A lo largo de la historia, todas las organizaciones que han superado sus crisis lo han hecho gracias a contar con un líder. Sin embargo, muchas instituciones docentes y programas de formación se centran, no en el desarrollo de líderes, sino en la formación de directivos eficaces. Este libro intenta cambiar este paradigma y explica por qué hay que crear una nueva generación de hombres y mujeres que entiendan que el éxito o el fracaso de una organización se basa en la excelencia de sus líderes, no solo en la perspicacia de la gestión.
Un líder excelente es aquel que se centra en su gente, algo especialmente importante en la actualidad, cuando el coste del fracaso puede ser catastrófico para las empresas. El precio del verdadero liderazgo es la disposición a anteponer las necesidades ajenas a las propias. Un buen líder conoce a sus empleados y es consciente de que son más que un recurso contingente.
La competencia profesional no basta para ser un buen líder; los buenos líderes deben preocuparse de verdad por las personas que han sido confiadas a su cargo. Saber por qué y cómo hacerlo puede marcar la diferencia entre el triunfo y el fracaso.
Año 2012, Afganistán. Un grupo de operaciones especiales del ejército de los EE. UU. recorre un profundo valle en una zona montañosa. En el cielo está el capitán Mike Drowley, que vuela en círculos sobre las tropas de infantería por si lo necesitan. Como lo ideal es que todos se vean, guiado por un presentimiento, Johnny Bravo decide bajar por debajo de las nubes, una maniobra temeraria que nadie le ha ordenado. Justo antes, recibe un mensaje escalofriante por la radio: “Tropas en contacto con fuerzas enemigas”.
Tras descender, Johnny Bravo encuentra fuego enemigo desde ambas laderas del valle. Arriesgando su vida, realiza otra peligrosa maniobra, dispara y da en el blanco. A continuación, asciende para reunirse con su compañero, que sigue describiendo círculos en lo alto, y vuelve a descender, esta vez con él. Aquella noche, los 22 soldados de infantería salvaron la vida. El enfrentamiento se saldó sin bajas estadounidenses.
Johnny Bravo arriesgó su vida por pura empatía. Su acción se enmarca dentro de una cultura de sacrificio y servicio en la que la protección mutua actúa en todos los niveles. Este es uno de los patrones de las organizaciones de mayor éxito, aquellas que suscitan el máximo respeto, gozan del mayor índice de fidelidad y a las que abandonan menos trabajadores. Estas empresas son capaces de capear prácticamente cualquier dificultad, mientras sus líderes ofrecen cobertura desde lo alto a las personas en tierra.
La empatía consiste en considerar que los empleados también son personas. Bien lo sabe Bob Chapman, quien, en 1997, se puso al frente de la empresa HayssenSandiacre. Tras entrevistarse con varios empleados, supo que muchos pensaban que la empresa no se fiaba de ellos. Un trabajador llegó a decirle que había tenido “más libertad mientras estaba en las instalaciones del cliente que aquí”. Entonces Chapman decidió insuflar empatía y confianza en su empresa y lograr que sus empleados se sintieran igual de bien en el trabajo que fuera de él.