Ramón de Basterra
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Ramón de Basterra (Bilbao, Vizcaya, 1888-Madrid, 1928) estudió Derecho y opositó al cuerpo diplomático. En 1915 obtiene el segundo puesto en las oposiciones y elige como destino la Secretaría Española en el Vaticano. Aunque admirador de la cultura grecolatina, en sus primeras poesías se centra casi exclusivamente en el paisaje, la vida y las costumbres de su tierra natal. Mas tarde, su poesía evoluciona hacia la exaltación, la retórica y el barroquismo que culmina en Las ubres luminosas (1923). En este libro muestra su admiración por Roma y por el espíritu de "la latinidad". Sus textos, que ensalzan el catolicismo y la grandeza de lo hispánico, adquieren un tono épico. En 1918 fue destinado a la legación de Bucarest, donde escribió su libro en prosa La obra de Trajano, en el que trata de explicar la huella de la romanidad en el oriente de Europa. Entre 1920 y 1924 es ascendido a secretario de embajada de Segunda y vuelve a España. Su residencia se encontraba en Madrid, aunque viajó con frecuencia al País Vasco debido a los problemas de salud mental que le aquejaron. A partir de ese momento participa en la vida cultural de Bilbao y forma parte de la llamada Escuela Romana del Pirineo, un grupo que organizaba tertulias en el café Lyon d'Or o en el Boulevard. Publica en pocos años tres de sus poemarios: Las ubres luminosas, La sencillez de los seres y Vírulo, poema que dejó inconcluso y que supone la creación de su propio mito. Fue publicado en dos partes: Vírulo. Las Mocedades (1924) y Vírulo. Mediodía (1926). En 1924, tras reponerse de una de sus crisis, solicita como nuevo destino la embajada española en Venezuela, donde permanece tres años. Durante su estancia en este país escribe y publica en 1925 su segundo libro en prosa, Una empresa del siglo XVIII. Los navíos de la Ilustración.  La obra constituye un alegato en favor de la Real Compañía Gipuzcoana de Caracas, que es para el autor uno de los instrumentos que trasladan la Ilustración a América. En 1927 regresa a España para volver a prestar sus servicios en la Secretaría de Estado y publica entonces Vírulo. Mediodía. Su delicado estado de salud no le permitió continuar con su trabajo. Las crisis mentales, cada vez más severas y continuadas, le conducen a refugiarse primero en la tranquilidad de su casa de Plencia y, a partir de 1928, en el Sanatorio de Santa Águeda de Madrid, donde fallece.