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Sherlock Para Niños: El Carbunclo Azul
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Veröffentlichungsjahr: 2016
Sherlock Para Niños: El Carbunclo Azul
Mark Williams
––––––––
TraducidoporMónica Cruz Arias
“Sherlock Para Niños: El Carbunclo Azul”
Escrito por Mark Williams
Copyright © 2015 Mark Williams
Todos los derechos reservados
Distribuidopor Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por Mónica Cruz Arias
“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.
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Londres, Inglaterra, 1889.
Era el día después de Navidad, así que me encaminé cuidadosamente por las calles heladas de Londres. Un frío viento soplaba ligeros copos de nieve y sólo esperaba que no nevara demasiado esa tarde.
Pisé fuertemente el primero de los escalones de piedra del 221B de Baker Street, para evitar ensuciar de polvo y hielo el pasillo de la señora Hudson. Había pasado algún tiempo desde que viví aquí, compartiendo un apartamento con mi querido amigo, el señor Sherlock Holmes. Todavía tenía una llave, así que abrí la puerta y entré.
- ¡Señora Hudson! Grité hacia la cocina donde sabía que la señora de la casa estaría ocupada, en parte, como cortesía para hacerle saber que estaba ahí pero con la esperanza de que ella me viera temblando y me ofreciera una taza de té caliente. Lo que por supuesto hizo.
- Feliz Navidad, doctor Watson, la señora Hudson exclamó, sonriendo cuando entró en el pasillo, secándose las manos en un delantal cubierto de harina. Oh mi Dios, se está congelando, dese prisa y vaya con el señor Holmes que yo les llevaré una taza de té a los dos.
- Será muy bienvenida esa taza de té, señora Hudson, le dije.
- Sólo mire mis manos, la casera continuó. Por qué, doctor Watson, seguramente usted sabía que hoy estaría haciendo sus panecillos favoritos. La primera tanda saldrá del horno en cualquier momento.
- Excelente, señora Hudson, exclamé. ¡Excelente, con un poco de mantequilla fresca y su maravillosa mermelada de fresa, por supuesto!
- Por supuesto, dijo riendo la señora Hudson.
Me incliné a la señora Hudson y le susurré: No le diga a nadie lo que voy a decir, pero entre los dos, usted hace mucho mejores panecillos que mi querida esposa, Dios la bendiga.
- Oh, cállese, doctor Watson, la señora Hudson se ruborizó y se fue a la cocina, riéndose para sí misma.
Me dirigí por las escaleras hasta el piso ocupado por mi querido amigo y toqué la puerta una vez.
- ¡Entra, Watson!, gritó Holmes.
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