15 de diciembre: Todo lo que quiero para Navidad - un calendario erótico de Navidad - Malin Edholm - E-Book

15 de diciembre: Todo lo que quiero para Navidad - un calendario erótico de Navidad E-Book

Malin Edholm

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Beschreibung

Nea vuelve a casa después de tres años en Australia para celebrar la Navidad con sus mejores amigos del pasado. Por supuesto, se fija sobre todo en Nadja, que se ve más dulce que nunca. Los siguientes tres días de celebraciones navideñas estarán revestidos de un anhelo constante y, finalmente, estallará en una tormenta de sensaciones, calor y deseo ...Todo lo que quiero para Navidad es un romance navideño sobre sentimientos que trascienden el tiempo y el espacio, y sobre la posibilidad de por fin volver a casa.-

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Malin Edholm

15 de diciembre: Todo lo que quiero para Navidad - un calendario erótico de Navidad

Translated by Carolina Gandia

Lindhardt og Ringhof

15 de diciembre: Todo lo que quiero para Navidad - un calendario erótico de Navidad

 

Translated by Carolina Gandia

 

Original title: Allt jag vill ha till jul

 

Original language: Swedish

 

Copyright © 2020, 2021 Malin Edholm and LUST

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726761108

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

El avión estaba lleno. Se retrasaron media hora por el tiempo que tardó la gente en embarcar y encontrar sus asientos. Al parecer, subir el equipaje era una tarea extremadamente difícil para muchos. A pesar de las muchas veces que la tripulación de cabina advirtió que el equipaje de mano más pequeño y las chaquetas se colocaran debajo del asiento delantero, nadie pareció escuchar. Los pasajeros ponían chaquetas y bolsas en los compartimentos superiores y entonces no cabían las maletas más grandes. Nea se sentó junto a la ventanilla y observó cómo un hombre intentaba que le cupiera la maleta de cabina en diagonal por la fuerza, a pesar de la clara resistencia que oponía el resto de equipaje del compartimento. Finalmente, una de las elegantes auxiliares de vuelo se acercó y le ayudó. Simplemente movió lo que estaba en medio y dejó que la maleta se deslizara verticalmente. Sin decir nada, el hombre se sentó y la azafatavolvió a su asiento en la salida de emergencia, con una expresión de resignación, como si fuera su tarea más recurrente. Al pasar junto a Nea, sus miradas se encontraron y de alguna forma expresó su reconocimiento. La azafata era muy guapa.

Nea rompió el contacto visual antes de hacer algo precipitado y en vez, miró hacia la pista pavimentada donde los trabajadores circulaban en pequeños coches con remolques y maletas gigantes. Un poco más lejos, por donde los coches no habían transitado tanto, la nieve se acumulaba con cada minuto que pasaba. Helsinki a Estocolmo – la última etapa del largo viaje de vuelta a casa. Le dolían las piernas por las muchas horas que había pasado apretujada en un asiento de avión con muy poco espacio, y sentía como si tuviera agujas clavadas por todo el cuerpo. El malestar acumulado y la sensación de inquietud ya se convertían en náuseas. Al menos ahora el clima era frío, lo que hacía algo más fácil estar atrapada en un avión sin sentir una terrible claustrofobia.

En cuanto pudo, pidió un whisky y se sentó a sorberlo mientras observaba el mundo blanco del exterior. Su cabeza deambulaba a diferentes escenarios de lo que sería esta Navidad. Le sudaban las manos y estuvo a punto de llamar a la azafata para pensar en otra cosa durante un rato, pero ya no podía escapar, ya era demasiado tarde.

Cuando aterrizaron, se había bebido cuatro vasos de whisky y su visión del aeropuerto de Arlanda se había vuelto un poco borrosa. La masa de gente de habla sueca que la rodeaba le parecía inusual y surrealista. Durante los últimos tres años se había encontrado con suecos que, normalmente, estaban encantados de escuchar su lengua materna y por eso se detenían a hablarle. Ahora nadie se animaba ni a mirarla. Todo el mundo temblaba de frío esa noche y el suelo estaba resbaladizo en algunas zonas por la nieve derretida. Atravesó la multitud y salió directa para tomar un taxi.

*

—¡Ya estoy aquí! —gritó Nea en cuanto abrió la puerta principal sin llave y olió el inconfundible aroma de la Navidad sueca.

—Por fin. —Se oyeron varias voces desde el interior de la casa.

—¿Dónde has estado? —gritó alguien con un tono de enfado exagerado.

—Entra aquí, desgraciada. —Se oyó decir a otro.

—Sí, sí, tranquilos, ya voy —se sorprendió de la facilidad con la que el sueco salió de ella.

Sentía como si hubiese tirado de una palanca y hubiera cambiado así su configuración del inglés al sueco.

Sin quitarse el abrigo, entró en el salón y lo que vio le hizo parpadear frenéticamente y llevarse una mano al corazón. Apenas tuvo tiempo de encontrarse con la mirada de todos antes de que una figura alta y grande la levantara y le diera un abrazo de oso que hizo que se le cayeran las bolsas de regalos de Navidad al suelo. Los copos de nieve pegados al plástico se convirtieron en gotas de agua que corrieron hacia el suelo y formaron un pequeño charco a su alrededor.