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Rico y popular, Timón de Atenas ayuda a sus amigos, da muchos regalos y celebra un banquete. Después de ignorar las advertencias de sus verdaderos amigos, Timón se queda sin dinero y ninguno de sus «amigos» lo ayudará.
Huye a una cueva donde maldice a la humanidad, encuentra oro, financia a alguien para destruir Atenas y muere
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Veröffentlichungsjahr: 2021
William Shakespeare
TIMÓN DE ATENAS
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 979-12-5971-055-0
Greenbooks editore
Edición digital
Enero 2021
www.greenbooks-editore.com
TIMÓN DE ATENAS
ACTO I
Timón de Atenas es la tragedia más amarga y pesimista de cuantas escribió William Shakespeare. La muerte del héroe difiere por completo de la de cualquiera de los demás protagonistas trágicos del dramaturgo. Timón no muere sobre el escenario, ni lo abandona luchando, como Macbeth.
Tampocó su cadáver es retirado, sino que el personaje hace el mutis final
por su propio pie, combinando, al tiempo que deja la escena, una maldición sobre la humanidad y su afición al lucro con la petición a la naturaleza de una comprensión que no espera ni desea de sus congéneres. Sus últimas palabras son:
¡Labios, dejad salir esas palabras amargas, y extíngase mi voz! Lo que está mal, enmiéndenlo la peste y el contagio. ¡Las tumbas son los únicos trabajos de los hombres, y la tierra, su único salario! ¡Sol, oculta tus rayos!
¡Timón acabó su reinado!
William Shakespeare Introducción
Y ya no reaparece, sino que unos veinte versos más adelante, un soldado, al que han enviado en su busca, encuentra su tumba a la orilla del mar. En ella, hay una inscripción que indica que Timón ha muerto, y un epitafio, aunque escrito en una lengua que el personaje desconoce. El público no tiene datos de cómo murió exactamente ni tampoco de cómo el cuerpo ha llegado hasta allí, y el final queda envuelto en el misterio. Sin embargo, la carencia de escenas explícitas no es relevante, ni se enjuicia como un defecto artístico. Por el contrario, parece ser lo más correcto, pues, en ese punto concreto de la obra, Shakespeare está tratando una forma de experiencia que, por su propia naturaleza, no puede expresarse mediante ningún gesto grandioso y heroico, como el que sí servía, por ejemplo, para que Otelo abandonara el escenario de la vida. Desde el final del tercer acto, Timón no hace más que maldecir a un mundo que le ha dado un trato abominable, pero qué se niega a dejarlo solo. Ahíto de la ingratitud y la hipocresía de los atenienses, ha buscado en vano el retiro, e incluso ha hallado algún consuelo en la espontaneidad y simplicidad del universo natural; sin embargo, ello no basta para conferirle la voluntad de vivir. Ha alcanzado una etapa en la que no le queda nada por hacer ni nada más que decir. Sólo la muerte puede concederle el aislamiento total de los hombres y la asimi
lación en los procesos del universo que tanto ansía. Reconoce que ha llegado a un punto muerto, y actúa en consonancia con este hecho al desaparecer en el interior de una cueva, el oscuro agujero en la tierra del que no volverá a emerger. De hecho, se ha enterrado vivo. Es el supremo acto de protesta contra las condiciones de la existencia, un acto absolutamente impregnado de negatividad. No existe ninguna afirmación de valores, pues la última frase de Timón, en la que proclama su propia naturaleza regia, queda contrarrestada por su renuncia al papel de hombre.
No obstante, por deprimente, amarga y desilusionada que sea, hay algo admirable en la resolución con la que acepta la lógica sombría de la situación. Sea cual sea la opinión que merezca su actitud, al menos tiene la virtud de atenerse a ella y de mantenerla con absoluta coherencia.
A pesar de todo, no es tan sólo el último mutis aquello que diferencia a Timón de los demás héroes trágicos de Shakespeare y que hace que su tragedia se distinga de las otras; también el modo en que el personaje se presenta es excepcional. Aunque los otros héroes son distintos unos de otros, todos tienen en común el hecho de vivir en un contexto de estrechas relaciones personales claramente definido, en las que los lazos sanguíneos son de crucial importancia. Poseen esposas, padres o hijos que están íntimamente involucrados en la situación trágica y que suelen contribuir a crearla. Timón, por su parte, aparece ante nosotros en el estado al que aspira Coriolano, aunque le es imposible alcanzarlo, dado que éste tiene madre, esposa e hijo:
Insensible como un hombre que se hubiera formado a sí mismo y careciese de familia. (Coriolano, V3)
Tampoco es sólo la ausencia de un núcleo familiar lo que nos extraña, porque no parece haber nadie con quien tenga un trato verdaderamente íntimo. Y lo más sorprendente de todo es que no existe ninguna mujer que desempeñe algún papel en su vida.
Además, a pesar de que la obra se titula La vida de Timón de Atenas, paradójicamente es la tragedia que menos se asemeja a una biografía. En el conjunto de su obra, Shakespeare muestra una extraordinaria capacidad para conferir un pasado a sus personajes y para dotarles de una historia mediante pequeñas pinceladas, a menudo dispersas, que acaban formando una idea unitaria, y que crean la impresión de que esas figuras de la imaginación han llevado una existencia independiente antes de quedar atrapadas en el devenir de la obra a la que pertenecen. Sabemos, por ejemplo, que Hamlet, de muchacho, tenía un gran afecto a Yorick, el bufón, y que éste sentía especial predilección por él; que fue alumno de la Universidad de Wittenberg; que en otro tiempo fue "el espejo de la moda y el modelo de la forma", e incluso que, en una época pasada de su vida, no quiso emplear la letra legible que le habían enseñado por seguir la moda.
Por otro lado, Falstaff prácticamente parece atender a las necesidades de su biógrafo cuando dice al lord magistrado supremo: "Milord, nací a eso de las tres de la tarde, con la cabeza blanca y un vientre asaz redondeado. En cuanto a la voz, la perdí a fuerza de gritar y cantar himnos" (Enrique IV, I.2). Nada de esto aparece en Timón. Shakespeare omite la explicación de cómo este personaje adquirió su fortuna y de si se trata de una herencia ó una recompensa por algún servicio prestado; también de cuánto tiempo lleva regalándola generosamente, como se muestra al inicio de la obra.
Incluso su edad es incierta. No sólo se trata de un hombre sin familia ni
relaciones personales íntimas, sino que es un ser humano sin pasado. Con mucho, es el héroe trágico más generalizado de Shakespeare.
Asimismo, esta naturaleza se manifiesta en el resto de personajes y en la estructura de la obra como conjunto, en apariencia un experimento radical. Las líneas principales de la acción son inusitadamente sencillas y esquemáticas, de manera que resulta posible resumir la tragedia en unas cuantas frases sin que se produzca ninguna distorsión. Al principio, Timón, encarnación de la filantropía, hace generosos regalos a los hombres que él considera sus amigos. Cree que sus riquezas son infinitas, pero ha dado ya tanto que, en realidad, está al borde de la bancarrota. La aparición de varios sirvientes, enviados por acreedores para exigir la devolución de préstamos, le obliga a darse cuenta de cuál es su verdadera situación financiera. En un primer momento, sin embargo, ésta no le deprime. Desde su punto de vista, extremadamente idealista sobre la bondad de la naturaleza humana y la solidaridad de la sociedad ateniense, considera que se le presenta una excelente oportunidad para demostrar la validez de su convicción acerca de la fraternidad entre los hombres, siempre dispuestos a hacer el bien por los demás. Por esta razón, envía a sus sirvientes a pedir dinero a varios amigos; sin embargo, en todos los casos, la negativa es rotunda. La conmoción producida por esta cínica traición de su confianza en la naturaleza humana será la causa de la transformación de Timón. Su amor a la humanidad se convierte en odio, y el filántropo pasa a ser misántropo. Invita a todos los amigos a un banquete; les ofrece platos llenos de agua tibia; pronuncia un discurso mordaz, en el que les acusa de ser hipócritas y egoístas, y finalmente los expulsa de su casa a golpes. Con posterioridad, ahíto de Atenas y de los hombres, se refugia en el bosque, donde vive alimentándose de raíces y bayas; en ese lugar expresa la decepción y el aborrecimiento que siente por la humanidad con largas maldiciones de extraordinario poder y virulencia , y al final, cuando se le agotan las ansias en ese sentido, decide construir su propia tumba junto al mar y allí muere. En esta secuencia existe ningún elemento de intriga ni de fluctuaciones de la fortuna, componentes que, por contra, sí se integran en las demás tragedias y que les conceden un alto grado de emotividad. Timón de Atenas no ofrece ningún conflicto de "poderosos contrarios" enzarzados en una lucha a vida o muerte sobre un tema de suprema importancia para los implicados. Asimismo, es notable la ausencia del vigor característico de las tragedias de Shakespeare. En sí, el antagonista de Timón no existe, no se trata de ningún otro personaje, sino del conjunto de la sociedad ateniense y del egoísmo que impera en ella. Sin embargo, ni siquiera en ese aspecto está justificada la utilización de la palabra "conflicto", puesto que la única incidencia de la obra es que los amigos de Timón se aprovechan de él hasta que éste se da cuenta, y luego lo olvidan. Por su parte, Timón no les da motivos para recordarlo, ya que reacciona desterrándose a
de acontecimientos no sí mismo de la polis. Es la única medida lógica que puede tomar, si es fiel a su percepción de la imposibilidad de la lucha contra una plena indiferencia.
La obra está mucho más cerca de la fábula y de la parábola que cualquier otra de las tragedias de Shakespeare. El curso que va a tomar la acción se ha establecido y planificado antes de la aparición del propio Timón. La tragedia se inicia sin virulencia, con cuatro de los protegidos del héroe esperando a su mecenas. Mientras hablan, el interés se centra en el relato del Poeta, que describe al Pintor un poema que acaba de componer. Se trata de un poema alegórico que pretende ser una advertencia para el héroe, puesto que representa a la diosa Fortuna sentada en su trono, en la cima de "una alta y lujuriante colina". A sus pies, hombres de toda condición aguardan con impaciencia sus favores y, cuando elige a Timón y lo llama para que se presente ante ella, inmediatamente todos los demás se convierten en aduladores, que le siguen pisándole los talones cuando asciende por la empinada ladera. Pero, tan pronto como la Fortuna veleidosa cambia de opinión y le rechaza, los antiguos adoradores se desentienden por completo del personaje y dejan que caiga, "sin que ni uno solo le acompañe en su caída" (1.1). Además de predecir cómo se va a desarrollar la acción, el Poeta anuncia ya algunos de los temas principales de la obra, que tratará determinados defectos humanos que son básicos: la adoración universal a la fortuna en forma de riquezas; la presteza con la que los seres humanos recurren a la adulación, a fin de congraciarse con los ricos; y, por encima de todo, la enorme ingratitud que muestran a sus benefactores en cuanto dejan de serles útiles. En este momento, el público todavía no tiene modo alguno de saber hasta qué punto será certero o completo este esbozo preliminar, pero ya se le ha indicado dónde debe centrar la atención hasta el momento en que Timón se arruine.
La historia de Alcibíades, que obviamente pretende establecer tanto un paralelismo como un contraste con respecto -a la de Timón, no tiene el mismo carácter de fábula. En ella existe un conflicto real de personajes y actitudes que toman la forma de acción. Cuando trata de interceder ante el Senado ateniense en favor de un compañero, un soldado que ha matado a un hombre en lo que parece haber sido un duelo, Alcibíades incurre en la ira del organismo, y se le condena al destierro por su contumacia en el atrevimiento de poner en tela de juicio la condena a muerte. Él reacciona reuniendo un ejército para marchar sobre la desagradecida ciudad. Pero su ira contra Atenas, al contrario que el odio que Timón siente por la humanidad, no es implacable ni indiscrimi nada. Cuando tiene la polis a su merced, salen a su encuentro dos senadores, quienes le aseguran que la decisión no fue aprobada por unanimidad y que sus enemigos y, los de Timón han muerto. Por todo ello, le suplican que no destruya la ciudad.
Después de escucharles, Alcibíades cede a los ruegos, pero con la
condición, sin embargo, de que los culpables sean castigados. Con esta decisión que atempera justicia con clemencia, el personaje conduce la obra a la conclusión característica de una tragedia de Shakespeare, es decir, al establecimiento de un determinado orden y a la garantía de la continuidad del gobierno, sin el cual reinaría el caos.
A pesar de ello, si bien la función principal de Alcibíades en la obra queda bastante clara, la manera en que se incorpora su historia al diseño general no está bien resuelta del todo. En El rey Lear, la otra tragedia shakespeariana que utiliza la doble trama, Gloucester aparece en el mismo inicio, incluso antes que el propio Lear, y a partir de ahí su figura siempre está presente en el escenario. Alcibíades, por el contrario, aparece en la primera escena, pero su papel es intrascendente y parece ser más bien un personaje menor hasta que se inicia la escena quinta del tercer acto. En ese momento, de forma totalmente inesperada, asume un papel principal cuando se enfrenta al Senado y pronuncia un encendido alegato a favor de su amigo. Por sí sola, esta escena contiene un alto tono dramático y es, con mucho, la más emocionante de la obra hasta el momento, pero pierde parte de su efecto trágico porque es imprevista. No se había mencionado al amigo ni al crimen, no había aparecido antes en el escenario y ni siquiera se conoce su nombre. Los senadores lo describen como un "relajado impenitente" y un- hombre disoluto y subversivo; por el contrario, Alcibíades lo considera un buen soldado y un hombre de honor. No acaba de quedar claro qué visión es la acertada, y tampoco se nos indica si la pena de muerte se llega a cumplir. Algunos críticos han sugerido que, en realidad, se trata del propio Timón, pero no existe ninguna prueba que sustente esta teoría. El episodio queda finalmente en una irritante oscuridad, cuando debería ser más explícito debido a su considerable importancia estructural. En primer lugar, demuestra que no existe ninguna anomalía en la ingratitud con la que los gobernantes de Atenas tratan a Timón, pues el trato con Alcibíades es el mismo; también conceden un escaso valor a la sangre que ha derramado Alcibíades por el Estado, como el que otorgan a las buenas obras realizadas por Timón. En segundo lugar, tiene consecuencias que conducen directamente a la conclusión de la obra. La escena es fundamental, pero no se ha construido adecuadamente para incorporarla a la acción.
En comparación con el fragmento de la obra que está dedicado a Alcibíades, la parte referida a Timón es mucho más coherente, aunque tiene también sus defectos. El más importante deriva de la escasa información proporcionada acerca de la naturaleza de los servicios prestados por el héroe al Estado. El primer indicio surge cuando Timón, consciente ya de su ruina, le dice a uno de sus servidores:
Vos, a casa de los senadores. En los días de mi opulencia, tenía derecho a hacerme escuchar de ellos... Decidles que al instante me envíen mil
talentos. Estas palabras indican que en verdad Timón debió de haber sido una persona de gran importancia para justificar la petición de una suma tan colosal, pero no especifican cuál fue la naturaleza de sus acciones. Después de esto ya no volvemos a oír nada más al respecto hasta la escena tercera del cuarto acto, cuando Alcibíades encuentra a Timón en el bosque y le dice: