Top Secret - Elle Kennedy - E-Book

Top Secret E-Book

Elle Kennedy

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Beschreibung

¿Qué posibilidades hay de que encuentres novio buscando un trío? Keaton Hayworth III lo tiene todo en la vida: una novia perfecta, una familia que lo apoya y un futuro prometedor. Además, está a punto de convertirse en el presidente de su fraternidad. Pero cuando su novia le pide que hagan un trío como regalo de cumpleaños, su mundo da un giro inesperado. En su búsqueda del tercer participante, Keaton conoce en una app a CanallaTres, un misterioso chico con quien conecta de inmediato. Lo que no sabe es que tras ese alias se esconde Luke Bailey, su rival en la lucha por la presidencia de la fraternidad. Lo que comienza como un juego erótico pronto se transforma en una atracción irresistible que se convertirá en algo real, profundo, complicado… y también muy divertido.   Una novela adictiva de Elle kennedy y Sarina Bowen, autoras best seller y reinas de la romántica young adult

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Seitenzahl: 458

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Top Secret

Elle Kennedy y Sarina Bowen

Traducción de Azahara Martín

Contenido

Página de créditos
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Epílogo
Sobre las autoras

Página de créditos

Top Secret

V.1: mayo de 2025

Título original: Top Secret

© Elle Kennedy y Sarina Bowen, 2019

© de la traducción, Azahara Martín Santamaría, 2025

© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2025

Los derechos morales de las autoras han sido reconocidos.

Todos los derechos reservados, incluido el derecho de reproducción total o parcial de la obra.

Ninguna parte de este libro se podrá utilizar ni reproducir bajo ninguna circunstancia con el propósito de entrenar tecnologías o sistemas de inteligencia artificial. Esta obra queda excluida de la minería de texto y datos (Artículo 4(3) de la Directiva (UE) 2019/790).

Diseño de cubierta: Elle Maxwell Design

Corrección: Pablo López, Jorge Fernández

Publicado por Wonderbooks

C/ Roger de Flor n.º 49, escalera B, entresuelo, oficina 10

08013, Barcelona

www.wonderbooks.es

ISBN: 978-84-10425-13-2

THEMA: YFM

Conversión a ebook: Taller de los Libros

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.

Top Secret

¿Qué posibilidades hay de que encuentres novio buscando un trío?

Keaton Hayworth III lo tiene todo en la vida: una novia perfecta, una familia que lo apoya y un futuro prometedor. Además, está a punto de convertirse en el presidente de su fraternidad. Pero cuando su novia le pide que hagan un trío como regalo de cumpleaños, su mundo da un giro inesperado.

En su búsqueda del tercer participante, Keaton conoce en una app a CanallaTres, un misterioso chico con quien conecta de inmediato. Lo que no sabe es que tras ese alias se esconde Luke Bailey, su rival en la lucha por la presidencia de la fraternidad.

Lo que comienza como un juego erótico pronto se transforma en una atracción irresistible que se convertirá en algo real, profundo, complicado… y también muy divertido.

Una novela adictiva de Elle Kennedy y Sarina Bowen, autoras best seller de la romántica Young Adult

«Adictiva, sincera e increíblemente sexy. Es todo lo que podrías pedir a una novela.»

Lauren Blakely, autora best seller del New York Times

«Una novela divertida, ingeniosa y sexy. La he devorado en una noche.»

K. A. Tucker, autora best seller del USA Today

«Sarina Bowen y Elle Kennedy nos ofrecen un manjar tan delicioso y lleno de talento que no podrás dejar de leer.»

Sierra Simone, autora best seller del USA Today

«Estas autoras ya son maravillosas cuando escriben sus propias historias (y he leído muchas), pero cuando escriben juntas… crean MAGIA.»

Wendys Wycked Words

«Una historia de Sarina Bowen o Elle Kennedy ya es una victoria garantizada. Juntas son lo más. En Top Secret nos demuestran la armonía y la facilidad con la que encajan sus estilos de escritura.»

The Bookish Sweet Tooth

¡Best seller del USA Today, incluye un epílogo extra!

#wonderlove

1. Apuesto por un desconocido

Keaton

—Mira —me susurra Annika al oído. Por debajo de la mesa, me da un apretón en el muslo con su pequeña mano al mismo tiempo que, con la mejilla, me empuja suavemente la barbilla para que mire hacia la puerta—. Es mono.

—Qué sutil —bromeo antes de echarle un vistazo superficial al objeto de su atención. Solo es un chico alto de cabello castaño; nada del otro mundo—. ¿Qué tal si dejamos esta conversación para más tarde?

Pone los ojos en blanco.

—Los dos sabemos que no habrá ninguna conversación, Keaton. Te gusta seguirme el rollo, pero, a la hora de la verdad, no haces nada. —Esta vez se le olvida bajar la voz.

—¿Hacer el qué? —pregunta uno de mis hermanos de la fraternidad desde el otro lado de la mesa. 

Tanner, Judd y yo nos hemos pasado por el Starbucks del campus a por una dosis de cafeína tras el entrenamiento. Como Annika tenía su próxima clase justo al otro lado de la calle, ha venido a saludar antes de entrar.

—Nada —le contesto a Tanner.

Si es que se le puede llamar nada a que tu novia quiera hacer un trío con otro tío.

Sí, mi novia quiere hacer un trío. Y yo que pensaba que tras seis años juntos Annika ya no podía sorprenderme. 

Hemos sido inseparables desde el tercer año de instituto. Conozco cada ápice de su ser, desde sus gustos gastronómicos hasta sus manías. Sé que le provoca ansiedad hacer cola, que estornuda cada vez que huele la canela y que le encanta la playa, pero odia esquiar.

Lo que no sabía era que mi novia fantaseaba con hacer tríos. La primera vez que lo mencionó pensé que estaba de broma. ¿Annika Schiffer, heredera de la fortuna de una empresa de mobiliario, quiere tirarse a dos chicos al mismo tiempo? Sí, claro.

Mi chica es la presidenta de su hermandad, siempre lleva un collar de perlas (y no precisamente de las falsas) y me hizo esperar hasta los dieciocho años para que perdiéramos la virginidad juntos. No me malinterpretes, no es la típica zorra rica con un palo metido por el culo. Es divertida y cariñosa, y una fiera cuando alguien trata de meterse con ella o con alguno de sus seres queridos. 

Pero también es… seamos sinceros: convencional.

No pensé que fuera en serio con lo del trío hasta la semana pasada, cuando le pregunté qué quería por su cumpleaños y volvió a mencionarlo.

Acerco la boca a su oreja para que ni Tanner ni Judd puedan escucharme. 

—No te preocupes, nena, habrá más que conversación —digo con voz ronca.

Primero se estremece y luego me lanza una sonrisa deslumbrante. Tiene un rostro perfecto: rasgos clásicos, labios carnosos y piel suave, brillante en su justa medida. Dedica mucho esfuerzo y dinero a conseguir esa piel. He estado en el baño de su hermandad, y he visto la cantidad de productos que se aplica en la cara para mantenerla tan perfecta. Eso por no mencionar los tratamientos faciales que se hace cada mes, para lo cual tiene que volar hasta Nueva York, ya que en esta ciudad universitaria en la que vivimos no hay ninguna «esteticista competente». Lo dice ella, no lo digo yo. 

Ayuda el hecho de que su padre tenga un helicóptero para llevarla a hacer estas excursiones mensuales. Aunque no soy quién para juzgar, porque mi padre tiene su propio jet privado.

—Estoy deseándolo —dice antes de bajarse de mi regazo—. Pásate esta noche después del entrenamiento, ¿vale, cariño? Ahora tengo que irme a clase.

—Nos vemos luego.

—Adiós, chicos. —Annika se despide con la mano de camino a la puerta.

—¡Hasta luego! —grita Tanner tras ella. Y si no me equivoco, se le queda mirando el culo con deseo.

—Tío —digo—. Si vas a follarte a mi novia con la mirada, al menos podrías disimular un poco. 

—¿Por qué? —pregunta Tanner—. Debería sentirse halagada. Y tú deberías valorar lo que tienes. Además, soy inofensivo. —Me dedica una gran sonrisa—. A todo esto, ¿qué vamos a hacer este fin de semana? —inquiere—. Es el baile presidencial, ¿no?

Niego con la cabeza.

—Eso es como en dos semanas, tío.

—¿En serio? ¿Por qué pensaba que era antes?

—Porque eres tonto —sugiere Judd con amabilidad.

Tanner le hace una peineta antes de girarse hacia mí.

—Y tú, ¿ya sabes lo que vas a hacer?

No tengo ni idea. Y no, el baile no es un requisito para la carrera a la presidencia de la fraternidad. Aunque antes sí lo era. Hace unas décadas, los candidatos que se postulaban a presidente de la fraternidad pensaron que un duelo de baile era la única forma de decidir quién era más apto para el liderazgo. De ahí procede el baile presidencial. En las paredes de la sala de estar hay fotos antiguas de hombres bien vestidos con el cabello peinado hacia atrás y chicas con faldas con vuelo en sus brazos.

Mi fraternidad tiene tradiciones que comenzaron mucho antes de la invención de los vasos rojos de plástico. Aunque, desde entonces, Alfa Delta ha evolucionado. O involucionado, depende de a quién le preguntes. En vez de perfeccionar su twist y su baile del puré de patatas, se espera que el candidato a la presidencia deslumbre a los demás miembros organizando un evento espectacular. Me refiero a algo épico, monumental. El tipo de fiesta que se recordará durante años. 

Aunque no tengo nada claro que organizar una fiesta increíble indique que vayas a ser un buen presidente, lo mismo ocurre con el hecho de saber bailar bien. Las fraternidades celebran muchas fiestas, pero tienen un comité social para ello. El papel del presidente, según Reedsy, el presi actual, es un coñazo. Me llevó a un lado después de que me presentara y admitió que es un trabajo aburrido y que debería pensármelo dos veces. 

—Demasiada responsabilidad sobre tus hombros, tío —se lamentó.

Por un instante, casi me rajo. En realidad, solo me presenté porque mi padre fue presidente de Alfa Delta en su juventud, y mi abuelo antes que él. Pero esa también es la razón por la que no podía retirarme. Mi padre se volvería loco si el legado de los Hayworth acabara conmigo.

Así que tengo diez días para organizar una fiesta legendaria.

—¿Y si contrato a un organizador de eventos? —sugiero.

—Ni de coña. —La respuesta de Judd es inmediata—. Si el imbécil de Bailey se entera, te hará una moción de censura.

—Solo se puede llevar a cabo una moción de censura una vez que se ha elegido al candidato —señala Tanner.

De todos modos, no quiero que me acusen de ser tramposo. Menudo quebradero de cabeza es todo esto.

—Podemos hacer una lluvia de ideas el domingo por la noche. Tenemos un partido que ganar el sábado.

—Oh, vamos a ganar —promete Tanner.

Pues yo no estoy tan seguro. No solo me preocupa la línea ofensiva del Northern Mass, sino que también creo que mi padre vendrá a ver el partido. Y en ese caso, ganar ni siquiera es suficiente. Si los jugadores del Northern Mass no lloran dentro de sus cascos después del último cuarto, mi padre me dará la lata en el brunch del día siguiente. 

Y yo que pensaba que los fines de semana eran para relajarse.

—Vale —dice Judd—. Hablaremos de tu campaña después de la otra reunión el domingo por la noche.

—¿Qué otra reunión? —trato de acordarme sin éxito.

—El comité de novatos —dice mientras se bebe de un trago lo que le queda de café.

Ah, uf, menos mal.

—Yo no tengo que ir. Este año no estoy en el comité de novatos.

—Pero te envié el correo —se queja Judd—. Te dije que necesito que vayas. Se acerca la noche de iniciación y mi comité da pena. 

—¿Quién forma parte de él? ¿Qué tienes planeado? —«Nota para mí mismo: no estar disponible el domingo por la noche». Ni de coña volveré a asistir al comité de novatos. Lidiar con los novatos del año pasado fue un fastidio absoluto.

—Está Ahmad, inteligente pero aburrido. Paul, solo aburrido. Owen, divertido, pero no precisamente creativo. Y Paxton, que es simplemente idiota. —Suspira—. En fin, al menos esta vez no tenemos a Bailey. ¿Recuerdas lo aguafiestas que fue el año pasado? Odio a ese tío.

No es un gran secreto. Judd lleva odiando a Luke Bailey desde que se unió a Alfa Delta el tercer año. Y podrás decir lo que quieras sobre Judd, pero no se comporta como un imbécil a menos que sienta que le han dado una razón. Es un hermano hasta la médula: cree en los vínculos masculinos, en los choques de manos y, según él, una amistad no es oficial a menos que hayáis sangrado juntos, salido de fiesta juntos y compartido resaca la mañana siguiente.

Luke Bailey no comparte esta filosofía. En el momento en el que se burló del intento de choque de puños de Judd, se lo ganó como enemigo.

Desde entonces, su turbulenta relación solo ha empeorado. Luke puede ser un capullo arrogante cuando quiere, y Judd odia sentir que lo juzgan o se burlan de él.

Ah, y luego está el hecho de que Bailey se tiró a la ex de Judd. 

—Gastas demasiada energía en ese tío —opina Tanner. Tanner es estudiante de Psicología, por lo que siempre está dando consejos, bastante buenos, que la mayoría ignora—. Aferrarse a la ira no es lo más adecuado para tener una salud mental sólida.

—En primer lugar, vuelve a decir la palabra «sólida» una vez más y te doy un puñetazo. Sabes lo que me provoca esa palabra, hermano. —La indignación brilla en los ojos de Judd—. Y, en segundo lugar, ¡Luke Bailey se folló a mi novia! Siempre estaré cabreado con ese gilipollas.

—Exnovia —digo con cautela, pero me gano una profunda mueca de Judd. Los dos somos compañeros de equipo y le soy leal, pero tampoco temo decirle las cosas como son—. Therese y tú llevabais meses separados.

—Therese y yo nunca lo dejamos. Es verdad que nos tomamos algún que otro tiempo breve, un descanso o dos, pero es mi chica —dice Judd con firmeza—. Todo el mundo lo sabe.

—Bailey dice que no lo sabía —replica Tanner.

—Eso es una gilipollez. Es un mentiroso. ¡Y ahora está tratando de joder a K! —gruñe Judd—. Se postuló a presidente para vengarse de mí. Lo sé.

—¿Tú crees? —Tanner parece escéptico—. Porque eso sería llegar a extremos sociopáticos solo por fastidiarte.

—Sí —coincido con una risita—. Bailey es un imbécil, pero no creo que asuma la gran responsabilidad de dirigir una fraternidad solo para hacerte un corte de mangas metafórico. —Aunque, a decir verdad, no sé por qué Luke Bailey se ha presentado a presi. El tío no ha mostrado demasiado interés en las actividades de la fraternidad desde que se unió a nosotros.

—Claro que lo haría —discrepa Judd. 

—Oye, tenemos clase —le recuerda Tanner a nuestro malhumorado amigo—. Deberíamos salir pitando para allá.

—Vale. —Judd empuja la silla hacia atrás y se pone en pie. Su mirada turbulenta se encuentra de nuevo con la mía—. Lo digo en serio, tío. Bailey es un problema, y tenemos que darle una paliza en esta campaña. Ni de coña le voy a permitir que sea nuestro presidente. 

—No te preocupes. No lo será.

Una vez que mis amigos se han marchado, dejo escapar un suspiro de cansancio. El problema de Judd con Bailey no es algo que me importe demasiado en este momento. Tengo un partido de fútbol que ganar, una campaña que planificar y un padre al que impresionar.

Y una novia a la que complacer.

Me acerco al mostrador para pedir más café. Luego me acomodo en mi acogedor rincón de la cafetería y abro la aplicación que me descargué anoche. Antes no le he mentido a Annika: su regalo de cumpleaños es mi principal preocupación. Solo necesito investigar un poco. 

¡Bienvenido a Vicio!

Añade una foto de perfil.

Añade una biografía.

Quería rellenar todo esto anoche, pero los hermanos de la fraternidad me liaron para echar una partida épica al Red Dead Redemption que se alargó hasta las tres de la madrugada. Ahora tengo que pasar rápidamente las fotos de la galería del teléfono hasta que encuentro una adecuada. En ella salimos Annika y yo, la tomamos en Easthampton el verano pasado. Ella está buenísima con su microbikini y, si se me permite decirlo, a mí se me ven los abdominales marcadísimos. Recorto las caras para que no se vean y subo la foto.

Me salto la biografía por ahora. Estoy impaciente por ver lo que la aplicación puede ofrecerme. No tengo ganas de estrujarme los sesos para escribir ciento cuarenta y cinco caracteres sobre el deseo de mi novia de follarse a dos hombres al mismo tiempo.

En realidad, esa es más o menos la esencia.

De todos modos, siento curiosidad por ver lo que se cuece. Vicio es más una aplicación para enrollarse que para tener citas y me complace descubrir que te permite buscar usuarios que han expresado interés en ciertos planes.

Hago clic en la opción «trío» de la sección de búsqueda. Hay una cantidad sorprendente de opciones, combinaciones que ni siquiera se me habían ocurrido. Annika quiere otro chico, así que pienso en las combinaciones más fáciles.

H/m/h

H/h/m

Desplazo el dedo por el botón «h/m/h». Creo que la otra opción significa que los hombres se pueden tocar. Es el momento de la verdad. Algunos chicos odiarían esta idea, pero yo no. Soy científico. Hago experimentos en mi día a día. 

Incluso alguna vez he soñado con tener sexo con hombres, aunque nunca se lo he mencionado a Annika. Pero ¿por qué lo haría? También he soñado que conocía a un dragón que fumaba cigarrillos con aroma de clavo. No es algo nuevo que mi cerebro se invente cosas mientras duermo.

Así que mentiría si dijera que la impactante petición de cumpleaños de Annika me corta el rollo. Hay que probarlo todo una vez en la vida. Y la aplicación te permite hacer clic en todas las casillas que quieras. Entonces, después de echar un vistazo por encima del hombro una vez más solo para asegurarme de que ningún conocido está mirando, selecciono ambas opciones y abro paso a la posibilidad de dar un paseo por el lado salvaje. 

El trío tiene que ser con alguien desconocido. Estoy seguro de que cualquiera de los hermanos de la fraternidad estaría dispuesto a ayudarme a darle a mi novia una noche memorable. Bueno, excepto Dan, a quien solo le van los tíos. Y, bueno, Bailey, que piensa que soy un gilipollas. Yo también creo que él es un gilipollas, así que supongo que estamos en paz. Pero no puedo hacer esto con un conocido. ¿Qué pasa si la noche resulta ser muy incómoda? Si es un hermano, tendré que convivir con él. Si es un compañero de equipo, tendré que verlo en el vestuario. Y luego está la otra posibilidad: ¿y si no es nada incómodo? ¿Y si me gusta mucho?

Ya, no quiero que mis amigos me juzguen. Apuesto por un desconocido. 

Me recuesto en la silla y empiezo a deslizar el dedo por la pantalla.

2. Estadísticamente es improbable

Luke

Esta noche estoy cuestionándome todas las decisiones de mi vida. Y todo por una máquina expendedora. 

Aquí estoy, muerto de hambre, un jueves a las ocho, en el centro de estudiantes. El próximo turno de trabajo en el club no es hasta mañana por la noche, así que estoy pelado. Meto las dos monedas que me quedan en la máquina de aperitivos y pulso el botón de los pretzels de mantequilla de cacahuete. La espiral metálica gira y la bolsa empieza a moverse.

Me ruge el estómago por el ansia. Supongo que saltarme la cena para estudiar en el laboratorio de estadística no ha sido la decisión más inteligente, pero estoy tratando de ahorrar dinero y tiempo, dos cosas que escasean en mi vida. 

Como la suerte no me acompaña, antes de que la precaria cena caiga en mis manos, la espiral deja de girar. Y los pretzels se quedan ahí, al filo del estante, colgando por una esquina de la bolsa de plástico. Atascados.

—Mierda —murmuro. Le doy un golpe rápido a la máquina expendedora con el puño. No ocurre nada. Típico—. ¡Vaya suerte de mierda!

—Es mala suerte —coincide una voz débil— … pero, estadísticamente, no es improbable.

Me doy la vuelta y veo a una chica delgada con unas gafas gigantescas esperando su turno para usar la maldita máquina.

—¿Por casualidad ibas a comprar también pretzels de mantequilla de cacahuete?

Niega con la cabeza.

—Los cacahuetes me provocan un shock anafiláctico.

—Qué lástima. Eso también es mala suerte, pero no estadísticamente improbable.

La chica sonríe.

—¿Quieres que te preste un par de dólares?

—No, gracias —digo con rapidez. 

Me he propuesto no pedir prestado nada a los niños ricos con los que voy a la universidad. De esa forma, cuando me gradúe con honores y consiga el mejor trabajo posible, nadie podrá decir que llegué ahí gracias a su ayuda.

Le deseo suerte y me marcho de la biblioteca. Mi única opción es volver a casa, a Alfa Delta, y prepararme otro sándwich de queso. Así pues, me echo al hombro la correa de la mochila y me dirijo hacia la puerta.

Cruzar el frondoso campus siempre me hace sentir como si estuviera en un plató de cine. Los ladrillos rojos, las lámparas antiguas de gas que proyectan círculos de luz amarillos sobre los senderos, los jóvenes Rockefellers, Carnegies y otros igual de millonetis pasando por mi lado con sus náuticos.

Me encanta y lo odio al mismo tiempo. He pasado toda mi vida en las afueras de esta ciudad. Los demás universitarios no salen del campus a menos que se dirijan al aeropuerto. Para ellos es como si la ciudad no existiera más allá de estos senderos de losas. 

Pero sí existe. Y no es bonita. Darby es una antigua ciudad industrial que atravesó tiempos difíciles alrededor de un siglo después de que se fundara la universidad. Solía ser pintoresca y limpia. Ahora es una completa mierda.

Sin embargo, cuando cumplí los dieciocho años, encontré un billete dorado en la tableta de chocolate. En serio, fue algo casi mágico. El orientador del instituto me dijo que rellenara la preinscripción para la Universidad de Darby.

—Los residentes de la ciudad no tienen que pagar tasas. Solo tienes que probar suerte, muchacho, nunca se sabe. Con tus notas, ya sabemos que puedes entrar en la pública. Esta preinscripción es solo por diversión.

La presenté y luego me olvidé. Pero en abril de ese año recibí un sobre muy gordo. 

«Bienvenido a la Universidad de Darby, fundada en 1804. Aquí está su beca».

Un billete dorado para el pueblerino local. Ni siquiera me lo creí cuando leí la carta. Al parecer, el estado de Connecticut había presionado a la universidad para que mejorase su relación con la ciudad. El resultado fueron becas para sus habitantes. La matrícula es gratis. Si logro evitar que mi vida se venga abajo durante tres semestres más, obtendré un grado en una de las universidades más famosas de Estados Unidos. 

Por desgracia, la beca no cubre alojamiento ni comida. Se supone que los residentes no necesitan alojamiento. Y hasta el año pasado no había problema en quedarme en casa de mi madre.

Sin embargo, vivir en casa ya no es una opción, de modo que durante el segundo y tercer año en la Universidad de Derby he tenido que lidiar con el hambre e intentar no convertirme en un sintecho, y esto seguirá así hasta que me gradúe. Las residencias son caras, por eso ingresé en Alfa Delta y cogí la habitación más barata. Problema resuelto.

Más o menos.

El año pasado tuve dos trabajos de mierda hasta que encontré uno mejor en un club. Ahora cobro más por doce horas de trabajo de lo que ganaba en el doble de tiempo. Aunque trabajar hasta las tantas me está matando. 

En el último curso, la carga de trabajo escolar será mayor. Por ello, he estado pensando en formas de reducir las horas laborales. Hace dos semanas, durante una maratón de pelis y alcohol con un par de tíos de la fraternidad, uno de ellos me dijo algo que yo no sabía. 

Dato curioso: el presidente de la fraternidad no tiene que pagar alquiler. Tiene la habitación gratis. 

Una. Habitación. Gratis. 

Así que, ¿adivina quién se va a postular a presidente?

La casa de Alfa Delta es una mansión antigua de estilo tudor a las afueras del campus. Entro pavoneándome por la puerta principal como si fuera el dueño. Porque lo soy, al menos tanto como los demás. No importa que no sea la tercera generación de la familia que es miembro de Alfa Delta, como algunos niños bonitos que viven aquí. No me rechazan los cheques, y eso es lo único que importa.

—Hola, chicos —saludo a cuatro de mis hermanos. 

Son las ocho de la tarde y como ninguno trabaja, están jugando al póker. 

—Bailey —gruñe Jako, mi mejor amigo de la casa—. Dime, ¿cómo voy?

Me coloco de pie detrás de él y observo su mano. Tiene un par de reinas y las tres cartas bocarriba en la mesa son dos dieces y un ocho. Un doble par no es una mala mano, pero tampoco es como para volverse loco. Judd solo necesita un diez en su mano para conseguir un trío. Mientras observo, Judd sube y Jako iguala.

Estudio el rostro de Judd por un instante y llego a la conclusión de que no tiene tres dieces. Es un farol. Pero, por supuesto, no soy tan idiota como para decir nada. Judd me odia, así que simplemente espero y observo. Después de la siguiente carta, la reina de corazones, Jako tiene un full. Vuelve a apostar, y los demás se retiran.

—Has hecho bien al igualarlo —le digo a Jako mientras recoge las ganancias—. Probablemente podrías haberle sacado más dinero a Judd si hubieras apostado en esa última ronda.

—Ni de coña —replica Judd, que no me soporta. 

Sin saberlo, me acosté con su ex el año pasado en una fiesta de disfraces de temática grecorromana, y eso es una seria violación del código de los tíos. 

En mi defensa, he de decir que en realidad no fue con maldad. Therese era mona, yo estaba un poco borracho, y en ningún momento mencionó el nombre de Judd. Ni que decir tiene que esa fue la última fiesta de Alfa Delta a la que asistí. Ahora solo voy a los eventos obligatorios.

Según Jako, toda esa situación podría haberse evitado si me involucrara más. Al parecer, no me involucro.

Quizá sea cierto, pero la culpa no es solo mía. Ojalá que mi vida en Alfa Delta fuera como en una comedia de Hollywood en la que mis mejores amigos y yo bromeamos hasta altas horas de la madrugada y disfrutamos de la camaradería de nuestros locos años universitarios. Y tal vez los demás chicos están viviendo ese sueño, pero yo solo intento mantenerme a flote trabajando de sol a sol. Estos tíos no tienen ni idea de lo que es ser yo.

Y no se lo digo porque es una realidad tan oscura como aburrida. Así que no me he esforzado en conocerlos a fondo a todos y supongo que eso constituye un grave delito. Jako dice que, si hubiera mantenido un mínimo de treinta segundos de conversación con Judd, habría sabido lo de Therese. 

Pero ¿por qué iba a hablar con Judd? Ha sido desagradable conmigo desde que nos conocimos. En la vida no todos nos convertimos en mejores amigos. Algunas personalidades te atraen y otras te repelen. Por esa razón soy amigo de los hermanos con los que me llevo bien e ignoro al resto. 

O, al menos, eso es lo que hacía antes. Lamentablemente, esta estrategia tan razonable tiene que cambiar si quiero que me elijan presidente de la fraternidad. No puedo permitirme tener enemigos, razón por la cual me trago el orgullo y me dirijo a Judd.

—Has jugado de forma muy inteligente —lo elogio—. Tienes talento para los faroles. No se te ha notado en absoluto.

Se hace un silencio incómodo mientras me mira y frunce el ceño como si sospechara de mí. 

—¿Gracias?

Me encojo de hombros y me dirijo a las escaleras.

—¿Quieres jugar una mano? —me grita Jako.

—No puedo. Tengo que hacer un trabajo. 

No me lo estoy inventando, pero también es cierto que soy incapaz de pronunciar un solo elogio más hacia Judd. Además, estoy famélico. 

Subo un tramo de escaleras y luego otro. La suite de la tercera planta cuenta con un gran baño y dos dormitorios de extrañas dimensiones, uno gigante y otro diminuto. 

Obviamente, mi habitación es la que tiene el tamaño de un armario. Es la más barata de la casa y la que nadie elige nunca.

—Es como la habitación del servicio —dijo un chico durante el sorteo de habitaciones del año pasado. 

Fingí hacerles un favor al elegir la habitación minúscula, pero la verdad es que casi no me puedo permitir ni siquiera esta. Cuando llego a lo alto de las escaleras, me detengo en el rellano con las llaves en la mano. No oigo voces. Ni jadeos sexuales. 

¡Qué silencio tan pero tan dulce! Keaton debe de estar en la habitación de su novia.

Sí, mi vecino se llama Keaton. Peor aún: Keaton Hayworth III. ¿Y sabes qué es peor todavía? Que es mi rival en la campaña por la presidencia de la fraternidad.

La mayoría de los chicos cree que tiene la victoria asegurada Y, bueno, cumple con todos los requisitos para ser presidente…, al menos en teoría. Le cae bien a casi todo el mundo. Además, su padre dirige una farmacéutica multinacional, así que cumple el requisito de ser rico. Juega al fútbol americano, así que también gana puntos por ser deportista

Pero como ya he dicho, esa es la teoría. En la práctica, es un poco —bueno, bastante— egocéntrico. El presidente de la fraternidad debería anteponer las necesidades de los demás a las suyas. No creo que Keaton sea capaz de hacer eso, y los demás se darán cuenta a medida que avance la campaña.

Está claro que «tonto» y «egoísta» son los adjetivos que emplearía si decidiera lanzar una campaña de desprestigio contra don Deportista. 

También sería apropiado «supersexy», aunque me mata admitir eso. Aun así, a pesar de que es un tío atractivo, no es mi tipo en absoluto. No me van los deportistas pijos. Cuando estoy de humor para un chico, me gustan un poco más brutos. Pero, oye, si te gustan guapos y ricos, Keaton es tu hombre.

Cierro la puerta tras de mí. El estómago me ruge como una bestia.

Si crees que la cocina es un buen lugar para guardar los ingredientes para tus bocadillos, ya te digo que es un error. Los chicos con los que vivo se comen todo lo que haya en el frigorífico porque no tienen vergüenza. Y tampoco pueden concebir un mundo en el que esas cuatro últimas lonchas de queso sean lo único que tengo para comer.

Aprendí esa lección por las malas. Ahora guardo la comida en mi habitación. Tengo un minifrigo viejo debajo del escritorio. El compresor hace ruido, pero mantiene el queso y la mayonesa frías. Y hay una hogaza de pan en el escritorio.

Solo tardo un minuto en hacer el bocadillo. Lo coloco en un plato desechable y me siento en la cama, con el teléfono en la mano para entretenerme mientras como.

Todavía tengo que estudiar más, pero puedo perder unos minutos jugando o —y esto puede ser incluso más divertido— navegando por la aplicación Vicio. Hace tiempo que no me enrollo con nadie. He tenido demasiados deberes y demasiado trabajo en el club durante los fines de semana. Últimamente caigo rendido en la cama a las tantas y trato de dormir unas horas hasta que don Deportista empieza a poner rock clásico a toda pastilla mientras hace abdominales y flexiones en su habitación. Apuesto a que en su casa tiene un ala entera para él solo. Probablemente nunca se le haya ocurrido hacer poco ruido para no molestar. La pantalla de inicio de la aplicación carga y me ofrece una pregunta tentadora.

¿Qué te apetece probar hoy?

Como si el sexo fuera un bufet al que pudiera acercarme cuando sintiera la necesidad. 

Aunque, bueno, es un punto de vista que se adapta bastante bien a mis apetitos sexuales. Algunos utilizan Vicio para encontrar a alguien con quien realizar una fantasía sexual. Pero yo soy más de buscar variedad. A veces tengo ganas de mambo con curvas y la ligera caricia de unas manos femeninas, pero los chicos también son muy divertidos en la cama.

A veces ni siquiera tengo que elegir. Vicio también tiene una sección para parejas que buscan añadir a alguien a su cama. Esa es la opción que selecciono ahora: 

Tríos inminentes.

Claro que no va a ocurrir esta noche. Tengo que terminar los deberes de dos asignaturas antes de que llegue el fin de semana cargado de turnos nocturnos en el club. Pero un chico tiene derecho a soñar. Además, preparar un trío lleva su tiempo. Tienes que asegurarte de que todos están en sintonía. 

Paso por un par de imágenes conocidas. Una foto muestra una pareja de buenorros con la que ya he estado de fiesta. Eran divertidos, pero el chico es demasiado dominante para mi gusto. 

Quería que me arrodillara y le dije que eso no era una opción. Luego, una pareja gay. No estoy de humor para dos chicos, así que paso a la siguiente.

¡Vaya! Carne fresca. Hay una foto de una pareja que nunca he visto antes. Están en una playa. El bikini de la chica no deja lugar a la imaginación, con tetas perfectas y un vientre tan plano que podría estar en una portada de revista.

El chico rodea la diminuta cintura de la chica con un brazo musculoso. Es bastante corpulento, pero tiene buenas proporciones. Me gustaría deslizar las manos por esos abdominales marcados e introducirlas en su bañador. Pongo los ojos en blanco cuando me doy cuenta de que tiene un estampado de langostas rojas.

En general son una pareja sexy. Sin duda, atractiva. La foto está recortada a la altura de los hombros, así que no puedo verles la cara. Pero eso es de sentido común. Mi foto es igual.

Deslizo el dedo hacia la derecha. La pantalla se sacude. 

«Hay conexión, pibón» dice la aplicación. 

—Guau —digo en voz alta porque me gusta que las aplicaciones me adulen. Entonces, me pongo manos a la obra a inspeccionar el perfil.

Veinteañero con pareja mujer también en la veintena. Ella quiere un trío h/m/h para su cumpleaños, y yo estoy totalmente abierto a ello. Busco una aventura de una noche dentro de unas semanas. 

Esa es toda la información que ofrece. Su nombre de usuario es BañadorDeLangostas, lo cual me hace reír. Al menos reconoce lo ridículo de ese traje de baño pijo. Otro punto a su favor. 

Mi nombre es CanallaTres, porque yo también admito las verdades.

Me termino el bocadillo y dejo el plato a un lado. El perfil del chico tiene un punto brillante en la esquina, lo que significa que está conectado ahora. Apostaría todo mi dinero (que, bueno, es cero) a que ha creado este perfil hace solo unas horas. Parece que está un poco verde. Pero eso no es un chasco. Apostaría el resto de mi inexistente fortuna a que nunca se ha corrido frente a otro chico.

Impresionar a los demás es al menos la mitad de la diversión, ¿no?

Como norma general, mantengo la geolocalización de la aplicación desactivada. A nadie le importa dónde estoy. Pero cuando me estoy pensando si interactuar o no, la activo por un instante, solo para intentar adivinar si tengo delante a otro estudiante de la Universidad de Darby. 

¿Con ese bañador? Probablemente. Pero, de todos modos, cambio la configuración.

Ubicación: a 1,4 km de ti.

Vuelvo a desactivarla. Uh. Menos de dos kilómetros es bastante cerca. Podría ser un estudiante o alguien que está de prácticas en el hospital. O, y esta es la peor posibilidad, un estudiante de posgrado que aparecerá de repente para impartir la próxima asignatura de empresariales en la que me matricule. Eso sí que sería incómodo. 

Desplazo los dedos sobre el icono del mensaje. No hay nada de malo en charlar con él, ¿verdad? Lo selecciono y envío el saludo estándar. 

CanallaTres: Hola.

No me hace esperar. 

BañadorDeLangostas: Hola.

CanallaTres: Bonita foto de perfil. 

Se lo digo porque los halagos siempre funcionan.

BañadorDeLangostas: Gracias. Eh… 😊 Nunca he chateado con un chico antes. Pero ahí va: igualmente. Veo que entrenas mucho para tener esos abdominales.

CanallaTres: Ni te lo imaginas. 

Tener unos abdominales marcados es lo que me da de comer. 

CanallaTres: Así que quieres un chico para hacer un trío, pero te parece raro chatear conmigo en una aplicación. ¿Cómo te va a ir entonces en el cumpleaños de tu novia? Podrías, ejem, tener que verme la polla.

Ya que estamos, quitémonos las preguntas incómodas de encima lo antes posible. 

BañadorDeLangostas: Relájate, solo necesitaba un minuto para hacerme a la idea. Eres el primero que me ha escrito.

CanallaTres: Guau, ¿te he desvirgado? Qué honor. ¿He sido delicado? 

BañadorDeLangostas: Me ha cambiado la vida. Soy un hombre nuevo. 

Añade un emoticono con los ojos en blanco y me echo a reír. El sentido del humor es buena señal. 

CanallaTres: ¿Quieres enseñarme vuestras lindas caras? Si terminamos haciendo planes juntos, os veré de todos modos.

BañadorDeLangostas: No puedo.

La respuesta es inmediata. 

BañadorDeLangostas: No en una aplicación. Mi novia y yo todavía no hemos hablado sobre cuándo revelar nuestra información personal.

CanallaTres: ¿No te preocupa que yo sea feo?

BañadorDeLangostas: ¿Lo eres?

CanallaTres: Ni de coña. De hecho, me contrataron en el trabajo porque gusto a las mujeres.

BañadorDeLangostas: Bueno, mi dentista usaba mi cara para hacer publicidad de su clínica hasta que le pedí que dejara de hacerlo. Misterio resuelto, entonces.

Me vuelvo a reír. 

CanallaTres: ¿Puedo darte un pequeño consejo? Si a tu chica le preocupa su privacidad, quita el tema del cumpleaños del perfil. El friki informático de tu barrio podría hacer una referencia cruzada con las redes sociales con bastante facilidad y averiguar quiénes sois.

BañadorDeLangostas: ¡Mieeeerda!

BañadorDeLangostas: Un segundo.

Por supuesto, la descripción de su perfil ha cambiado cuando actualizo la pantalla un minuto después.

BañadorDeLangostas: Gracias.

BañadorDeLangostas: ¿Utilizas mucho esta aplicación? 

CanallaTres: Define mucho. Me conecto constantemente, pero no tengo tiempo para muchas quedadas.

BañadorDeLangostas: ¿Estudiante?

CanallaTres: A tiempo parcial.

Miento. Tengo que mantener las distancias. 

CanallaTres: ¿Y tú?

BañadorDeLangostas: Estudiante a tiempo completo.

Qué lástima. Prefiero enrollarme con gente que no pertenezca a la Universidad de Darby. Estas cosas son complicadas.

BañadorDeLangostas: ¿Has hecho tríos con parejas antes? 

CanallaTres: Sí. 

Tengo la sensación de que estoy en una entrevista de trabajo. 

CanallaTres: No son tan fáciles de organizar como un simple encuentro casual, pero cuando funcionan es una de las cosas más divertidas que puedes hacer.

BañadorDeLangostas: Eso suena prometedor.

CanallaTres: Eres nuevo, ¿no? Créeme, es divertido ver a una pareja traspasar sus propios límites. Es como participar en una peli porno, con la diferencia de que en este caso es real.

BañadorDeLangostas: Entiendo por qué es excitante.

Esto no se lo digo, pero la mejor parte es que cuando termina, termina. A diferencia de las citas, no hay expectativas. Cada uno sigue por su lado. 

CanallaTres: Define el tipo de excitación que estás buscando. ¿De qué nivel estamos hablando?

Tarda varios segundos en contestar. 

BañadorDeLangostas: No estoy seguro de entender tu pregunta. Soy nuevo, ¿recuerdas?

Sonrío, porque aprecio su sinceridad. Mucho.

CanallaTres: Vale, has dicho que esto es idea de tu chica. Y también has dicho que estás abierto a ello. Pero ¿abierto a qué?

Decido ser brutalmente honesto.

CanallaTres: ¿A mirar mientras me la follo? ¿Quiere mirar ella? ¿Quieres que te toque a ti también o solo a ella? ¿Quieres follarme? ¿Quieres que te folle? Las opciones son infinitas…

BañadorDeLangostas: Guau. VALE. Hay mucho en lo que pensar.

CanallaTres: No es ninguna broma. Por eso hay que resolver estas cosas con antelación. No se puede improvisar.

BañadorDeLangostas: Pero tienes que admitir que tomar una decisión sobre la marcha tiene sus cosas buenas. ¿Cómo diablos sé lo que quiero hasta que no lo pruebo?

Suelto una carcajada. 

CanallaTres: ¿Les pides a los camareros que te traigan un bocado de todo lo de la carta antes de elegir?

BañadorDeLangostas: ¿Qué? ¿Qué tiene eso de raro? ¿Esperas que elija entre la hamburguesa de la casa y el pescado con patatas sin saber antes cómo están?

Espero que no me esté tomando el pelo con lo de hacer un trío, porque me está empezando a gustar.

CanallaTres: Vale, mira. ¿Qué tipo de porno te gusta?

BañadorDeLangostas: El que tiene gente desnuda.

Pongo los ojos en blanco. 

CanallaTres: ¿Mujeres desnudas?

BañadorDeLangostas: Sí.

CanallaTres: ¿Hombres desnudos?

BañadorDeLangostas: ¿Supongo? Veo mucho porno de sexo grupal, orgías, etc. Mujeres desnudas con hombres desnudos en todo tipo de combinaciones. No sé, mi gusto para el porno es muy variado. Soy más galgo que gourmet.

Como si supiera lo que eso significa. De hecho, abro el diccionario del teléfono y escribo «galgo». Me molesta muchísimo no conocer el significado de una palabra. Siento que delata mi pobreza.

«Galgo: goloso; persona que está muy interesada en la buena comida y bebida».

Sabía que me gustaba este chico. 

CanallaTres: Pareces divertido.

CanallaTres: Es un buen augurio que dos pollas en una peli porno no te corten el rollo. Pero hay una diferencia entre verlo y hacerlo.

BañadorDeLangostas: Cierto.

CanallaTres: ¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Alguna vez has estado con un chico?

BañadorDeLangostas: No. ¿Por qué?

CanallaTres: Solo me preguntaba si alguna vez habías tenido la tentación de hacerlo. 

BañadorDeLangostas: Llevo mucho tiempo con mi novia, así que no es algo en lo que piense.

A solas en mi habitación, sacudo la cabeza. Esta es la razón por la que no salgo con nadie. Cuando me pica, quiero que me rasquen.

BañadorDeLangostas: Cuando mi novia propuso que hiciéramos un trío con un chico, casi me trago la lengua. Pero soy un poco temerario. Me gusta el paracaidismo. Una vez me comí un paquete entero de grillos por una apuesta. 

CanallaTres: Qué asco. Te prometo que desnudarte conmigo será más divertido.

BañadorDeLangostas: Bueno es saberlo. Aunque los grillos estaban condimentados con chili y lima y crujían que daba gusto. 

CanallaTres: DIOS MÍO.

BañadorDeLangostas: : ) Es solo para que sepas que no me asusto fácilmente.

CanallaTres: Genial, pero aún tienes que especificar qué quieres sacar de este encuentro. Y hasta dónde estás dispuesto a llegar. Piénsatelo, ¿vale? Como he dicho antes, los tríos son divertidos, pero solo cuando las reglas están claras. Sin decepciones ni arrepentimientos.

BañadorDeLangostas: Lo pillo, Pepillo.

CanallaTres: ¿Cómo has adivinado mi nombre? 

Ahora es él quien responde a mi broma enviando un emoticono con los ojos en blanco.

CanallaTres: Voy a desconectarme. Tengo que escribir un ensayo para luego poder trabajar todo el fin de semana.

BañadorDeLangostas: ¿A qué te dedicas?

Sí, claro. Como si fuera a decírselo. 

CanallaTres: Lo único que diré es que te reirías a carcajadas si lo supieras. Y espera, tengo deberes para ti.

BañadorDeLangostas: Como si necesitara más.

Me pregunto dónde estará ahora. ¿En la biblioteca? ¿En una sesión de estudio? Es bastante excitante pensar que podría estar hablando de estas guarradas en público.

CanallaTres: No, estos deberes son divertidos. Quiero que te imagines que voy a hacerte una mamada. Me dejas abrirte la cremallera y luego meto la mano por dentro de los… ¿slips?

Tarda un momento en responder, pero luego llega su confirmación.

BañadorDeLangostas: Boxers.

CanallaTres: ¿Debería seguir?

Otra pausa.

BañadorDeLangostas: Sigue.

CanallaTres: Meto la mano en los boxers y ya estás empalmado para mí.

Dejo de escribir y coloco el teléfono sobre la cama. Espero.

Escribe un minuto más tarde. 

BañadorDeLangostas: ¿¿Y?? 

BañadorDeLangostas: Estoy esperando aquí con la polla fuera.

BañadorDeLangostas: Bueno, metafóricamente.

Añade eso último de forma apresurada.

Me río tan fuerte que resuena contra las paredes de la diminuta habitación. 

CanallaTres: Eso es todo. Tu tarea es terminar la escena. Hablamos mañana.

BañadorDeLangostas: ¿Qué? ¿Me dejas a medias?

CanallaTres: Buenas noches, señor Langosta.

Cierro la aplicación. Dejar a la gente a medias es mi especialidad.

Y de verdad que tengo que redactar ese ensayo. 

3. Compañeros embadurnados de aceite

Luke

Paso la mayor parte del viernes encerrado en mi habitación, corriendo para terminar el trabajo de Economía. Los fines de semana no son propicios para hacer deberes. Empiezo el turno a las nueve de la noche y, aunque el club cierra a la una de la madrugada, a veces hago otro turno en el club de al lado, que cierra más tarde. Normalmente no llego a casa hasta después de las cinco, dependiendo de lo que tarde en ducharme, cambiarme y cobrar.

Aun así, preferiría pasar el día durmiendo para estar bien descansado para esta noche. O tal vez sextear con BañadorDeLangostas. Me resultó muy duro desconectarme anoche. Tan duro como el estado de mi polla en ese momento. No te imaginas lo excitante que es ayudar a un chico a explorar su sexualidad. 

Verás, la novia de BañadorDeLangostas no sacará nada demasiado novedoso de nuestro encuentro. En vez de una polla, tendrá dos. Pero él… Él nunca se ha comido una polla, y nunca ha tocado ni besado a otro chico. 

Maldita sea. Tal vez tenga que masturbarme ahora. Estudiar con una erección va a ser imposible. 

Estoy a punto de deslizar la mano por debajo de la cinturilla de los pantalones deportivos cuando el teléfono vibra.

Entonces miro la pantalla y bato el récord mundial a la Pérdida de Erección más Rápida. Y aprieto los dientes de forma involuntaria.

No quiero responder, pero, por otro lado, conozco a mi madre y sé que no dejará de llamar hasta que lo coja. Cuando se trata de sus hijos, su dedicación es incomparable. Ay, espera, ¿he dicho hijos, en plural? Qué tonto. Marlene Bailey solo tiene un hijo varón por el que se preocupa, y por supuesto que no soy yo.

—Hola. —Mi tono es brusco, pero no puedo evitarlo—. ¿Qué pasa?

—Hola, cariño. Soy mamá.

—Sé quién eres. —Frunzo el ceño, me siento y apoyo la cabeza contra la pared—. ¿Qué pasa? —repito.

—Es solo… —Su tono adquiere una nota de desesperación—. Todavía estás enfadado conmigo. Oh, Luke. Ha pasado un año… ¡No puedes odiarme eternamente!

—No te odio.

—Entonces, por favor, no te enfades. ¿Qué alternativa tenía?

—No estoy enfadado —miento—. ¿Qué necesitas, mamá? Ahora mismo estoy un poco ocupado.

—Pues… —Se le quiebra la voz y solloza.

No me lo trago. Mi madre puede llorar cuando quiere. Y, créeme, saca mucho provecho de esa habilidad. Me pasé toda mi infancia viéndola utilizar ese truco para hacer lo que quería con sus novios. Esa mierda también le funciona con mi hermano, pero conmigo no. Su numerito de damisela en apuros no me ha engañado nunca. 

—Mamá, en serio —digo irritado—. Dime por qué has llamado o te cuelgo.

—Te he llamado para invitarte a cenar el domingo. 

Casi se me cae el teléfono. ¿A qué coño está jugando ahora?

—A cenar… —repito, incapaz de ocultar la sospecha en mi tono de voz.

—Sí, a cenar. —Hace una pausa—. Tenemos noticias.

—¿Qué noticias? ¿Y quiénes tenéis noticias?

—Lo sabrás en la cena —dice de forma obstinada.

—Sí, claro. ¿Y estará Joe en esa cena? —Se me revuelven las entrañas solo con pronunciar el nombre de mi hermano mayor.

Joe es la razón por la que no puedo vivir en casa. Hace un año salió en libertad condicional. Llevaba tres años en prisión por robo. Cuando lo soltaron, le preguntó a mi madre si podía regresar a casa, y, por supuesto, ella aceptó. 

«Estoy deseando que seamos una familia de nuevo», fueron sus palabras exactas.

Por desgracia, ser una familia significaba mirar para otro lado mientras mi hermano reanudaba sus actividades ilegales. Y la casa solo tiene dos habitaciones, así que, literalmente, no hay modo de escapar de Joe y sus amigos delincuentes. 

Dos meses después de que Joe regresara a casa, encontré algunos tubos vacíos de anestésico tópico en el cubo de la basura de la cocina.

—No tengo ni idea de lo que es —insistió Joe—. Quizá a mamá le duela algo. 

Pero sé reconocer a un mentiroso cuando lo veo. Con algo de ayuda del doctor Google, me enteré de que la lidocaína se usa con frecuencia para cortar la cocaína y convencer a los compradores de que el producto es de buena calidad. Le planté cara y él trató de manipularme.

Y entonces encontré la pistola debajo de su colchón. Cargada. Lo cual no solo es peligroso, sino también una flagrante violación de su libertad condicional.

—No es mía —dijo—. Bix la dejó ahí. Yo no lo sabía. 

—Tu hermano no lo sabía —repitió mi madre. Solo se cree lo que quiere.

—No puedes quedarte aquí —había espetado yo—. Coge tus mierdas y márchate.

—Oblígame.

Lo único que mamá añadió a la situación fueron lágrimas.

Así que al final quien se marchó fui yo. No iba a compartir una habitación con alguien a quien, sin lugar a dudas, iban a volver a arrestar y meter en prisión. De hecho, me sorprende que haya durado un año en libertad.

No lo he visto desde julio, cuando mamá me hizo sentir culpable para que asistiera a una barbacoa familiar en la que su último novio hizo perritos calientes y los quemó. Ah, y me pidieron que llevara yo la cerveza, cómo no. 

—Por favor, ven a cenar —me ruega mi madre ahora—. Ni siquiera tienes que traer nada.

Qué suerte.

—Todavía no me has dicho si Joe estará allí.

—Pues claro que estará. Es su casa.

Sofoco un suspiro de cansancio. 

—¿Sabe que me has invitado? 

—Fue idea suya.

Si antes tenía mis sospechas, ahora estoy en modo desconfianza total. ¿Fue idea de Joe invitarme?

Sí. Me encantaría evitar una situación tipo la Boda Roja de Juego de tronos, muchas gracias.

—Lo siento, estoy ocupado el domingo —le digo—. Si quieres contarme ahora la gran noticia, soy todo oídos. De lo contrario, tengo que colgar.

—Luke —protesta.

—Está bien, tengo que irme, mamá. Hablamos luego.

Los dos sabemos que luego no hablaremos.

En cuanto dejo el teléfono en la caja de leche que hace las veces de mesita de noche, el cansancio me invade. Conozco a mucha gente que tiene familias de mierda, pero la mía se lleva la palma. Un hermano mayor que me arrastrará con él si se lo permito, un padre irresponsable al que no he visto desde que tenía dos años, y una madre dramática que probablemente se casaría con su primogénito si la sociedad no lo viera con malos ojos. Y esto no es broma. El amor que mamá siente por Joey roza lo… espeluznante.

Supongo que debería sentirme afortunado por que a mí no me quiera. ¡Hurra!

Se oyen pasos por detrás de la puerta y me pongo rígido de forma instintiva. Por mucho tiempo que lleve viviendo en Alfa Delta, sigo sin sentir que pertenezca aquí.

«Y lo dice el chico que se postula a presidente».

Mierda. ¿Dónde me estoy metiendo?

Una explosión de música resuena en el pequeño rellano que hay entre las habitaciones. «Sweet Emotion», de Aerosmith. Maravilloso, don Deportista está en casa. Y es hora del entrenamiento previo a la cena.

Echo un vistazo a la pila de libros de mi escritorio mientras la estridente voz de Steven Tyler sale de la habitación de Keaton. Si tuviera dinero, lo invertiría en un par de auriculares caros con cancelación de ruido.

Por desgracia, no tengo dinero.

* * *

No estoy del mejor humor cuando llego al trabajo unas horas después. No he terminado los deberes y no he podido pegar ojo ni un minuto por culpa de Hayworth. Entiendo que es deportista, pero, por el amor de Dios, ¿cuántas horas al día tienen que hacer pesas esos idiotas?

Y justo cuando me estaba quedando frito, llegó la novia y se pasó una hora quejándose de sus compañeras de hermandad. Ni siquiera tuvieron la decencia de tener sexo. Escucharlos follar habría sido mucho más interesante que oír que una chica llamada Lindy le dijo a Annika que sus mechas no eran naturales. 

Está claro que Lindy es un puto monstruo.

No hace falta decir que esta noche estoy de mal humor. Y muerto de hambre. Se me hace la boca agua solo con pensar en las propinas que conseguiré. Por fin voy a poder alimentarme.

—Llegas tarde —me dice la gerente.

Entro a grandes zancadas en el vestuario.

—No. —Frunzo el ceño—. ¿En serio? 

No hay reloj en la habitación, así que no puedo estar seguro, pero normalmente soy puntual. 

—Solo un minuto —dice Heather sonriendo—. Llevo mucho tiempo esperando para castigarte por llegar tarde. Es una lata ver lo buen chico que eres.

Le devuelvo la sonrisa.

—Es la primera vez que alguien me dice que soy un buen chico. Normalmente, dicen que soy malo. —Le dedico un guiño y ella pone los ojos en blanco. 

Heather es morena y mayor que yo; dirige uno de los dos clubes asociados, Jack’s y Jill’s. Aunque llevo trabajando en el Jill’s poco menos de un año, Heather y yo ya somos grandes amigos. Antes era stripper. Se casó con el dueño de su antiguo club y ahora dirigen negocios ubicados uno al lado del otro.

Ah, ¿he mencionado que soy stripper?

Algunos prefieren llamarlo «artista masculino» o «bailarín exótico», pero yo llamo a las cosas por su nombre. Paso dos noches a la semana moviendo la entrepierna frente a mujeres alegres y desnudándome hasta quedarme en tanga. Por lo tanto, soy stripper.

—Bueno, te toca ya mismo, chico malo, así que será mejor que te vistas. —Heather me da una palmadita en el trasero por encima de los vaqueros y me empuja hacia el largo estante de metal que está al otro lado de la habitación.

—Oye, Heather. —La detengo antes de que se dé la vuelta—. ¿Hay alguna posibilidad de conseguir un par de turnos de camarero en el Jack’s esta semana? Necesito pasta.

—¡Pues claro, cariño! —Me ofrece una sonrisa alegre—. Voy a poner una nota en la pizarra para ver si alguien necesita una noche libre. ¿Va todo bien?

—Sí, claro. Tengo que organizar una fiesta, ¿te lo puedes creer? 

Es irónico que la junta electoral de la fraternidad la llame «duelo de baile», porque si pudiera convertirme en presidente por bailar, ganaría en un abrir y cerrar de ojos. No tengo rival.

Pero no. Tengo que deslumbrar a mis hermanos con una buena fiesta. Pero no pasa nada: tengo un plan.

—Me alegro —dice Heather—. Ahora ve a ponerte guapo.

Pongo los ojos en blanco y me dirijo al cubículo ubicado en medio de la fila.

—¡Bailey! —grita George, uno de mis compañeros. 

Está tirado en el cómodo sofá del vestuario, con el pecho desnudo y un tanga de elastano de la bandera de Estados Unidos. Agita un puñado de billetes en mi dirección.

—Adivina cuánto dinero acabo de ganar.

Poso la mirada brevemente en la parte inferior de su cuerpo.

—Eeeh… El espectáculo del buen americano… Voy a decir… ¿ciento cincuenta?