Una Mujer Sin Importancia - Oscar Wilde - E-Book

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Oscar Wilde

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Beschreibung

<p>Es una obra de teatro en cuatro actos, la obra se sitúa en una casa de campo inglesa propiedad de Lady Hunstanton. Se abre el telón en la terraza donde Lady Caroline se conversa con un puritana invitada estadounidense de Lady Hunstanton, Hester Worsley. Otros personajes entran en escena, incluyendo la encantadora Lady Allonby, la dócil Lady Stutfield y el sumiso marido de Lady Caroline, Sir John. Discuten sobre cuestiones banales y más tarde se une el carismático y encantador, Lord Illingworth, que ha ofrecido el cargo de Secretario a Gerald Arbuthnot. Rachel, La madre de Gerald es invitada a unirse a la reunión, y cuando llega, se da cuenta de que lord Illingworth es el padre de Gerard.</p><p><br></p><p>Ella tuvo un romance con él hace veinte años, quedó embarazada, y él se negó a casarse con ella, convirtiéndola en una mujer desgraciada. Por tanto, se muestra renuente a que Gerald se convierta en el secretario de Illingworth, aunque no le dice nada a Gerald. Éste descubre el pasado de su madre en un momento especialmente dramático, después de intentar matar a lord Illingworth, que había abrazado Hester Worsleyde Wildien.</p><p><br></p><p>Al final, Gerard, la señora Alburthnot y Hester parten de Inglaterra hacia los Estados Unidos con la esperanza de vivir en una sociedad donde no serán juzgados con demasiada dureza.</p>

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Oscar Wilde

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índice

Personajes De La Obra

Acto Primero

Acto Segundo

Acto Tercero

Acto Cuarto

Personajes De La Obra

LORD ILLINGWORTH.

SIR JOHN PONTEFRACT

LORD ALFRED RUFFORD

MR. KELVIL

EL ARCHIDIÁCONO DAUBENY

GERALD ARBUTHNOT.

FARQUHAR

FRANCIS

LADY HÜNSTANTON

LADY CAROLINE PONTEFRACT

LADY STUTHELD

MISTRESS ALLONBY

MISS HESTER WORSLEY

ALICE

MISTRESS ARBUTHNOT.

Acto Primero

Escena: prado frente a la terraza de Hunstanton Chase. La acción de la obra tiene lugar en unas veinticuatro horas.

Tiempo: el actual [del autor]. Sir John, lady Caroline Pontefract y Miss Worsley están sentados en sillas, bajo un gran tejo.

LADY CAROLINE. ––Creo que ésta es la primera casa de campo inglesa en la que vive usted, ¿verdad, miss Worsley?

HESTER. ––Sí, lady Caroline.

LADY CAROLINE. ––Me han dicho que tienen ustedes casas de campo en América.

HESTER. ––No muchas.

LADY CAROLINE. –– ¿Y tienen ustedes lo que aquí llamamos campo?

HESTER. –– (Sonriendo.) Tenemos el campo más grande del mundo, lady Caroline. Suelen decirnos en la escuela que algunos de nuestros estados son tan grandes como Inglaterra y Francia juntas.

LADY CAROLINE. –– ¡Ah! Supongo que sí. (A sir John.) John, deberías ponerte la bufanda. ¿De qué sirve que yo siempre esté haciéndote bufandas, si luego tú no las usas?

SIR JOHN. ––Tengo mucho calor, Caroline, te lo aseguro.

LADY CAROLINE. —Creo que no, John. Bueno, no podía usted haber venido a un sitio más encantador que éste, miss Worsley, aunque la casa es excesivamente húmeda, de una humedad terrible, y la querida lady Hunstanton a veces no está muy acertada en la elección de la gente que invita aquí. (A sir John.) Jane hace demasiadas mezclas. Lord Illingworth, desde luego, es un hombre de gran distinción. Es un privilegio conocerlo. Y ese miembro del Parlamento, míster Kettle...

SIR JOHN. ––Kelvil, querida, Kelvil.

LADY CAROLINE. ––Debe de ser muy respetable. Nunca se ha oído su nombre, lo cual dice mucho en favor de una persona hoy día. Pero mistress Allonby no parece una dama muy satisfactoria.

FESTER. ––No me gusta Mistress Allonby. Me disgusta más de lo que puedo decir.

LADY CAROLINE. ––No creo que los extranjeros como usted hagan bien en dejarse llevar por las simpatías o antipatías hacia la gente que tienen que tratar. Mistress Allonby es de muy buena cuna. Es sobrina de Lord Brancaster. Se dice, desde luego, que se escapó dos veces antes de casarse. Pero ya sabe usted lo mala que es la gente muchas veces. Yo creo que sólo se escapó una vez.

HESTER. ––Míster Arbuthnot es encantador.

LADY CAROLINE. ¡Ah, sí! El joven empleado de banco. Lady Hunstanton es muy buena invitándolo aquí, y Lord Illingworth parece tenerle gran afecto. Sin embargo, no estoy segura de que Jane haga bien sacándolo de su posición. En mi juventud, miss Worsley, nunca había nadie en sociedad que tuviese que trabajar para vivir. No estaba bien visto.

HESTER. ––En América, ésa es la gente que respetamos más.

LADY CAROLINE. ––No me cabe duda.

FESTER. –– ¡Míster Arbuthnot tiene un bello carácter! Es tan simple y tan sincero. Tiene uno de los mejores caracteres que he conocido. Es un privilegio conocerlo.

LADY CAROLINE. ––No es costumbre en Inglaterra, miss Worsley, que una mujer joven hable con tanto entusiasmo de una persona del sexo contrario. Las mujeres inglesas ocultan sus sentimientos hasta después de casadas. Entonces los muestran.

FESTER. –– ¿No conciben en Inglaterra la amistad entre un hombre y una mujer jóvenes? (Entra lady Hunstanton, seguida de un criado que trae chales y un almohadón.)

LADY CAROLINE. ––Pensamos que es poco aconsejable. Jane, precisamente estábamos hablando de la bella reunión a la que nos ha invitado. Tienes un maravilloso don para elegir.

LADY HUNSTANTON. –– ¡Querida Caroline, qué amable eres! Creo que congeniaréis todos muy bien. Y espero que nuestra encantadora visitante americana se llevara un buen recuerdo de la vida de campo inglesa. (Al criado.) El almohadón póngalo ahí, Francis. Y mi chal. El de Shetland. Tráigame el de Shetland. (Sale el criado. Entra Geral Arbuthnot.)

GERALD. ––Lady Hunstanton, tengo una buena noticia que comunicarle. Lord Illingworth acaba de ofrecerme el puesto de secretario suyo.

LADY HUNSTANTON. –– ¿Secretario suyo? Eso es magnífico, Gerald. Le auguro un brillante porvenir. Su querida madre se alegrará mucho. Realmente debo convencerla de que venga aquí esta noche. ¿Cree usted que vendrá, Gerald? Sé lo difícil que es hacerla ir a cualquier parte.

GERALD. –– ¡Oh! Estoy seguro de que vendrá, lady Hunstanton, si se entera de que Lord Illingworth me ha ofrecido el puesto de secretario suyo. (Entra el criado con el chal.)

LADY HUNSTANTON. ––Le escribiré diciéndoselo y pidiéndole que venga a conocer a Lord Illingworth. (Al criado.) Espere un momento, Francis. (Escribe una carta.)

LADY CAROLINE. ––Ésta es una maravillosa oportunidad para un joven como usted, míster Arbuthnot. GERALD. ––Lo es realmente, lady Caroline. Espero ser digno de esa confianza.

LADY CAROLINE. ––Yo también espero que lo sea.

GERALD. ––(A Hester) No me ha felicitado usted todavía, miss Worsley.

HESTER. –– ¿Está usted contento?

GERALD. ––Naturalmente que sí. Esto significa todo para mí... Cosas en las que antes ni podía soñar, ahora tengo la esperanza de alcanzarlas.

HESTER. ––Todo debería estar al alcance de la esperanza. La vida es una esperanza.

LADY HUNSTANTON. ––Creo, Caroline, que a Lord llbngworth le gusta la diplomacia. He oído que le ofrecieron Viena. Pero puede no ser cierto.

LADY CAROLINE. ––No creo que Inglaterra deba estar representada en el extranjero por hombres solteros, Jane. Puede acarrear complicaciones.

LADY HUNSTANTON. ––Eres demasiado nerviosa, Caroline. Además, Lord Ilhngworth puede casarse cualquier día. Yo tenía la esperanza de que se casaría con lady Kelso. Pero creo que él dijo que tenía una familia demasiado grande. ¿O eran los pies? Lo he olvidado. Lo sentí mucho. Ella estaba hecha para ser la esposa de un embajador.

LADY CAROLINE. ––Ciertamente tenía una maravillosa facultad para recordar los nombres de la gente y olvidar sus rostros.

LADY HUNSTANTON. ––Bueno, eso es muy natural, Caroline, ¿no es cierto? (Al criado.) Dígale a Henry que espere contestación. He escrito unas líneas a su querida madre, Gerald, diciéndole la buena noticia y rogándole que venga a cenar. (Sale el criado.)

GERAL. ––Es usted muy amable, lady Hunstanton. (A Hester.) ¿Quiere que demos un paseo, miss Worsley?

HESTER. ––Encantada. (Sale con Gerald.)

LADY HUNSTANTON. ––Estoy muy contenta de la buena suerte de Gerald Arbuthnot. Es un protege mío. Y me agrada particularmente que Lord Illingworth le haya ofrecido ese puesto sin que yo le haya ni siquiera sugerido nada. A nadie le gusta que le pidan favores. Recuerdo a la pobre Charlotte Pagden que una temporada se hizo completamente impopular porque tenía una institutriz francesa que quería recomendar a todo el mundo.

LADY CAROLINE. ––Vi a la institutriz, Jane. Lady Pagden me la envió. Fue antes que viniese Eleanor. Era demasiado bonita para estar en una casa respetable. No me extraña que lady Pagden estuviera tan ansiosa por deshacerse de ella.

LADY HUNSTANTON. ––Eso lo explica todo.

LADY CAROLINE. John, la hierba está demasiado húmeda para ti. Será mejor que te pongas inmediatamente tus botines.

SIR JOHN. ––Me encuentro muy confortablemente, Caroline, te lo aseguro.

LADY CAROLINE. ––Permítame que te diga que de esto sé más que tú, John. Te ruego que hagas lo que te he dicho. (Sir John se levanta y sale.)

LADY HUNSTANTON. ––Le estropeas, Caroline; realmente es así. (Entran Mistress Allonby y lady Stufeld. A Mis tress Allonby) Bueno, querida, espero que le haya gustado el parque. Es famoso por su arbolado.

«Le estropeas»: La traducción debería decir «le mimas», que es la traducción aquí del verbo spoil.

MISTRESS ALLONBY. ––Los árboles son maravillosos, lady Hunstanton.

LADY STUTFIELD. ––Completamente maravillosos.

MISTRESS ALLONBY. ––Pero, sin embargo, creo que si yo viviese en el campo durante seis meses me volvería tan insignificante que nadie se preocuparía de mí.

LADY HUNSTANTON. ––Le aseguro, querida, que el campo no produce esos efectos. Desde Melthorpe, que está solo a dos millas de aquí, fue desde donde se fugó lady Belton con Lord Fethesdale. Recuerdo el hecho perfectamente. El pobre Lord Belton murió tres días más tarde de alegría o de gota, ya lo he olvidado. En aquel momento había aquí una gran reunión, y todos nos interesamos mucho en el asunto.

MISTRESS ALLONBY. ––Creo que la fuga es una cobardía. Huir del peligro. ¡Y el peligro es tan raro en la vida moderna!...

LADY CAROLINE. ––Parece que las mujeres jóvenes de hoy día tienen como único objeto en sus vidas jugar con fuego.

MISTRESS ALLONBY. ––La ventaja de jugar con fuego, lady Caroline, es que no nos quemamos. Sólo se quema la gente que no sabe jugar con él.

LADY STUTFIELD. ––Sí; ya lo sé. Es muy útil.

LADY HÜNSTANTON. ––No sé lo que haría el mundo si tuviera una teoría como ésa, querida Mistress Allomby.

LADY STUTRELD. ¡Ah! El mundo está hecho para los hombres, no para las mujeres.

MISTRESS ALLONBY. ¡Oh, no diga eso, lady Stutfield! Nosotras estamos mucho mejor que ellos. Hay más cosas prohibidas para nosotras que para ellos.

LADY STUTFIELD. ––Sí; eso es cierto, completamente cierto. No lo había pensado. (Entra Sír John y Mister Kelvil.)

LADY HUNSTANTON. ––Bueno, míster Kelvil, ¿ha terminado usted ya su trabajo?

KELVIL. ––Por hoy he terminado de escribir, lady Hunstanton. Ha sido una ardua tarea. Hoy día el hombre público necesita tener mucho tiempo. Y no creo que se reconozca adecuadamente su esfuerzo.

LADY CAROLINE. John, te has puesto los botines?

SIR JOHN. ––Sí, amor mío.

LADY CAROLINE. ––Creo que estarías mejor aquí, John. Está más resguardado.