Retórica a Herenio - Anónimo - E-Book

Retórica a Herenio E-Book

Anónimo

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Beschreibung

La Retórica a Herenio es, junto con los tratados retóricos de Cicerón, la mejor muestra de la capacidad de absorción por los romanos de las teorías retóricas griegas. El tratado latino Anónimo Retórica a Herenio, escrito entre el 86 y el 82 a.C., es la primera obra de retórica en lengua latina que conservamos. Teniendo en cuenta la escasez del léxico que padecía a la sazón el latín para los conceptos retóricos, resulta muy destacable la aportación del autor al vocabulario especializado: junto con Cicerón (al que durante mucho tiempo se atribuyó erróneamente esta obra) dotó a la lengua de una terminología específica que sería, a la postre, la que pasaría a las lenguas romances. En efecto, acuñó la nomenclatura latina mediante traducciones o calcos del griego y cargando palabras latinas con un sentido técnico nuevo; tan completo fue su logro terminológico que resultan mínimas las variantes que introdujo la tradición posterior. Además de esta decisiva adaptación a la nueva lengua, la obra sancionó el tratamiento de la retórica en las cinco partes (inventio, dispositio, elocutio, memoria y pronunciatio) que pasarían a ser normativas en estos estudios.

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 244

Asesores para la sección latina: JOSÉ JAVIER ISO Y JOSÉ LUIS MORALEJO .

Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por JUAN M.a NÚÑEZ GONZÁLEZ.

© EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1997.

www.editorialgredos.com

REF. GEBO338

ISBN 9788424932671.

INTRODUCCIÓN

1. La «Retórica a Herenio»

La introducción en Roma de la retórica griega en tanto que ars técnica fue un proceso tardío, inseparable de la helenización general de la cultura romana y sujeto a las cambiantes circunstancias políticas e ideológicas que caracterizan al siglo II1 a. C. Hasta la generación de Escipión el Africano, a mediados del siglo, cuando rétores, gramáticos y filósofos griegos comienzan a llegar de Asia para servir como maestros y pedagogos, la retórica griega no fue practicada y enseñada en Roma de una manera abierta. Es probable que en esa misma época comenzara la circulación de manuales de instrucción retórica en griego. Sin embargo, de esta producción, así como de las primeras artes retóricas escritas en latín, no se ha conservado nada. Los primeros tratados de retórica en lengua latina de que disponemos datan aproximadamente de los primeros años del siglo I y son la incompleta invención retórica del joven Cicerón y esta Retórica a Herenio de autor desconocido, a la que su inclusión en el corpus de obras de Cicerón en el siglo IV d. C. le proporcionó durante mucho tiempo un gran prestigio y garantizó su pervivencia durante toda la Edad Media. Ambas obras son manuales técnicos, sistemáticos y ordenados de acuerdo con los principios formales de la enseñanza helenística; aunque utilizan una terminología plenamente latinizada y procuran adaptar los ejemplos que presentan a la realidad histórica y social romana, reflejan básicamente la enseñanza retórica de época helenística, de cuya téchnē siguen siendo ampliamente tributarias.

Sin embargo, aunque la deuda que ambos manuales tienen con la tradición retórica anterior es sin duda considerable, resulta sumamente difícil determinar con exactitud qué es lo que tomaron de ella y qué doctrinas retóricas reflejan. Y ello básicamente porque la retórica griega de época helenística no es bien conocida y son precisamente estas dos obras latinas las que sirven para reconstruirla. Anteriores a ellas sólo se conservan la Retórica de Aristóteles, un tratado de orientación y alcance completamente diferentes de los aquí presentados y que, por otra parte, permaneció mucho tiempo fuera de circulación, y la llamada Retórica a Alejandro, atribuida inicialmente a Aristóteles y hoy considerada como obra de Anaximenes de Lámpsaco, un rétor de mediados del siglo IV2 . Además, los maestros griegos de elocuencia encontraron en Roma tanta oposición por parte de los círculos más conservadores de la sociedad que sus métodos permanecieron durante mucho tiempo confidenciales, confinados a determinados círculos y ligados a algunas familias helenizantes como la de los Escipiones o los Gracos3 . Naturalmente ello no quiere decir que en esta primera época la retórica griega fuera completamente desconocida en Roma, pues ya en autores como Catón o Terencio es posible reconocer su presencia. Tampoco se sabe mucho de los teóricos de la segunda ola que entraron, esta vez con más éxito, en la educación romana a finales del siglo II y comienzos del I . El desconocido auctor ad Herennium no menciona el nombre de ningún rétor griego y aunque se ha querido ver en su misterioso doctor a Plocio Galo, el primer rétor latino del que se tiene noticia, la hipótesis tampoco añade mucho, pues se ignora casi todo sobre su doctrina. Las afinidades señaladas entre estas obras y el ars del orador Antonio, el primer tratado retórico en lengua latina del que se tiene noticia, no conducen más que al establecimiento de ciertas correspondencias entre estos autores que poco contribuyen al esclarecimiento de la retórica helenística de la época4 . Más concretos a este respecto se muestran Cicerón y, especialmente, Quintiliano, que ofrecen un esquemático, pero aún así importantísimo, bosquejo de la historia de la retórica griega en época helenística5 .

2. El autor de la obra

Atribuida a Cicerón desde el siglo IV d. C y editada junto con el La invención retórica durante toda la Edad Media con el nombre de Rhetorica secunda o noua, la cuestión de su autoría ha ocupado la atención de los investigadores desde que en 1491 el humanista Rafael Regio demostró la falsedad de la atribución a Cicerón. En 1533 Petrus Victorius sostuvo la hipótesis de que el autor de esta obra podía ser cierto Cornificio, un rétor al que Quintiliano cita en su Instrucción Oratoria en varias ocasiones. Objeto de fuertes críticas ya en ese momento y sin recibir una aceptación unánime, la tesis ha sido retomada en época más reciente por autores como Tolkiehn, Kroll y, especialmente, G. Calboli6 , el más decidido partidario de su atribución a Cornificio.

Los argumentos para esta atribución se basan en las correspondencias existentes entre ciertas categorías y conceptos retóricos mencionados por Quintiliano y otras tantas del libro IV de la Retórica a Herenio. Así, Quintiliano señala en V 10, 1 que el enthýmēma es llamado contrarium por Cornificio y en la Retórica a Herenio (IV 18, 25) el entimema es denominado también contrarium7 . En XI 3, 91 Quintiliano critica a Rutilio y Cornificio por considerar la finitio, que no es una figura, como una figura de dicción. De manera semejante, en la Retórica a Herenio la definitio, aunque caracterizada de manera diferente, aparece como figura en IV 25, 35. Además, Quintiliano (IX 2, 27) dice que Cornificio llamaba a la parrhēsía griega licentia y la Retórica a Herenio incluye una larga exposición de esta figura retórica (IV 36, 48-50). Por último, en IX 3, 98 enumera Quintiliano diez figuras de dicción analizadas por Cornificio; todas ellas aparecen citadas en la Retórica a Herenio8 .

Quintiliano menciona a Cornificio también en otros dos pasajes de su obra. En III 1, 19 ss., al bosquejar la historia de la retórica en Roma, menciona a Catón, Antonio, los rhetorici libri que Cicerón escribió en su juventud y a continuación una serie de autores de artes retóricas, entre ellos, Cornificio (III 1, 21). También en IX 3, 89 aparece Cornificio citado en una lista de autores que dedicaron libros completos a la discusión de las figuras retóricas (IX 3, 89). Por último, en otros cinco lugares Quintiliano presenta ejemplos que aparecen también en la Retórica a Herenio9 . Ninguno de éstos es atribuido expresamente a Cornificio por Quintiliano, pero dado que estos ejemplos pueden ser comunes a los manuales de retórica, es posible que procedan en última instancia de Cornificio. Sin embargo, todas estas correspondencias no dejan de plantear problemas y objeciones10 .

Aun aceptando para la Retórica a Herenio la paternidad del Cornificio mencionado por Quintiliano, resulta difícil individualizar a éste como persona. Entre los Cornificios de los que se tiene noticia en la época en que se supone que la obra fue escrita, existe un Cornificio gramático y etimólogo que sería el principal candidato; a su favor cuenta con el interés que muestra el auctor ad Herennium por los temas gramaticales y las cuestiones etimológicas, muy visible en determinados pasajes de la obra11 . En contra de la atribución puede señalarse que la adscripción a este Cornificio, tan interesado por las etimologías de palabras griegas, es difícilmente compatible con la actitud antigriega que muestra la Retórica ; además, su De etymis deorum es posterior al 45. Si se acepta como fecha de publicación más probable de la Retórica entre el año 86 y el 82, existiría al menos un intervalo de 30 a 35 años entre ambos escritos; de haber nacido en torno al año 100, este Comificio etimólogo habría escrito la Retórica cuando contaba entre 15 y 20 años. Sin ser un caso de excepcional precocidad, por las propias indicaciones contenidas en el tratado no parece sin embargo que se trate de la obra de un joven sino de una persona más madura y con intereses más concretos. Otro inconveniente es que de ser este rétor y gramático, ciertamente importante, el autor de ambas obras, habría dejado demasiado pocas huellas en la tradición posterior. Pese a todo, la identificación del Cornificio autor de la Retórica a Herenio con el Cornificio etimólogo, aun sin ser plenamente demostrable, es la hipótesis más probable en opinión de Calboli12 .

Contra la atribución a Cornificio se han manifestado autores como Marx, Brzoska, Koehler y Caplan13 y, por diferentes motivos, otros como Douglas, Schmidt o Hermann14 , que sitúan la obra en una época bastante posterior a la que se acepta generalmente como fecha de su redacción. Partiendo del examen de los mencionados pasajes de Quintiliano estos autores llegan a conclusiones contrarias a la atribución a Cornificio. Así, el lugar en que lo menciona Quintiliano en III 1, 8 ss., que obviamente está manteniendo en su exposición un orden cronológico, implicaría que este Cornificio sería posterior a Cicerón y, aunque la relación entre la Retórica a Herenio y el La invención retórica de Cicerón es muy discutida, parece seguro que ambas obras son aproximadamente contemporáneas, de la segunda década del siglo I . También en IX 3, 91 y IX 3, 98-99 Cornificio, Cecilio y Rutilio son mencionados después de discutir Quintiliano las teorías de Cicerón. Por último, en IX 3, 89, Cornificio es citado junto a escritores de la época de Augusto, lo que haría suponer que era contemporáneo de estos autores o un poco posterior. En cuanto a la coincidencia entre las figuras mencionadas en la Retórica a Herenio y las que Quintiliano menciona en relación con Cornificio, es posible que existiera un Cornificio, autor de un tratado específico sobre las figuras, que sería una de las fuentes utilizadas por Quintiliano en el libro IX de la Instrucción Oratoria. En conclusión, para estos autores el Cornificio que menciona Quintiliano parece haber vivido en una época posterior a la del auctor ad Herennium y no podría ser el autor de la Retórica ; el libro de Cornificio que Quintiliano cita no sería la Retórica a Herenio, pues no hay evidencia alguna de que conociera o usara este tratado, y las concordancias entre la obra de Cornificio y la del desconocido autor se explicarían asumiendo la existencia de una fuente común o suponiendo que Cornificio tuvo acceso directo a este tratado, al menos en la sección dedicada a las figuras del estilo.

Más recientemente G. Achard15 , tras descartar también la atribución a Cornificio, y a partir de los escasos indicios que el autor mismo nos revela en su obra, llega a bosquejar un personaje muy diferente del que se suele señalar; de acuerdo con esta tesis, el desconocido auctor no sería un simple rétor, de origen más o menos humilde, sino un senador experto en la milicia y en la política; tampoco sería un hombre joven, pues él mismo nos informa al comienzo de la obra que se encuentra ocupado en la dirección de sus asuntos privados (I 1, 1), y aunque muestra deferencia con respecto al destinatario, C. Herenio16 , en sus consejos revela una autoridad que implica cierta madurez. No se trataría de un senex, pues sería poco verosímil que un hombre de edad se entregara a la exercitatio como le propone al alumno (II 31, 50). Lo más probable, por tanto, es que al redactar la obra tuviera entre veinticinco y cuarenta y cinco años. En cuanto a la procedencia, si se acepta la hipótesis de que era pariente del destinatario y teniendo en cuenta que la mayoría de las ciudades mencionadas en la obra pertenecen a la Italia central y meridional (Alba Fucens, Casilinum, Fregella), que parece estar muy preocupado por la guerra social y que se interesa por la latinitas (IV 12, 17), se puede suponer que procedería de una región al sudeste o este de Roma. La dedicación a sus negotia y su interés por la elocuencia judicial, así como su relación con la gens Herennia, sugieren un origen en la nobleza local (locus equester). En cuanto a la formación, conoce bien el griego, pues traduce la terminología técnica de esta lengua, ha estudiado retórica y también filosofía. Él mismo insiste en que ha leído muchos tratados (I 1, 1; IV 1, 1). Tampoco debe tratarse de un caballero ocioso, entregado a las letras y las artes, pues en III 2, 3 señala que tiene la intención de escribir, tras su manual de retórica, un tratado de re militan y una obra sobre la administración del estado (de administratione rei publicae), proyectos que implican el conocimiento y la experiencia de la materia y, consiguientemente, la participación en el cursus honorum. Los ejemplos, en los que abunda su manual, probablemente están inspirados en los que pronunciaron él mismo o personalidades con las que se relacionaba, pues al comienzo del libro cuarto afirma que utilizará ejemplos propios17 y un gran número de ellos se refieren a la aplicación de la lex Varia (II 28, 45) y al asesinato de Sulpicio (I 15, 25). Sin embargo, no da la impresión de haber accedido a los cargos más elevados de la política romana, pues en ese caso habría evocado su dignitas y no mostraría tantas consideraciones con el destinatario. La conclusión de Achard es que muy probablemente el redactor del manual fuese un senador de cierto rango que ejerció su actividad política en el movimiento de Mario y que en los años 90 se encontraba en las filas del movimiento reformista de Sulpicio. Entre los años 84-83 no ocupa magistraturas, pues tiene tiempo para dedicarse a sus negotia, a la filosofía y para escribir un manual, al tiempo que proyecta escribir un libro sobre gramática (IV 12, 17) y otro sobre la memoria (III 16, 28). A mediados de los años ochenta, cierto C. Hèrenio, sin duda alguien más joven que él, le pidió un manual, probablemente porque no podía seguir las lecciones de los rhetores latini, cuya escuela había sufrido una nota de censura el año 9218 . Sobre los acontecimientos posteriores es difícil aventurar alguna hipótesis puesto que la obra desapareció largo tiempo de la circulación, pero no es inverosímil pensar que tanto el autor como el destinatario desaparecieron en el período de agitación posterior a la llegada de Sila al poder, hipótesis más que posible si efectivamente el autor pertenecía a la facción popular19 .

3. La orientación política del autor

Admitiendo la tesis de que el autor de la obra es un ciudadano importante de la época republicana, se ha intentado situarlo en relación con las dos grandes tendencias ideológicas del momento, la optimate, de orientación aristocrática y conservadora, y la popular, más democrática. En este punto la opinión de Marx según la cual el análisis de los principales ejemplos utilizados por el auctor revela una tendencia política favorable a los populares y al partido de Mario, ha gozado de una aceptación casi unánime20 . Es cierto que los pasajes filodemocráticos constituyen casi la mitad de los exempla utilizados en la obra: así, la muerte de Tiberio Graco es calificada como indigna (IV 22, 31); su hermano Graco recibe la calificación de amantissimus rei publicae; Druso (IV 22, 31) y Sulpicio, el tribuno popular del año 88, que es el personaje más citado en la obra21 , fueron asesinados cruelmente; Mario es evocado elogiosamente en IV 55, 68, y en IV 22, 31 el autor subraya que Saturnino murió per perfidiam. Por último, en I 5, 8 aconseja obtener la animadversión contra los oponentes poniendo de relieve su pertenencia a la nobilitas. Es precisamente esta actitud filopopular la que ha permitido también relacionar la Retórica a Herenio con Plocio Galo y los rhetores latini así como con el Herenio al que va dirigida la obra22 .

Decididamente favorable a los optimates sólo hay un pasaje, IV 34, 45, donde este término es utilizado en sentido elogioso23 . Más inciertos en cuanto a su adscripción ideológica son otros pasajes como I 14, 24, sobre el cónsul Cepión; I 15, 25, sobre el asesino de Sulpicio; IV 28, 38, referido posiblemente a la muerte de Sulpicio; IV 35, 47, sobre la función del senado; y IV 54, 67, sobre Saturnino. En I 12, 21, los hombres que acompañan a Cepión contra Saturnino son calificados de boni uiri y en II 12, 17 el autor elogia la conducta de Cepión; en IV 8, 12 deplora que se ataque a los optimates y en IV 28, 38 Cayo Graco es acusado de provocar el pánico. La presencia de estos elementos abiertamente favorables a los oligárquicos o de atribución ideológica incierta podría atribuirse a la influencia del ars de Antonio que, pese a haber defendido a Norbano el año 95, fue siempre un partidario de la oligarquía aristocrática, aunque también es posible que su presencia se deba simplemente a la prudencia del autor ante el nuevo clima político instaurado por la llegada de Sila al poder.

En conclusión, ciertos puntos marcadamente filodemocráticos podrían ser debidos con mucha probabilidad a la convergencia de las fuerzas antioligárquicas en torno a Mario en los años siguientes al 88, en tanto que los pasajes partidarios de los optimates se pueden atribuir a la influencia de aquellos hombres de cultura aristocrática que, como Antonio, se aproximaron a Mario entre el 100 y el 91. El autor habría conservado el material recogido en esa época, bien para disponer de él ante una posible recuperación del poder por parte de Sila, bien por servirse del material ya preparado. Lo cierto es que el auctor no expresa nunca una concepción tan radical como la que por esa misma época reflejan los prólogos de La invención retórica de Cicerón, para quien el desarrollo de la retórica viene exigido por la obligación de luchar contra los audaces y los malí. El autor es probablemente de tendencia popular pero nada indica que se trate de un radical extremista, pues en ocasiones también sabe alabar a los poderosos (I 12, 21) y al senado (IV 33, 45).

4. La fecha de redacción

Aunque la Retórica a Herenio carece de indicaciones que permitan atribuir una fecha precisa a su redacción, el análisis de determinados elementos internos de la obra ha permitido establecer distintas hipótesis sobre el momento en que fue escrita; la mayoría de los autores se inclina por una fecha relativamente alta, entre el 86 y el 8224 ; otros señalan una fecha algo más baja, situando el término ante quem entre el 75-7025 . Dos recientes estudios intentan situar también la redacción de la Retórica en una época posterior a la tradicionalmente admitida26 . Por su parte, L. C. Winkel27 ha argumentado que la presentación que hace el autor en II 16, 24 de la teoría de la culpa de Aristóteles, tal como éste la expone en la Ética Nicomáquea, implica un conocimiento directo de esta obra, y puesto que la reedición de las obras del filósofo no se llevó a cabo hasta los años 80 del siglo I habría que retrasar al menos hasta después de esa fecha la redacción de la Retórica.

Los dos últimos acontecimientos a los que de manera directa se hace referencia en la obra son la muerte del tribuno Sulpicio el año 88 (I 15, 25) y el séptimo consulado de Mario el 86 (IV 54, 68). Una norma que los escritores romanos solían seguir era la de no mencionar en sus libros a personajes aún vivos. Las fechas más tardías de la muerte de algún personaje mencionado en la Retórica a Herenio son las del orador Antonio (IV 5, 7) y la de L. Julio César (III 2, 2), ocurridas ambas durante la represión de Mario el año 87. De acuerdo con esto, la redacción de la obra habría tenido lugar antes del año 86.

Por otra parte, mientras que la Retórica a Herenio está plagada de referencias a la vida política y a las desgracias ocurridas a los líderes del partido popular antes del año 86, no contiene referencia alguna a los disturbios civiles y la derrota de los antiguos partidarios de Mario cuando Sila invadió Italia el 83; tampoco existe la menor alusión al nuevo régimen. Además, mientras que son numerosas las citas, reales o imaginadas, de discursos relacionados con acontecimientos anteriores al 86, no se habla de los pronunciados a finales de la dictadura de Sila por el propio Sila, Marcio Filipo, Aurelio Cota, Hortensio y muchos otros28 . El autor parece, pues, situarse entre mediados del 86 y finales del 83. Ahora bien, como la propuesta de Douglas ha tenido la virtud de poner de relieve, el problema radica en que estas fechas sólo se refieren al contenido de los ejemplos utilizados, que el autor podría haber reunido previamente con vistas a la posterior redacción del tratado. En cualquier caso, ésta no debió de ser mucho más tarde pues, como afirma, está deseando completarlo y enviárselo a Herenio (I 17, 27). Si se acepta la hipótesis de su proximidad a la ideología popular, es probable que el autor redactara la obra antes de la invasión de Italia por Sila o en el periodo inmediatamente siguiente y que la represión política que la acompañó sea la causa tanto de la desaparición de la obra como del silencio sobre el autor y el destinatario de la misma.

5. La teoría retórica de la obra29

En ningún lugar de la obra el autor de la Retórica ofrece información sobre sus fuentes principales. Sólo menciona (I 11, 18) a su maestro, un misterioso doctor, probablemente latino. Sin embargo, es absolutamente improbable que tomase toda la materia expuesta en la obra de sus recuerdos escolares. De hecho, es evidente que recurrió necesariamente al uso de fuentes escritas dada la estrecha relación que, incluso en la redacción, presenta con ciertos pasajes de La invención retórica de Cicerón30 . Sus fuentes debían de ser compendios recientes —la doctrina de Hermágoras tenía unos cincuenta años—, griegas en su mayor parte, pues a ellas se refiere explícitamente en varias ocasiones aunque de manera crítica (I 1, 1; III 23, 38; IV 1, 1), y romanas, como muestra la referencia al doctor y el frecuente uso de ejemplos de tema nacional. El autor quiere resumir sus fuentes griegas componiendo al mismo tiempo un trabajo personal de crítica y polémica. De la tradición retórica helenística recoge las enseñanzas que le sirven a sus propósitos, dejando de lado el resto, que considera palabrería griega (I 1, 1). Así, no modifica casi nada de la teoría retórica helenística sobre el exordio y la narración, mientras que sigue a su maestro en la distribución de la teoría de los status, bastante diferente de la que estableció Hermágoras, recogida más fielmente por Cicerón en La invención retórica. También parece propia del autor, o de su maestro, la división general de la obra en relación con la división en libros. Se muestra orgulloso por el trabajo propio sobre la pronuntiatio (III 15, 27), mientras se excusa por la aspereza de su lenguaje técnico (IV 7, 10). Se enorgullece también por haber proporcionado ejemplos propios en la parte dedicada a la elocutio (IV 1, 1), y ello en contra de la práctica de los escritores griegos, injustificadamente, pues muchos de esos ejemplos derivan directamente de la literatura griega, como muestran ciertos versos de Homero o Sófocles o determinadas reminiscencias de Demóstenes o Esquines31 .

La Retórica a Herenio no parece depender de manera exclusiva de la enseñanza de ningún rétor griego específico, aunque su deuda con la doctrina retórica helenística sea manifiesta; de hecho, puede decirse que la obra compendia toda la ratio dicendi, esto es, las cinco partes de la retórica, según la distribución usual de la época, y presenta una síntesis entre la tradición aristotélica y la tradición isocrática, con influencias de Hermágoras y la escuela rodia. La presentación está bien ordenada y, aunque falta una definición específica de la retórica, de la concepción de las tareas del orador y de las partes del discurso, la insistencia sobre los procedimientos de la invención, la utilización de la distinción peripatética de las virtudes, el lugar reservado a la acción oratoria, la diferenciación de los tres estilos, que es repetida también para la voz, o los consejos de moderación en el empleo de las figuras, remiten a las teorías de Aristóteles y de su discípulo Teofrasto. Sin embargo, la obra ignora por completo la teorización y sistematización de los tratados del filósofo. En vano pueden buscarse aquí pasajes referidos al papel de la personalidad del orador, al análisis de las pasiones, a la adecuación al auditorio, al ritmo oratorio y otros temas ampliamente desarrollados por ambos maestros griegos. La importancia concedida al ejercicio práctico o la extensa enumeración de las figuras están, por su parte, en la línea de Isócrates.

La misma voluntad de síntesis se encuentra en las influencias más recientes, en especial la aportación de Hermágoras, que es considerable pese a la crítica indirecta que de sus doctrinas hace el autor32 . Prueba de ello es su afirmación (I 11, 18) de que su doctor limitó a tres los estados de causa por considerar absolutamente superfluo una cuarta constitutio, la metálēpsis (translatio). Cicerón (De inu. I 11, 16) precisa que fue Hermágoras quien estableció ese cuarto estado, lo cual implica que el autor y su maestro conocían la doctrina del maestro griego. También acepta otros preceptos de su enseñanza como el cuidado aportado a la narración, la voluntad manifiesta de presentar los argumentos preparados o la elección de las seis categorías del estado legal, así como la complicada definición del officium oratoris que el autor presenta en I 2, 2. Sin embargo, son muchos los aspectos conocidos de la enseñanza de Hermágoras que no encuentran su reflejo en la doctrina de la Retórica a Herenio: al definir los cuatro genera causarum tal como se manifiestan en la forma que debe tener el exordio, no refleja el auctor la doctrina de Hermágoras, pues parte del punto de vista de la defensa o de la acusación mientras que la teoría de Hermágoras, como refleja exactamente el La invención retórica, los define por las varias disposiciones del ánimo de los oyentes. También al presentar los officia oratoris, que servían para la distribución de la materia en todos los tratados, el manual latino difiere sin duda de la presentación de Hermágoras. Las cuatro divisiones que éste había establecido, invención, economía, memoria y representación, son diferentes de las que presenta el autor. En la Retórica a Herenio falta también la distinción entre tesis e hipótesis, a la que sí hace alusión Cicerón (De inu. I 6, 8). Tampoco se sabe que Hermágoras se ocupase de la pronuntiatio. Y aunque en esto coincide con Cicerón, tampoco evoca las causas asýstata, sin status. Mientras que el rétor griego admitía las digresiones y hacía del juicio una de las cualidades primordiales del orador, estos elementos de la doctrina no encuentran ningún eco en la Retórica a Herenio. Además Hermágoras era ciertamente más breve en lo concerniente al análisis de las figuras.

Podría pensarse que la Retórica a Herenio se encuentra más próxima a Ateneo33 . Si excluimos el género deliberativo, los estados de causa estudiados por este rétor son tres y se corresponden con los de este manual. También la importancia acordada a la actio en esta obra recuerda los intereses de Ateneo, que escribió un libro sobre la cuestión. Su actitud respecto a la filosofía y a la ética no parece muy diferente de la del rétor griego, aunque no hace nada para definir sus relaciones con la retórica, a las que considera como disciplinas con métodos y finalidades diferentes. Esta actitud podría corresponder plenamente con la definición de la elocuencia como el arte de engañar que dio Ateneo. También es probable que la polémica contra Hermágoras que refleja el proemio del libro IV tenga su origen en Ateneo, en especial a través de su tratamiento de las figuras.

La influencia de Apolonio Molón es mucho más difícil de precisar, pues lo que conocemos de este autor es muy poco. Se puede señalar que la crítica de la figura sufflata (IV 10, 15) y la insistencia sobre la necesidad de usar moderadamente las exornationes coinciden con las recomendaciones que Apolonio hizo a Cicerón. Como en el caso de La invención retórica, también se observan en la Retórica a Herenio continuas referencias a Rodas y a los rodios34 . Así en el libro IV el primer escultor citado es Cares, a quien se debe la realización del coloso de Rodas. Además, el final del libro segundo contiene una célebre cita de Apolonio. También se ha supuesto que el resumen del discurso que se encuentra en el antepenúltimo párrafo de la obra estaría sacado de una arenga de Apolonio contra Filipo V, que era hostil a los rodios. La promesa de escribir un ars grammatica hace pensar también en los escritores rodios, que se ocuparon tanto de gramática como de retórica. Puesto que Apolonio es el único rétor del que estamos seguros que se encontraba en Rodas en los años 80, es tentador atribuirle el origen de esas referencias. Sin embargo, dado que Rodas se había constituido en un centro de estudios retóricos que gozaba de gran reputación, tampoco es inverosímil suponer que su influjo se trasladara en forma de alusiones y ejemplos a los tratados retóricos de la época sin necesidad de tener que admitir un influjo directo de la escuela rodia como pretende Marx35 .

La parte más considerable reservada por el auctor a las figuras puede proceder de la influencia de los oradores y rétores asiatici, aunque también Ateneo y Apolonio Molón se interesaron por los skhḗmata. Por otra parte, es conocida la enorme importancia de la contribución de los estoicos a la doctrina de las figuras, especialmente los tropos. En este sentido puede decirse que la Retórica a Herenio, que no distingue netamente entre tropos y figuras y muestra la confusión propia de la época helenística entre ambas doctrinas, es peripatética en lo que respecta a los tropos y se aproxima a las concepciones de Ateneo y Apolonio Molón, que a su vez proceden de Teofrasto, en lo relativo a las figuras36 . Esta escuela rodia-helenística en la que se inserta la Retórica a Herenio muestra, sin embargo, influencias estoicas en la distinción entre figuras de discurso (skhḗmata léxeōs) y de pensamiento (skhḗmata dianoías), aunque no recoge sin embargo la distinción más precisa entre las figuras referidas al uso de varias palabras (el equivalente retórico del solecismo gramatical) y aquellas otras que se refieren a una sola palabra (el barbarismo de los gramáticos).

La Retórica a Herenio ofrece pues el interés de presentar influencias antiguas y recientes muy diversas. En el análisis de la inuentio presenta elementos procedentes de Aristóteles y en el de la elocutio de Isócrates, pero debe también mucho a la corriente rodia y está probablemente influida más por Ateneo y Apolonio que por Hermágoras, al menos en la concepción general de la obra. Por otra parte, es difícil suponer que él mismo llegara a consultar los trabajos de esos maestros a los que, al contrario que Cicerón, no cita en ningún lugar. Aunque muchas obras de la retórica helenística no se conservaron y tampoco son conocidos los canales por los que se difundieron, podemos suponer que el autor obtuvo su información a través de la lectura de manuales griegos de segunda mano, e incluso latinos. Es muy probable que la mayor parte de su trabajo se deba a su maestro. Si éste es de origen griego, pudo tener acceso a las fuentes más antiguas o, al menos, conocer fuentes más recientes, especialmente de origen rodio. De las tres corrientes doctrinales de la retórica greco-romana de finales del siglo II y comienzos del I , la concepción tecnicista representada por Hermágoras, la concepción helenístico-rodia con un gran desarrollo de la elocutio a través de una doctrina fundamentalmente exhomativa de las figuras, y la posición abiertamente antitécnica del Cicerón de la enkýklios paideía, la Retórica a Herenio se inscribe fundamentalmente en la segunda, especialmente a través de Ateneo, aunque en ciertos aspectos puede decirse que ocupa una posición intermedia entre la concepción tecnicista de Hermágoras y la más humanística de Cicerón.

En la Retórica a Herenio son también muy frecuentes las referencias filosóficas, desde el mismo comienzo (I 1, 1) hasta el final de la obra (IV 56, 69). De hecho, el propio autor reconoce a la filosofía una importancia mayor que a la propia retórica; resulta difícil, sin embargo, determinar la escuela en la que se incluye el autor. En la obra aparecen máximas epicúreas: así, en IV 17, 24 una máxima de Epicuro es citada en forma alterada aunque sin atribuir; en II 21, 34, la religio y el temor a la muerte son mencionados entre los motivos que empujan a los hombres al crimen, idea que Marx puso en relación con el célebre verso de Lucrecio (I 101) tantum religio potuit suadere malorum37 . Otra muestra de su epicureísmo sería su manifestación contra la dialéctica (II 11, 16), así como en las palabras sobre la amistad al final de la obra. Sin embargo, todas estas citas mencionadas por el autor son de tipo escolar y pueden ser adscritas a la literatura filosófica de diversas escuelas, algo lógico en un manual de retórica que pretende reflejar las diversas doctrinas existentes en ese momento. Así, la sentencia esse oportet ut uiuas, non uiuere ut edas de IV 28, 39, atribuida tradicionalmente a Sócrates, se había convertido ya en un refrán muy citado; la idea de IV 43, 55 de que el sabio no debe vivir exclusivamente para sí mismo sino para su patria, sus padres y sus amigos puede ser asignada igualmente a Platón (Epíst. IV 358a), y la tesis de que una proposición no exige refutación porque ella misma es errónea hace pensar en el Sofista 252c. En IV 17, 24 coinciden sucesivamente una fórmula estoica, una epicúrea y una pitagórica. Por otra parte, la importancia que el autor concede a la retórica deliberativa implica un compromiso político que no corresponde a la ideología epicúrea, tradicionalmente alejada de la retórica. También se ha dicho que el autor, como en general los intelectuales romanos de la época, debía de ser un diletante ecléctico; al neoacademicismo puede asignarse la aversión a la dialéctica, muy practicada en cambio por los estoicos. En definitiva, como señala Calboli38 , dada la conexión de la Academia nueva con la retórica, es posible hablar de influencias neoacadémicas junto con la presencia en determinados puntos concretos de la doctrina epicúrea39 .

6. La «Retórica a Herenio» y la retórica romana contemporánea

En cuanto a su relación con la retórica romana de la época, no resulta fácil comparar la doctrina de esta obra con el ars de Antonio, que, pese a su brevedad y su carácter incompleto, influyó mucho sobre el autor40 ; en ambos se da la misma separación entre retórica y cultura; es común el interés que muestran por el ejercicio (I 2, 3) y la práctica de la declamación, en especial sobre temas actuales e históricos41 , y lo mismo sucede a propósito de la doctrina de los status, que es muy similar: según Quintiliano (III 6, 45), para Antonio el debate puede centrarse en la realidad de los hechos, su conformidad con la ley o su conformidad con la justicia, presentación que se corresponde exactamente con la constitutio coniecturalis, la constitutio legitima y la constitutio iuridicialis del manual dirigido a Herenio. Rasgos que contribuyen también a relacionar la obra de Antonio con la Retórica a Herenio son la dissimulatio artis, la recomendación del uso moderado de las figuras y el ocultamiento de los recursos retóricos, aunque es posible que esto último se deba a la influencia de la escuela rodia. El De oratore sugiere también que Antonio dedicó un lugar en su libellus a los procedimientos mnemotécnicos inspirándose en las teorías de Carmadas y Metrodoro de Escepsis; como el auctor, presta mucha atención a la actio y no duda en recurrir al empleo de medios dramáticos para hacer triunfar la causa. Por último, los dos muestran una cierta adhesión a concepciones filosóficas neoacadémicas. Las semejanzas entre ambos autores no sorprenden en absoluto cuando se recuerda que Sulpicio tomó lecciones cerca de Antonio y que el autor de la Retórica debió de ser una persona próxima a Sulpicio.

Es cierto que también aparecen diferencias sensibles entre las doctrinas del autor y Antonio: el rival de Craso distingue el genus infinitum (las tesis generales) y el genus finitum (hipótesis o casos particulares), de los que no habla la Retórica a Herenio. En la argumentación Antonio se inspiró fundamentalmente en Aristóteles, del que el auctor parece estar más apartado. Dedica un importante espacio al mouere y a la risa, dos desarrollos totalmente ausentes en la Retórica. El de ratione dicendi de Antonio parece, pues, haber sido a la vez más aristotélico y estar más próximo a la tradición romana que el manual del desconocido autor; sin embargo, dejando de lado estas diferencias genéricas entre las respectivas obras, probablemente el libellus de Antonio no debía de ser muy diferente del ars rhetorica dedicada a Herenio.

Por su parte, la comparación entre la Retórica a Herenio y el La invención retórica de Cicerón permite llegar a conclusiones más claras sobre la situación de la retórica romana a principios del siglo I ; la relación entre ambos tratados constituye, sin embargo, uno de los puntos más debatidos de la historia de la retórica romana42 . Las concordancias entre ambas obras, tanto en los aspectos doctrinales como en las formulaciones empleadas, son tan notables en muchos puntos que resulta innegable la estrecha relación existente entre ellas. Algunos preceptos aparecen redactados prácticamente de forma idéntica y muchos de los ejemplos empleados son también los mismos. Sin embargo, la cuestión de la relación entre ambas obras dista aún de estar plenamente resuelta. De las tres opciones posibles, que el auctor utilizara el La invención retórica, que Cicerón haya utilizado para su obra la Retórica a Herenio, o que ambas procedan de una fuente común, la primera ha sido abandonada en la actualidad. La idea de que Cicerón conociera y utilizara la Retórica a Herenio tampoco encuentra hoy partidarios43 . La hipótesis se apoya básicamente en la comparación entre I 9, 16 de la Retórica a Herenio y I 17, 23 de La invención retórica, pasajes en que se analizan los usos del exordio por insinuación y donde tanto el auctor como Cicerón reivindican la novedad y originalidad de su tratamiento. Sin embargo, como han señalado Adamietz y Calboli44 , es posible que ambos pasajes revelen simplemente un origen común. También es posible que esto sólo signifique que Cicerón había oído hablar de esa distinción de la insinuatio pero que no sabía quién estaba en el origen de esa idea.

La opinión más generalizada se inclina por hacer derivar las concordancias entre ambas obras del uso de una misma fuente. Puede que ambos autores estudiaran en el mismo ambiente, aunque no es probable que conocieran la obra del contrario, pues en ninguna encontramos referencias al otro autor. Si el auctor hubiera conocido el tratado ciceroniano, más sustancial que su propio manual, habría remitido a él para completar sus lecciones, mucho más breves. Igualmente debemos suponer que Cicerón ignoraba el trabajo del auctor, pues tampoco en su tratado se encuentra alusión alguna a la Retórica a Herenio. Dado que, al parecer, cada autor ignoraba la obra del otro y puesto que las semejanzas son evidentes, es preciso admitir que en los puntos de similitud el auctor ad Herennium y Cicerón dependen de una fuente común, bien por haber utilizado un mismo manual, bien por haber tenido un mismo maestro. Puesto que las mismas fórmulas aparecen en los dos manuales, especialmente en todo aquello que se refiere a la doctrina básica retórica, es tentador pensar que lo que resulta común a ambos es la formación fundamental. Si Cicerón no afirmara expresamente haber recibido el consejo de no seguir las lecciones de Plocio Galo, podría pensarse que fue este rétor latino el maestro de ambos autores. Sea como sea, se tiene la impresión de que ambos trabajaron en un mismo ambiente45 . Por su parte, D. Matthes concluye con la siguiente propuesta: el ars de Hermágoras habría sufrido una reelaboración rodia en la que se incluyeron elementos pertenecientes a la Retórica de Aristóteles. La doctrina así reformada experimentó al llegar a Roma una reelaboración latina y pasó así al maestro de Cicerón y al doctor mencionado por el autor de la Retórica a Herenio , los cuales además habrían tenido a su disposición tanto el modelo griego común como otras fuentes secundarias diferentes. Por su parte, Adamietz ha demostrado que los cambios en los detalles y la sistematización aportada por la Retórica a Herenio excluyen tanto la dependencia de Cicerón con respecto a ésta como la hipótesis contraria, dado que también en La invención retórica existen modificaciones de la forma originaria. Ambos escritos dependerían pues de una fuente común. Por otra parte, puesto que la fidelidad de las concordancias, por ejemplo en el tratamiento del exordium y de la narratio, excluye una enseñanza de tipo oral, la fuente debe haber sido un texto redactado ya en latín que tomó como modelo a Hermágoras con influencias de otras escuelas retóricas griegas; a estas fuentes secundarias se debería en el libro cuarto de la Retórica toda la parte relativa a las figuras y tropos. En resumen, la doctrina recogida en ambos tratados reflejaría un ars retórica de orientación hermagórea, complicada en ambiente rodio con elementos aristotélicos y asiano-helenísticos, ars que habría sido traducida al latín y de la que dependen, junto con otras fuentes secundarias, tanto el auctor como Cicerón46 .

Sin embargo, pese a la relación existente entre estas obras, son también notables las diferencias que las separan. Las dos presentan las mismas partes de la elocuencia y las mismas subdivisiones del discurso; el análisis del exordio, de la narración y de la conclusión es idéntico; la idea de que un magister debe ser capaz de poner en práctica los preceptos que enseña también es común. Sin embargo, el alcance de La invención retórica es mayor en lo que se refiere a la función del orador, que el auctor ad Herennium deja sin analizar. Mientras que el autor se limita a señalar (I 2, 2) que el orador es aquel que puede hablar de los temas quae ad usum ciuilem moribus et legibus constitutae sunt, Cicerón precisa que también debe poseer la ciuilis scientia (I 5, 6), de la que la retórica forma parte. La invención retórica está fuertemente marcada por las influencias filosóficas, lo que no es el caso en la Retórica a Herenio. La organización es también diferente. Mientras que este manual presenta inmediatamente después de los géneros las partes del discurso y remite para más adelante su análisis, La invención retórica considera globalmente los estados de causa y agrupa las definiciones y el análisis de cada parte. También en los detalles son numerosas y notables las diferencias, en los genera causarum, en la constitutio coniecturalis, en la argumentación; tampoco los nombres técnicos son siempre los mismos. Mientras que la Retórica a Herenio es vaga en lo relativo a sus fuentes, Cicerón se refiere frecuentemente a Aristóteles, Hermágoras y otros maestros griegos47 . Como hemos señalado, los puntos de similitud proceden del uso de una fuente común, bien un mismo manual, bien un maestro común. Si Cicerón no reconociera haber sido apartado de Plocio Galo, podría decirse que ambos trabajaron en un mismo ambiente. Como hemos apuntado, es probable que el auctor ad Herennium se haya inspirado más en Ateneo, Apolonio y Antonio, y que haya eliminado de manera más sistemática lo que le parecía excesivamente griego; elige ejemplos populares y quiere ofrecer recursos para los romanos de origen modesto. Por el contrario, Cicerón tiene más en cuenta las aportaciones de Hermágoras y los filósofos griegos y propone una retórica susceptible de agradar a los boni.

La Retórica a Herenio presenta el innegable interés de ofrecemos una síntesis de las múltiples influencias que en el dominio de la elocuencia se observan en Roma a principios del siglo I . Es cierto que la obra presenta torpezas: el plan es confuso, se mezclan las partes del discurso según el esquema de Isócrates y las tareas del orador según el esquema aristotélico; las partes del discurso son tratadas en la inuentio, no en la dispositio ; el comienzo del libro segundo repite los tipos de causas que ya habían sido tratados en el primero. También choca que la memoria y la actio son analizadas antes que la elocutio, la tercera de las partes tradicionales en que era dividida la retórica. Se podrían esperar más preceptos sobre el ritmo y la frase. La discusión sobre la composición (IV 12, 17) es inadecuada y el autor se limita realmente a presentar una lista de faltas que se deben evitar: hiatos, aliteraciones, hipérbaton y repeticiones de palabras; la asignación de las distintas figuras entre las de dicción y las de pensamiento (IV 13, 18) es arbitraria y la lista de sesenta y cuatro figuras que define e ilustra no parece muy útil en la educación del orador, pese a que fue una de las partes de la Retórica que mayor influencia tuvo en la posteridad. Tampoco tiene la altura de miras de La invención retórica, pese a que Cicerón escribió esta obra muy joven. No hay consideraciones sobre la función civil del orador, ni reflexiones sobre las relaciones entre la retórica y la filosofía; el estilo, que da la impresión de ser más arcaico que el de Cicerón o el de César48 , es a veces desmañado y da la impresión de ser demasiado escolar.

Sus méritos, pese a todo, son también indiscutibles. Se trata de un manual breve, fácil de consultar, en el que el autor consigue una síntesis notable uniendo elementos muy diversos y suprimiendo lo superfluo. Es posible que en algunos puntos presente opiniones personales, suyas o de su doctor, como en sus consejos sobre la pronuntiatio. Muchos de los ejemplos de la elocutio deben ser de origen propio, otros son testimonios importantes de la elocuencia política y judicial de la época. También es meritoria la claridad con la que presenta el conjunto de la doctrina y las cualidades pedagógicas que muestra. Sabe interesar, exponer, ejemplificar y poner en práctica la enseñanza de la retórica. Con la ayuda de su misterioso maestro, intenta sobre todo naturalizar la tékhnē helenística, utilizando las traducciones que proponían los rhetores latini; ha aclimatado ciertos ejemplos griegos y desembarazado el ars de las referencias más o menos abstractas sacadas de la mitología y la historia griegas para tomar ejemplos de la vida actual, política y judicial de Roma. En resumen, redactó un manual fácil de comprender y de utilizar, en especial por personas que no conocieran el griego. En este sentido, es seguro que la redacción de la obra respondía a una motivación política. El autor quiso ofrecer un instrumento de lucha a los homines noui pero las circunstancias políticas redujeron al orador al silencio limitando su audiencia a un pequeño círculo.

7. Fortuna de la obra

La Retórica a Herenio constituye una de las obras capitales de la Antigüedad clásica y probablemente la más utilizada en toda la Edad Media junto con el juvenil tratado de Cicerón La invención retórica. Aproximadamente hasta el siglo IV el texto permaneció fuera de circulación, probablemente como consecuencia de las circunstancias personales del autor, en la agitada época posterior a la restauración de Sila, a las que nos hemos referido; de aceptar la autoría de Cornificio, Quintiliano habría sido el único autor que tuvo conocimiento de la obra en el periodo clásico pero, como ya tuvimos ocasión de ver, la atribución es poco probable. Julio Severiano, un rétor del siglo II que menciona La invención retórica, no la conocía. Tampoco los rétores y anticuarios posteriores, hasta comienzos del siglo IV , como Aulo Gelio, Aquila Romano, Julio Rufíniano, Sulpicio Víctor, Mario Victorino, Julio Víctor, Nonio Marcelo, la mencionan: sin embargo algunos de ellos conocían bien la obra coetánea de Cicerón.

Sólo en el renacimiento del siglo IV la Retórica a Herenio comenzó una renovada carrera. Precisamente uno de los manuscritos incompletos de la Retórica, el Herbipolitanus , contiene una subscriptio dedicada al rico africano Romanianus, un amigo de Agustín aficionado a la retórica que vivió a mediados de siglo49 . Es posible que en esta época algún gramático poco instruido editara la obra, a la que dividió en seis libros en lugar de los cuatro del autor, seguramente a partir de la división en uolumina que debían contener la totalidad de la obra; la errónea atribución a Cicerón, probablemente por la propia persona que descubrió el texto, contribuyó decisivamente a la conservación y difusión de la obra, y así es citada por vez primera, y con elogios, por Jerónimo el año 395, atribuyéndola ya a Cicerón. Sin embargo, su maestro de retórica en Roma, Mario Victorino, originario de África, en ningún lugar de su comentario a La invención retórica da muestras de conocer la obra, lo que sugiere que a mediados del siglo IV la Retórica era aún poco conocida en Roma y probablemente tampoco tenía mucha difusión en África. En los siglos V y VI Prisciano y Rufino la conocían, aunque no parece que estuviera muy difundida en las bibliotecas de la época, pues, con la excepción de los tres autores citados, nadie la menciona y en el alto medievo Isidoro, Beda y Alcuino no parecen haber tenido conocimiento de ella, lo que implica que Hispania, Britania y Galia carecían también de manuscritos de ella50 . Sólo en la segunda fase del renacimiento carolingio Servatus Lupus, abad de Ferrara, parece haberla conocido y, según la hipótesis de Marx, hay que remontar efectivamente a un original del siglo IX toda una serie de manuscritos incompletos, los mutili, que constituyen los testimonios más antiguos conservados de la Retórica a Herenio.

No obstante, no fue entonces cuando se produjo el descubrimiento y la fama de la Retórica a Herenio, sino en el siglo XI y en relación con el movimiento de las artes dictaminis italianas51 . A partir de ese momento la fama de la Retórica fue enorme en toda la Edad Media, por lo general, acompañando a La invención retórica de Cicerón; prueba de su extraordinaria difusión es la enorme cantidad de manuscritos existentes en catálogos y bibliotecas medievales así como los numerosos comentarios y traducciones en lenguas vernáculas. Entre las primeras traducciones destaca la versión italiana realizada antes de 1266 por Guidotto de Bologna52 y la francesa de 1282 de Jean d’Antioche. Estas traducciones a las lenguas vulgares produjeron una incidencia en las obras en romance que no ha sido suficientemente estudiada, aunque se ha señalado su influencia en la teoría poética provenzal o gallego-portuguesa, si no directa, al menos a través de las Artes Poéticas latinas de los siglos XII y XIII , hasta el punto de que obras como el Ars versificatoria de Mateo de Vendóme o la Poetria Nova de Geoffroi de Vinsauf surgieron de un intento de adaptación de la Retórica a Herenio a la composición poética del medievo latino. También son muy abundantes los comentarios medievales a la Retórica a Herenio53 , entre ellos el de Thierry de Chartres o el célebre de Alanus, ambos producto del renacimiento del siglo XII54 . Por otra parte, la Retórica a Herenio es fundamental para las Artes Poéticas latinas de los siglos XII y XIII .

En la Península Ibérica es posible documentar en la Edad Media un conocimiento directo de la obra al menos en los siglos XIV y XV , y si tenemos en cuenta los manuscritos que se conservan en bibliotecas actuales, podríamos remontarnos a finales del siglo XII . En total se conservan ocho manuscritos de los siglos XII , XIII y XIV , aunque sólo de uno, el de la Biblioteca Capitular de Toledo (Ms. 47-15), se puede afirmar que se encontraba en España en el siglo XIV55 . No hay duda de que en el XIV estaba muy divulgada en España y que fue ampliamente utilizada por Martín de Córdoba en su Breve Compendium Artis Rhetorica, que incluso parece conocer el comentario de Alanus. No resulta extraño por tanto que conservemos en bibliotecas hispanas actuales dos comentarios del siglo XIV : uno anónimo, el de la Biblioteca Nacional de Madrid (Ms. 9309), y un comentario de Felipe de Pistoya, Elucidarium super noua rethorica Tulliana. En el siglo xv el Marqués de Villena, muy preocupado por cuestiones de poética romance, realizó la primera traducción al español, hoy día perdida. Del siglo xv se conservan hasta siete manuscritos56 .

En el periodo humanístico la fortuna del texto siguió la historia de la retórica. En sus comienzos, en el alto Renacimiento italiano, la Rétorica siguió siendo un texto muy apreciado, como lo prueba el hecho de que Petrarca lo incluyera en la lista de sus libros preferidos57 . Con no menos interés la obra era leída en la escuela de Guarino de Verona, cuyo curso superior de retórica comenzaba precisamente con la Retórica a Herenio58 . También realizaron comentarios de ella Gasparino Barzizza y Lorenzo Guglielmo Traversagni da Savona, enlazando con la tradición medieval de comentarios de esta obra59 .

Con el descubrimiento en el año 1416 de las Institutiones de Quintiliano y en el 1421 de los grandes tratados retóricos de Cicerón comenzó a eclipsarse la época de esplendor de la Rétorica a la vez que comienzan a oírse las primeras críticas. Y desde que Lorenzo Valla rechazó la atribución de la obra a Cicerón, idea que en 1491 recogió Rafael Regio, todos los estudiosos han descartado la autoría de Cicerón, con lo cual la obra perdió también algo de su prestigio. A partir de ese momento la Retórica a Herenio sufre los mismos avatares de la retórica renacentista, en especial en la confrontación entre retórica y dialéctica en cuanto a su competencia sobre la inuentio y la argumentatio, confrontación que, a través de autores como Rodolfo Agrícola, Luis Vives, Pierre de la Ramée o Sánchez de las Brozas, irá paulatinamente reduciendo el campo de la retórica en favor de la dialéctica, hasta concluir en el Barroco, momento en el que retórica y poética quedan reducidas al campo de la elocución en tanto que el resto del armazón de la vieja retórica pasa fundamentalmente a la lógica60 .

A lo largo de ese proceso, la obra no deja de tener influencia, pero ya cada vez más limitada. A partir de 1500, tanto la Retórica a Herenio como La invención retórica de Cicerón sufren la competencia de toda una serie de textos más sofisticados, como los de Quintiliano, las obras maduras de Cicerón, o textos griegos como los tratados de Hermógenes. Por otra parte, aparecen también entonces las nuevas retóricas renacentistas, como las de Nebrija, Sánchez de las Brozas o Pedro Juan Núñez, por citar autores hispanos, que se adaptan mejor a las necesidades del momento y sustituyen a estos textos como manuales de enseñanza61 . Sin embargo, el Renacimiento trajo consigo el interés filológico de la obra y en esta línea se van sucediendo las ediciones realizadas con criterios científicos, comenzando con las de Aldo Manucio (Venecia, 1524), el primero que se preocupó por fijar el texto a partir de los mejores manuscritos, Piero Vittorio (Venecia, 1537) o las ediciones francesas y flamencas de Lambino (París, 1566), Scotus (Leiden, 1588), a quien se debe la división del texto en parágrafos, y Gruterio (Hamburgo, 1618), autor de la división en capítulos, numeraciones que a través de la edición de Gronovio (Leiden, 1962) pasaron a las de los siglos XIV y XX .

Sin embargo, existe una gran distancia entre las tendencias y actitudes más vivas y nuevas de la cultura y el modo de actuar de las escuelas elementales, en las que se siguió concediendo una gran importancia a la Retórica a Herenio y a La invención retórica. A un interés fundamentalmente escolar se debe la editio princeps de Omnibonus Vicentinus (Venecia, 1470), y las sucesivas ediciones no tienen otro objetivo, llegando todavía a usarse como libro de texto en las escuelas de los jesuítas. Ambos textos sufrieron en la escuela la competencia de otros muchos manuales de retórica escritos en el Renacimiento, aunque, de una manera general, todos ellos utilizaran estas obras como base de su redacción e incluso en muchos casos se presenten como meros resúmenes de ellas62 . A partir del Barroco la obra pierde interés, aunque la retórica pervive y el texto sigue siendo utilizado63 .

8. La transmisión de la obra64

Como hemos señalado, entre la redacción de la obra y su redescubrimiento en el siglo IV transcurrió un periodo de al menos cinco siglos en el cual su paradero es incierto y que sin duda contribuyó a deteriorar el texto original. El carácter del libro, que se prestaba fácilmente para la enseñanza, y su temprana atribución a Cicerón son los responsables de que en la actualidad existan más de cuatrocientas copias de época medieval de esta obra, lo cual en la práctica hace imposible el estudio exhaustivo de su transmisión. Desde la época carolingia la obra circuló intensamente, acompañada en ocasiones por la creación de resúmenes y compendios y en tanto que el uso de diferentes códices en el proceso de copia vino a complicar extraordinariamente el original al incluir en un mismo texto dobles lecturas y glosas. Sin embargo, hay que destacar que pese al alto número de copias antiguas (casi ciento cincuenta entre los siglos IX y XII65 ), las relaciones efectivamente constatables entre éstas son muy limitadas y difíciles de establecer dada la pérdida de lo que debió de constituir una extensa documentación intermedia. De hecho, el análisis sistemático de los códices antiguos revela que sólo una parte muy pequeña de ellos muestra relaciones de dependencia66 .

El estudio de la transmisión textual de la Retórica a Herenio se basa en el admirable trabajo realizado por F. Marx en su editio maior de la Retórica (Leipzig 1894), que constituye aún hoy el fundamento del texto utilizado en las más recientes ediciones de Bomecque, Caplan, Calboli o Achard67 . Según Marx, la mayoría de los códices se agrupan en dos familias: una que presenta la obra incompleta (mutili) y otra que incluye la obra entera (expleti) en la que los manuscritos fueron completados a partir de un ejemplar que contenía toda la obra. Más recientemente A. Stuckelberger ha señalado la existencia de un tercer grupo de códices, dejados de lado por Marx, que contienen también la obra completa pero que no pertenecen al grupo de los expleti y a los que ha denominado integri68 .

La familia más antigua está representada por cuatro manuscritos anteriores al siglo x en los que falta el comienzo de la obra: tres comienzan en I 6, 9, el cuarto en I 7, 11. Todos, además, se caracterizan por la presencia de numerosas lagunas. Los cuatro códices pertenecientes a esta familia son el Herbipolitanus (Würzburg, Univ. Bibl. M.p. misc. f. 2; H), de mediados del IX , procedente de la catedral de Würzburg; el Parisinus (París B. N. Lat. 7714; P), de mediados del IX , al que se añadió el comienzo de la obra en el siglo XII; el Bernensis (Berna, Burgerbibl. 433; B) y, por último, el Corbeiensis, también del scriptorium de Corbie pero llevado a San Petersburgo a finales del XVIII (San Petersburgo, F. V. Lat. Class. 8; C). Este manuscrito, que presenta relaciones con el Parisinus, es el primero en incluir juntos la Retórica a Herenio y el texto de La invención retórica, en una extraña sucesión ininterrumpida de pasajes de una y otra obra. Aunque proceden manifiestamente de un mismo ejemplar incompleto, estos cuatro códices no presentan relaciones de dependencia entre sí. Las lagunas y las faltas son muy frecuentes así como las confusiones de letras y las omisiones. Todos ellos han sido corregidos, en general con las mismas lecturas que los expleti.

La segunda familia, innumerable o, al menos, sin numerar dada la enorme cantidad de manuscritos existentes, se difunde sobre todo a partir del siglo XII , aunque algunos son de finales del x, e incluye el texto completo, sin las lagunas de los mutili. Constituyen los expleti de Marx. Dentro de esta inmensa familia es difícil elegir manuscritos representativos por cuanto la tradición parece ser menos nítida de lo que pretendía Marx y los manuscritos presentan grandes diferencias debidas a un proceso continuo de corrección. Marx69 se basó fundamentalmente en tres manuscritos procedentes de Bamberg (Bamberg Class. 29; A), Leyden (Leiden Gronovianus 22; l) y Darmstadt (Darmstadt 2283; d), de los siglos XII-XIII , a los que añadió ocasionalmente lecturas procedentes de un manuscrito de París del s. XII y de un Vossianus algo posterior.

La tercera familia, la de los integri, comprende manuscritos que pueden ser fechados a finales del siglo x y comienzos del XI ; en ellos ha sido añadido el comienzo de la obra pero se mantienen la mayoría de las lagunas de la familia de los mutili. Los más antiguos son el Vadianus, de San Gall (Stadtbibliothek, Vadianus 313; V), originario de Alemania o Suiza, que incluye también el