William Wilson - Edgar Allan Poe - E-Book

William Wilson E-Book

Edgar Allan Poe

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Beschreibung

"William Wilson" es un relato corto de Edgar Allan Poe que cuenta la historia de un hombre atormentado por su doble, que comparte no sólo su nombre sino también su apariencia desde la infancia. Este doble moralista interfiere en sus actos degradantes, conduciéndole a un conflicto fatal.

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William Wilson

Edgar Allan Poe

SINOPSIS

"William Wilson" es un relato corto de Edgar Allan Poe que cuenta la historia de un hombre atormentado por su doble, que comparte no sólo su nombre sino también su apariencia desde la infancia. Este doble moralista interfiere en sus actos degradantes, conduciéndole a un conflicto fatal.

Palabras clave

Moralidad, Identidad, Culpabilidad

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

William Wilson

 

¿Qué decir de ella? ¿Qué decir de la CONCIENCIA sombría, ¿Ese espectro en mi camino?

—Chamberlayne’s Pharronida.

 

Permítanme llamarme, por el momento, William Wilson. La hermosa página que tengo ante mí no necesita ser mancillada con mi verdadero nombre. Ya ha sido objeto del desprecio, del horror y de la detestación de mi raza. ¿Acaso los vientos indignados no han propagado su infamia sin par hasta las regiones más remotas del globo? Oh, desterrado de todos los desterrados, el más abandonado, ¿no estás muerto para siempre a la tierra, a sus honores, a sus flores, a sus doradas aspiraciones, y una nube densa, lúgubre e ilimitada se cierne eternamente entre tus esperanzas y el cielo?

Si pudiera, no escribiría aquí ni hoy un relato de mis últimos años de indecible miseria y de crimen imperdonable. Esta época, estos últimos años, adquirieron en sí mismos una repentina elevación en turpitud, cuyo origen es mi único propósito asignar. Los hombres suelen volverse viles por grados. De mí, en un instante, toda virtud cayó corporalmente como un manto. De una maldad comparativamente trivial pasé, con el paso de un gigante, a más que las enormidades de un Elah-Gabalus. Qué casualidad, qué acontecimiento hizo que ocurriera este mal, tened paciencia conmigo mientras os lo cuento. La muerte se acerca, y la sombra que la precede ha ejercido una influencia suavizadora sobre mi espíritu. Al atravesar el oscuro valle, anhelo la compasión -casi hubiera dicho la piedad- de mis semejantes. Me gustaría hacerles creer que he sido, en cierta medida, esclavo de circunstancias que escapan al control humano. Quisiera que buscaran para mí, en los detalles que voy a dar, algún pequeño oasis de fatalidad en medio de un desierto de errores. Quisiera que admitieran -lo que no pueden dejar de admitir- que, aunque la tentación haya sido tan grande en el pasado, el hombre nunca antes fue tentado así, por lo menos; ciertamente, nunca cayó así. ¿Y es por eso que nunca ha sufrido así? ¿Acaso no he estado viviendo en un sueño? ¿Y no estoy muriendo ahora víctima del horror y del misterio de la más salvaje de todas las visiones sublunares?

Soy descendiente de una raza cuyo temperamento imaginativo y fácilmente excitable la ha hecho siempre notable; y, en mi más tierna infancia, di pruebas de haber heredado plenamente el carácter familiar. A medida que avanzaba en años se fue desarrollando más fuertemente, convirtiéndose, por muchas razones, en una causa de grave inquietud para mis amigos, y de perjuicio positivo para mí mismo. Me volví obstinado, adicto a los caprichos más salvajes y presa de las pasiones más ingobernables. Mis padres, débiles de mente y aquejados de enfermedades constitucionales afines a las mías, poco pudieron hacer para frenar las malas propensiones que me caracterizaban. Algunos esfuerzos débiles y mal dirigidos resultaron en un completo fracaso por su parte y, por supuesto, en un triunfo total por la mía. A partir de entonces, mi voz fue una ley de la casa; y a una edad en que pocos niños han abandonado las riendas de su conducta, fui abandonado a la dirección de mi propia voluntad, y me convertí, en todo menos en el nombre, en el amo de mis propias acciones.

Mis primeros recuerdos de la vida escolar están relacionados con una gran casa isabelina, en un pueblo de Inglaterra de aspecto nebuloso, donde había un gran número de árboles gigantescos y nudosos, y donde todas las casas eran excesivamente antiguas. En verdad, aquel venerable pueblo era un lugar de ensueño y tranquilizador para el espíritu. En este momento, en mi imaginación, siento el frío refrescante de sus avenidas profundamente sombreadas, aspiro la fragancia de sus miles de arbustos, y me estremezco de nuevo con un placer indefinible, con la profunda nota hueca de la campana de la iglesia, rompiendo, cada hora, con un rugido hosco y repentino, en la quietud de la atmósfera oscura en la que el campanario gótico yacía incrustado y dormido.