Travesía inesperada - Matías Amaya - E-Book

Travesía inesperada E-Book

Matías Amaya

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Beschreibung

Tres familias con sus hijos, entre ellos tres adolescentes, se embarcan en la búsqueda de un reencuentro con el mundo real: con la vida, la familia, los amigos y la naturaleza. Para ello, emprenden un viaje a un lugar recóndito y aislado del mundo moderno, donde una inesperada aventura los sorprenderá de tal manera que todos cambiaran su forma de relacionarse con el mundo exterior y entre ellos.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Amaya, Matías Eduardo

Travesía inesperada / Matías Eduardo Amaya. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2019.

132 p. ; 14 x 14 cm.

ISBN 978-987-708-453-5

1. Narrativa Infantil Argentina. 2. Cuentos. I. Título.

CDD A863.9282

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor. Está tam-

bién totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet

o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2020.

© 2020. Tinta Libre Ediciones

Travesía inesperada

Matías Amaya

Prólogo

Dicen que la adolescencia es una etapa de rebeldía y confusión. Dicen que es una etapa difícil de llevar y complicada para convivir. Sin embargo, pienso que es un tiempo para descubrir y para medir nuestras fuerzas y delinear nuestro futuro. Los desafíos simples y cotidianos de la infancia se van convirtiendo en complejas situaciones a resolver. La familia pasa a ser uno de los escudos más fuertes, junto con las amistades, frente a toda tentación por perder el rumbo. En fin, hermosa etapa para descubrir y disfrutar del mundo en su plenitud.

Ahora bien, en los tiempos que corren los cambios y los avances tecnológicos abruman. Brindando muchos aportes positivos y algunos negativos, depende siempre de la familia lograr el justo y necesario equilibrio. Ganamos en comunicación efectiva e instantánea y perdemos en conversación real; ganamos en velocidad y perdemos en pausa; podemos ver el mundo en una pantalla, pero no vemos ni sentimos el paisaje que nos rodea; nos enteramos de los males de cada rincón del planeta y no tomamos contacto con las realidades cercanas. En fin, si no hay desconexión y equilibrio la situación social general irá en deterioro.

En necesario fomentar la búsqueda y descubrimiento de todo nuestro entorno, de que crezca —mejor, que renazca— la capacidad de asombro de nuestros niños. Que hagan experiencia real de la vida. Es en este camino donde la naturaleza nos regala la oportunidad concreta de conectarnos con el mundo, de percibir, de tocar, de oler, los maravillosos regalos del mundo.

Tiene una tarea importante y superior en este proyecto la familia, que debe estar siempre alerta y dispuesta a lograr el justo balance, que debe acompañar el crecimiento de los niños motivándolos a encontrarse y a conectarse con la realidad, a amar la vida y vivirla realmente.

En esta aventura en la que el lector está próximo a adentrarse, descubrirá lo maravilloso que puede ser desconectarse totalmente del mundo virtual y volver, aunque más no sea por un instante, a sentir la verdadera adrenalina de estar vivo.

Sin más que decir los invito a recorrer el camino de estos adolescentes que aprenderán una lección de vida, lección que los llevará a desafiar la corriente virtual del mundo actual.

La propuesta

Toda historia comienza en un lugar y tiempo determinados. Esta que paso a relatar no es la excepción. Lo más importante en este relato es el lugar de los hechos, el protagonista en esta aventura: una gran ciudad. Lugar donde los tiempos apremian y las distancias agobian, donde todo es correr para llegar y hay poco tiempo para descansar, para pensar, en fin, para dedicarle al ocio.

Llena de grandes edificios, decorada con unos pocos manchones verdes, plazas y algunos lugares de juego y recreación. Las casas escasean, por lo que la mayor parte de los habitantes viven en pequeños departamentos. Los que deciden vivir en casas habitan en lindos barrios residenciales, muy distantes de los lugares de trabajo, y del centro mismo de la ciudad. Estos habitantes gozan de entornos más verdes y grandes patios, pero carecen de tiempo para disfrutarlos ya que las actividades y las distancias ocupan todas las horas del día.

Nos adentraremos en uno de esos barrios pequeños, de pocas casas y tranquilo. Todo luce pulcro: calles y veredas anchas, mucha luz durante la noche, grandes frentes parquizados. En general, sus habitantes son familias con hijos pequeños y no tan pequeños. Durante la mayor parte del día nadie los habita, todos se encuentran en sus respectivas actividades por lo que reina un silencio atrapante.

Hay tres familias cuyas vidas cambiarán totalmente a partir de los acontecimientos que vivirán. Son tres matrimonios: Miguel y Ana, con sus hijos Pedro e Ignacio; Juan y María, también con dos hijos, Tomás y Paola; y por último Rodrigo y Jazmín, con sus hijos Santiago y Agustín.

Los padres son amigos desde la infancia. Y siempre que disponen de algún tiempo, por más escaso que sea, aprovechan para juntarse y celebrar la amistad. Y es en esos encuentros que dan rienda suelta a la nostalgia. Suelen recordar aquellos tiempos donde todo era juego, donde todo parecía ir más lento. Las tardes en la plaza, las escapadas al potrero. Las aventuras en la naturaleza. En fin, rememorar aquella lejana infancia. En cada reunión, los niños internos recobran vida y les permiten a los adultos de hoy volar hacia el pasado, los ayudan a recuperar energía y vitalidad para la lucha cotidiana.

Los hijos de estos matrimonios, a su vez, son amigos entre sí. Tres de ellos, Santiago, Pedro y Tomás, están ya en la Secundaria, viviendo los quince años; los otros, Ignacio, Paola y Agustín, cursan juntos el quinto grado. Durante las reuniones realizadas a familia plena, algo muy común, los niños se divertían mucho, aunque para la mayor parte de los juegos estaban enchufados o conectados a algo. El juego al aire libre escaseaba. Muchas veces los padres se sentaron a verlos: parecían máquinas, con la mirada fija en pequeñas —y no tan pequeñas— pantallas. Las redes sociales eran lo máximo: hasta se mensajeaban en lugar de conversar.

Esta imagen preocupaba cada vez más a los matrimonios que sentían que el tiempo y el trabajo impedían apartar a sus hijos de ese mundo virtual y conectarlos con el real. Encontrar un momento y la energía para ello no era tarea fácil.

Durante la semana la situación se complicaba. El día iniciaba muy temprano y terminaba tarde, con un cansancio aplastante, lo que impedía realizar alguna actividad extra… Alguna actividad fuera de ese encierro, sobre todo en época escolar donde las tareas y los exámenes absorbían las pocas horas libres de los chicos. Era muy difícil romper la rutina. Aquella ardua repetición de eventos los sumergía en esa inercia sin dar tregua.

Ahora bien, luego de haber conocido un poco a los personajes de la historia y su estilo de vida retomemos el relato.

Un sábado en el que las tres familias estaban reunidas, tocaron como tema de conversación esta cuestión de los tiempos, los juegos y los chicos, como lo habían hecho ya y asiduamente; sin embargo, esta vez los planteos no caerían en saco roto, en esta oportunidad el destino los escucharía.

En el medio de la charla uno de los padres dejó tendida en la mesa una idea revolucionaria. Algo que, sin saberlo, cambiaría la vida de todos. Ese día Juan dijo: —¿Por qué no organizamos unas vacaciones largas y lejos de toda esta civilización?

La simple pregunta, la sencilla idea, pasó por el aire como si nada, pero ese pequeño planteo quedó dando vueltas en el subconsciente de todos los adultos allí presentes. El encuentro continuó como si no se hubiese dicho palabra alguna, terminada la cena se retiraron a sus hogares, sin hacer comentarios.

Aquella semilla no tardaría en dar frutos. Al otro día, Miguel se comunicó con Juan y Rodrigo y les propuso una reunión para intentar hacer realidad la propuesta de Juan, dar comienzo a una organización seria. Cuando habló con Juan, Miguel no pudo ser más claro: —Estuve toda la noche pensando lo que dijiste, Juan, y se me ocurrieron un montón de ideas. Juntémonos y hagamos realidad este sueño.

Así fue como fijaron día (sábado) y horario (por la noche) para juntarse y comenzar a recorrer ese camino.

La semana pareció más larga de lo acostumbrado ya que se sumaron a las tareas habituales las ansiedades por el nuevo proyecto. Pero llegó el día y a la hora pactada comenzó la gran reunión.

Esta vez se juntaron solos, sin niños y sin esposas, las que, por supuesto, estaban al tanto del motivo de aquel encuentro y acordaban plenamente con la idea. La apoyarían cuidando a los chicos para que ellos pudieran organizar todo o al menos iniciar los cimientos del plan. Los niños, por el momento, no sabrían lo que se estaba cocinando y continuarían con la rutina habitual.

Lo primero a definir sería la fecha, cuestión que inmediatamente todos acordaron: debía ser durante los meses del verano. Así se disfrutarían más las actividades al aire libre, lo que era la meta principal.

También acordaron que deberían tomarse al menos dos meses para que esto resultara positivo y para que todos redescubrieran el mundo real y dejasen a un lado el virtual.

Cada uno tomó su agenda, revisaron puntillosamente días y tiempos, al mismo tiempo que consultaban por teléfono con sus respectivas esposas que, por supuesto, también trabajaban. Luego de evaluar y debatir, decidieron que los mejores meses serían diciembre y enero. Pasarían todas las fiestas juntos, lo que también sería maravilloso.

Definida la fecha, marcado el calendario con el día exacto (20 de diciembre), faltaba ahora definir el lugar. Esto le tocaba Rodrigo, el más aventuro, no dudó en tomar la palabra y decir: —A mi entender, el lugar que debemos elegir debe ser tranquilo y aislado de toda posibilidad de conexión con esta realidad nuestra, debe permitirnos desconectarnos del todo —y continuó cada vez más seguro de lo que pensaba—. Conozco un pueblo serrano que reúne todo eso. Es un lugar rodeado de montañas, lo atraviesa un hermoso y ancho río. La gente del lugar es muy apacible y todos circulan tranquilamente, sin apuro.

Los dos amigos, ansiosos, preguntaron dónde quedaba y si era difícil llegar. Rodrigo aclaró que era algo lejos, pero de fácil acceso, y que el viaje mismo sería una aventura que formaría parte del paseo.

Luego de deliberar un tiempo, todos aceptaron la propuesta y acordaron que antes de emprender la organización se juntarían con el resto de la familia para plantear la idea y así organizar todo en conjunto, harían de esto una verdadera aventura familiar.