Sin latido - Luján Gómez Albo - E-Book

Sin latido E-Book

Luján Gómez Albo

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Beschreibung

Todos los duelos presentan zonas comunes, pero el que se atraviesa con las vidas que no llegan a nacer posee unas características que alcanzan todos los recovecos del ser humano. «Sin latido» recoge testimonios en primera persona y propuestas para ayudar en el largo y duro proceso del acompañamiento. Porque la vida, como el amor, la ilusión, las expectativas y los sueños de futuro, no se mide por kilos.

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«Dichosa tú que has creído».

(Lucas 1,45)

Para Ulises, Bollito y Jonás.

Prólogo

Perder duele. Que se rompa un vínculo significativo o que se frustre una esperanza, duele. Cuando lo que se pierde es «carne de la propia carne», soñado, esperado, expresión de un proyecto de amor en la pareja, anhelo de fecundidad y maternidad, entonces la experiencia es especialmente significativa.

Quizá durante demasiado tiempo, hemos convivido al amparo de tópicos no tan humanizadores, en torno al dolor que produce la pérdida de una criatura en camino. La idea de que se pueda reparar con otro, el secretismo y casi carácter vergonzante, ha relegado a no pocas mujeres y hombres, a no socializar este dolor y tener que vivirlo con sabor de incomprensión y soledad no deseada.

Uno de los indicadores del proceso de humanización al que asistimos (junto a otros deshumanizadores), es precisamente esta creciente sensibilidad ante las personas que pierden a su criatura antes de que nazca o durante el parto. Su experiencia nos desafía a humanizar las relaciones y considerar formas de sufrimiento que piden empatía, comprensión y, en su caso, acompañamiento adecuado.

Luján Gómez, comprometida con la humanización desde su trabajo en el Centro de Humanización de la Salud, nos presenta en este trabajo algunos de los aspectos que es necesario conocer para hacerse cargo y comprender esta forma de duelo. Desde la experiencia, desde el estudio, desde el conocimiento del fenómeno del duelo, que también hoy es objeto de mayor atención en la literatura y en la formación de profesionales de la salud y de la psicología, explora, con testimonios, esta realidad, con su potencial de asombro. Estas páginas permiten, de alguna manera, darse cuenta, caer en la cuenta, tomar nota de lo que viven tantas personas a las que les sucede lo mismo. Nos ayuda a ser conscientes de que, en situaciones semejantes, no nos podemos despachar con tópicos que minimicen o relativicen la experiencia del sufrimiento, sino que hemos de aproximarnos con sagrado respeto ante el sufrimiento de cada quien.

Sabemos que permitir narrar, acompañar en la narrativa del sufrimiento, es un camino privilegiado de humanización. La hospitalidad narrativa, de la que hablaba Ricoeur, permite al otro decirse en el lenguaje cruzado: uno se dice en el lenguaje del otro, encontrándose en espacios de reconocimiento construidos gracias al diálogo humanizador.

Los seres humanos somos narrativos. Necesitamos contar historias, nuestras experiencias de malestar y nuestros anhelos. Al contarlos, ponemos sentido a nuestra cotidianeidad y damos luz a los eventos extraordinarios que nos suceden o que protagonizamos, de modo que nos empoderamos, haciéndonos sujetos y no solo víctimas de un fatal destino incontrolado y vacuo.

Negar formas de sufrimiento por no considerar la importancia de su narrativa, hace a la humanidad perderse una parte de la realidad, de la vida, de las posibilidades de solidaridad compasiva que humaniza. Por eso, ante realidades como la que nos ocupa en estas páginas, hay que levantar una voz y decir: ¡hay que hablar! No será un hablar reivindicador agresivo, sino un hablar narrativo que reclame socialización del conocimiento, prudencia en los juicios, diálogo y encuentro de calidad en el sufrir.

El mundo del duelo tiene ante sí, el desafío no solo de mirar a pérdidas como las que nos ocupan en este libro, sino también mirar la complejidad con ojos más que psicológicos. De hecho, estas páginas se hacen eco de la importancia de las leyes, potencialmente humanizadoras o deshumanizadoras, en torno al tratamiento de los restos humanos, y de las personas dolientes.

No es menos importante el mundo de los ritos, de lo simbólico, así como todo el campo de lo espiritual en el proceso de elaboración del dolor por una pérdida. Una psicologización del duelo sería una reducción del ser humano a una parte de sí mismo.

Un enfrentamiento humanizado desde los diferentes aspectos del ser humano contribuirá a minimizar el sufrimiento o, cuanto menos, a aliviar el sufrimiento evitable en los procesos de sufrimiento y duelo.

Son buenas noticias las que se cuentan en este libro, cuando se habla de iniciativas de especialización, de estudio, de investigación, de promoción de acompañamiento adecuado en torno a esta forma de sufrimiento. Son bien acogidas y aportan una mirada, normalmente nacida de personas con experiencia directa, que amplían las posibilidades de intervención cualificada, cuando esta sea necesaria.

El duelo por pérdidas gestacionales, el que afronta Luján en este libro, es un indicador del valor del amor y de la vida. Los seres humanos amamos la vida, la cuidamos, la protegemos, y así expresamos precisamente nuestro ser humanos. De hecho, cuando no conjugamos estos verbos, es cuando, legítimamente, hablamos de deshumanización.

Cuidar la vida es un desafío humanizador, especialmente cuando se muestra frágil y vulnerable, o muy frágil y muy vulnerable, como es el proceso en que la vida se está gestando al amparo de la protección del seno materno, en un lugar entrañable donde todo es don para el desarrollo y el logro del nacimiento.

«No hay latido», fue la sentencia escuchada por Luján. Siguió el sufrimiento correspondiente y el proceso de trabajo del duelo en diferentes dimensiones. Pero hoy, en estas páginas el «no hay latido» late de una manera nueva. Se ha convertido en fecundo. «No hay latido», ahora, no es solo el recuerdo de un trauma, sino la expresión de un dolor transformado en oportunidad de profundización, de humanización, de solidaridad para comprender a todas las personas que experimentan un trauma semejante.

Es el camino de la resiliencia, de la creatividad de quien, en el duelo, consigue levantar la mirada y dirigirse a un más allá de la propia tristeza o rabia, buscando qué se puede hacer no solo para uno mismo, sino también para los demás. Este libro da cuenta de esta respuesta resiliente y solidaria, motivo por el que siento agradecimiento.

José Carlos Bermejo

Director del Centro de Humanización de la Salud

Introducción

«No hay latido».

Tres palabras. Solo tres palabras. Y el suelo se derrumba bajo tus pies. Todo un mundo de sueños, ilusiones, deseos, proyectos... se desploma y de repente solo queda el vacío.

Guardo la escena en mi memoria con total nitidez. Acudí a urgencias embarazada de diez semanas por una terrible migraña que no remitía. Necesitaba que me administraran algún medicamento que no perjudicara al bebé. Me administraron metamizol intravenoso y me dijeron que pasara a hacerme una ecografía.

Recuerdo estar ilusionada esperando escuchar a mi bebé...

Silencio.

El frío gel sobre mi abdomen.

Silencio.

Creo ver un gesto de preocupación en el ginecólogo.

Silencio.

Los minutos se hacen horas.

Silencio.

Y por fin el mutismo da paso a la voz para desgarrar el silencio y mi mundo.

«No hay latido».

La nada.

«Sin latido» hace referencia a ese momento, a esa frase que ninguna madre y ningún padre está preparado para escuchar. La primera vez te coge totalmente desprevenido, sin entender. Sin latido el hijo y sin latido los padres al recibir la noticia.

Las pérdidas gestacionales son un tema que, como todo aquello que tiene que ver con la muerte, se continúa evitando en las sociedades contemporáneas. Tienen un carácter tabú que hace que aun hoy, en pleno siglo XXI, muchas mujeres y hombres vivan su duelo a solas, en silencio. Hay quienes comparten el dolor con sus parejas o alguna persona íntima, pero pronto se sienten empujados a pasar página.

¿Cómo abordar el acompañamiento al duelo gestacional si ni siquiera tenemos una palabra para designar a quien ha perdido un hijo?

La mayoría de las personas coinciden en que la muerte de un hijo es una de las peores cosas que pueden ocurrir en la vida. Parece contra natura que unos padres tengan que enterrar a su hijo. Pero ¿qué ocurre cuando el hijo aún no ha nacido y muere?

El amor no se mide por kilos, y nadie diría: «Cuanto más pesas más te quiero». ¿Por qué en el duelo gestacional parece que hay menos dolor cuanto más pequeño es el bebé?

Este libro nace con el deseo de visibilizar los duelos gestacionales, facilitar claves para poder entender y acompañar el proceso y servir de homenaje a todas las mujeres y hombres que han sufrido una pérdida gestacional y a sus bebés que se fueron demasiado pronto.

Gestación

La gestación es un proceso que afecta a la mujer en todas sus dimensiones. Durante el embarazo se modifican casi todas las estructuras y sistemas del cuerpo, haciendo que la madre experimente grandes cambios físicos y emocionales.

La Real Academia Española define gestar como: «Dicho de una hembra: Llevar y sustentar en su seno el embrión o feto hasta el momento del parto». La propia definición delega en la mujer la responsabilidad de sustentar al feto hasta el parto. Así, la primera tarea de la maternidad sería mantener al hijo vivo, y de ahí que, en la pérdida gestacional, cobre especial relevancia el duelo de la mujer.

Cambios en la madre

Desde el mismo momento de la concepción, en la mujer comienzan una serie de cambios hormonales que continuarán a lo largo de toda la gestación y después de ella. Estas alteraciones hormonales son responsables tanto de los cambios físicos como emocionales que va a experimentar y cuya finalidad no es otra que poder transportar, nutrir y proteger al bebé.

Cambios físicos

El organismo femenino se adapta progresivamente a las necesidades que implica la gestación, a través de una serie de cambios fisiológicos[1]:

• Descenso de la presión sanguínea, provocando cansancio e incluso mareos.

• Incremento del volumen, ya que se necesita más oxígeno para el feto y se espira más dióxido de carbono.

• Aumento del flujo sanguíneo hacia los riñones y la actividad renal.

• Desplazamiento de la pelvis hacia delante y de la columna hacia atrás.

• Dilatación de los músculos esqueléticos para acomodar al feto.

• Relajación de la musculatura lisa favoreciendo el estreñimiento.

• Aumento progresivo del tamaño del útero.

• Incremento del riego sanguíneo hacia los pechos aumentando su tamaño.

• Incremento de la temperatura corporal (por cambios metabólicos).

• Acentuación del crecimiento del pelo y las uñas.

Aunque no todas las mujeres lo experimentan de la misma forma, hay una serie de signos y síntomas que son característicos de cada período del embarazo. En el primer trimestre, la señal de embarazo es la interrupción de la regla, y a continuación, aunque algunas mujeres lo experimentan incluso antes de la confirmación del embarazo, se darán otros síntomas como somnolencia, cansancio, náuseas y vómitos. Es un periodo de ajustes tanto físicos como emocionales.

El segundo trimestre generalmente se inicia en mejores condiciones físicas, manifestándose otros cambios físicos como el aumento del volumen de los pechos y del útero, que se exterioriza en forma de vientre redondeado.

El tercer trimestre es el más agotador, ya que a medida que avanza el embarazo la mujer se siente más cansada y pesada; el feto llena casi todo el espacio disponible y presiona distintos órganos, provocando dificultades para respirar, dolor de espalda, aumento de la necesidad de orinar, estrías por el estiramiento de la piel e insomnio.

Cambios emocionales

A nivel emocional, durante el embarazo se producen profundos cambios y un enorme trabajo en la mujer. «Todos los procesos orgánicos, normales del embarazo, tienen de hecho, una repercusión sobre el psiquismo normal de la mujer. Del mismo modo que la situación psíquica de la embarazada repercutirá sobre los procesos somáticos normales de la gestación»[2].

La primera etapa normalmente está marcada por la ambivalencia emocional. Es habitual que la mujer sienta mucha energía y bienestar por efecto hormonal, y la visibilidad del embarazo facilita que asuma la realidad de llevar una nueva vida en ella. Aun así, algunas mujeres al confirmarse el embarazo pueden experimentar emociones contradictorias que van de la euforia a la preocupación, pasando por el temor al futuro y las dudas sobre su relación de pareja.

A partir del momento en el que la madre percibe los movimientos del bebé, comienza a tomar conciencia del mismo como ser independiente y a visualizarse como madre, percibiendo al mismo tiempo la pérdida de su propia independencia. Entra en juego todo el sistema de creencias, ideas, fantasías, etc., sobre su rol de madre, en la creación del vínculo con el bebé.