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Un perro que deambula por las calles va al parque a jugar y a compartir historias con otros perros que tienen vidas distintas a la suya. A veces suenan tentadoras, pero él prefiere la libertad. Un día, de su sombra sale un peculiar ser: Siwar, un jaguar guardián que muy pronto se convertirá en un entrañable amigo. Después de largas conversaciones a la luz de los huesos luminosos, Siwar le dará una misión al protagonista: convertirse en el nuevo compañero de Sisa, una niña que acaba de perder a un amigo muy especial.
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Seitenzahl: 26
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Primera edición, 2020 [Primera edición en libro electrónico, 2020]
© 2020, Cristina Falcón Maldonado, texto © 2020, Francesca Massai, ilustraciones
D. R. © 2020, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios y sugerencias: [email protected] Tel. 55-5449-1871
Colección dirigida por Horacio de la Rosa Edición: Susana Figueroa León
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.
ISBN 978-607-16-6941-4 (ePub)ISBN 978-607-16-6885-1 (rústico)
Hecho en México - Made in Mexico
ilustrado por FRANCESCA MASSAI
Cada tarde esperaba en el parque a que llegaran con sus pelotas y sus galletas. Ellos también me buscaban al llegar, siempre curiosos por saber algo más sobre lo que pasa aquí afuera cuando anochece.
Algunos días, al escuchar sus historias, pensaba que a lo mejor no estaría mal eso de tener una casa, un amigo y comida segura. Casi era tentador.
Pero luego ganaba la idea de que no hay nada mejor que ser libre.
Hasta esa tarde, cuando ya todos se habían ido, justo a la hora en la que el sol se pone, cuando los últimos rayos de luz dibujan sombras y figuras extrañas por todas partes y parecen despertar a la noche otras criaturas, detrás de los matorrales, en lo alto de los árboles.
A esa hora todo parece misterioso, inquietante. ¡Hasta yo!
O eso pensé al ver aquella sombra…
Cuando me levanté, ya para irme, pasó algo sorprendente: ¡la sombra no se levantó!
¿Cómo era posible?
Probé dar saltos, una y otra vez, pero la sombra no saltó.
Así que salí corriendo y, entonces sí: la sombra se lanzó a perseguirme…
¡Nunca había visto nada igual!
De repente estaba frente a mí.
Nos quedamos muy quietos, en guardia, cara a cara, mirándonos a los ojos, observándonos, olfateándonos. ¿Amigo, presa, enemigo?
Nos abalanzamos el uno sobre el otro, midiendo nuestras fuerzas, en una lucha de colmillos, patas, orejas, mordiscos y al final… lengüetazos.
Así nos presentamos.
Siwar, que así se llamaba al que confundí con mi sombra, era un ser enigmático. Todos sus sentidos estaban como multiplicados: tenía la mejor intuición, olfato y velocidad que jamás había conocido. Siempre encontraba una repuesta para todo, desde cómo seguir el rastro de tesoros enterrados y todo lo bueno que se puede roer, hasta el nombre de cada estrella, los secretos de las nubes… Aunque había algo que no sabía: la existencia de los huesos luminosos, esos que ves llenando el cielo cuando llevas días sin comer; eso se lo conté yo.
Era emocionante estar en su compañía. Pronto nos hicimos inseparables.
Algunas veces, Siwar se esfumaba sin dejar rastro y, de la misma manera, cuando menos lo esperaba, volvía a aparecer.
Una noche, ya intrigado por esas desapariciones y apariciones repentinas, me atreví a preguntarle adónde iba cuando se marchaba con tanta urgencia, o cuando tardaba días en volver, pero terminé hablando solo, porque él se hizo el dormido y no me contestó.