Transgénica - Héctor González - E-Book

Transgénica E-Book

Héctor González

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Beschreibung

El trinar de los pájaros anunciaba que en pocos minutos el día comenzaría. Hacía ya muchos años que Julio había archivado su despertador. Es que la vida en el campo tiene sus tiempos, a veces canta algún gallo lejano, otras veces el ruido cansino del molino que se mezcla con el ulular del viento entre los árboles. Es el ritmo de la vida misma, que nace de la naturaleza, el que despierta a las personas. Un rayo de sol, que logró filtrarse por una vieja hendija de la persiana, golpeó en la cara de Julio, quién, por costumbre, miró su reloj, aunque ya bien sabía debían ser las siete de la mañana, remoloneó unos segundos en las sábanas y luego impulsado por una energía inusual para sus sesenta y siete años, saltó de la cama. El espejo de la cómoda de roble oscuro le recordó que la mañana anterior no se había afeitado, y aunque no lo necesitaba, ya que su laboratorio estaba en su propia casa, y en los últimos años había salido muy poco, solo lo necesario e indispensable, aún le incomodaba la barba, tal vez era un inconsciente reflejo de sus épocas de catedrático en la universidad, donde disfrutaba de sus clases y según sus creencias, un profesor...debía parecer un profesor. (...)

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Seitenzahl: 279

Veröffentlichungsjahr: 2014

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Transgénica

Héctor Ruben González

Editorial Autores de Argentina

Índice

Capítulo ICapítulo IICapítulo IIICapítulo IVCapítulo VCapítulo VICapítulo VIICapítulo VIIICapítulo IXCapítulo XCapítulo XICapítulo XIICapítulo XIIICapítulo XIVCapítulo XVCapítulo XVICapítulo XVIICapítulo XVIIICapítulo XIXCapítulo XXCapítulo XXICapítulo XXIICapítulo XXIIICapítulo XXIVCapítulo XXV
González, Hector Rubén
    Transgénica. - 1a ed. - Don Torcuato : Autores de Argentina, 2014.    
    E-Book.
    ISBN 978-987-711-139-2
    1. Narrativa Argentina. 2.  Novela. I. Título
    CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Maquetado digital:

I

El trinar de los pájaros anunciaba que en pocos minutos el día comenzaría. Hacía ya muchos años que Julio había archivado su despertador. Es que la vida en el campo tiene sus tiempos, a veces canta algún gallo lejano, otras veces el ruido cansino del molino que se mezcla con el ulular del viento entre los árboles. Es el ritmo de la vida misma, que nace de la naturaleza, el que despierta a las personas.

Un rayo de sol, que logró filtrarse por una vieja hendija de la persiana, golpeó en la cara de Julio, quién, por costumbre, miró su reloj, aunque ya bien sabía  debían ser las siete de la mañana, remoloneó unos segundos en las sábanas y luego impulsado por una energía inusual para sus sesenta y siete años, saltó de la cama. El espejo de la cómoda de roble oscuro le recordó que la mañana anterior no se había afeitado, y aunque no lo necesitaba, ya que su laboratorio estaba en su propia casa, y en los últimos años había salido muy poco, solo lo necesario e indispensable, aún le incomodaba la barba, tal vez era un inconsciente reflejo de sus épocas de catedrático en la universidad, donde disfrutaba de sus clases y según sus creencias, un profesor...debía parecer un profesor. Así, que se calzó sus cómodas pantuflas de cuero y se dirigió al lavatorio, tomó su navaja, la enjuagó con agua tibia, que ya no debía tener mucho filo, pues lo venía acompañando hacía varias mañanas, se humedeció la cara con el agua, ya que bien se sabe que el secreto de una buena afeitada es la humedad de la cara y una buena espuma. Casi como un artista fue deslizando la hoja, hasta que su rostro quedó suave y prolijo, se miró cuidadosamente al espejo y conforme con el trabajo, se limpió con una pequeña toalla humedecida en agua caliente. Se sintió como nuevo.

Nadie podría darle los años que tenía, se lo veía erguido, con la espalda recta, el cabello corto con un estilo militar, y sus ojos grises resaltaban de su pelo entrecano. Las horas de trabajo al sol le otorgaban a su piel un bronceado parejo y saludable. Emanaba energía de él.

Se dirigió a la cocina. Ese era uno de los lugares que más amaba de su casa, era amplia y cómoda. Sus alacenas de roble tenían unos pocos años menos que él, y rodeaban casi todo el perímetro de la misma, la mesada de granito rojo, la seguía fielmente y debajo de la mesada, continuaban los muebles de roble. Allí pasaba algunas de sus pocas horas libres, creando delicias, se olvidaba del mundo mirando por el amplio ventanal que permitía que la luz diurna inundara el lugar, dándole calidez y armonía. Desde allí le gustaba contemplar el hermoso parque jardín, que día a día cuidaba, para gozar él y todos los pájaros que allí venían. Esa mañana se quedó mirando, casi absorto, la belleza del ricino que años atrás, él mismo, había plantado con sus manos, sus frutos rojos, redondos y erizados, estaban casi maduros y golpeaban, impulsados por el viento, contra el vidrio de la ventana, creando un suave y rítmico tamborileo.

Encendió la hornalla de la cocina y colocó un jarro con agua sobre ella. Buscó el café en la alacena, abrió casi como un ritual el frasco de vidrio y aspiró su perfume largamente, cerró sus ojos y recordó sus épocas de estudiante, cuando bien temprano estaba en pie para poder cumplir con su trabajo y sus estudios, y el café lo despabilaba. Esperó a que el agua estuviera a punto de entrar en ebullición y agregó una generosa cucharada de café molido y apagó el fuego, removió suavemente, esperó un par de minutos y agregó unas gotas de agua fría, esperando que el café molido se deposite en el fondo del jarro, con mucho cuidado, casi místicamente vertió el líquido oscuro en su taza de porcelana blanca de cuarto litro, aspirando el incomparable aroma. Se sentó frente a la ventana, agregó un solo terrón de azúcar y sus ojos se perdieron entre el azul del cielo y el verde de los árboles. Lentamente fue sorbiendo su desayuno, sin darse cuenta volvieron a su mente antiguos recuerdos, el aula de la Facultad de Agronomía se le apareció de repente, y la clase de Genética Vegetal, era su favorita, donde escuchaba casi con devoción a su profesor Víctor Smith, y no dejaba de asombrarse de la información que transmiten los genes. Como su mente era muy curiosa, le apasionaba la investigación, anotaba cada frase que le parecía importante, preguntaba ansiosamente sobre cada duda que le surgía. Y finalizada la clase corría a la biblioteca a buscar textos para leer y profundizar sobre los temas. Fue la materia cursada que más rápido rindió, el profesor estaba orgulloso de su alumno y Julio sumó otro sobresaliente a su lista.

Los días y los meses se le pasaron rápido en la universidad, muy joven aún, Julio recibió su título de ingeniero agrónomo, contando apenas con 23 años.

Grande fue su sorpresa cuando, a los pocos días, recibió el llamado de su ex profesor Víctor Smith, invitándolo a cenar a su casa, no dudó en aceptar y quedaron de acuerdo que el próximo viernes se reunirían.

Julio se vistió formalmente para la ocasión, no era para menos, ser invitado a cenar por el profesor Smith, era una distinción muy alta. El profesor estaba a cargo de los ensayos sobre nuevos cultivares de soja, una legumbre originaria de China, que estaba empezando a ganar terreno en los sembradíos de la pampa argentina; había asistido a numerosos Congresos Nacionales e Internacionales, y en esos años, por 1987 era una eminencia en genética y en el mejoramiento genético de los vegetales.

Recordaba, mientras saboreaba el café, lo nervioso que se encontraba esa noche, pero su curiosidad era aún mayor. Golpeó suavemente la puerta y lo recibió el mismo profesor.

_ Adelante colega –dijo- mientras lo saludaba afectuosamente.

_Buenas noches profesor, respondió Julio, ingresando a la sencilla pero muy bien decorada casa. Un living amplio y cómodo con sillones forrados en cuero, muebles rústicos de cedro, daban calidez al ambiente, el fuego del hogar emitía esporádicos chisporroteos, luchando contra el frío mes de Agosto de Paraná. El profesor sirvió dos vasos de coñac extra añejo y, mientras lo saboreaban, se dirigieron a la cocina donde a fuego lento, un guisado de carne con papas, hacía sentir su presencia.

La cena transcurrió muy alegremente, Julio se sintió muy cómodo y al rato ya hablaban como si se hubiesen conocido de toda la vida.

Transcurrida la cena,  se sentaron en los sillones de cuero del living, el profesor volvió a servir dos copas de coñac, y poniendo un gesto serio en su rostro, le dijo.

_ Julio, has sido tal vez mi mejor alumno, en todos estos años y quiero saber si la genética te sigue apasionando tanto.

_ ¡Por supuesto que sí…sin ninguna dudas que sí! Respondió el joven.

Smith se acomodó en su asiento y sin dejar de observar al muchacho, comenzó a explicarle. 

_Mira, Julio, hace ya unos años que estoy trabajando en un proyecto de investigación, es sobre la soja, tu conoces muy bien esa planta. El muchacho asintió con la cabeza. Yo creo -siguió el profesor- que va a ser la fuente de proteínas y de aceite que algún día el mundo va a necesitar, es un vegetal muy resistente a las condiciones ambientales, tú sabes eso. ¿Verdad? 

_Claro -dijo Julio- se adapta a muchos tipos de suelo también.

_ Exactamente, respondió casi interrumpiéndolo._ ¡Por eso joven es que esta noche te he invitado a cenar, y te invito también a que consideres tu incorporación a mi equipo de trabajo! 

¡Tanto tiempo había pasado desde aquella noche! Pero aún recordaba que la propuesta lo había tomado tan de sorpresa, que a duras penas pudo lograr tragar el sorbo de licor que tenía en su boca, casi tosiendo y con la convicción de que algo muy importante nacía allí, Julio respondió.

_ ¡Por supuesto que acepto! Recordó haber dicho.

Parecía que había sido ayer…Julio levantó su vista y volvió al presente, muchos años de trabajo habían pasado y por fin estaba a punto de lograr, casi medio siglo después, lo que esa noche de Agosto de 1987, comenzaría a ser la razón de su vida.

El proyecto de investigación, que entonces,  llevaba adelante el profesor Smith, era muy interesante y lo atrapó de inmediato, en esos años se comenzaba a cultivar en Entre Ríos una nueva oleaginosa, llamada soja, cuyo grano poseía una gran cantidad de proteínas y aceites, y se vislumbraba como la alternativa más importante para aportar alimento a todo el mundo. El profesor había estudiado muy bien sus características, y encontraba en ella un notable potencial de mejora genética, buscando mayor producción, resistencia a enfermedades, resistencia a sequía, resistencia a insectos, resistencia a altas temperaturas, al frío, en síntesis buscaba la planta perfecta, que pudiera ser cultivada en cualquier suelo agrícola del mundo.

Era un desafío gigantesco, pero la tenacidad y dedicación al trabajo de Smith eran asombrosas, sumado a esto una inteligencia rayana con la genialidad y la palabra imposible no existía para él, hasta estos días Julio había seguido trabajando en ello, a pesar de que su profesor había muerto misteriosamente varios años atrás.

Los golpes en la puerta le indicaron que Ramona, su fiel sirviente había llegado, debían ser las ocho en punto, miró el reloj de la pared de la cocina y así era.

Tal cual hacía todos los días, Ramona encendió la pantalla del LED, un viejo monitor de diodos emisores de luz, las noticias eran cada vez más desalentadoras, el pronóstico satelital del tiempo no daba ninguna posibilidad de lluvias para los próximos 10 días y casi sin margen de error, la temperatura máxima para ese día, 05 de Enero de 2029, estaba fijada en 45 ºC, prácticamente una constante en los últimos tres meses, la última lluvia había sido registrada hacía casi cuatro meses atrás. La desesperación de los campesinos y productores agrícolas de Argentina era extrema, estaban desalentados, lo que otrora había sido la Pampa Húmeda, y esto incluía a la provincia de Entre Ríos, se había transformado en interminables campos secos desde la gran sequía de fines del año 2008, donde todos los cultivos se habían perdido por falta de lluvias. Muchos eran los factores que habían influenciado para que la temperatura del planeta creciera un promedio de 3 ºC, la falta de alimento asolaba a la humanidad, que durante ese lapso había seguido en ascenso, casi 8.000 millones de personas necesitaban alimento diario y dos tercios de ellas tenían serios problemas para conseguir algo de agua para beber.

 ¡El hambre asolaba al planeta! Miles de personas morían diariamente por esa causa y la desnutrición alcanzaba niveles desesperantes en América del Sur, Centro América, África y la India.

 ¡Las condiciones climáticas habían cambiado tanto en los últimos veinte años! Los inviernos eran muy crudos y los veranos infernales, la amplitud térmica diaria en los campos de cultivo de Argentina y Brasil, era de más 35 ºC. Durante el día el termómetro marcaba más de 45 ºC y durante la noche la temperatura descendía a casi 0 ºC, sumado todo esto a lluvias totalmente erráticas e impredecibles. La producción mundial de granos iba en constante descenso y las reservas, aún de los países más importantes eran muy escasas.

La soja, seguía siendo la fuente más importante de alimento, pero pese a todo el mejoramiento genético alcanzado, no lograba sobrevivir a las nuevas condiciones ambientales imperantes.

Julio levantó la vista y la presencia de Ramona, le dibujó una sonrisa en su boca, la mujer de casi ochenta años, lucía el cabello cano peinado firmemente hacía atrás, y desde la nuca nacía una gruesa trenza que le llegaba a la mitad de la espalda, usaba gruesos anteojos con marco de carey que mostraban varios años de uso, el vello sobre sus labios le daba un simpático aspecto, esta mujer tenía una particular alegría al hablar y le contagiaba su buen ánimo constantemente.

_  Buen día, señor, saludó la mujer.

_ Buen día, respondió Julio esbozando una sonrisa, porque en los años que trabajaba con ella jamás había logrado que deje de llamarlo “señor”.

_ ¿Alguna novedad del ingeniero Mario? Preguntó Ramona.

_ No…ninguna, le respondió. Pero debe estar por comunicarse conmigo en cualquier momento, sabe que estoy esperando su llamado.

Dejó el pocillo sobre la mesa de la cocina, y se dispuso a comenzar un nuevo día de trabajo. Buscó su guardapolvos, tomó sus lentes y caminó los casi cincuenta metros que separaban la casa de su laboratorio, miró hacia el cielo y recordó el pronóstico del tiempo para ese día, el sol brillaba a pleno en un cielo despojado de nubes y aun temprano, ya sus rayos golpeaban sin piedad la piel.

Un gran invernadero era el centro de sus investigaciones, allí estaba guardado todo el trabajo de su vida y también todos sus conocimientos. Un tesoro incalculable para la humanidad ya que Julio estaba considerado como uno  de los mejores genetistas del mundo, tal vez el mejor.

Gruesos vidrios envolvían gran parte de la estructura, que permitía una muy buena iluminación interior, a pesar de que los cristales eran fuertemente blindados, una estructura de rejas de hierro con aleación de titanio, recubría toda la construcción.

Julio digitó ocho números, en el teclado instalado en el portal y la puerta enrejada comenzó a abrirse lentamente, para permitir el acceso a una pequeña galería que desembocaba en una puerta de madera de kiri, esta madera en sí, es muy liviana, pero es resistente a las llamas y al desgaste; usada desde tiempos antiguos en Japón para cofres de seguridad, toneles y muebles. Cuenta la historia que cuando nacía una niña en Japón, el padre plantaba dos árboles de kiri, para que cuando fuese mayor tuviera madera para construir buenos muebles. Julio la había hecho hacer especialmente, y dentro de ella, fuertes barrotes de titanio puro la atravesaban, confiriéndole un blindaje extraordinario.

Presionó ocho números distintos de la clave anterior y oprimió el botón que accionó el mecanismo de apertura y la puerta sin el menor ruido se abrió rápidamente.

El gigantesco invernadero tenía aproximadamente seiscientos metros cuadrados, excepto el laboratorio propiamente dicho, que era una amplia habitación blindada, donde un sólido escritorio de caoba del siglo pasado, contrastaba con el moderno instrumental científico.

Sobre el mueble, prolijamente lustrado, una moderna laptop permitía la comunicación fluida con el mundo exterior, además de almacenar toda la información de sus investigaciones, por medio de ella podía comunicarse también con Ramona, por si necesitaba algo de su casa, le permitía estar comunicado con los más prestigiosos colegas del mundo entero y también si lo deseaba, podía ver las noticias transmitidas satelitalmente.

La habitación tenía un gran vidrio de máximo blindaje, espejado por fuera, por donde Julio podía observar todo el resto del lugar.

El invernadero estaba formado por largas mesadas, que contenían tierra de cultivo, extraída de la zona. Cada mesada estaba cerrada por paredes abovedadas de vidrio blindado hasta los tres metros de altura, estos vidrios tenían sensores independientes separados cada metro entre sí, conectados a la computadora de Julio. Sus funciones eran múltiples e indicaban constantemente la temperatura, la humedad, la intensidad de la luz, la velocidad del aire en circulación y hasta la “lluvia” caída. Es decir que cada una de las mesadas funcionaba como un simulador de campo; dentro de ellos y en forma independiente uno del otro, Julio a su antojo, podía crear las condiciones climáticas que deseara, desde un hermoso día agradablemente soleado, una helada mañana en la Siberia, un mediodía en el desierto del Sahara o una lluvia torrencial con vientos huracanados en Florida.

El trabajo de laboratorio tiene gran parte de rutina, rutina que es esencial para que los procesos de investigación con organismos vivos, se puedan realizar reduciendo el riesgo de contaminación a su mínima expresión.

Como todos los días, Julio observó su computadora, que permanecía siempre encendida, fue chequeando la información registrada de cada una de las mesadas, que eran ocho en total. Los sensores le habían informado que todos los parámetros que Julio hubo programado, estaban funcionando según lo planeado, tal como suponía todo estuvo bien durante la noche; además cualquier anormalidad detectada hubiera hecho sonar una suave alarma instalada al costado de su cama.

La llamada entrante en su laptop lo sorprendió y oprimió rápidamente la tecla para recibir la llamada, era Mario.

_ ¡Hola profesor! dijo la voz.

_ Hola Mario. ¿Que novedades tienes? preguntó ansiosamente.

_ ¡Profesor! no puedo creer lo que estoy viendo. ¡Las parcelas con los nuevos cultivares están perfectas!

Julio elevó sus ojos hacia lo alto y las lágrimas se los inundaron. Pronto lograría su sueño, pensó.

2

II

Richard Robinson, observó a la muchacha acostada a su lado, los destellos dorados de su cabello le daban un dulce aspecto angelical a su rostro aniñado e increíblemente hermoso. Sus pechos turgentes se elevaban suavemente al respirar, mientras una sábana de seda cubría apenas sus muslos, que se adivinaban firmes y armoniosamente torneados. Su espalda, delicadamente formada, se iba reduciendo hasta terminar en la estrecha cintura que daba origen a la cadera más hermosa que hubiera visto jamás. Ella se movió suavemente, dejando entrever un pubis perfecto.

El hombre de unos cuarenta y cinco años, sintió nuevamente el llamado de la pasión y comenzó a acariciar suavemente la cintura de la joven, sus dedos recorrían expertamente cada centímetro de su piel. Ella, aún dormida, gimió de placer. Las manos de Richard bajaron con firmeza hacia sus nalgas blancas. La joven giró muy despacio y buscó instintivamente el pecho del hombre con sus pequeñas manos, acercó sus labios ansiosos y lo besó con fiereza. El hombre respondió el beso y la poseyó frenéticamente.

Sus cuerpos sudorosos de pasión buscaron el descanso en el lecho y por unos minutos sus manos permanecieron unidas, hacía varios días que no estaban juntos y querían disfrutar al máximo el momento. La joven le acarició las sienes que comenzaban a mostrar algunas incipientes canas y le preguntó:

_ ¿Has traído el último informe? Dijo con la respiración aún agitada.

_Sí, pude hacerlo. Dijo Richard ¡Esto cada segundo que pasa empeora! Agregó.

_La situación es insostenible, decía mientras le entregaba unas hojas para que ella leyera.

_ ¡Diablos! Exclamó mientras salía sin ropas de la cama desplegando su singular belleza.

_ ¿Ya se lo has informado al jefe?

_No todavía, respondió Richard. Tengo una reunión con él dentro de un par de horas, prefiero decírselo personalmente, agregó. Así que será mejor que bajemos a desayunar.

_ ¿Te parece bien Nancy?

La joven asintió con la cabeza y con andar felino caminó hacia el jacuzzi, mientras le respondía.

_Que casualidad yo también tengo una reunión con él en dos horas, dijo la mujer sonriendo en complicidad con su amante, ya que ambos sabían de la reunión hacía ya una semana, haciendo coincidir las reservas en el hotel, para pasar la noche juntos.

La firma World Grains & Co. estaba pasando por su peor momento, el coloso de la comercialización mundial de granos sufría el mayor drama que puede enfrentar una empresa, no tener reservas de materia prima. El alcance comercial de la compañía era gigantesco, prácticamente todo lo que se relacionara con la alimentación humana y animal también, se vinculaba con ella.

Richard Robinson y Nancy Giorgio habían viajado hasta Sedona ubicada en el estado de Arizona en el oeste de Estados Unidos, citados por el Presidente de la compañía.

Lograr el cargo de Gerente de Producción le había llevado diez años de larga lucha interna en la compañía a Richard Robinson, a sus sólidos conocimientos en producción de granos le sumaba una insaciable ambición, siempre le había importado el fin y no los medios, la ética y la moral, eran palabras que no existían en su vida, su norte era que su jefe más próximo estuviera conforme con él y su meta final siempre era el cargo más alto al que pudiera acceder. Odiado y temido por sus colegas en la firma. Despreciado y aborrecido por los colegas de otras empresas. Había nacido en Orlando, Estado de Florida, hijo de un americano y de una portorriqueña, dominaba perfectamente el idioma inglés y lo mismo hacía con el español.

Nancy Giorgio, había nacido en Argentina, en Entre Ríos. Desde niña su madre la llevó a Puerto Rico, su facilidad para las ciencias exactas la convirtieron en una excelente Licenciada en Finanzas, más tarde y casi como una consecuencia lógica, obtuvo el Doctorado en Matemáticas Financieras. Dueña de una belleza apabullante, casi tan bella como inescrupulosa, sus ansias de poder y riqueza eran más grandes que su hermosura. Al igual que Richard dominaba perfectamente el inglés y el español.

Eran las once de la mañana cuando ambos se encontraban en la antesala de la oficina del Presidente de la Compañía, los dos esperaban una reunión muy dura.

_Adelante por favor. Dijo la secretaria del Presidente de la Compañía. El hombre de cabellos blancos y ojos acerados, se acercó rápidamente a saludarlos con un firme apretón de manos, primero a Nancy y luego a Richard.

–Buenos días, dijo y con un gesto les indicó que tomaran asiento. ¿Ha traído el informe que le pedí? Le preguntó secamente a Richard.

_ ¡Sí, lo traje…aquí está! Dijo Richard y extendió su mano entregando una copia al hombre.

_ ¿Trajo una copia para la Doctora Giorgio? Preguntó el hombre.

_ Sí, aquí la tengo. Dijo Richard al tiempo que alcanzaba las hojas a Nancy.

George Michel, Presidente de la Compañía iba frunciendo el ceño en la medida en que avanzaba con la lectura del informe, que si bien hubiera podido tenerlo vía Internet, dada la extrema seguridad que requería ese documento, quería recibirlo en sus manos.

_ ¿Es tan grave la situación? Preguntó Michel.

_Sí, señor. Respondió Richard, mientras notaba que su frente iba poblándose de diminutas gotas de sudor, a pesar del ambiente climatizado.

_ ¿Este informe quiere decir que si no logramos mejorar la producción de granos y oleaginosas, en dos años la cadena alimenticia mundial se corta? Inquirió Michel, y sin esperar la respuesta preguntó nuevamente ¿Lo cual nos llevaría a la bancarrota, verdad? Mientras dirigía su gélida mirada a Nancy. La mujer sintió un ligero escalofrío al recibir el frío impacto de esos ojos en los suyos; pero se repuso rápidamente.

_Tenemos materia prima, tal vez para un año más. Respondió. Esto es así porque estamos recibiendo la mitad de lo que necesita la empresa, para un funcionamiento normal, agregó Nancy.

Hacía varias semanas que Michel estaba de muy mal humor, aún peor del que ya era habitual en él, todos los informes que llegaban a sus manos de los distintos países que le aportaban la materia prima eran nefastos, los rendimientos de los principales cultivos eran cada temporada inferiores a la anterior y la Compañía había invertido millones de dólares para revertir esa tendencia, y Richard Robinson era quién tenía la responsabilidad sobre ese tema.

_ ¿Cómo están los cultivos experimentales? Gruñó Michel a Robinson.

_ Los resultados parecen promisorios, en cuanto al potencial de rendimiento y calidad industrial en la soja. Respondió Robinson. Pero cuando los sometemos a condiciones extremas de altas y bajas temperaturas, las plantas flaquean… iba diciendo Robinson cuando lo interrumpió bruscamente Michel.

_ ¿Resisten a la sequía extrema? Robinson dudó un instante. Casi gritando Michel volvió a preguntar. ¿Resisten sí o no?

_ No, señor. Tartamudeó Robinson.

_ ¡Entonces no tenemos nada! Dijo Michel refunfuñando, mientras vertía un poco de whisky en un vaso y lo bebió de un solo trago, se limpió la boca con el envés de su mano y fulminó con su mirada a Robinson diciendo. ¡Quiero un cultivar de soja resistente al frío, al calor, a la falta de agua…que resista todo y que produzca al máximo…lo quiero en tres meses, te va toda tu carrera en ello! Amenazó Michel.

Richard Robinson aún ofuscado por las palabras del presidente de la empresa, caminó rápidamente hasta el estacionamiento y se montó a su camioneta todo terreno, iría él mismo, en una visita fuera de programa, a supervisar los trabajos en el campo experimental de ese lugar.

Sedona está emplazada a mil trescientos cuarenta metros de altura sobre el nivel del mar, rodeada de rocas rojas que al ser golpeadas por el sol del mediodía adquieren un brillo irreal, contrastando con el celeste intenso del maravilloso cielo de Arizona, lugar elegido por artistas del mundo entero para buscar la inspiración más sublime.

Robinson no estaba esa mañana de ánimo para observar el paisaje, salió raudamente del hotel para tomar el camino hacia la ciudad propiamente dicha y luego se desvió hacia la derecha por un rojo camino de tierra, anduvo varios kilómetros por el camino cada vez más agreste, subió finalmente por una colina y detrás de ella, escondida en un pequeño valle, se encontraba uno de los campos experimentales de siembra de la Compañía, que de no ser por el verde que brindaban algunas de las parcelas de ensayo de los cultivos sembrados, la fuerte custodia del lugar lo asemejaba, más bien, a una base militar y hubiera confundido a cualquier persona.

El guardia reconoció la patente que identificaba al vehículo, no obstante se acercó y escaneó la chapa y en la pantalla verificó la autenticidad de los datos, saludó al conductor y accionó el botón que abrió la puerta.

La camioneta respondió con un fuerte chirriar de ruedas a la tremenda presión sobre el acelerador que imprimió Robinson, y se dirigió conduciendo automáticamente al sector restringido del campo, conocía muy bien el sitio, pero además porque todos los campos experimentales que dirigía tenían idéntica arquitectura, resultado de un diseño estadístico de avanzada. Observó las cuatro antenas gigantes que emitían lo que llamaban la energía anti satelital que custodiaban todo el predio rechazando cualquier intento de verificación desde el aire, acerca de lo que se investigaba allí, todas funcionaban a la perfección, era fácil saberlo, un panel ubicado en la base informaba que, con el color verde indicaba normalidad, color amarillo alerta y simultáneamente mostraba en la pantalla donde estaba la falla, el color rojo significaba que la barrera de protección había sido vulnerada.

A medida que avanzaba no podía dejar de observar los ensayos de maíces, cuyas plantas estaban completamente secas y maldijo en voz baja, eso le indicaba que no habían resistido al frío.

La nube de tierra que comenzó a divisar, llamó la atención a Ron Valdez, a cargo de las parcelas sembradas con soja, unos segundos después pudo ver la camioneta que se acercaba, se sorprendió al reconocer al propio Robinson, una mueca de disgusto se dibujó en su cara, no soportaba a ese petulante, y nada bueno auguraba su presencia.

Robinson detuvo su vehículo bruscamente frente a la confortable cabaña que conformaba la oficina de trabajo de Valdez.

_ ¡Hola Ron! Saludó con voz fría y distante el recién llegado.

_ ¿Cómo está señor? ¡No esperaba su visita! Respondió el joven.

_Mejor así, dijo Robinson. Quiero ver los informes preliminares de todos los ensayos y recorrer una por una las parcelas. El joven asintió levemente con la cabeza.

Sin más palabras ingresaron a la oficina, su ubicaron frente a una gran pantalla, el joven digitó rápidamente una clave sobre la misma pantalla y se desplegó el mapa del diseño experimental de todo el lugar a su cargo.

El diseño experimental es un término estadístico, que permite analizar distintas variables para obtener resultados confiables y que a su vez pueden ser comparados con otros resultados obtenidos en otros lugares.

En cada campo experimental de la compañía se llevaban adelante estudios sobre maíz, trigo, sorgo, girasol, arroz y soja. La compañía tenía campos experimentales en USA, Brasil, Argentina, China y Australia.

Ron Valdez tocó otra vez la imagen y las sesenta y cuatro parcelas aparecieron en pantalla, las cuales estaban sembradas con ocho variedades de cultivo de soja, repetidas ocho veces al azar. De esta manera se podían evaluar estadísticamente los resultados. Cada parcela medía diez metros de largo por tres metros de ancho.

Robinson buscó la variedad de cultivo WG106 en la pantalla, seleccionó una por una las parcelas con el dedo índice de su mano derecha, las parcelas deseadas fueron las únicas que ocuparon la imagen, el zoom de la cámara que enviaba las imágenes le iba mostrando automáticamente los síntomas de daño por sequía en cada una de las ocho parcelas, y su desazón aumentaba al tiempo que las miraba. Se levantó violentamente y dijo:

_ Vamos al campo a verlas. Ron tomó sus gafas para el sol y su sombrero de alas anchas hecho de paja, miró la hora y resignado aceptó que su almuerzo ese día iba a esperar.

Se dirigieron a las parcelas de la WG106, las plantas de soja estaban amarillentas, sus hojas inferiores estaban ya secas y las superiores aún intentaban sobrevivir al sol inclemente y a la falta de agua, pero lo que observaron cuidadosamente ambos fue que, las flores que serían luego las encargadas de originar las chauchas habían abortado, ya no darían frutos.

Regresaron a la cabaña y Robinson se sentó frente a la computadora y buscó frenéticamente los archivos de todos los genes que daban resistencia a la sequía, con desesperación e impotencia observó que su última opción había sido el que introdujeron al WG106 y que su resistencia fue quebrada por el duro y árido clima de Sedona. Casi sin quererlo la mente de Robinson calculó que su plazo para encontrar la solución al problema expiraba a principios del mes de Abril, hoy es cinco de Enero, se dijo a sí mismo en voz baja, saltó de la silla y sin saludar a Ron, caminó hacia su camioneta y velozmente se dirigió hacia el hotel.

Cuando ingresó a su habitación se percató que no había tomado alimento alguno desde el desayuno, buscó en el refrigerador de la habitación del hotel, encontró nueces, galletas y maníes y buen whisky escocés, se sirvió una generosa medida de licor y por unos minutos se quedó observando por el ventanal el imponente paisaje de las rojas paredes rocosas.

Mientras automáticamente iba ingiriendo algunas nueces, sus pensamientos iban tomando un vértigo increíble, por un segundo pensó en reemplazar las proteínas de soja por la de maíz, pero lo desechó pues sus últimos ensayos no lograron resistir a los fríos intensos, tampoco el sorgo resistió al análisis, aún no había logrado perfeccionar el cultivo para consumo humano, tampoco tendría aceite con el sorgo, algo que sí podía obtener del maíz y de la soja, y comenzó a desesperarse ya que la única opción que le quedaba era continuar trabajando en mejorar los cultivares de soja, pero no tenía material genético disponible para lograrlo. Claro, pensó Robinson, yo no lo tengo, pero alguien puede tener lo que estoy necesitando. Ese pensamiento lo tranquilizó y esbozando una sonrisa, se sirvió una nueva y más generosa aún medida del excelente escocés.

El ruido de una puerta al cerrarse despertó a Robinson, miró el reloj que indicaba las diecisiete horas, se había quedado dormido, seguramente por el cansancio y por el efecto relajante de los dos vasos de licor. La silueta de Nancy se dibujó al trasluz en la puerta del dormitorio, bloqueando la claridad que ingresaba por la ventana, que había dejado abierta Robinson.

La mujer se sentó en la cama junto a él, lo miró preguntando.

_ ¿Adónde fuiste luego de la reunión?

Robinson se frotó la cara con sus manos tratando de despertarse, se reclinó apoyándose en el respaldo de la cama, de la cual recién se percató era de cedro, y respondió a Nancy.

_Estuve recorriendo los ensayos de los cultivos, y han fracasado, dijo con un gesto de resignación, y lo peor del caso es que no tenemos mejores genes que los que hemos empleado, al menos nosotros, agregó con ironía y complicidad.

_ ¿Qué quieres decir con eso? Preguntó Nancy.

_ Es simple, respondió Robinson. Debemos averiguar entre nuestros colegas quienes están investigando sobre este tema y cual es el material genético que poseen, y negociaremos, de algún modo negociaremos, decía mientras cerraba sus puños.

_Tranquilo, dijo la mujer, lo haremos, trataremos de que sea negociando…pero de cualquier forma lo haremos.

_Voy a respirar un poco de aire puro por la zona. ¿Vienes? Preguntó Nancy.

_No, no estoy de humor para caminatas, respondió Robinson.

Nancy suspiró aliviada y se marchó.

 

3

III