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Por más de tres décadas, los Valentine llevan imponiendo su poder y miedo en todo el territorio del bosque. Nada ni nadie está a salvo. Elías, un lobo blanco perteneciente a la antigua familia Wolf, busca sin descanso a la princesa que puede traer la paz tan deseada. Así es como llegará hasta Pilar, una adolescente que deberá dejar su vida tranquila para enfrentar su destino y acabar con tanta injusticia y maldad. No será una tarea fácil, pero Pilar y Elías harán lo posible para recuperar lo que un día fue el reino de los Wolf.
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Seitenzahl: 226
Veröffentlichungsjahr: 2014
cada vez que necesito un empujoncito.
En primer lugar quiero agradecer a mi papá, que gracias a su gran ayuda pude cumplir uno de mis sueños que era la publicación de Wolf; y también agradecerle por los viajes realizados en familia, que gracias a ellos la inspiración despertó en mí y comencé a escribir esta historia.
También agradezco a mi mamá y hermana por la ayuda que me dieron cada vez que entraba en duda con alguna parte y respondían mis preguntas sin saber exactamente a lo que me refería. La verdad me dieron muy buenas respuestas para poder determinar los nombres de los personajes, al igual que ciertos momentos de la trama.
Otro agradecimiento especial es para Lucía, una persona muy talentosa a la hora de corregir la novela, me ayudó a encontrar el camino justo para desarrollar cada escena del libro. Aprendí bastante y descubrí errores que había pasado por alto.
Gracias a mi amiga Carola, una hermana más que la vida me dio. Ella siempre está presente con sus buenas energías para ayudarme a alcanzar mis metas.
También gracias a mi amiga Maribel, una excelente dibujante que fue la primera persona en hacer los bocetos de Elías como lobo y, con esta ayuda, hacer más completo el blog para que todos puedan conocer a cada personaje de Wolf.
Y por último, pero no menos importante, gracias a todos los que me acompañan día a día: amigos, familiares; es bueno saber que siempre podré contar con ustedes para lo que sea. Y claro, que también agradezco mucho a la Editorial Autores de Argentina, por la posibilidad que ofrecen a los escritores que recién empezamos a adentrarnos en este mundo grandioso de la literatura.
Una sombra de tamaño medio y alargada bajaba a paso lento por el sendero del bosque que conectaba hacia el pueblo montañés; apenas se distinguía de qué se trataba porque era plena noche oscura, sin luna, y sólo las casitas con sus faroles alumbraban en color amarillento el tranquilo poblado que descansaba luego de un día movido. No se escuchaban más que los ladridos y aullidos de los perros que sentían el pasar de un nuevo visitante por sus puertas y nada más se veían los animales nocturnos que salían a rondar el pueblo en busca de alimento, especialmente en las bolsas de basura de los vecinos. Sin embargo, en esa noche, se quedaron inmóviles al sentir esa presencia nueva deslizándose cerca de ellos. Tal vez algún gato curioso lo seguía para descubrir qué lo traía por aquí y ¿por qué no? echarlo de su territorio, pero cuando veía los dientes filosos de su oponente salían disparados hacia los tejados para protegerse.
Un lobo blanco, cuyo color apenas lograba verse por la suciedad que traía encima, caminaba a paso agotado por esas pequeñas calles de adoquines, olfateando el aire en busca de una persona en particular. Estaba seguro de que allí la hallaría, porque días atrás había soñado con ese encuentro luego de tantos años de búsqueda. Estaba cansado, pero aun así no descansaría hasta dar con la casa justa. Sus patas temblaban de debilidad, sus ojos se cerraban y el agotamiento de no haber comido no lo ayudaba a alcanzar su objetivo. Así fue que llegó a una fuente de mármol donde unas ninfas tocaban su laúd, y de éstas caía la cristalina agua en un suave sonar de lluvia. El lobo se paró en dos patas y bebió esa agua para ver si le daba fuerza para caminar un poco más. Podía sentir que ya estaba cerca porque la magia de un collar lo llamaba, guiándolo a esa persona. Bebió un largo trago logrando refrescar su ser cuando un hombre que estaba del otro lado de la fuente asomó su vista al escuchar el sonido de los sorbos que daba el lobo al beber. El anciano se asustó al ver de qué animal se trataba y empezó a gritar, asustando al lobo que salió despavorido a buscar refugio. Ya conocía que los humanos no eran para nada amigables con ellos y era mejor estar oculto o su vida correría peligro si el hombre estaba armado o llegaban más humanos con ganas de cazarlo, ya que muchos años había pasado por eso y sólo se salvaba de milagro de que ninguna trampa o bala lo alcanzara.
Él no era peligroso pero como hablar con un humano le era imposible –no porque no pudiera hablar su lengua, sino porque no creerían lo que escucharan– prefirió escapar, perdiendo el rumbo al alejarse varias cuadras de su destino. Ahora sí estaba muy cansado y no podía continuar por más que usara sus últimas energías, así que se echó en una plaza donde había unos arbustos que formaban un círculo, colocándose en el centro a descansar para no ser visto si amanecía y más humanos lo hallaban. Estaba enojado consigo mismo por fallar de ese modo tan humillante para él, que entre pensamientos le pidió perdón a su Dama, Madre y Reina desde cuya muerte le había jurado lealtad a ella y venganza hacia la familia enemiga que había arruinado su reinado de tantos años y que había residido en el gran bosque occidental destacándose en el mundo por su perseverancia de vivir en armonía y cuidar a los animales y el hábitat de estos como si fueran miembros de su familia.
Una luz tenue se apoyó sobre su hocico para darle calma ante sus pensamientos tortuosos, era el espíritu de esa mujer que quería tranquilizarlo y dejarle en claro que su trabajo de tantos años estaría dando sus frutos al fin y que pronto podría descansar como se lo merecía. Con esa calidez Elías fue durmiéndose y soñando nuevamente con ese encuentro especial con su Princesa, heredera de una importante familia del bosque que gobernaría sólo para dar paz a todos sus habitantes y lograr así el equilibrio entre naturaleza y humanidad.
¡Pilar! Ven, ayúdame con estas cajas por favor –Gritó una señora de unos cuarenta años del fondo del amplio y poco iluminado altillo.
–¡Ya voy mamá! Espera, que no puedo pasar por estas cajas tan grandes que hay aquí –Respondió desde la otra punta de la habitación una joven de diecisiete años.
Detrás de unas cajas altas se asomó Pilar, una chica de cabellos oscuros, muy largos, casi llegándole por la cintura, el cual le hacía resaltar sus ojos claros. Siempre buscaba estar alegre aunque había veces en que los miedos y las preocupaciones la dominaban. Le gustaba mucho ayudar en lo que podía a su madre con los quehaceres de la casa, ya que ambas mujeres vivían solas desde la separación de los padres de Pilar cuando era tan sólo una niña. Ellas vivían en un pequeño pueblo que se encontraba en las cercanías del bosque, el cuál era muy conocido porque allí habitaban grandes manadas de lobos, que, en los últimos tiempos, estaban desapareciendo de la vista de los humanos por una inexplicable razón, provocando que los turistas ya no se acercaran a vacacionar y que, por otro lado, el ser humano comenzara a explotar los bosques para sus ambiciones, como lo estaban haciendo en todo el mundo para crear las grandes ciudades del nuevo milenio, arruinando el hábitat de todos los seres que allí vivían felices y tranquilos.
En ese momento las dos mujeres se encontraban ordenando el altillo para guardar en cajas las cosas que ya no usaban y así donarlas a aquellas personas que las necesitaran y les dieran un buen uso.
–¡Sí que me fue difícil llegar! A ver… pásame las cajas. –Dijo Pilar a su madre, estirando los brazos para alcanzar lo que le pasaría.
–¡Eres exagerada Pilar! Cuidado que están pesadas –Indicó Laura levantando las cajas para pasárselas con más facilidad de mano en mano.
–Es verdad ¿Qué hay aquí adentro? –Preguntó haciendo esfuerzo para que no se le cayeran mientras miraba dentro muy curiosa.
–Son algunas cosas de tu abuela. Podemos decir que son reliquias –Contestó con una mirada llena de recuerdos, caminando al lado de Pilar, que buscaba un lugar donde apoyar las cajas.
–Pero mamá, ¿regalarás todo esto? –Preguntó sorprendida la joven.
–Claro que no, hija. Lo saqué a la vista para darte algunas de las pertenencias que sé bien que te gustaran. Además, es una pena que estén guardadas y no se luzcan. Ven y apoya las cajas en este lugar, así podemos ver mejor todo lo que hay dentro, seguro te quedarás asombrada –Sonrió de manera pícara.
Madre e hija se sentaron cerca de una mesa mediana que se encontraba a un costado del altillo. Laura encendió la pequeña lámpara que allí posaba para iluminar un poco más el sitio y comenzaron a desenvolver los pequeños paquetes que había dentro de la caja. Cada objeto que desenvolvían era más bello que otro. Todos eran joyas de diferentes materiales y de muy buena calidad, como prendedores de oro con piedras preciosas, anillos de plata, brazaletes, pulseras. Algunos de ellos tenían detalles en común, lo que llamó mucho la atención de Pilar. Esas alhajas tenían un diseño en particular, que se trataba de lunas, huellitas, ojos de lobos, estrellas; también el diseño de runas antiguas adornaba esos bellos objetos. A Pilar le interesaba mucho saber a qué se debía, pero no se animaba a preguntar por las dudas de que la respuesta fuera sólo que a su abuela le gustaba coleccionar ese tipo de joyería y no por otra causa en especial.
–Parece que a la abuela le gustaba mucho vestirse elegante. ¡Nunca he visto tanto lujo junto!
–Sí, mi madre era muy elegante en su plena juventud, pero además su familia perteneció a una dinastía importante del bosque de este pueblo, que lamentablemente fueron derrocados por otra familia que se apropió de todo el terreno que ocupa el bosque, al igual de todas las familias que allí vivían y servían a la familia Wolf. Todo por celos y envidia –Respondió con tristeza Laura –Por eso vez tanto lujo e insignias en particular –Sacó más prendedores y los colocó cerca de Pilar que miraba fascinada a cada cosa nueva que salía a la luz de esos paquetes. –Lo que ves aquí fueron todos obsequios que los mismos lobos le han entregado a la abuela mientras velaba por ellos. Los lobos fueron muy agradecidos y hasta hoy lo deben estar, si recuerdan nuestro apellido.
–¿Qué? Nunca me has contado eso de nuestra familia –Dijo muy asombrada Pilar.
–Lo sé hija, pero es que es una historia complicada y aún no estabas lista para entenderla. –Dijo Laura, tomándole las manos a su hija y mirándola a los ojos.
–¿Lista? ¿Pero cómo lista? No creo que sea tan difícil el pasado de una familia. ¿Por qué me dices eso? –Pilar aún no podía comprender lo que su madre le estaba diciendo.
–Reconozco que suena raro, pero es así, y tranquila, que ahora mismo pasaré a contarte parte de esa historia –Laura alcanzó a Pilar un colgante de una luna llena, que en el centro tenía un ojo de un lobo y en la pupila tenía un signo de una estrella con pequeños círculos en sus ocho puntas, símbolo de una runa antigua representante de la clarividencia y el recordar de los sueños. Era un collar muy fino y de un brillo encantador. Pilar lo tomó y se lo quedó mirando fijo. –Todo comenzó hace unos setenta años, cuando la abuela Ana llegó con su familia a este pueblo, que era aún más pequeño porque el bosque ocupaba gran parte del territorio. Desde el día en que se instalaron, ella disfrutaba todos los días ver los paisajes y cómo era la vida de los lobos. Pero una mañana ese paraíso se convirtió en pesadilla ya que los cazadores habían llegado y comenzaron a destruirlo todo sin piedad alguna. Ana, llena de rabia, se dirigió a enfrentar esas temibles personas. Cuando estuvo cerca de un cazador que estaba por cometer el asesinato de un lobo, ella saltó por la espalda del hombre e hizo que la bala saliera hacia los aires protegiendo al animal que logró escapar ileso. El cazador enfurecido tomó del brazo a Ana y la llevó con sus padres, quienes la castigaron severamente por estar molestando a los vecinos. Pero a la joven no le importó, se sentía tranquila por haber salvado la vida del lobo, aunque fuera sólo uno, ya que eso la motivaba para seguir defendiéndolos –Laura tomó aire y sonrió. –Esa misma noche, Ana recibió una visita muy especial. Por la ventana de su habitación asomó el lobo que ella había protegido y traía en su boca el collar que tienes ahora, como forma de agradecimiento. Cuentan que ni bien se lo colgó comenzó a brillar intensamente y que en un pequeño haz de luz se reflejó en la pared la sombra de una luna, marca que también poseía Ana en su muñeca y que tú tienes en tu cuello. –Pilar palpó la marca, desconcertada. –El lobo y ella se hicieron muy buenos amigos, los padres de Ana le llamaron la atención, pero finalmente no les importó adoptar al lobo como miembro de la familia. Pasaron los años y Ana conoció a un joven que también se preocupaba por el bienestar de los animales, ellos se casaron y decidieron construir una reserva en el bosque. Así fue como nació el apellido Wolf. –En ese momento su sonrisa se apagó y su rostro se volvió tenso. Pilar prestó más atención –Pero, como siempre, las cosas buenas son envidia de los demás… Una familia, llamada Valentine, que estaba en contra de esa nueva reserva, luchó para deshacerse de esa alianza que había entre los Wolf y los lobos. Nuestra familia, junto con los lobos crearon pulseras y otros elementos para proteger a quien los portara y a los que estuvieran a su alrededor. Fueron años de lucha. Hasta el tiempo en que yo nací estaba esa guerra, que lamentablemente perdimos. Nos quedamos sin derecho a proteger al bosque, la magia de los Valentine había logrado superar a la nuestra.
Pilar se quedó muy sorprendida con la historia, no podía creer que su familia se la hubiera ocultado por tanto años. No preguntó el por qué pero quiso saber más sobre el pasado de su familia pero Laura solo se limitó a ponerse de pie y a continuar con la limpieza del altillo, dejando a Pilar un poco insatisfecha.
–“Qué raro es todo esto… se me hace difícil creer que mi familia posea secretos y yo no los sepa. ¿Por qué será?” –Pensó, y luego agregó en voz alta. –A ver qué sorpresas me traes, precioso collar –Sonrió y se levantó para continuar ayudando a su mamá, ya que la seguía llamando para pasarle más cajas y no se cansaría de hacerlo hasta que moviera su cuerpo y dejará de pensar en el collar.
Mientras Pilar acomodaba unas cajas, el collar comenzó a brillar muy tenue cada vez que pasaba por delante de una tela blanca que cubría, según parecía, un cuadro muy grande. Como se iluminaba cada vez más seguido no le quedó otra opción que ir a ver de qué se trataba. Se acercó algo dudosa para destaparlo, tomó la punta de la tela y se quedó prendida unos segundos antes de quitarla, pensando si debía hacerlo o no, tal vez era imaginación de ella que el collar se iluminara. Podía ser que alguna luz le daba el reflejo al amuleto y por eso brillaba, pero eso era imposible si la única luz que allí entraba era de una pequeña ventana circular que estaba del otro lado de la habitación y no era capaz de producir ese destello.
Una vez que estuvo decidida tironeó fuerte de la punta de la tela para descubrir lo que se escondía por detrás. El lienzo se desplomó levantando una leve nube de polvo que invadió ese lugar. Pilar sacudió un poco su mano para esparcir el polvo por el aire y así ver mejor qué era lo que allí había. No pudo evitar quedarse maravillada con la imagen que estaba viendo. Abrió grande sus ojos para mirar admirada la pintura de un lobo blanco que miraba al espectador con sus inmensos y profundos ojos azules. Las pinceladas eran muy sutiles. Los colores eran suaves pero a la vez tenían calidez. El marco de roble que lo contenía estaba todo labrado con detalles finos y decorativos. Pilar estaba tan atrapada con esa mirada que le pareció sentir que ese lobo le quería decir algo, como si el cuadro tuviera vida propia y ese lobo estuviera a punto de traspasar el lienzo para acercarse hasta ella. Avanzó unos pasos más hacia el cuadro y levantó su mano derecha para poder tocarlo. Sentía que su miraba había sido hipnotizada por esos ojos tan llamativos. Las puntas de sus dedos estaban a punto de rozar el lienzo cuando de golpe saltó su gato encima de ella haciéndole dar un susto terrible y perdiendo la oportunidad de sentir la calidez de ese cuadro.
–¡Mishi! Me asustaste… –Le dijo a su gato mientras lo acomodaba entre sus brazos y volvió a fijar la mirada en el cuadro, pero éste ya no le producía ninguna sensación, sólo era un simple cuadro como cualquier otro –Que raro… –Agregó en voz baja y algo dudosa.
¿Había sido su imaginación? ¿O en realidad ese lobo había intentado comunicarse con ella?
–“Creo que me estoy volviendo loca al estar encerrada en este altillo hace horas” –Pensó y sacudió su cabeza para despejar esa alucinación que había tenido.
–¿Qué pasó? ¿Por qué gritaste? –Preguntó preocupada Laura y se acercó hasta su hija.
–Nada mamá, Mishi me asustó, me tomó por sorpresa cuando yo estaba mirando este cuadro… –Respondió alejándose de la pintura como si fuera algo peligroso.
–Ah, ya veo. ¿Viste que bonito que es? –Sonrió Laura
–Sí, es hermoso, y mira que a mí no me gustan mucho esos animales. –Respondió mirando hacia un costado por temor a que si su mirada se encontraba otra vez con la del lobo iba a quedar nuevamente atrapada. Luego de una pequeña pausa agregó algo temerosa –No sé por qué… pero en un momento pensé que… que me iba a… hablar, es raro ¿no?
Al oír eso, Laura sonrió al ver que el collar ya había dado su primera señal mágica.
–No, claro que puede ser. Este lobo fue un apuesto caballero que protegió a nuestra familia hasta que una mujer llamada Maia Valentine lo convirtió en ese animal. Después de un tiempo desapareció y tu abuelo decidió pintar este cuadro como homenaje a su valentía. –Pilar arrugó la frente y no respondió nada, sentía como si su madre le estuviera tomando el pelo. Pero luego recordó lo que le había dicho antes sobre que la historia de su familia era difícil de entender, así que asintió con la cabeza para dejar convencida a su madre de que sí le creía. –Hija no te preocupes por lo que está sucediendo ahora –Agregó Laura abrazándola –Te prometo que todo estará bien y que el mismo destino te irá delatando más maravillas de esta familia que ha perdido todo, pero que ahora comenzará a recuperarlo con la nueva princesa de los Wolf.
–¿Princesa? –Pilar quedó aún más sorprendida con esa contestación.
–Claro, en todos los reinos hay una princesa. –Laura se sonrió y le colocó un brazalete de oro con un dije de una luna llena, un diamante blanco en el centro y un pequeño rectángulo que colgaba de una cadena fina que salía desde la misma luna y tenía escrito el signo de las runas antiguas que significaba “disipador de energía negativa”. La pulsera se cerró automáticamente sobre la muñeca de Pilar, que se asustó el sentir que una energía extraña invadía su cuerpo. –No hay más dudas, Pilar, has pasado por las tres pruebas correctamente: eres la persona que volverá a construir de nuevo nuestra familia de guardianes del bosque. Tú eres la princesa de los Wolf.
–¿¡Eh?! ¿Una princesa? Pero ¿Cómo? –Le resultaba difícil creer que todo eso era verdad.
–Tranquila, Pilar. Ya verás que ese título lo llevarás con mucho honor.
–Mamá –Interrumpió suave Pilar –Es muy complicado todo esto, pero te prometo que haré lo posible para lograr lo que me pides. –Abrazó a su madre para sentirse segura. En verdad todo eso la ponía nerviosa y sensible y le entraban muchas dudas.
–Una última cosa: no dudes en usar el collar todos los días, tal vez te ofrezca una ayuda cuando más lo necesites, además de aclararte muchas dudas, claro está. Y por supuesto entender el lenguaje de los lobos –Sonrió para tranquilizarla aún más. Pilar asintió a pesar que sentía que lo que ocurría en ese momento era un sueño extraño del cual pronto despertaría. En su cabeza rondaban muchas preguntas pero no sabía que preguntar primero, y tampoco podía recurrir a su madre ya que eso, según Laura, se le iría develando con los días.
Los días pasaron sin cambio alguno, pero aun así Nicolás, el mejor amigo de Pilar, notó algo extraño. Ellos se habían conocido cuando Pilar había llegado al pueblo y comenzó el primer grado en su nueva escuela. Nicolás fue quien se había acercado hasta ella al verle la cara temerosa que todo niño puede tener al no conocer a nadie el primer día de clases. Él le ofreció su amistad y desde ese momento nunca se separaron. Cada uno podía confiar en el otro sabiendo que nunca iba a ser defraudado. Eran como hermanos.
Los chicos se encontraban disfrutando del sol primaveral de diciembre en el parque del Instituto. Pilar estaba recostada sobre uno de los bancos de piedras mirando el cielo tranquilo y azulado de la mañana. Veía como algunas nubes pequeñas y perdidas se movían por el lejano cielo. Al lado suyo, sentado sobre el césped, estaba Nicolás, un joven alto y de contextura normal, de cabellos castaños y ondulados. Sus ojos resaltaban más oscuros por las pestañas bien negras y densas que tenía. Su tez era tan blanca que parecía que nunca había salido a tomar sol. Nicolás estaba mirando a su amiga en silencio, él se había dado cuenta de que algo le estaba pasando, la notaba distinta.
–Pili, ¿me dirás lo que te pasa? –Preguntó suavemente Nicolás.
–¿Por qué me preguntas eso? Si yo estoy bien –Respondió Pilar sin quitar la mirada del cielo.
–Vamos Pilar, sabes que puedes confiar en mí. ¿Qué te pasa? –Volvió a preguntar tranquilo, sabía que en algún momento su amiga cedería a responder.
–Veo que nunca podré ocultarte nada –Respondió la joven y sonrió.
–¿Y de qué trata? Tiene que ser algo muy importante para que estés así, ni siquiera me has molestado el día de hoy.
Pilar dio un suspiro y pasó a responderle.
–Es que mi mamá me ha contado una parte de la historia de mi familia… yo te lo contaría si me prometes que no me vas a tomar el pelo –Explicó Pilar, que ya se había sentado en el banco, dejando espacio a su amigo, para que se sentara junto a ella.
–¿Cómo piensas eso de mí? Soy tu mejor amigo, no podría reírme de ti, menos si es algo serio y que te está preocupando.
–Que adultas sonaron tus palabras, Nico –Se burló Pilar.
–¡Ey! Eres tú la que se está burlando, que feo de tu parte… –Dijo molesto Nicolás cruzándose de brazos.
–Vamos, no te enojes –Le picó el brazo con su dedo índice. –¿No habías dicho que extrañabas que yo te molestara? –Agregó abrazándolo –¡Por eso lo hice! –Rió para que su amigo dejara el enojo.
–Está bien, está bien… no dije nada. Te escucho…
Pilar le contó todo lo ocurrido el sábado anterior, sobre el reino que su familia había tenido en el bosque para ayudar a los animales, en especial a los lobos para que nadie los cazara, hasta el destierro que sufrieron cuando los Valentine se hicieron dueños de las tierras una vez que destruyeron todo y comenzaron sus malos negocios, llegando al final, donde explicaba que ella era la nueva Princesa que debía traer la paz al bosque. Mientras ella hablaba, Nicolás escuchaba atento.
–Yo te ayudo. –Dijo sin pensarlo mucho.
–¿O sea que me creíste todo lo que te conté? ¡Te lo agradezco mucho! –Dijo emocionada Pilar.
–¿Pero cómo no te voy a creer? ¡Si en este mundo pueden ocurrir cosas increíbles! –En sus palabras había mucha alegría.
–¡Que entusiasta que eres! Ojala yo estuviera así pero no, estoy preocupada por lo que se viene.
–No te preocupes, sabes que tienes todo mi apoyo y te ayudaré con lo todo lo que pueda. –Sonrió para darle ánimos.
Luego de la pausa volvieron a clases. Pilar se sentía más segura después de la charla con Nicolás, le había hecho bien contarle ya que ahora no iba a estar sola para llevar a cabo su misión. Se sentía feliz al tener un amigo tan bueno en quien confiar.
A la salida del colegio Pilar, pasó por el paseo de compras del pueblo donde se encontraba la tienda de su madre. Estaba construido con madera que les proporcionaba los árboles del bosque cercano al pueblo, eran todas cabañas con techo de paja, una al lado de otra, y cada una se dedicaba a vender diferentes cosas. Cada negocio tenía su camino adornado con flores perennes que mantenían al lugar bien ambientado y alegre para los turistas que llegaban en cada temporada invernal y estival.