Robo de joyas en el Grand Metropolitan - Agatha Christie - E-Book

Robo de joyas en el Grand Metropolitan E-Book

Agatha Christie

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Beschreibung

Poirot y Hastings están de vacaciones en Brighton alojados en el lujoso hotel Grand Metropolitan. Allí, coinciden con el matrimonio Opalsen: él es un rico corredor de bolsa y su mujer; una coleccionista de joyas. La señora Opalsen se dispone a enseñarle a Poirot su tesoro más preciado, un famoso collar de perlas, pero descubre para su sorpresa que ha sido robado. Inmediatamente, Poirot y su compañero vuelven al trabajo. Solo dos personas han estado en la habitación desde que las perlas fueron vistas por última vez: Celestine, asistente del matrimonio, y la camarera del hotel. Y ambas, se acusan mutuamente del robo. ¿Logrará Poirot desentrañar la verdad gracias a las pistas que vislumbra?

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Seitenzahl: 24

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Inhalt

ROBO-DE-JOYAS-epub

—Poirot —dije— un cambio de aire le sentaría bien.

—¿Cree usted, mon ami?

—Estoy seguro.

—¿Ah sí? —replicó mi amigo sonriendo—. Entonces, ¿ya tiene todo arreglado?

—¿Vendrá?

—¿A dónde se propone llevarme?

—A Brighton. A decir verdad, un amigo de la ciudad me ha proporcionado un buen asunto y tengo… dinero para quemar, como vulgarmente se dice. Creo que un fin de semana en el “Gran Metropolitan” nos vendría como anillo al dedo.

—Por supuesto, acepto agradecido. Ha tenido el buen corazón de acordarse de este viejo. Y a fin de cuentas, un buen corazón vale tanto como todas las células grises. Sí, yo que digo esto, a veces corro el peligro de olvidarlo.

No me gustó demasiado su insinuación. Poirot suele tener la tendencia de despreciar mi capacidad mental, pero su alegría era tan evidente que dejé mi malestar de lado.

—Entonces, todo arreglado —dije rápidamente.

El sábado nos encontró cenando en el “Grand Metropolitan” mezclados con la alegre concurrencia. Todo el mundo parecía estar en Brighton. Los trajes eran maravillosos, y las joyas; exhibidas algunas veces por ostentación y no con buen gusto… algo magnífico.

—Bien, ¡esto es realmente un espectáculo! —susurró Poirot—. Éste es el hogar de los especuladores, ¿no es cierto, Hastings?

—Se supone —repliqué—. Pero esperemos que no estén todos marcados por el mismo pincel.

Poirot miró a su alrededor complacido.

—Ver semejantes joyas me hace sentir que debería haber puesto mi cerebro al servicio del crimen en lugar de perseguirlo. ¡Qué magnífica oportunidad para algún ladrón distinguido! Hastings fíjese en esa señora obesa, junto a la columna. Está completamente cubierta de gemas.

Seguí la dirección de su mirada.

—Vaya —exclamé—, es la señora Opalsen.

—¿La conoce?

—Ligeramente. Su esposo es un rico corredor de Bolsa que hizo una fortuna con la reciente alza del petróleo.

Después de la cena coincidimos con los Opalsen en el lobby y les presenté a Poirot. Conversamos durante algunos minutos y terminamos compartiendo un café. Poirot improvisó unas palabras de alabanza sobre algunas de las costosas joyas que adornaban el voluminoso tórax de la dama, y ella se iluminó al instante.

—Es mi hobby preferido, señor Poirot. Adoro las joyas. Ed conoce mi debilidad, y cada vez que las cosas van bien me trae algo nuevo. ¿A usted le interesan las piedras preciosas?

—He tenido que lidiar con ellas de vez en cuando, madame. Mi profesión me ha puesto en contacto con las joyas más famosas del mundo.

Empleando discretos seudónimos comenzó a contarle la historia de las joyas de una casa reinante, mientras la señora Opalsen lo escuchaba casi con palpitaciones.

—Vaya —exclamó ella cuando concluyó el relato—. ¡Es como una obra de teatro! Sabe, poseo unas perlas que tienen historia. Creo que es uno de los collares más finos del mundo… sus perlas son tan hermosas, tan iguales y de un color tan perfecto… ¡Iré a buscarlo para que lo vea!

—Oh, madame