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El autor se ufana de su propia edad, contemplando el mundo con la mirada límpida que dan los años, desprendido de todo, excepto de su enorme capacidad de gozo, de asombro, y del cariñoso esmero con que plasma la belleza del instante. Hablar de su poesía es hablar del espíritu de la poesía oriental y, especialmente, de la coreana. No es que haya intentado expresar el alma prototípica del pueblo coreano, sino que él mismo es un arquetipo del alma noble tradicional del Reino de la Calma Matinal.
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Primera edición en MINIMALIA, agosto de 2008.
Director de la colección: Alejandro Zenker
Coordinación técnica: Laura Rojo
Cuidado editorial: Elizabeth González
Coordinadora de producción: Beatriz Hernández
Formación digital: Itzbe Rodríguez Ciurana
Viñeta de portada: Mauricio Morán
Esta obra se publica con el apoyo del Instituto de Traducción de Literatura Coreana (klti).
© 2008, Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V. Calle 2 número 21, San Pedro de los Pinos. 03800 México, D.F. Teléfonos y fax (conmutador): +52 (55) 55 15 16 57 [email protected]
www.solareditores.com
ISBN978-607-7640-22-6
Índice
Imaginismo íntimo de la poesía de Kim Jong-gil
Otoño
Primavera (1)
Insecto
Cambridge
Dar a luz un libro
Paisaje matinal en un día de invierno I
Paisaje matinal en un día de invierno II
El rostro de mi madre
Espesura
Perspectiva
Comida para las urracas
Confeti triste
Camino al pueblo
En la exposición de Joan Miró
Algo puro, desinteresado
La orquídea
Fotografía
Paradoja
Un mar ronca en mis brazos
En el pueblo
En el monte Chung-ryang
Niágara
Viaje al Japón
La gran Muralla China
Acacias blancas de Beijing
En la Universidad de Cambridge
Minas arruinadas
Huesos de la nuca
Llueve en invierno
La luna de madrugada
Lápida del poeta Lee Sung-sun
Con el polvo amarillo de arena y las flores del cerezo montés
El dedo
Última hoja
Paseo de madrugada
Con las hojas tiernas
Despierto en la madrugada
La caída de los frutos
Especie castiza
Cuando volvía de la oficina de correos
Matrimonio
Flor de ciruelo
Esperando la primavera
Primavera (2)
El jardín se anima
Las florecillas de las hierbas
Camino al sur
Catástrofe
A la sombra de la ratania
Verano otra vez
Comienzo del otoño
Al otoño
En la orilla del río otoñal
Carta en el otoño 1
Carta en el otoño 2
Carta en el otoño 3
Al ponerse el sol del otoño
Estrellas del anochecer
Flor de onagra
Esqueletos
Sonrisa
Muñeca
En el dentista
Cortando el césped
Vista nocturna
Abadejo seco
Vuelta
Conciencia
Milano
En la cresta de las azaleas silvestres
Al poeta Park Je-sam
Junio o julio
Retrato
Flores de mimbre
Inauguramos un monumento a la poesía de Kim Jong-sam
La cigarra canta por la noche
En el avión
Crepúsculo
Petróleo
Rostro
Llueve en el otoño
Cinco mil años
Imaginismo íntimo de la poesía de Kim Jong-gil
Hablar de la poesía de Kim Jong-gil es hablar del espíritu de la poesía oriental y, especialmente, de la coreana. No es que nuestro poeta haya intentado expresar el alma prototípica del pueblo coreano, sino que él mismo es un arquetipo del alma noble tradicional del Reino de la Calma Matinal. En efecto, el poeta nació en 1926 en la ciudad más ancestral e hidalga de Corea del Sur. Me refiero a Andong, cuna de tantos sabios y eruditos de la dinastía Chosun. Su vida es también ejemplar: poeta durante sesenta años, catedrático emérito de la Universidad de Corea y miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Dije que la poesía de nuestro poeta era la más coreana. Esto quiere decir que es la más cósmica-universal, según la norma que dicta Goethe: lo más universal es lo más alemán. En una gota de rocío se refleja todo el cielo y el cosmos. Para comprenderlo no tenemos que acudir al panteísmo hindú u oriental, porque todos vivimos en la naturaleza o en las leyes que rigen el gran Universo. Así, la poesía de Kim Jong-gil está llena de sensaciones y sentimientos cofraternales con la naturaleza, porque ésta envejece igual que el poeta.
En el monte Chung-ryang
Adelgaza también la montaña en el otoño:
precipicio friolento del monte Chung-ryang,
levantado alto en el cielo azul marino.
Entre los pinos verdes, muy verdes,
árboles de hojas anchas se visten
de un color amarillento.
Hay también plantas parecidas a los arces:
enredaderas que van subiendo por los precipicios
o las hojas del árbol de la laca.
Oh, Monte Chung-ryang,
gran hidalgo en la primera etapa de la vejez,
que empieza a ponerse
precipitadamente flaco con el frío
debido a tanto pulirse.
Es decir, enflaquece el monte igual que yo antaño. Todos íbamos a ser reyes, sabios o taoístas endiosados. Todos nos pulimos y perfeccionamos para llegar al último grado de consumación. Si eres confusionista o budista practicarás la meditación profunda para alcanzar la gran Ley que rige el Cosmos. Y, como es natural, te hará falta mucha disciplina, mucha soledad y frío. Eso es lo que ve el poeta en el monte Chung-ryang, imagen de un estudioso confuciano que se aplica constantemente en sus ejercicios espirituales de sabiduría ancestral.
Ahora la montaña no sólo adelgaza sino que envejece. Sin embargo, la vejez no es del todo oscura: al llegar a la vejez se ven las cosas más nítidas. Nadie puede parar el curso del tiempo y el fluir de los fenómenos de la naturaleza.
Otoño
Se acerca un paso más la montaña lejana.
Se hacen más nítidos
la silueta y el claroscuro.
Ya estamos en otoño.
¡Ah, mi vida da otra vez la bienvenida
al nuevo otoño!
Sin embargo, ya son escasos mis cabellos
más delgada mi sombra:
ya queda poca luz del día.
Veamos el tono sentimental con que observa el paisaje otoñal: no se percibe mucha melancolía en el rostro del viejo poeta. Trata de comprender los desengaños del mundo y de la vida, y recobra una visión más optimista. Nuestro hombre mayor observa que le faltan muchos cabellos, que le falta la vida. Reprime sus sentimientos de melancolía, alza la vista al cielo y dice, como si hablara un labrador al declinar el día de trabajo: Ya queda poca luz del día.
Kim Jong-gil es un sabio. Sabe sobreponerse a la vejez que se avecina. No pierde la esperanza y aguarda una primavera nueva, como Antonio Machado en “A un olmo viejo”.
Primavera
Abre los ojos
una flor blanca de magnolia en un callejón,
como en un bastidor para bordar.
Al mediodía, en el aire nublado, gris,
se da la vuelta la montaña Bukak,
como si se acostara después del parto.
Como una oruga recién salida de algún capullo,
me revuelvo yo también.
Abro los ojos.
Aquí la primavera es una sala de parto; el tiempo es la cuna para nacer y renacer, y la estación es el ejemplo más señero para percibir el verdadero sentido del eterno retorno. Es verdad: todo nace y renace en la primavera de la tierra, lugar santo donde se puede esperar la reencarnación, porque se ve renacer todas las hierbas y flores.