The Pentalogy - Edward Plane - E-Book

The Pentalogy E-Book

Edward Plane

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Beschreibung

Edward Plane. El poeta de la muerte, es un escritor de cuentos fantásticos, de horror y misterio. Nacido en Argentina, en 1981. En este libro, The Pentalogy, -o Cuentos del Pentalogy-, compila sus primeras cinco obras, más una nueva. Independiente y de espíritu amateur, en sus relatos mezcla el suspenso y lo extraño, que se presenta en la atmósfera oscura de sus personajes; llevando a sus perturbadores mundos y escenarios. Allí donde somos libres de la decadencia de los tiempos… Me gusta el football, la música, las artes antiguas, algo de cine, y la naturaleza.

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EDWARD PLANE

The Pentalogy

Los Cuentos de Edward Plane

Plane, Edward The Pentalogy : los cuentos de Edward Plane / Edward Plane. - 2a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3514-6

1. Narrativa. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

© 2023 Escrito por Edward Plane.

Tabla de Contenidos

La Isla del Océano

El Golpe Marciano

Viaje a la Mitad de la Noche

El Cerro Viviente

La Imagen & el Viejo

Pandillas

Rebeldía o Nada

Algo Maligno

El Zombie

Día de la Muerte

El Salvaje de la Guadaña

El Diablo

& Las Máquinas del Infierno

El Diablo

Un Rayo de Poder

La Masacre del Circo

Doble Diamante

Los Astros de los Oscuros

¡Posworld!

Las Máquinas del Infierno

El Retorno de los Cuervos

Gran Robo…

La Música de la Tumba

Últimos de la Muerte

La Calavera

Un Caso Misterioso

El Hacha de Loraine

Sentimiento Asesino

La Venganza de los Caníbales

¡Fuego–Juego!

& Los Cuentos de la Calle Negra

Comida Rápida

Un Sueño de Monos

El Cuento del Sangriento

Hacer el Fuego

La Noche de la Locura

Rueda del Camión

Encapuchados

El Ataque de las Arañas Remotas

Por el Metal de mis Huesos

La Calle Negra

Cuentos de la Destrucción

& El Otro Lado

La Trampa

Cerebros Tóxicos

La Bruja en la Sombra del Sueño

Fluye como Sangre

Nacido de una Silla Eléctrica

El Otro Lado…

¡Dogs!

El Espíritu de Christ Madsen

El Exterminador…

¡D. A. M!

& Lxs que se quedaron Afuera

¡D. A. M!

La Tarde de los Yáckars

Lxs que se quedaron Afuera…

Mi Motocicleta…

Lobos Sueltos

Sobre el Autor

Agradecimientos Especiales:

My Family & Friends. –

A la Memoria de Edgard Alan Poe, Howard Lovecraft,

Ambroise Bierce, Robert L Stevenson, Jack London,

Henry de Maupaussant, Shirley Jackson, Leon Tolstoi,

Richard Güiraldes, Charles Bukowski & Lord Byron.

The Rolling Stones, Manowar, Stephen King...

Black Sabbath, NIB, 2013

La Isla del Océano

(La Ciénaga)

Cada vez que el tiempo trae un pasado misterioso, se sospecha del miedo. Además, se trata de la noche, y de extrañas sensaciones que se ven a falta de la luz. Todo lo que está bajo la noche existe, y quienes lo nieguen, incurrirán en un error, cuyo desánimo se retuerce en el abismo de un presagio sin admisiones, o quizás en la alucinación, de repetir los mismos y vacíos resultados de la incredulidad. Pero esta es solo una apreciación, y vale su aclaración, pues algo así le aconteció a un Tenient, de confuso origen –británico, español o noruego– una noche, hace siglos, en una perdida isla de los mares del sur.

En la remota presencia oceánica, uno mismo se imaginará lo que puede suceder. Ya lo sostenía Melville, a decir de un amigo, en el invariante desquicio de los writers en medio del agua. Y para quienes tienen la experiencia, debiera sentirse algo de horror por eso.

Como he mencionado, un Tenient estaba al frente de un peloton de adelantados, de unos dieciséis mariners, el día que marchaba haciéndose frente en la dificultad del viento del sur. Navegando en las aguas tempestuosas, sobre la oscuridad irremontable de los heleros, tras el avisaje de un grito único y redimido al unísono: ¡tierra!

Y allí, el barco ancló.

Desde el espacio de esos cielos oscurecidos, sobre el fondo de brillantes estrellas, la mitad, exploraban. El ruido de las botas, mezcladas con el barro, entorpecían el avance. Cada tanto, trastabillaban en los infinitos charcos otoñales, y otras veces por la violencia arrastrada en los ventiscos blancos que a menudo soplaban. Pero estando próximos a un pantanal, un repentino cambio en el viento, haciendo imaginar su cólera y difícil de tolerar, sobre sombras que ingresaban en modos multiformes, y mientras la oscuridad se tornaba indescifrable, aquello se avecinó también sobre sus pies…

Explicaba a la trouper, que se arrastraría por el suelo, hasta dar con eso que veían. Intentando no perderse, bajo orificios que se abrían y se cerraban hacia la superficie. Levantó sus ojos, y distinguió hacia atrás que los mariners aún esperaban. Pero cuando los volvió, quedó espeluznado, en una realidad que jamás había imaginado: unos anuros, pegajosos, con sus ojos rojizos, y un balbuceo carnal, habían adherido sus oscuras miradas. Y fue entonces, que algo que estaba sumergido, se elevó del pantano, y lo tomó hasta que desapareció…

Los mariners escaparon. El viento continuó, y la señal de gritos croados se dispersó de un modo intenso e invariante otra vez. Aquellos soldiers no dejaron de hacerlo hasta regresar al puerto. Y cuando se encontraron con el resto, iniciaron sus explicaciones, pero las dudas y todas esas intrigas se volvieron inevitables:

—No vamos a negar que los monstruos nos hayan hecho padecer en este viaje, porque no lo será –intervino uno–

—Si las olas que se endurecieron en las Azors han sido las de algún anfibio diabólico, mayor que nuestro barco, pues solo God lo sabe –y siguió…

—Y es que detrás de todo lo que hemos atropellado, no sea también otra ilusión que no se puede explicar.

Con la inconsciencia de estar atrapados en una isla perdida, varios insistieron en reconocer el espacio de los hechos, y a la mañana de aquel nuevo día, volvieron a salir.

Un paisaje pintoresco a la luz, tras esas millas, lindante a un pantanal que se orillaba, se hallaron restos y marcas secándose en la superficie. Tras el fondo de una loma inmiscuida en pastizales, los mariners se apostaron en la cima, y pudieron distinguir los elementos que estaban debajo. Y se dieron en la búsqueda, intentando hallar el cuerpo, pero nada se encontró. Y el momento corrió, hasta que uno arengó de nuevo:

—¡Vosotros fueron!

—¡Ustedes lo hundieron en el pozo nauseabundo que os mira ahora!

—Pero, ¡por la maldición de los mares!, ¿cómo pudieron? –y continuó:

—¡El Tenient!, ¡quien se salvó cuando lo arrojaron en una madera en el Caspio!

—¡Quien nos trajo hasta aquí, porque hubiésemos muerto en la desgracy en pleno sur!

—¡Cómo pudieron hacerlo!

Los otros, insistieron en lo que habían percibido, en los anuros que se reconocieron, negando las acusaciones. Y siguieron buscando un poco más, hasta convencerse de que nada había. Y cuando eso pasó, comenzó la persecución…

La escena, se repetirá en mi mente como la imaginación de una batalla. Revolcándose y arrojándose al suelo. Y así, quienes habían caminado en la noche, fueron alcanzados, y bajo el sol austral quedaban atados, y colocados dentro del pantano.

Observaban su obra confiados a la divinidad. O por encontrarse en un lugar maldito y que desconocían. Los cuerpos se retorcían a fin de evitar el hundimiento, y finalmente, se detuvieron.

Pero fue tras el regreso, en ese caminar de miles de yards, sobre pastizales ocres, que se oscurecía nuevamente, cuando aconteció lo inexplicable. Sin imaginar lo que pueda suceder, los mariners se refugiaban en lo acontecido, al tiempo que indagaban sobre sus hechos. Así, llegaron al puerto, y un simple susurro los esperaba, en el enojo de sentirse solo, por no obtener respuesta o no estar acompañado:

—¡¿Dónde está el resto de la trouper?!

¡Era el Tenient! Nadie se explicaba cómo pudo regresar.

Fin

El Golpe Marciano

Se ha dicho que de ataques y extinciones la tierra supo padecer. Observar la ironía en documents como el presente, podría hacernos pensar sobre los ciclos del planeta, tal vez. Por eso aquí, una historia tan cruenta como inexpugnable.

Siempre se habló del único sobreviviente de Hacok’am, una megalópolis perdida hace miles de años, probablemente situada en el origen primitivo, o más lejana, en Persia.

Llegando a un punto estimado sobre su ubicación, hace tres décadas, sólo advertí el gran desierto, escindido entre planicies, con el sol asediando desde el mediodía. Pero entrada la noche, los destellos del espacio, me han hecho ver un indicio de lo que pasó.

La luz del sol entraba, sobre el piso arenoso delante de la carpa, y me acosté en el suelo. Desperté al rato, el desierto continuaba ahí, y tomé unos papers, por lo que me daba aquella inspiración…

“Esta ciudad, ha sido atacada por extraterrestres...

Escapo, mientras el suelo se abre por todas partes…

El metal cae por el tiempo, la multitud corre aniquilada…

Ya lo dijo Howard Lovecraft, cuando la vio:

«A través de las puertas del sueño, custodiadas por los gûls/ Más allá de los abismos de la noche iluminados por la pálida luna/He vivido mis vidas sin número/He sondeado todas las cosas con mi mirada/Y me debato y grito cuando rompe la aurory/Y me siento arrastrado con horror a la locura.»

Después de esto, buscaban a las especies más avanzadas de los mundos que encontraban, y por eso había tantos deads.

Entonces me di cuenta…

Lo habían confundido con uno...

Eso fue lo que sucedió.

Fin

Viaje a la Mitad de la Noche

¡Mi nombre es E–Lawness y soy un granjero! Tengo tres girls, un par de alimañas pardas, y a un amigo al sacrifice, y que no pueden reconocerlo, porque les resultará fantasmal averiguarlo. Hace tiempo tuve otra vez el mismo sueño, y que me salvará, y fue el siguiente.

Estaba adentro de una nave espacial, y de pronto arranca. Por el espacio, iluminando con su luz sobre la pantalla, bajo un sonido potente, que aún hoy me resuena. Aquello era un viaje alucinante, y había pasado mucho tiempo, en el conjunto de esa oscuridad. Cada tanto enviaba señales de radio, pues algunos me hablaban desde la tierra, por cosas que tenía que hacer. Y no sé cuánto habré estado, pero de pronto todo, en mis ojos cerrados aun, se tornó negro. De un colour que nunca había visto.

Al otro día, cuando me levanté, lo recordé, pero esta vez fui a buscar en un viejo book, y llegué a la conclusión, de que tal vez había cruzado los límites del sol, los llamados heliosferos. Y me llenó de horror, pues imagínense que viajaba solo por el espacio, y ahora que lo pienso, ¡cuántas naves y satélites se irán por allí, en un viaje hacia la mitad de la noche!, ya que de eso se trata siempre cuando lo sueño. Pero pasó el tiempo, y yo seguía aquí en la tierra…

No sé cuántos días habrán sido, pero supongo que un par de semanas, y una noche, yendo por la carretera con mi automóvil, el efecto de la oscuridad, me hizo pensar en eso de nuevo. Se lo conté entonces a un amigo, a la tarde siguiente, y tuve un diálogo con él:

—¡Qué buena historia broo!, deberías escribirla –me dijo–

—Te juego a que la hago yo.

—¿Cómo? –le respondí–

—Que la voy a escribir, ¿qué apostas?

—Nada.

—Te juego a una de las girls.

—¡No, no!…

—Sí, a una de ellas…

La cuestión quedó ahí, imaginando que se trataba de una broma. Y pasaron los días, no lo había visto más y estaba en el rancho que tengo con las girls, y una de esas tardes, volvió Elize del pueblo, quien era la última de las tres que habíamos conocido, y que había estado comprando materials para un múral, y mientras conversábamos me dice:

—Hoy estuve con Steve –que ese era su nombre, el de mi amigo–

—¿Con Steve? –le respondí–

—Sí, me dijo que habían hecho una apuesta…

—¿Que apuesta?

—Dijo que iban a jugar con nosotras, una historia, y si nos gustaba más una que la otra, podíamos elegir a quien queríamos…

—A mí no interesa, pero a Sharis sí, se lo conté hace un rato…

Por dentro comenzaba a recordar aquel diálogo, mientras estábamos en la calle, una tarde de calor, y a maldecir. Pero dejé el asunto ahí, y quedándome después callado:

—Bueno Elize, luego hablamos, pero no entiendo lo qué dices…

Olvidé el asunto, y seguí alimentando a unos puercos, que era lo que estaba haciendo antes. Podría tratarse de una broma también, y quizás, porque cenamos esa noche y ninguna comentó nada, y hablaban de sus proyectos, y estuvieron dibujando los esbozos para ese múral del cual había ido Elize a ver al pueblo a la mañana. Sin embargo, después, cuando fuimos a dormir, hacía unos días que no lo hacíamos, y Wir, quien siempre fue la primera, me dijo también que le gustaba la idea:

—¡Quiero que hagas esa apuesta!

—¡Noo!…

—Nos vamos entonces.

—¡Wir!, ya te fuiste una vez…

—Y Sha!, –continuaba– Elize me contó que te gustó también…

—Si ustedes se van, háganlo, pero yo no sé qué haré, y ya lo saben…

—No nos importa Elean –que ese era mi nombre.

—¡Nosotras queremos que cambies y queremos más!…

—Estás mucho tiempo haciendo cosas raras…

—No hay luz eléctrica, y no te interesa…

—Y te ríes de eso, ¡maldito!

—Te quedarás solo, porque nos llevaremos a Elize también.

Pero pasaron un par de noches, y enredado, mi mente logró iluminarse. Habiendo discutido otra vez, fui hacia el found, a beber bajo los árboles, y en eso hablé con Elize. La melancoly me había invadido por el hecho de que quizás no me querían tanto:

—Pienso una cosa, que me parece un juego sin sentido, y salgo a despejarme para ver si sale, y no puedo, porque apenas fui a la school…

—Y éste, siendo mi amigo, intenta jugar al poeta encantado, y que tanto debiera gustarle a cualquier girl, y yo siento que voy a perderlas…

Ella se había quedado en silencio un rato:

—Creo que Wir y Sha no se sienten bien en estos momentos, a pesar de lo felices que fuimos, solo eso…

—Escríbela, y no importa cómo, sólo hazlo y verás que todo saldrá bien y estaremos juntos para siempre…

—Te quiero El, pero me voy a dormir…

Y me besó y se fue.

Me quedé pensando un rato más, en el sueño mezclado en una intensa noche en la que estaba, y me fui después a casa. Corría la idea de que debía haber resuelto una situación tan stoopid, y podía llegar a hacer cualquier cosa, de las terribles, por el indians que tengo…

Al día siguiente, fui entonces a buscarlo. Tenía una idea que podía llegar a funcionar, y la sostuve. Sabía que esa noche iba a haber un cambio de luna y que no estaría en el cielo. Vivía en el pueblo, y eran cerca de las dos y no tenía el automóvil, pues se lo habían llevado las girls para ir a una fiesta. Y sobre un atajo que me dejaba en su casa, fui hasta allí y lo llamé a la doors:

—¡Steve!, ¡abre!

Y salió, y le comenté lo siguiente:

—¡Steve!, escúchame amigo, no duermo a la noche desde hace un tiempo. Pienso en las girls que quieren hacer esa apuesta, y no he escrito nada, solo quería que lo sepas…

Mi amigo miraba con un rostro chocante:

—Ese no es mi asunto…

—Olvídate de las girls, no te puedo explicar, ¡pero debes hacerlo!…

—El, no me interesa, me gustan, ¡y yo a ellas!, date una oportunidad…

—Está bien, solo tengo algo en el rancho, en el found del molino, donde escucho músic… Leámoslo y trae el tuyo. Elize está allí ayudándome, si somos amigos hazlo, y te las entregaré, si son tan buenas, hoy mismo puedes llevarte una…

—¿Dijiste Elize? ¡Vamos!

Caminábamos en el medio de la noche. En silencio, iba pensando en el destino que era, y que desde hacía un tiempo había tratado de salvarlo sin poder lograrlo. Llegamos al found, cerré la puerta, Elize no estaba, me preguntó por ella, y le dije que volvería al rato. Entonces sacó su hoja, y comenzamos.

Tenía una candle encendida sobre el centro que iluminaba poco, pero que hasta ese momento era suficiente. Saqué una caña, y le serví. En medio de una noche que se parecía más a la de siempre, pasó un rato y la luz estaba por consumirse, y ya mientras leía lo advirtió:

—Ni luz eléctrica tienes, trae otra candle que no hay fuego, y esto no está bien…

—¿Qué cosa?

—Donde dice esto…

—Ok, ahí le vemos.

Fui al armary, volví rápido, y mientras seguía leyendo, dejé caer el derretido material al suelo, y una oscuridad, pero tan intensa, se hizo:

—¡Elean! –se escuchó–

—¡El!

—¡Ah! ¡Fucking!

Como en la noche de mis sueños, podía sentir que se movía e intentaba abrir la puerta. Entonces, lo tomé del cuello, estando de cerca, y le dije:

—Nada te sucederá, puedes confiar en mí, somos amigos…

Y un ruido se sintió, del otro lado:

—¡Elize!, ¡abre!, ¡por favor, abre!

—Elize no está, se ha ido al pueblo a una fiesta con Shar y Wira…

—¡Ahh! ¡Estas indiado!, ¡mírate los ojos!, ¡qué horrrooor!

—¿Qué quieres Steve?, cuéntame, ¿cuál es tu deseo? Y te lo cumpliré…

—¡Abre!

Y cuando lo hice, esas alimañas hambrientas, comenzaron a atacarlo. Aun no entiendo cómo es que sabía lo del indiamiento, y lo notó tan rápido, pero esos sueños, todo aquello que me venía pasando, hace que lo siga viendo y gritando, porque la noche aún no ha terminado…

Bajo mi horquilla, bajo mi absoluto poder, estoy con el rastro mezclándose, y las pardas ya no están, y un ruido puedo sentir como luz al infinito y, ¡no puede ser! ¡la nave del sueño ha vuelto!

¡La nave!

¡Sí!, ella se ha llevado todo, el corazón que antes de soñarla lo tenía solo para mí. Ella, como en la noche insondable, donde nada es, por cada vez que tengo que matar, y que siempre me sucede lo mismo, ¡la nave!

Fin

El Cerro Viviente

Las colinas de EmeraldSix, aquellas que no se descubren más que a la luz del sol, tienen en sus cercanías un gran agujero quemepareció infinito cuandolovi. Recuerdo, que los viejos pobladores dijeron que no baje, y no pregunté, pero debí haberlo hecho.

En el pueblo tenían la idea de que un cerro se había salido y regresado, y fue que llegué a la conclusión de que algo de eso pudiera ser cierto. Nunca más se supo de un grupo de amigos que mencionaban al principio, y que cruzaban en lo alto de las colinas, llevando sus puntales en la repetición de un eco incesante. Porque uno de ellos, dijo haberlos visto ese día, transportando tóbac, flowers, y vdk. Y pudo uno haber sufrido