El masaje - 4 historias húmedas - Malin Edholm - E-Book

El masaje - 4 historias húmedas E-Book

Malin Edholm

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2021
Beschreibung

"Un exterior masculino, una personalidad femenina y un dios en la cama. Justo ahí a su lado; Emelie ya estaba totalmente enganchada."Emelie y Tina se encuentran en un bar de un pueblo del Canadá rural, donde Emelie no parece poder quitarle ojo a Glenn, un robusto y masculino leñador que trabaja en el hospital. Ante su enorme sorpresa, Tina le cuenta a Emelie que bajo esa apariencia ruda, Glenn es feminista y una buena persona, pero Emelie no acaba de creer a su amiga. Sin importarle tanto su personalidad como el físico, Emelie se embarca en lo que empieza como una noche de sexo de ensueño con Glenn y donde acaba descubriendo que el exterior no lo es todo.Esta colección contiene:Bajo la camisa de cuadrosLa policía Día de San Valentín: pasión en el paraísoEl masaje-

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Seitenzahl: 202

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 Malin Edholm

El masaje - 4 historias húmedas

 

LUST

El masaje - 4 historias húmedas

Original title:

La policía - 4 hot and steamy stories

Translated by Adrián Vico Vazquez, Raquel Luque Benítez, Marta Cisa Muñoz

Cover image: Shutterstock Copyright © 2021 Malin Edholm and LUST, an imprint of SAGA, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726965254

 

E-book edition, 2021 Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

El huevo de Pascua

 

El timbre de la puerta se oye nítidamente en el departamento. El sonido hace que Lía salte y que su corazón lata con fuerza mientras se acerca a la puerta con cautela. Cuando sus amigos la visitan, siempre la llaman o le mandan un mensaje y algunos de ellos entran directamente, pero ninguno toca el timbre jamás. Abre la puerta lentamente y se sorprende al ver a un repartidor con un paquete bajo el brazo. El mensajero le pide que firme el pequeño cuadro en su computadora de mano y luego se aleja rápidamente por las escaleras.

Confundida, Lía coloca el paquete sobre la mesa de la cocina. No hay remitente en la caja y ella no compró nada. Está excitada y asustada a la vez; siente mariposas en el estómago. Luego de un rato, la curiosidad le gana y rompe el paquete con sus propias manos. Se lastima cuando corta el cartón duro, pero no puede detenerse, tiene que saber qué hay dentro.

Es un enorme huevo de Pascua. Lo toma y lo sopesa con las manos. Es sorprendentemente pesado. El huevo oval está cubierto de los diseños típicos de gallinas, conejos y un césped verde y soleado. ¿Lo habrá enviado uno de sus padres? Son propensos a los regalos exagerados. Imagina que el huevo debe estar lleno de dulces y se ve comiéndolos todos durante el resto del fin de semana hasta alcanzar un pico de azúcar. Abre el huevo con cuidado para asegurarse de que no se caiga ningún dulce al piso. Se sorprende cuando ve lo que hay adentro. No son dulces y, definitivamente, el regalo no es de uno de sus padres. Dentro del huevo, tres vibradores con forma de huevo descansan sobre un montón de tangas de colores vibrantes. El contenido refleja el espíritu de las Pascuas, lo que es gracioso y extraño a la vez.

Impactada, se queda mirándolo por un rato antes de empezar a investigar los diferentes juguetes, tocándolos y apretándolos. La silicona suave se siente agradable al tacto y el encaje de la ropa interior le hace cosquillas en la piel. Escoge una de seda color amarillo. Luego toma el vibrador color turquesa, y acomoda una manta y una almohada frente al enorme espejo de cuerpo entero de su dormitorio. Ya tiene el estado de ánimo correcto y está caliente. Para reforzar ese estado de ánimo, inicia una playlist que creó especialmente para momentos como ese: canción tras canción que hacen que sus caderas se meneen.

La primera canción de la lista es Blue Jeans de Lana del Rey. Lentamente, se desviste al ritmo de la música y arrullada por la voz sensual de Lana. Con sus dedos sigue el contorno de su cuerpo redondeado y suave, al tiempo que se va liberando de sus ropas. Deja caer la camisa. Se saca los pantalones y rasguña sus muslos dejando marcas rojas en la piel. El deseo se apodera de su cuerpo cuando ve su ropa caer al suelo mientras balancea sus caderas en movimientos sensuales y lentos. Siente un cosquilleo placentero al sacarse lentamente el sostén y liberar sus pechos.

El aire, un tanto fresco, le eriza la piel y endurece los pezones. Se detiene en sus senos y los masajea hasta que entran en calor. Se sienten sustanciosos en sus manos y cuelgan sobre su estómago. Donde su vientre se encuentra con sus pechos, tiene la piel sudorosa; inhala el aroma transpirado de su propio cuerpo. Cuando sólo queda puesta la tanga amarilla, comienza a sonar Hot Stuff en la voz de Donna Summer. La ropa interior amarilla se ajusta sobre la suave piel de su trasero y tiene un agujero para el acceso fácil durante el momento íntimo. Es perfecta.

Está fascinada por la forma de su cuerpo. Se palmea el muslo, lo que hace que el trasero se bambolee y emita una vibración que llega hasta su vagina. Luego sacude el trasero cuanto puede. Siente una sensación de libertad cuando siente la forma en que su trasero, sus muslos, estómago y pechos se zarandean, como si estuviera bajo el agua. Da unos pasos de salsa mientras concentra sus ojos en su culo redondo y generoso. Sacude las caderas con movimientos cada vez más amplios y estirados, y el suelo frente al espejo se convierte en una pasarela cuando se entrega a la música deslizando las manos desde las caderas hasta llegar al cabello.

Mira por encima de sus hombros, encuentra sus propios ojos en el espejo y se mira el culo a través de la ropa interior de encaje, mientras se arquea e inclina hacia adelante sobre sus suaves piernas. Puede ver su vagina reflejada. El hoyo de la tanga en el lugar correcto dispara un temblor que recorre su columna. Necesita toda su fuerza de voluntad para no tocarse en busca del camino fácil al orgasmo. Quiere tomarse su tiempo y prolongar este momento. Por eso, sigue moviéndose con la música que se mete en su cuerpo. Apoya la espalda sobre la pared y se recuesta contra ella mientras baja hacia el piso moviendo su trasero a un lado y otro.

Desliza los dedos por el papel tapiz y luego lanza su cabello hacia adelante al inclinar todo su torso; desde allí, levanta el trasero haciéndolo resbalar por la pared. Pasa de mirarse al espejo a cerrar los ojos y disfrutar de la sensación que el baile provoca en todo su cuerpo. Luego de algunos movimientos sudorosos más, se sienta frente al espejo y abre las piernas. Se encuentra con sus propios ojos en el material acristalado y observa atentamente su reflejo. Sus ojos vagan por todo su cuerpo. Se detienen en los pechos. Siempre le han fascinado las dos suaves redondeces de su cuerpo. Son tan hermosas y agradables. Senos suaves, aterciopelados, pesados. Con los dedos, los recorre, dibuja círculos alrededor de los pezones erectos y los explora. Los masajea, presiona uno contra otro, los aprieta y pellizca sus pezones. Se muerde un labio por la sensación del contacto. Su cuerpo vibra cuando lo recorren ondas de deseo que lo inundan. Deseo por lo caliente que está, deseo por su propio cuerpo, deseo por ella misma.

No puede creer lo agradable que es todo esto, cómo sus pechos pueden ser tan sensibles. Un impulso hace que baje la cabeza; con la lengua alcanza un pezón mientras los masajea. La punta de la lengua contra el pezón le provoca estremecimientos en todo el cuerpo y toma todo el pezón con su boca. Lo chupa, lo lame, lo mordisquea, al principio suavemente, luego con más intensidad. La sensación es surreal. Baja las manos hacia su estómago, lo frota con decisión y aprieta la piel sensible, que se siente suave bajo sus dedos. Disfruta de la sensación de estirar con firmeza y apretar su figura redondeada. Sujeta los huesos de la cadera y los masajea intensamente. Ahora se mira, observa su pubis sobresaliendo bajo el encaje amarillo y su vagina inflamada. Reubica el cuerpo, abre las piernas aún más y se acerca al espejo para obtener una mejor perspectiva. No le alcanza con ver el vello, su monte púbico, su clítoris y su vagina. Quiere ver cada pliegue de la piel suave tensándose e hinchándose. Observa cómo todo cambia cuando tensa los músculos y cuando los relaja. Los movimientos intensifican su deseo ya eléctrico. Tensa las nalgas, la pelvis y los glúteos, todos los músculos conectados con su vagina y el intenso deseo que crece. Es fascinante y se le hace difícil evitar tocarse. También tensa el estómago y contrae el ombligo acercándolo a la columna lo que desencadena una sensación de hormigueo.

La sensación le provoca seguir tensando sus músculos y nunca relajarlos. Quiere contraer, apretar, empujar el ombligo hasta acabar. Siente el escozor en los dedos, el deseo, y ya no puede aguantarse mucho más. Traza el contorno de su vagina. Con un movimiento circular, deja que sus manos se acerquen cada vez más al centro. Acaricia sus labios vaginales, mueve los dedos sobre el perineo y juguetea con su ano. Levemente, como con una pluma, se acaricia a sí misma mientras los labios vaginales crecen y se expanden. Entonces estira el capuchón de su clítoris y lo expone. Aún está demasiado sensible para que lo pueda tocar, pero no para mirarlo.

La tanga amarilla le brinda un acceso fácil al tiempo que enmarca su vagina. Toma uno de los bordes de la ropa interior y la estira hacia el medio de su vagina para que quede contra su clítoris y entre medio de los labios. Luego, con movimientos lentos, estira la tela hacia adelante y atrás. El contacto con el material le brinda alivio. Sus labios vaginales acompañan los movimientos, el clítoris finalmente está siendo estimulado. Poco a poco comienza a mover la tela cada vez más rápido, presionándola con mas fuerza contra su cuerpo. Luego suelta la tela que se desliza hacia su posición original, enmarcando su vagina.

Retiene el prepucio de su clítoris, lo estira y lo mueve en círculos pequeños. Al principio suavemente, pero los movimientos se hacen cada vez más grandes, intensos y poderosos. Lleva ambas manos hacia allí abajo y continúa moviéndolas en círculos al tiempo que estira la piel hacia adelante y atrás, arriba y abajo. Estira, acaricia, aprieta, presiona, frota su vagina palpitante en todas direcciones. Cuando se acerca a la apertura de la vagina, sus dedos se humedecen y generan un sonido de chapoteo que es extremadamente excitante. Se lame los dedos húmedos, y saborea la dulce y un tanto ácida humedad.

Juega con sus labios vaginales, los estira en círculo alrededor de su abertura y los doble hacia su vagina, humedeciéndolos con sus fluidos. La sensación que provoca es tan demandante que comienza a frotarse el clítoris con los nudillos. Está más duro ahora, ya no es tan sensible, y puede ser un poco menos cuidadosa al tocarlo. Cierra los ojos y se recuesta contra la almohada. Se zambulle en la sensación que le provoca calma y excitación al mismo tiempo. Justo antes de la dulce y estimulante sensación del orgasmo, se detiene abruptamente y toma el vibrador color turquesa.

No se va a venir tan fácilmente. Se tomará su tiempo y va a probar los regalos de Pascua. Coloca el huevo contra su clítoris desnudo. Está sorprendentemente tibio y cuando, poco a poco, enciende el vibrador, se siente aún mejor. Está tan excitada que todo su cuerpo tiembla. Se masajea los pechos en un intento salvaje por satisfacer todos sus deseos de una vez. La vibración que es enviada por todo su cuerpo hace imposible que se pueda quedar quieta así que empieza a coger contra el vidrio con el huevo alojado entre ella y el espejo.

En el reflejo, ve como tanto ella como el espejo se sacuden. Es como si fuera a caerse y estallar en pedazos en cualquier momento. De mala gana deja de mirar su imagen en el espejo y se recuesta sobre la almohada. En su éxtasis, arquea la espalda y empuja el vibrador tan fuerte como puede contra el clítoris erecto. El orgasmo la inunda rápido y con una sensación punzante; se hunde con los músculos adoloridos y el cuerpo anhelante. Necesita más. Tiene que hacerlo de nuevo, una vez no es suficiente. El orgasmo enciende un fuego frustrante en su interior y no se va a rendir hasta que haya sido reemplazado con satisfacción absoluta.

Se va a masturbar hasta que los músculos ya no le obedezcan. Hasta que su cuerpo yazca en el suelo exhausto. Rápidamente saca el segundo vibrador del huevo de Pascua. A pesar de que su vagina está empapada y muy abierta, lo unta con lubricante. Se siente inquieta y mira alrededor de la habitación. Ve la silla y sabe que es justo lo que necesita. Será perfecto. Coloca una almohada contra el respaldo de la silla y se sienta a horcajadas. Sentir la dureza de la silla bajo ella la excita. Frota la vagina hacia adelante y atrás contra el tapizado. Fácilmente podría venirse si siguiera refregándose de esa manera, pero ha decidido que va a probar el segundo vibrador. Así que lo lleva hacia su vagina y dibuja círculos un par de veces antes de deslizarlo hacia adentro. Cabe perfectamente en su vagina mojada. Coloca el primer vibrador sobre el clítoris. Se sostiene en el lugar entre su vagina, la silla y la almohada de manera tal que puede tomar el respaldo de la silla con ambas manos y montarlo duro.

No puede ir lento, su capacidad para desacelerar desapareció con el primer orgasmo. En cambio, monta la silla con avidez, tan intensamente, que se mueve sobre el piso. El frotarse contra la silla y la almohada, y tener los dos vibradores estimulando su vagina y el clítoris hace que comience a ver pequeños puntos negros sobre sus párpados cerrados. Sentir la absoluta acogida de su vagina y las vibraciones contra el clítoris es tan poderoso que se siente a punto de desmayar. El sudor corre por su rostro, baja por el cuello y se deposita entre sus pechos; en la espalda, corre recorriendo la columna.

Sus pechos se balancean contra el estómago mientras continúa montando rápido y con furia. En el espejo, los ve rebotar, pasar de la levedad en el aire a la pesadez al golpear contra su cuerpo, una y otra vez. Los movimientos precipitados hacen que su trasero se estremezca y presione contra la silla y luego suba nuevamente contra el respaldo. Suelta una mano del respaldo de la silla y se azota, luego acaricia suavemente la marca enrojecida en la nalga. Se viene por segunda vez en media hora. Acaba con un grito instintivo que pronto da paso a sollozos exánimes. Gime y se obliga a seguir montando a pesar de que fácilmente podría colapsar, y disfrutar las endorfinas y dopamina que corren por su cuerpo. Su gran fuerza de voluntad la recompensa con un orgasmo continuo que se enciende e intensifica hacia una sensación que es más intensa de lo que pensó que sería posible. Finalmente, siente el chorro de sus fluidos salir de su interior y las contracciones que normalmente se limitaban a su vagina, se apoderan de todo su cuerpo.

Colapsa sobre el respaldo de la silla, transpirada, sin aliento, extasiada. Sus músculos se relajan y su cerebro se siente completamente vacío de pensamientos. Aunque le duelen todo el cuerpo, coloca el vibrador entre las piernas una y otra vez más, y no deja la habitación hasta varias horas sudorosas y estimulantes más tarde.

 

Entra a la ducha para dejar que el agua caliente lave el sudor que la cubre como una segunda piel. Permanece de pie en la ducha por mucho tiempo, con el agua deslizándose por sus suaves curvas y disfruta cómo el duchero se siente contra su vagina.

Luego de un largo baño y un masaje suave sobre sus músculos agotados, sale del departamento por primera vez en el día. Observa la nieve que está casi completamente derretida bajo la luna resplandeciente y sobre la que se reflejan las sombras oscuras de los árboles. Pasa frente a vidrieras decoradas con tulipanes, plumas y decoraciones de Pascua. Los colores vibrantes de la Pascua le hablan. Se siente más cerca de la naturaleza, como si hubiera estado meditando todo el día. Se siente como si todas las personas con las que se cruza supieran al mirarla que no ha estado meditando, sino que ha estado retorciéndose y vibrando orgasmo tras orgasmo. A algunos los mira, y en su mente, les ofrece una sonrisa seductora y misteriosa, les transmite con la mirada cuán excitada está. Ve su reflejo en una vidriera y le gusta lo que ve.

Continúa con pasos orgullosos, sus botas golpeando determinadas contra el suelo sobre el que camina y se siente como si flotara con cada balanceo de su trasero y cadera. Cuando llega a la puerta de la casa de su amiga, la recibe una anfitriona algo molesta que le informa que está llegando tarde.

—¿Qué has estado haciendo que sea tan importante? ¿Te olvidaste de que se suponía que me ayudarías a preparar la cena de Pascua?

Debería sentirse culpable y disculparse, pero en cambio, sonríe y le da a su amiga un beso extra en la mejilla.

—Vine tan pronto como pude —dice.

Su amiga acepta la explicación y la disculpa inexistente encogiéndose de hombros. Su amiga no es de las que guardan rencor, así que casi de inmediato se olvida del tema. La cena es agradable, y se ríen y disfrutan de la compañía de los que allí están. Igualmente, su deseo ardiente y primario la hace disculparse y levantarse de la mesa. En el baño saca el tercer y más pequeño de los vibradores y lo coloca con cuidado dentro de su ropa interior color rosa. Lo enciende y vuelve a la mesa para hablar de sus planes de vacaciones, su última visita al teatro y sus recuerdos de la niñez.

Las conversaciones son amigables y los que están sentados a la mesa son divertidos, pero el pequeño vibrador en su ropa interior es lo que la hace sentir fantásticamente toda la noche. Encuentra el coraje para encender el vibrador un par de veces más presionando el control con su bolsa, y se asegura de que sus carcajadas sean más escandalosas de lo común cuando pequeños y adorables orgasmos llegan como olas durante toda la noche. No puede estar segura, pero piensa que algunos de los invitados saben lo que está haciendo, que pueden ver a través de ella y notan la maravilla sexual en la que se ha convertido. ¿Quizá siempre fue una maravilla sexual?

 

Al día siguiente, se despierta con una pequeña resaca. Todavía se siente satisfecha por la cena, y se siente como si la sangre en sus venas estuviera saturada de azúcar. La sensación mágica persiste. Se queda en la cama, se despereza y adora la sensación de retozar debajo de la suave manta, de ser capaz de desperezarse y estirarse de esta forma sin tener que compartir el espacio con nadie. Durmió desnuda y ahora sus manos exploran su cuerpo nuevamente. Su contacto despierta un estremecimiento que nace en la columna y llega hasta su vagina con una sensación vibrante y placentera cuando la sangre se acumula allí abajo.

Se estira para agarrar una almohada que es del mismo tamaño que ella; la coloca entre sus piernas y la envuelve con su cuerpo. Aún medio dormida, comienza a refregarse contra ella. Luego de un rato, su cuerpo y su mente están despiertos y un creciente deseo la comienza a inundar. Empuja la almohada de la cama y se recuesta sobre el estómago. Presiona su pubis y caderas contra el colchón, tensa los músculos de sus nalgas y siente un cosquilleo interno. Aprieta y relaja, una y otra vez. Empuja el ombligo hacia su columna y arquea la espalda, una y otra vez.

Siente la sensación del fuego ardiente en su interior, en cada célula. Todo su cuerpo vibra. Sus pechos rebosantes se presionan con fuerza contra el colchón y la cara contra la almohada. Tiene que luchar un poco para introducir su mano entre el colchón y el pecho. Encuentra uno de los pezones y lo pincha, lo hacer rodar entre los dedos antes de dejar que su mano siga camino hacia abajo, por su estómago y más allá, donde encuentra el vello rizado y debajo sus labios vaginales inflamados abriendo camino hacia la humedad de su vagina. Una vez más, coloca los dedos en la boca y saborea el más privado y genuino de sus sabores.

Luego aprieta con toda su fuerza y se frota contra el colchón. Esta vez no se relaja, continúa tensando todos sus músculos y cada segundo encuentra un nuevo músculo que puede estrujarse un poco más para llegar a capas aún más primitivas del deseo. Su vagina sensible y excitada no necesita nada más que eso, así que ignora la almohada y su mano, y en cambio continúa frotando su cuerpo contra el colchón, duro y plano. Abre sus piernas y toma los bordes del colchón con las manos y los pies.

Luego flexiona los muslos y pantorrillas, muerde la almohada y concentra toda la energía en la sensación del colchón contra su clítoris, contra el hueso de su pubis y su vagina inflamada. El punto donde se unen arde, se siente como si, con el frenético roce, estuviera a punto de encender un fuego; no puede detenerse. Siente cómo se acerca al orgasmo. Es como si estuviera estirando una cuerda con los glúteos; se tensa cada vez más, se frota más rápido y empuja con más fuerza; de pronto se detiene con un grito silencioso y los músculos acalambrados. Sus fluidos gotean de su interior y mojan el colchón. Respira con dificultad, y su corazón late incansable en su pecho. Cuando su vagina deja de contraerse, su respiración se calma y el corazón deja de correr, aún siente un dolor suave y placentero, profundo, en su estómago y glúteos. Toma el teléfono y escribe un mensaje para sus padres.

«No voy a llegar a la cena de Pascua. Tengo mucho trabajo. Los veo la semana siguiente. Besos». Luego bebe un gran vaso de agua y se mete otra vez a la cama.

El deseo de Navidad

 

Nunca pensé que me mudaría más hacia el norte, pero aquí estoy. Me estoy congelando, tengo los pies mojados y hace un frío del demonio; ¿demorará mucho el ómnibus? La lluvia se siente muy fría. Por lo menos no tengo que lidiar con las discusiones que nos habían invadido hacia el final de la relación. Fue horrible. Nunca antes habíamos peleado. Quizá ese era el problema. ¿Tal vez una relación saludable necesita un poco de discusión? Podría haber sido como una prueba de que a ambas nos importaba lo suficiente, pero no soy del tipo confrontador. Nuestros primeros años juntas, ni siquiera teníamos lo suficiente en común como para empezar una discusión. Y hacia el final, todo se podía transformar en pelea. Mi mamá, que es terapeuta, diría que comenzamos las peleas a propósito, para terminar la relación, para acelerar el proceso.

El otoño pasado todo era genial. Hicimos un viaje juntas. Bebimos vino caliente especiado y compramos pequeños panqueques cubiertos con salsa de manzana con canela en los puestos de Hyde Park. Recorrimos Harrods buscando camisetas de cashmere cómodas y cosas divertidas como hormigas cubiertas de chocolate. Todo el lugar estaba repleto de adornos y resplandecientes decoraciones de Navidad en donde nuestros rostros y sonrisas se veían reflejados. Todo brillaba, nosotras brillábamos.

No había nieve, no en Londres ni tampoco en casa, pero era acogedor de cualquier manera porque nos teníamos la una a la otra. Era época de abrazos en las largas noches y fines de semana bajo la manta. Vimos Game of Thrones , Grey’s Anatomy y Downtown Abbey , todas las temporadas. También miramos más películas de las que podría contar; nunca estábamos cansadas. La única interrupción del estado de arrumacos constantes era cuando teníamos sexo caliente. Pero eso también se terminó. Recuerdo la última vez que tuvimos sexo. Fue el día antes de Navidad; todo el departamento olía a vino caliente especiado.