Sólo se ahorca una vez - Dashiell Hammett - E-Book

Sólo se ahorca una vez E-Book

Dashiell Hammett

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Beschreibung

Samuel Spade ejerce como detective privado en la ciudad de San Francisco de los años treinta. Es desconfiado, terco e irónico, y actúa con brutalidad. Entre sus métodos poco convencionales utiliza la mentira para poner al descubierto a los delincuentes, juega con la psicología de los hombres y seduce con éxito a mujeres fatales. No sólo es un detective emblemático, también es el ícono de la novela negra. En este relato, Spade persigue a un criminal hasta llevarlo a un callejón sin salida y finalmente lo desenmascara.

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Seitenzahl: 25

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Inhalt

SOLO SE AHORCA UNA VEZ

Samuel Spade dijo:

—Mi nombre es Ronald Ames y quiero ver al señor Binnett… al señor Timothy Binnett.

—Señor, en este momento el señor Binnett está descansando —respondió dubitativo el mayordomo.

—¿Sería tan amable de averiguar en qué momento podrá recibirme? Es importante —Spade carraspeó—. Yo… acabo de llegar de Australia. Es sobre algunas propiedades que tiene allí.

El mayordomo dio media vuelta diciendo que vería qué podía hacer y subió la escalera principal. Spade armó un cigarro y lo encendió.

El mayordomo volvió a bajar la escalera.

—Lo siento mucho. En este momento no se lo puede molestar, pero lo recibirá el señor Wallace Binnett, sobrino del señor Timothy.

—Gracias —dijo Spade y siguió al mayordomo escaleras arriba.

Wallace Binnett era un hombre moreno, delgado y apuesto, de la edad de Spade —treinta y ocho años—. Se levantó sonriente de un sillón decorado con brocados y preguntó:

—Señor Ames, ¿cómo está? —señaló otro sillón y volvió a tomar asiento—. ¿Viene de Australia?

—Llegué esta mañana.

—¿Es usted socio de tío Tim?

Spade sonrió y negó con la cabeza.

—No, pero dispongo de cierta información que creo que debería conocer… en seguida.

Wallace Binnett miró el suelo pensativo y luego clavó la mirada en Spade.

—Señor Ames, haré todo lo posible para convencerlo de que lo reciba pero, sinceramente, no sé si tendré éxito.

Spade se mostró ligeramente sorprendido.

—¿Por qué?

Binnett se encogió de hombros.

—A veces es un poco particular. Entiéndame, su mente parece estar bien, pero tiene la irritabilidad y la excentricidad de un anciano con la salud quebrada y… bueno… por momentos es difícil tratar con él.

—¿Ya se ha negado a verme? —preguntó Spade suavemente.

—Sí.

Spade se puso de pie y su rostro satánico adoptó una expresión indescifrable. Binnett levantó velozmente la mano.

—Espere, espere —pidió—. Haré lo que esté en mis manos para que cambie de parecer. Quizás, si… —súbitamente sus ojos oscuros se mostraron cautelosos—. ¿No estará intentando venderle algo?

—No.

Binnett volvió a bajar la guardia.

—En ese caso, creo que podré…

Apareció una joven que gritó colérica:

—Wally, el viejo idiota ha… — al ver a Spade se interrumpió y se llevó la mano al pecho.

Spade y Binnett se levantaron simultáneamente. El anfitrión dijo con amabilidad:

—Joyce, te presento al señor Ames. Mi cuñada, Joyce Court.

Spade hizo una reverencia.

Joyce Court soltó una risita incómoda y añadió:

—Por favor, disculpe esta entrada tan precipitada.

Era una mujer morena, alta, de ojos azules, de veinticuatro o veinticinco años, con buenos hombros y un cuerpo fuerte y esbelto. La calidez de sus facciones compensaba su falta de armonía. Vestía un pijama de raso azul de piernas anchas.

Binnett sonrió amablemente y preguntó:

—¿A qué se debe tanta agitación?

La ira enturbió la mirada de la mujer, estuvo a punto de hablar, pero miró a Spade y prefirió decir:

—No deberíamos molestar al señor Ames con nuestras ridículas cuestiones domésticas. Pero si… —titubeó.

Spade volvió a hacer una reverencia:

—Por supuesto, no se preocupe por mí.