Un curso de milagros habla se sí mismo - Patrizia Terreno - E-Book

Un curso de milagros habla se sí mismo E-Book

Patrizia Terreno

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Beschreibung

¿Qué dice de sí mismo Un curso de milagros? ¿Cómo identifica su propósito? ¿Cómo afirma utilizar el lenguaje? ¿Cuál es la definición que da de milagros, perdón y entrenamiento de la mente? ¿Y qué tipo de experiencia práctica promueve?
La autora enumera y comenta las citas en las que el curso se autodefine, proporcionando un panorama completo de uno de los caminos espirituales más fascinantes en la literatura mundial.
Basándose en estas autocitas, el libro expone las premisas metodológicas para un estudio riguroso y una aplicación coherente del curso, explicando su función y su trayectoria educativa, con el fin de llegar a una transformación radical, duradera y milagrosa de la propia experiencia interior.
Y al mismo tiempo, ofrece al lector múltiples puntos de reflexión sobre los grandes temas de la vida y la humanidad.

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PATRIZIA TERRENO

UN CURSO DE MILAGROShabla de sí mismo

Premisas, comentarios y reflexiones

A Paolo

Barcelona • Madrid • Santiago de Chile • Ciudad de México Cesena • Paris • Montréal

www.macroediciones.com

ADVERTENCIA

Macro Ediciones no dispone de noticias o datos diferentes a los publicados. Las informaciones científicas, sanitarias, psicológicas, dietéticas y alimentarias proporcionadas en nuestros libros no comportan ninguna responsabilidad al editor en cuánto a su eficacia y seguridad en el caso de su puesta en práctica por parte de los lectores. Cada persona debe valorar con buen juicio e inteligencia el recorrido psicológico, curativo y nutricional más apropiado a su caso. Cada persona debe recabar las informaciones complementarias que considere necesarias, comparando los riesgos y los beneficios de las diversas terapias y regímenes dietéticos disponibles.

Todas la citas de A Course in Miracles © son usadas con el permiso del titular de los derechos de autor y editor, la Foundation for Inner Peace, P.O. Box 598, Mill Valley, CA 94942-0598, Estados Unidos, www.acim.org y [email protected]

Para más información sobre el autor y sobre la colección, visitad nuestra página web:

www.macroediciones.com

Titulo original: Un corso in miracoli parla di sé

© Patrizia Terreno

Coordinación editorial: Simona Empoli, Elio Bortoluzzi

Traducción: Amalia Trespalacios y Carlo Capiani

Revisión: Amalia Trespalacios

Coordinación gráfica y portada: Roberto Monti

Maquetación: Valentina Pieri

Colección: Nueva Sabiduría

ISBN: 9788417080884

• Primera edición: marzo 2023

© 2023 Macro

un marchio di Macro Gruppo Editoriale S.r.l.

Via Giardino 30, 47522 Cesena (FC)

Macro Chile

Suecia 0142, Providencia, Santiago de Chile

ÍNDICE

PREFACIO

PRIMERA PARTE – INTRODUCCIÓN

Capítulo 1. El propósito de Un curso de milagros

Capítulo 2. El lenguaje de Un curso de milagros

SEGUNDA PARTE - LA TEORÍA

Capítulo 3. El pensamiento central de Un curso de milagros

Capítulo 4. Un curso sobre la identidad

Capítulo 5. Un curso no dualístico

Capítulo 6. Un curso sobre el deshacer

TERCERA PARTE - LA EXPERIENCIA

Capítulo 7. Un curso de adiestramiento de la mente

Capítulo 8. Un curso sobre el perdón

Capítulo 9. Un curso sobre la transformación de las relaciones

Capítulo 10. Un curso sobre el tiempo

Capítulo 11. Un curso de milagros

CUARTA PARTE - EL VIAJE

Capítulo 12. Un curso sobre las resistencias

Capítulo 13. El viajero

APÉNDICE

Lista de las referencias en las cuales el Curso habla de sí mismo

Lista de las referencias de este libro

PREFACIO

El origen de este libro se remonta a muchos años atrás, a 1996 para ser exactos.

Me encontraba por primera vez en Roscoe, en el norte del Estado de Nueva York, donde en aquella época se situaba la sede de la Foundation for a Course in Miracles, la prestigiosa institución dirigida por Kenneth y Gloria Wapnick dedicada al estudio de Un Curso de Milagros.

Había asistido a una lección impartida por Kenneth y estaba sentada pensativa en el borde del magnífico lago enfrente de la escuela. Aunque yo había estado estudiando el Curso durante más de cinco años, las apasionantes lecciones de Ken seguían asombrándome. El Curso que él describía me parecía mucho más radical que aquello que tanto me fascinaba en Italia, y que había intentado desentrañar con mi grupo de amigos. Y a veces, después de haber oído sus palabras, preguntaba: «Pero esto, ¿dónde está escrito?». Después, cuando algún asistente me mostraba la referencia en el libro, me sorprendía aún más porque constataba que, aun habiendo leído aquella página muchas veces, la frase se me había escapado. Estaba empezando a darme cuenta del hecho de que la percepción es selectiva y evitamos cuidadosamente llevar la atención a lo que nos da demasiado miedo.

A pesar de estas innegables evidencias, las lecciones de Ken seguían desconcertándome. Como la inmensa mayoría de los estudiantes, estaba simplemente aturdida y confusa.

La manera más sencilla de salir de ese bloqueo habría sido descargar la responsabilidad sobre el mismo Kenneth, acusándole de poca claridad o de tergiversar el contenido. Pero nunca cometí ese error, porque intuía claramente que su visión era muy aguda y esclarecedora. Además, más convincente que cualquier palabra, ahí estaba su actitud: una paz interior profunda que dejaba vislumbrar una firmeza de acero, una bondad desarmante y una capacidad de bromear y de disfrutar que no parecían sacudidas por la severidad de los conceptos que, sin embargo, seguía implacablemente repitiendo.

En todo esto pensaba yo aquella radiante mañana de junio de 1996. Y también a una frase del Curso que la actitud de Ken parecía manifestar de manera ejemplar:

No puede hacerse demasiado hincapié en el hecho de que lo que el curso se propone es una completa inversión del pensamiento (M-24.4:1).

Fue en ese punto que una idea fulguró en mi mente: «Pero, ¿qué más dice el Curso de sí mismo?».

Tal vez – se me ocurrió – el modo mejor para salir de la confusión es buscar las declaraciones de intenciones que están contenidas en el interior del libro, recabando precisamente por sus autodefiniciones lo que el estudiante debería efectivamente aprender.

Por la tarde fui a la biblioteca de la Foundation para consultar el libro de las Concordancias, que en aquella época todavía no había adquirido. Busqué las palabras A Course in Miracles y me aparecieron 125 citas.

Las copié diligentemente (¡Internet aún estaba por llegar!) proponiéndome estudiarlas a mi regreso a Italia.

Y así lo hice.

Este libro es el resultado de mi investigación de más de veinte años sobre este tema.

Por tanto, trataré de enumerar y comentar los principales pasajes en los que el Curso se menciona a sí mismo, con el fin de aclarar algunos puntos fundamentales de la teoría y de la práctica: qué métodos propone y cómo se desarrolla el recorrido del estudiante.

Todo lo que voy a escribir está basado en mi experiencia, que en estos años se ha desplazado cada vez más desde el mundo a la mente. Fue precisamente esta evolución que me llevó a definir el Curso como un viaje dentro de la mente y al estudiante del Curso como un viajero de la mente.

A lo largo de mi práctica he observado la tendencia a tropezar en una serie de errores muy frecuentes y repetidos. En este libro trataré de destacar algunos de ellos con el fin de ayudar a los viajeros más cansados y desalentados, y también a los principiantes inexpertos que corren el riesgo de precipitarse solos en las fauces virtuales de su propio ego hambriento.

Recurriré de vez en cuando al extraordinario trabajo realizado por mi amado maestro y mentor, que impartió el Curso de manera ejemplar y que en los últimos siete años de su vida supervisó día tras día mi trabajo con paciencia y amabilidad infinitas.

Kenneth es una luz aparecida en el sueño para indicar cuál es realmente el camino del Curso. Lo hizo durante toda su vida y, ahora, aún sigue caminando junto a todos nosotros, alumbrando la noche a todos aquellos estudiantes que no ven bien y que, a veces, pierden el rumbo*.

Pueda mi contribución alinearse con su magistral compromiso, y juntos ayudar al menos un poco a todos aquellos que creían haberse perdido en la oscuridad, para que podamos regresar todos final, dichosa, conjuntamente, a Casa.

PRIMERA PARTE

INTRODUCCIÓN

Un Curso de Milagros es verdaderamente un extraño curso de espiritualidad.

Fácil y difícil a la vez.

Complejo como un texto de lógica y sencillo como un libro de cuentos.

Técnico como un manual científico y poético como una música suave.

Riguroso e implacable en sus aserciones como un profesor estricto, pero amable y lleno de amorosa comprensión como una madre tierna que consuela a su niño que llora.

El Curso es todo esto y mucho, mucho más. Desde su aparición, entre los años sesenta y setenta del siglo XX, ha intrigado a miles de personas en todo el mundo.

Miles de personas que continúan sintiéndose atraídas por el profundo mensaje de paz que se desprende de cada palabra y que se quedan cautivadas por la coherencia de su teoría.

Miles de personas que lo leen, lo estudian y se esfuerzan por aplicar sus principios en la propia vida.

Miles de personas que se enfrentan continuamente con múltiples dificultades: desde el uso que el Curso hace del lenguaje a sus distintos niveles de escritura y comprensión, desde las resistencias profundas que el estudiante encuentra para ponerlo en práctica a la desestabilizadora puesta en cuestión de su propia identidad a medida que avanza.

A estos compañeros de viaje muy a menudo entusiastas, aun más a menudo confundidos, se dirige mi libro.

Comenzaré precisamente por algunos de los aspectos más controvertidos: el propósito de Un Curso de Milagros y cómo usa el lenguaje.

Estas son, en mi opinión, las premisas indispensables para poder comprender correctamente su teoría.

Capítulo 1

EL PROPÓSITO DE UN CURSO DE MILAGROS

Hay una paz más allá del clamor ensordecedor del mundo, una quietud profunda que no se ve alterada por los chillidos del ego dentro de nuestra mente.

Es un silencio activo y muy vital. Y posee una fuerza interior libre de ataque y de vanagloria, una calma atenta y vigilante que sabe hacer frente al ímpetu de la ansiedad y de la agitación sin atacarlas ni defenderse de ellas.

Accedemos a esa paz cuando estamos listos para ir más allá de nuestros procesos mentales limitados y limitantes. Entonces experimentamos un estado de entrega tranquilo y confiado en algo que los trasciende, una Presencia espiritual que está dentro de nosotros, seamos o no conscientes de Ella.

Hay capas de silencio, así como hay capas de paz. Por ejemplo, cuando leemos podemos encontrarnos inesperadamente en una concentración mental que excluye el mundo exterior. Este es un nivel muy superficial. Pero a veces las palabras pueden dejar aflorar destellos de luminosidad que se infiltran entre ellas como a través de una ranura sutil. Si nos adentramos con valentía en esa fisura de silencio, se abren a nuestra experiencia universos inexplorados, como grutas subterráneas llenas de luz, verdaderos aposentos de tesoros donde nos esperan regalos hasta entonces jamás imaginados.

En este tranquilo centro todo se vuelve sencillo. La paz no tiene otro propósito que el de ser ella misma. La confusión, sin embargo, es compleja ya que tiene que enmascarar el vacío y necesita agitarse para demostrar que existe. En el silencio cesan por un instante todos los reclamos absurdos de la posesión, y descubrimos que ya lo tenemos todo porque somos.

Es la confianza que hace posible todo esto. Todo lo que tenemos que hacer es colocarnos en este estado mental de confiada espera y la paz llega como una bendición. Pero antes tenemos que aprender a reconocer la necesidad de paz, dándonos cuenta de lo vanas que son todas las otras necesidades.

Porque no es posible tener paz si no hay deseo de paz.

Cada uno tiene que aprender a hacerlo en sí mismo y para sí mismo. El compromiso es individual. Pero cuando brotan las alas de la confianza y aprendemos a usarlas con creciente valentía, entonces encontramos en nuestro silencio solitario una amplitud y una comunión que antes ni siquiera podíamos sospechar.

En esa inmensidad caen los límites del yo individual y descubrimos que somos parte del todo.

Este estado de quietud y de paz es el propósito del Curso. Al inicio del octavo capítulo del texto encontramos una frase que lo declara explícitamente:

El Conocimiento no es la motivación para aprender este curso. La motivación es la paz (T-8.I.1:1-2).

Si la motivación que debería llevarnos a leer, estudiar y poner en práctica Un Curso de Milagros es la paz, su objetivo no puede ser otro que enseñarnos un método para lograrlo.

Pero a menudo, al comienzo de nuestro viaje, tenemos en mente otros objetivos relacionados, de algún modo, con algunas mejoras de las condiciones exteriores de vida. Quizás hayamos comprado el libro a causa del título, pensando que necesitamos lo que llamamos “un milagro”: la curación de la grave enfermedad de una persona querida, la resolución de una situación económica difícil, el final de una relación turbulenta de la cual hemos intentado salir varias veces, sin lograrlo. Y por supuesto, todo esto es absolutamente normal. Creo que todos, de un modo u otro, nos hemos acercado al Curso para cambiar algo en nuestra vida.

Sin embargo, a medida que se avanza en la lectura, debería resultar cada vez más evidente que el Curso se propone ayudarnos a cambiar nuestra mente y no nuestro mundo exterior. Son estos los milagros a los que hace referencia el título.

Si en este punto el estudiante sigue sin tener clara esta premisa importante, después de haber intentado practicar algún ejercicio, llegará a la conclusión equivocada de que el Curso no sirve para nada.

Pero, ¿es precisamente así o el Curso simplemente propone un objetivo distinto de aquello – normalmente no reconocido – que se planteaba el estudiante?

Algún capítulo más adelante el Curso sostiene que El objetivo debe definirse al principio, pues eso es lo que determinará el resultado (T-17.VI.2:3).

Por lo tanto, es sumamente importante que el aspirante a estudiante se aclare ante todo a sí mismo cuál es el objetivo que pretende alcanzar, y si se da cuenta de que es distinto del que el Curso plantea, puede entonces hacerse algunas preguntas: acaso, ¿no es oportuno poner en cuestión, al menos en parte, su propio objetivo? O quizá, ¿no es preferible dirigirse a algún otro recorrido que satisfaga mejor sus necesidades?

Aclarada esta premisa importante, tratemos ahora de comprender mejor el objetivo que el Curso nos invita a alcanzar. En la frase antes citada que da inicio al Capítulo 8, el Curso nos explica que no nos lleva al conocimiento sino a la paz. Para comprender bien esta frase hay que adelantar que la palabra conocimiento, como muchas otras palabras, tiene en el Curso un significado distinto de aquél utilizado normalmente. Hablaré en el próximo capítulo del uso que el Curso hace del lenguaje. Por ahora me limitaré a decir que en el Curso la palabra conocimiento define la conciencia no-dualística de la Mentalidad-Uno, es decir, de la Mente que es Una con la Mente de Dios.

La frase significa entonces que el Curso no tiene el objetivo de llevarnos a una conciencia no-dualística – el conocimiento precisamente – sino al estado de paz que deriva del modo correcto, y por lo tanto todavía dualístico, de percibir. En este estado toda la vida entra en una perspectiva correcta, no porque podamos lógicamente dar un sentido mejor a las cosas, sino porque aprendemos a negar significado y realidad a lo que es efímero e insignificante. Y esta experiencia vuelve la vida digna de ser vivida.

Al comienzo del capítulo 24 el tema del propósito del Curso se retoma y se profundiza:

No olvides que la motivación de este curso es alcanzar y conservar el estado de paz. En ese estado la mente se acalla y se alcanza la condición en la que se recuerda a Dios (T-24.intr.1:1-2).

Por segunda vez se nos repite que este es un Curso sobre la paz. Pero aquí el concepto se aclara más: no es solo un Curso para aprender a alcanzar la paz, sino también para aprender a mantenerla. Entre estos dos estadios – el logro y mantenimiento – se devana todo el recorrido del estudiante que aprende primero un método para alcanzar la paz y luego procura aplicarlo día tras día, instante tras instante, en todas las situaciones de su vida. De este modo se entrena para mantener la paz hasta que consiga lograr el estado mental en el que esta se haya convertido en una condición duradera. Cuando el estudiante llega a este punto de estabilidad interior, su mente está en calma, y esto quiere decir que ha alcanzado finalmente una condición – la completa y definitiva desaparición de su ego – en la que comienza a recordar a Dios.

La importante puntualización – primero se alcanza la paz, luego se aprende a mantenerla – deja intuir el hecho de que el estudiante tendrá que afrontar ciertas resistencias a lo largo de su viaje interior, y deberá aprender a lidiar con ellas.

Sin embargo, no se nos pide ningún esfuerzo para llegar a esta meta. Nuestra única responsabilidad es aceptar en nosotros la Fuente del silencio, tranquilizando nuestras mentes inquietas y sin paz, con el fin de alcanzar solo lo que es realmente esencial.

Pero ¿qué es exactamente la paz de la que habla el Curso? Encontramos la que quizás es la definición más clara al comienzo de la lección 34:

La paz mental es claramente una cuestión interna. Tiene que empezar con tus propios pensamientos y luego extenderse hacia afuera. Es de tu paz mental de donde nace una percepción pacífica del mundo (L-pI.34.1:2-4).

Estas frases indican claramente dónde se debe actuar para llegar a alcanzar la paz: dentro de uno mismo. Si la paz es una cuestión interior, entonces el camino por recorrer para alcanzarla no consistirá en tratar de cambiar el mundo exterior, sino en buscarla y encontrarla dentro de nosotros enfocándonos en nuestros pensamientos y nuestras percepciones.

Esta premisa excluye automáticamente del propósito del Curso la inmensa mayoría de nuestros objetivos cotidianos, es decir, el constante intento de mejorar las condiciones de vida con el fin de satisfacer nuestras necesidades. En efecto, si la paz es una cuestión interior, podemos alcanzarla independientemente de lo que nos sucede.

Así, por ejemplo, la paz no depende – como quizás hemos creído hasta ahora – del hecho de que nuestro estado de salud mejore o de que encontremos un trabajo más satisfactorio o de que cambien las condiciones políticas o sociales dentro del entorno en el que vivimos. Si la paz comienza en nuestros pensamientos y luego se extiende al exterior, es en nuestros pensamientos donde debemos empezar a centrarnos para alcanzarla. Cuando nos damos cuenta de que no estamos en paz, en lugar de atribuir a algo externo la responsabilidad de nuestro estado interior de ira, miedo, tristeza, deberíamos centrarnos ante todo en el hecho de que estas emociones son una elección nuestra y luego aprender un método para llegar a experimentar la paz en lugar de dichas emociones.

Del mismo modo, si nos parece que la ausencia de una relación estable sea la causa de nuestra angustiosa soledad, deberíamos tratar de pensar que la soledad que sentimos es un problema interior nuestro y no depende de otra cosa. Pues es allí, en nuestro mundo interior, donde debemos intervenir para modificar nuestros pensamientos entrenándonos para aplicar un método de curación. Y todo esto es totalmente independiente del hecho de que en nuestra vida haya o no haya una relación estable.

Si aprendemos este método y desarrollamos la dulce costumbre de encontrar descanso en nuestro centro de quietud, nos abrimos a una comunicación que es más profunda que las palabras y los gestos. Es un lago tranquilo donde descubrimos la unión con la fresca fuente de la vida, que brota incesante y vivificante para todos y sin condiciones. Cuando estamos allí, desaparece toda soledad y cualquier desigualdad. No hay parcialidad ni intereses separados. Todos compartimos el mismo interés y el mismo objetivo: alimentarnos de esa fuente inagotable de vida.

Pero esto se puede ver solo en el silencio.

La paz profunda no es algo en lo que nos encontramos por casualidad. Puede ocurrir que la experimentemos naturalmente de forma súbita e inesperada, y es ciertamente una bendición porque nos hace comprender que hay algo importante más allá de nuestra actividad frenética. Cuando esto sucede, es una experiencia beneficiosa, una especie de marcador de posición que nos indica otra dirección por dar a nuestra vida.

Pero esto solo es el comienzo. A continuación es necesario aprender a dejar a un lado las grandes ilusiones del ego – el tiempo y el espacio – y acceder a espacios y tiempos diferentes que conducen a una dimensión desconocida, que no puede ser encerrada dentro de nuestras habituales categorías intelectuales. Para entrar en el silencio debemos purificar el espacio interior y liberarlo gradualmente de todos los oropeles que hemos almacenado a lo largo del tiempo. Y para aprender a hacerlo se requiere un método.

Todo el Curso no es más que un conjunto de profundizaciones teóricas y ejercicios prácticos para aprender este método y aplicarlo en todas las circunstancias de nuestra vida.

Hay un hermoso pasaje que nos hace entender cómo este método – el perdón – sirve para alcanzar el estado de paz trascendente:

El perdón, en cambio, es tranquilo y sosegado, y sencillamente no hace nada. No ofende ningún aspecto de la realidad ni busca tergiversarla para que adquiera apariencias que a él le gusten. Simplemente observa, espera y no juzga (L-pII.1.4:1-3).

Observa, espera y no juzga. En esta espera libre de juicio la mente frenética deja de agitarse y nosotros accedemos en un instante diferente a un diferente espacio mental, más amplio de la psique humana, donde se abre la visión de dimensiones antes inaccesibles.

Después de habernos sumergido en la fuente cristalina del silencio, en efecto, el mundo aparece desde una perspectiva completamente diferente. Nos experimentamos como si de repente fuéramos elevados por encima de un campo de batalla. Lo vemos todo desde una posición más elevada en la que desaparecen dicotomías que antes parecían lógicas y razonables. Todos aparecen iguales: ya no hay víctimas y verdugos, aunque los ojos aún nos devuelvan imágenes de diferentes formas de crueldad y de heroísmo. Vemos de repente que los combatientes, todos sin excepción, están desesperadamente en búsqueda de esa paz que no es posible encontrar dentro del campo de batalla, porque el campo de batalla se hizo precisamente para demostrar la inexistencia de la paz. Descubrimos que todos están igualmente necesitados de ayuda y de auténtica paz.

También el tiempo aparece en una perspectiva distinta. En el centro silente de la paz se convierte en nuestro amigo. No es algo que nos consume. Ya no debemos correr detrás de él y mantener afanosamente el paso con lo que inexorablemente discurre más allá de nuestra voluntad. El silencio convierte el tiempo en un aliado para intensificar la paz. Es el medio para aprender que vivimos en la Eternidad.

Hay otro aspecto importante que debemos aclarar respecto al objetivo de la paz.

Podríamos haber comprendido bien que la paz procede desde el interior de nosotros y que luego se extiende al exterior, pero podríamos erróneamente creer que el logro de la paz solo sea el requisito previo para llevar paz al exterior, y que el verdadero objetivo del Curso siga siendo el de promover la paz en el mundo exterior.

Aparte del hecho de que este error se basa en una comprensión errónea de la metafísica del Curso, según la cual no existe ningún mundo externo a nuestra percepción, el deseo más o menos inconsciente de enfocarse en el mundo exterior solo es un modo distinto de afirmar que la paz depende del exterior y no del interior.

Por ejemplo: imaginemos que un estudiante, Carlos, se sienta constantemente acusado por su esposa de culpas no cometidas y que reaccione a estas acusaciones en modo agresivo. Dado que Carlos desea ardientemente un poco de paz y esto depende – así cree – del hecho de que su esposa deje de culparlo, nuestro estudiante podría comenzar a estudiar el Curso precisamente para obtener lo que según él sería un verdadero milagro.

Poco a poco su objetivo inicial se desplaza correctamente hacia el interior de sí mismo y Carlos empieza a entender que su paz interior no depende del comportamiento de su esposa, sino del modo en que él lo percibe. En este punto su enfoque se habrá movido desde el exterior (la paz en familia) al interior (la paz dentro de su propia mente), y Carlos comenzará a asumir la responsabilidad de sus propias percepciones y a perdonarlas tal como el Curso propone.

Sin embargo, aún podría esperar – quizás sin darse realmente cuenta – que su cambio interior produzca cambios externos y que, por lo tanto, antes o después su esposa deje de acusarlo. Y cuando esto suceda – piensa – obviamente en la familia habrá mayor paz.

En tal caso el objetivo de Carlos aún está dirigido al exterior, y por tanto no coincide con aquello propuesto por el Curso. La paz interior de la que habla el Curso es independiente del hecho de que su esposa cambie o no cambie su manera de actuar, sino se refiere únicamente al trabajo interior que Carlos realiza dentro de sí mismo.

Naturalmente es posible que la esposa en cuestión, al dejar de sentirse atacada, se serene y llegue incluso a poner en duda sus acusaciones infundadas. Pero este efecto va más allá del objetivo que el Curso se propone. Y precisamente el planteamiento equivocado del objetivo por parte de Carlos puede traducirse en un auténtico obstáculo para el proceso de corrección de su mente propuesto por el Curso.

Para reafirmar el concepto una vez más, el Curso propone el logro y el mantenimiento de un estado interior de paz, y no el logro y el mantenimiento de una condición exterior de paz.

Hay una frase un poco sibilina que sintetiza maravillosamente este punto. Se encuentra en la segunda mitad del libro de texto, por consiguiente supone un buen conocimiento de los fundamentos de la teoría del Curso. Si las premisas metafísicas han sido entendidas o al menos planteadas correctamente, entonces la frase no es en absoluto sibilina. En caso contrario, necesita alguna aclaración, porque una vez más las palabras tienen en el Curso un significado propio, distinto del habitual.

Aquí está la frase:

Éste es un curso acerca de causas, no de efectos (T-21. VII.7:8).

[En el inglés original, la frase es: This is a course in cause and not effect, que traducida literalmente se vuelve como sigue: Éste es un Curso acerca de la causa, no del efecto].

Dado que la palabra causa significa mente, y la palabra efecto significa mundo, podemos comprender la frase de este modo: Un Curso de Milagros se refiere al uso que nosotros hacemos de nuestra mente, y no al efecto que este uso produce en el mundo.

Sin embargo, su paz es auténticamente productiva porque nos depara un futuro que extiende la paz del presente, en lugar de luchar contra las fantasías obsesivas que proceden de un pasado que nos persigue.

Antes de continuar quiero dejar claro un aspecto que normalmente genera mucha confusión y miedo en los estudiantes. Probablemente, especialmente al comienzo del recorrido, el estudiante tendrá solo – o casi solo – objetivos mundanos específicos, y frases tan absolutas lo asustarán mucho porque creerá que el Curso le pida renunciar a ellos. No es así en absoluto, y trataré de explicarlo en el transcurso de este libro.

Este curso no pretende despojarte de lo poco que posees (L-pI.133.2:3).

El Curso no nos juzga absolutamente por el hecho de que nosotros sigamos teniendo objetivos vinculados a lo que – al menos al principio – seguimos percibiendo como si fuera un mundo exterior. No nos dice que deberíamos dejar de intentar mejorar nuestra vida exterior, por ejemplo, empeñándonos para salir de una enfermedad o de una relación insatisfactoria, o cuidando nuestros seres queridos o dedicando tiempo y atención a nuestro trabajo. Simplemente este no es el objetivo que el Curso persigue.

Por lo tanto, podría ser muy útil, sobre todo al principio del recorrido, pensar en estos términos: mientras ponemos casi todo nuestro tiempo y nuestro empeño en tratar de mejorar nuestras condiciones de vida exteriores, podría ser interesante aprender un método que nos enseñe a encontrar la paz independientemente de tales condiciones. Es posible hacerlo, nos dice el Curso, porque nosotros no somos un cuerpo, sino una mente y la mente siempre es libre.

Así que podría ser muy útil entender el Curso como un camino de libertad e independencia interior. Poco a poco, siguiendo las indicaciones del Libro de Ejercicios, aprenderemos a experimentar el hecho de que, si el logro de nuestros objetivos específicos no nos ha dado la felicidad que esperábamos alcanzar, la felicidad que estamos empezando a experimentar con este otro camino es inconmensurablemente más grande. Será la experiencia de libertad, y no el estudio de la teoría, lo que nos llevará gradualmente a cuestionar nuestros objetivos específicos.

Y la recompensa será realmente grande.

Antes de concluir el tema, me gustaría volver a la definición de paz. En la lección 74 encontramos una interesante puntualización:

La paz se caracteriza por la dicha. Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz (L-pI.74.6:1-2).

Y el párrafo anterior de la misma lección nos invita a vigilar atentamente nuestra mente, a fin de evitar caer en estados de somnolencia y debilitamiento cuando tratamos de alcanzar la paz, porque en esta se encuentran un profundo sentido de dicha y una mayor capacidad de atención.

A veces, el estudiante malinterpreta el significado de la palabra paz, confundiéndola con una especie de ausencia de emociones, una indiferencia pasiva respecto a las cosas del mundo, un distanciamiento – quizás no exento de un sentimiento de superioridad o de impotencia – debido al hecho de haber perdido interés por el mundo exterior.

Nada de eso propone el Curso. La paz es gozosa, está llena de fuerza y entusiasmo, es el enorme sentido de felicidad que se siente cuando uno se experimenta libre de las cadenas del ego.

Hace varios años, durante una conferencia de introducción al Curso, mientras intentaba explicar todos estos conceptos, en un momento dado una persona del público estalló, con evidente decepción: “Ah… ¡Ya entiendo! ¡El Curso no sirve para alcanzar los objetivos importantes de la vida! ¡Solo sirve para alcanzar la paz!”. Había todo un mundo en aquel pequeño adverbio, en aquel “solo”. Estaba la idea que la paz es un objetivo menor, de importancia secundaria, y que los grandes objetivos de nuestra vida son otros.

Según el Curso, las cosas están exactamente al revés. El único objetivo realmente importante es la paz, porque es de ella que puede venir la curación completa de nuestra mente y de todo el mundo que esta mente está soñando. Por lo tanto, quizás hubiera sido mejor decir: “Ah… ¡Entiendo! ¡Es mejor que deje de tratar de alcanzar los objetivos del mundo! ¡Es hora de que me ocupe por fin de la única cosa realmente importante: la paz!”.