Tratados de lógica (Órganon) II - Aristóteles - E-Book

Tratados de lógica (Órganon) II E-Book

Aristoteles

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Beschreibung

La Lógica aristotélica ha modelado en buena medida la reflexión filosófica occidental en lo concerniente a lenguaje y pensamiento, conocimiento y error. Este segundo volumen del Órganon contiene los restantes tres tratados: Sobre la interpretación, en dos libros, que versa sobre los juicios o proposiciones; Analíticos primeros, en dos libros también, dedicado al silogismo en su estructura formal, al margen de cualquier contenido que pueda aplicarse a esta estructura argumentativa; y Analíticos segundos, también dos libros, sobre el silogismo en cuanto razonamiento capaz de conducir a la ciencia y a la adquisición de conocimiento y de la verdad. El sistema lógico aristotélico ha constituido, con algunas adiciones del estoicismo y desarrollos complementarios efectuados en la Edad Media, la base de los estudios lógicos hasta el siglo XX. Dentro del conjunto del corpus aristotélico, hay que mencionar la íntima relación que su lógica tiene con la ontología de su Metafísica (publicada también en Biblioteca Clásica Gredos), puesto que la concepción de la realidad, de la entidad o sustancia (ousía), se corresponde con la definición de categorías que el autor ofrece en el Órganon.

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 115

ARISTÓTELES

TRATADOS DE LÓGICA (ÓRGANON)

II

SOBRE LA INTERPRETACIÓN • ANALÍTICOS

PRIMEROS • ANALÍTICOS SEGUNDOS

INTRODUCCIONES, TRADUCCIONES Y NOTAS POR

MIGUEL CANDEL SANMARTÍN

EDITORIAL GREDOS

Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL .

Según las normas de la B. C. G., las traducciones de este volumen han sido revisadas por QUINTÍN RACIONERO .

© EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1995.

www.editorialgredos.com

PRIMERA EDICIÓN , 1988.

REF. GEBO228

ISBN 9788424931575.

INTRODUCCIÓN

Con este segundo tomo concluye la publicación por la Editorial Gredos del texto completo del Órganon, o conjunto de obras de lógica de Aristóteles de Estagira. El lector del presente volumen que quiera tener, pues, una visión de conjunto de este bloque temático del Corpus Aristotelicum deberá consultar la traducción de los textos y los comentarios correspondientes, que, repartidos en introducciones y notas, figuran en el vol. I de esta edición (Aristóteles, Tratados de Lógica [Órganon], vol. I, Biblioteca Clásica Gredos 51, Madrid, 1982 [= TL-I ]). Igualmente, le resultará útil consultar la Introducción general a la obra aristotélica que figura en la primera publicación dedicada a Aristóteles en esta misma colección, el tratado Acerca del alma (B.C.G. 14).

Ello no obsta para que hagamos también aquí, a modo de complemento de la reseña contenida en el vol. I (TL-I), algunas aclaraciones en torno al origen y transmisión de las obras de lógica en general y de las contenidas en este vol. II en particular, así como sobre el texto griego utilizado y nuestra traducción del mismo.

La lógica: hija de la retórica e instrumento de la ciencia

Aristóteles distingue claramente, como buen platónico, entre el discurso que tiene como objeto la verdad, lo que es, al que llama ciencia(epistḗmē) , y el discurso que se contenta con producir convicción (pístis), para el que no usa un nombre especial, pero que considera objeto de la retórica, o ciencia de la persuasión.

Ahora bien, también la ciencia, por más que descanse sobre el fundamento objetivo de la realidad «extradiscursiva», debe mediarse, para ser comunicada, a través del vehículo de la persuasión.

Ello lleva a Aristóteles, y con posterioridad, según parece —al menos tras la acreditada investigación de F. Solmsen al respecto (ver TL-I, Bibliografía)—, a sus trabajos de retórica, a la elaboración de un conjunto de «instrumentos» (órgana) de análisis y exposición que sirvan por igual para dar cauce al discurso meramente retórico y al estrictamente científico. De ahí surgen los Tratados de lógica, entre los que los Tópicos están más cerca de la técnica de la persuasión y los Analíticos, de la técnica de la demostración.

Lógica que Aristóteles, por cierto, nunca designó así, sino, en todo caso, con nombres más precisos, que los editores antiguos recogieron (aunque no todos figuren en el cuerpo de los textos conservados), a saber: hermenéutica, tópica, analítica. Y que la tradición agrupó (con total fidelidad, por esta vez, a la explícita terminología aristotélica) bajo el epígrafe común de dialéctica, de tan amplia resonancia en toda la historia de la filosofía, especialmente desde el siglo XIX .

En realidad, Aristóteles distingue, dentro del conjunto de esos instrumentos de análisis y exposición que constituyen su «lógica», entre formas de argumentación dialécticas (basadas en enunciados plausibles, pero no necesariamente verdaderos) y formas de argumentación apodícticas o demostrativas (basadas en enunciados de veracidad garantizada). Sólo estas últimas formas corresponden al discurso científico. Pero ello no obsta para que, como reconoce Aristóteles, tanto en Tópicos I 2 de manera explícita, como en Analíticos segundos II 19 de manera implícita, haya que considerar el discurso dialéctico epistemológicamente anterior y fundante respecto al apodíctico, pues la demostración, propia de la ciencia, debe partir necesariamente de principios indemostrados, so pena de quedar suspendida de una cadena infinita de presupuestos sin asidero alguno.

Esa génesis —hoy prácticamente aceptada por todos los especialistas— de la lógica o dialéctica a partir de la retórica explica, creemos, la configuración y ordenación cronológica con que surgen los diversos tratados —al menos, los tres centrales— del Órganon. Frente al orden fijado a partir de la edición de Andrónico de Rodas (Categorías, Sobre la interpretación, Analíticos primeros, Analíticos segundos, Tópicos y Sobre las refutaciones sofísticas), de las investigaciones de Solmsen, Gohlke, Ross, Kapp y otros (ver TL-I, Bibliografía) se desprenden conclusiones bastante plausibles que abonarían, en mi opinión, un orden cronológico paralelo al orden en que aparecen los tratados en nuestra edición, y que es también un orden de formalización y rigor científico crecientes, a saber: Categorías, Tópicos, Refutaciones, Interpretación, Analíticos primeros y Analíticos segundos. Solmsen invirtió el orden de los dos últimos, presuponiendo que la silogística general era la culminación del esfuerzo intelectual aristotélico en el campo de la lógica. Y lo era, sin duda, en el plano estrictamente formal. Pero si atendemos a la finalidad realmente perseguida por Aristóteles con este conjunto de obras, a saber, dar una forma discursiva adecuada (portadora, no sólo de verdad, sino también de certeza) a la ciencia, no podremos por menos de encontrar natural que el Órganon culminara con la aplicación de la silogística general, válida para cualquier contenido argumentativo, a la argumentación apodíctica o «por la causa», a la demostración, en suma, propia de la ciencia. De paso, eso permite explicar las numerosas referencias que el propio texto de los Anal. seg. hace a los Anal. pr. sin tener que recurrir, como Solmsen, a la suposición de interpolaciones posteriores.

Obra profusamente traducida y comentada desde la Antigüedad (a reseñar, el importante comentario de Alejandro de Afrodisia a Anal. pr. I), el Órganon, y especialmente los pequeños tratados de las Categorías (TL-I) y Sobre la interpretación (en este vol.), constituyen, con la Física y la Metafísica, uno de los núcleos temáticos centrales de la escolástica medieval, especialmente fecundo para obras como la de Guillermo de Ockham y, en general, para toda la polémica sobre la naturaleza de los universales. Ello hace que, como confirma en la Edad Moderna el utillaje conceptual usado en la propia revolución kantiana, sea la lógica originada en Aristóteles una de las componentes principales de la reflexión filosófica de todos los tiempos.

El texto griego

Seguimos, para el tratado Sobre la interpretación, la edición crítica de L. Minio-Palluelo, publicada en la colección Oxford Classical Texts, a la que hacemos una serie de pequeñas correcciones, motivadas, fundamentalmente, por razones de coherencia filosófica.

En cuanto al texto de los Analíticos, seguimos la edición de W. D. Ross, igualmente publicada en la prestigiosa colección oxoniense. Esta edición se basa fundamentalmente en los manuscritos n, del siglo IX, y B, de mediados del siglo X (cf. «Clave» al final de nuestras «Variantes textuales»). Ello da lugar a numerosas, aunque no profundas, divergencias con respecto a la edición canónica de Bekker, basada en los códices A, B, C y, en ocasiones, D (cf. «Clave», infra ). A esas diferencias se suman las derivadas de conjeturas introducidas por Ross para dar, desde su punto de vista, mayor coherencia al texto. No siempre seguimos estas últimas, especialmente cuando la versión bekkeriana admite de por sí una interpretación filosóficamente coherente, con arreglo a nuestro juicio. Pero, a diferencia del criterio, un tanto complejo y propicio a confusiones, seguido en TL-I, nuestra lectura básica es, en este volumen, la de Ross, por lo que sólo indicamos como variantes los puntos de nuestra lectura que se apartan de aquélla, sin que exista una remisión última al texto de Bekker. Por tanto, siempre que una traslación, supleción o seclusión de texto por Ross queda aceptada en el texto griego de nuestra lectura, nos abstenemos de señalarla como variante respecto a Bekker, tanto en el original como en nuestra traducción (y ello, aun cuando Ross utilice en su edición las advertencias correspondientes, a lo que él se ve obligado como editor de lo que es, en el fondo, una revisión del canon bekkeriano).

Como se echa de ver en nuestra lista de variantes, concedemos gran crédito (al igual que en TL-I ) a las lecturas de Boecio, que vertió al latín manuscritos más antiguos y de familia paleográfica distinta a los llegados hasta nosotros. Lamentablementé, el trabajo de Boecio sólo puede ayudarnos hasta los Anal. pr., pues su versión de los Anal. seg. se ha perdido. También son buenos jueces entre lecturas discrepantes la traducción siria de los Anal. pr. por el obispo Jorge de Arabia (hacia el 700 n. E.) y el comentario de Alejandro de Afrodisia a Anal. pr. I.

Nuestra traducción

Como señalamos ya en el vol. I de nuestra versión del Órganon, nos hemos propuesto restaurar, en la medida de lo posible, la carga semántica que tenían en su época los términos y giros griegos empleados por Aristóteles. No sólo por rigor filológico, sino también por salvaguardar la especificidad del pensamiento vivo del autor, fosilizado luego tras la acumulación sobre él de los abundantes sedimentos de la escolástica medieval y moderna. Ello nos ha inducido a tratar de mantener el máximo paralelismo sintáctico y desenterrar la semántica propiamente aristotélica de debajo del léxico especializado.

Aunque de Aristóteles nace toda la terminología técnica («tecnología», como era usual decir en el castellano decimonónico) de la lógica pre-booliana, en Aristóteles no había aún un sistema léxico especializado que remitiera a usos previos del sistema como tal, sino a los diferentes usos de cada uno de los términos dentro del sistema léxico común. Eso, según la mayoría de las teorías semánticas modernas, implica diferencia de significado entre, por ejemplo, el syllogismós aristotélico y el silogismo escolástico: aquél es aún un vocablo de uso común que apunta a un uso especializado; éste es un tecnicismo totalmente ajeno ya a cualquier uso común.

Por eso, en todos aquellos casos en que el término tradicional (simple trasliteración, por lo general, del vocablo griego correspondiente) tiene en castellano un uso exclusivamente técnico (v.g.: silogismo, entimema, axioma, etc.), hemos optado por intentar recuperar, en el texto de la traducción, la semántica propiamente aristotélica (uso incipientemente técnico sobre el trasfondo de un uso común).

Ninguna de las soluciones adoptadas es plenamente satisfactoria. No podía serlo, puesto que, fuera de los lenguajes fuertemente denotativos y unívocos, como los de la matemática, la física, etc., no hay auténtica traducibilidad; y, ex hypothesi, nuestra traducción no lo es de tecnicismos propiamente dichos.

Así, por ejemplo, la versión de syllogismós como «razonamiento» es excesivamente genérica: sería más preciso algo así como «argumento conclusivo compuesto de varios enunciados». Pero eso entraría ya en el terreno de la descripción, y haría muy farragosos los períodos en que apareciera el término. Por ello preferimos la solución dada, que, en cualquier caso, resulta tan transparente para el lector común en lengua castellana como syllogismós lo era para el lector profano en lengua griega contemporáneo de Aristóteles: la correspondiente nota terminológica (ver TL-I, págs. 93-94, n. 9) habrá de servir para eliminar la ambigüedad.

Otro caso diferente es el de epagōgḗ , cuya versión moderna habitual está mediada por el término latino homólogo inductio («inducción», literalmente: «introducción»). Las razones para verterlo como «comprobación» son de índole básicamente filosófica (el término, etimológicamente, significa «traída») y se explican con cierto pormenor en diversas notas de TL-I y de este volumen.

Esperamos que el esfuerzo de «regeneración semántica» aquí explicado (y que aplicamos exclusivamente al texto aristotélico, no a la terminología de nuestro comentario, que es la usual) resulte, si más no, estimulante para la reflexión sobre el sentido, alcance y vigencia del pensamiento lógico-dialéctico de Aristóteles.

VARIANTES TEXTUALES RESPECTO A LAS EDICIONES SEGUIDAS

SOBRE LA INTERPRETACIÓN

ANALÍTICOS

SUPLEMENTO BIBLIOGRÁFICO

(Incluimos aquí una serie de libros y artículos publicados con posterioridad a los que figuran en la Bibliografía de Tratados de Lógica (Órganon) I, así como alguna reedición o traducción española de obras ya incluidas allí.)

1.    Ediciones completas

Aristotelis opera omnia Graece et latine, I-V, ed. F. DIDOT , Hildesheim, 1973 (reimp. de la ed. de París, 1874).

2.    Traducciones completas

Aristotele. Opere, 11 vols., Roma-Bari, 1973.

3.    Ediciones y traducciones del «Órganon »

Aristoteles, Organon, 4 vols., trad. y notas de E. ROLFES , Hamburgo, 1976 (reimp. de la ed. de 1922).

Aristotle’s Posterior Analytics, trad. y notas por J. BARNES , Londres, 1981.

Aristotle’s Prior and Posterior Analytics, trad. y coment. de W. D. Ross, Nueva York, 1980.

4.    Comentarios sobre la lógica aristotélica

J. L. ACKRILL , Aristotle the philosopher, Londres, 1981.

I. ANGELELLI , «En torno a la silogística modal aristotélica», Teorema 9 (1979), 76-87.

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W. WIELAND , «Die aristotelische Theorie der Syllogismen mit modal gemischten Prämissen», Phronesis 20 (1975), 77-92.

— «Probleme der aristotelischen Theorie über die Schlüsse aus falschen Prämissen», Arch. Gesch. Philos. 58 (1976), 1-9.

SOBRE LA INTERPRETACIÓN

INTRODUCCIÓN

El libro Sobre la interpretación (Perì hermēneías) constituye una buena introducción a los Analíticos por dos razones: porque proporciona un análisis «semántico-gramatical de los elementos del enunciado, prerrequisito necesario de una lógica adherida al lenguaje natural, como es la aristotélica, y porque analiza, ya desde un punto de vista «lógico» (relaciones de verdad/falsedad entre enunciados), los elementos atómicos del razonamiento: las aserciones (apopháseis). En ambos aspectos constituye una propedéutica necesaria para adentrarse en el estudio sistemático del razonamiento en general (Analíticos primeros) y de la metodología del conocimiento científico o epistemología (Analíticos segundos).

En el cap. 1 expone el autor la primera teoría de la significación conocida en que, frente a las ambigüedades del Crátilo platónico, se establece una interpretación inequívocamente convencional del lenguaje (remachada en el cap. 2): la escritura es símbolo (es decir, señal convencional, como cada una de las dos mitades de la pieza que se usaba en Grecia como contraseña para el reconocimiento mutuo de quienes se reencontraban después de una larga separación), símbolo de la palabra hablada, que, a su vez, es símbolo de las imágenes o afecciones que hay en el alma de los interlocutores. Estas imágenes, al igual que las cosas de las que son semejanzas, son las mismas para todos, a diferencia de sonidos y escritura, que varían (prueba inequívoca de su convencionalidad) de un pueblo a otro.

En los demás capítulos define, respectivamente, el nombre, el verbo y el enunciado, en lo que puede considerarse como primer esbozo histórico de una teoría gramatical sistemática, que será desarrollada después por la Estoa. Se trata, por supuesto, de una teoría gramatical que no conoce prácticamente otro criterio que el semántico, hasta el extremo de que no concibe a los «casos» o «inflexiones» del nombre y el verbo como meras variantes morfo-sintácticas, sino como alteraciones (cuasi «degradaciones») del significado del nombre o verbo por antonomasia, que son, respectivamente, el nominativo y las formas de indicativo presente.

Entre los enunciados, aísla para su estudio minucioso el enunciado «apofántico» o asertivo, que es, por definición, el susceptible de verificación o falsación.

Una vez acotado de esta manera el objeto del tratado, el autor se dedica a estudiar: la diferencia entre aserciones simples y compuestas (para lo que el criterio será, una vez más, ontológico-semántico, a saber, el carácter unitario o no de la realidad designada por el enunciado); la diferencia entre afirmación y negación (con su respectiva exclusividad mutua en cuanto al criterio de verdad y falsedad); la cuantificación y oposición de las aserciones; el problema de la verdad en las aserciones de hechos futuros (conocido por el célebre ejemplo de la batalla naval y su aparente ineluctabilidad o imposibilidad en función de la necesidad de que uno de los miembros de la contradicción sea verdadero); las relaciones de consecución entre aserciones afirmativas de predicado negativo y aserciones negativas de predicado positivo (v.g.: es todo hombre no-justo, no es ningún hombre justo); la oposición y consecución entre las aserciones modales; y, finalmente, un estudio sobre la relación de contrariedad, en que se distingue entre la contrariedad en la aserción y la aserción de contrarios (por ejemplo, son aserciones contrarias: es todo hombre justo - no es ningún hombre justo; y son aserciones de contrarios: es todo hombre justo - es todo hombre injusto).

Sobre el carácter peculiar de la aserción, como enunciado que comporta verdad o falsedad, hay que decir que Aristóteles cifra esa peculiaridad de lo que él llama apóphansis o lógos apophantikós en la posición de existencia, como se desprende de los pasajes 16a12-18 y 16b19-25, en que distingue entre significar algo y significar la existencia de algo. Todos los nombres (sujetos) y verbos (predicados) significan algo, es decir, tienen un contenido noético (mental); pero por sí mismos no dicen si ese significado está actualmente representado en un objeto real (prâgma) o no. Esta posición de existencia/inexistencia sólo se da con la adjunción del verbo ser o no ser (eînai/mḕ eînai); aunque ni siquiera este verbo significa una cosa real, es decir, ni siquiera él establece o excluye por sí mismo la existencia de nada real, sino que sólo «cosignifica», en unión de los términos del enunciado, la existencia en la realidad de lo significado por la síntesis noética que esos términos expresan (cf. infra, nn. 35 y 78).

Esta concepción del carácter verificable/falsable de los enunciados apofánticos o aserciones como posición (afirmación, katáphasis) o exclusión (negación, apóphasis) de existencia, «cosignificada» por el verbo ser, lleva a Aristóteles a privilegiar la forma atributiva (o de verbo copulativo y atributo) sobre la forma predicativa de los enunciados. En el cap. 12 dice explícitamente, para aclarar la cuestión de la negación modal, que es lo mismo el hombre camina que el hombre es uno que camina (es caminante). La razón de ello es que así puede apreciarse mejor la diferencia entre el contenido noético, significativo, de un enunciado (expresado por los términos sujeto y predicado), y su forma apofántica, cosignificativa de verdad (existencia) o falsedad (inexistencia) (cf. n. 103, infra). Esta forma está representada por el verbo eînai, que además Aristóteles coloca siempre en primera posición para resaltar su función modalizadora del contenido (cf. infra, nn. 58 y 87).

En cuanto a la modalidad, el propio cap. 12 se dedica a los enunciados que la tradición posterior clasificó como problemáticos y apodícticos, es decir, modalizados por una forma no meramente asertiva (o asertórica, en terminología tradicional), sino «cosignificadora» de posibilidad o necesidad. Lo cierto es que Aristóteles, debido a su concepción de la verdad como existencia, tropieza con dificultades considerables en su tratamiento de las aserciones de posibilidad y necesidad. Un reflejo de ello es todo el cap. 9, que gira en torno a una trabajosa aclaración del sentido en que puede hablarse de verdad necesaria de uno de los dos miembros de la oposición entre aserciones contradictorias (mañana habrá o no habrá una batalla naval, es el célebre ejemplo propuesto): el problema se le plantea a Aristóteles, dice Ackrill, por carecer de una distinción entre necesidad lógica y necesidad material; pero la raíz de ello es, como decimos, la asimilación de verdad a existencia, ya que por otra parte Aristóteles, a su manera, acaba formulando un cierto concepto de necesidad formal cuando dice: «por un lado es necesario que todo sea o no sea, y que vaya a ser o no: sin embargo, no <cabe> decir, dividiendo, que <lo uno o lo> otro sea necesario» (19a28-29; cf. infra, n. 73). Aunque la solución real que salva para él el escollo es la distinción ontológica entre «ser en potencia» y ser o existir efectivamente, o «en acto».

Otra dificultad de la lógica modal aristotélica es la que aparece en el concepto de posible o admisible entendido como contingente, es decir, como reunión de los conceptos de no imposible y no necesario, con las inconsistencias que de ello se siguen en la derivación y oposición de unas fórmulas modales respecto de otras (cf. nn. 114 y 119, infra).

Respecto a la ordenación de las aserciones de distinta forma e idéntico contenido, según relaciones de oposición y consecución entre ellas, el texto aristotélico apunta una serie de cuadros de los que algunos son explícitos, como el de las oposiciones y equipolencias entre fórmulas modales, que figura en 22a24-31, y los de oposición entre afirmaciones de predicado positivo y afirmaciones y negaciones de predicado negativo, que figuran en 19b27-20a3; pero hay otros muchos implícitos, de los que el más importante es:

Comparando con la lógica formal o logística moderna, veríamos que existen profundas diferencias en todas las tablas, excepto en la de contradicción, que es la relación básica, tanto en el sistema lógico aristotélico como en los sistemas modernos. Pero no es éste el lugar adecuado para tratar de ello (cf. las obras de Kneale, Łukasiewicz y Patzig citadas en la Bibliografía del vol. I y en el Suplemento bibliográfico de éste; igualmente: W. O. Quine, Los métodos de la lógica, Barcelona, 1969, 2.a parte, y M. Candel, Las categorías del discurso en Aristóteles, Universidad de Barcelona, Facultad de Filosofía, 1976, sección 9).

(Una observación que conviene hacer de pasada es que el orden en que suelen colocarse tradicionalmente las cuatro proposiciones no es el que nosotros damos aquí, sino este otro:

El cual se debe a Ammonio, que lo expone en su comentario In librum perì hermeneías, 75V. Pero Aristóteles sitúa claramente las relaciones de contrariedad y complementariedad como «diametral» o «diagonalmente opuestas» —19b35-36; cf.: Anal. pr. II 46, 51b36-52a14—, aparte de que las oposiciones aparecen muchas veces como series de contradicciones, en cuyo caso es natural colocar las parejas de aserciones contradictorias en línea; el paso siguiente sería, pues, en lugar de inclinar los ejes que unen las contradictorias, añadir a dichos ejes horizontales los de contrariedad y consecución como ejes inclinados y verticales, respectivamente.)

En el cap. 10, 20a20-30, Aristóteles explica las relaciones de obversión (v.g.: [A] ser todo hombre no-justo /vs/ [B] no ser ningún hombre justo, [C] ser algún hombre justo /vs/ [D] no ser todo hombre no-justo) como relaciones de consecución o implicación (A→B), (C→D), (B↛A), (D↛C), y por tanto no simétricas (cf. infra, n. 82). Con el mismo criterio establece en 19b33-35 el paralelogramo:

La razón de que tanto el cuadro (I) como el (II) y las relaciones de contrariedad, implicación y «obversión» se den en el sentido y con arreglo a las tablas de verdad que antes se han expuesto (a diferencia de lo que ocurre en la lógica moderna) es, una vez más, la interpretación del functor asertivo o veritativo (cf. infra, n. 82) como existencial, por lo que, de la afirmación es todo hombre no-justo puede inferirse la negación no es ningún hombre justo, pero no viceversa: pues en este último caso cabe interpretar la aserción en el sentido de que no haya siquiera hombres, ni justos ni de ninguna otra clase, y partiendo de esa posibilidad nunca podrá inferirse que haya hombres, del tipo que sean (cf. Anal. pr., Introducción y nn. 433 y 434).

Por último, también las relaciones entre esquemas proposicionales (aquí Aristóteles no da ejemplos de proposiciones concretas) modales, tal como las caracteriza Aristóteles, pueden ordenarse en un paralelogramo análogo a (I) y (II): donde la relación ‘______’, leída no ya como simple compatibilidad o disyunción (Sv P), sino como conjunción (SɅ P), da lugar al concepto de contingente (Q), identificado por Aristóteles con la acepción vulgar de endecho-menon, o «admisible», en el uso lingüístico normal.

Quedan así perfilados los esquemas y funciones veritativas fundamentales sobre los que Aristóteles va a levantar a continuación los edificios de la teoría silogística y la apodíctica en los Analíticos primeros y segundos, respectivamente.

SOBRE LA INTERPRETACION 1

1. Escritura, voz, pensamiento y realidad. Lo verdadero y lo falso

Antes de nada hay que exponer qué es un nombre y [16a ] qué es un verbo 2 y, a continuación, qué es una negación, qué una afirmación, qué una declaración y qué un enunciado.

Así, pues, lo <que hay> en el sonido 3 son símbolos 4 de las afecciones <que hay> en el alma, y la escritura 5 <es símbolo> de lo <que hay> en el sonido. Y, [5] así como las letras 6 no son las mismas para todos 7 , tampoco los sonidos son los mismos. Ahora bien, aquello de lo que esas cosas 8 son signos 9 primordialmente 10 , las afecciones del alma, <son> las mismas para todos, y aquello de lo que éstas 11 son semejanzas, las cosas, también <son> las mismas.

Así, pues, de esto se ha hablado en los <escritos> sobre el alma 12 , pues corresponde a otro tratado diferente [10] 13 . Pero, así como en el alma hay, a veces, una noción sin que se signifique verdad o falsedad 14 y, otras veces, la hay también, <de modo que> necesariamente ha de darse en ella una de las dos cosas 15 , así también <ocurre> en el sonido: en efecto, lo falso y lo verdadero giran en torno a la composición y la división 16 . Así, pues, los nombres y los verbos, por sí mismos, se asemejan a la noción sin composición ni división, v.g.: hombre o blanco, cuando no se añade nada más: pues aún no son ni falsos [15] ni verdaderos. De esto hay un ejemplo significativo: en efecto, el ciervo-cabrío17 significa algo, pero no es verdadero ni falso, a menos que se añada el ser o el no ser, sin más o con arreglo al tiempo 18 .

2. El nombre. Nombres simples y compuestos. Los casos

Nombre, pues, es un sonido 19 significativo por convención sin <indicar> tiempo, y ninguna de cuyas partes es [20] significativa por separado: en efecto, en Kállippos20 , ippos no significa nada por sí mismo, como <sí ocurre> en el enunciado kalòs híppos21 . Sin embargo, lo que ocurre en los nombres simples no ocurre igual en los compuestos: pues en aquéllos la parte no es significativa en absoluto [25], en cambio, en éstos tiende <a serlo>, pero por separado no lo es de nada; v.g.: en epaktrokéles22, kélēs23. Por convención <quiere decir> que ninguno de los nombres lo es por naturaleza, sino sólo cuando se convierte en símbolo; puesto que también indican algo los sonidos inarticulados, v.g.: de los animales, ninguno de los cuales es un nombre.

[30] No-hombre no es un nombre; ni siquiera hay un nombre con el que llamarlo —pues no es un enunciado ni una negación 24 —; pero digamos que es un nombre indefinido 25 .

En cuanto a de Filón o para Filón26 y todas las <expresiones> por el estilo, no son nombres, sino inflexiones [16b ] 27 del nombre. Su definición 28 consta de las mismas <notas> que las otras <expresiones>, salvo que, unidas a es o era o será, no dicen verdad ni falsedad —el nombre, en cambio, siempre—, v.g.: de Filón está o no está; en efecto, no dice en ningún momento nada verdadero [5] ni falso.

3. El verbo. Peculiaridad del verbo ‘ser’ como verbo «puro»

Verbo es lo que cosignifica 29 tiempo, y ninguna de sus partes tiene significado separadamente; y es signo de lo que se dice acerca de otro 30 . Digo que cosignifica tiempo en el sentido de que, mientras salud es un nombre, está sano es un verbo: en efecto, cosignifica que se da ahora. Y siempre es signo de lo que se dice acerca de otro, en [10] el sentido de lo que <se dice> acerca de un sujeto 31 .

A no está sano y no está enfermo no lo llamo verbo: en efecto, cosignifica tiempo y siempre se da acerca de algo, pero no hay nombre para <designar> su diferencia <respecto del verbo propiamente dicho>; pero digamos [15] que es un verbo indefinido, ya que se da por igual en cualquier cosa, tanto existente como no existente. De manera semejante, tampoco estaba sano o estará sano es un verbo, sino una inflexión del verbo; y se diferencia del verbo en que éste cosignifica el tiempo presente, y aquél el <tiempo> que envuelve <al presente>.

Así, pues, dichos por sí mismos, los verbos son nombres y significan algo —pues el que habla detiene el pensamiento [20], y el que escucha descansa—, pero no indican en en modo alguno si existe <algo> o no; en efecto, ni siquiera ser o no ser32 es signo de la cosa real 33 , por más que diga lo que es34 a secas. En sí mismo, en efecto, no [25] es nada, sino que cosignifica una cierta composición, que no es posible concebir sin los componentes 35 .

4. El enunciado y sus clases. El enunciado asertivo

Enunciado es un sonido significativo, cualquiera de cuyas partes es significativa por separado como enunciación, pero no como afirmación. Digo que hombre, por ejemplo, significa algo, pero no que sea o que no sea (aunque sería una afirmación o una negación si se añadiera algo); sin embargo, una sílabra de hombre no <es significativa [30]>: en efecto, tampoco en ratón es significativotōn, sino que, en este caso, es meramente un sonido 36 . En cambio, en los <términos> dobles sí tiene significado <cada parto>, pero no en sí misma, como ya se ha dicho 37 . Todo enunciado es significativo, pero no como un [17a ] instrumento <natural> 38 , sino por convención, como ya se ha dicho 39 ; ahora bien, no todo enunciado es asertivo 40 , sino <sólo> aquel en que se da la verdad o la falsedad: y no en todos se da, v.g.: la plegaria es un enunciado [5], pero no es verdadero ni falso. Dejemos, pues, de lado esos otros —ya que su examen es más propio de la retórica o de la poética—, ya que <el objeto> del presente estudio es el <enunciado> asertivo.

5. Aserciones simples y aserciones compuestas

El primer enunciado asertivo singular 41 es la afirmación, y el siguiente la negación; los demás <sólo> tienen unidad [10] 42 gracias a una conjunción 43 . Necesariamente, todo enunciado asertivo <constará> de un verbo o una inflexión del verbo 44 : y, en efecto, el enunciado 45 de hombre, si no se añade el es, o el será, o el era, o algo semejante, no es en modo alguno un enunciado asertivo (ahora bien, decir por qué animal terrestre bípedo es una sola cosa y no varias —en efecto, no será una unidad simplemente porque se diga de un tirón— corresponde a [15] otro tratado). Es un enunciado asertivo singular el que indica una sola cosa o el que tiene unidad gracias a una conjunción, y son múltiples los que no <indican> una sola cosa o los que no van unidos por conjunción. Así, pues, digamos que el nombre y el verbo son sólo enunciaciones, ya que no es posible decir que indiquen algo con el sonido de tal modo que lo aseveren, bien a preguntas [20] de alguien, bien a iniciativa de uno mismo.

De las anteriormente dichas, la una es la aserción simple, v.g.: <afirmar> algo acerca de algo o <negar> algo de algo 46 ; y la otra es la compuesta de éstas, v.g.: un discurso 47 ya compuesto. La aserción simple es un sonido significativo acerca de si algo se da o no se da, con arreglo a la división de los tiempos.

6. La afirmación y la negación

Una afirmación es la aserción de algo unido a algo, y [25] una negación es la aserción de algo separado de algo 48 . Ahora bien, como quiera que es posible, tanto aseverar que no se da lo que se da, como aseverar que se da lo que no se da, y de igual modo respecto a los tiempos [30] distintos del presente, cabría negar todo lo que uno afirmara y afirmar todo lo que negara; así que es evidente que a toda afirmación se le opone una negación y, a toda negación, una afirmación. Y llamemos contradicción a eso, a la afirmación y la negación opuestas; digo que [35] se oponen la <afirmación y negación> de lo mismo acerca de lo mismo (pero no de manera homónima, ni de ninguna de las otras maneras que distinguimos contra las distorsiones sofísticas).

7. Universal y singular. La oposición de las aserciones: contradicción y contrariedad

Puesto que, de las cosas 49 , unas son universales 50 y otras singulares 51 —llamo universal a lo que es natural que se predique sobre varias cosas y singular a lo que [40] no, v.g.: hombre es de las <cosas> universales y Calias [17b ] de las singulares—, necesariamente hay que aseverar que algo se da o no, unas veces en alguno de los universales, otras veces en alguno de los singulares. Así, pues, si se asevera universalmente sobre lo universal que algo se da [5] o no, habrá aserciones contrarias —llamo aseverar universalmente sobre lo universal, por ejemplo, a <es > todo hombre blanco, <no es> ningún hombre blanco —; en cambio, cuando se asevera sobre los universales, pero no universalmente, no hay <aserciones> contrarias, aunque las cosas designadas puede que sean contrarias 52 —llamo [10] aseverar de manera no universal sobre los universales, por ejemplo, a es <el > hombre blanco, no es <el > hombre blanco53 ; en efecto, siendo hombre universal, no se usa universalmente en la aserción: pues todo no significa lo universal, sino que <se toma> universalmente 54 —. Ahora bien, predicar universalmente sobre el predicado universal 55 no es verdadero: en efecto, no habrá ninguna afirmación en que lo universal se predique del predicado universal [15], como, por ejemplo, es todo hombre todo animal.

Digo, pues, que se opone contradictoriamente a la negación la afirmación que significa lo universal respecto a lo mismo que <la negación significa> de manera no universal, v.g.:

<es > todo hombre blanco — no <es > todo hombre blanco,

<no es > ningún hombre blanco — es algún hombre blanco;

[20] <se oponen> contrariamente la afirmación de lo universal y la negación de lo universal <como tales>, v.g.:

<es > todo hombre justo — <no es > ningún hombre justo;

por lo tanto estas últimas no pueden ser simultáneamente verdaderas 56 , mientras que las opuestas a ellas cabe <que lo sean> en relación con la misma cosa, v.g.:

no <es > todo hombre blanco y es algún hombre blanco. [25]

Así, pues, <en> todas las que son contradicciones universales de los universales, necesariamente <cada> una de las dos ha de ser verdadera o falsa, y también <en> todas las <que versan> sobre lo singular, v.g.:

es Sócrates blanco — no es Sócrates blanco;

en cambio, <en> todas las <que versan> sobre los universales de manera no universal, no siempre <es> verdadera [30] la una y falsa la otra; en efecto, es a la vez verdadero decir que

es <el > hombre blanco y que no es <el > hombre blanco,

y

es <el > hombre bello y no es <el > hombre bello;

en efecto, si <es> feo no <es> bello; y si se convierte en algo, no lo es 57 . Ello podría parecer a primera vista absurdo, ya que no es <el > hombre blanco parece significar [35] a la vez también que <no es > ningún hombre blanco; pero no significa esto último ni a la vez ni necesariamente.

Es manifiesto que la negación de una sola afirmación es también una sola: pues es preciso que la negación niegue lo mismo que afirmó la afirmación, y de la misma [40] cosa, bien de alguno de los singulares, bien de alguno de [18a ] los universales, o como universal o como no universal; digo, por ejemplo:

es Sócrates blanco — no es Sócrates blanco

(si <negara> alguna otra cosa o la misma de alguna otra, no sería la opuesta, sino otra distinta de aquélla), y a la <afirmación>

[5] <es > todo hombre blanco, la <negación> no <es > todo hombre blanco,

a la de

<es > algún hombre blanco, la de <no es > ningún hombre blanco,

y a la de

es <el > hombre blanco, la de no es <el > hombre blanco58 .

Así, pues, queda dicho que una sola afirmación se opone contradictoriamente a una sola negación, y cuáles son éstas, y que las contrarias son otras, y cuáles son éstas, y que no toda contradicción es verdadera o falsa 59 , y por qué, y cuándo es verdadera o falsa.

8. Unidad y pluralidad de las aserciones. Las aserciones equívocas y su oposición

Es una sola la afirmación y la negación que significa una sola cosa acerca de una sola cosa, bien de manera universal siendo universal o bien de manera diferente, v.g.:

todo hombre el blanco60 — no es todo hombre blanco , [15] es <el > hombre blanco — no es <el > hombre blanco, <no es > ningún hombre blanco — es algún hombre blanco,

si blanco significa una sola cosa. En cambio, si hay un solo nombre para dos cosas de las que no resulta una sola, no es una sola la afirmación, v.g.: si alguien pusiera el nombre de manto a un caballo y a un hombre, es <el > manto blanco no <sería> una sola afirmación: [20] pues eso no se diferencia en nada de decir: es <el > caballo blanco y es <el > hombre blanco. Si, pues, éstas [25] significan varias cosas y son múltiples, es evidente que también la primera significa, o varias cosas, o nada —pues no es ningún hombre caballo—; de modo que en esas <aserciones> no es necesario que una <de las componentes de la> contradicción sea verdadera y la otra falsa.

9. La oposición de los futuros contingentes

Así, pues, en las cosas que son y que fueron 61 , es necesario que o la afirmación o la negación sea verdadera [30] o falsa; y <de las contradictorias> sobre los universales como universales siempre la una <ha de ser> verdadera y la otra falsa, y también sobre los singulares, como ya se ha dicho; en cambio, sobre los universales no dichos universalmente no es necesario; también acerca de esos casos se ha hablado ya.

En cambio, con los singulares futuros no <ocurre> igual. En efecto, si toda afirmación o negación <es> verdadera o falsa, también necesariamente todo <lo afirmado [35] o negado> ha de darse o no darse; pues, si uno dijera que algo será y otro dijera que eso mismo no será, es evidente que uno de los dos dice necesariamente la verdad, si toda afirmación es verdadera o falsa: pues en las cosas de ese tipo no se darán ambas a la vez. En efecto, si es verdad decir que es blanco o que no es blanco, necesariamente será blanco o no será blanco y, si es blanco [18b ] o no es blanco, será verdad afirmarlo 62 o negarlo; y, si no se da, se dice una falsedad y, si se dice una falsedad, no se da; así que necesariamente la afirmación o la negación ha de ser verdadera.

Ahora bien, entonces nada es ni llega a ser por azar, [5] ni llega a ser cualquier cosa al azar, ni será o no será 63 , sino que todas las cosas son <lo que son> por necesidad, y no cualquier cosa al azar (en efecto, o bien dice la verdad el que afirma 64 o bien el que niega); pues <de otro modo> lo mismo podría llegar a ser que no llegar a ser; en efecto, lo que llega a ser cualquier cosa al azar no tiene ni tendrá por qué ser así o no ser así.

Además, si es blando ahora, era verdad antes decir que [10] sería blanco, de modo que siempre era verdad decir, de cualquiera de las cosas que llegaron a ser, que sería; y, si siempre era verdad decir que es o que será, no es posible que tal cosa no sea ni vaya a ser. Ahora bien, lo que no es posible que no llegue a ser es imposible 65 que no llegue a ser; y lo que es imposible que no llegue a ser, [15] es necesario que llegue a ser; así, pues, todo lo que será es necesario que llegue a ser. Ahora bien, no será en absoluto cualquier cosa al azar ni será por azar: pues, si <fuera> por azar, no <sería> por necesidad.

Pero tampoco cabe en modo alguno decir que ninguna de las dos cosas es verdad, v.g.: que ni será ni no será. Pues, primero, <en ese caso> resulta que, siendo falsa la afirmación, la negación no sería verdadera y, siendo [20] esta falsa, la afirmación no es verdadera. Y, además, si es verdad decir que <es> blanco y negro, es preciso que ambas cosas se den, y si <fuera verdad decir> que se darán mañana, no será cualquier cosa al azar, por ejemplo una batalla naval: en efecto, sería preciso que ni llegara [25] ni no llegara a haber una batalla naval.

Estos y otros por el estilo <son>, entonces, los absurdos que resultan si es necesario que, de toda afirmación y negación opuestas, ya <versen> sobre los universales enunciados como universales, ya sobre los singulares, la una sea verdadera y la otra falsa, y que nada de lo que [30] sucede 66 sea cualquier cosa al azar, sino que todo sea y suceda por necesidad. De modo que ni sería preciso deliberar ni preocuparse, <pensando> que, si hacemos tal cosa, se dará tal cosa y, si no, no se dará. En efecto, nada impide que uno diga para dentro de diez mil años que habrá esto y que otro diga que no, de modo que necesariamente [35] será cualquiera de las dos cosas que en aquel momento era verdad decir <que sería>. Pero, desde luego, eso no difiere de si algunos dijeron o no la contradicción 67 , pues es evidente que las cosas reales se comportan así aunque no <haya> quien afirme ni quien niegue; en efecto, <las cosas> o serán o no serán no por afirmarlas o negarlas, ni dentro de diez mil años más que dentro de cualquier otro tiempo. De modo que, si en todo [19a ] tiempo se comportan <las cosas> de tal modo que uno de los dos dice la verdad 68 , sería necesario que sucediera eso <o lo otro>, y que cada una de las cosas que llegan a ser se comportara de tal modo que llegara a ser por necesidad: pues lo que se dijera con verdad que había de ser no podría no llegar a ser; y lo que llegara a ser [5] siempre sería verdad decir que había de ser.

Si eso es realmente imposible —pues vemos que el origen de lo que ha de ser radica en el deliberar y en el hacer algo <previo>, y que, en general, en las cosas que no siempre se realizan existen la posibilidad 69 de que sean y de que no sean, de modo que también puede que lleguen [10] o que no lleguen a ser, y hay muchas cosas que nos resulta evidente que se comportan así, v.g.: que este manto de aquí es posible que se rasgue, pero no se rasgará, sino que antes se gastará; de manera semejante, es posible que no se rasgue: pues no se daría el que antes se gastara si [15] no fuera posible que no se rasgara; de modo que también <pasa eso> con todos lo demás sucesos 70 que se dicen según ese tipo de posibilidad 71 —; entonces es manifiesto que no todas las cosas son ni llegan a ser por necesidad, [20] sino que unas <son o llegan a ser> cualquier cosa al azar y ni la afirmación ni la negación son en nada más verdaderas, y en otras es más <verdadera> y <se da> en la mayoría de los casos una de las dos cosas, pero cabe, desde luego, que suceda también la otra en vez de la primera.

Así, pues, es necesario que lo que es, cuando es, sea, y que lo que no es, cuando no es, no sea; sin embargo, no es necesario ni que todo lo que es sea ni que todo lo [25] que no es no sea 72 : pues no es lo mismo que todo lo que es, cuando es, sea necesariamente y el ser por necesidad sin más; de manera semejante también en el caso de lo que no es. También en el caso de la contradicción <vale> el mismo argumento: por un lado es necesario que todo sea o no sea, y que vaya a ser o no; sin embargo, no <cabe> decir, dividiendo, que <lo uno o> [30] lo otro sea necesario. Digo, por ejemplo, que, necesariamente 73 , mañana habrá o no habrá un batalla naval, pero no que sea necesario que mañana se produzca una batalla naval ni que sea necesario que no se produzca; sin embargo, es necesario que se produza o no se produzca. De modo que, puesto que los enunciados son verdaderos de manera semejante a las cosas reales, es evidente que, <en> todas las cosas que se comportan de tal manera que pueden ser al azar cualquier cosa y lo contrario, la contradicción se ha de comportar de manera semejante; lo cual ocurre en las cosas que no siempre son o no siempre [35] no son: de éstas, en efecto, necesariamente ha de ser verdadera o falsa <una u> otra parte de la contradicción, pero no precisamente ésta o ésa, sino cualquiera al azar, y <puede ser> verdadera una más bien <que la otra>, pero no verdadera o falsa ya 74 . De modo que es [19b ] evidente que no necesariamente, de toda afirmación y negación opuestas, ha de ser una verdadera y la otra falsa: pues en el caso de las cosas que no son pero pueden ser o no ser no ocurre como en el caso de las cosas que son, sino como queda dicho.

10. La oposición entre aserciones de verbo predicativo y entre aserciones de verbo atributivo, con sujeto definido o indefinido

Puesto que la afirmación es la que significa algo acerca [5] de algo, y esto último es un nombre o algo anónimo, y es preciso que lo que hay en la afirmación sea una sola cosa y acerca de una sola cosa (antes se ha explicado ya 75 el nombre y lo anónimo: pues a no-hombre no lo llamo nombre, sino nombre indefinido —en efecto, significa [10] de algún modo una cosa indefinida—, así como no está sano no es tampoco un verbo), toda afirmación constará de un nombre y de un verbo o de un nombre y un verbo indefinidos. Sin verbo no hay afirmación ni negación alguna, pues es, o será, o era, o llega a ser, o todos los demás por el estilo, son verbos, con arreglo a lo [15] ya establecido: en efecto, cosignifican tiempo. De modo que una primera afirmación y negación <es>

hay hombre — no hay hombre76 ,

a continuación

hay no-hombre — no hay no-hombre,

de nuevo

está77todo hombre — no está todo hombre,

está todo no-hombre — no está todo no-hombre;

y el mismo discurso en el caso de los tiempos fuera <del presente>.

En cambio, cuando el es se predica como un tercer <elemento> añadido, las oposiciones se dicen de dos [20] maneras. Digo, por ejemplo, es justo <el > hombre, <donde> digo que el es se combina como tercer <elemento>, nombre o verbo 78 , en la afirmación. De modo que, debido a esto, serán cuatro los <casos> en cuestión, de los que dos se comportarán como las privaciones según el orden de secuencia respecto a la afirmación y la negación, mientras que los otros dos no; digo que el es se añadirá a justo o a no-justo, de modo que también la negación <se añadirá así>. Así, pues, serán [25] cuatro <casos>. Entendamos lo dicho a partir del diagrama siguiente:

<A>                                     <B>

es justo <el > hombre — negación de esto, no es justo <el > hombre;

<Δ>                                     <Γ>

no es no-justo <el > hombre — negación de es no-justo <el > hombre.

En efecto, aquí el es y el no es se añaden a justo y [30] a no-justo. Estas <aserciones>, pues, tal como se dice en los Analíticos79 , se ordenan así. Se comportan de manera semejante aunque la afirmación sea del nombre tomado universalmente, v.g.:

<A’>                                     <B’>

es todo hombre justo — no es todo hombre justo,

<Δ’>                                     <Γ’>

no es todo hombre no-justo — es todo hombre no-justo.

[35] Salvo que <en este último caso> no cabe que las diagonalmente opuestas sean verdad a la vez de manera semejante, aunque sí cabe a veces que lo sean 80 . Así, pues, ésas son dos <parejas> de oposiciones, y otras nuevas <se forman> al añadir algo a no-hombre como sujeto:

<A”>                                     <B”>

es justo <el > no-hombre — no es justo <el > no-hombre,

<Δ”>                                     <Г”>

[20a ] no es no-justo <el > no-hombre — es no-justo <el > no-hombre.

No habrá más oposiciones que éstas; estas últimas son en sí mismas distintas de las anteriores, al usar como nombre no-hombre.

En todos los casos en que no encaja el es, v.g.: en estar sano y caminar, en estos casos <los verbos> así colocados hacen el mismo <efecto> que si se añadiera [5] es; v.g.:

está sano todo hombre81 — no está sano todo hombre,

está sano todo no-hombre — no está sano todo no-hombre;

en efecto, no hay que decir no todo hombre, sino que el no, la negación, hay que añadirla a hombre: pues el todo no significa lo universal, sino que <se toma> universalmente; y queda claro a partir de lo siguiente, [10]

está sano <el > hombre — no está sano <el > hombre ,

está sano <el > no-hombre — no está sano <el > no-hombre

pues éstas difieren de aquéllas por no <tomarse> universalmente; de modo que el todo o el ningún no cosignifican nada más, sino que se afirma o se niega el nombre <tomado> universalmente; así, pues, es preciso añadir las mismas otras cosas.

Puesto que la negación contraria a es todo animal justo [15] es la que significa que <no > es ningún animal justo, es manifiesto que éstas nunca serán verdaderas a la vez ni sobre la misma cosa, en cambio las opuestas a éstas lo serán a veces; v.g.: no <es > todo animal justo y es [20] algún animal justo. Y éstas se siguen 82 <así>: a

es todo hombre no-justo, <no > es ningún hombre justo,

a

es algún hombre justo, la opuesta <a la primera,> que no es todo hombre no-justo;

en efecto, necesariamente habrá alguno <que lo sea>.

Y es manifiesto que en el caso de los singulares, si es verdadero negar al ser preguntado, también es verdadero [25] afirmar, v.g.: —¿ <es > todo hombre sabio? —No: <es > Sócrates no-sabio83 . En cambio, en el caso de los universales no es verdadera la <afirmación> dicha de manera semejante <a esta última>, y sí es verdadera la negación, v.g.: —¿ <Es > todo hombre sabio? —No: <es > todo hombre no-sabio; en efecto, esto último es falso 84 ; [30] pero no <es > todo hombre sabio sí es verdad: esta última es la opuesta 85 , aquélla, en cambio, la contraria 86 .

Las <aserciones> que se oponen a base de nombres y verbos indefinidos, como por ejemplo en el caso de no-hombre y no-justo87 , podría parecer que son como negaciones sin nombre o sin verbo: pero no lo son; pues siempre, necesariamente, la negación ha de ser verdadera o falsa, y el que diga no-hombre, si no añade nada, no habrá [35] dicho más ni menos verdad o falsedad que el que diga hombre. Es todo no-hombre justo no significa lo mismo que ninguna de <las frases> anteriores, ni tampoco la opuesta a esa, no es todo no-hombre justo; en cambio, [40] <es > todo no-hombre no-justo significa lo mismo que <no es > ningún no-hombre justo88 .

[20b ] Aunque se haga una transposición de los nombres y los verbos, <la aserción> significa lo mismo, v.g.:

es blanco <el > hombre — es <el > hombre blanco,

pues, si no es lo mismo, habrá varias negaciones 89 de la misma <aserción>, pero se ha mostrado ya que, de una, [5] sólo hay una. En efecto, de es blanco <el > hombre la negación <es> no es blanco <el > hombre; por otro lado, si la negación de es <el > hombre blanco no es la misma que la de es blanco <el > hombre, será, o bien no es <el > no-hombre blanco, o bien no es <el > hombre blanco. Pero la primera es la negación de es <el > no-hombre blanco, y la segunda de es blanco <el > hombre90 , de modo que habrá dos <contradictorias> de una [10] sola aserción. Así, pues, es evidente que al transponer el nombre y el verbo se produce la misma afirmación y negación.

11. Aserciones compuestas

Afirmar o negar una cosa de varias o varias de una, a no ser que de las varias cosas resulte una compuesta, no es una afirmación ni una negación únicas. Digo una [15] cosa, no si existe un nombre pero no hay una unidad a partir de aquéllas, v.g.: el hombre es seguramente animal, bípedo y civilizado, pero también surge una unidad a partir de esas cosas; en cambio, a partir de lo blanco, el hombre y el caminar no surge unidad. De modo que no <habrá> una afirmación única, ni aunque alguien afirme una cosa única acerca de ésas —sino que el sonido [20] será uno, pero las afirmaciones, varias—, ni aunque afirme ésas acerca de una sola —sino que igualmente <serán> varias <afirmaciones>—. Así, pues, si la pregunta dialéctica es la exigencia de una respuesta, bien de la proposición, bien de uno de los miembros de la contradicción 91 , y la proposición es miembro de una contradicción, [25] no habrá una respuesta única a eso: en efecto, la pregunta no es única, ni aunque sea verdadera. Ya se ha hablado sobre esto en los Tópicos91bis . Es evidente, al mismo tiempo, que el qué es tampoco es una pregunta dialéctica: pues es preciso que se haya dado a partir de la pregunta <la posibilidad de> elegir la aseveración del miembro de la contradicción que uno quiera. Pero <en este caso> es preciso que el que pregunta distinga <al [30] preguntar> si el hombre es tal cosa o no lo es.

Dado que unas cosas se predican compuestas, <haciendo> un solo predicado global de los predicados separados, y otras en cambio no, ¿cuál es la diferencia? Pues del hombre es verdadero decir por separado <que es> animal y <que es> bípedo, y también decirlo como una [35] única cosa, y también <decir> hombre y blanco y eso mismo como una única cosa; pero, si <se dice de alguien que es> zapatero y bueno, no <es verdadero decir que es> también buen zapatero. Pues, si <es verdad> que <es> cada cosa y también las dos juntas, surgirán muchos absurdos. En efecto, de hombre es verdadero <decir> hombre y <decir> blanco, de modo que también [40] el conjunto; y de nuevo, si <es verdadero decir> blanco, también el conjunto, de modo que será hombre blanco blanco, y eso al infinito; y de nuevo, músico blanco caminante, y eso combinado múltiples veces. Y aún, si [21a ] Sócrates <es> Sócrates y hombre, también el hombre Sócrates, y, si hombre y bípedo, también hombre bípedo 92 .

Así, pues, es evidente que, si alguien establece sin más [5] que las combinaciones llegan a darse, ocurre que se dicen muchas cosas absurdas; decimos ahora, en cambio, cómo han de establecerse <esas cosas>. De las cosas que se predican y de aquellas sobre las que viene a predicarse, no serán una unidad aquellas que se dicen por coincidencia 93 , bien sobre la misma cosa, bien cada una sobre una cosa distinta; v.g.: el hombre blanco es también músico, pero lo blanco y lo músico no son una unidad: pues ambos [10] son accidentes 94 de lo mismo. Y aunque sea verdadero decir que lo blanco es músico, lo músico blanco no será, sin embargo, una unidad: pues lo músico es blanco por coincidencia, de modo que lo blanco no será músico 95 . Por eso tampoco el zapatero <será> bueno sin [15] más, pero sí que el animal <será> bípedo: en efecto, no lo será por coincidencia. Tampoco <serán una unidad> las cosas que están incluidas una en otra; por eso lo blanco no <será blanco> muchas veces, ni el hombre <será> hombre animal u hombre bípedo: pues lo bípedo y lo animal está incluido en el hombre. En cambio, es verdadero decir <algo> de la cosa concreta 96 y decirlo también sin más, v.g.: que el hombre individual es hombre [20] o que el individuo blanco 97 es un hombre blanco; pero no siempre, sino que, cuando en lo que se añade se halla incluida alguna de las cosas opuestas de las que se sigue una contradicción, no es verdadero, sino falso —v.g.: llamar hombre a un hombre muerto—, pero, cuando eso no se halla [25] incluido, es verdadero. O bien, cuando se halla incluido, nunca es verdadero y, cuando no se halla incluido, no siempre: como, por ejemplo, Homero es algo, v. g.: poeta; entonces, ¿es también o no 98 ? En efecto, el es se predica de Homero accidentalmente, pues es en cuanto poeta, pero el es no se predica en sí mismo acerca de Homero 99 . De modo que, en todas las predicaciones en [30] que no hay incluida una contrariedad cuando se dicen las definiciones en lugar de los nombres, y se predican <las cosas> en sí mismas y no accidentalmente, también será verdadero decir la cosa concreta sin más. En cambio, no es verdadero decir que lo que no es, en cuanto es posible opinar de él, es algo: pues la opinión acerca de él no es que es, sino que no es.

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