Su lugar en el mundo - Sophie Pembroke - E-Book

Su lugar en el mundo E-Book

Sophie Pembroke

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Beschreibung

Bajo el sol de La Toscana… Era el sueño de Thea: una boda en La Toscana, el vestido de novia perfecto, un novio apuesto… y una ceremonia que iba a unir a las dos familias no solo en los negocios. En ese caso, ¿por qué solo cuando Zeke Ashton, el hermano del novio, se presentó tuvo la sensación de que la vida volvía a tener sentido? A Zeke le resultaba imposible ver a la mujer a la que amó en el pasado anteponer el deber a su felicidad y se vio en la obligación de recordarle lo alegre y despreocupada que había sido. Debía hacerlo antes de que ella diera el "Sí quiero". Solo así Thea tendría una posibilidad de ser feliz… y él también.

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2014 Sophie Pembroke

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Su lugar en el mundo, n.º 2592 - abril 2016

Título original: A Groom Worth Waiting For

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-8146-4

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

–¿Has dicho que va a venir? –Thea Morrison se abrazó a sí misma como si así pudiera ocultar el ridículamente caro vestido de novia con perlas incrustadas y cola–. ¡No, no puede!

Su hermana alzó sus grandes ojos azules al techo.

–Vamos, tranquilízate. Acaba de decirme que la encargada de planificar la boda te está esperando, que te has retrasado, y que si no te presentas dentro de cinco minutos vendrá él aquí a por ti –dijo Helena.

–¡Pues impídeselo!

No, imposible. Nada ni nadie podía impedir que Flynn Ashton consiguiera lo que se proponía. Era un hombre educado, pero tenaz; motivo por el cual su padre le había colocado al frente de la empresa de medios de comunicación Morrison-Ashton. Y ese, a su vez, era el motivo por el que ella se iba a casar con Flynn.

–¡Ayúdame a quitarme el vestido antes de que se presente aquí!

–No sé por qué le das tanta importancia –comentó Helena con las manos en la cremallera del vestido–. Al fin y al cabo, no es una boda de verdad.

–Dentro de dos días estaremos delante de un cura y también habrá tarta nupcial, flores y un contrato firmado. Y eso es una boda –Thea comenzó a bajarse el vestido por las caderas–. Y todo el mundo sabe que da mala suerte que el novio vea a la novia con el vestido de novia antes del día de la boda.

Era más que una superstición, era prácticamente una ley. Flynn no iba a ver ese vestido antes de que ella hiciera su aparición en la pequeña iglesia a los pies de la colina de aquel pueblo de La Toscana.

–Por eso es por lo que me ha enviado para avisarte.

A Thea se le heló la sangre. Conocía muy bien esa voz. Hacía ocho años que no la oía, pero no la había olvidado. No, en absoluto.

El dueño de esa voz no debería estar viéndola con solo la ropa interior, y menos ahora que iba a casarse con su hermano.

Thea tiró del vestido hacia arriba, por encima del corsé color marfil, y lo miró fijamente.

–Creía que no ibas a venir a la boda –pero ahí estaba, ya no un joven rebelde de veintiún años en contra de todo y de todos, sino un hombre, más relajado, con control.

Y tan endiabladamente guapo como siempre.

Helena lanzó una carcajada.

–¿Eso es lo único que se te ocurre decirle después de ocho años? –balanceando la melena rubia, Helena atravesó la habitación, abrazó a Zeke y le plantó un beso en la mejilla–. Me alegro de verte, Zeke.

–Vaya, Helena, estás hecha toda una mujer –Zeke la abrazó, pero sus ojos permanecieron fijos en los de Thea–. Yo también me alegro de verte. Y de ver a tu hermana… de forma inesperada.

El tono burlón de Zeke, evidentemente, hacía referencia a haberla sorprendido en ropa interior. ¡Como si ella lo hubiera planeado, cuando se suponía que él ni siquiera estaba en el país! Flynn le había dicho que Zeke no iba a asistir a la boda, cosa que le había provocado un gran alivio. Pero ahí estaba Zeke.

–Bueno, no esperaba que te presentaras tú aquí, sino tu hermano.

–Tu prometido –dijo Zeke–. Lo siento, Flynn quería que asumiera mi papel de padrino de boda con antelación.

Thea parpadeó.

–¿Vas a ser el padrino de Flynn?

–¿Quién si no? –dijo Zeke, como si no hubiera estado ausente durante ocho años; como si no se hubiera burlado de Flynn por no ser un verdadero Ashton, sino solo hijo adoptivo; como si no hubiera jurado que jamás volvería.

–Cualquiera menos tú –respondió Thea.

–Flynn ha elegido a su hermano –interpuso Helena mirando a su hermana como si estuviera loca–. ¿Qué tiene eso de raro?

Ocho años atrás, Helena tenía dieciséis, demasiado joven para darse cuenta de la situación, demasiado inmersa en sus propios problemas de adolescente. Ahora, con los años, Thea era consciente de que Helena, a sus dieciséis años, debía haber conocido mejor a los hombres que ella a los dieciocho… o incluso ahora, a los veintiséis.

–Así que has venido por la boda, ¿no? –preguntó Thea.

Zeke arqueó las cejas.

–¿Qué otro motivo podría tener para venir aquí?

Thea sabía lo que Zeke quería que ella dijera o pensara: que había venido por ella, para decirle que había cometido una equivocación ocho años atrás y que estaba a punto de cometer otra mucho peor, para evitar el mayor error de su vida.

Pero eso ya lo sabía Thea y no tenía nada que ver con Zeke Ashton.

No, sospechaba que el regreso de Zeke se debía a otros motivos de los que ella nada sabía.

–Si no te importa… me gustaría cambiarme.

Con el vestido de novia pegado al cuerpo, Thea bajó de la plataforma y fue a cambiarse. Podía oír las voces de Helena y Zeke charlando fuera, la voz de Zeke llena de humor. Eso no parecía haber cambiado; para Zeke, todo era una broma, la familia de ella sobre todo.

En esta ocasión, con este vestido, con esta boda, iba a conseguir lo que necesitaba, pensó Thea mientras se subía los tirantes del vestido de verano. Que Zeke estuviera allí no cambiaba nada, ella iba a casarse con Flynn, le pertenecía. Tenía el vestido y tenía un plan. Contaba con Helena para ayudarla a comportarse como se esperaba de ella. Todo encajaba, todo estaba como debía estar… aparte de Zeke Ashton.

Thea se calzó las sandalias, se alisó el cabello y salió.

–Y ahora, si me disculpáis, tengo que ir a ver a la persona que está organizando la boda.

–Por supuesto –dijo Zeke con una exasperante y burlona sonrisa.

Solo faltaban dos días para la boda. Solo dos días más. En dos días, Thea Morrison sería una feliz casada.

–Aunque, pensándolo bien, mejor te acompaño –dijo Zeke–. Así podremos ponernos al día.

Thea apretó la mandíbula.

–Qué buena idea –mintió Thea.

 

 

Thea no parecía la misma. Con el cabello oscuro alisado y recogido, y las piernas y los brazos bronceados, parecía otra persona. Zeke, siguiéndola, la contempló detenidamente mientras ella caminaba con paso largo, como si quisiera distanciarse de él lo más posible.

¿Se acordaría Thea del tiempo en el que eso habría sido lo último que le pasara por la cabeza? ¿Se acordaría de aquellas fiestas organizadas por su padre en las que ella desaparecía cuando se le presentaba la oportunidad para, en la oscuridad, encontrarse con él? A pesar de representar el papel de buena hija a la perfección, a solas con él, Thea se había mostrado tal y como realmente era.

Zeke sacudió la cabeza. Todo aquello formaba parte del pasado. Esa Thea que estaba viendo ahora, con sandalias de tacón alto y vestido de verano, no tenía nada que ver con la chica de pantalones vaqueros y zapatillas deportivas. Esa chica a la que había amado ya no existía. La Thea de la que había estado enamorado jamás habría accedido a casarse con su hermano, por mucho que lo desearan sus respectivos padres.

Con un par de zancadas la alcanzó. Las piernas de Thea eran largas, pero las suyas lo eran más.

–Bueno, ¿cuánta gente va a venir a esta fiestecilla? –preguntó Zake en tono casual.

–¿Fiestecilla? ¿Llamas a mi boda fiestecilla? –Thea se había detenido.

Zeke encogió los hombros. No obstante, le alegró comprobar que la había hecho enfadar.

–Perdona, debería haber dicho tu día de cuento de hadas, tu día perfecto, el día en que te vas a entregar en cuerpo y alma al hombre amado. Bueno, ¿cuánta gente va a asistir a ese acontecimiento?

Las mejillas de ella se encendieron, lo que le produjo una enorme satisfacción. Aunque quizá fuera infantil. Pero no iba a permitir a Thea que le hiciera creer que se casaba por amor. Era un negocio, como todo entre la familia Morrison y la Ashton.

Incluido él últimamente.

–Doscientos sesenta y ocho invitados –declaró ella secamente.

–Ah, bien, solo los íntimos entonces –comentó Zeke irónicamente–. Justo como a mi padre le gusta. ¿Dónde los vais a meter? Sé que la casa es enorme, pero… En fin, no me imagino a los invitados en el jardín en sacos de dormir.

–Hemos reservado en exclusiva el hotel. Unos taxis y autobuses de primera clase traerán y llevarán a los invitados todo el día. De todos modos, ¿a ti qué más te da?

–Soy el padrino de mi hermano –le recordó él–. Se supone que debo estar enterado de estas cosas.

Al parecer, el comentario fue la gota que rebasó el vaso. Thea, plantando las manos en las caderas, se encaró con él.

–¿Por qué estás aquí, Zeke? Y no me vengas con eso de que Flynn es tu hermano porque sé perfectamente lo que opinas de él.

¿Thea sabía lo que sentía él por su hermano? Ni siquiera él sabía la clase de relación que tenía con su hermano adoptivo. Después de marcharse de casa, había pasado meses pensando en ello. Pero, por fin, había dejado el pasado atrás y había rehecho su vida. Además, ahora no se trataba de su relación con Flynn, sino de la relación de Flynn y Thea.

–Está bien, si no crees que pueda sentir afecto por mi hermano, dudo que me creyeras si te hablara de la lealtad hacia la familia –Zeke se encogió de hombros–. Lo que sí me gustaría saber es lo que nuestros padres te dijeron para conseguir que aceptaras casarte con el Gran Farsante.

–No lo llames eso –le espetó Thea–. No tenía gracia que lo llamaras eso de pequeño y sigue sin tenerla. Y… ¿tanto te cuesta creer que pueda querer casarme con Flynn?

–Sí –respondió Zeke sin titubear. Y no porque Thea no fuera a casarse con él, como le había dicho Deb, su socia.

–Pues es verdad, quiero casarme con Flynn –declaró Thea mirándolo con gesto desafiante.

Zeke apoyó la espalda en el muro de piedra del vestíbulo y su mirada, bajo los arcos, se perdió hacia la terraza y las parras que subían por las celosías.

–¿En serio? –Zeke se cruzó de brazos–. ¿Vas a decirme que no se te ha pasado por la cabeza el hecho de que vuestro matrimonio unirá ambas partes del negocio y vuestros hijos obtendrán el control total de la empresa?

–Por supuesto que sí –respondió ella.

–Y si tú no lo hubieras pensado, tu padre te lo habría recordado –a Thomas Morrison se le daba muy bien hacerle comprender a su hija las repercusiones de sus actos, como él recordaba perfectamente.

–Eso no significa que no haya sido decisión mía –declaró Thea.

Esas palabras le hicieron recordar la decisión que Thea había tomado justo antes de que él abandonara a su familia y el negocio, dejando atrás aquella vida.

–No, claro que no –dijo él con amargura–. Sé perfectamente que piensas muy bien las cosas antes de tomar una decisión con el fin de asegurarte de adoptar la opción más ventajosa.

Vio expresión de perplejidad de Thea. ¿Acaso ella había imaginado que no se daría cuenta de lo mercenaria que era? Ocho años atrás le había engañado, pero ya no. Ahora sabía lo que era realmente importante para Thea.

–¿Qué es lo que estás insinuando exactamente? –preguntó ella mordazmente–. Y yo que tú, pensaría muy bien qué decir antes de contestar.

Zeke le dedicó la más cegadora de sus sonrisas.

–Justo lo que crees que estoy insinuando. Que ahora se comprende por qué preferiste quedarte aquí en vez de venirte conmigo ocho años atrás. ¿Cómo ibas a venir conmigo sabiendo que yo ya no era heredero de nada? –Zeke encogió los hombros–. Debo reconocer que me sorprende que hayas tardado tanto en cazar a Flynn.

***

 

 

Estaba a punto de estallar. Pero se contuvo, no quería darle esa satisfacción a Zeke Ashton. Respiró hondo, preparándose para mentir.

–Por difícil que te resulte creerlo, estoy enamorada de tu hermano –declaró Thea con calma y tranquilidad, lo que la hizo enorgullecerse de sí misma. Ya no le afectaban las indirectas ni los comentarios de Zeke, por lo que se sintió increíblemente liberada.

–¿Amor? –Zeke arqueó una ceja–. Sabes, empiezo a pensar que no conoces el significado de esa palabra.

–Créeme, sé perfectamente lo que significa –el amor significaba el increíble dolor de su pérdida tras su desaparición. O la incertidumbre de no saber si se volvería a amar. Le sorprendía que a la mayoría de la gente el amor le pareciera algo positivo.

–¿En serio? En ese caso, te felicito por haber encontrado, por fin, el verdadero amor. Supongo que yo te serví solo para practicar.

A Thea le dio un vuelco el estómago. Zeke acababa de dejarle claro que no había olvidado su romance en la adolescencia y que tampoco le había perdonado la forma como había acabado.

–De eso hace ya mucho, Zeke. Éramos unos niños –demasiado lejano en el tiempo para hablar de ello ahora. Incluso en el caso de Zeke, que sentía la necesidad de hablar de todo–. Los dos hemos cambiado, somos diferentes.

Zeke sacudió la cabeza.

–Puedes decir lo que quieras, Thea, pero jamás me convencerás de que tu matrimonio con Flynn no es solo un asunto de negocios.

–Te equivocas –mintió Thea–. Y…

–¿Y qué? –preguntó Zeke arqueando las cejas.

–Que aunque así fuera… ¿qué tiene eso de malo? Nada, siempre y cuando los dos estemos de acuerdo y seamos conscientes de lo que hacemos –Thea se encogió de hombros–. Hay peores motivos por los que casarse.

–Es posible –Zeke sonrió–. Pero también hay motivos mucho mejores.

 

 

–Como el amor –dijo Thea, reafirmándose.

Zeke no la creía. No la creería nunca, por mucho que ella se esforzara en convencerle de lo contrario. Sabía cómo era Thea cuando estaba enamorada, y no lo estaba.

Al menos, la Thea que él conocía, la Thea de ocho años atrás.

–El amor es lo más importante, pero no lo único que cuenta –concedió Zeke–. También son importantes el respeto mutuo, la confianza de uno en el otro, compartir valores…

–Flynn y yo también compartimos eso –interrumpió ella.

–Compatibilidad sexual –añadió Zeke sonriendo–. En mi opinión, esto último es fundamental para la felicidad a largo plazo.

La mirada de Thea se endureció.

–¿En serio? ¿Y qué tal te va a ti en ese sentido? No he podido evitar notar que has venido solo.

La repentina aparición de Flynn, siempre impecable y unos centímetros más alto que él, le evitó devanarse el cerebro en busca de una contestación.

–¡Zeke, ya estás aquí! –Flynn aceleró el paso y extendió la mano, pero antes de que él pudiera estrechársela, Thea se había agarrado al otro brazo de Flynn y le sonrió con empalagosa expresión de adoración.

Tras estrechar la mano de su hermano con la mayor brevedad posible, Zeke se apartó de aquel círculo de amor para refugiarse en su zona de escepticismo.

–No podía dejar pasar la oportunidad de servir a la familia, puede que sea la última oportunidad que se me presente de hacerlo.

La sonrisa de Flynn se apagó ligeramente, pero ignoró el comentario; siempre deseoso de ser leal a la familia, de formar parte de una familia a la que nunca había creído pertenecer. En opinión de Zeke, el hecho de que su padre hubiera elegido a Flynn como heredero debería haberle convencido de que era el preferido, al margen de los genes.

–En un día tan importante, la única persona a la que quiero a mi lado es a mi hermano –declaró Flynn.

Ni siquiera parecía mentir, lo que era un auténtico logro.

–¿Lo dices en serio? Admito que me sorprendió enormemente que me pidieras que fuera el padrino de tu boda –dijo Zeke lanzando una mirada a Thea–. Aunque no tanto como a Thea verme aquí –añadió Zake.

Thea le lanzó una furiosa mirada antes de abrazarse con más fuerza al brazo de Flynn, a pesar de ser evidente la falta de química entre ambos. Y también estaba claro que aún no se habían acostado juntos. ¿Qué demonios estaba haciendo Thea con Flynn?

–Dijiste que no iba a venir –observó Thea con los ojos fijos en su prometido y en tono casi acusatorio.

–No estaba seguro de que aceptara –admitió Flynn mirando a Thea con una sonrisa de disculpas. Después, suspiró y añadió–: Por cierto, papá ha preparado una cena esta noche para celebrar tu regreso al hogar.

Zake no comentó que aquella lujosa villa de La Toscana perteneciente a alguno de los clientes de su padre no era un hogar, por muchas piscinas que tuviera.

–¿Una especie de bienvenida al hijo pródigo?

Antes de que Flynn pudiera responder, Thea intervino:

–Cariño, la organizadora de la boda nos está esperando.

La voz melosa empleada por Thea había sonado tan poco natural que incluso Flynn pareció incómodo. No era posible que alguien creyera que esos dos estaban enamorados, pensó Zeke, ni siquiera parecían haber sido amigos de la infancia.

Capítulo 2

 

 

–Bueno, realmente ha sido una sorpresa ver a Zeke aquí –comentó Helena dejándose caer en la enorme cama de su hermana.

–Sí –Thea metió la cabeza en el armario empotrado para buscar los zapatos de color bronce que le había pedido Helena.

–A pesar de que el viejo Ezekiel parecía saberlo; si no, no habría organizado una cena de bienvenida.

–Ya te lo he dicho, Flynn no creía que fuera a venir –explicó Thea–. Ni yo.

–¿Así que para Flynn también ha sido una sorpresa? –preguntó Helena con excesiva inocencia.

–Eso creo –respondió Thea–. Lo que pasa es que él lo disimula muy bien.

–Lo disimula todo muy bien –murmuró Helena–. Aunque, si quieres que te diga la verdad, no pareció muy sorprendido cuando le dije que Zeke había venido.

Thea se golpeó la cabeza con la puerta del armario. Se frotó donde se había dado el golpe y se apartó.

–Quizá sea porque Flynn tiene más confianza en su hermano que yo. Helena, creo que no he traído los zapatos de color bronce.

–¿No? Qué pena. En fin, tendré que ponerme los plateados –Helena cruzó las piernas encima de la cama–. ¿Por qué no te fías de Zeke? Creía que, antes de que se marchara, erais buenos amigos.

Thea miró fijamente a su hermana. Sabía que, en ningún momento, Helena había querido esos zapatos. Su única intención había sido hablar de Zeke.

–Éramos amigos –admitió Thea–. Los tres lo éramos; al fin y al cabo, venían constantemente a nuestra casa.

–Y nosotras a la suya –añadió Helena–. Sobre todo, después de que mamá…

–Sí.

Isabella Ashton se había compadecido de las dos chicas huérfanas. Encantada, se había lanzado a enseñar a Thea, a sus catorce años, a comportarse correctamente y a asumir el papel de perfecta anfitriona… hasta que la chica demostró una absoluta falta de interés en ello e Isabella asumió ese papel. Thea se habría sentido aliviada de no ser por lo decepcionado que su padre se había mostrado con ella desde entonces.

«Siempre me he sentido marginada en mi propia casa».

Thea se acercó al tocador, donde tenía el collar que Isabella le había regalado el día que cumplió los dieciocho años. El día que Zeke se había marchado. Iba a ir a la cena con el collar y también con el anillo de su madre. Isabella apreciaba mucho esa clase de detalles.

–¿Y no te habías puesto en contacto con Zeke desde entonces? –preguntó Helena.

Thea se preguntó cómo era posible que su hermana sospechara que había tenido una relación con el hermano de Flynn.

–No, ni una sola vez en estos ocho años –declaró Thea con firmeza.