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Viktor Frankl fue víctima, como tantos otros, de la barbarie nazi, de un trato cruel y del intento de ser reducido a un número. Como muchos, resistió, y Terezín, Auschwitz, Türkheim, Kauferin y Dachau fueron las estaciones de un viaje intenso hacia sí mismo, hacia el descubrimiento de su propia resistencia espiritual. Frankl escribió esta obra de teatro poco tiempo después de haber dejado atrás su experiencia como prisionero en los campos de exterminio. Su título encierra un debate metafísico sobre el sentido del sufrimiento, que toma como punto de partida una escena en una barraca del campo de concentración Birkenwald, nombre de ficción resultado de la combinación de los nombres Buchenwald y Birkenau. En alemán, Birkenwald significa bosque de abedules, árboles cuya capacidad de generar vida en lo devastado les permite arraigarse y colonizar con nueva vida el terreno. La obra pone en escena, de modo creativo y original, diálogos humanos que manifiestan vivencias universales con las que no podemos dejar de sentirnos identificados.
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Seitenzahl: 63
Veröffentlichungsjahr: 2013
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Viktor Emil Frankl
SINCRONIZACIÓN EN BIRKENWALD
UNA CONFERENCIA METAFÍSICA
Traducción de Ana Schulz
Herder
www.herdereditorial.com
Título original: Synchronisation in Birkenwald. Eine metaphysische Conference
Traducción: Ana Schulz
Diseño de la cubierta: Stefano Vuga
Maquetación electrónica: Manuel Rodríguez
© 2013, herederos de Viktor E. Frankl
© 2013, Herder Editorial. S.L., Barcelona
© 2013, de la presente edición, Herder Editorial, S.L., Barcelona
ISBN DIGITAL: 978-84-254-3061-9
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
Herder
www.herdereditorial.com
Prefacio
Sincronización en Birkenwald
En septiembre de 1942, Viktor Frankl, como la mayoría de los vieneses judíos, esperaba la inminente llegada de la Gestapo alemana como a un rayo exterminador. Fue sorprendido trabajando en la clínica y obligado a abandonar su tarea al instante. Solo pudo llevar consigo el manuscrito de un libro que resumía su experiencia clínica y científica, fruto de muchas horas de trabajo. Cargaba, además, como riqueza personal, con un pedazo de mosaico de una antigua sinagoga de Jerusalén que pensaba utilizar como piedra angular de su casa y una condecoración al mérito alpino.
Fue conducido al local de su antigua escuela de Kleine Sperglasse 2-C, donde se agrupaban los judíos que serían deportados hacia los campos de concentración. Sus padres y su esposa, Tilly, también estaban allí. Su hermana, Estela, logró huir a Australia. Su hermano, Walter, en un desesperado intento por huir a Italia con su esposa, fue capturado por la policía y murió en Auschwitz en fecha desconocida. Poco tiempo después Frankl fue trasladado a una región del norte de Praga llamada Theresienstadt.
«Terezín» —tal era su nombre en checo— funcionó como un gueto entre los años 1941 y 1945 para más de 150 000 judíos provenientes de distintas partes de Europa central. Como parte de la propaganda nazi al mundo, este gueto pretendía mostrar una organización modélica respecto del tratamiento que se le daba a la población judía, negando u ocultando las historias que circulaban sobre los campos de exterminio. Originalmente, este pequeño pueblo a orillas del río Eger contaba con una población de 3 700 habitantes y tan solo diez familias judías. Cuando Frankl fue deportado allí, alcanzaría una población de más de 53 000 personas hacinadas en unas pocas manzanas.
Frankl permaneció 25 meses en Terezín prestando servicios como médico y psiquiatra —durante ese tiempo se produjo la muerte de su padre, Gabriel— antes de ser trasladado a Auschwitz-Birkenau, en octubre de 1944, junto a su esposa, con el número de prisionero 119 104. Pocos días después se les uniría Elsa Lion, madre de Frankl.
Aquí comienza la historia; no la recorrida por el médico o por el científico sino por el hombre. La historia de un ser humano que fue víctima, como tantos otros, de un trato cruel y del intento de ser reducido a un número. Como muchos, Frankl resistió. Y Terezín, Auschwitz, Türkheim, Kauferin y Dachau fueron las estaciones de un viaje intenso hacia sí mismo, hacia el descubrimiento de su propia resistencia espiritual.
El Dr. Frankl escribió Sincronización en Birkenwald poco tiempo después de haber dejado atrás su experiencia como prisionero en los campos de concentración nazis. La obra aborda un debate metafísico sobre el sentido del sufrimiento, que toma como punto de partida una escena en una barraca del campo de concentración «Birkenwald», nombre de ficción resultado de la combinación de los nombres «Buchenwald» y «Birkenau». El mismo autor recuerda: «Fue como si algo profundo dentro de mí me dictara la obra. Me resultaba difícil poder escribir tan rápido aún cuando usaba taquigrafía. La obra fue escrita en unas pocas horas». En una carta personal al Dr. Fabry, de junio de 1964, Frankl escribe lo siguiente:
El año 1946 fue elegido porque escribí el texto en ese año, aliviando mi alma un lluvioso domingo de octubre, sin preparación previa, en nueve horas, en taquigrafía, acompañado solo por media docena de tazas de café. La visión fue tan somera que cuando al día siguiente dictaba todo lo escrito, no pude reconocer amplios pasajes como algo que yo mismo hubiese escrito. Más adelante, durante el mismo año, leí el texto ante […] el profesor Ludwig van Ficker, en Innsbruck. Inmediatamente se apropió de él y lo publicó en el siguiente número del Brenner, el órgano literario más exclusivo en el área de lengua alemana. En aquel entonces insistí en el uso del seudónimo Gabriel Lion. Gabriel era el nombre de pila de mi padre, Lion el apellido de soltera de mi madre. Hoy estaría dispuesto a revelar ese seudónimo.
Si bien la elección del nombre «Birkenwald» es el resultado de la combinación de nombres de dos campos de concentración por los que transitó Viktor Frankl, no podemos dejar de detenernos, aunque tan solo sea por un momento, en el significado de esta denominación. En alemán, Birkenwald significa «bosque de abedules». A priori no parece ser algo significativo, aunque si reparamos en el simbolismo del abedul, en su propia naturaleza y en el lugar legendario que ocupa en la cultura de Europa central, tal vez podamos avanzar un poco en su significado.
El nombre «abedul» proviene de los celtas, un pueblo cuya cultura mantenía fuertes lazos con los bosques. Su historia es curiosa, ya que es un árbol que se estableció en las nuevas tierras desoladas y vírgenes tras la retirada de las glaciaciones, lo que significó, entonces, una avanzada biológica que benefició el arraigo y el desarrollo posterior de toda una nueva comunidad orgánica, en la medida en que su rápido crecimiento modifica y favorece las condiciones ambientales. Del mismo modo, el abedul también es un gran benefactor y protector, dado que gracias a su aroma y sus características atrae hacia sí alrededor de doscientas diversas especies de insectos, y, por ende, a muchos depredadores, lo que asegura un perfecto equilibrio ecológico.
Este árbol, además, simboliza en la cultura rusa la primavera y a la mujer joven: la vida naciente. «Abedul», también, es una célebre colección de cantos y danzas rusos, que únicamente pueden ser interpretados por muchachas. Cuenta una leyenda que aquel que plante tres abedules en su jardín verá realizados sus sueños al amparo de su sombra.
Tal vez no haya sido una intención deliberada la denominación que Frankl dio al escenario de su historia, aunque son muchos los aspectos simbólicos que unen Birkenwald con el mensaje de este drama. Podríamos decir que, si no existe intención ni se trata de una coincidencia, tal vez sí podamos hablar de «sincronicidad».
La capacidad del abedul de generar vida en lo devastado le permite arraigarse y «colonizar» con nueva vida el terreno. Sin pretender forzar los significados, pienso en el abedul como el intérprete natural del mensaje frankliano del «sí a la vida, a pesar de todo». Una especie de inclaudicable postura vital; una «existencia» que se yergue por sobre la tragedia.
Sincronización en Birkenwald pone en escena, creativa y originalmente, un debate metafísico de envergadura, mediante diálogos humanos que manifiestan vivencias universales ante las cuales no podemos dejar de identificarnos y descubrirnos. La presentación del texto ha conservado el formato de guión teatral, procurando ser lo más fiel posible al modo en que fue concebido originalmente por su autor.
Dr. Claudio César García Pintos
Una conferencia metafísica1
Personajes:
Benedictus (Baruch) de Spinoza
Sócrates
Immanuel Kant
Kapo
Franz
Karl
Fritz
Ernst
Paul
Madre
Ángel Negro
Sargento Segundo de las SS
Lugar: el teatro correspondiente.
Tiempo: la función correspondiente.