Sobrevivir a la crianza de los hijos - Karin Schlanger - E-Book

Sobrevivir a la crianza de los hijos E-Book

Karin Schlanger

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Beschreibung

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a resolver sus problemas? ¿Cómo ofrecer una presencial parental segura pero que no sea intrusiva? ¿Qué podemos hacer cuando ya lo hemos intentado todo? Este libro tiene el objetivo de ayudar a los padres que tienen dificultades en la crianza de sus hijos. Karin Schlanger, a quien avalan casi cuarenta años de experiencia, presenta los problemas de niños y adolescentes en su contexto interaccional, es decir, en relación a lo que sucede entre las personas en la familia, en el colegio o en el grupo de amigos, ofreciendo una alternativa a la psicopatologización de esos problemas, mediante la aplicación de la Terapia Breve de resolución de problemas. Esta práctica consiste en tomar conciencia de qué es lo que causa malestar o incomodidad y proponer soluciones que se adapten de manera única a situaciones únicas. Mediante la exposición de casos reales, se pone de manifiesto la importancia de la presencia parental en la educación de los hijos, e invita a los padres a tomar posturas flexibles ante las dificultades que ven en o con los hijos Transmite una confianza profunda en las familias: confianza en los hijos y su capacidad innata de desarrollarse hacia la madurez y la autonomía, y confianza en los padres y su capacidad de cambio. Este libro está pensado para las familias, pero puede ser una lectura igualmente interesante y amena para otros lectores interesados en la apasionante empresa de educar.

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KARIN SCHLANGER (ED.)

Sobrevivir a la crianza de los hijos

Prácticas para pasarlo bien juntos

Herder

Diseño de portada: Gabriel Nunes

Edición digital: Agustina Luengo

© 2021, Karin Schlanger

© 2021, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN digital: 978-84-254-4734-1

1.ª edición digital, 2021

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).

Herder

www.herdereditorial.com

Índice

Prólogo

Mark Beyebach

Introducción

1. Bases teóricas que sustentan los capítulos siguientes

Karin Schlanger

2. Quiero ser mejor padre, ya sea en pareja o divorciado

Esther Krohner

¿Y qué pasó en esta historia?

3. Cuanto más la obligo, peor nos sentimos las dos

Margarita Irazusta

¿Y qué pasó en esta historia?

4. ¡Ayuda! Mi hijo está siendo acosado por sus amigos

Carmina Asunción Gillmore

Las personas cambian solo cuando tienen un motivo para cambiar

5. No me gusta nada la novia de mi hijo

Clara Solís y Pedro Vargas Ávalos

¿Cómo termina esta situación?

6. Fuma y sigue meándote, ¡es tu vida!

María Lleras de Frutos

¿Y qué pasó en esta historia?

7. ¡Estudia o te irá mal el resto de tu vida!

Karin Schlanger

¿Y qué hicimos en esta situación?

8. Si supieras que le estás dando veneno a tu hija, ¿qué harías?

Gloria Díaz

¿Cómo vemos nosotros esta situación?

Advertencia

9. La mochila que salvó a nuestra familia

Raquel Maresma Bernal

¿Y qué pasó en esta familia?

10. Mientras más lo presiono, más lo alejo

Ignacia Pérez Botto

Tengo que proteger a mi hijo adolescente de sí mismo, pero no sé cómo

¿Y qué pasó en esta terapia?

11. Ideas para padres novatos, cortesía de padres veteranos: todo sale bien al final

Karin Schlanger y Juan Luis Linares

Conclusión

Karin Schlanger

Sobre los autores

Notas

Información adicional

A mis dos hijos, Felipe y Andreas, porque ahora que son adultos nos seguimos eligiendo para tener las conversaciones importantes, y a mis mentores, Weakland, Fisch y Watzlawick, que me dejaron al mando de esta nave y a quienes extraño.

Prólogo

Me complace poder prologar este «pequeño gran libro», un texto que nace con la voluntad declarada de ayudar a madres y padres en apuros con sus propios hijos, pero que constituye una lectura valiosa, amena e incluso provocadora para cualquier persona que desee reflexionar sobre la apasionante empresa de educar. Es, además, un buen compendio de casos clínicos abordados mediante Terapia Breve de Resolución de Problemas, que interesará tanto a terapeutas experimentados como a clínicos en formación.

El libro empieza con una introducción en la que Karin Schlanger sabiamente sitúa a los lectores en las ideas básicas de la Terapia Breve de Resolución de Problemas, a fin de permitirles acceder a la lógica del «no sentido común». A este primer capítulo sigue una revisión de las bases teóricas del enfoque que, aunque se remontan a los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, continúan generando investigaciones fructíferas, como los estudios experimentales de Janet Bavelas sobre comunicación o las investigaciones de Michael Rohrbaugh y Varda Shoham sobre los «procesos irónicos».

El resto del libro se sitúa ya en un terreno enteramente práctico. Las colaboradoras de Karin Schlanger narran de forma vívida y cercana nueve historias diferentes, nueve casos contados en primera instancia desde la experiencia de desmoralización y desesperación de los propios padres, y analizados después desde el punto de vista de los terapeutas que los ayudaron a reencauzar la situación. Los casos son variados, aunque comparten algunos temas que me parecen muy sugerentes. Por un lado, la potencial dificultad de las transiciones: transición hacia una familia con padres divorciados en la primera historia que se nos presenta; transición hacia la adolescencia o hacia la vida adulta en siete de los relatos, transición de la familia a un nuevo país en otra historia y un capítulo en el que dos personas «sabias» nos llevan de la mano hacia un final feliz. Por otro, la importancia en la educación de una presencia parental afectiva y segura, que no sea ni intrusiva ni desconfiada, sino respetuosa y empoderadora. Finalmente, en todas las historias se destaca la relevancia que tiene el modo en que los padres percibimos las dificultades con nuestros hijos, a la vez que se enfatiza la necesidad de actuar, la necesidad de hacer algo distinto —aunque sea pequeño— para generar cambios.

A mi juicio, uno de los principales méritos de este libro es que sitúa los problemas de niños y adolescentes en su contexto interaccional, en relación con lo que sucede entre las personas en la familia, en el colegio o en el grupo de amigos. Rescatar esta mirada relacional me parece especialmente importante en estos momentos que Marino Pérez Álvarez denomina de «cerebrocentrismo», de fascinación acrítica ante los nuevos hallazgos de la psiconeurología sobre el funcionamiento de nuestro sistema nervioso. Dichos descubrimientos son, sin duda, fascinantes, pero no deberían llevarnos a olvidar que los humanos no somos simplemente un vehículo para nuestros cerebros, sino personas que tenemos —entre otras cosas— cerebros, pero actuamos inmersos en una red de relaciones interpersonales y en una matriz de significados y valores culturales al menos tan importantes como las conexiones neuronales que se establecen dentro de nuestros cuerpos. Esta visión interaccional es posiblemente el mejor antídoto ante la oleada de sobremedicación con psicofármacos que recorre nuestros centros educativos y los recursos de salud mental de medio mundo.

Otra fortaleza de este libro es que ofrece una alternativa a la psicopatologización de los problemas en la infancia y la adolescencia, y que lo hace sin culpabilizar a los padres. En este sentido, Karin Schlanger y sus compañeras no proponen sustituir el diagnóstico de posibles enfermedades mentales individuales por el desvelamiento de supuestas patologías familiares, de «conflictos familiares profundos» subyacentes, sino que reconocen que a menudo los problemas se convierten en tales simplemente porque los padres manejamos de forma desacertada una dificultad con nuestros hijos, con la mejor intención, y luego persistimos en esta solución intentada ineficaz porque creemos que es «de sentido común», pese a sus efectos contraproducentes. A mi entender, esta visión tiene un efecto liberador, que pone en un primer plano la capacidad de cambio de los padres, sus opciones de elegir cursos de acción alternativos. Además, en la tradición de las terapias breves, se subraya que es posible cambiar un sistema cambiando una sola de sus partes, lo que acentúa el pragmatismo del enfoque y facilita su aplicación.

También me gustaría destacar que el abordaje terapéutico en este enfoque se hace a la medida de los clientes, teniendo en cuenta sus particulares circunstancias, sus preferencias y sus valores. Esto me parece muy importante en una época en la que están tan de moda los rígidos protocolos de intervención en psicología clínica, la psicología del desarrollo malinterpretada como prescripción de cómo deben desarrollarse las personas (y no como mera descripción científica de cómo suelen hacerlo) y el encasillamiento de los clientes en «tipos de problemas» o en «tipologías de disfunción familiar». Este mismo respeto profundo por las personas con las que trabajamos se plasma también en la concepción del cambio terapéutico que nos proponen las autoras de este libro: no se trata de «educar» a las familias o de llevarlas por una ruta preestablecida entendida como la única correcta, sino que es suficiente con «desatascar» una situación, con conseguir algún pequeño cambio que desactive el círculo vicioso que atrapa a los implicados para que, a partir de ahí, las cosas sigan su curso y la familia vuelva a aprovechar sus propios recursos. Por eso, este libro no proporciona recetas cerradas, pautas de obligado cumplimiento ante determinadas dificultades, sino que nos invita a los padres a adoptar una cierta posición, una postura flexible ante las dificultades que vemos en o con nuestros hijos: tomar distancia y examinar de forma crítica si eso que estamos haciendo una y otra vez con la intención de ayudar a nuestros hijos verdaderamente funciona. Y, si no lo hace, atrevernos a ensayar alguna conducta alternativa y comprobar qué efecto tiene. En este sentido, me parece que este libro transmite una confianza profunda en las familias: confianza en los hijos y su capacidad innata de desarrollarse hacia la madurez y la autonomía, y confianza en los padres y su capacidad de cambio.

Mark Beyebach

Departamento de Ciencias de la Salud

Universidad Pública de Navarra, España

Introducción

Lo que para una persona puede ser un problema, para otra puede ser algo muy normal. Para nosotros, si no hay queja, no hay problema.

Fisch y Schlanger, Cambiando lo incambiable1

Estimados padres y madres:

Somos un grupo de psicólogas que vivimos dispersas por el mundo y tenemos en común el hecho de que amamos lo que hacemos. Vivimos en Chile, Paraguay, Barcelona y cuatro de nosotras en Estados Unidos, en Palo Alto, California, que es donde nació este modelo de resolución de problemas. La mayoría de nosotras tenemos hijos de diversas edades, así que sabemos de lo que estamos hablando o, por lo menos, ¡eso creemos! Con la experiencia de muchos años, decidimos escribir este manual porque veíamos redundancias y repeticiones en las dificultades que las personas nos traían. ¿Por qué no tratar de ayudar a toda la gente que, seguramente, está al borde de pedir ayuda? Somos humanos, así que, aun en diferentes culturas y a lo largo del tiempo, la niñez y la adolescencia en el mundo occidental son similares.

Nuestra intención es contarles cómo, desde nuestro modelo de Brief Therapy —Terapia Breve de Resolución de Problemas—, vemos la realidad desde una perspectiva en la cual, una vez que se tiene conciencia de que hay algo que causa dolor/molestia/incomodidad, se pueda actuar de manera diferente para que, como resultado, la situación que causa el problema ya no pueda darse.

Habiendo dicho esto, también debemos aclarar que, como padres, es nuestra responsabilidad velar por el bienestar de nuestros hijos y, si los consejos o sugerencias que proponemos en este libro no ayudan casi inmediatamente, es importante consultar con un profesional de salud mental.

Antes de seguir leyendo, tienen ustedes que saber que hay unas cuantas cosas que hemos aprendido a lo largo de los años de nuestro trabajo con jóvenes y sus familias.

1) Los padres no pueden ser padres y, al mismo tiempo, ser los mejores amigos de sus hijos. Eventualmente, cuando sean adultos, si resulta que han salido bien, puede ser que los elijamos —y que nos elijan— para ser amigos.

2) Cada situación difícil entre un joven y sus padres es única y diferente, con lo cual son los padres los que están en la mejor posición de efectuar un cambio. Esto les quedará claro a los padres que tienen más de un hijo: ¡son todos diferentes!

3) Cuidado con tenerles miedo a nuestros jóvenes: cuando alguien tiene miedo, deja de pensar de manera lógica y de ese modo se cierran puertas hacia una interacción diferente, con posibles resultados diferentes. Y esto nos trae a nuestra convicción más profunda, que nos diferencia de otras formas de ver la realidad:

4) Creemos que una dificultad es siempre el resultado de una interacción. Esta puede ser vista como la interacción entre los jóvenes y sus padres, los jóvenes y su contexto, que luego tiene un efecto en casa, los padres y su contexto, que luego también tiene un efecto en casa.

5) En los diferentes ejemplos que todas hemos presentado en nuestros capítulos, verán ustedes que el énfasis está en hacer algo que sea de no sentido común. Aquí es donde debemos contarles un poco cómo pensamos y por qué damos las recomendaciones que damos. Y finalmente:

6) Cuando hay un problema, una queja, una inquietud en una persona dentro de la familia, esto tiene un impacto en el resto de los componentes de dicha familia y en su funcionamiento. Por eso verán, queridos lectores, que en las diferentes situaciones de las que hablamos habrá consecuencias positivas para otros miembros de la familia cuando la situación problemática que los tiene atascados se «des-atasca» con la implementación de acciones diferentes que son de no sentido común.

En la sociedad occidental en la que vivimos, el énfasis se ha ido poniendo cada vez más en la individualidad y así es como se llega con relativa facilidad a señalar con el dedo a la persona que está causando un problema. En cuanto damos un paso atrás para tener más perspectiva, podemos elegir hacernos partícipes de aquello que ocurre a nuestro alrededor. Si bien esta acción resulta incómoda —muchas veces es más fácil señalar a alguien fuera de nosotros mismos—, podemos garantizarles que es altamente productiva. Nosotras hablamos de poder ver mejor la película: ¿quién le dice qué a quién y cómo responde la otra persona? Esa respuesta ¿tiene el efecto deseado, es decir, el de acabar con el comportamiento disruptivo o termina siempre en lo mismo, con más discusiones? Como humanos tenemos un número limitado de respuestas posibles y tenderemos a repetir las que, en algún momento en el pasado, funcionaron. O sea, las respuestas que produjeron el efecto deseado. Un poco, si se me permite, como un perro que está acostumbrado a que su amo le abra la puerta al jardín cada mañana para que haga sus necesidades. Parte de la rutina del perro y su amo es que, cuando el perro vuelve del jardín, el amo le ha puesto un poquito de leche en su comedero y el perro, muy feliz, se la toma. Una buena mañana, el amo ha olvidado comprar leche; por lo tanto, cuando el perro regresa de su salida y encuentra el comedero vacío, vuelve a salir al jardín para poder volver a entrar y tal vez, en esta segunda entrada, encontrar leche en su comedero. ¿Les resulta familiar?

También es cierto que nuestra sociedad acepta todavía la idea de que para resolver un problema de corte psicológico hace falta, es necesario, llegar a saber su porqué, hay que explorar las causas que dan por resultado el problema actual, identificarlo y, de ser posible, darle una etiqueta o diagnóstico. Estos supuestos se han convertido en parte del saber de la sociedad en general, por lo tanto, nos llegan muchos clientes —no hablamos de «pacientes» desde nuestro punto de vista— que, con resignación, están dispuestos a invertir el tiempo y el dinero que supone ser parte de una excavación arqueológica en búsqueda del porqué, para luego poder llegar a lo que quieren verdaderamente, que es que el problema con el cual están atascados se solucione. Para su gran sorpresa nosotras pensamos de manera diferente y, consecuentemente, actuamos de manera diferente. Nuestra práctica es muy distinta de la del «psicólogo clásico». Por eso escribimos este libro.

Empecemos con una anécdota que ilustra lo que queremos decir.

Hace poco mi automóvil nuevo decidió detenerse en medio de la autopista. Con mucho trabajo logré llegar al arcén para no crear un atasco. Como era un automóvil más o menos nuevo, lo primero que hice fue llamar a la concesionaria donde lo había comprado. Me pusieron en contacto con un ingeniero de turno que me hizo muchas preguntas. ¿En qué circunstancias se había parado el motor? Quería mucha información acerca de cómo se había estado comportando el automóvil hasta entonces, qué ruidos había estado haciendo el motor últimamente, si le había hecho los mantenimientos correspondientes y, después de todas esas preguntas, dijo saber exactamente por qué se había parado el motor, pero que desgraciadamente no había nada que pudiera hacer para ayudarme en ese momento. Tendría que llevar el coche a la concesionaria para que pudieran establecer con claridad por qué me había quedado parada en la autopista.