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Cada vez que interactuamos con alguien, debemos elegir entre intentar conseguir el máximo valor posible para nosotros o contribuir a que el otro consiga valor sin preocuparnos por lo que recibamos. Es decir, elegir entre ser "receptores", "equilibradores" o "donantes". Comprender qué es lo que convierte el hecho de dar en algo tan potente y peligroso a la vez es el objetivo principal de Dar y recibir. El primer bloque revela los principios del éxito del donante e ilustra cómo y por qué los donantes llegan a la cima. Podrás apreciar lo que estos hacen de manera distinta y lo que receptores y equilibradores pueden llegar a aprender de su forma de hacer. En la segunda parte, por el contrario, el foco de atención pasará de los beneficios de dar a los costes que ello comporta y cómo gestionarlos. Examinaremos cómo se protegen los donantes contra el desgaste y evitan así convertirse en felpudos. Cuando termines de leer este resumen, es posible que reconsideres tus supuestos fundamentales sobre el éxito. Pero te enfrentarás a una paradoja: si pones en práctica las ideas de este libro únicamente para alcanzar el éxito, lo más probable es que no te funcione.
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Seitenzahl: 32
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Dar y Recibir
Adam Grant
Leader Summaries
Capítulos
Introducción
Un buen retorno de la inversión
Construyendo sus redes de relaciones
El efecto dominó
Encontrar el diamante en bruto
La fuerza de la comunicación sin fuerza
El arte de mantener la motivación
El cambio del bobalicón
El cambio del tacaño
Conclusión
En Silicon Valley, una soleada tarde de domingo, dos padres orgullosos charlaban en la banda de un campo de fútbol. El más alto de los dos era Danny Shader, un emprendedor empedernido que había trabajado con Netscape, Motorola y Amazon. Le encantaba crear empresas y estaba en pleno lanzamiento de su cuarta iniciativa. Shader había conectado de inmediato con el otro padre, David Hornik, que se ganaba la vida invirtiendo en empresas.
Durante el descanso, Shader se volvió hacia Hornik y le dijo: “Tengo algo entre manos, ¿te gustaría que te hiciese una presentación?”. El interés era mutuo. Shader era un emprendedor de primer orden al que le había tocado el gordo no solo una vez, sino dos. En 1999, Amazon adquirió su primera empresa, Accept.com, por 175 millones de dólares. En 2007, Good Technology, la compañía que fundó después, fue adquirida por Motorola por 500 millones de dólares. Dado el historial de Shader, Hornik estaba impaciente por saber qué tenía ahora en mente.
Unos días después del partido, Shader acudió a la oficina de Hornik para presentarle su nueva idea. Prácticamente, una cuarta parte de los ciudadanos norteamericanos tiene problemas para realizar compras online por no disponer de cuenta bancaria o tarjeta de crédito, y Shader proponía una solución innovadora al problema. Hornik quería invertir en la compañía de Shader y comprendió que la mejor manera de conseguir la inversión era imponer una fecha límite para que este decidiera con qué inversor deseaba asociarse.
Pero Hornik no le impuso ninguna fecha. De hecho, podría casi decirse que invitó a Shader a vender su oferta a otros inversores. Hornik era de la creencia de que los emprendedores necesitan tiempo para valorar sus opciones, de manera que, por una cuestión de principios, se negó a presentarle una oferta explosiva. Unas semanas después, sonaba el teléfono de Hornik. Era Shader, que le llamaba para anunciarle su decisión. “Lo siento —dijo Shader—, pero voy a firmar por otro inversor”.
Fue precisamente el espíritu de generosidad de Hornik lo que desbarató su causa. Shader temía que Hornik dedicara más tiempo a animarlo que a desafiarlo. El otro inversor tenía reputación de ser un asesor brillante que cuestionaba y forzaba al máximo a los emprendedores. Cuando llamó a Hornik, Shader le explicó lo siguiente: “El corazón me decía que firmase contigo, pero la cabeza me dijo que lo hiciera con ellos. Decidí hacerle caso a la cabeza y no al corazón”.
Hornik se quedó destrozado y empezó a cuestionarse su propia postura: “¿Soy de verdad genial? De haber aplicado más presión para que me firmara los términos y condiciones, tal vez se habría quedado conmigo. Llevo una década construyéndome una reputación para que esto no pasara. ¿Por qué ha ocurrido entonces?”.
David Hornik aprendió la lección a las duras: los buenos chicos acaban últimos. ¿O no?