Somatizaciones en la infancia y la adolescencia - Azucena Díez - E-Book

Somatizaciones en la infancia y la adolescencia E-Book

Azucena Díez

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Beschreibung

¿Qué son las somatizaciones? ¿Cómo funciona el mecanismo por el cual el malestar psicológico de nuestros hijos puede derivar en problemas físicos? ¿Cómo aprender a diferenciar unos síntomas de otros y, cuando se producen, cómo actuar? Y, sobre todo, ¿cómo afrontar este problema y hablar de él con nuestros niños y adolescentes desterrando falsos mitos o creencias erróneas, dándole la importancia que tiene y evitando minimizar sus consecuencias o exagerarlas? Azucena Díez y Cecilia Hernández, especialistas que tratan día a día con niños y adolescentes que somatizan y padres y profesores desesperados por entender este problema tan desconocido como ignorado o poco comprendido, nos explican en qué consiste, cómo afrontarlo y qué podemos hacer en casa para convivir con él y superarlo.

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Somatizaciones en la infancia y la adolescencia

Azucena Díez Suárez

Cecilia Hernández González

La información presentada en esta obra es simple material informativo y no pretende servir de diagnóstico, prescripción o tratamiento de cualquier tipo de dolencia. Esta información no sustituye la consulta con un médico, especialista o cualquier otro profesional competente del campo de la salud. El contenido de la obra debe considerarse un complemento a cualquier programa o tratamiento prescrito por un profesional competente de la medicina. El autor y el editor están exentos de toda responsabilidad sobre daños y perjuicios, pérdidas o riesgos, personales o de cualquier otra índole, que pudieran producirse por el mal uso de la información aquí proporcionada.

Primera edición en esta colección: octubre de 2023

© Azucena Díez Suárez y Cecilia Hernández González, 2023

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2023

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-19655-81-3

Diseño, realización de cubierta y fotocomposición: Grafime Digital S. L.

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

A nuestros pacientes y sus familias.

A nuestros maestros y compañeros de aventuras en la vida.

A nuestras propias familias, que forman parte de nosotras y de todo lo que somos.

Índice

Introducción1. Un poco de teoría para comenzar¿Qué son las somatizaciones?¿Qué tipos de somatizaciones existen?¿Es lo mismo una somatización que un trastorno?¿Es posible sufrir a la vez somatizaciones y otras enfermedades?A veces sí se lo inventan: los trastornos facticios y la simulación¿A cuántos niños afecta?¿Cuáles son las causas de las somatizaciones?¿Qué consecuencias tienen?Papel de la familia, el colegio y las relaciones sociales2. ¿Cómo se tratan las somatizaciones?Intervenciones cognitivo-conductualesEntrenamiento en técnicas de relajación y mindfulnessIntervenciones familiares específicas (terapia familiar sistémica)Intervenciones farmacológicas: tratamiento con medicación¿Se curan las somatizaciones?3. Mitos y creenciasLos que somatizan son más débilesLos niños se inventan los síntomas, quieren llamar la atención o huirLa familia tiene la culpaSi le realizan muchas pruebas médicas, encontrarán lo que le ocurreSi no le hago caso, se le pasaráCon mano dura, irá al colegio4. De la teoría a la práctica¿Puede mi hijo sufrir somatizaciones?¿Cómo podemos detectar las somatizaciones?¿Podemos hacer algo para ayudar a nuestros hijos?¿Cuándo debería pedir ayuda a un especialista?5. Casos inspirados en la realidadMe duele la tripa de domingo a juevesMe desmayo a la hora del recreoNuevas manchas han aparecido en mi pielLa tos de los videojuegosLa chica que convulsionaba en las comidasMe ha dejado mi novio y estoy en la UCISe me nota mucho la venaLibros que te pueden interesarAgradecimientos

Introducción. Quiénes somos y por qué hemos escrito este libro

Azucena Díez Suárez

Soy Azucena Díez Suárez, me dedico a la psiquiatría infantil y adolescente, y me apasiona mi profesión. Dirijo la Unidad de Psiquiatría del Niño y Adolescente del departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra en sus sedes de Pamplona y Madrid, y soy profesora en la Facultad de Medicina y en la de Psicología de la misma universidad. A menudo, cuando me preguntan cuál es mi especialidad médica, muchas personas se muestran sorprendidas, se asustan y aluden al dramatismo de mi labor, pero siempre les respondo que mi trabajo es precioso y la mayoría de las veces muy divertido. Considero que los niños y los adolescentes son seres especiales, a menudo superiores a nosotros, los adultos.

Soy madre de dos niños; uno de ellos tuvo durante una temporada de su vida somatizaciones muy frecuentes, y siempre, como padres, nos ha costado entender qué le ocurría y, sobre todo, cómo actuar en cada situación cuando se quejaba «tanto por nada».

Estudié Medicina pensando en dedicarme a los niños, así que decidí formarme como pediatra primero. A lo largo de los años de residencia, lo que más me interesaba era el comportamiento de los niños y sus familias, en especial las situaciones que se generaban cuando los síntomas que nos contaban no se podían explicar con las pruebas que se solían realizar. Para los médicos existen dos alternativas para manejar situaciones que no se entienden bien: rechazarlas o tomarlo como un reto y hacer lo posible para solucionarlas, así que lo que yo veía era que algunos pediatras eran capaces de detectar esas situaciones complejas, pero muy pocos sabían desenvolverse en ellas.

Los años que estuve trabajando como pediatra de atención primaria seguí atendiendo con especial esmero a los niños y adolescentes con problemas emocionales, de conducta o de aprendizaje. Pero no tenía formación suficiente. Así que decidí formarme como psiquiatra infantil con el Dr. César Soutullo, que acababa de llegar de Estados Unidos, allá por 1999. Él ha sido mi mentor y mi amigo, y le debo un eterno agradecimiento por todas las oportunidades que me ha brindado desde su enorme generosidad. Después de dos años de subespecialización o fellowship en la Unidad de Psiquiatría del Niño y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra, traté por todos los medios de dedicarme a la psiquiatría infantil. Sin embargo, siendo especialista en pediatría, en nuestro país, esto es muy difícil. Por fortuna, al fin se ha aprobado la especialidad de psiquiatría infantil y de la adolescencia. Este reconocimiento facilitará que los niños que sufren problemas de salud mental y sus familias tengan la oportunidad de recibir apoyo de profesionales bien formados y tratamientos adecuados, basados en evidencia científica.

Mi tercera etapa profesional fue realizar la especialidad de psiquiatría (general) en el Complejo Hospitalario de Navarra. Allí conocí a grandes profesionales y, aunque mi formación ha sido muy larga, agradezco haber tomado esa decisión.

Desde 2011 trabajo en la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra. Esta empresa, mi empresa, nos brinda la gran oportunidad de poder compatibilizar la atención a los pacientes con la docencia, tanto de grado, es decir, a estudiantes de Medicina y de Psicología, como de posgrado, a residentes de psiquiatría y de pediatría. Nunca se aprende algo tan bien como cuando hay que enseñárselo a los demás. Los alumnos y los residentes nos empujan desde abajo, y nos obligan a mantenernos al día y no acomodarnos. En este contexto, he tenido la suerte de conocer a muchos residentes y especialistas con enormes ganas de aprender de psiquiatría infantil, entre ellos mi gran amiga Cecilia Hernández. Ella ha sido y es una profesional excepcional, con un gran entusiasmo, capacidad de trabajo y enorme bondad. Fue en 2017, en su rotación con nosotros en Pamplona, cuando surgió la idea de escribir este libro sobre somatizaciones en niños y sus familias. Juntas reflexionamos mucho acerca de lo difícil que es comprender las somatizaciones y lo desesperados que se sienten estos niños y sus padres. Estoy entusiasmada con poder compartir esta pequeña obra, que deseamos, de corazón, que ayude a familias y profesionales a entender a nuestros pequeños somatizadores. Gracias por esta oportunidad.

Cecilia Hernández González

Mi nombre es Cecilia Hernández González, pasé mi infancia y mi adolescencia en Málaga, junto con mi familia. Siempre quise estudiar Medicina para ser psiquiatra de niños y adolescentes, pero me encontré algunas trabas, y es que en España no existía la especialidad. Inicié mis estudios de Medicina en Cádiz en el año 2006, y posteriormente me especialicé en 2017 en psiquiatría en el Hospital Universitario Puerto Real. Desde entonces, ejerzo como referente de niños, y recientemente, con la creación de la especialidad, por fin he conseguido el título de la profesión que realmente me apasiona. Desde que comencé mis estudios centré mis esfuerzos en ampliar conocimientos relacionados con la psiquiatría infantil, y fui encontrando referentes de los que aprendía con total admiración; gracias a los cuales he llegado hasta aquí. Durante la carrera me encontré a una de las mejores personas y profesionales que he conocido nunca, la Dra. Concepción de la Rosa Fox, pediatra y psiquiatra, apasionada de su trabajo y una de las referentes de psiquiatría infantil en España. Posteriormente, en uno de los primeros congresos a los que asistí, reconocí a dos profesionales a los que admiraba enormemente: el Dr. César Soutullo Esperón y la Dra. Azucena Díez Suárez. Con mucha vergüenza me acerqué a presentarme y es así como conocí a Azucena, una de mis mentoras, con la que además comparto una maravillosa relación de amistad. Todavía hoy, a veces, Azucena me recuerda entre risas aquel día. Pasé unos meses con ella y su equipo, junto con el Dr. César Soutullo, en la Clínica Universidad de Navarra en el año 2015, y la experiencia fue tan positiva que decidí regresar en 2017, con el fin de realizar una estancia formativa durante un año entero para especializarme en psiquiatría del niño y del adolescente.

Desde que Azucena y yo nos conocimos, siempre nos han llamado la atención los casos de las somatizaciones: síntomas que otros médicos no podían explicar y que nos pasan a todos en determinadas ocasiones, y que a algunos niños y adolescentes llegan a limitarles en todos los ámbitos de su vida. Es así como nació la idea de escribir un libro para ayudar a familias, niños, adolescentes e incluso a otros compañeros sanitarios a comprender estos síntomas que son extraordinariamente frecuentes y que, en ocasiones, condicionan la vida hasta límites insospechados. Actualmente, ejerzo mi profesión como psiquiatra referente de niños y adolescentes en la provincia de Cádiz, y sigue apasionándome la idea de seguir ayudando a las familias. Paralelamente sigo formándome, actualmente en terapia familiar sistémica, de la mano de otra persona y profesional importante en mi vida, psicólogo de profesión y codirector de Cooperación en el Instituto de Formación Sistémica: Juan Miguel de Pablo Urbán, donde, junto con Antonio Redondo y un excelente grupo de compañeros, compartimos tiempo, experiencias, supervisamos y profundizamos en la difícil labor de comprender(nos) y ayudar a las personas y a las familias. Paralelamente, colaboro con la Universidad de Cádiz en la asignatura de Psiquiatría y como tutora de alumnos para los trabajos fin de grado y máster, y soy tutora de residentes en formación.

Esperamos que este libro consiga nuestro objetivo, que no es otro que compartir experiencias y casos (siempre manteniendo el anonimato, por lo que nos hemos inspirado en casos reales y hemos modificado ciertos detalles) y ayudar a comprender mejor a las familias, a los niños y adolescentes que sufren este tipo de síntomas y que muchas veces se han sentido perdidos y abandonados.

1.Un poco de teoría para comenzar

Algunos comentarios iniciales

En este libro, cuando se menciona «niños», se incluye tanto a niños como a adolescentes de ambos sexos. Cuando nos referimos a padres, puede incluir también a otros cuidadores principales de los niños, como abuelos, tíos o tutores legales.

¿Qué son las somatizaciones?

Quizás en alguna ocasión alguno de los médicos con los que habéis consultado os haya dicho que a vuestro hijo no le pasa nada, porque «no se ve nada» en las pruebas, y que, en todo caso, hay que buscar «otras causas». Es posible que el médico, aunque asuma y quiera dar a entender que estas causas son fundamentalmente psicológicas, no se atreva a decirlo y emplee eufemismos del tipo: «¿Le ha pasado algo últimamente, está estresado, tiene algún problema?». Por descontado, lo primero que queremos es desmontar esa frase: Sí, le pasa algo. Es muy probable que en ese caso el profesional que atiende al niño y a sus padres se refiriera, de forma poco acertada, a un trastorno psicosomático. Esta separación o dicotomía entre lo físico y lo mental es muy perjudicial para las personas que sufren somatizaciones y sus familias, no es útil y no les ayuda.

Para comprender este libro es necesario comenzar contextualizando el término «psicosomático» o somatización: «psico» hace referencia a todos los factores asociados a lo mental, y «soma», a aquellos factores referentes a lo corporal, al cuerpo. Para poder entender y ayudar a las personas con somatizaciones, se debe olvidar este dualismo mente-cuerpo, ya que ambos están íntimamente relacionados y no se puede tratar uno sin considerar al otro.

En la figura 1 se representa de forma gráfica lo imprescindible que resulta evitar esta dicotomía entre mente y cuerpo.

Figura 1. Evitar el dualismo mente-cuerpo.

La división entre cuerpo y mente es muy antigua, y el término psicosomático se atribuye a la antigua Grecia, siendo más que probable la influencia de Platón, filósofo griego (estamos hablando nada menos que de los siglos IV y III a. C.) que afirmaba que en el hombre coexisten dos principios opuestos: el cuerpo, siendo este la realidad material, y el alma, inmaterial, divina e inmortal. En cambio, Aristóteles, alumno de Platón, consideraba que el hombre estaba compuesto por cuerpo y alma, pero de forma indisoluble, aunque la visión dualista del ser humano perduró varios siglos, desde la Edad Antigua a la Edad Media y a la Edad Moderna. En esta última cabe destacar que René Descartes (1596-1650), filósofo, matemático y físico francés, continuó poniendo el acento en la separación del cuerpo y alma: «En el concepto de cuerpo no está incluido nada que pertenezca al alma, ni en el concepto de alma nada que pertenezca al cuerpo». Durante muchos siglos, por tanto, se ha mantenido esta dicotomía, y se ha sostenido en el conocimiento médico hasta la formación de los actuales profesionales en medicina y psicología. A finales del siglo XIX Sigmund Freud (1856-1939), neurólogo, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX, comienza a describir cómo los fenómenos mentales y físicos tienen una potente influencia bidireccional, a lo que denominó «el salto misterioso desde la mente al cuerpo». Freud se dedicó en profundidad al estudio y tratamiento de la histeria e introdujo el término «conversión». El significado del término «histeria» es precisamente «un trastorno psicológico caracterizado por la aparición de síntomas físicos o somáticos que no tienen causa médica identificable». En tiempos de Freud, se consideraba que la histeria afectaba principalmente a mujeres, y se creía que los síntomas eran el resultado de un problema en el útero o en el sistema reproductivo femenino. De hecho, etimológicamente proviene de la palabra griega hystera, que significa ‘útero’. La conversión se refiere a la «transformación» de los conflictos y las emociones «reprimidas» en síntomas físicos. Previamente, algunos autores ya habían hablado del «cuerpo como símbolo».

Diferentes nombres para (casi) lo mismo

Es muy probable que os hayan dicho que vuestros hijos tienen síntomas «funcionales», «psicógenos» o «no orgánicos». Ninguno de estos nombres es del todo adecuado, por distintos motivos:

Funcional: Los síntomas funcionales son molestias físicas asociadas a estrés psicológico sin estar explicadas por anormalidades fisiopatológicas o causas médicas explicables. Además, hace referencia a que el síntoma tiene una función concreta, aunque esto no ocurre de forma consciente: cuando el niño tiene el síntoma, esto provoca que se cambie una situación o se evite algo como «estoy malo, no puedo ir al colegio», o «si dejo de estar enfermo, lo cual une a mis padres, su matrimonio se podría romper».Psicógeno: Esta palabra, que proviene del griego, tiene su raíz etimológica en psykhe (‘alma’) y geno (‘producir’, ‘engendrar’), es decir, que podría traducirse como «originado en la mente o en el alma». Por lo tanto, podría sugerir que el niño se lo inventa o se lo produce a sí mismo, y confundirse con otro tipo de problemas, de los que hablaremos más adelante: los llamados «trastornos facticios».No orgánico: Existe una tendencia muy desacertada a clasificar los síntomas en «orgánicos» (los que tienen una causa que se puede identificar mediante pruebas) y «no orgánicos» (los síntomas no se corresponden a ningún resultado concreto en las exploraciones realizadas). Esta división es errónea y, a menudo, ofensiva por dos motivos: primero, todos los síntomas psiquiátricos se ubican en un órgano: el cerebro. Es probable que dentro de algunos años se lleguen a encontrar marcadores biológicos de los síntomas psiquiátricos, es decir, que a los pacientes que consultan por depresión, ansiedad, psicosis o algún otro tipo de síntoma se les llegue a diagnosticar mediante pruebas tales como análisis sanguíneo o pruebas de imagen (resonancia magnética u otras). En investigaciones con técnicas sofisticadas, caras o difíciles de reproducir, como, por ejemplo, técnicas de imagen cerebral funcional (resonancia magnética funcional), se han observado cómo algunas regiones del cerebro reaccionan de forma diferente en personas que tienen algún síntoma o trastorno psiquiátrico. Por ejemplo, en personas que sufren trastornos de ansiedad, al mostrarles imágenes con estímulos que les producen miedo, se hiperactivan unas estructuras cerebrales. En los que presentan un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (que se caracteriza por la presencia de síntomas de impulsividad, inatención e hiperactividad psicomotriz) se ha evidenciado una menor activación en determinadas áreas cerebrales, como la frontotemporal, así como alteraciones en la estructura cerebral, en comparación con niños sin estos síntomas. En los trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia nerviosa, mediante técnicas de imagen funcional pueden observarse diferencias en los patrones de activación ante la visión de alimentos hipercalóricos. En conclusión: el cerebro de las personas con alteraciones emocionales o del comportamiento funciona de modo distinto.

Por otra parte, es importante subrayar que en muchas enfermedades diferentes que se diagnostican mediante pruebas objetivas, el estrés puede influir en su aparición o evolución. Existen múltiples evidencias para poder afirmar que la relación entre cuerpo y mente es innegable. Por ejemplo: una situación de ansiedad puede desencadenar infartos de miocardio, empeorar enfermedades dermatológicas (como el acné, la dermatitis o la psoriasis) o digestivas (síndrome de Crohn, colitis ulcerosa...), provocar brotes de enfermedades autoinmunes o inflamatorias (como el lupus, la esclerosis múltiple, la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa), empeorar enfermedades endocrinas como la diabetes mellitus, o desencadenar convulsiones en una persona con epilepsia.

Estos síntomas también se han llamado síntomas «nerviosos», «neurosis» o «histeria». El término «neurosis», que surge a finales del siglo XVIII, se refería a trastornos generales, concretamente del sistema nervioso, que acontecían sin fiebre ni otros signos demostrables, y que eran capaces de alterar la capacidad sensitiva y motora de las personas. Desde las concepciones psicoanalíticas cuyo principal representante es Sigmund Freud, al hablar de histeria y neurosis se sostiene a grandes rasgos que existe una función simbólica de los síntomas, que estaría relacionada con conflictos infantiles pasados o traumas. El uso coloquial de estas palabras, «estar o ser un neurótico» o «estar o ser una histérica», generalmente se hace con una connotación despectiva, sugiriendo que los niños se lo están «inventando».

Concepto de somatización

La somatización se podría definir como la experiencia de uno o varios síntomas físicos en ausencia de resultados anormales en las pruebas realizadas. Se podría decir que su intensidad o el impacto que generan son «inexplicables» desde el modelo médico más tradicional, basado en la correspondencia entre síntoma y exploración.

En general, la ausencia de otros signos que acompañan al síntoma, por ejemplo, de un dolor de localización difusa abdominal, que no implica cambios en el tipo de heces ni afecta al apetito, tiene más posibilidades de ser de origen somático. No obstante, no debemos olvidar que los síntomas de origen somático son reales, es decir, si el niño se queja de que le duele, LE DUELE DE VERDAD. No se lo están inventando ni eligen tenerlos, ellos no quieren sufrir dolores ni ningún otro síntoma. Los niños y adolescentes con somatizaciones frecuentes faltan más al colegio, tienen peor rendimiento académico y un riesgo mucho mayor de desarrollar síntomas depresivos y de ansiedad a lo largo de su vida. Estas familias tienen una percepción de su salud tan mala como otras familias de niños que sufren enfermedades crónicas y graves. En algunos casos de trastornos de somatización grave, su vida se encuentra totalmente paralizada en todos los ámbitos durante varios años. Suelen estar sometidos a una gran cantidad de visitas médicas y exploraciones complejas, que pueden ser peligrosas (por ejemplo, por la radiación acumulada o el dolor que asocian) y a menudo innecesarias. Estas familias, a menudo, sienten que no se les está comprendiendo, se muestran confusas y van buscando múltiples opiniones.

¿Qué tipos de somatizaciones existen?

Prácticamente cualquier tipo de síntoma puede ser una somatización. En nuestra experiencia, los médicos y psicólogos que atendemos a niños hemos podido recibir a niños y familias con síntomas tan variados como: dolores de cualquier tipo y localización, parálisis, debilidades extremas e incapacitantes, tos, estornudos, erupciones (enrojecimientos) en la piel, crisis epilépticas que no lo eran, vómitos incoercibles que no mejoran con nada, embarazos «psicógenos», cegueras o sorderas inexplicables, etc.

Las somatizaciones más frecuentes son los dolores, principalmente de cabeza o abdominales, y los síntomas de tipo inespecífico, como cansancio, mareo o debilidad. A los síntomas de tipo neurológico, como parálisis, crisis de tipo epiléptico o desmayos, se les denomina conversivos.

En niños y adolescentes existen dos entidades con un reconocimiento muy especial por su alta frecuencia: el llamado dolor abdominal funcional y las cefaleas. En general, las consultas relacionadas con estos síntomas en pediatría de atención primaria se elevan hasta el 20 % del total de sus consultas, y muchos de ellos son, de hecho, derivados a los pediatras especialistas en aparato digestivo o a los neuropediatras.

¿Es lo mismo una somatización que un trastorno?

La gran mayoría de los seres humanos hemos vivido algún tipo de somatización. ¿Quién no ha sentido una gran tensión en el cuello después de un día de trabajo difícil? La sensación de estrés nos modifica nuestro ritmo intestinal, se podría decir que casi todos tenemos tendencia a la diarrea o quizás al estreñimiento ante la presencia de situaciones agobiantes. ¿No os resulta familiar sentir la necesidad imperiosa de ir al baño a orinar antes de un examen, o la sensación de «nudo en el estómago» al encontrarse con alguien con quien tenemos un conflicto o del que nos sentimos profundamente enamorados? Desde esta perspectiva, probablemente nadie pueda negar que cuerpo y mente están relacionados. Estas situaciones, por supuesto, no son trastornos de somatización. Lógicamente, de ser así, padeceríamos esos trastornos todos: niños y adultos.

Existe una tendencia a asimilar el término «trastorno psiquiátrico» con una enfermedad mental grave, en la que el que lo sufre se encuentra completamente incapacitado para realizar una vida normal, y probablemente no puede ejercer ningún empleo, no podrá tener una pareja nunca, tendrá un aspecto abatido y quizás incluso más probabilidad de cometer delitos. Gran parte de la población piensa que existen dos categorías de personas: «los locos» y «los normales». Todos debemos luchar contra esta estigmatización de las enfermedades mentales. Una crisis de pánico en una situación de aglomeración es un trastorno mental, la fobia a las arañas, también, y sufrir ansiedad de forma frecuente y tener insomnio, en muchos casos, también lo es. Quizá nuestros hijos tengan un trastorno psiquiátrico, de somatización o de cualquier tipo, y es que parece que la mayor parte de la población se siente incómoda simplemente con la palabra «psiquiátrico».

Dicho esto, intentemos conceptualizar la idea y para ello nos situaremos en el término medio. Se podría afirmar que cuando existen síntomas psiquiátricos (o psicológicos, o mentales, si lo preferimos) con una frecuencia suficiente, durante un período concreto, y que impiden que el que los sufre lleve un estilo de vida acorde a su situación, es que padece un trastorno psiquiátrico. En el caso de los niños, el impacto en su vida puede ser más difícil de valorar, ya que no existen las «bajas escolares», como sí las hay en los adultos: las bajas laborales. Pero cuando un niño deja de ser él mismo, no disfruta, no se ríe, no juega, pierde su vitalidad, rechaza ir al colegio insistentemente y, desde el sufrimiento, llora demasiado o se aísla... es en ese momento cuando hay que escucharle, sin juzgar, y priorizando en su salud y quizá no en la norma, en lo que debe hacer porque es su obligación. También hay que llevarle al pediatra y buscar la forma de averiguar qué le está ocurriendo. Y es que detectarlo pronto y actuar implica sembrarle un mejor futuro. No olvidemos que las somatizaciones son precursoras de ansiedad y depresión en los adultos. Y la depresión, por ejemplo, es la primera causa de incapacidad en el mundo.

En el caso de los trastornos de somatización, la diferencia principal es que el síntoma índex no es psiquiátrico, sino físico o neurológico. Por lo general, se exige un mínimo de seis meses de duración, pero tal y como hemos comentado antes, los niños, adolescentes y, por supuesto, los adultos que los sufren, llevan muchos años padeciéndolos.

Aunque este no es un libro específico para profesionales, y es mucho más probable padecer somatizaciones que no conformen un trastorno propiamente dicho, es interesante conocer los diferentes tipos de «trastornos de somatización» que existen y sus características principales. Antes que nada, es importante explicar que los diagnósticos clínicos en los que se basa la comunidad médica y científica están recogidos en distintas clasificaciones, entre las que cabe destacar la Clasificación Internacional de las Enfermedades, actualmente en su actualización número once (CIE-11), y dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el DSM, clasificación de la Asociación Americana de Psiquiatría, actualmente en su quinta versión (DSM-5). En la tabla que incluimos a continuación se enumeran los distintos trastornos de síntomas somáticos según los criterios del DSM-5, que es el sistema diagnóstico que mejor se adapta a la población infantil.

Trastorno de síntomas somáticos.Trastorno de ansiedad por enfermedad.Trastorno de conversión (trastorno de síntomas neurológicos funcionales).Factores psicológicos que influyen en otras afecciones médicas.Trastorno facticio.Otros trastornos de síntomas somáticos y trastornos relacionados especificados.Trastorno de síntomas somáticos y trastornos relacionados no especificados.

Tabla 1. Trastornos de síntomas somáticos según el DSM-5.

A continuación, se explicarán los tres primeros en detalle. Para los trastornos facticios o de simulación se dedica otro apartado más extenso en otro capítulo del libro.

1. Trastorno de síntomas somáticos

Para que se le pueda diagnosticar un trastorno de somatización, también llamado «somatomorfo» o de «síntomas somáticos», es necesario que los síntomas que tiene el niño o adolescente cumplan todos estos requisitos:

Uno o más síntomas somáticos que causan malestar o dan lugar a problemas significativos en la vida diaria.Pensamientos, sentimientos o comportamientos excesivos relacionados con los síntomas somáticos o asociados a preocupación por la salud, como se pone de manifiesto por una o más de las características siguientes: Pensamientos desproporcionados y persistentes sobre la gravedad de los propios síntomas.Grado persistente elevado de ansiedad acerca de la salud o los síntomas.Tiempo y energía excesivos consagrados a estos síntomas o a la preocupación por la salud.Aunque algún síntoma somático puede no estar continuamente presente, el trastorno sintomático es persistente (por lo general, más de 6 meses).

Para completar el diagnóstico se debe especificar además si es:

Con predominio de dolor.Persistente (síntomas intensos, alteración importante y duración prolongada).

Y también precisar su gravedad actual:

Leve: Solo cumple uno de los síntomas especificados en el criterio B.Moderado: Se cumplen dos o más de los síntomas especificados en el criterio B.Grave: Se cumplen dos o más de los síntomas especificados en el criterio B y además existen múltiples quejas somáticas (o un síntoma somático muy intenso).

Estos criterios diagnósticos pueden resultar útiles para centrar, agrupar y estudiar mejor estas situaciones. No obstante, hay un aspecto que no se debe olvidar: el sufrimiento del niño (y su familia) es auténtico, se explique o no médicamente.

Como se expondrá más adelante, la cercanía a cualquier tipo de enfermedad o de situación relacionada con enfermedades es un factor de riesgo para somatizar. Ya sabemos que los niños a menudo imitan más que obedecen. Quizá podamos recordar cómo, cuando hemos estado enfermos, nuestros hijos se han querido recostar con nosotros, o incluso han dicho que sufrían los mismos síntomas. Está comprobado que los niños que conviven con situaciones como, por ejemplo, un familiar enfermo u hospitalizado, o que padecen algún otro tipo de dolencia, somatizan más. Es decir, que algunos de sus síntomas pueden deberse a la enfermedad conocida y otros a somatizaciones, pero en muchos casos es realmente difícil saber a qué se deben en cada momento. Cualquier persona con una afección conocida y tratada puede ser incluida en este diagnóstico si los síntomas presentes cumplen los requisitos.

2. Trastorno de ansiedad por enfermedad

A este grupo de síntomas y signos se le conoce popularmente como «hipocondría»