en su posición de superávit tanto en la cuenta corriente como en el presupuesto nacional, fue crucial en lo que respecta a su capacidad de recuperarse rápidamente de la CFG. Desde el punto de vista del comercio, Corea del Sur estuvo en condiciones de apoyarse en China, que pasó a ser su principal socio comercial en 2004, y la demanda china por las exportaciones coreanas contribuyó a compensar la caída en la demanda de Europa y los Estados Unidos. Stallings señala que debido a que su economía liberal estaba tan bien manejada y dado que los funcionarios del Gobierno estaban dispuestos a actuar con firmeza cuando surgió la necesidad, Corea del Sur estuvo en condiciones de lidiar exitosamente con la CFG.